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jueves, 16 de enero de 2025

Epifanía – La tragedia ucraniana y la tragedia europea

 

      Escritor y filósofo italiano. Activista de la izquierda.


El futuro Reich, que verán nuestros hijos y nietos, tendrá un carácter mucho más definitivo y total que el que conocimos entre los años 1930 y 1940. El poder destructivo que la tecnología pone al servicio de la humanidad está destinado a desencadenarse porque toda la humanidad hoy puede ser eliminada... Lo que importa sobre todo es nuestra inferioridad frente a las máquinas que hemos creado”

(Gunther Anders, El hombre es anticuado, Turín, Bollati Boringhieri, 2007, vol. 1, p.57)


     Epifanía (ἐπιϕάνεια, «manifestación»), utilizado en sentido religioso por los griegos para indicar la acción de una divinidad que revela su presencia a través de un signo (visión, sueño, milagro, etc.).

Hoy, en el día en que un violador certificado ratifica su victoria electoral y su acceso al trono de emperador del mundo occidental, la vergüenza es el sentimiento que prevalece en mí.

Me avergüenzo de haber presenciado y soy testigo de un genocidio que se desarrolla ante nuestros ojos desde hace un año. No pudimos ni podemos hacer nada para impedirlo ni para frenarlo. Podemos desfilar por las calles con banderas inútiles, podemos enviar dinero a Médicos Sin Fronteras. Pero somos impotentes para detener el exterminio que pronto aprenderemos a considerar normal. Esta impotencia marca nuestra vida como una marca de infamia.

Me avergüenzo de sentir un sentimiento de (horrible) alegría cuando me llega la noticia de que un comando de militantes palestinos ha matado a tres colonos israelíes. Todos nos hemos vuelto menos humanos desde que somos testigos del horror de una población de asesinos que se dedican al exterminio con alegría fanática.




Me avergüenza rendirme ante la epifanía: la ferocidad ha tomado el lugar de la civilización.

Sólo la pluma de Shakespeare pudo contar la tragedia ucraniana. Los engaños, las amenazas, los horrores, los bosques andantes y las aldeas en llamas, y el rey cómico que deambula en el humo de la batalla gritando mi reino por un caballo, porque ha comprendido que sus aliados se preparan para traicionarlo a continuación. él.

La mecha llevaba encendida desde 2014. No se conocen todos los detalles.

A principios de 2022, en una entrevista televisiva, Hillary Clinton prometió darle a Moscú un nuevo Afganistán.

Quizás había olvidado que Afganistán no es un tema delicado sólo para los rusos. Quizás había olvidado que unos meses antes, en agosto de 2021, los estadounidenses habían abandonado Kabul en medio del pánico y el caos, con los aviones asediados por multitudes de personas desesperadas.

Sin embargo, incluso Zelensky y sus compinches deben haber subestimado el hecho de que los estadounidenses no son aliados confiables, dado que traicionaron a las mujeres afganas después de haberlas atacado con una guerra devastadora para salvarlas de los talibanes que ahora están de regreso en el poder.

Sin embargo, Zelensky confió en ellos y se mantuvo firme frente a los fascistas rusos, que son insuperables en lo que respecta a ser duros.

En los primeros meses del 22 empezaron a sonar todas las trompetas y comenzó la tragedia ucraniana. Pero la tragedia europea que se avecina no es diferente.

Ni siquiera la pluma de Shakespeare podría describir la tragedia europea: la trampa tendida por Biden ha surgido implacablemente para Alemania.

El objetivo de Biden era claro: romper el vínculo económico entre Alemania y Rusia, romper la dependencia energética de Europa del oleoducto ruso-alemán. Y, sobre todo, debilitar a Rusia.

El resultado es que Alemania se enfrenta a una recesión de la que no hay salida y a una crisis política que corre el riesgo de resolverse con la victoria de la derecha cristiana y un fortalecimiento de los nazis del AfD.

En Austria los nazis del Freiheitliche Partei Österreichs (Die Soziale Heimatpartei) ya se están asentando en el gobierno, en Alemania serán las elecciones de febrero las que enterrarán la democracia liberal, si esta expresión significa algo.

El caos reina en Macronia, después de que el presidente convocara al pueblo a elecciones y luego negara al partido ganador gobernar, a costa de abrir las puertas a los lepenistas.

Ahora Europa debe decidir entre la perspectiva de traicionar a los ucranianos para alinearse con la Administración Trump, o la perspectiva de avanzar hacia una guerra contra Rusia (6.000 ojivas atómicas) sin el apoyo del Emperador de Mar-a-Lago.

Recuerdo el discurso de Zelensky en la asamblea del Parlamento Europeo el 1 de marzo de 2022, pocos días después de la invasión.

Entonces Zelensky, héroe de Occidente, sin saber que él era la víctima prevista, pronunció las fatídicas palabras: veremos si Europa está dispuesta a morir por Ucrania, así como Ucrania está dispuesta a morir por Europa.

¿Debemos morir por Ucrania? Así parece, dado que se decide ampliar el presupuesto militar para hacer de Europa (que nació como una promesa de paz) una potencia de guerra. Algunos municipios italianos (quizás todos) están organizando un censo de jóvenes que podrían ser llamados al servicio militar. El servicio militar obligatorio fue abolido hace veinte años, pero ahora la guerra llama a las puertas de la ciudadela.




Para debilitar a Rusia era necesario tirar al horno a un pueblo que en 2014 tenía 45 millones de habitantes, y hoy tiene 37 millones. Desde el comienzo de la invasión, 6 millones setecientas mil personas han huido del país, mientras que la tasa de reproducción ha caído por debajo de un hijo por mujer. ¿Quién querría dar a luz a una persona inocente en un país devastado por el fascismo nacional de Putin, por la locura de sus líderes nazis y por el cinismo de sus aliados estadounidenses?

Biden y Hillary tenían razón. El exterminio de los ucranianos es su mayor éxito estratégico, porque puso de rodillas a Europa, que nunca se recuperará de este desastre.

Fuente: ILDISERTORI

miércoles, 4 de diciembre de 2024

Operación de propaganda armada en Siria, claves tácticas y consecuencias estratégicas

 

Profesor de origen sirio. Titular de Historia de la Propaganda y Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.


     Lo que ocurre estos días en Siria y muy especialmente en zonas de la ciudad y el Campo de Alepo, está esencialmente relacionado con una operación de propaganda armada de los grupos islamo-yihadistas contrarios al Estado sirio y sus estructuras políticas. Esas instituciones protegen y garantizan la multiconfesionalidad de una sociedad en la que hay cristianos y musulmanes de distintas denominaciones y que a lo largo de los siglos ha desarrollado una cultura social común de tipo multiconfesional.

Las operaciones de propaganda armada como la de Alepo son propias de organizaciones que no tienen la suficiente fuerza política y por tanto militar para lograr sus objetivos estratégicos políticos y militares. Para obtener algún resultado táctico, utilizan la relativa fuerza militar o armada con la que cuentan para proyectar la idea de que poseen una capacidad mayor de la que realmente tienen. Con ello buscan que un tercero cuyos intereses políticos coincidan con los suyos piense que esa fuerza es realmente relevante y termine apoyándolos directamente. 

Obviamente, son operaciones que provocan daños humanos y materiales y que a veces pueden desencadenar un conflicto armado mayor. Ejemplo clásico de una operación de propaganda armada que deviene en conflicto armado mayor son los golpes de estado fallidos seguidos de una guerra interna. También lo que ocurrió en Siria a partir de 2011 tras una revuelta parcial que se militarizó sin la capacidad política y militar suficiente para imponerse, generando largos bloqueos en ciudades y pueblos.




Para que las operaciones de propaganda armada sean efectivas, previamente debe estar asegurada la cobertura mediática, en este caso internacional. BBC, CNN, Al Jazeera, El País, The New York Times, Le Monde, etc. son medios de gran capacidad de penetración caracterizados, en connivencia con los intereses de los estados a los que sirven, por su sostenido apoyo a grupos que practican el terrorismo en Siria pero que son calificados por ellos como “insurgentes”, “rebeldes moderados” o “freedom fighters”, “opositores” e incluso “sirios”, teniendo en cuenta que una parte muy relevante de los mismos está compuesta de extranjeros.

La conexión israelí con lo de Alepo

Las operaciones de propaganda armada suelen realizarse en el momento en el que pueden tener la máxima proyección mediática y servir también a fines de terceros. En este caso ha coincidido con la retirada israelí del Líbano sin haber eliminado por completo a Hezbolá, que era el objetivo fijado por el Gobierno israelí. Por lo mismo en el propio Israel el alto fuego se considera una claudicación (véase, por ejemplo, la lectura nada triunfalista que hacen los medios y los analistas israelíes en medios como Jerusalam Post, The Times of Israel, Jediot Ahronot, por no mencionar Haaretz).

La operación en Alepo fue precedida el miércoles 27 de noviembre por sendos bombardeos israelíes sobre los pasos fronterizos sirio-libaneses de Arida y Jisr Qmar –totalmente destruídos- y maniobras israelíes en el Golán sirio ocupado en las proximidades de la Gobernación de Quneitra. Ello concentró la atención militar siria en el centro y sur del país lo que pudo haber facilitado la operación yihadista en el norte. Todo ello ocurrió cuando ya había entrado en vigor el alto el fuego en Líbano, lo que ha permitido que no se hable ya de esa retirada israelí y de las implicaciones que tiene. También ha coincidido con la aproximación del fin de la fase álgida del conflicto en Ucrania debido al colapso de las fuerzas ucranianas y al inminente cambio de política en EEUU por la llegada a la presidencia de Donald Trump, quien ya ha dejado claro que quiere cerrar o al menos congelar ese conflicto en Ucrania cuanto antes.

¿Por qué ahora?

Además de con la retirada israelí del Líbano, cabe destacar también que la operación se ha orquestado para coincidir con el fin de semana en Siria, que comienza en viernes, lo que permitió a los grupos armados yihadistas liderados por Hayat Tahrir al Sham (antes Jabhat al Nusra), la marca de Al Qaeda en Siria, avanzar por calles desiertas, lo propio de una mañana de domingo en otros lugares. Ello proyectó la imagen de vacío de poder e inoperancia a varios niveles del Estado sirio.




A la proyección de esa imagen durante al menos 24 horas también contribuyó la ausencia por descanso semanal de funcionarios públicos sirios de muchos servicios, por ejemplo, de los medios de comunicación. De esa forma se magnificaron los supuestos o reales avances de los grupos armados, a lo que contribuyó el relativo silencio informativo sirio de las primeras horas. Ello disparó la desinformación alentada por redes sociales y los medios de comunicación internacionales aliados de los grupos armados. 

Se creó así una sensación de pánico en lugares de Siria alejados de Alepo, alimentado a su vez por lo que les llegaba desde fuera, ya sea por redes sociales o por medios de comunicación. Ese temor en lugares alejados de Alepo y otros puntos de acción armada se disparó igualmente por el hecho de que hace ya mucho tiempo fue disuelta o quedó con carácter apenas latente la Defensa Nacional, fuerza auxiliar y de retaguardia del Ejército Árabe Sirio. Ello se debió a la pacificación en 2018 de buena parte del territorio sirio.

En ese sentido, la operación de propaganda armada ha estado perfectamente planificada, cumpliendo sus objetivos inmediatos, al lograr incluso que quienes están en contra de esos grupos, reprodujeran su relato. La cosa ha empezado a cambiar sustancialmente el domingo 1 de diciembre, primer día completamente laborable en Siria. Frente a los comunicados sobre impresionados en la pantalla del viernes y el sábado, imágenes en directo de normalidad en buena parte de Siria y del despliegue militar en Hama y en lugares del norte del país.




En todo caso, propagandísticamente, para Siria el coste ha sido temporalmente bastante oneroso por las imágenes que los yihadistas y sus aliados difundieron el sábado, imágenes que, sin embargo, no indican control real ni posibilidades de consolidación en el tiempo en Alepo por parte de los grupos liderados por Hayat Tahrir al Sham, la marca de Al Qaeda en Siria.

Están efectivamente en 6 barrios del oeste de la ciudad de Alepo y se han hecho fotos en el centro de la misma pero al no contar con el favor de la población esto no puede arraigar más allá de una efectiva operación de propaganda armada, salvo que además de política y económicamente los occidentales (incluido Israel) y Turquía los ayuden implicándose directa y decididamente en un enfrentamiento directo contra el Ejército Árabe Sirio, lo cual no parece factible por la presencia de Rusia en Siria y otros factores, tanto internos sirios como internacionales.

El que esta vez sean barrios del oeste de la ciudad de Alepo y no del este, como en 2012, los que ocupan los yihadistas revela que ni ahora ni entonces han contado con una base política de apoyo real que les permita convertir ganancias temporales en permanentes ni ofrecer una alternativa de gobierno y mucho menos de régimen (sistema) político distinto al que los sirios se dieron en 1919 y cuyo desarrollo y consolidación llegó con la Independencia en 1946. Entran por donde pueden y se quedan dónde pueden. Ello no presupone respaldo político, solo sentido de la oportunidad.

En realidad, el verdadero objetivo de estos grupos ha sido presionar al Estado sirio para que afloje la presión militar sobre el norte de Idlib y complicar las negociaciones iniciadas con Turquía para resolver los focos que escapan al control del Estado sirio en el norte del país. No por nada los grupos armados yihadistas han bautizado esa operación como “Disuasión de la Agresión” (del Ejército sirio en Idlib).

De lo táctico a lo estratégico. De lo inmediato a lo real

En todo caso, los yihadistas ya han logrado un objetivo propagandístico táctico, es decir, han conseguido agitar a la opinión pública siria e internacional en el corto plazo. Habrá que ver si cuando el Ejército sirio termine de reagruparse, recibir nuevo material ruso ya en camino y escale sus acciones, esos grupos yihadistas puedan, además, extraer réditos en Idlib y algún otro frente, que es su verdadero objetivo.

Para la imagen de Siria es negativo. Con o sin razón se ha proyectado en el corto plazo una imagen de inoperancia de los servicios de inteligencia, de la capacidad de reacción de las fuerzas armadas y de otros actores estatales, por ejemplo los mediático-propagandísticos. Esa sensación se ha proyectado sobre todo entre un gran público local e internacional que desconoce la diferencia entre una operación militar defensiva y otra ofensiva, los tiempos de adaptación de una a otra y la necesidad de limitar al máximo las bajas propias y las civiles. Desconocen también las rutinas mediáticas y propagandísticas, claves en una operación que es esencialmente de propaganda armada.

Estaba claro, en todo caso, que algún precio elevado pagaría Siria en esta larga crisis que vive Medio Oriente desde el 7 de octubre de 2023. No ha habido invasión israelo-sionista en Siria pero sí esto de Alepo. Por ahora, el daño es menor en vidas, infraestructuras y la soberanía del Estado sirio pero importante, al menos temporalmente, en términos propagandísticos, de imagen y de confianza entre una parte de la población siria. Después de 14 meses la crisis regional parecía cerrarse y en tiempo de descuento los occidentales, israelo-sionistas y yihadistas han hecho este movimiento para que el actor más importante de la región, Siria, también pague un precio y se debilite, incluso desde el punto de vista de la imagen que los ciudadanos tienen del Estado y de sus capacidades de anticipación y respuesta.

Los últimos hechos confirmados por varias fuentes solventes y abundantes imágenes que no se vieron el viernes y el sábado, indican que sobre el terreno el Ejército Árabe Sirio ya ha blindado la Gobernación de Hama para que los yihadistas no se infiltren desde la Gobernación de Alepo. En los próximos días los yihadistas quedarán cercados en Alepo. La idea es que no haya combates en la ciudad, en buena medida reconstruida desde 2016, y que se retiren al norte de Idlib y a sus países de origen (Uzbekistán, China, Turquía, Ucrania, Francia, Reino Unido, EEUU, etc.) a través de Turquía. Si no hay acuerdo para eso mediado por terceros, puede haber combates en esos barrios de Alepo en los que están, como ocurrió entre 2012 y 2016 en el este.




Sí hay combates muy intensos en frente abierto en Idlib, extremo noroccidental de la provincia de Hama y Campo de Alepo. Han muerto ya al menos 823 yihadistas, decenas de soldados sirios y unos 35 civiles. Tramos cortos de autopistas y carreteras estratégicas y varias localidades de la zona de desescalada y de mayor o menos importancia estratégica han cambiado varias veces de manos, casos de Saraqueb o Abu Duhur u otros pueblos de las gobernaciones de Idlib, Hama y Alepo. Por otro lado, se ha producido una  renovada coordinación entre el Ejército Árabe Sirio y algunas milicias kurdas del noroeste y noreste del país ante el enemigo común, grupos yihadistas y otros apoyados por Turquía.

Es posible que en esas zonas las operaciones militares se prolonguen varias semanas porque en esta ocasión Siria se plantea eliminar ese foco de desestabilización de Idlib o al menos debilitar a los grupos yihadistas de manera decisiva para lograr su erradicación a través de un acuerdo político con Turquía. A diferencia de otras ocasiones, ahora Rusia, que junto a Turquía también es garante de los acuerdos de desescalada en el noroeste de Siria ahora rotos, ha dado ya su visto bueno y apoyo a Siria para terminar con esos grupos. De hecho, la aviación rusa ya apoya a la Siria en sus ataques a los yihadistas desplegados en distintos ejes. En tal caso, y de acuerdo al desarrollo futuro de los acontecimientos, una ganancia táctica, temporal y propagandística de los grupos armados yihadistas y quienes les apoyan (EEUU, la Unión Europea-Israel, Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y algún estado latinoamericano) se puede convertir para Siria y sus aliados en una ganancia estratégica, es decir, de largo plazo.


Fuente: EL VIEJO TOPO

sábado, 30 de noviembre de 2024

Es hora de la revuelta social

 

Escritor y filósofo italiano. Activistista de la izquierda.



Necesitamos afrontar lo inevitable sin olvidar que lo inevitable muchas veces no sucede porque tiene que dar paso a lo impredecible.


     No abandoné la huelga general convocada por la CGIL y la UIL, ni abandoné la Piazza Maggiore en Bolonia, donde escuché, además de las voces de la multitud, la manifestación de Maurizio Landini.

Sabía que la huelga se convoca porque los salarios están bajando. Se abandona la sanidad pública y las deudas las pagan los trabajadores sin que nadie toque los superbeneficios de los bancos. Pero algunos puntos de su discurso me llamaron la atención.


Piazza Maggiore de Bolonia, 29 de noviembre de 2024.

Me sorprendió cuando dijo que si se aprueba el decreto de seguridad, muchos de los trabajadores que ocupan las fábricas amenazadas con la desmovilización o bloquean las carreteras para defender sus puestos de trabajo podrían ser arrestados.

Me llamó la atención la autocrítica. Nos equivocamos al no oponernos con todas nuestras fuerzas a la reforma de Fornero, afirmó. Pero en realidad estaba diciendo que el sindicato y toda la izquierda no han hecho mucho para detener la ofensiva patronal que hoy culmina en el liberalismo fascista.

Pero me sorprendió especialmente cuando dijo que la guerra cambia las cosas.

Se refería a lo que la guerra de Ucrania ya ha cambiado en las condiciones de vida de los trabajadores italianos (y europeos).

Pero me permito interpretar sus palabras: la guerra afecta directamente a Europa, debemos prepararnos para lo que sucederá en el futuro próximo.

Para mí, el mejor lugar para centrarse en las perspectivas siempre ha sido la plaza, cuando está repleta de gente hablando, intercambiando frases rápidas y sosteniendo carteles.

Incluso hoy me resultó útil salir a la calle porque entendí (o al menos así lo sentí) que mi discurso sobre la deserción es impecable, pero debe tener en cuenta los acontecimientos: debemos recordar que es nuestra tarea intelectual mirar hacia el futuro. inevitable de cara sin olvidar que lo inevitable muchas veces no sucede porque tiene que dar paso a lo impredecible.


¿Para qué imprevistos debemos prepararnos?


No se puede pensar en lo impredecible, por la sencilla razón de que es impredecible.

Pero necesitamos oler el aire para entender qué montañas están a punto de derrumbarse, qué avalanchas están a punto de sumergirnos, e imaginar qué nuevos horizontes surgirán después de los desprendimientos y después de las avalanchas.

Así que echemos un vistazo a nuestro alrededor.

Una montaña que está a punto de derrumbarse es la Unión Europea, arrastrada a una guerra entre el fascismo ruso y el nazismo ucraniano por aliados estadounidenses que ahora huyen, como ya lo han hecho varias veces en las últimas décadas.

La Rusia de Putin lo ha ganado casi todo en esta guerra: la economía rusa creció un 3,6% mientras que las economías europeas rondan el cero. ¿Cuántas muertes le costó a Rusia? A Putin no le importa mucho esto.

El ejército ruso avanza en el Donbass a medida que se profundiza la tragedia del pueblo ucraniano, impulsado por los demócratas estadounidenses en una guerra por poderes y hoy abandonado por los republicanos estadounidenses.

Antes de abandonar la Casa Blanca, uno de los peores criminales de la historia intenta ponerle las cosas difíciles a su sucesor. Lo hace empujando al pobre Zelensky al sacrificio máximo: le ordena reclutar a jóvenes de dieciocho años, mientras las deserciones se multiplican, las heladas avanzan en las ciudades sin calefacción y la desesperación se extiende.

El objetivo principal de esta guerra, para Biden y sus cómplices, era destruir la relación entre Rusia y Alemania, el segundo objetivo era debilitar a la Unión Europea. El tercero (improbable y todo el mundo lo sabía) era derrotar a Putin.

Pero ahora Putin no sólo está ganando la guerra contra los estadounidenses en Ucrania, sino que también está ganando elecciones una tras otra en todos los países europeos.

El 16 de diciembre el Bundestag celebrará una votación de confianza. Mientras tanto, Scholz da la orden de trasladar una batería Patriot a Polonia para proteger los suministros militares a Ucrania.

Un paso más hacia la confrontación directa, mientras en Alemania crece el AfD y crece el partido de Sarah Wagenknecht, que ya no quiere enviar armas a Ucrania.

Mientras tanto, Francia se encamina hacia el colapso. El telón de fondo es la crisis social, la ola de despidos, la fragilidad financiera, y sobre el escenario veremos la próxima semana si los lepenistas deciden dar el golpe final al traicionero Macron, quitándole el apoyo al gobierno de Barnier.

¿Se puede imaginar que Marine Le Pen quiera acelerar las elecciones presidenciales antes de ser declarada inelegible por las malversaciones de su partido?

Los desertores no son sordos (sólo un poco), y pueden percibir el sonido de un trueno que parece venir del subsuelo de Europa.

Es hora de la revuelta social, decían los carteles y los dorsales de miles de trabajadores esta mañana en la Piazza Maggiore.

Yo diría que siempre es el momento de la revuelta social, pero si Landini lo dice, la cosa se pone seria.

¿Ganaremos esta batalla? Pregunta estúpida.

La pregunta inteligente es otra: ¿servirá esta batalla para fortalecer la solidaridad social y la inteligencia colectiva, mientras debemos prepararnos para la extensión de una guerra cuyos límites se desconocen?

Hay que prepararse para el precipicio, parece que no hay forma de evitarlo.

Prepararse es inútil.

La revuelta social nos hará estar menos solos.


Globo azul de UIL. Cielo nublado.


Fuente: ILDISERTORE

miércoles, 13 de noviembre de 2024

Nepotismo y negociados: Musk apunta a tomar el control del Pentágono tras la millonaria donación a Trump

 

Periodista especializado en temas internacionales.


Luego de poner más de cien millones de dólares en la campaña de Trump, la pregunta general era qué recibiría a cambio.



     A
l parecer hay algunos indicios: ya que pretende que nombre en el Pentágono algunos empleados de la empresa de cohetes, SpaceX, como altos funcionarios del gobierno, incluso en el Departamento de Defensa". Space X posee contratos con el Pentágono por 3,6 millones de dólares y la Nasa por 11,8 millones de dólares. Sus exjecutivos, en esta era nepotismo y acomodos, serían jueces y parte en la asignación de importantes contratos gubernamentales.

Las seis empresas de Musk "tienen vínculos estrechos con agencias federales y ganan miles de millones de dólares con contratos para lanzar cohetes, construir satélites y proporcionar servicios de comunicaciones espaciales". Ahora el empresario tiene influencia sobre el presidente que nombra a los directores de las agencias y departamentos a cargo de, buena parte, de estos contratos.

Veamos un vistazo rápido de sus contratos.


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Y leamos lo que dice The New York Times:

Todos los molestos trámites de cumplimiento desaparecen”, dijo Stephen Myrow, socio gerente de Beacon Policy Advisors, una firma que vende a las corporaciones actualizaciones diarias sobre las tendencias regulatorias y legislativas en Washington.
Hal Singer, un economista que ha asesorado a partes que han presentado impugnaciones antimonopolio contra empresas tecnológicas y también es profesor en la Universidad de Utah, dijo que Tesla y SpaceX pueden esperar un menor escrutinio por parte del Departamento de Justicia.
Es poco probable que persigan a Elon; el Departamento de Justicia de Trump no lo hará”, dijo. “Abstenerse de investigar a sus amigos, pero presentar casos que investiguen a sus enemigos; eso es lo que vimos durante la primera administración de Trump”.
La riqueza de Musk ya aumentó en 20.000 millones de dólares debido a que las acciones de Tesla subieron tras las elecciones, lo que elevó su patrimonio neto total a 285.000 millones de dólares, según una estimación de Forbes. Tesla se beneficia, por ejemplo, de un crédito fiscal de 7.500 dólares por la compra de vehículos eléctricos, lo que ayuda a reducir el coste de la compra de uno de sus coches. El año pasado, Tesla también ganó 1.790 millones de dólares en créditos de carbono, según su informe anual más reciente. Vende los créditos a otros fabricantes de coches cuyas flotas no cumplen los límites de emisiones impuestos por el gobierno federal, así como a la Unión Europea, California y China.
SpaceX también tiene enormes contratos con el Departamento de Defensa, tantos que los funcionarios del Pentágono están preocupados de que dependan demasiado de la compañía de Musk para los lanzamientos de cohetes.
Tener un buen amigo en la Casa Blanca podría ser algo muy bueno para Tesla y SpaceX”, dijo Scott Amey, asesor general del Proyecto de Supervisión Gubernamental, un grupo que monitorea las contrataciones federales, particularmente en el Pentágono. “Hay que preocuparse por las decisiones que no son las mejores para los contribuyentes cuando se tienen ese tipo de relaciones estrechas”.
En la NASA, que también tiene grandes contratos con SpaceX, Musk podría presionar para que la agencia adopte su obsesión de larga data con los viajes a Marte, en lugar de sus ambiciones actuales de regresar a la Luna. Trump ya ha expresado su apoyo a esa medida.
Hey, ya hemos llegado a la Luna”, dijo Trump en 2019, durante su primer mandato como presidente. “Eso no es tan emocionante”.
Actualmente, la NASA prevé gastar un total de 93.000 millones de dólares entre 2012 y 2025 en esta misión lunar, llamada Artemisa. Ya se han hecho llamamientos para reevaluar este compromiso, que incluye un contrato con SpaceX de hasta 4.400 millones de dólares para dos aterrizajes en la Luna.

La influencia sobre Trump puede ser determinante para los 20 procesos administrativos y judiciales que enfrentan sus empresas. Trump ha hablado de conformar una "Comisión de Eficiencia Gubernamental" que puede desmantelar los departamentos que intentaron regular a las empresas de Musk.

Entre muchos de los procesos en contra de sus empresas están:

  1. La apertura de cinco investigaciones delLa Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en las Carreteras contra Tesla por frenadas inesperadas , pérdida de control de la dirección y choques mientras los coches estaban en modo de “conducción autónoma”.

  2. La acusación por fraude bursátil de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos "por una serie de tuits falsos y engañosos relacionados con la privatización de Tesla. Musk había publicado en Twitter que había planeado privatizar la empresa a 420 dólares por acción y que tenía "financiación asegurada" para una transacción. Como parte de un acuerdo posterior con la SEC, renunció como presidente de Tesla y Tesla pagó una multa de 20 millones de dólares" .

  3. Dos fallos de la Junta Nacional de Relaciones Laborales: uno de ellos castiga a Musk por tuitear que los trabajadores de las fábricas perderían opciones sobre acciones si se unieran a un sindicato. Si Musk es asesor de Trump, o director de la Comisión de Eficiencia Gubernamental, los organismos podrían evitar multar a sus empresas para no ser sancionados con quita de presupuesto, por ejemplo.

Veamos un mapa con todos los procesos en contra de sus empresas:


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Si Musk es asesor de Trump, o director de la Comisión de Eficiencia Gubernamental, los organismos podrían evitar multar a sus empresas para no ser sancionados con quita de presupuesto, según The New York Times.

Si Musk consiguiera un puesto de asesor de alto nivel en una administración Trump, los reguladores podrían tener que considerar cómo la adopción de medidas contra una de las empresas de Musk podría afectar a su presupuesto o autoridad regulatoria, incluso si él no presionara directamente a esas agencias para que dieran marcha atrás, dijo Clark.
El gobierno federal tiene normas destinadas a evitar este tipo de conflictos. Hay 1.019 comités asesores con más de 60.000 miembros, que opinan sobre todo, desde cómo se utilizan los pesticidas en las granjas hasta cómo se manejan los caballos salvajes en Estados Unidos. Pero cada uno de estos comités tiene una jurisdicción muy limitada, en comparación con una revisión de “eficiencia” de todo el gobierno que encabezaría Musk.
Otra ley penal prohíbe a los empleados federales y asesores externos, que a veces son considerados “empleados especiales del gobierno”, “participar personal y sustancialmente en cualquier asunto particular que afecte sus intereses financieros, así como los intereses financieros de su cónyuge, hijo menor, socio general o una organización en la que se desempeñe como funcionario”.
Pero eso no ha impedido que surjan problemas con asesores externos, incluso con aquellos que tienen carteras mucho menos complicadas que la de Musk. Según han demostrado varios estudios, los asesores de la industria farmacéutica de la Administración de Alimentos y Medicamentos a menudo parecen haber hecho recomendaciones que benefician sus intereses corporativos, al igual que los contratistas militares contratados para asesorar al Pentágono.
Musk ha insinuado una medida gubernamental que le gustaría ver: cancelar el contrato Starliner de la NASA con Boeing, su principal competidor en la industria.

Musk, varias veces, ha "alardeado de que reduciría en 2 billones de dólares el presupuesto federal (el gobierno actualmente gasta alrededor de 6 billones de dólares al año) y recortaría miles de empleados públicos si es nombrado como jefe de la Comisión de Eficiencia Gubernamental", según The Washington Post. Pero no es el único billonario tecnológico que busca quedarse con una buena tajada en la Administración de Trump.

Esta enfoque hiper (neo) liberal coincide con las conversaciones de Trump con los altos ejecutivos de Facebook, Google y Apple, Mark Zuckerberg, Sundar Pichai y Tim Cook. Los ejecutivos quieren que Trump derribe todos los procesos del Departamento de Justicia y el de Comercio contra sus empresas por monopolio y fusiones y adquisiciones. Google, por ejemplo, perdió un caso judicial porque se comprobó su monopolio en las "búsquedas en línea". El Departamento de Justicia puede pedir que la empresa se divida.

La administración Biden ha puesto a las empresas tecnológicas en la mira con una agresiva acción antimonopolio y una ofensiva contra las fusiones y adquisiciones. En los últimos cuatro años, el Departamento de Justicia y la Comisión Federal de Comercio han presentado demandas antimonopolio contra Amazon, Apple, Meta y Alphabet, la empresa matriz de Google. Los casos han amenazado sus negocios, especialmente a Google, que fue declarado monopolista.
La FTC también ha tomado medidas enérgicas contra las fusiones y adquisiciones y ha anunciado una investigación sobre las inversiones de los gigantes tecnológicos en empresas emergentes de inteligencia artificial. El escrutinio de la agencia ha sido criticado por los capitalistas de riesgo y otros por frenar las transacciones en Silicon Valley y obstaculizar las oportunidades tradicionales de crecimiento de las grandes empresas.
Trump ha dicho que los líderes de esas compañías han expresado su disposición a pasar página en esos dolores de cabeza regulatorios. Ha sido receptivo a sus llamados y escuchó con simpatía las quejas de Cook sobre los reguladores europeos durante una llamada el mes pasado.
No voy a permitir que se aprovechen de nuestras empresas”, recordó Trump haberle dicho a Cook durante una entrevista en un podcast el mes pasado. “Eso no va a suceder”.
Trump también ha expresado su escepticismo sobre la posibilidad de que el gobierno desmembre Google, diciendo que lo consideraba un baluarte contra las ambiciones tecnológicas de China. Aunque el presidente electo ha criticado a la empresa a lo largo de los años por la forma en que su algoritmo clasifica los artículos de noticias sobre él, expresó su preocupación de que debilitar a la empresa podría ser peligroso en un momento de competencia tecnológica internacional.
Esas posiciones regulatorias más suaves han aumentado las esperanzas en Silicon Valley de que Trump pueda reemplazar a Lina Khan, la presidenta de la Comisión Federal de Comercio, que ha tratado de bloquear las fusiones, y a Gary Gensler, el jefe de la Comisión de Bolsa y Valores, que ha antagonizado a la industria de las criptomonedas.
El mandato de Khan ha expirado y Trump tendrá que decidir si la mantiene en el cargo. Khan ha recibido elogios del vicepresidente electo JD Vance, quien la ha elogiado por estar dispuesta a atacar a las grandes empresas tecnológicas. Pero sus opiniones serán solo una de las muchas que Trump, que tiene un historial de buscar opiniones encontradas sobre cuestiones antes de tomar decisiones finales, tendrá en cuenta.
Al interactuar directamente con Trump, los ejecutivos tecnológicos aumentan sus posibilidades de convencerlo sobre qué acción tomar y posiblemente influir en el reemplazo de Khan, dijo Adam Kovacevich, director ejecutivo de la Cámara de Progreso, un grupo de políticas tecnológicas respaldado por empresas como Amazon y Apple.

Esto configura una presidencia de Trump favorable a los señores tecnofeudales que dominan el “capitalismo en la nube” en Occidente, parafraseando a Yanis Varoufakis.



Fuente: Bruno Sgarzini

martes, 12 de noviembre de 2024

Smotrich pide a las autoridades israelíes que se preparen para la anexión de Cisjordania

 

 
Redacción de Middle East Eye (MEE)


El ministro de Finanzas sionista describe la victoria electoral de Donald Trump como una "oportunidad" para extender la "soberanía" israelí sobre todo el territorio palestino.



    El ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, ordenó a su departamento que se prepare para la anexión de Cisjordania ocupada tras la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses.

En una reunión de su partido de extrema derecha, el Sionismo Religioso, Smotrich dijo que la victoria de Trump brindaba una "oportunidad importante" y que "ha llegado el momento de aplicar la soberanía" sobre Cisjordania.




Según un comunicado de su oficina, Smotrich dijo que había dado instrucciones a las autoridades israelíes que supervisan los asentamientos en Cisjordania "para que inicien un trabajo profesional e integral con el personal para preparar la infraestructura necesaria" para extender la soberanía.

Además de ministro de Finanzas, Smotrich tiene un papel en el Ministerio de Defensa supervisando los asentamientos ilegales en Cisjordania y Jerusalén Este.

Smotrich y otros políticos de extrema derecha en Israel han elogiado el triunfo de Trump en las elecciones presidenciales de la semana pasada, esperando que dé luz verde a Israel para anexar oficialmente el territorio palestino capturado en 1967.

Israel ya se ha anexado Jerusalén Oriental y los Altos del Golán de Siria en medidas unilaterales que nunca han sido aceptadas por la comunidad internacional, pero que fueron reconocidas por Washington durante el primer mandato de Trump.

En la reunión del lunes, Smotrich dijo que presionaría al gobierno para que la administración entrante de Trump reconozca la anexión de toda Cisjordania.

Durante el mandato presidencial de Trump (2017-2021), Israel parecía dispuesto a anunciar que se anexionaría el Área C, la parte de Cisjordania totalmente controlada por el ejército israelí. Sin embargo, esos planes nunca se materializaron debido a la intensa presión internacional y la indecisión de Washington.


El presidente estadounidense Donald Trump con el presidente egipcio Abdel Fattah el-Sisi y el rey saudí Salman en Riad en 2017 (AFP)

Smotrich ha pedido una política israelí agresivamente expansionista y el mes pasado dijo que el país debería expandirse "poco a poco" hasta que sus fronteras lleguen a Damasco.

"Está escrito que el futuro de Jerusalén es expandirse hasta Damasco", dijo en una entrevista para el documental In Israel: Ministers of Chaos, citando la ideología del "gran Israel", que prevé la expansión del Estado en todo el Medio Oriente.


Fuente: Middle East Eye

sábado, 9 de noviembre de 2024

Donald Trump, un lumpencapitalista

 

Nacido y criado en Cuba, participó del movimiento estudiantil de la segunda enseñanza contra Batista. Es profesor retirado de la City University of New York (CUNY) y reside en dicha ciudad. 


Lo más importante de Donald Trump no es su condición psicológica, sino el hecho de que es un capitalista. Y de un tipo particular: un lumpencapitalista.




    Nadie sabe bien cómo entender a Donald Trump. Poco después de que asumiera la presidencia por primera vez, un grupo de 27 psiquiatras y especialistas en salud mental confeccionaron una extensa lista de sus trastornos de personalidad: narcisismo, trastorno delirante, paranoia, hedonismo desenfrenado, entre otros. Si bien algunos de estos diagnósticos podrían ser acertados, las denominaciones psicológicas no son la mejor manera de develar el fenómeno Trump. Para examinarlo como actor político en toda su complejidad, debemos subsumir sus características personales en la estructura social de Estados Unidos.

Trump es un capitalista. Eso lo sabemos todos. Pero es un tipo particular de capitalista: un lumpencapitalista.

Una trayectoria de embustes

En “La lucha de clases en Francia”. 1848-1850, Karl Marx escribió que la aristocracia financiera de la época, «lo mismo en sus métodos de adquisición que en sus placeres, no es más que el renacimiento del lumpemproletariado en las cumbres de la sociedad burguesa». El erudito marxista Hal Draper aclaró que la «aristocracia financiera» de Marx no refería al capital financiero que juega un rol esencial en la economía burguesa, sino a los «buitres y carroñeros» que se mueven entre la especulación y la estafa y que son los cuasicriminales o excrecencias delictivas del cuerpo social de los ricos, al igual que el «lumpenproletariado» propiamente dicho es la excrecencia de los pobres.

Marx se refirió nuevamente al «lumpenproletariado» de clase alta después de la caída de la Comuna de París en 1871, como aquel que disfruta de su tiempo libre en «el París masculino y femenino de los bulevares: el París rico, capitalista, dorado, el París ocioso (…), atestado ahora de sus lacayos, sus esquiroles, su bohême literaria y sus cocottes».

La esencia del lumpencapitalismo de Trump se expresa de muchas maneras, comenzando por sus operaciones financieras turbias e ilegales (o que rayan en la ilegalidad). Los capitalistas «normales» toman a menudo atajos ilegales en su búsqueda de ganancias —eludiendo el pago de impuestos, violando regulaciones estatales o tratando de quebrar ilegalmente a los sindicatos—, todo esto sin dejar de ser empresas capitalistas «normales». Para el lumpencapitalista Trump, sin embargo, esos atajos son la principal estrategia para la obtención de ganancias.

Ejemplos de esto abundan, empezando por los embustes que impregnan sus operaciones financieras. Los capitalistas «normales» piden regularmente préstamos a los bancos y a otras instituciones financieras para llevar adelante sus empresas; solo recurren a la quiebra de manera ocasional y como último recurso. Pero como el «rey de la deuda» que es, Trump ha declarado la quiebra de sus empresas nada menos que en seis ocasiones, cinco veces en el caso de sus casinos y una vez de su Hotel Plaza de Nueva York.

De acuerdo con la periodista y biógrafa Gwenda Blair, en 1990, Trump se reunió en secreto con representantes de varios grandes bancos estadounidenses para encontrar una solución a su abrumadora deuda bancaria de 2000 millones de dólares, que incluía responsabilidad personal sobre garantías y préstamos por 800 millones de dólares, así como más de 1000 millones en bonos basura en sus casinos. Como escribió Blair, en menos de una década, Trump se había convertido en lo que Marie Brenner en Vanity Fair llamó el «Brasil de Manhattan», con pagos de intereses anuales de aproximadamente 350 millones de dólares, por encima de su flujo de caja. Solo dos de sus activos, el 50% del Hotel Grand Hyatt y el área comercial de la Torre Trump, tenían por aquel entonces posibilidades reales de obtener beneficios.

Los juicios contra la Universidad Trump han expuesto aún más el alcance de sus oscuras operaciones financieras. Trump fundó esta «universidad» con fines de lucro en 2005, junto con un par de socios, para ofrecer cursos sobre bienes raíces y gestión de activos, entre otras materias. No estaba acreditada, no otorgaba calificaciones ni créditos universitarios y tampoco expedía títulos. Algunos años después de su fundación, fue investigada por el fiscal general de Nueva York y demandada por prácticas comerciales ilegales. También se presentaron dos demandas legales colectivas en el tribunal federal, alegando que sus estudiantes eran víctimas de prácticas publicitarias engañosas y tácticas de venta agresivas. Una vez electo presidente en 2016, Trump pagó a las víctimas 25 millones de dólares para dar por concluido el caso, pese a haber prometido reiteradamente que no lo haría.

Instituciones como la Universidad Trump suelen tener estándares muy bajos en cuanto a finalización de estudios e inserción laboral, pero en cambio son eficientes máquinas de sustracción de beneficios a través de los préstamos y subsidios que el gobierno federal da a sus estudiantes adultos, mayoritariamente pobres y pertenecientes a las minorías. Después de que la administración de Barack Obama tratara de frenar algunos de sus peores abusos, el gobierno de Trump emprendió un giro de 180 grados: bajo la dirección de la secretaria de Educación Betsy DeVos, este tipo de instituciones tuvieron nuevamente vía libre para proseguir con sus prácticas fraudulentas.

La Fundación Trump es otro buen ejemplo. Tal como publicó el New York Times en un editorial de 2018, «la Fundación Trump no es una organización de caridad ética y generosa, sino solo otra de sus estafas». Como apuntaba el artículo, la mayor donación reportada por la Fundación, una suma de 264.631 dólares, fue usada para renovar la fuente ubicada en el frente del hotel Trump Plaza de Nueva York. Otras actividades cuestionables incluían aportes ilegales para la reelección de Pam Bondi, la fiscal general de Florida, en 2013.

El 2 de octubre de 2018, el New York Times publicó una devastadora investigación sobre Trump que desmentía su afirmación de que su padre, Fred Trump, «solo» le había prestado un millón de dólares para empezar su carrera empresarial. De hecho, se muestra que Trump recibió de su padre por lo menos 60,7 millones de dólares (140 millones a valores contemporáneos). El artículo también detalla los artilugios sospechosos y abiertamente ilegales utilizados por Trump para evitar el pago de cientos de millones de dólares en impuestos sobre donaciones y bienes inmuebles.

Lo más elocuente sobre la personalidad de Trump fue la revelación de que, en 1990, intentó apropiarse de las empresas y fortuna de su padre, de 85 años, a sus espaldas. La tentativa de Donald fue frustrada por el mismo Trump Sr., quien, con la ayuda de su hija, la jueza federal Maryanne Trump Barry, lo privó legalmente de tomar el control de sus negocios. De acuerdo con las declaraciones juradas de los integrantes de la familia Trump, Fred Trump les dijo que si Donald tomaba el mando «pondría en riesgo su trabajo de toda una vida», y que temía que su hijo utilizara esas empresas como aval para rescatar sus negocios en quiebra.

Existen evidencias sólidas de que las serias dificultades financieras de Trump lo empujaron a los márgenes del mundo financiero y al lavado de dinero como fuente de capital. Como señalaba John Feffer en «El dinero sucio de Trump», solo quedaba una institución, el Deutsche Bank, dispuesta a darle crédito, lo que lo llevó a recurrir a personajes y redes sumamente dudosas, a celebrar acuerdos financieros barrocos con empresas fantasmas, a usar seudónimos en los contratos y a ocultar sus declaraciones de impuestos. Además, Trump comenzó a utilizar grandes cantidades de efectivo (hasta 400 millones de dólares desde 2006) para comprar enormes propiedades en operaciones financieras sospechadas de favorecer el lavado de dinero.

La mayor parte del dinero, escribe Feffer, provenía de la venta de sus propiedades a oligarcas rusos. Una investigación de Reuters de 2017 descubrió que inversores rusos le compraron a Trump un condominio en Florida por una suma de alrededor de 100 millones de dólares; y que un multimillonario ruso-canadiense invirtió millones en una propiedad de Trump en Toronto, lo que incluyó el pago de una «comisión» de 100 millones de dólares a un intermediario de Moscú para atraer a otros inversores rusos.

En 2018, un oligarca ruso le pagó 95 millones de dólares a Trump por una mansión en Palm Beach que el magnate había comprado cuatro años antes por 41 millones. Además, señala Feffer, Trump negoció acuerdos similares con inversores kazajos conocidos por sus actividades de lavado de dinero, empresas corruptas de la India y un turbio director de casinos en Vietnam. Incluso su casino Taj Mahal fue acusado en dos oportunidades diferentes, en 1998 y 2015, de violar las regulaciones contra el lavado de dinero.

Los lumpenamigos de Trump


El carácter lumpencapitalista de Trump no solo se evidencia en su búsqueda de ganancias, sino también en el tipo de amigos y socios de los que se ha rodeado y hacia los que se siente atraído por actividades y valores compartidos; estos demuestran una orientación depredadora hacia el mundo, carente de consideración alguna más allá del propio beneficio o el de sus amigos.

Un ejemplo del tipo de amistades de Trump es David J. Pecker, presidente de la compañía de prensa amarilla American Media Inc. (AMI) y editor del National Inquirer, principal órgano de la prensa sensacionalista en Estados Unidos. Antes de las elecciones de 2016, AMI le compró a la modelo de Playboy Karen McDougal los derechos de su affaire extramatrimonial con Trump para asegurar que esa historia nunca viera la luz. Además de revelar la actitud machista de Trump y Pecker hacia las mujeres, este hecho constituyó una clara violación de las leyes de financiamiento de campañas.

Otro ejemplo notable fue Roy Cohn, uno de los mejores amigos y reconocido mentor de Trump, un verdadero ejemplo de lumpenburgués (ya que, stricto sensu, no era un capitalista). Es posible que el notorio rol de Roy como jurista en la caza de brujas anticomunista del senador Joe McCarthy haya desviado la atención pública de sus nefastas actividades posteriores. Nicholas von Hoffman, el biógrafo de Cohn, cita a uno de sus socios abogados que lo describe como «una persona completamente carente de reglas», de tal forma que «cualquier cosa que se propusiera, en cualquier momento, era lo correcto», una expresión del carácter lumpen y depredador de Cohn.

Von Hoffman, e incluso Sidney Zion, un defensor a sueldo de Cohn, lo describió como un gran manipulador de personas que vivía en un mundo en el que los intercambios constituían la moneda de cambio. Además de haber representado legalmente a la mafia, Cohn socializaba con ella. Fue acusado por manipulación de jurados en 1963, y seis semanas antes de su muerte en 1986, fue inhabilitado por conducta inmoral y poco profesional que incluía, de manera reveladora, malversación de fondos de los clientes, información falsa en una postulación para el Colegio de Abogados y presiones para que un cliente enmendara su testamento. Algo esperable por su falta de principios, fue un hombre gay homofóbico (murió de sida), que se manifestó públicamente en contra de que los homosexuales pudieran desempeñarse como docentes en las escuelas.

Trump sabía todo esto sobre Cohn. Y aun así, lo introdujo en su círculo privado como amigo y mentor. Gwenda Blair cita a Eugene Morris, primo de Cohn y destacado abogado de bienes raíces de Nueva York, quien decía que «Donald se sentía atraído por el hecho de que Roy hubiera sido acusado». Y usó los servicios legales de Cohn para demandar al gobierno de Estados Unidos por daños y perjuicios en represalia por haber sido acusado de prácticas de alquiler racialmente discriminatorias en los edificios de departamentos de su propiedad.

Michael Cohen, un antiguo amigo íntimo de Trump, abogado personal y apoderado, es otro ejemplo de la mencionada tendencia de Trump a rodearse de este tipo de socios y amigos. La vida de Cohen es un elocuente ejemplo de lo que conlleva el lumpencapitalismo. Después de graduarse en la Cooley Law School de Michigan, se convirtió en un recio abogado de lesiones personales. En 1994, su matrimonio lo conectó con el mundo de los inmigrantes de la antigua Unión Soviética y con el negocio de los taxis, donde hizo millones a través de la compraventa de licencias.

Pero su golpe de suerte provino de la compraventa de inmuebles en circunstancias sumamente sospechosas. En apenas un día, en 2014, vendió cuatro inmuebles en Manhattan por 32 millones de dólares al contado, el triple de lo que había pagado por ellos tan solo tres años antes. Se desconoce la identidad de los propietarios de las sociedades de responsabilidad limitada que compraron las propiedades de Cohen, así como el motivo por el cual aceptaron pagar semejante suma de dinero, si bien Cohen alegó que las ventas se concretaron en efectivo para ayudar a los compradores a diferir los impuestos en otras transacciones. Sin embargo, Richard K. Gordon, director del Instituto de Integridad Financiera (Financial Integrity Institute) de la Facultad de Derecho de la Case Western Reserve University, quien estuvo a cargo de campañas contra el lavado de dinero en el Fondo Monetario Internacional, declaró que si hubiera estado en la posición del banco, habría rechazado directamente la transacción o al menos habría calificado a Cohen con un riesgo extremadamente alto.

Más tarde, Cohen se involucró en la construcción de una Torre Trump en Moscú con Felix Sater, un amigo proveniente de Rusia con quien Cohen y Trump continuaron trabajando incluso después de que se conociera que Sater había sido cómplice de un plan de manipulación de acciones que involucraba a figuras de la mafia y criminales rusos (con el tiempo, Sater se declaró culpable y se convirtió en informante del FBI y otras agencias de inteligencia).

Cohen también tenía negocios con empresas que operaban en los márgenes del sistema de salud. Si bien no está claro qué papel jugó en esas empresas, a las que ayudó a registrarse ante los organismos del Estado, dos de los médicos que figuraban en las actas constitutivas, Aleksandr Martirosov y Zhanna Kanevsky, fueron acusados de fraude en los seguros en las distintas prácticas médicas que realizaban. Martirosov también fue acusado de hurto mayor y el doctor Kanevsky, de extorsión al Estado. Las acusaciones fueron el resultado de una investigación sobre accidentes falsos y negligencia médica.

Esta información sobre Cohen surge de una exhaustiva investigación periodística publicada por el New York Times el 5 de mayo de 2018. La investigación también reveló que, en 1993, el suegro de Cohen se declaró culpable no haber cumplido con los reportes de transacción monetaria requeridos por la ley federal para grandes operaciones en efectivo (dado que cooperó en un caso relacionado, se le otorgó una probation). El médico de familia Morton W. Levine, tío de Cohen, brindó asistencia médica a los integrantes de la organización criminal denominada Familia Lucchese, a quienes según un agente del FBI «ayudó en sus actividades ilegales». Anthony («Gaspipe») Casso, un subjefe de la Familia Lucchese, describió a Levine «como alguien que haría cualquier cosa por él». El doctor Levine también era dueño de El Caribe, un salón de eventos de Brooklyn —en el que Michael Cohen mantuvo una pequeña participación durante largo tiempo, hasta las elecciones de 2016— que durante décadas fue el escenario de bodas y fiestas navideñas de la mafia, y en el cual dos tristemente célebres mafiosos rusos de Nueva York tenían sus oficinas.

La investigación del New York Times también señalaba que ambos socios de Cohen en el rubro de los taxis (Symon Garber y Evgeny Freidman) tenían un historial de problemas legales. Cada uno tuvo que pagar más de un millón de dólares por cobrar de más a sus conductores, según el fiscal general del estado de Nueva York. Antiguos socios comerciales también los acusaron de falsificar firmas, estafar a los abogados y evadir el pago de deudas. Las empresas de taxis de Cohen en Nueva York y Chicago deben más de 375.000 dólares por impuestos, seguros e inspecciones, y 14 de sus 54 taxis fueron suspendidos.

El séquito de amigos de Trump también incluye celebridades cuyos antecedentes revelan mucho sobre la personalidad del presidente. Una de ellas es el rapero Kanye West, quien, como escribió el escritor Ta-Nehisi Coates, es, al igual que Trump, despreciativo, narcisista y de una ignorancia apabullante; sus comentarios que sugerían que los cientos de años que duró la esclavitud fueron resultado de la propia elección de los esclavos son emblemáticos de su desprecio (y el de Trump) y de su falta de empatía por las víctimas de la opresión. Otro es el excampeón de boxeo Mike Tyson, un héroe para Trump, conocido por su adicción al alcohol y las drogas, sus problemas legales y una condena por violación. Tal como afirmó Charles M. Blow en el New York Times, Trump considera su coqueteo con raperos y atletas ricos una prueba de su igualitarismo. Fiel a su carácter lumpen, como escribe Blow, absorbe los aspectos más grotescos de esas celebridades desde su fachada de rico hombre de negocios.


Los amigos de Trump


Sus inclinaciones lumpen-depredadoras conducen a Trump a tener una relación prácticamente precapitalista y predemocrática con la investidura presidencial; su persona y su rol se confunden, y la Presidencia funciona para beneficio suyo y de sus amigos. La conducta política de Trump representa un impedimento para la función política más importante del Estado capitalista: actuar como unificador y árbitro de las facciones de la clase dominante.

Trump ha sido un continuo destructor de las reglas «normales» de comportamiento político esenciales en la función de árbitro confiable y responsable en el conflicto intracapitalista. Se negó a dar a conocer sus declaraciones de impuestos y a colocar sus propiedades financieras e inmobiliarias en un fideicomiso ciego, prácticas habituales a las que han adherido desde hace muchos años tanto los republicanos como los demócratas. Ha ignorado muchas reglas del juego institucional, especialmente aquellas que mantienen el «civismo» esencial para la estabilidad política y para una armoniosa alternancia en el poder entre republicanos y demócratas.

Un ejemplo flagrante de esta falta de «civismo» fue su llamamiento a meter en prisión a su candidata rival en 2016, Hillary Clinton, así como la instigación a sus seguidores a gritar «Cárcel a Hillary». Todos los políticos profesionales mienten, pero las mentiras empedernidas y descaradas de Trump sobre los asuntos más fácilmente verificables han roto el modelo del politiqueo habitual y han trastocado la autoridad moral de la Presidencia. Trump instaló una atmósfera de intimidación en la esfera política, justificando frecuentemente la ilegalidad y recurriendo, como señaló Joan Walsh en The Nation, al lenguaje mafioso, como cuando se quejó de la práctica de ofrecer la reducción de sentencias a aquellos acusados que den información para implicar a jefes superiores en las jerarquía de las organizaciones criminales, o cuando negó que el consejero de la Casa Blanca Don McGahn fuera «un soplón al estilo John Dean» (el consejero de Nixon involucrado en el Watergate).

Los capitalistas desconfían de Trump, no porque lo vean como moralmente deficitario, sino porque lo ven como un presidente arbitrario, impredecible y poco confiable que, como su amigo y mentor Roy Cohn, se cree por encima de las reglas, excepto las que le convienen en ese preciso momento. Si bien los capitalistas estadounidenses, en términos generales, se han beneficiado de su administración, lo ven no solo como alguien que no pertenece a su clase, sino también como un outsider político con el cual es imposible lograr una confianza mutua (a diferencia de otros presidentes, de quienes pueden esperar un mínimo respeto de los acuerdos). Esa es una de las principales razones por las que gran parte de los medios de comunicación de élite, como el New York Times y el Washington Post, se oponen duramente a Trump, algo inusual en la política de Estados Unidos, excepto quizás durante la época del caso Watergate, durante la presidencia de Nixon.

Por eso es que la mayoría de los capitalistas se rehusaron a apoyarlo antes de que ganara las primarias republicanas de 2016. Muchos de ellos le negaron su apoyo debido a sus provocaciones racistas y antinmigración, que vieron como una amenaza a la estabilidad del sistema económico y político, o bien porque apoyaban la legalización, al menos, del trabajo temporario de los inmigrantes, como fue el caso de los capitalistas de la agroindustria y de Silicon Valley. Muchos capitalistas tampoco lo apoyaron debido a su defensa del proteccionismo, una política defendida principalmente por ejecutivos de industrias en decadencia como la del carbón y el acero.

Un estudio de 2018 realizado por Thomas Ferguson, Paul Jorgensen y Lie Chen, muestra que, en 2015 (el año anterior a las elecciones generales de 2016), la campaña de Trump concitó el apoyo financiero de empresas de sectores industriales menos dinámicos, como la del acero, el caucho, la maquinaria y otras que esperaban beneficiarse del proteccionismo de Trump. En esta etapa temprana, también recibió dinero de capitalistas individuales como el «bucanero de las finanzas» Carl Icahn, prácticamente un paria para las principales compañías de la Mesa Redonda de Negocios y de Wall Street; también de una minoría de capitalistas de Silicon Valley, como Peter Thiel, una figura conocida en la industria, y muchos ejecutivos de Microsoft y Cisco Systems, que aportaron más de un millón y unos cuatro millones de dólares respectivamente a la campaña de Trump.

Es cierto que una vez que Trump ganó el número de delegados necesarios en las primarias republicanas para obtener la nominación presidencial, un creciente número de empresas comenzaron a contribuir a su campaña esperando asegurarse la buena voluntad del candidato en el caso de que llegara a la Casa Blanca. Así pues, según Ferguson et al., la víspera de la Convención Republicana conllevó «una cuantiosa entrada de dinero, que incluyó, por primera vez, contribuciones significativas de grandes empresas».

Además de la minería (especialmente el sector del carbón, que continuó apoyando a Trump), entre los nuevos contribuyentes estuvieron la gran industria farmacéutica, preocupada por las declaraciones de Clinton sobre la regulación de precios de los medicamentos; las tabacaleras y la industria química, petrolera y de telecomunicaciones (en particular, AT&T, que tenía una importante fusión pendiente con Time Warner). El reporte de Ferguson et al. apunta a que el dinero también comenzó a llegar de ejecutivos de grandes bancos (Bank of America, J.P. Morgan Chase, Morgan Stanley y Wells Fargo), e incluso de algunas compañías de Silicon Valley que no habían apoyado a Trump hasta ese momento, como Facebook, que aportó en su momento 900.000 dólares al Comité Anfitrión de Cleveland para la convención republicana.

Aun así, según lo informado por Ferguson et al., las contribuciones totales de Trump para la carrera presidencial de 2016 ascendieron a algo más de 861 millones de dólares, en comparación con los 1400 millones recaudados por la campaña de Clinton. Con la posible excepción de 1964, aquella campaña de Clinton superó cualquier otra campaña desde el New Deal y obtuvo apoyo financiero «incluso de sectores y compañías que rara vez han apoyado a los demócratas». Sin duda había sido Hillary Clinton, y no Trump, la candidata presidencial apoyada por la mayoría de la clase capitalista.

El apoyo capitalista a Trump aumentó de manera sustancial después de su llegada a la Casa Blanca. Sus políticas fiscales de derecha y sus políticas aún más extremistas respecto de la desregulación en sectores clave como el medio ambiente, el trabajo y la protección al consumidor han convencido a amplios sectores de la clase capitalista. Pero el apoyo a Trump entre los capitalistas estadounidenses no se debe solo a sus recortes fiscales y a sus políticas desregulatorias, sino al hecho de que su gobierno coincidió con una expansión de la economía que en gran medida fue producto del ciclo económico.

Si bien a la mayoría de los capitalistas posiblemente no le agraden los aranceles de Trump, así como a sus guerras comerciales con China y la Unión Europea, en tanto y en cuanto sus ganancias sigan aumentando preferirán mostrarse cautos respecto de su gobierno. Pero no confían en él ni pueden desarrollar una relación sobre la base de algún tipo de reglas comunes y previsibles. Su comportamiento político extremo los obligó en ocasiones a tomar distancia, como ocurrió en agosto de 2017 después de que supremacistas blancos se reunieran en Charlottesville, Virginia, en una demostración de poder que dejó como saldo un muerto y varios heridos graves a manos de supremacistas blancos. La reacción de Trump, que consistió en denunciar la violencia de «ambos lados», provocó una indignación generalizada. Muchos CEO incluso se sintieron obligados a renunciar al American Manufacturing Council, que asesoraba a Trump.

Los sofisticados órganos de información y opinión procapitalistas, especialmente aquellos defensores de la economía del laissez-faire, se incomodan con el apoyo que las empresas estadounidenses brindan —de buena o mala gana— a Trump. Un ejemplo emblemático de este malestar lo constituyó un editorial de 2018 de The Economist titulado «The Affair» y subtitulado «Los ejecutivos estadounidenses creen que el presidente es bueno para los negocios. No en el largo plazo». The Economist sostenía que «las corporaciones estadounidenses están siendo miopes y descuidadas a la hora de medir los costos del sr. Trump». «El sistema de comercio estadounidense», decía el editorial, «se está apartando torpemente de las reglas, la apertura y los tratados multilaterales y se inclina hacia la arbitrariedad, la insularidad y los acuerdos efímeros».

Para The Economist, el costo de volver a regular el comercio podría incluso superar los beneficios de la desregulación en el país. Eso podría ser tolerable de no ser por la imprevisibilidad que marcó la primera era Trump, en particular su tendencia a hacer alarde de su poder mediante «actos absolutamente discrecionales».

El ascenso de un presidente lumpencapitalista

¿Cómo fue posible que un candidato con una relación problemática con la clase dominante pudiera emerger y llegar a ser elegido presidente? Más aún teniendo en cuenta que, paradójicamente, siendo él mismo un capitalista, al tomar posesión del cargo en enero de 2017, tenía lazos mucho más débiles con la clase capitalista en su conjunto que Obama, Bill Clinton, George Bush padre e hijo, Ronald Reagan y Jimmy Carter.

La explicación se remonta al impacto que tuvo la crisis creada por la gran recesión económica de 2008. La recesión se sumó a los efectos duraderos de la creciente desindustrialización que los trabajadores estadounidenses sufrieron y frente a la cual el Partido Demócrata, ya sea bajo el ala de Carter, Clinton u Obama, no hizo gran cosa para mejorar la situación. Un caso paradigmático fue el de Virginia Occidental, un Estado con hegemonía demócrata con una economía basada en la minería del carbón y sede del otrora poderoso sindicato United Mine Workers (UMW), que fue ignorado por el Partido Demócrata cuando la industria del carbón entró en una recesión que, además de producir desempleo y subempleo, terminó reflotando al Partido Republicano. Los estados de Michigan, Ohio y Pensilvania siguieron un patrón similar en 2016. La pérdida de estos estados selló la derrota de Hillary Clinton en 2016.

Ya en 2016, en todo Estados Unidos, millones de familias que habían sido testigos del aumento de nivel de vida y de movilidad social durante los «treinta años gloriosos», entre 1945 y 1975, no esperaban que sus hijos —que en caso de llegar a la universidad terminarían endeudados de por vida— tuvieran tanto éxito como ellos. Los empleos disponibles quedaron cada vez más restringidos a sectores no sindicalizados y de salarios bajos, como la logística, los call centers, la hotelería y atención de la salud, mientras que los trabajos de calidad, en general calificados, requerían en su mayoría formación de posgrado. Esta situación es el trasfondo económico y social del crecimiento de la epidemia de consumo de opioides entre la población blanca y, de manera creciente, entre las minorías.

Envuelto en un manto de autenticidad al postularse como un defensor de la gente común —una tarea no muy difícil teniendo enfrente a una Hillary Clinton asociada a la elite—, Trump prometió cambios muy necesarios para las víctimas de la crisis, incluidos aquellos que, tras haber votado a Obama, fueron abandonados por él y su partido. Propuso el proteccionismo como solución a los problemas de los trabajadores estadounidenses. Buscó el apoyo de los estadounidenses blancos, unas veces a través de mensajes velados, otras defendiendo abiertamente posturas racistas, nativistas y chauvinistas. Fue astuto al asegurar a los votantes que dejaría intactos la Seguridad Social y el Medicare, programas sociales que políticos más abiertamente neoliberales como Paul Ryan han amenazado en ocasiones con recortar. Al hacerlo, Trump apeló a un gran número de estadounidenses blancos que pensaban, equivocadamente, que habían pagado plenamente por esos beneficios mediante sus contribuciones individuales de toda una vida, en contraste con los programas de «asistencia social» que los pobres indecentes supuestamente reciben a expensas de la honrada clase media y trabajadora.

Trump también se benefició de un sistema de primarias en el que el ganador se lleva todos los delegados para el colegio electoral (winner-take all), diseñado originalmente para que un candidato del establishment como Jeb Bush fuera ungido rápidamente, evitando un largo periodo de competencia que, temían los líderes republicanos, podía hacer mermar las posibilidades del partido. Ante la ausencia de rivales unidos en torno de un candidato o de un sistema de segunda vuelta que asegurara una mayoría para el ganador, Trump pudo obtener la nominación con apenas una mayoría simple en lugar de una mayoría absoluta de los votantes de las primarias republicanas.

La elección de Trump en 2016 y su primera presidencia reflotan la vieja cuestión sobre el modo en que gobierna la clase capitalista y si en verdad lo hace. Los capitalistas son los dueños de la economía y la administran de manera directa y privada. Pero lo hacen en circunstancias sobre las que cualquier empresa individual tiene poco control, como la competencia nacional e internacional. De ahí el rol del Estado que, en virtud de la separación entre la economía y el sistema político que de manera general caracteriza a los sistemas capitalistas, en particular los democráticos, los capitalistas no controlan de modo directo sino a través de complicados mecanismos.

En circunstancias «normales», estos mecanismos consisten en «ir atrás» de los partidos políticos en el poder y, al mismo tiempo, promover y defender sus intereses mediante una serie de estrategias, tanto negativas —la amenaza y posibilidad real de la fuga de capitales, la negativa a invertir, entre otras formas en las que el capital «se declara en huelga»— y positivas, como los aportes de campaña, el lobby y las campañas mediáticas.

Las crisis hacen peligrar el complicado control que la clase capitalista tiene en circunstancias «normales». Crean las condiciones que facilitan el ascenso de una clase y de agentes políticos externos para administrar el sistema político, en última instancia en nombre de la clase dominante, aunque en sus propios términos. En las crisis profundas, como la de Alemania de finales de la década de 1920 y comienzos de la de 1930, el nazismo —en gran medida arraigado en elementos lúmpenes, aunque muchos de estos fueron purgados por Hitler en la Noche de los Cuchillos Largos en el verano de 1934— fue un agente político de ese tipo, que protegió la supervivencia del capitalismo junto con sus poderosos capitalistas, pero no en sus términos, sino en los términos del propio nazismo. Es como si los nazis les hubieran dicho a los capitalistas: «Les brindaremos estabilidad política nacional y les permitiremos hacer negocios, pero tendrán que pagar el precio de nuestro régimen bárbaro».

Trump es otro agente político externo. Pero no es un fascista ni ha intentando introducir el fascismo en Estados Unidos; su gobierno no descansa en escuadrones fascistas o en una policía secreta que interviene los sindicatos, los medios o partidos políticos opositores ni busca la eliminación de las elecciones. Ciertamente, ha implementado una serie de agresivas políticas antiobreras, racistas y sexistas, así como contra los pobres, los inmigrantes y el medio ambiente. La crisis que facilitó su elección no tuvo la misma dimensión ni la magnitud de la crisis alemana de los años 30 o la crisis italiana de comienzos de los 20. A diferencia de ellas, se trató de una crisis de mediano alcance basada en gran medida en el impacto de la gran recesión de 2008 y la disminución del ingreso y de los niveles de vida y el crecimiento sustancial de la desigualdad.

Por ahora Trump ha logrado conservar la lealtad de una abrumadora mayoría entre los republicanos. La alianza que construyó entre el conservadurismo religioso y el nacionalismo blanco podría resultar más sólida y duradera que la alianza neoliberal-religiosa que la precedió. Lo irónico es, por supuesto, que Trump busca implementar un proyecto neoliberal de manera aún más implacable. Desde luego, no en el ámbito del comercio internacional, donde se desvía de la línea republicana neoliberal, sino en un aspecto aún más sustancial: el desmantelamiento de las políticas impositivas y regulatorias, en particular en las áreas de empleo, medio ambiente y protección al consumidor, acompañado, en su caso, por la vieja ansia racista de reducir los derechos civiles y electorales de los «no blancos».


Fuente: JACOBIN