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domingo, 15 de septiembre de 2024

¿Cómo responderá la OTAN a su derrota en Ucrania?

 



En Moscú saben que, gane quien gane en Washington en noviembre, si Estados Unidos no acepta su derrota, la perspectiva de una guerra mayor está lista.


        La derrota militar de Ucrania está servida, pero lo más peligroso es que también, y sobre todo, será una derrota de la OTAN contra Rusia “por procuración” cargada de consecuencias para el liderazgo global occidental, dentro y fuera de Europa. Así que, tratándose de eso, la pregunta del momento es ¿cómo responderá la OTAN a su derrota en Ucrania?

Es el momento de restablecer la diplomacia y volver a las negociaciones, aunque llevará algún tiempo invertir la propaganda de la última década y preparar al público para una nueva narrativa. Como vimos en Afganistán, las élites político-mediáticas nos asegurarán que estamos ganando, hasta que huyamos de forma desorganizada con gente cayendo de los aviones”, dice el analista noruego Glenn Diesen. Glenn Diesen – The Increase in Ukrainian Casualties – Brave New Europe.




Mucho dependerá de las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos. Rusia deberá moderar las exigencias de su “victoria”, sea cual sea el significado y contenido real de tal palabra, pues la guerra también pasa allá una dura factura, seguramente con más de 200.000 muertos e inválidos. Además, la ocupación de territorio ucraniano puede ser una fuente de problemas, como apuntábamos hace más de un año. Ucrania está perdiendo la guerra, pero Rusia no la está ganando. – Rafael Poch de Feliu Pero ¿qué pasa si la OTAN no acepta su derrota, es decir si Estados Unidos persevera en su voluntad de desangrar a Rusia a costa de una guerra mayor? ¿Se dará rienda suelta a la histeria de bálticos y polacos sobre una “amenaza (ofensiva/ invasora) rusa” contra Europa que, además de inexistente, ha mostrado, precisamente, sus limitaciones militares en Ucrania? En ese caso, las cosas están en los términos ya conocidos: si es objeto del ataque de una fuerza militar superior como es la OTAN, el grupo dirigente ruso declarará un “peligro existencial” para Rusia, lo que según su doctrina, que está siendo corregida para hacerla más flexible, significa la posibilidad del uso del arma nuclear.

En Moscú hay razones sobradas para la preocupación. El secretario de Estado Blinken estuvo el martes en Kíev para dar lo que parece una luz verde al uso de misiles occidentales de largo alcance contra territorio ruso, algo que se hace sobre la información de la inteligencia y los satélites militares americanos y con participación directa de militares de la OTAN. Putin advirtió el jueves que tal decisión «cambiaría la misma naturaleza del conflicto”. «Significará que los países de la OTAN, EEUU y los países europeos, combaten contra Rusia» por lo que Moscú tomará “las decisiones (militares) correspondientes”, dijo. El Presidente de la Duma, Viacheslav Volodin, ha dicho que Rusia tendrá que utilizar «armas más potentes y destructivas en la defensa de sus ciudadanos”, y entre los expertos se especula con escenarios como ataques de respuesta a infraestructuras occidentales o con la destrucción de los puentes del Dnieper que hasta ahora Rusia ha respetado y que cortarían la comunicación terrestre y ferroviaria de Ucrania por la mitad.

Los programas de la tele rusa transmiten cierto cansancio por el estancamiento de la prometida “inevitable victoria”. Los militares parecen conscientes de que sin una movilización nacional en toda regla, cosa a la que el Presidente Putin no quiere arriesgarse, no hay capacidad militar para extender aún más la conquista de territorio ucraniano hacia Nikolayev y Odesa, privando por completo a Ucrania de salida al mar, que es lo que redondearía una victoria militar estratégica. Seguramente no interesa que el frente ucraniano colapse antes de las elecciones americanas, pero, gane quien gane en Washington en noviembre, en Moscú saben que si Estados Unidos/OTAN no acepta su derrota, la perspectiva de una guerra mayor estará servida. Nos llevan a una guerra mayor – Rafael Poch de Feliu

El Presidente Zelenski lleva la derrota impresa en el rostro. Ya no es aquel dinámico y voluntarioso personaje que hacia portadas en los principales semanarios europeos y americanos. Ahora se le ve cansado, preocupado y excitado. En los medios rusos se dice que él y su entorno de colaboradores, algunos de ellos procedentes del mundo del espectáculo, van subidos de cocaína, lo que puede ser propaganda para denigrarles. Zelenski ha perdido buena parte del favor de sus padrinos – hasta le señalan, falsamente, como autor del atentado americano contra el oleoducto Nord Stream – que no entienden su última remodelación de gobierno, ni la ofensiva militar contra la región rusa de Kursk, un desesperado gesto de imagen por el que pagará un alto precio militar, le dicen desde la prensa occidental más intervencionista. Los occidentales le instaron a romper las negociaciones entabladas en Minsk y Estambul en el mismo inicio de la guerra, y ahora no son consecuentes con la intensidad de la ayuda que entonces le prometieron. Es la hora de los reproches y los agravios. Zelenski tiene motivos para la preocupación.




Superado en número y armamento, el ejército ucraniano se enfrenta a una moral baja y a la deserción”, titula la CNN Ukraine’s military is struggling with low morale and desertion | CNN en un exhaustivo informe impensable en nuestros lamentables medios. Cinco son los puntos de la quiebra militar ucraniana; las posiciones estratégicas de los soldados son más débiles, faltan recursos, las cadenas de suministro no están suficientemente defendidas, las comunicaciones suelen fallar y la moral se desploma, explica Diesen. Una vez que comienza, el colapso suele adoptar un efecto de alud, dice.




Compañías militares al completo se retiran de sus posiciones sin permiso, lo que desbarata cualquier planteamiento defensivo. Que uno de los nuevos F-16 suministrados por la OTAN y pilotado por uno de los mejores oficiales de la aviación ucraniana fuera derribado en su estreno, hace dos semanas, por el “fuego amigo” de una batería “Patriot”, es síntoma de graves problemas de coordinación. Respecto a la retaguardia, unos 800.000 hombres ucranianos en edad militar han “pasado a la clandestinidad”, cambiando de domicilio y trabajando en negro para no dejar registro laboral y eludir la movilización, informaba el 4 de agosto el Financial Times, citando al jefe de la comisión de desarrollo económico del parlamento ucraniano, Dmitri Nataluji.




Los efectos de la carnicería que está sufriendo Ucrania son inconmensurables. El 78% de los ciudadanos declara tener parientes próximos y amigos que han resultado muertos o heridos en la guerra, según una encuesta telefónica realizada en mayo/junio del año pasado. Veremos qué factura arroja para el futuro todo ese bárbaro e injusto sufrimiento humano. El resentimiento contra Rusia de toda una generación de tantos ucranianos va para largo. Los videos sobre las razzias callejeras del ejército para apresar a quienes eluden el servicio han crecido exponencialmente en las redes sociales. También parece haber mejorado la información militar rusa sobre objetivos, como ilustra la destrucción de un centro militar aparentemente con gran concentración de técnicos militares de la OTAN en Poltava el 3 de septiembre. Y las perspectivas son aún más sombrías para Kíev, pues Rusia, especialmente después de la incursión militar ucraniana en Kursk, se está ensañando aún más con las infraestructuras energéticas del país.




Habiendo perdido ya la quinta parte de su territorio nacional y la tercera parte de su población, la perspectiva de un invierno con severos cortes de luz y calefacción anuncia un nuevo éxodo de centenares de miles de ucranianos hacia la Unión Europea este otoño/invierno. No estamos tan lejos de un colapso militar ucraniano que quizás sea cuestión de algunos meses.


Fuente: Blog de Rafael Poch

viernes, 6 de septiembre de 2024

Ucrania cada vez está más cerca del ‘momento Hiroshima’

 

Doctor en Economía y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad de Yale.

La gran paradoja es que la política de disuasión pretende evitar la guerra nuclear; sin embargo, esa estrategia puede requerir el uso de armas nucleares


        En agosto de 1945, Estados Unidos lanzó la bomba atómica sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Desde entonces no se han vuelto a utilizar armas nucleares en un conflicto. Sin embargo, esto podría cambiar pronto ya que aumentan las probabilidades de que Ucrania se enfrente a un momento similar al de Hiroshima.


Nube atómica sobre Hiroshima, 6 de agosto de 1945.

La situación en Ucrania ofrece a Rusia cada vez más motivos militares y geopolíticos para que utilice armas nucleares tácticas. A pesar de que será Rusia quien las emplee, Estados Unidos y la OTAN participan muy activamente en el proceso. Están atrapados en las garras de la locura neoconservadora que descarta con despreocupación las posibles consecuencias catastróficas y bloquea todas las salidas.



Las lecciones de Hiroshima y Nagasaki


Una forma de entender el momento actual es a través de la historia de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. Aquellos ataques también tuvieron motivaciones militares y geopolíticas. La primera es un hecho ampliamente reconocido: la segunda, no.

De acuerdo con la historia normalizada, en agosto de 1945, Japón estaba derrotado de facto y había manifestado su voluntad de rendirse “con condiciones”. Sin embargo, Estados Unidos quería una rendición “incondicional”. También calculó que la conquista de Japón podría suponer un millón de bajas estadounidenses. En consecuencia, optó por destruir Hiroshima y Nagasaki, con lo que logró su rendición incondicional sin dichas bajas.

La motivación geopolítica preocupaba a la Unión Soviética. Esta había declarado la guerra a Japón al día siguiente del ataque de Hiroshima, y Estados Unidos temía que conquistara el norte de Japón, poco defendido. Las bombas de Hiroshima y Nagasaki lo impidieron al poner fin a la guerra de forma abrupta. También enviaron a la Unión Soviética un mensaje intimidatorio sobre el poder de Estados Unidos.


El paralelismo con Ucrania


La guerra de Ucrania ha generado una lógica que recuerda a la de 1945. El paralelismo militar es claro. Rusia quiere poner fin a la guerra de un modo aceptable. Incluso después de haber conquistado las provincias del Donbás, se enfrentará a continuos ataques con armamento de largo alcance proporcionado por Estados Unidos y sus socios menores de la OTAN. 




La consiguiente pérdida de vidas y daños rusos será inaceptable. Las armas nucleares tácticas pueden poner fin al conflicto de forma quirúrgica, y Ucrania se verá obligada a aceptar el resultado o enfrentarse a una mayor destrucción.

El paralelismo geopolítico también es claro. En 1945, Estados Unidos envió un mensaje a la Unión Soviética. En Ucrania, las armas nucleares tácticas enviarán a Estados Unidos el mensaje de que si continúa con su estrategia de escalada progresiva del conflicto se arriesga a provocar una guerra nuclear en toda regla.


La locura neoconservadora: la escalada progresiva y la gota que colma el vaso


El neoconservadurismo es una doctrina política que sostiene que nunca más existirá una potencia extranjera, como la antigua Unión Soviética, que pueda desafiar la supremacía estadounidense. La doctrina otorga a Estados Unidos el derecho a imponer su voluntad en cualquier parte del mundo, lo que explica la intervención estadounidense en Ucrania, mucho antes de la invasión rusa de 2022. Inicialmente, la doctrina se sembró entre los republicanos de línea dura, pero, desde entonces, ha sido adoptada por los demócratas, y ahora impera desde el punto de vista político.


Desde finales de la década de 1990, el proyecto neoconservador ha impulsado una guerra a cámara lenta contra Rusia, basada en una estrategia de “escalada progresiva”. El primer paso fue la incorporación de los países centroeuropeos a la OTAN, a la que siguió la incorporación de las antiguas repúblicas soviéticas del Báltico. A partir de entonces, Estados Unidos empezó a fomentar el sentimiento antirruso en las antiguas repúblicas de Georgia y Ucrania. A largo plazo, pretende fomentar la desintegración de Rusia, tal y como defendió el asesor de Seguridad Nacional estadounidense Zbigniew Brzezinski en la década de 1990.




La implicación de Estados Unidos y la OTAN en Ucrania se ha caracterizado por una estrategia similar de escalada progresiva. En la década anterior a la guerra, Ucrania fue el mayor receptor de ayuda militar estadounidense de Europa y los miembros de la OTAN paralizaron el proceso de paz de Minsk. A partir de entonces, el compromiso se ha intensificado constantemente, convirtiendo la ayuda en una guerra de poder y, posteriormente, en un conflicto directo y tácito con Rusia. El calendario incluye sabotear las negociaciones de paz a principios de 2022; suministrar misiles antiaéreos Stinger, misiles antitanque Jaguar y munición de artillería; suministrar sistemas de defensa antiaérea con misiles Patriot; transferir reactores MIG-29 de antiguos países del Pacto de Varsovia; suministrar artillería de ultra largo alcance, carros de infantería avanzados y tanques; suministrar sistemas de cohetes HIMARS de largo alcance y misiles ATACMS y Storm Shadow de mayor alcance; y suministrar aviones F-16 modernizados.

Paralelamente, Estados Unidos ha proporcionado información por satélite, al tiempo que algunos asesores encubiertos han colaborado en ataques con misiles de largo alcance en el interior de Rusia, de los que cabe destacar los ataques al puente de Kerch, a buques de guerra rusos en el mar, a astilleros navales en Crimea y Novorossiysk, al sistema ruso de defensa AWACS de gran altitud y un ataque al sistema ruso de defensa contra misiles antibalísticos.




La estrategia de escalada progresiva tiene como objetivo tensar la cuerda, y se supone que se va tensando lo suficientemente poco como para negar a Rusia motivos para recurrir a la opción nuclear. Sin embargo, la estrategia corre el riesgo de no ser capaz de ver la gota que colme el vaso.


Poner fin a la guerra, poner fin a la escalada progresiva y restablecer la disuasión


Ponerse en el lugar del otro puede ser esclarecedor. Los objetivos de Rusia son tres. En primer lugar, quiere poner fin a la guerra en condiciones aceptables. En segundo lugar, quiere contrarrestar la estrategia estadounidense de escalada progresiva. En tercer lugar, quiere restablecer la credibilidad de su disuasión nuclear, que se ha visto comprometida por escaladas que han desdibujado líneas rojas que no deben cruzarse.

El uso de armas nucleares tácticas se ha vuelto cada vez más racional, ya que lograría los tres objetivos, razón por la cual la situación es grave. La gran paradoja es que la disuasión pretende evitar la guerra nuclear, sin embargo, el restablecimiento de la disuasión puede requerir el uso de armas nucleares, ya que demuestra la voluntad de hacerlo.





Muchos partidarios neoconservadores han hablado despreocupadamente del “farol nuclear de Putin”. La realidad es que la amenaza de represalias nucleares por parte de Estados Unidos es un farol. Ningún político o general estadounidense en su sano juicio se arriesgaría a una guerra termonuclear por el bien de Ucrania.


Un pronóstico desalentador


Todavía hay tiempo de detener la escena. El problema es que la paz ni siquiera se contempla. La viciada democracia de Ucrania está en suspenso, los extremistas de Azov tienen el control y cualquier ucraniano que se oponga a la guerra se enfrenta a penas de cárcel o algo peor.




En Estados Unidos, los neoconservadores están al mando y el público recibe continuamente una narrativa maniquea que pinta a Occidente como el bueno y a Rusia como el malo. Esa falsa narrativa se refuerza constantemente y dificulta el compromiso político y ético.

El pronóstico es desalentador. Irónicamente, lo que puede impedir un momento como el de Hiroshima es el éxito ruso en el campo de batalla.


Fuente:CTXT