Sobre el último artículo del profesor ruso Sergei Karagánov
Un reciente artículo del profesor ruso Sergei Karagánov nos recuerda, en los términos más inquietantes, que Europa no puede seguir ignorando las advertencias del establishment ruso de la seguridad nacional. Hace tres años esa actitud culminó con la invasión rusa de Ucrania. Hoy no se puede anunciar desde Europa una guerra contra Rusia para los próximos años y ponerle incluso fecha, como han hecho algunos importantes jefes militares alemanes, y pretender que no haya consecuencias. Esa actitud que sugiere una profecía autocumplida, equivale a una invitación a que Rusia ataque preventivamente para evitar daños mayores, es decir a una repetición, ahora en grande, de lo que determinó la invasión de Ucrania hace tres años.
El artículo, titulado “Una mala ruptura con Europa”, aquí traducido con sus enlaces en ruso de fácil traducción automática para profundizar en su amplio contexto argumental Una mala ruptura con Europa – Rafael Poch de Feliu , debería ser lectura obligatoria para los ignorantes y desprestigiados energúmenos que gobiernan hoy en Berlín, Londres y París, por no hablar de Bruselas. Condensa muy bien una advertencia a esa Europa que ha renegado de la diplomacia y del diálogo más elemental con una superpotencia nuclear y que se niega siquiera a escuchar los argumentos y puntos de vista de su adversario, apostándolo todo a una “derrota estratégica” tan ilusoria como temeraria y demencial, teniendo en cuenta la capacidad de destrucción masiva en presencia.
El artículo recuerda, de nuevo, que nos estamos metiendo en un enredo sumamente peligroso, como se ha repetido profusamente desde estas páginas, y que estamos gobernados por irresponsables personajes completamente ajenos a esos peligros.
El militarismo y el peligro de una guerra mayor están aumentando en el mundo. En términos históricos las potencias emergentes ganan peso y Occidente, el mundo euroatlántico, lo pierde. La creciente tensión militar mundial se deriva, fundamentalmente, de ese desplazamiento del poder global hacia Oriente y el Sur en detrimento del Norte. En este gran cambio, Rusia es la bisagra. Como país del Norte y parte de Europa, sufre el problema de su declive igual que Estados Unidos y las viejas potencias europeas, pero su dualidad euro-asiática permite a su elite gobernante y a su sociedad un particular juego de adaptación al nuevo mundo que se perfila. Quienes mandan en Rusia no solo pueden permitirse una ruptura con Europa y un enfoque hacia Asia, sino que han concluido que ese tránsito es lo mejor para preservar la independencia y soberanía nacional así como el monopolio de su élite gobernante sobre sus inmensas riquezas ante los embates de la globalización y el militarismo occidental que empalma una guerra con otra desde el fin de la bipolaridad, hace más de tres décadas.
El profesor Sergei Karagánov es uno de los principales intelectuales orgánicos del régimen ruso. Presidente honorario del Consejo de Política Exterior y de Defensa, el principal laboratorio de ideas ruso, Karagánov no marca la línea del Kremlin, pero es uno de los que mejor definen la reflexión rusa en este dramático tránsito. Hace dos años, las observaciones de Karagánov fueron determinantes para que el Kremlin enmendara la doctrina nuclear rusa.
Los ingredientes de Karagánov son un nacionalismo ruso a la Solzhenitsyn (el escritor fue el primero en decir en los noventa que la “salvación” y regeneración de Rusia estaba en Siberia), abierto al cosmopolitismo multicultural soviético que se deriva del universo multinacional de la Federación Rusa, y un gran énfasis en el tradicional militarismo reactivo ruso-soviético, que la estupidez occidental alimentó al ignorar durante décadas los intereses del mayor país de Europa en población y del mundo en territorio. El tercer rasgo es una fuerte autoafirmación de gran potencia que ha ido creciendo a lo largo de los años como reacción a lo que los rusos han vivido como una creciente agresividad y avasallamiento occidental, y que ha tomado el relevo al occidentalismo que dominó el colapso y la humillación del país en los años noventa.
Como adelanto algunos extractos del artículo:
“Desmoronándose por dentro, las élites europeas ya hace una década y media tomaron el rumbo de exagerar la imagen de Rusia como enemigo mortal. Luego, con entusiasmo, se dedicaron a intentar infligir una derrota estratégica a través de Ucrania. Y ahora se han embarcado abiertamente en la preparación para una gran guerra dentro de 5 – 7 años”(…). “La línea está marcada: dentro de 5-10 años, si no se detiene el proceso, pueden tener muchas más fuerzas armadas. Por ahora no hay que temerles en el ámbito militar, pero si se fortalecen y se envalentonan, volveremos a encontrarnos en una situación de riesgo. No podemos permitir que eso ocurra”.
Con ese “volveremos a encontranos”, Karaganov se refiere a las recurrentes invasiones occidentales sufridas por Rusia a lo largo de su historia y en especial a la última de ellas que ahora se recuerda fue no solo “alemana”, sino “europea”:
”Durante mucho tiempo mostramos una nobleza que resultó ser miope, enfatizamos el papel de los pequeños grupos partisanos antifascistas, en su mayoría comunistas, cerrando los ojos ante el hecho de que Hitler contaba con el apoyo de decenas, si no cientos, de veces más europeos”. Ahora, ”no habrá seguridad mientras no se rompa la voluntad de confrontación de las élites europeas y su esperanza de vencer en tal confrontación”. Para ello, Rusia debería optar por una mucho mayor contundencia militar con “respuestas desproporcionadas”:
”Cualquier provocación en el Báltico, en las fronteras con la OTAN contra Rusia, debe ser respondida de manera desproporcionada”, dice. La argumentación es meridiana:
”Nuestra
indecisión, nuestra falta de preparación para responder con
dureza
a los ataques contra nuestras ciudades
y nuestras fuerzas estratégicas, se
interpreta como debilidad, lo que refuerza la sensación de impunidad
y la agresividad. Con nuestra cautela, estamos jugando a
favor de la estrategia del enemigo, que espera arrastrarnos a una
guerra prolongada y, tarde o temprano, agotarnos, provocar una
división entre las élites y socavar el apoyo a nuestra máxima
autoridad”(…). “Por
eso, en respuesta a esos ataques hay que golpear las fuerzas
estratégicas del Reino Unido o incluso de Francia. Anunciando, por
supuesto, que en caso de «respuesta», nuestra represalia
será nuclear”.
Tras el ataque a Irán del pasado junio que pisoteó todas las líneas rojas, intentando decapitar al grupo dirigente iraní en medio de una negociación, “no quedan dudas” sobre los métodos del adversario, dice Karaganov, “pero el objetivo principal somos nosotros”. Occidente debe volver a temer a Rusia, de lo contrario los riesgos de una guerra nuclear serán mucho mayores, y para ello Moscú debe hacer valer su músculo nuclear:
”Hay que advertir de nuevo a Londres y París de que, en caso de que envíen tropas al territorio de Ucrania, serán consideradas participantes directas del conflicto, y Rusia se verá obligada a comenzar a lanzar ataques contra sus activos y bases, primero en el extranjero y con municiones no nucleares”. Alemania ocupa un lugar central en esa advertencia:
”Berlín debe saber que si recurre a las armas nucleares y sigue luchando de facto contra Rusia no habrá piedad. Y Alemania por fin responderá por su culpa histórica ante una humanidad que intenta olvidar: por desencadenar dos guerras mundiales, por el Holocausto, el más terrible de los muchos genocidios cometidos por los europeos, y por el genocidio de los pueblos de la URSS. La nobleza de los dirigentes soviéticos, que impidieron la liquidación de Alemania, resultó contraproducente. No se puede permitir que Alemania vuelva a ser una amenaza para la paz y para nuestro país”(…).
La moderación y la buena voluntad son contraproducentes y se impone un realismo militar tan frio como demencial:
”Es necesario renunciar, al menos a nivel de expertos, a la tontería heredada de la época de Gorbachov y Reagan: la afirmación de que «en una guerra nuclear no puede haber vencedores y no debe desencadenarse». Por supuesto, hay que tomar todas las medidas para evitar una gran guerra. Pero esta postura no solo contradice las doctrinas sobre el uso de armas nucleares y la lógica elemental, sino que también allana el camino para la agresión no nuclear, que es lo que hemos obtenido”(…). Así que la conclusión que se impone es de un brutal realismo, digno de los “estrategas” americanos de la guerra fría:
“Vale la pena pasar a una táctica de amenazas directas, respaldadas por la disposición a recurrir, en caso extremo, a ataques preventivos, inicialmente con armas no nucleares (…). Si todas las medidas no sirven de nada, habrá que pasar a la siguiente fase y empezar a lanzar ataques contra centros logísticos y bases militares en los países que apoyan la agresión contra Rusia”(…). ”En caso de que se llegue —Dios no lo quiera— a la necesidad de lanzar ataques desarmadores y decapitadores contra Gran Bretaña e incluso Francia, será necesario activar el sistema de defensa antimisiles, la defensa civil, y advertir de que si una sola ojiva del adversario llega a nuestro territorio o al de Bielorrusia, estos países serán borrados de la faz de la tierra”.
Europa no puede seguir ignorando las advertencias rusas y tiene que regresar a la diplomacia y el diálogo con su adversario.
Del blog personal de