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martes, 9 de septiembre de 2025

Los dilemas de Donald Trump: entre la amenaza del repliegue y la posibilidad de la escalada

 

 Por Manolo Monereo   
      Abogado, politólogo y político español.



La estrategia global de Trump divide a Estados Unidos, Europa y Rusia



Para Manolo Sacristán, desde la memoria vivida

    Aparentemente, del Presidente norteamericano depende la próxima decisión estratégica y sus consecuencias. Haga lo que haga tendrá costes; algunos pueden ser muy graves y lo fundamental es que delimitará la fase. La partida está ya muy definida. El núcleo duro de la Unión Europea (AlemaniaFrancia y el Reino Unido desde fuera) está dispuesto a aceptar todas las exigencias de Trump (incluida las más humillantes) siempre que continúe la guerra y, claro está, seguir escalando. El supuesto básico es que los rusos no se atreverán a usar armas nucleares; se les puede, si no ganar, sí al menos, conseguir una paz asumible, vendible. En esto tampoco hay que equivocarse, debe ser un acuerdo que no se puede interpretarse como una derrota de la OTAN y de la UEZelenski no tiene autonomía y sus márgenes de maniobra se estrechan dramáticamente. La guerra en sus actuales dimensiones, repito, en sus actuales dimensiones, la tiene perdida. El frente está al borde del derrumbe y la retaguardia, incluidos los sectores más duros de la extrema derecha, están cansados y con una moral muy debilitada. Su fuerza es la alianza (la coalición de los “necesitados” de Trump) con Von der LeyenMerzMacron y Stamer.


Donald Trump en el Despacho Oval.

El papel de Rusia es más complejo. Putin se sabe fuerte. Está ganando en el frente político-militar, las sanciones no han debilitado la estructura económico-productiva de Rusia; más bien al contrario, ha reforzado el papel dirigente y estratégico del Estado, reduciendo el peso de los sectores oligárquicos y propiciando una reindustrialización del país al servicio de su autonomía estratégica. Su liderazgo se ha fortalecido mucho en estos años. Si algo caracteriza al Presidente ruso es su prudencia y no dejarse llevar por las buenas noticias. Tarda en decidir e intenta, previamente, sopesar todas las variables desde una información meticulosa y detallada. ¿Cómo interpreta a Trump? No es fácil saberlo. Mi hipótesis es que lo piensa como el reflejo de bloque de fuerzas contradictorio, en pugna constante y en conflicto con, lo diremos así, el “Estado profundo” norteamericano. Putin cree que hay posibilidades de un acuerdo con él, más allá de Ucrania y, hasta cierto punto, de esta Europa que representa la UE. Dicho esto, hay que matizar inmediatamente: la posibilidad de un pacto en estas condiciones nunca estará garantizado del todo y siempre será reversible. No es personal, no es Trump, es una superpotencia en crisis y sus (contradictorias) dinámicas.


Banderas de la Unión Europea y de Ucrania ondeando en Bruselas.

La personalidad política del Presidente de los EE.UU. es (auto)conscientemente contradictoria. Su obsesión por controlar la agenda pública, su afición a la maniobra, a los golpes bajos y un estilo de negociación propio de una banda marsellesa no le impide, más bien al contrario, tener posición política y fortalecerse en ella. Su problema es otro, a saber, neutralizar a una parte sustancial del poder, de los poderes, que se oponen a su política y que están presentes en su propio equipo. ¿Qué política de Trump entre amenazas, desplantes y aranceles? Los EEUU, como toda potencia en declive, tiene dos grandes alternativas, moduladas -es fundamental- por el factor tiempo. Una, oponerse con todo su poder a los que cuestionan su hegemonía e intentan revisar el orden y las reglas impuestas, no lo olvidemos, por una victoria político-militar, económica y cultural. Dos, aprovechar su ventaja relativa para gobernar la transición hacia un mundo multipolar; es decir, hacia un Nuevo Orden Internacional. Mi opinión es que el Presidente, a trancas y barrancas, está desde siempre por esta última posición. Otra cosa es que la pueda llevar a cabo o que se lo consientan. Esto siempre lo supieron Biden y Hilary Clinton.

El Donald Trump del segundo mandato sabe algo más: oponerse política y militarmente a la emergencia de un nuevo orden ha sido un fracaso, ha debitado aún más a los EEUU, mostrado todas sus carencias industriales, tecnológicas y, lo peor, ha dividido duramente a la sociedad norteamericana. En el centro del debate, la globalización neoliberal y su paradoja, al menos para el Presidente, ha fortalecido el control del capitalismo norteamericano sobre el Occidente colectivo y está destruyendo a los EEUU como Nación y Estado. Esto es tan evidente, que hay voces significativas en su equipo que cuestionan el seguir defendiendo el dólar como moneda de reserva internacional.


El presidente Donald Trump, junto al vicepresidente JD Vance y el presidente de la FIFA Gianni Infantino, en el Despacho Oval.

La apuesta por gobernar la transición tiene fundamentos racionales; significa, en primer lugar, partir de la ventaja, relativa pero real, de los norteamericanos tanto por su control de las finanzas internacionales como por la amplitud y consistencia de sus alianzas y, sobre todo, por su fortaleza político-militar. Occidente colectivo, hoy por hoy, es el poder establecido y luchara hasta el final por él. Olvidar esto es confundir los sueños con la realidad. En segundo lugar, gobernar la transición no hace al mundo más seguro ni menos peligroso, más bien al contrario: Trump sabe que tiene que contar con las otras potencias y que tendrá que establecer relaciones basadas en el conflicto y en la cooperación, donde los compromisos serán flexibles y muchas veces volátiles, y que los enfrentamientos armados y las guerras estarán siempre presentes, como realidad o como posibilidad; más guerras “calientes” que “frías”.

El tiempo de las grandes declaraciones ideológicas de nuestros políticos y de nuestros sesudos analistas está pasando. Siguen ahí, pero el tono está cambiando, es verdad, entre lágrimas y lamentos. Ahora el enemigo favorito es Trump, él es el culpable de todo. ¡Con lo bien que nos iba antes!, ¡cuánta unidad había con Biden! Este es el problema. Ir en alianza con una gran potencia, subordinarse a su estrategia político-militar siempre es problemático, sobre todo cuando se está, como ahora, en un cambio de época. Los EEUU tienen la costumbre de defender sus intereses, girar cuando le es conveniente y de cobrarse, además, unos tributos cada vez más vastos en pago a su protección pasada, presente y futura. Los aliados europeos (la coalición de los necesitados, sobre todo) exigen que esa protección sea efectiva, clara, rotunda, continuando la guerra iniciada por la anterior Administración para derrotar al enemigo existencial ruso.

Seria bueno escuchar los consejos del siempre lucido Marco d’Eramo. Comienza: ”Ninguna clase dirigente que detenta el poder está dispuesta a cederlo o a ver como disminuye y, mucho menos, a presenciar como desaparece”; continua: “El debate entre las diferentes facciones de las clases dirigentes siempre girará en torno al modo de gestionar el imperio, a la estrategia para fortalecerlo y a las tácticas para expandirlo” Concluye “Y, por regla general, cada una de las facciones enfrentadas acusará a la otra de aplicar políticas que debilitan al imperio y conducen a su desaparición”. El razonamiento, se entenderá, va dirigido contra aquellos sectores de la opinión pública europea que se esfuerzan en distinguir entre malos y menos malos imperialistas o, diríamos nosotros, entre liberales y autoritarios de un país-continente en crisis. El artículo del conocido analista italiano (Diario Red 24/8/25. ”No existe algo así como la sociedad estadounidense) daría para más comentarios, para acuerdos y para algún desacuerdo, pero enseña más que un manual de relaciones internacionales al uso y da perspectiva para situarse en este mundo en transición. No es poco.

Volvamos al principio. Parece que Trump marcará la orientación y el sentido de la partida (estratégica) en juego. Insisto, no hay que dejarse confundir por las palabras. Los necesitados (Merz y compañía) no quieren sentarse a negociar y aspiraban, antes que nada, a un alto el fuego incondicional e inmediato. Tiene su lógica: están perdiendo en el campo de batalla, el frente emite señales inquietantes y, lo decisivo, Trump, una vez más, cambió de opinión; todo ello, después de las denigrantes concesiones hechas. Sentarse a negociar significa partir de una agenda rusa, ellos lo saben, ganada política y militarmente. Públicamente, no pueden negarse; tampoco enfrentarse a un Trump siempre colérico y mandón. Su táctica es más fina: centrarse en las condiciones de seguridad de Ucrania, hacerlas tan sobresalientes que las hagan inaceptables para Rusia e impidan la negociación de una salida pacífica al conflicto entre la OTAN y Rusia, que es de lo que se trata. Es decir, escalar y ampliar los “limites” de una guerra cada vez menos limitada.


El presidente Donald Trump junto al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky en la Casa Blanca, 18 de agosto de 2025.

La diplomacia rusa está al tanto de la jugada y maniobra. Quiere cumplir lo acordado en Alaska con Trump y, a la vez, no dejarse enredar por las fintas que sabiamente les prepara el MI6. Zelenski entiende perfectamente que no habrá, ni a dos ni a tres, una reunión con Putin, por eso la pide; de haberla, sería solo para concretar los últimos detalles de un acuerdo ya muy perfilado. Es más, para los rusos la legalidad de un pacto firmado con el actual Presidente ucraniano es algo más que dudosa si se atiende el sistema jurídico-constitucional ya que no prevé la suspensión de las elecciones presidenciales en situaciones de emergencia. Los rusos, después de los (incumplidos) acuerdos Minsk 1 y 2, se han vuelto muy, digámoslo así, meticulosos con las formalidades. Lavrov seguirá exigiendo negociaciones con Ucrania, la fijación de una agenda clara y un calendario adecuado. La otra parte, intentará agradar al Presidente estadounidense, proseguirá con sus acusaciones de que Putin no quiere negociar y, lo fundamental, ganar tiempo para hacer fracasar lo pactado de Alaska. Mientras, la ofensiva rusa continuará. La situación no durará mucho.

La amenaza del Presidente de los EEUU es clara: replegarse y que la UE y Rusia resuelvan sus problemas. Si nos atenemos a las declaraciones de los dirigentes europeos sería el mayor de los males ¿Consecuencias? La guerra se generalizaría y el gobierno ucraniano usaría las armas disponibles para atacar a Rusia en profundidad, incluidas instalaciones nucleares estratégicas (militares y energéticas) infraestructuras claves y centros de decisión fundamentales ¿La respuesta de Rusia? Mejor no elucubrar demasiado. Sabemos que será algo más que proporcional. Con un detalle añadido: la revolución tecnológico-militar que está desarrollando Rusia, supera, en muchos sentidos, la rígida separación entre armas nucleares y armas convencionales cuando se trata misiles de nivel intermedio; dicho de otra forma, los resultados de un ataque, por ejemplo, con un Oreshnik equipado con ojivas convencionales pueden tener militarmente las mismas consecuencias que si portara dispositivos nucleares. Este se probó ya en Ucrania.

Si Trump se repliega, habrá escalada militar; si no se llega a un acuerdo con Rusia, también. ¿Será esta la jugada de los dirigentes de la Unión Europea? Pronto se verá.


Fuente: Nortes

sábado, 6 de septiembre de 2025

Aquella brisa de los veranos de antes (5 de 20)

 

 Por Pedro Costa Morata
       Ingeniero, Periodista y Politólogo. Ha sido profesor en la Universidad Politécnica de Madrid. Premio Nacional de Medio Ambiente.



Extraña pareja en Alaska


     (¡Cómo me divierto! Aquí tengo a Putin el Terrible viniendo a comer de mi mano, en el mayor Estado de mi América, que precisamente perdió Rusia por la milésima parte de lo que valía... Parece mentira que sus zares fueran tan necios y que no vieran la oportunidad de mantener su presencia y poder a un paso de América; claro que menudo problema me plantearían porque a ver cómo iba a pedir yo Canadá sin exigir antes la salida de los rusos de Alaska, eso es verdad. Tendrá que darse cuenta del papelón que hace ante su país y el mundo ¡Me lo voy a merendar!).

(¡Ahí lo tengo! Con su sonrisa de degenerado, creyendo que acudo a su llamada cómo, cuándo y dónde ha decidido él. Se creerá que se me ha escapado el detalle de que me haya traído a Alaska, a 7.000 kilómetros del Kremlin y a once usos horarios... Como me saque el tema de la venta de Alaska a Estados Unidos por el zar Alejandro II lo mismo le digo que, si quiere, le puedo facilitar -la paz no tiene precio- una o dos alaskas más a un módico precio, que aún así Rusia seguirá siendo más grande (y rica) que su América... ¡A ver por dónde me sale este tipejo!).


Trump y Putin. (Euro News).

- ¡Cómo estás amigo Vladi, bienvenido a América! Perdóname por no haberte propuesto un lugar de encuentro más equidistante, pero si me despisto mucho de América los delincuentes de Washington -negros, como sabes- van a conseguir expulsarme de la capital. Y no sé cómo lo tomaría mi gente -que me adora y me vota con pasión, ya lo viste- si me instalo, con esta pandilla de inútiles de mi gobierno y mi oficina, en Mar-a-Lago, en Florida, con mi golf y eso; que aunque estoy hecho un chaval, no como el espantajo de Biden, que ya chocheaba de vicepresidente con Obama, esos viajes tan continuos para disfrutar del trópico, francamente, me empiezan a cansar un poco.

- ¡Querido Donald, se te veía muy interesado en que visitara Alaska por primera vez! Veía tu interés en enseñarme esta poderosa base militar, y estos americanos privilegiados que tanto dinero cuestan al Estado por vivir en esta tierra que es verdad que casi os regalamos, tan lejos y absurda, hartos de no encontrar nunca el final de la Rusia de todas las Rusias. Comprendo que quieras estar a un tiro de piedra de la Casa Blanca, ya que sé que vas a tener que desplegar al Ejército también en Chicago, Los Ángeles, Nueva York... ¡Duro con esos protestones, que siempre te quedará Mar-a-Lago! Y cuenta con mi simpatía si, como piensas, acabas trasladando tu poder a la playa, y te olvidas del apestoso Washington.

- Sabía que nos entenderíamos. Por cierto, ¿no podrías prestarme un par de años a tu ministro Lavrov, que me encanta, y te quedas con el necio de Marco Rubio, que total para lo que vale no te va a estorbar, y hasta con el vicepresidente Vance, que me repatea cada vez que abre la boca. No te ofrezco al secretario de Defensa, Hegseth, que como sabes que es judío lo tengo conmigo para que los insoportables israelíes vivan tranquilos y no sean más pegajosos; que si no...

- Hombre, a Lavrov no te lo puedo prestar, ya me gustaría complacerte, pero te advierto que se empeñaría en hablarte en ruso, que menudo carácter tiene. Sí podemos hablar con mis portavoces, Péskov y la Zajárova, que un pajarito me ha dicho que tienen engatusada a la opinión pública americana (la inteligente, que tú y yo sabemos que no es la mayoría) por su estilo y capacidad; pero hay que consultarlo con ellos. Por lo demás, tú pide, pide, que sabes de sobra que estoy para servirte.

- Bueno, bueno, Vladi, vamos al grano, que no te puedo conceder más de un par de horas y lo de Ucrania tiene que quedar hecho, que necesito ahí la paz para que Israel siga limpiándome Gaza. ¿Qué hacemos con Zelensky, que se nos ha atravesado y se cree que, porque me regale sus tierras raras y tal, voy a estar respaldándolo toda la vida?

- Pues, sí, es un zoquete y un incauto. No necesito decirte que cuando nos quedemos ese 20 por ciento del territorio de Ucrania -que menos mal que tú reconoces que eso es para nosotros para siempre-, las tierras raras que quieras las tendrás a tu disposición, y te las podrás llevar sin aranceles ni nada, y a precio de amigos.

- De eso te quería yo hablar, ¿me prometes que en cuanto te levante las sanciones y los pringaos de Europa tengan que hacer lo mismo, estableceremos un tratado preferencial, de interés mutuo, por supuesto, que haga que se enrabieten esos europeos tan pesados, que hay que ver la lata que dan hablando siempre de sus valores y su historia?

- Hecho, dime entonces si no te va a molestar que demos una lección, de una vez, a esos nazis de Kiev, y que nos pidan árnica a los dos, en la mesa de negociaciones. Y no pierdas el tiempo asociando a la negociación a esos mataos de Merz, Macron y los polacos de siempre. Tú y yo, con Zelensky vestido de penitente. No te asustes, por cierto, cuando advierto a los alemanes que no vuelvan por donde siempre, que los conozco bien.

- Eso queda de tu cuenta, abrevia y dales de paso una lección a los europeos, que no les dé tiempo de venirme con más monsergas y que se dediquen a comprarme cosas, gas y armas en primer lugar, y bajar mi déficit comercial. ¿Lo del gas no te va a molestar, verdad? Y lo del Nord Stream, tú señala a todo el mundo menos a mí (que no estaba, acuérdate), que comprendo que fue una faena, pero, oye, no hay mal que por bien no venga, ¿no?

- Lo del gas no me molesta, qué va, resulta que desde que no suministramos a Europa nos faltan caudales para mandar a China e India, más esos amigos nuevos del BRIC, que cada día quieren ser más, y no tragan al cantamañanas de Zelensky. Y tampoco me molesta lo de las armas: tú no les digas que según entren en Ucrania me las pienso cepillar, y así tendrán que aumentarte sus pedidos.

- Bueno, lo de China tenemos que hablarlo otro día, a ver qué opinas tú de eso de que vaya a ser la futura potencia mundial, como si pudiera Dios dejar de mostrar su preferencia por el noble, pacífico y leal pueblo americano. Además, son gente amarilla, bajita, poco simpática, no como tú y yo, que somos blancos de pura cepa, cristianos a tope, dialogantes, aliados por naturaleza, no sé... ¿Y lo de India? ¿Es verdad que ya tiene más gente que China? ¿No podíamos hacer que se desarrolle más y antes que China? ¿Cómo te llevas con Modi, que no acabo de enterarme bien de si está conmigo o contigo?

- Pues claro, no te atormentes por lo de China, que va para largo, y tú no debes, con tu edad, preocuparte por lo que vaya a pasar más allá de 2028. Aprieta con tu hábil política arancelaria y negocia poquito, que así es como harás a América greater (¿se dice así?). Además, ya sabes que los de los BRIC no van contra ti, ni mucho menos, ni hagas caso si te dicen que piensan cargarse el dólar que, en todo caso, ¿a ti qué? Eres hombre de negocios preparado para cualquier eventualidad. ¿De Modi, dices? Un místico, algo racista porque espumea por la boca cuando piensa en los musulmanes, pero ningún peligro, ya te digo.


Grupo de Shangái, 31 de agosto. (DW).

- Me encanta oírte Vladímir Vladímirovich, pero, hemos perdido el hilo de lo de Ucrania ¿Qué vamos a decir en la rueda de prensa? ¿La preparan nuestros asesores y que hablen ellos?

- No te preocupes, nos encargamos nosotros, sonreímos y decimos que todo ha ido bien, que es la verdad, ¿no? Y que la paz en Ucrania está más cerca que nunca, que tenemos un plan.

- Pues Ok. ¿Querías también que habláramos algo sobre la OTAN? ¿Te sigue preocupando lo de la integración de Ucrania, Georgia y Moldavia en ella? ¿Recuerdas que lo primero que dije con mi regreso fue que me la cargaría? ¿No te dije un día que no habría más “revoluciones de color” y que lo tuyo es tuyo?

- Lo sé, lo sé. Me vale con que me confirmes que la OTAN te la trae al pairo, que no le vas a consentir a Zelensky que vuelva a decir que quiere entrar en ella y que si se me ponen tontos los europeos y tengo que corregirlos por las bravas, vas a bloquear la estupidez del artículo 5, de la asistencia mutua y esas babosadas.

(Bueno, vaya repaso que le he dado a este Putin que más que ruso parece tártaro, nada caucásico. A ver si hace lo que le he dicho y empieza a enviarme, con aranceles cero, esas tierras raras que el pardillo de Zelensky creía que podría regalarme. Y lo de la guerra, bueno, él verá cómo se las apaña, que yo no tengo prisa ni pienso escuchar muchas quejas más de mis aliados; que remate ese asunto cuanto antes).

(Ahí va este Donald, que se llama como el pato ese de Hollywood, tan contento de que lo haya toreado y regalado unos espejitos. Y que se dé con un canto en los dientes que no le he preguntado si ya tiene fecha para lo del bombardeo de Moscú, o si quiere que le diga donde están ahora mismo esos dos submarinos nucleares tan secretos que mandó para que me intimidaran. En fin, que me encanta este fantasmón).


miércoles, 3 de septiembre de 2025

Cómico y desgarrador - Notas sobre el final de Europa

 

    Escritor y filósofo italiano. Activista de la izquierda.


     CNN muestra imágenes del funeral de un joven soldado ucraniano. Su esposa llora frente al ataúd y pone flores.

Banderas rojas y negras, una gran A en un círculo en primer plano.

Recuerdo que, desde los primeros días de esta guerra, Vasyl, un amigo ucraniano que se autodenomina anarco-socialista, me escribió: “Si Putin gana, el fascismo prevalecerá en todo el mundo”.

Tenía razón, y hoy el triunfo del fascismo se ve por todas partes.

El problema es que el fascismo habría prevalecido en todo el mundo incluso si Zelenski hubiera ganado la guerra.

Pero ver imágenes de un joven anarquista que podría haber sido mi alumno si hubiera dado clases en Kiev es desgarrador; ver el llanto de esa chica que fue su pareja es desgarrador.

La cumbre de Washington, por otro lado, con Trump saludando a los perdedores con una sonrisa sardónica, fue cómica.

Zelenski, con un traje oscuro alquilado para la ocasión, resultó ridículo.

Sentado en la misma silla que ocupó en febrero cuando Vance lo insultó y Trump lo humilló frente a mil millones de espectadores, el perdedor agradece, agradece y agradece.

No me queda claro por qué les agradece.

El hombre a quien agradece acaba de regresar de una reunión con Putin, buscado por una sentencia penal internacional. En Alaska acordaron temas relacionados con la división del Ártico y también, marginalmente, sobre la rendición incondicional de Ucrania.

De eso trató la cumbre de Alaska, aunque los comediantes europeos (el tío Macron, la tía Meloni, la abuela Ursula y los demás familiares del perdedor ucraniano) finjan hablar de las garantías que se le brindarán a su nieto. Nadie menciona la palabra “Donbás” o la palabra “Crimea”; sería de mal gusto.


Zelenski y Trump, junto a otros líderes europeos, durante la reunión en Washington, del pasado 19 de agosto.

Lo que pasará a la historia como la guerra de Ucrania (si es que en el futuro existen historiadores, cosa que dudo) comenzó como una genialidad del gobierno de Biden. Causar una masacre en la frontera oriental de Europa pretendía destruir Europa y debilitar a Rusia simultáneamente.

El primer objetivo se logró a la perfección. Si quieren entender la importancia de Europa hoy, basta con ver a Macron sentado junto a Trump, quien recientemente lo trató públicamente como un idiota que habla de cosas que desconoce. Sin embargo, Macron finge que todo está bien con el Padrino y, con una expresión bastante nerviosa, dice algo irrelevante mientras el Padrino sonríe con sorna.

El primer objetivo se ha cumplido a la perfección: se han roto las relaciones económicas entre Rusia y Alemania y se ha interrumpido el gasoducto North Stream 2. Vance ha degradado a la Unión: “Primero eran súbditos, ahora son enemigos”, declaró el número dos en Múnich.

Castigados con aranceles que pronto hundirán la economía europea, los súbditos convertidos en enemigos deben ahora invertir su capital en el país que los humilla y comprar armas a quienes traicionaron a Ucrania para abastecer a una Ucrania mutilada.

La guerra interblanca se encamina hacia una conclusión (temporal) con el siguiente resultado: la civilización blanca está dominada por las potencias nucleares del Ártico (EEUU y Rusia), la Unión Europea es un muerto viviente y Ucrania se ha convertido en un país destruido, empobrecido y despoblado, obligado a entregar sus recursos a quienes primero la empujaron a la guerra, luego la engañaron y finalmente la traicionaron.

En cuanto al segundo objetivo (debilitar a Rusia), se falló por completo, porque los estadounidenses, como sabemos, son volubles. Empiezan guerras en lugares lejanos como Afganistán, luego olvidan por qué lo hicieron y dejan a sus protegidos (especialmente sus protegidas) en manos de asesinos.

Así que, en lugar de Biden, el enemigo de los rusos, llegó el mejor amigo de Vladímir Putin, y medio millón de ucranianos (¿más?, ¿menos?, Nunca lo sabremos) murieron por nada. Es decir, para defender las fronteras sagradas de la patria y, como siempre, para dejarse engañar por el nacionalismo de los payasos.



Fuente: CTXT

sábado, 23 de agosto de 2025

Un paso adelante y otro atrás

 

 

Por Rafael Poch-de-Feliu

Fue corresponsal de La Vanguardia en Moscú, Pekín y Berlín. Autor de varios libros; sobre el fin de la URSS, sobre la Rusia de Putin, sobre China, y un ensayo colectivo sobre la Alemania de la eurocrisis.



La delegación europea que viajó a Washington quiere “garantías de seguridad para Ucrania” pero la única garantía para el país es su neutralidad. Los europeos todavía no lo han entendido



     Las tropas de países de la OTAN en Ucrania son garantía de que el conflicto continúe. Moscú inició la guerra para evitarlas y no las va a bendecir ahora que se ha hecho con el 20% del territorio ucraniano pagando un gran precio en todos los terrenos, pero los europeos no tienen un plan de paz, ni están preparados para ello.

La escenificación que Trump organizó en la cumbre de Alaska con Putin el viernes 15 de agosto, quiso mostrar un encuentro entre iguales. Alfombra roja, cordialidad y respeto. Eso es algo que provoca erecciones a los machos de la elite rusa, que recuerdan con nostalgia los tiempos en los que la URSS era temida y respetada, y sus intereses tomados en serio en Washington, lo que no ocurre desde hace más de treinta años.


Donald J. Trump habla por teléfono con Putin en la Oficina Oval, el pasado 19 de agosto.

La cumbre fue una debacle para los europeos. “No se habló de sanciones contra quienes compren petróleo ruso, desaparecieron los ultimatums y la exigencia de un alto el fuego que Rusia rechaza”, resumía el mismo día 15 The New York Times. “Putin no dio a entender ninguna renuncia respecto de sus posiciones anteriores”, asombrábase el Frankfurter Allgemeine Zeitung. “En las últimas semanas parecía que Trump se había desengañado de Putin y que aumentaba su desagrado, pero el viernes no vimos ninguna señal de todo eso”, constataba, desolado, el Neue Zürcher Zeitung.

Para los europeos, el gran peligro de la cumbre era que “pueda salir algo de ella” , decía uno de los chihuahuas mediáticos de Madrid. Al día siguiente casi todos esos medios respiraban aliviados enfatizando que, afortunadamente, no se había alcanzado acuerdo alguno. Pero sí que hubo algo.

El encuentro de Alaska mostró que Trump cambiaba, desde la exigencia de un alto el fuego, a una perspectiva de acuerdo de paz que tenga en cuenta los “motivos profundos” del conflicto alegados por Rusia: Ucrania sin OTAN y cediendo territorios. Ambos aspectos eran considerados “innegociables” por los europeos, así que el lunes siguiente, primer día hábil, la “delegación europea” (el inglés, el francés, el alemán, el ahijadito holandés de la OTAN, la italiana, el finlandés que juega al golf y la Presidenta de la Comisión Europea) más Zelenski, corrieron a Washington. No hubo alfombra roja. Una funcionaria de tercer orden les recibió en la puerta de la Casa Blanca. No fue un “encuentro entre iguales”, sino una recepción del vanidoso emperador a sus humildes vasallos que le expresaron, uno tras otro, su agradecimiento de forma tan reiterada como exagerada. La delegación intentaba salvar los muebles. “Garantías de seguridad” para Ucrania, se llamaba su alarmado propósito.

Como cualquier persona informada sabe, o debería saber, la única garantía de seguridad de Ucrania es su neutralidad. Esa neutralidad, que Ucrania no participe en bloques, ni pueda albergar tropas ni armas que amenacen a Rusia, es también una garantía de seguridad para Rusia. Por haber roto esa neutralidad, animado por la OTAN y sus socios europeos, y por imponer su etnonacionalismo a la mitad del país que no lo compartía, Ucrania deberá pagar ahora un elevado precio territorial. Pero todo eso es algo que los dirigentes europeos, sus medios de comunicación y sus laboratorios de ideas, todavía no han llegado a comprender, pese a que Moscú lo viene repitiendo desde hace muchos años. El ministro ruso de exteriores, Sergei Lavrov, repetía, una vez más, el mensaje el día 19:

Para nosotros nunca se trató de hacernos con territorios. Ni Crimea, ni el Donbas, ni Novorrosía fueron nunca nuestro objetivo. Todo el mundo sabe que esos territorios eran parte de la República Socialista Soviética de Ucrania y después pasaron a serlo de la Ucrania independiente. Quedaron en la Ucrania independiente en base a la declaración de soberanía que los dirigentes ucranianos adoptaron ya en 1990 en la que se proclamaba con toda claridad que Ucrania sería para siempre un estado desnuclearizado, neutral y no alineado en bloques. Precisamente esa circunstancia era el fundamento del reconocimiento internacional de Ucrania como estado independiente. Si ahora el régimen de Zelenski renuncia a todos esos principios y ya habla de armas nucleares, ingresar en la OTAN y de renunciar a la neutralidad, entonces ese fundamento del reconocimiento de Ucrania como estado independiente, desaparece”.

Los dirigentes europeos ignoran eso y prefieren apuntarse a las leyendas de la amenaza rusa, la ampliación del imperio ruso hacia el oeste, la recreación de la URSS y la maldad intrínseca de Putin, pero eso cambia poco la realidad del problema: sin entender ni reconocer los “motivos profundos” del conflicto no se saldrá de el. Para los occidentales reconocer eso supone una marcha atrás demoledora, pues tales motivos ya estaban perfectamente expuestos en el documento de diciembre de 2021 que Moscú hizo llegar a la OTAN y a Washington y que ni siquiera fueron considerados. Si ahora se reconocen, Trump puede alegar con todo cinismo, y lo hace, que esa fue la “guerra de Biden”, su predecesor, pero, ¿los europeos? Imposible retroceder sin perder la cara ni responder a la pregunta de los tres años de barbarie y sufrimiento bélico entonces perfectamente evitables. Así que lo que ahora toca son las “garantías de seguridad” para Ucrania, entendidas como tropas de países de la OTAN en suelo ucraniano. Sin ayuda e implicación americana eso es imposible. A los europeos les faltan recursos, sobre todo de defensa antiaérea, aviación e inteligencia, así que la delegación le pidió el lunes a Trump que participe en el asunto.

Las tropas de países de la OTAN en Ucrania son garantía de que el conflicto continúe. Moscú inició la guerra para evitarlas y no las va a bendecir ahora que se ha hecho con el 20% del territorio ucraniano pagando un gran precio en todos los terrenos, pero los europeos no tienen un plan de paz, ni están preparados para ello.

Ha habido demasiados vítores y fanatismo de cambio de régimen en el ámbito político y mediático europeo, con muchos titulares recientes insistiendo en que la agresión rusa no debe ser premiada, claro que ninguno de esos autores tiene una estrategia militar para la victoria, porque pensamiento estratégico no es precisamente lo que abunda entre los europeos formados”, dice el analista Wolfgang Munchau. Trump ha respondido a la petición de sus chihuahuas con una declaración que les ha aliviado:

Ucrania no formará parte de la OTAN, pero están los países europeos que ya están implicados en el proceso. Algunos de ellos, Francia, Alemania e Inglaterra, de momento tres de ellos, quieren tener tropas allá. No creo que eso sea un problema. Estamos dispuestos a ayudar en eso, especialmente en lo que respecta a apoyo aéreo, porque nadie dispone dela capacidad que tenemos”, ha dicho.

La declaración borra para Moscú todo lo que se ganó, o se creyó ganar, en Alaska. Pero, ¿hay que tomarse esa declaración en serio?

El analista ruso Dmitri Trenin dice que lo dicho por Trump sobre tropas europeas con apoyo aéreo americano como “garantía de seguridad” es “un caramelo de consuelo para los europeos que no cambiará la posición del Presidente”. Trump sabe que los europeos no disponen de las tropas necesarias para brindar a Ucrania lo que ellos consideran que es seguridad y que en realidad no es más que una promesa de mantener el conflicto. Como tantas otras veces, donde dijo “digo”, dirá “Diego”, sin el menor problema y se concentrará en lo suyo que el sociólogo filipino Walden Bello enuncia así:

Trump parece imprevisible pero hay una tendencia que se mantiene a través de los zig zags de su acción. Simplemente reconoce lo que sus predecesores no reconocían: que el Imperio está desbordado por sus obligaciones y que ya no tiene recursos para sostener sus múltiples compromisos”.

Si este extraño acuerdo de paz, en el que su propiciador es parte principal del conflicto pero actúa como si fuera mediador, se demuestra imposible, el Presidente quizá se desentienda de Ucrania transfiriéndole el muerto a los europeos que en su estupidez multiplicarán por cien sus compras de armas a Estados Unidos para realizar la quimera militar que les está convirtiendo en irrelevantes en el mundo a marchas forzadas… Estados Unidos gana en cualquier caso y por partida doble.

Todo esto, evidentemente, es de lo más inestable e inseguro y los rusos son conscientes de ello. Como dice el comentarista anglo-italiano Thomass Fazi (En Trump’s Ukraine endgame – UnHerd), “probablemente no se hagan ilusiones sobre los verdaderos objetivos del establishment imperialista estadounidense. Y saben perfectamente que cualquier acuerdo alcanzado con Trump podría ser revocado en cualquier momento. Sin embargo, los objetivos a corto plazo de Putin coinciden con los de Trump. Se podría decir que Rusia y Estados Unidos son adversarios estratégicos cuyos líderes, no obstante, comparten un interés táctico en la cooperación”.



Del blog personal de

Rafael Poch-de-Feliu