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jueves, 16 de enero de 2025

Epifanía – La tragedia ucraniana y la tragedia europea

 

      Escritor y filósofo italiano. Activista de la izquierda.


El futuro Reich, que verán nuestros hijos y nietos, tendrá un carácter mucho más definitivo y total que el que conocimos entre los años 1930 y 1940. El poder destructivo que la tecnología pone al servicio de la humanidad está destinado a desencadenarse porque toda la humanidad hoy puede ser eliminada... Lo que importa sobre todo es nuestra inferioridad frente a las máquinas que hemos creado”

(Gunther Anders, El hombre es anticuado, Turín, Bollati Boringhieri, 2007, vol. 1, p.57)


     Epifanía (ἐπιϕάνεια, «manifestación»), utilizado en sentido religioso por los griegos para indicar la acción de una divinidad que revela su presencia a través de un signo (visión, sueño, milagro, etc.).

Hoy, en el día en que un violador certificado ratifica su victoria electoral y su acceso al trono de emperador del mundo occidental, la vergüenza es el sentimiento que prevalece en mí.

Me avergüenzo de haber presenciado y soy testigo de un genocidio que se desarrolla ante nuestros ojos desde hace un año. No pudimos ni podemos hacer nada para impedirlo ni para frenarlo. Podemos desfilar por las calles con banderas inútiles, podemos enviar dinero a Médicos Sin Fronteras. Pero somos impotentes para detener el exterminio que pronto aprenderemos a considerar normal. Esta impotencia marca nuestra vida como una marca de infamia.

Me avergüenzo de sentir un sentimiento de (horrible) alegría cuando me llega la noticia de que un comando de militantes palestinos ha matado a tres colonos israelíes. Todos nos hemos vuelto menos humanos desde que somos testigos del horror de una población de asesinos que se dedican al exterminio con alegría fanática.




Me avergüenza rendirme ante la epifanía: la ferocidad ha tomado el lugar de la civilización.

Sólo la pluma de Shakespeare pudo contar la tragedia ucraniana. Los engaños, las amenazas, los horrores, los bosques andantes y las aldeas en llamas, y el rey cómico que deambula en el humo de la batalla gritando mi reino por un caballo, porque ha comprendido que sus aliados se preparan para traicionarlo a continuación. él.

La mecha llevaba encendida desde 2014. No se conocen todos los detalles.

A principios de 2022, en una entrevista televisiva, Hillary Clinton prometió darle a Moscú un nuevo Afganistán.

Quizás había olvidado que Afganistán no es un tema delicado sólo para los rusos. Quizás había olvidado que unos meses antes, en agosto de 2021, los estadounidenses habían abandonado Kabul en medio del pánico y el caos, con los aviones asediados por multitudes de personas desesperadas.

Sin embargo, incluso Zelensky y sus compinches deben haber subestimado el hecho de que los estadounidenses no son aliados confiables, dado que traicionaron a las mujeres afganas después de haberlas atacado con una guerra devastadora para salvarlas de los talibanes que ahora están de regreso en el poder.

Sin embargo, Zelensky confió en ellos y se mantuvo firme frente a los fascistas rusos, que son insuperables en lo que respecta a ser duros.

En los primeros meses del 22 empezaron a sonar todas las trompetas y comenzó la tragedia ucraniana. Pero la tragedia europea que se avecina no es diferente.

Ni siquiera la pluma de Shakespeare podría describir la tragedia europea: la trampa tendida por Biden ha surgido implacablemente para Alemania.

El objetivo de Biden era claro: romper el vínculo económico entre Alemania y Rusia, romper la dependencia energética de Europa del oleoducto ruso-alemán. Y, sobre todo, debilitar a Rusia.

El resultado es que Alemania se enfrenta a una recesión de la que no hay salida y a una crisis política que corre el riesgo de resolverse con la victoria de la derecha cristiana y un fortalecimiento de los nazis del AfD.

En Austria los nazis del Freiheitliche Partei Österreichs (Die Soziale Heimatpartei) ya se están asentando en el gobierno, en Alemania serán las elecciones de febrero las que enterrarán la democracia liberal, si esta expresión significa algo.

El caos reina en Macronia, después de que el presidente convocara al pueblo a elecciones y luego negara al partido ganador gobernar, a costa de abrir las puertas a los lepenistas.

Ahora Europa debe decidir entre la perspectiva de traicionar a los ucranianos para alinearse con la Administración Trump, o la perspectiva de avanzar hacia una guerra contra Rusia (6.000 ojivas atómicas) sin el apoyo del Emperador de Mar-a-Lago.

Recuerdo el discurso de Zelensky en la asamblea del Parlamento Europeo el 1 de marzo de 2022, pocos días después de la invasión.

Entonces Zelensky, héroe de Occidente, sin saber que él era la víctima prevista, pronunció las fatídicas palabras: veremos si Europa está dispuesta a morir por Ucrania, así como Ucrania está dispuesta a morir por Europa.

¿Debemos morir por Ucrania? Así parece, dado que se decide ampliar el presupuesto militar para hacer de Europa (que nació como una promesa de paz) una potencia de guerra. Algunos municipios italianos (quizás todos) están organizando un censo de jóvenes que podrían ser llamados al servicio militar. El servicio militar obligatorio fue abolido hace veinte años, pero ahora la guerra llama a las puertas de la ciudadela.




Para debilitar a Rusia era necesario tirar al horno a un pueblo que en 2014 tenía 45 millones de habitantes, y hoy tiene 37 millones. Desde el comienzo de la invasión, 6 millones setecientas mil personas han huido del país, mientras que la tasa de reproducción ha caído por debajo de un hijo por mujer. ¿Quién querría dar a luz a una persona inocente en un país devastado por el fascismo nacional de Putin, por la locura de sus líderes nazis y por el cinismo de sus aliados estadounidenses?

Biden y Hillary tenían razón. El exterminio de los ucranianos es su mayor éxito estratégico, porque puso de rodillas a Europa, que nunca se recuperará de este desastre.

Fuente: ILDISERTORI

domingo, 24 de noviembre de 2024

Yeltsin en Washington

 

Fue corresponsal de La Vanguardia en Moscú, Pekín y Berlín. Autor de varios libros; sobre el fin de la URSS, sobre la Rusia de Putin, sobre China, y un ensayo colectivo sobre la Alemania de la eurocrisis.


Mientras en Moscú, Teherán y Pekín tenemos en el puente de mando a gente que parece saber jugar al ajedrez, en Washington se dibuja un elefante en la cacharrería.


     Como Boris Yeltsin en la Rusia de los noventa, Donald Trump es un líder con gran instinto e intuición. No ganó las elecciones en su país por casualidad. Supo aunar el interés de los mega millonarios atraídos por las bajadas de impuestos, con el descontento popular por el deterioro del nivel de vida regado con los bajos instintos xenófobos y anti woke del populacho y el hartazgo hacia la pijería de Biden, que Harris reivindicaba y prometía mantener con una irritante y hueca risita.

El olfato y el instinto le han venido bien a Trump para ganar, pero, como Yeltsin, es un perfecto inútil para gobernar. Está nombrando a gente tan dispar y contradictoria que el resultado seguramente decepcionará a todos y puede crear un gran desastre en el país como el que Yeltsin creó en Rusia en los años noventa. Mencionando todo eso, el cineasta ruso Karen Shajnazarov, un habitual de la tele rusa, concluía esta semana: “y eso nos puede venir muy bien a nosotros”.

Muchos observadores occidentales se equivocan cuando dicen que en Moscú están encantados con la victoria de Trump. Hay demasiada imprevisibilidad en este Yeltsin americano carente de toda estrategia. Sus nombramientos auguran, ciertamente, más presión contra América Latina. También en Oriente Medio, donde, como dice David Hearst, el editor de Middle East Eye, “en su primer mandato Trump creó las condiciones para el ataque de Hamas del 7 de octubre, al trasladar su embajada a Jerusalén, bendecir la anexión de los Altos del Golán e inventar los acuerdos de Abraham y ahora en su segundo mandato, y con un gobierno compuesto por tipos que repiten como loros los planes de Israel para extender su guerra a Siria e Irán, es perfectamente capaz de desencadenar un conflicto regional que escape al control tanto de América como de Israel”. Pero lo de Ucrania, que sin duda es lo que más importa en Moscú, está mucho menos claro.

Alguien que pretende “solucionar el problema en 48 horas” “entendiéndose con Putin”, es que no comprende el asunto. Trump no entendía por qué los norcoreanos se hicieron con la bomba Corea, la actual crisis a la luz de la historia / Rafael Poch | Sociología crítica y lanzaban misiles de vez en cuando, y no logró nada pese a su insólita reunión con Kim Jong-un de junio de 2018. Que en julio de aquel mismo año se reuniera en Helsinki con Putin no impidió que poco después se retirara del acuerdo sobre fuerzas nucleares intermedias (INF), creando las condiciones técnicas para el despliegue de armas nucleares tácticas en Polonia y Rumanía, autorizara la entrega a Ucrania de armas pesadas en grandes cantidades, metiera a la OTAN en Ucrania -aunque Ucrania no estuviera en la OTAN- y aprobara una nueva estrategia de seguridad nacional con la que cambió la prioridad de “lucha contra el terrorismo” por la “competición entre grandes potencias” como foco principal. Seguramente, como Yeltsin cuando firmaba los decretos de reforma económica preparados en Harvard, Trump no entendía demasiado las consecuencias de todo aquello, pero eso cambia poco el asunto. Su escalada en Ucrania fue continuada por su sucesor en la Casa Blanca con maniobras militares sin precedentes de 32 países en el Mar Negro, la bendición de la “Plataforma de Crimea” del gobierno de Kiev, un programa para la recuperación de la península anexionada por Rusia en 2014, por cualquier medio incluido el militar, y la firma con Kíev de los Acuerdos Marco de Defensa Estratégica (agosto de 2021) y la Carta de Asociación Estratégica (US-Ukraine Strategic Defense Framework y Charter on Strategic Partnership, respectivamente). Es decir, la guinda del pastel de la seguridad europea primero sin Rusia y luego contra Rusia cocinado a lo largo de tres décadas y que acabaría provocando la invasión rusa de Ucrania de febrero de 2022.

Con todo eso en el alero, me parece que las esperanzas en Trump que hay en Moscú tienen más que ver con el follón, la trifulca y el desorden que el futuro presidente de Estados Unidos puede crear en su propio país – en especial la guerra comercial contra todos que creará más inflación y más descenso del nivel de vida para la mayoría – que con sus veleidades para poner fin a la guerra de Ucrania. Si Trump desordena los Estados Unidos y sumerge el país en un paralizador desbarajuste, bienvenido sea, deben pensar.


El entonces presidente Donald Trump saluda al presidente ruso Putin durante una reunión celebrada en 2018. - Trump White House Archived

Mientras tanto en Rusia se barajan distintas interpretaciones sobre el “permiso a Ucrania” para atacar con misiles americanos y europeos la retaguardia rusa. Una es la de hacer ver a Moscú que el coste de prolongar la guerra será elevado, con miras a lograr unos términos menos desfavorables para Occidente en una futura negociación. En ese caso se trataría de una táctica consensuada por Biden y Trump en el marco del pacto de transición que rige el interregno de dos meses en Washington. Los rusos están ganando militarmente, avanzan lenta pero inexorablemente y creen que el tiempo está de su parte. De lo que se trata es de romper esa confianza, algo en lo que los dos presidentes estarían de acuerdo.

Otra interpretación del permiso de Biden a usar los misiles es la contenida en el tweet del hijo de Trump, Donald jr. , sugiriendo una conspiración del Deep State contra su padre: “El complejo militar-industrial parece querer garantizar el inicio de la Tercera Guerra Mundial antes de que mi padre tenga ocasión de lograr la paz y salvar vidas”, escribió el lunes. Es decir, se trataría de un golpe bajo de Biden contra Trump, poniéndole zancadillas y rompiendo el pacto de transición, según el cual ni el electo ni el saliente deben obstaculizarse. Al fin y al cabo,Trump le preparó en 2021 a Biden el “honor” de aquella retirada vergonzante de Afganistán. Ahora se trataría de lo mismo: complicarle las cosas al sucesor.

En cualquier caso, después de que Putin anunciara en septiembre (*) que la utilización de esos misiles (que solo pueden ser operados por militares técnicos y recursos de la OTAN) contra Rusia, significaría la “implicación directa en la guerra de Ucrania” de Estados Unidos, Francia e Inglaterra, y que eso determinaría una respuesta militar rusa contra ellos, está claro que esta vez no puede no haber una respuesta. Obviamente, mucho depende de la escala y nivel del ataque, porque la respuesta rusa deberá ajustarse al daño recibido…

Los rusos dicen que hace meses que retiraron sus bases aéreas y demás infraestructuras sensibles fuera del radio de acción de 300 kilómetros de los misiles de la OTAN (Atacsms, Scalp y Storm Shadow), por lo que esas armas no cambiarán nada. Si se quiere superar ese alcance lanzando los misiles desde aviones que se internen aún más en territorio ruso, la defensa antiaérea “mejor del mundo” dará buena cuenta de ellos, dicen. Puede que esto sea mera chulería, pero, sea como sea, se trata de un paso peligroso, sobre todo en el contexto internacional de tensión en aumento en tres frentes (Europa, Oriente Medio y Asia Oriental) que uno de los portavoces imperiales escritos de Estados Unidos, la revista Foreign Affairs The Return of Total War: Understanding—and Preparing for—a New Era of Comprehensive Conflict, glosa así en su último número:

«La era de la guerra limitada ha terminado; ha comenzado la era del conflicto total. De hecho, lo que el mundo está presenciando en la actualidad se asemeja a lo que los teóricos del pasado han denominado «guerra total», en la que los combatientes recurren a ingentes recursos, movilizan a sus sociedades, dan prioridad a la guerra sobre todas las demás actividades estatales, atacan una amplia variedad de objetivos y remodelan sus economías y las de otros países».

Esta espiral puede escapar fácilmente al control de sus autores y adquirir vida propia, pese a la voluntad de los dirigentes e imposibilitar toda negociación para acabar el conflicto. En una entrevista «Такое ощущение, что США восстанавливают монархию» — Россия в глобальной политике con el politólogo ruso Fiodor Lukianov, el lúcido embajador americano Chas Freeman, rara avis, se preguntaba “¿cómo resolverán ustedes, los rusos, la crisis ucraniana y qué destino aguarda a los territorios ucranianos ocupados? ¿Qué propuestas de paz presentareis?” Y él mismo se respondía: “Creo que no se discutirá la pertenencia de Crimea (a Rusia), pero tal vez exista la posibilidad de que las regiones de Zaporozhye y Jersón, las repúblicas de Donetsk y Lugansk, y, posiblemente, la región de Járkov, reciban el estatus de autonomías dentro de Rusia con la posibilidad de celebrar referendos dentro de 20-25 años. En tal caso, se votará sobre el futuro estatus de los territorios con la posibilidad de permanecer dentro de Rusia y convertirse en sus súbditos de pleno derecho, conservar el estatus de autonomías dentro de Rusia, reunificarse con Ucrania o independizarse. Si los habitantes expresan su deseo de independizarse, aparecerá una entidad-estatal-colchón en las fronteras rusas, lo que sin duda convendría a Rusia. Si estos territorios aceptan seguir formando parte de Rusia, entonces la guerra estaba justificada. Si prefieren el estatuto de autonomía, Rusia demostrará su magnanimidad a los ucranianos. Si las regiones quieren reunificarse con Ucrania, tendrán que exigir el cumplimiento de los acuerdos de Minsk (en materia de respeto a las minorías)… Hay muchas formas ingeniosas de tratar los territorios, pero sospecho que el daño emocional que dejará la guerra impedirá una resolución muy magnánima del conflicto”.

Con un tipo como Trump en la Casa Blanca es muy difícil imaginar que esta cristalería fina se abra paso. Parece más probable todo lo contrario: que el Yeltsin de Washington dispuesto a arreglarlo todo en 48 horas acabe de romper los frágiles equilibrios que nos separan de una sucesión encadenada de desastres en Europa, Oriente Medio y Asia, contra Rusia, Irán y China. A los adversarios de Estados Unidos les basta con ser fuertes en uno solo de esos escenarios de conflicto para ganar, mientras que Washington tiene que imponerse en los tres simultáneamente. En uno de sus últimos pronósticos la RAND Corporation, principal think tank del Pentágono, presenta un panorama bastante sombrío Commission on the National Defense Strategy | RAND de la capacidad de Washington de salir airoso de este embate. Los Estados Unidos «no están preparados» para una «competición» seria con sus principales adversarios, y es vulnerable e incluso inferior en todos los ámbitos de la guerra, advierte la RAND. Si eso es así y le sumamos los efectos de la “guerra comercial contra todos” anunciada por Trump, la crisis financiera resultante podría abrir un boquete fatal en la línea de flotación del “Hacer de nuevo grande a América” (MAGA). Mientras en Moscú, Teherán y Pekín tenemos en el puente de mando a gente que parece saber jugar al ajedrez, en Washington está un Yeltsin americano. Un elefante en la cacharrería.

(*)El 13 de septiembre Putin declaró lo siguiente desde San Peterburgo: “El hecho es», dijo, »que el ejército ucraniano no está en condiciones (…) y todos los expertos lo confirmarán tanto en nuestro país como en Occidente (…) de atacar con modernos sistemas de precisión de largo alcance de fabricación occidental. Esto sólo es posible con la ayuda del reconocimiento por satélite, del que Ucrania no dispone. Se trata exclusivamente de datos procedentes de satélites de la UE o de Estados Unidos, generalmente satélites de la OTAN. Este es el primer punto. El segundo y muy importante, quizá el decisivo, es que sólo los soldados de la OTAN pueden introducir las coordenadas de los objetivos en este sistema de misiles. (…) Así que no se trata de permitir o no al régimen ucraniano atacar a Rusia con estas armas. Se trata de decidir si los países de la OTAN participan directamente en un conflicto militar o no. Si se toma esta decisión, no significará otra cosa que la implicación directa de los países de la OTAN, Estados Unidos y los países europeos en la guerra de Ucrania”, por lo que Rusia tomaría “las decisiones correspondientes”.


Fuente: Rafael Poch de Feliu

Blog personal

martes, 29 de octubre de 2024

Muy burdo, pero fueron con ello

 

Periodista y corresponsal de Russia Today en Estados Unidos.


Desmontando el macartismo en La Sexta

    En un contexto de pérdida de credibilidad de los medios tradicionales serviles al poder, aparecen experimentos televisivos que apuestan por aplicar técnicas agresivas de caza al disidente. Uno de ellos es el programa ‘Conspiranoicos’ que, pese a ser un fracaso en audiencia, no deja de ser un aviso a navegantes. En este artículo desgrano cuál fue su proceder a la hora de intentar ponerme en la diana, quiénes están detrás y las posibles motivaciones.

    El pasado 17 de Octubre, el programa de la cadena de televisión en España La Sexta titulado ‘Conspiranoicos’ dedicó su emisión a lo que ellos titularon como ‘Putinistas en España’. Emplazado en ‘prime time’, diferentes espacios previos del canal estuvieron promocionándolo previamente en redes y durante toda la jornada con un vídeo en el que utilizaban, sin permiso del autor, extractos editados de una entrevista que yo misma di al escritor y militar español Pedro Baños en su canal de Youtube.




    Antes incluso de la emisión del programa, me llamó la atención el hecho de que ningún trabajador de La Sexta se hubiera puesto en contacto conmigo. En el ejercicio del periodismo en medios de comunicación tradicionales, es rutinario escribir o llamar a quien es objeto de una “investigación”, entre otras cosas, para obtener su versión o dar derecho a réplica. Doy por hecho que una invitación al propio estudio o una videollamada ni siquiera se les pasó por la cabeza, no fuera que, en directo, tuviera la oportunidad de desmontar cada una de las supuestas acusaciones. Sin embargo, ni siquiera hicieron un triste amago de contacto mediante email, contraviniendo así su propio código deontológico. Quizá ni siquiera lo apliquen más allá del noticiero, lo que viene a confirmar que este tipo de programas no tienen precisamente como objetivo informar, ni tampoco código ético.

¿Qué dijeron?

    De las aproximadamente tres horas que duró el programa, pese a utilizar mi imagen para la promoción del espacio, finalmente sólo dedicaron unos minutos a mi persona, aunque “personaje” fue el término usado con ánimo despectivo por parte de Joaquín Castellón, el presentador. Elia Gonzalo, la co presentadora, me introdujo como periodista, ex trabajadora de Televisión Española y actualmente corresponsal en Washington para Russia Today. Ambos vendieron como un gran descubrimiento que RT está financiada por el gobierno ruso, pese a que es una información completamente pública y conocida (obsérvese que utilizan la expresión “financiada por”, como si desvelaran un secreto inconfesable, en lugar de decir directamente televisión pública, como se usa para referirse a Televisión Española o la RAI italiana).


Joaquín Castellón

    La web de RT en Español recoge mi perfil con mis trabajos, los televidentes de la cadena están acostumbrados a verme prácticamente a diario y, en casi todas mis redes sociales, especifico esta información desde hace ya casi una década. Así figura, incluso, en mis acreditaciones expedidas por el propio Departamento de Estado de Estados Unidos o la ONU, por poner algunos ejemplos.

    El grotesco ejercicio de “investigación” de La Sexta continuó con el anuncio de que iban a dar datos de un presunto “vínculo Helena-Putin”. La primera prueba fue un extracto de mi entrevista con Baños en el que, precisamente, ridiculizo a este tipo de programas propaganda que se dedican a intentar relacionar con el presidente ruso cualquier protesta, decisión política o incluso malestar general que sea contrario a los deseos de la OTAN. La segunda, un mensaje en X en el que aseguro que, desde Occidente, se han ocultado esfuerzos diplomáticos de Moscú. El mensaje lo presentaron aislado, aunque, si nos dirigimos a la fuente original, puede comprobarse que forma parte de un hilo explicativo en el que, además, enlazo una de mis crónicas.

    Precisamente este tema, el de la diplomacia de las partes de los conflictos internacionales, es algo que conozco bien. Al ser corresponsal en Estados Unidos, suelo cubrir Consejos de Seguridad de Naciones Unidas, cuya sede está en Nueva York. Como mi canal está censurado en la Unión Europea o existen dificultades de acceso en otros países como Estados Unidos, en ocasiones suelo publicar hilos en esa misma red social con las reuniones diplomáticas de alto nivel que cubro, con el ánimo de compartir la información para que se conozcan todas las posturas.

    Esos fueron los ‘increíbles’ hallazgos que ‘Conspiranoicos’ obtuvo sobre el presunto vínculo que mantengo con Vladimir Putin. Cualquiera diría que lo que se trataba era de hacer honor al propio título del programa. De hecho el tono y contenido durante todo el programa fue tan surrealista que la audiencia no sabía muy bien si por conspiranoicos se referían a los señalados o a los guionistas y presentadores del programa por ver en putinistas por todos lados.

    Ya en la mesa de tertulia, ocupada por presuntos expertos sin ninguna pluralidad, se dijo que yo parecía “muy preocupada por el imperialismo norteamericano”. Una corresponsal en Estados Unidos que relata el imperialismo estadounidense. Habrase visto tamaña osadía, utilizar mi posición para relatar el poder de Estados Unidos dentro y fuera de sus fronteras, en lugar de dedicarme a hacer crónicas de la gala de los Óscar, el último estreno hollywoodiense, la risa de Kamala Harris o, directamente, servir de vocera del Pentágono.

    Más allá de mi caricaturesco perfil, el programa fue un desfile bastante cómico de acusaciones y señalamientos torticeros en un espacio que en teoría se pretendía serio pero que, por ejemplo, decidió que su inicio fuera una especie de parte de guerra en el que se aseguraba que “España está siendo atacada” por Rusia, con el himno de la URSS como banda sonora. “Aquí no se debate, se argumenta”, llegó a decir el presentador, para a continuación no hacer ni uno ni lo otro.

    Algunos momentos francamente parodiables fueron cuando el presentador le preguntó al conocido periodista Vicente Vallés sobre el significado del “abrazo” entre Vladimir Putin y el periodista ruso español liberado en un intercambio de rehenes entre Occidente y Moscú como prueba de que es un espía. El otro comenzó sin vacilaciones su disertación sobre un abrazo que nunca sucedió y que las propias imágenes que ellos emitían en bucle desmentían. En otro momento, Vallés afirma haber visto un documento en el que González pide un aumento de sueldo al Kremlin. Cuando le preguntan el formato del documento, balbucea y dice que no lo sabe. Sin embargo ponen sobre impreso en pantalla el supuesto texto de ese mensaje. Más adelante, contactan con una experta en Moscú para discutir este tema y ella misma asegura que a los rusos no les interesa y que ella no puede asegurar que González sea espía.





    Podría seguir pero me parece que, llegados a este punto, quizá les esté haciendo demasiada promoción como para que alguien quiera rescatar el espacio con el objetivo de echarse unas risas. Yo misma he reflexionado sobre si este análisis pudiera ser contraproducente en este sentido. Al fin y al cabo, el programa sólo tuvo un mísero 4% de audiencia. Fue el menos visto de la televisión en España, superado incluso por un concurso de citas románticas y marcó mínimo desde su estreno en La Sexta. Sin embargo, no quería dar la callada por respuesta.

Poca audiencia, mucho peligro

    Si bien es cierto que lo burdo del contenido daba para que cualquier persona con un mínimo de sentido común lo tomase con humor, desgraciadamente, no todo el mundo goza de un estado mental sensato. En un contexto de polarización generalizada y de aumento de ataques a políticos y periodistas, semejante ejercicio de señalamiento macartista puede dar alas a, esta vez sí, la actuación de personajes violentos contra cualquiera de las personas a las que se nos colocó en una diana. Yo misma he afrontado y sigo afrontando insultos, amenazas (incluso de muerte), comentarios denigrantes en redes sociales y hasta episodios puntuales de acoso personal durante el ejercicio de mi trabajo. Esto supone que, rutinariamente, tenga que tomar algunas precauciones de índole personal. Si algún día sufro algún incidente, no les quepa duda de que este tipo de propaganda y demonizaciones, incluso burdas, contribuyeron a ello. En La Sexta, cadena que incluso ha llegado a producir documentales contra el ‘bullying’, se está dando pie a formatos que básicamente son un ejercicio del mismo en horario de pretendida máxima audiencia.

    No sólo el programa, también sus colaboradores. “Heil-caniche amaestrado”, “azafata de dictaduras”, “falangista del Caribe” o “tu único mérito es chillar y tragar” son sólo algunos ejemplos de insultos y calificativos que uno de ellos suele lanzar contra mí en redes sociales con tal asiduidad que, en más de una ocasión, numerosos usuarios le han llamado la atención y lo han calificado de auténtico acoso. No sé si puede llamarse así pero, lo que sí es un hecho, es que mientras yo ni siquiera sigo a los perfiles en cuestión, ellos sí parecen estar muy pendientes de lo que publico y son ellos quienes vienen expresamente a mi muro a hacerse notar. También es fácilmente comprobable que, las veces en las que he optado por no ignorarles y defenderme, han acabado siendo verbalmente vapuleados, por lo que no es descartable que hayan utilizado ‘Conspiranoicos’ como vendetta personal para criticar sin derecho a réplica, en un alarde de la falta de profesionalidad y valentía que les caracteriza.

    En este sentido, no es baladí el hecho de que el título del espacio fuese ‘Putinistas en España’, cuando yo hace más de siete años que ni vivo ni ejerzo en ese país. ¿Cómo se es putinista en España viviendo en Washington? Si el criterio de selección de mi persona es mi trabajo para la cadena pública rusa, llama la atención que fuese yo la diana y no el propio corresponsal de RT en España, mucho menos el compañero que también reporta desde Estados Unidos o figuras que sí hacen programas donde cabe la línea editorial y el comentario de opinión. Mi trabajo principalmente se centra en los noticieros y en programas de carácter informativo. Da la sensación, por tanto, que se ha intentado construir un enorme muñeco de paja mediante acusaciones sin sustento, para intentar neutralizar mi influencia en redes sociales y aprovechando el hecho de que la audiencia en España no puede comprobar por ella misma qué es lo que digo o hago. Recordemos que RT, además de llevar censurada en la Unión Europe más de dos años, también lo está en Youtube, la principal plataforma de vídeos del mundo.

    Valga la aclaración de que, en mis casi diez años ejerciendo para RT en Español, nadie ha sido capaz de exponer una sola mentira o argumentar propaganda alguna en ninguno de mis trabajos periodísticos. Ellos tampoco pudieron. Por el contrario, sí he sido internacionalmente reconocida e incluso premiada en diversas ocasiones en los propios Estados Unidos, esto último antes de que ese país y sus circunstancias geopolíticas decidieran que Rusia y cualquier cosa relacionada con Moscú fueran el enemigo a batir.




¿Conflicto de intereses?

    El programa ‘Conspiranoicos’ está presentado por Joaquín Castellón. Tal y como él mismo destaca en sus redes sociales, forma parte de la organización ICIJ, el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación. Según la propia página web del ICIJ, la organización se mantiene principalmente por donaciones de entidades financiadas por Estados Unidos, filántropos atlantistas o la propia Unión Europea. Tomemos como ejemplo uno de sus más conocidos mecenas, la NED.

    La Fundación Nacional para la Democracia (NED) es hoy en día uno de los principales elementos del llamado ‘soft power’ del gobierno de Estados Unidos para la promoción de sus intereses. Fundada en 1983 y pese a definirse como una ONG independiente, la NED depende de la financiación continua del Congreso estadounidense y de la Casa Blanca. Según la propia organización, la NED otorga más de 2.000 subvenciones para “apoyar proyectos” en el extranjero que trabajen por “objetivos democráticos”. Es decir, que sirvan a los intereses estratégicos de Washington.




    Ya en 1991, el fundador de la NED, Alan Weinstein, expresó sin rodeos en una entrevista con el Washington Post que, mucho de lo que estaban haciendo, era lo que había hecho la CIA hace 25 años. A través de sus diferentes institutos, la NED se ha convertido en el cerebro detrás de numerosos disturbios separatistas, revoluciones de colores, crisis políticas y bulos al servicio de Estados Unidos.




    No hay más que ver su junta directiva. En ella figura, por ejemplo, la escritora Anne Applebaum, conocida escritora neon y anticomunista, ligada a chiringuitos de inteligencia anglosajona y que, entre otras cosas, ha llegado a justificar el bombardeo de medios de comunicación palestinos. Applebaum está casada con el ex Ministro de Defensa, de Relaciones Exteriores y ex miembro del Parlamento Europeo de Polonia que agradeció a EEUU la voladura de los gasoductos Nordstream en su cuenta de Twitter. Cabe destacar que el presidente de España, Pedro Sánchez , se reunió el pasado 14 de octubre con Applebaum para abordar “cómo fortalecer las democracias”, fijando como prioridad “la lucha contra la desinformación”.

    Otra integrante de la junta directiva es Victoria Nuland, ex subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos de Estados Unidos y embajadora estadounidense en Ucrania durante el Maidán. Es conocida por decir “Fuck the EU” (que se joda la UE), al considerar que desde Bruselas no estaban siendo lo suficientemente agresivos a la hora de imponer la agenda de Washington en Kiev. Nuland es uno de los rostros y cerebros en los últimos tiempos de varios conflictos importantes con sello estadounidense, sirva como resumen esta radiografía de su trayectoria que yo misma elaboré cuando anunció su retiro.

    Sigamos. La productora detrás del programa ‘Conspiranoicos’ es Newtral, de la periodista Ana Pastor. Newtral mantiene acuerdos con la EFCSN, una red de “fact-checking”, lo que comúnmente se conoce como verificación de noticias, fundada por la propia Comisión Europea. La empresa de Pastor también trabaja con Google, matriz de Youtube (recordemos, plataforma de vídeo que desde hace más de dos años censura internacionalmente RT) o la red social Facebook, perteneciente a Meta. Son numerosas las investigaciones e informaciones sobre cómo Meta y las principales empresas tecnológicas se han convertido en auténticas puertas giratorias de miembros del Departamento de Estado estadounidense y del propio Pentágono. De hecho, las tecnológicas se nutren en buena parte de contratos con la rama militar de Estados Unidos. Recomiendo, por ejemplo, el trabajo de periodistas como Michael Shellenberger o Matt Taibi, periodistas dados a conocer sobre todo por formar parte de los llamados Twitter Files, una serie de revelaciones sobre cómo el gobierno de Estados Unidos utilizó y sigue utilizando las redes sociales para promover sus intereses y censurar a la disidencia.

    Es notorio el capítulo de la supresión de la historia en redes sociales del portátil de Hunter Biden. Para quien no la recuerde, a muy poco de la celebración de los pasados comicios presidenciales, las tecnológicas censuraron o minimizaron el impacto de dicho escándalo para no dañar la campaña de Joe Biden. La excusa, que se trataba de “desinformación rusa”, como así atestiguaron ni más ni menos que más de 50 ex oficiales de inteligencia. La historia se demostró que era verdadera.

    Más allá de los cuestionables objetivos y las relaciones de su productora, Ana Pastor es una conocida periodista que saltó a la fama trabajando para TVE, cadena pública española (financiada por el gobierno español habría que decir si usáramos el estilo de LaSexta) de la que posteriormente fue despedida. Es notable y aún viral en redes un intercambio que mantuvo con el ex presidente de Ecuador, Rafael Correa, quien le aseguró: “Desde que se inventó la imprenta, la libertad de prensa es la voluntad del dueño de la imprenta”. La frase fue pronunciada en una entrevista que ambos mantuvieron mientras Pastor ya estaba fuera del canal público desde donde había cuestionado previamente a Correa de manera tensa. “¿Qué pasó en TVE? ¿No decías que había independencia y todas esas cosas?”, le preguntó el ex mandatario.

    Pastor desarrolló después buena parte de su carrera en La Sexta, cadena de la que su marido, Antonio García Ferreras, es director. Ferreras, por cierto, es también presentador de uno de esos programas que se dedicaron a promover el espacio producido por su mujer, ‘Conspiranoicos’. Todo queda en casa. No obstante, si por algo es conocido, es por su estrecha relación con el empresario Florentino Pérez, uno de los mayores oligarcas de España, conocido por sus redes de poder y turbios negocios. Son remarcables, por ejemplo, los audios filtrados del propio Pérez reconociendo que Ferreras es “su hombre” en los medios o los que expusieron cómo el periodista era consciente de estar dando pábulo a un bulo en su programa contra el ex político de izquierdas Pablo Iglesias. El famoso: “Yo voy con ello pero esto es muy burdo”. Un escándalo y unos vínculos que exponen muy bien quién es el gerifalte de una cadena que intenta venderse como “progresista”.

    En el caso de Elia Gonzalo, la co presentadora del espacio encargada de establecer el perfil de cada uno de los señalados, poco se puede decir de ella. De hecho, apenas la mencionan en la web del programa y en la propia nota de presentación oficial del espacio, donde sólo se le califica de “experta”. Aunque su perfil en la red social X está protegido, Gonzalo sí ha publicado algunos ‘reels’ en Youtube con muestras de su trabajo en numerosos a la par que temporales magazines televisivos, donde destaca una enorme versatilidad. Es capaz de pasar de informar sobre vibradores sexuales y programas del corazón a “investigaciones” sobre los hombres y las mujeres “de Putin” en España.

Conspiranoicos. De qué estamos hablando.

    Conspiranoico es un término que fusiona con sentido despectivo las palabras “conspiración” y “paranoia”. Vendría a ser el equivalente del “conspiracy theorist” en inglés. Personas que caen en creencias infundadas o que tienden a interpretar determinados eventos o la realidad en general como producto de una conspiración.

    El término, aunque precede a la CIA (tal y como se encargó AP de puntualizar de una forma un tanto torticera recientemente) sí fue sobre todo popularizado por la agencia a raíz del asesinato de JFK, en un intento por acallar las voces críticas y las dudas sobre quién podría estar detrás del magnicidio. Desde entonces, se ha venido recuperando con más o menos asiduidad como arma arrojadiza discursiva a la hora de intentar denigrar o neutralizar posiciones que pretendían presentarlas como descabelladas.

    No me voy a extender mucho en este punto, pero sí diré que conozco parte de la historia relativa a esta cuestión porque yo misma dirigí un programa especial en el año 2021 en RT en Español sobre teorías de la conspiración en Estados Unidos. En él, repasaba con bastante más educación y rigor que la mostrada por La Sexta, algunas de las teorías de la conspiración más conocidas y hablaba con verdaderos expertos en este tema. A modo de resumen, apuntar que las conspiraciones forman parte del mismo origen de la nación norteamericana y que buena parte de la culpabilidad sobre la popularidad del fenómeno reside en una clase política y mediática deshonesta a la hora de abordar la corrupción del sistema. El espejo donde La Sexta parece querer mirarse.

    Más allá de que ‘Conspiranoicos’ haya resultado un ejercicio de deshonestidad intelectual, y por supuesto profesional, con escaso éxito, coincido con buena parte de la argumentación esgrimida en este brillante hilo en X.

    Además de una defensa en lo relativo a mi persona, la causa principal por la que he creído necesario publicar estos apuntes es porque considero vital que el público empiece a concienciarse sobre el objetivo real de programas como este.

    Vivimos en un contexto en el que se están eliminando a nivel internacional canales de noticias por orden del hegemón, se están construyendo aparatajes legales por parte de estados y organizaciones supra estatales para blindar su propia propaganda frente a la herramienta de cotejo que supone la información venida de bloques antagónicos; y se están difundiendo declaraciones, sin tapujos, de dirigentes políticos sobre la necesidad de moldear el discurso público mediante la censura.

    Los medios de comunicación tradicionales, utilizados por los sistemas de poder para crear consensos en torno a los mismos, viven una crisis de credibilidad. Desde hace un tiempo, elementos como el “fact-check” (algo que debería ser intrínseco al periodismo, sin necesidad de vigilante ajeno) fueron remedios ideados para intentar seguir marcando la superioridad o liderazgo de los de siempre, sin resultado. Ahora estamos en una fase de testar lo que se viene: un control férreo de la información.

    En este sentido, aquellos elementos que forman parte del sistema informativo tradicional, también se están dedicando a señalar al disidente y establecer elementos previos de neutralización. Valga como ejemplo el propio ‘Conspiranoicos’ sobre “putinistas”. En él se puso en la diana a personas de muy distinto carácter político, profesiones, objetivos y trabajos bajo un mismo saco descriptivo, mediante los métodos de culpabilidad por “presunta” asociación y contagio. Conocidas técnicas de señalamiento fascista. Una vez agrupados y convertidos de alguna forma en “tóxicos”, resultará más fácil convencer a la opinión pública (o los disidentes) de que deben de callar y estar de acuerdo cuando se les intente silenciar, por ejemplo.

    El método de contagio y equiparación no sólo es utilizado dentro de cada programa, sino en la serie en general. Es claramente intencional que el primero fuese dedicado a un youtuber muy influyente o que el próximo sea sobre antivacunas y negacionistas del cáncer. Se trata de mezclar elementos donde puede ya haber establecido un consenso social en contra, con personajes o ideas completamente legítimas pero contrarias a los intereses del poder de turno, con la intención de ampliar ese consenso y “encargarse” de quien incomoda.

    “No buscan ganar ninguna discusión, sino no callar jamás”. Fueron algunas de las afirmaciones categóricas que uno de los presuntos expertos del programa hizo en redes sobre los supuestos “putinistas” para promocionar el bizarro programa. Efectivamente, nadie me va callar. Incluso cuando intenten robarme el derecho a réplica.


Fuente: Helena Villar

domingo, 15 de septiembre de 2024

¿Cómo responderá la OTAN a su derrota en Ucrania?

 



En Moscú saben que, gane quien gane en Washington en noviembre, si Estados Unidos no acepta su derrota, la perspectiva de una guerra mayor está lista.


        La derrota militar de Ucrania está servida, pero lo más peligroso es que también, y sobre todo, será una derrota de la OTAN contra Rusia “por procuración” cargada de consecuencias para el liderazgo global occidental, dentro y fuera de Europa. Así que, tratándose de eso, la pregunta del momento es ¿cómo responderá la OTAN a su derrota en Ucrania?

Es el momento de restablecer la diplomacia y volver a las negociaciones, aunque llevará algún tiempo invertir la propaganda de la última década y preparar al público para una nueva narrativa. Como vimos en Afganistán, las élites político-mediáticas nos asegurarán que estamos ganando, hasta que huyamos de forma desorganizada con gente cayendo de los aviones”, dice el analista noruego Glenn Diesen. Glenn Diesen – The Increase in Ukrainian Casualties – Brave New Europe.




Mucho dependerá de las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos. Rusia deberá moderar las exigencias de su “victoria”, sea cual sea el significado y contenido real de tal palabra, pues la guerra también pasa allá una dura factura, seguramente con más de 200.000 muertos e inválidos. Además, la ocupación de territorio ucraniano puede ser una fuente de problemas, como apuntábamos hace más de un año. Ucrania está perdiendo la guerra, pero Rusia no la está ganando. – Rafael Poch de Feliu Pero ¿qué pasa si la OTAN no acepta su derrota, es decir si Estados Unidos persevera en su voluntad de desangrar a Rusia a costa de una guerra mayor? ¿Se dará rienda suelta a la histeria de bálticos y polacos sobre una “amenaza (ofensiva/ invasora) rusa” contra Europa que, además de inexistente, ha mostrado, precisamente, sus limitaciones militares en Ucrania? En ese caso, las cosas están en los términos ya conocidos: si es objeto del ataque de una fuerza militar superior como es la OTAN, el grupo dirigente ruso declarará un “peligro existencial” para Rusia, lo que según su doctrina, que está siendo corregida para hacerla más flexible, significa la posibilidad del uso del arma nuclear.

En Moscú hay razones sobradas para la preocupación. El secretario de Estado Blinken estuvo el martes en Kíev para dar lo que parece una luz verde al uso de misiles occidentales de largo alcance contra territorio ruso, algo que se hace sobre la información de la inteligencia y los satélites militares americanos y con participación directa de militares de la OTAN. Putin advirtió el jueves que tal decisión «cambiaría la misma naturaleza del conflicto”. «Significará que los países de la OTAN, EEUU y los países europeos, combaten contra Rusia» por lo que Moscú tomará “las decisiones (militares) correspondientes”, dijo. El Presidente de la Duma, Viacheslav Volodin, ha dicho que Rusia tendrá que utilizar «armas más potentes y destructivas en la defensa de sus ciudadanos”, y entre los expertos se especula con escenarios como ataques de respuesta a infraestructuras occidentales o con la destrucción de los puentes del Dnieper que hasta ahora Rusia ha respetado y que cortarían la comunicación terrestre y ferroviaria de Ucrania por la mitad.

Los programas de la tele rusa transmiten cierto cansancio por el estancamiento de la prometida “inevitable victoria”. Los militares parecen conscientes de que sin una movilización nacional en toda regla, cosa a la que el Presidente Putin no quiere arriesgarse, no hay capacidad militar para extender aún más la conquista de territorio ucraniano hacia Nikolayev y Odesa, privando por completo a Ucrania de salida al mar, que es lo que redondearía una victoria militar estratégica. Seguramente no interesa que el frente ucraniano colapse antes de las elecciones americanas, pero, gane quien gane en Washington en noviembre, en Moscú saben que si Estados Unidos/OTAN no acepta su derrota, la perspectiva de una guerra mayor estará servida. Nos llevan a una guerra mayor – Rafael Poch de Feliu

El Presidente Zelenski lleva la derrota impresa en el rostro. Ya no es aquel dinámico y voluntarioso personaje que hacia portadas en los principales semanarios europeos y americanos. Ahora se le ve cansado, preocupado y excitado. En los medios rusos se dice que él y su entorno de colaboradores, algunos de ellos procedentes del mundo del espectáculo, van subidos de cocaína, lo que puede ser propaganda para denigrarles. Zelenski ha perdido buena parte del favor de sus padrinos – hasta le señalan, falsamente, como autor del atentado americano contra el oleoducto Nord Stream – que no entienden su última remodelación de gobierno, ni la ofensiva militar contra la región rusa de Kursk, un desesperado gesto de imagen por el que pagará un alto precio militar, le dicen desde la prensa occidental más intervencionista. Los occidentales le instaron a romper las negociaciones entabladas en Minsk y Estambul en el mismo inicio de la guerra, y ahora no son consecuentes con la intensidad de la ayuda que entonces le prometieron. Es la hora de los reproches y los agravios. Zelenski tiene motivos para la preocupación.




Superado en número y armamento, el ejército ucraniano se enfrenta a una moral baja y a la deserción”, titula la CNN Ukraine’s military is struggling with low morale and desertion | CNN en un exhaustivo informe impensable en nuestros lamentables medios. Cinco son los puntos de la quiebra militar ucraniana; las posiciones estratégicas de los soldados son más débiles, faltan recursos, las cadenas de suministro no están suficientemente defendidas, las comunicaciones suelen fallar y la moral se desploma, explica Diesen. Una vez que comienza, el colapso suele adoptar un efecto de alud, dice.




Compañías militares al completo se retiran de sus posiciones sin permiso, lo que desbarata cualquier planteamiento defensivo. Que uno de los nuevos F-16 suministrados por la OTAN y pilotado por uno de los mejores oficiales de la aviación ucraniana fuera derribado en su estreno, hace dos semanas, por el “fuego amigo” de una batería “Patriot”, es síntoma de graves problemas de coordinación. Respecto a la retaguardia, unos 800.000 hombres ucranianos en edad militar han “pasado a la clandestinidad”, cambiando de domicilio y trabajando en negro para no dejar registro laboral y eludir la movilización, informaba el 4 de agosto el Financial Times, citando al jefe de la comisión de desarrollo económico del parlamento ucraniano, Dmitri Nataluji.




Los efectos de la carnicería que está sufriendo Ucrania son inconmensurables. El 78% de los ciudadanos declara tener parientes próximos y amigos que han resultado muertos o heridos en la guerra, según una encuesta telefónica realizada en mayo/junio del año pasado. Veremos qué factura arroja para el futuro todo ese bárbaro e injusto sufrimiento humano. El resentimiento contra Rusia de toda una generación de tantos ucranianos va para largo. Los videos sobre las razzias callejeras del ejército para apresar a quienes eluden el servicio han crecido exponencialmente en las redes sociales. También parece haber mejorado la información militar rusa sobre objetivos, como ilustra la destrucción de un centro militar aparentemente con gran concentración de técnicos militares de la OTAN en Poltava el 3 de septiembre. Y las perspectivas son aún más sombrías para Kíev, pues Rusia, especialmente después de la incursión militar ucraniana en Kursk, se está ensañando aún más con las infraestructuras energéticas del país.




Habiendo perdido ya la quinta parte de su territorio nacional y la tercera parte de su población, la perspectiva de un invierno con severos cortes de luz y calefacción anuncia un nuevo éxodo de centenares de miles de ucranianos hacia la Unión Europea este otoño/invierno. No estamos tan lejos de un colapso militar ucraniano que quizás sea cuestión de algunos meses.


Fuente: Blog de Rafael Poch