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lunes, 13 de enero de 2025

Ucrania, incapaz de frenar a Rusia, pide tropas a Occidente

 

      Periodista y analista para Público en temas internacionales. Especialista universitario en Servicios de Inteligencia e Historia Militar.


Ninguneado por Trump, Zelenski utiliza su último cartucho y reclama la entrada de tropas occidentales en Ucrania y su implicación directa en la guerra contra Rusia


     El presidente electo estadounidense, Donald Trump, que asumirá su cargo el 20 de enero, lo ha vuelto a decir alto y claro: Ucrania no entrará en la OTAN, el premio de consuelo de Kiev por su derrota ante Moscú. Esta semana, Trump mostró su simpatía al rechazo ruso a esa adhesión, que consideró “una provocación innecesaria”. Kiev ha respondido con un órdago: que los aliados de Ucrania den un paso al frente y envíen sus propios contingentes militares al país en guerra.

Sin paños calientes, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, demandó este jueves en Berlín a sus socios occidentales que fueran “prácticos” y “valientes”, y que desplegaran en Ucrania sus tropas para “obligar a Rusia a ir hacia la paz”. Zelenski recordó que el presidente francés, Emmanuel Macron, ya propuso el año pasado que fuerzas europeas entraran en Ucrania.

Esta propuesta fue entonces rechazada en bloque, salvo por algún país báltico, sin capacidad operativa para mandar esas fuerzas. Ahora Zelenski indica que tiene incluso el apoyo de Londres.

Creo que ese despliegue de contingencia de los socios es uno de los mejores instrumentos. Seamos más prácticos para hacerlo posible. Y ya hemos escuchado señales de algunos de nuestros socios que nos apoyan en esto, del Reino Unido en apoyo de esto. Debemos ser valientes y proponer instrumentos verdaderamente fuertes”, aseveró Zelenski.

Zelenski: “Debemos ser valientes y proponer instrumentos verdaderamente fuertes”

El presidente ucraniano participó en la XXV reunión en la base estadounidense de Ramstein, Alemania, del grupo de 50 países que prestan apoyo militar a Ucrania. Es la última reunión de este Grupo de Contacto para la Defensa de Ucrania que convoca el presidente estadounidense, Joe Biden, antes de ser sustituido por Trump.

Y es posible que no haya más encuentros en Ramstein, pues Trump ya ha repetido que quiere poner fin a la guerra de Ucrania o al menos acabar con la participación estadounidense. A Zelenski se le notaron en Alemania los nervios ante la debacle que puede traer para su causa la llegada de Trump al poder, capaz de dejar solos a sus aliados europeos en defensa de la causa ucraniana.

Pérdida de confianza de los ucranianos en Zelenski

Nervioso también ante el rechazo que su dirección de la guerra está deparando en su propio país, donde casi tres años de contienda han llevado a la muerte de decenas de miles de soldados y de más de 12.300 civiles.

Según una encuesta del Instituto Internacional de Sociología de Kiev (KIIS), la confianza de los ucranianos en Zelenski se ha desplomado a lo largo de la guerra. Del 90% de apoyo que tenía Zelenski en mayo de 2022, apenas a tres meses de comenzar la invasión rusa, el respaldo se sitúa ahora en el 52%.

En mayo de 2022 solo un 7% no creía en Zelenski. Ahora es un 39% el que subraya abiertamente su desconfianza. Un 9% de los encuestados en este sondeo realizado en diciembre pasado considera difícil contestar a esa pregunta.

Por esta razón, Zelenski está también nervioso. Nervioso porque ese malestar interno crecerá, si continúan las batidas de reclutamiento forzoso de jóvenes para obligarles a ir al frente, donde el problema de la falta de efectivos es el más grave que afronta el ejército ucraniano, de ahí ese canto del cisne de Zelenski llamando a la guerra total en Europa para impedir el colapso ucraniano ante Rusia.


Soldados del ejército ucraniano descansan en la región de Donesk.

Deserciones y falta de soldados

Sin más soldados, sin muchos más soldados, Ucrania tiene perdida la guerra. De nada sirven los misiles de largo alcance occidentales, que apenas causan daños localizados en Rusia, o los carros de combate o los aviones F-16. Sin el correspondiente despliegue terrestre de miles de soldados, es imposible consolidar ningún avance ni aún menos detener los continuos asaltos de las fuerzas rusas.

Mermado por las deserciones, el cansancio y la desmoralización creciente, el ejército ucraniano solo puede defenderse, bombardeos limitados o protagonizar ofensivas puntuales que son fagocitadas inmediatamente por las respuestas rusas. Acaba de suceder con la última incursión ucraniana en Kursk, la región rusa invadida por el sur en agosto por miles de soldados ucranianos, que intentaron consolidar una cabeza de puente hacia el corazón de Rusia.

En vano, puesto que cinco meses después, las fuerzas rusas no solo han detenido el avance ucraniano en Kursk, sino que lo han hecho retroceder y ahora las unidades de Kiev controlan unos 400 kilómetros cuadrados, una tercera parte de lo invadido inicialmente. La ofensiva lanzada esta semana también se topó con una férrea defensa rusa que anuló la efectividad del ataque y además recuperó territorio.

Occidente: el arsenal de la democracia ucraniana

Ante esta situación bélica no es de extrañar que Trump vea con ojos muy distintos lo que ocurre en Ucrania a cómo lo hacen sus socios europeos o sus antecesores demócratas en la Casa Blanca. Éstos se dejan llevar por un enardecimiento chovinista que sigue viendo en Ucrania el campo de batalla donde Occidente se juega su propia existencia.

En Ramstein, donde se palpaba ya el ambiente de ruptura de la unidad en el apoyo a Ucrania, las actuales autoridades estadounidenses insistieron en defender un frente común ante Rusia. El presidente Biden ha sido el principal impulsor de la ayuda armamentística a Kiev y aún trata de sacar los últimos paquetes de asistencia militar, aunque tales montos no puedan darle ya la vuelta al conflicto.

No debemos detenernos ahora. La coalición no debe flaquear, no debe vacilar y no debe fracasar”, dijo al concluir el encuentro de Ramstein el todavía secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin. El jefe del Pentágono lanzó una soflama sobre los peligros que Rusia supone para el mundo entero y defendió de forma elocuente el papel de la coalición liderada por Estados Unidos como “arsenal de la democracia ucraniana” y “motor de la seguridad mundial”.

Los aliados de Kiev han proporcionado hasta ahora ayuda militar por cerca de 122.000 millones de dólares, de los que más de 70.000 millones correspondieron a la ayuda estadounidense. En Ramstein, Austin anunció un paquete final de ayuda, con Biden como signatario, por otros 500 millones de dólares.

El Pentágono ya mira la confrontación con Rusia en una nueva etapa

Pero más allá de las proclamas por un mundo “libre” que se imponga sobre el “imperialismo ruso” lanzadas por el representante estadounidense, Austin no pudo evitar poner los pies en la tierra y sugerir que esta guerra tiene los días contados.


Una mujer sentada sobre las ruinas de una casa destruida por un ataque nocturno con drones rusos, en Odesa, en el sur de Ucrania.

Lo hizo cuando se refirió a las hojas de ruta elaboradas por los 15 países que lideran al medio centenar reunidos en Ramstein y que prevén cubrir las necesidades militares más urgentes de Ucrania.

Austin dijo que tales planes se extienden hasta 2027 y que los aliados de Kiev “pueden seguir ayudando a Ucrania a crear una fuerza que disuada otra agresión rusa a largo plazo, mientras que Ucrania implementa sus propias reformas esenciales en la movilización y otras áreas”.

Es decir, el jefe del Pentágono ya contempla la defensa de Ucrania en una segunda etapa, con vistas a una eventual “agresión rusa a largo plazo”, después de que Kiev haga sus propios deberes, como la reforma del reclutamiento para conformar un nuevo ejército que pueda volver a enfrentarse a Rusia en el futuro.

Hasta el propio Zelenski admitió el cambio que se va a producir a partir del 20 de enero. “Está claro que comienza un nuevo capítulo para Europa y para todo el mundo” , aseveró en Ramstein.

Trump con Putin en el rechazo a la entrada de Ucrania en la OTAN

Esta semana, Trump lamentó no haberse podido reunir con el presidente ruso, Vladímir Putin, antes de su investidura dentro de menos de diez días. En una rueda de prensa en su club Mar-a-Lago, en Palm Beach, Florida, Trump de nuevo dejó entrever el cambio de rumbo que puede dar la política internacional antes de que termine enero.

Trump dijo entender la posición del Kremlin rechazando la entrada de Ucrania en la OTAN.

Una adhesión que, subrayó, había sido impulsada por Biden y sus amigos de la Alianza. Esto, junto con otras circunstancias, llevó a la actual confrontación con Moscú, dijo.

Ya en la cumbre de la OTAN de Bucarest en 2008 se planteó a Ucrania y Georgia esa posibilidad de integrarse en la Alianza. La consecuencia fue, ese mismo año, la invasión de Georgia por Rusia. Pero ni siquiera entonces se supo ver en Bruselas el alcance de la oposición radical de Moscú a la entrada ucraniana en la OTAN.

En Palm Beach, Trump consideró esta posibilidad como una provocación innecesaria de consecuencias muy peligrosas a las que Biden contribuyó con sus renovadas promesas a Kiev meses antes de que Moscú lanzara su invasión. “Rusia siente que tiene al enemigo a las puertas y yo podría entender sus sentimientos al respecto”, añadió.

El fin de la guerra antes del verano y una inminente cita con Putin

Aunque Trump ha reiterado que podría poner fin a la guerra de Ucrania en 24 horas, esta vez se mostró más cauto con los plazos. “Espero disponer de seis meses. Quiero pensar que podría conseguirlo antes de seis meses”, afirmó Trump cuando le preguntaron si solucionaría el conflicto en el plazo de medio año.


La gente inspecciona los edificios dañados tras un ataque con misiles rusos en Ucrania.

Una pista preocupante para Zelenski de lo que puede decidir Trump la puso de manifiesto esta semana cuando decidió posponer, hasta después de la jura de su cargo, la anunciada visita a Kiev del que será su enviado especial para Ucrania, el general retirado Keith Kellogg.

Kellogg también tenía previsto reunirse con destacados cargos gubernamentales europeos, en Roma y París, por ejemplo. El retraso del viaje podría indicar que Trump pretende hacer algún anuncio importante, dirigido especialmente a Rusia, sobre la política que adoptará su Administración en torno a Ucrania.

Ese mensaje podría ser incluso el de un próximo encuentro entre Trump y Putin, tal y como el nuevo mandatario estadounidense sugirió en su rueda de prensa.

Fuente: Público

martes, 17 de diciembre de 2024

La deriva autoritaria de la UE

 

     Licenciado en Pedagogía y Psicopedagogía. Integrante de Brigadas de Solidaridad en Irak, Cuba o Siria y colaborando con los refugiados palestinos.


La Unión Europea, ese supuesto faro de democracia y progreso, ha perdido la bitácora, el GPS, la brújula y hasta el mapa y apunta hacia una ciénaga de inconsistencias y despotismo. ¿El fin del sueño europeo?



¿VERGEL O CIÉNAGA?


     Hay momentos en los que la realidad golpea con tal fuerza que no puedes evitar preguntarte si los guionistas de la tragicomedia que vive la UE están compitiendo por el Oscar del absurdo. Lo que en los folletos publicitarios se vendía como un vergel de ideales compartidos ahora se hunde en aguas cenagosas en las que la voluntad popular es sistemáticamente ignorada y vilipendiada Son los grandes grupos de poder los que dirigen la política comunitaria. Muchos autores han reflexionado sobre la deriva autoritaria que han emprendido la UE y el capitalismo neoliberal, incapaz de afrontar la nueva crisis social y económica que nos asalta. Es, desgraciadamente, la tendencia dominante en curso. Los escenarios y los cambios se suceden a tal velocidad que es difícil seguir sus movimientos.


FRANCIA: EL MESÍAS NEOLIBERAL

¡Ah!, Francia, la cuna de la Revolución y también de esa extraña habilidad para convertir los principios republicanos en papel mojado. Emmanuel Macron, ese presidente que tiene más vidas políticas que un gato, sigue aferrado al poder con la desesperación de un “trader” en plena crisis bursátil. Mientras su popularidad cae en picado, él sigue empeñado en imponer un programa que huele a los manuales y deseos de sus donantes. A fin de cuentas, como fiel funcionario de la Banca Rothschild y de BlackRock espera que sus servicios sean debidamente recompensados. Los ideales de los que ha presumido (Liberté, Égalité, Fraternité) son mera propaganda para crédulos, que siempre los hay.

¿Su última genialidad? Fue nombrar a un primer ministro con un respaldo popular digno de un meme: un glorioso 4% en las elecciones parlamentarias. Obviamente, esto desencadenó una moción de censura y un caos político que Macron enfrenta con su arrogancia habitual. Mientras tanto, Bruselas le exige recortes de 60.000 millones de euros en gasto público. ¿El objetivo?: Transferir riqueza pública a manos privadas. ¿El método?: Privatizar las pensiones porque hay que financiar la costosísima guerra en Ucrania. Nada habla tan bien de la “democracia” como dejar a tus jubilados al albur de los mercados y con míseras pensiones. Macron, en su huida hacia la nada, vuelve a tener una “genial idea” para capear el temporal que tiene en casa. Propuso, en su visita a Varsovia, que tropas de la OTAN organizadas como “cascos azules” incursionen en territorio ucraniano y creen una zona de amortiguación entre el ejército ucraniano y las fuerzas rusas. Mientras tanto, Namibia, uno más, se suma a la lista de países que expulsan tropas francesas. El imperio colonial se liquida y se diluye como un azucarillo en una taza de café.


ALEMANIA: ELECCIONES EN PAUSA POR… ¿FALTA DE PAPEL?

Pasemos a Alemania, donde parece que la eficiencia alemana es ahora un mito del pasado. Primero fue la ministra de Exteriores, Annalena Baerbock, quien decidió insultar, en un rapto de soberbia, al presidente chino en su última visita a Pekín; primero “le exigió” que dejara de rearmar a Rusia, a continuación redondeó el discurso llamándolo «dictador». Porque, claro, nada mejor para un país que vive de exportar coches a China que enemistarse con su principal cliente. Pero no se preocupen, que el caos no termina ahí. Resulta que el Consejo Electoral Federal anunció que las elecciones parlamentarias podrían no celebrarse por… ¡falta de papel! Sí, lo han leído bien. La gran Alemania, incapaz de garantizar elecciones porque, al parecer, los bosques no dan abasto. Ruth Brand, directora de la comisión electoral, afirma que este problema logístico es «enorme». Claro, tan enorme como el miedo a que los resultados no sean los esperados. ¿Coincidencia? ¿Casualidad? Dejen que sus teorías conspirativas hagan el resto.


RUMANÍA: TEATRO DEL ABSURDO

Rumanía, donde las elecciones son más una opereta que un ejercicio democrático. El 2 de diciembre finalizaba la primera vuelta de las elecciones. Con un 22,94 %, ganó Galin Georgescu, el candidato no deseado por la UE; mientras que su contrincante Elena Lasconi pro-UE obtenía el 19,18%. La campaña electoral del ganador fue complicada puesto que se intentó desacreditarlo con acusaciones de todo tipo; la más grave: estar financiado por Putin; a pesar de ello el Tribunal Constitucional validó los resultados. Pero justo cuando la segunda vuelta estaba en marcha y los votos de la diáspora empezaban a llegar… ¡zas!, la elección fue suspendida. Había intervenido, amenazando públicamente, el portavoz del Departamento de Estado de EEUU, Matthew Millery. La recomendación surtió rápidamente efecto y el Tribunal Constitucional invalidó las elecciones que él mismo había validado cuatro días antes. ¿La razón…? Volvió a surgir, como el brazo incorrupto de Santa Teresa, la mano todopoderosa de Moscú. Un cambio de opinión tan repentino apesta a intervención externa. No es por ser malpensados, pero una hora antes de que se emitiera la nueva resolución del Tribunal aterrizó en Bucarest un enviado especial del Pentágono. Pura coincidencia, ¿verdad? Mientras tanto, el vodevil continúa. Como el filosofo Diógenes, que buscaba un hombre honrado con un candil, las élites otanistas buscan ahora desesperadamente a un candidato más «aceptable». La democracia en algunos países de la UE se vuelve tan elástica que acaba olvidando la voluntad popular y se adapta a las necesidades del poder.


MOLDAVIA: REFERÉNDUM A MEDIDA

En Moldavia, el arte de “ajustar” las reglas del juego alcanzó nuevos hitos. En su referéndum para ingresar en la UE que se celebró a finales de octubre, los gobernantes pro-Bruselas decidieron negar el voto a los 400.000 moldavos que viven en Rusia. Mientras tanto, en Europa Occidental las urnas parecían crecer como hongos después de la lluvia. Dos urnas para 400.000 votantes en Rusia, frente a una distribución generosa en el resto del continente. ¿Qué hubiera dicho Occidente si eso lo hubiera hecho Maduro? ¿Democracia? Solo cuando conviene.


GEORGIA: ¿DEMOCRACIA O DECORADO?

Georgia, aunque no es miembro de la UE, sigue siendo un escenario clave para las intrigas de Bruselas. En las últimas elecciones, el partido gobernante arrasó con una ventaja aplastante. Los observadores europeos calificaron el proceso como impecable, pero, claro, el problema no era cómo se votó, sino quién ganó. El partido gobernante, Sueño Georgiano, obtuvo el 53,93% de los votos; la suma de los sufragios obtenidos por toda la oposición junta alcanzó el 37,79%. La presidenta georgiana, aunque francesa de nacimiento y diplomática por ocupación, fue nacionalizada gracias a un arreglo parlamentario hace muy pocos años. Ha decidido no abandonar la presidencia del país ni tampoco convocar elecciones presidenciales, como era prescriptivo, en diciembre del 2024. Como el resultado electoral no gustó a la OTAN ni a la UE, las ONG financiadas por Occidente orquestaron disturbios para intentar derrocar al gobierno. Incluso varios ministros de exteriores bálticos participaron en persona en las manifestaciones. Ironías del siglo XXI: democracia sí, pero solo si sirve a los intereses de Occidente.


GAZA: LA MORAL A CONVENIENCIA

Y llegamos al gran elefante en la habitación: Gaza. Mientras la UE reparte lecciones de derechos humanos con la “supuesta” autoridad moral de un santo, su complicidad con el genocidio en Gaza es clamorosa. Eso sí, siempre hay tiempo para un comunicado anodino que “llama a la contención” de la resistencia libanesa o palestina. Pedir contención a un pueblo sin agua, alimentos, ni electricidad es el nuevo estándar de la justicia europea. Mientras Bruselas financia ONGs en todo el mundo para “promover la democracia”, ignora deliberadamente la demolición de hospitales y barrios enteros en Gaza. Tal vez los derechos humanos solo se aplican cuando no incomodan a ciertos aliados estratégicos. Las contradicciones entre los discursos y los hechos, sino fuera tan trágico, alcanzarían niveles de parodia.


ÚRSULA VON DER LEYEN: LA REINA DE LA DOBLE MORAL

Y finalmente, Ursula von der Leyen. El rostro visible de esta ciénaga autoritaria, capaz de pactar con la ultraderecha más xenófoba si es necesario para conservar el sillón, vuelve a imponer su criterio aún en contra de países tan importantes como Francia. Su reciente acuerdo con Mercosur, tras dos décadas de negociaciones, parece un regalo para la industria alemana a costa del campesinado europeo. Los productos agrícolas latinoamericanos verán reducidos o suprimidos los aranceles a cambio de que los coches alemanes acumulados en campas por decenas de miles, por fin tengan salida. Eso creen algunos fabricantes; el precio: una revuelta agrícola en Europa. Eso sí, los intereses de los grandes patronos están bien protegidos. Y, como no hay dos sin tres, el flamante comisario de Defensa europeo, el lituano Andrius Kubilius, reclama que Europa aporte cientos de miles de millones de euros para preparar la guerra “inevitable “contra Rusia. ¿Qué les habrán puesto a la mayoría de los políticos bálticos en el agua de beber para hacer tan mañas declaraciones?


CONCLUSIÓN: ¿EL FIN DEL SUEÑO EUROPEO?

La deriva autoritaria de la UE no es una percepción, es un hecho. Entre elecciones manipuladas, gobernantes ilegítimos pero aferrados al poder como lapas y una moralidad selectiva, Europa se desliza hacia una crisis democrática. Quizá la UE no sea una ciénaga, pero lo que es seguro es que no es un vergel. Es un jardín descuidado donde las malas hierbas han tomado el control. Y mientras, los ciudadanos europeos siguen aferrados al mito de un continente de paz y prosperidad. Quizá sea hora de despertar. Porque lo que está en juego no es poco.

Fuente: EL VIEJO TOPO

lunes, 14 de octubre de 2024

Un motín contra el orden de Occidente

 

Entrevista de Loren Balhorn a Peter Mertens


 
Loren Balhorn es redactor jefe de la edición en alemán de Jacobin.

 
Peter Mertens es secretario general del Partido de los Trabajadores de Bélgica.


    La hegemonía occidental está en decadencia y la izquierda debe hacer frente a un nuevo equilibrio de poder internacional. Peter Mertens, secretario general del Partido de los Trabajadores de Bélgica, nos habló de lo que significan los “motines” en el Sur Global para la estrategia socialista.


Peter Mertens, secretario general del Partido de los Trabajadores de Bélgica.

    Desde hace aproximadamente una década, la idea de un “orden mundial” liderado por Occidente se viene desmoronando. Estados Unidos es cada vez más incapaz de desempeñar su autoproclamado papel de policía global, con su legitimidad manchada por desastrosas guerras ilegales en el exterior y las asperezas de su propio combate político interno. Potencias en ascenso como China y la India ya no se conforman con desempeñar un papel secundario frente al hegemón mundial.

    Estos cambios están todavía en sus inicios, pero cada vez resulta más evidente que está surgiendo un nuevo equilibrio de poder en el escenario mundial. Este es el tema de Mutiny, un nuevo libro de Peter Mertens, secretario general del Partido de los Trabajadores de Bélgica (PTB). Mertens habló con Jacobin sobre cómo está cambiando nuestro mundo y qué piensa que esto significa para los socialistas de Occidente y Oriente por igual.



Peter Mertens pronuncia un discurso en Bruselas el 10 de marzo de 2024. 


    Loren Balhorn:

    Su nuevo libro, Mutiny, no es exactamente lo que se hubiera esperado del secretario general de un partido obrero marxista. Supongo que esperaba algo un poco más prolijo. ¿Puede contarnos algo sobre cómo surgió y qué pretendía lograr con él?


    Peter Mertens:

    Dos cosas me resultaron importantes a la hora de escribir el libro: primero, entender el cambiante orden mundial actual, porque están sucediendo muchas cosas: hay una guerra en Europa, un genocidio en Gaza que se desarrolla en tiempo real en nuestros teléfonos inteligentes, la extrema derecha explota en Francia y Alemania, y más. Hace quince años, nadie lo habría imaginado. Así que quería entender por mí mismo lo que está sucediendo tanto en el ámbito político como en el económico.




    El segundo paso fue traducir todo esto a un lenguaje comprensible. Mis libros tratan de la democratización del conocimiento, también aquí en Bélgica. En estos momentos están sucediendo muchas cosas: Audi pretende cerrar su planta de Bruselas, por ejemplo. Es una de las dos fábricas de automóviles que quedan en este país, mientras que hace quince años había cinco, y mucha gente quiere entender por qué.

    Me complace que el libro se esté utilizando en algunos sectores de los sindicatos belgas para entender cuestiones como la Ley de Reducción de la Inflación de Joe Biden, la creciente rivalidad entre Estados Unidos y China y lo que podrían significar para Europa. El mayor cumplido que recibo es cuando un trabajador me escribe y me dice: “Esta fue la primera vez que leí un libro de no ficción. Pensé que era demasiado estúpido para entenderlo, pero lo hice”. La gente quiere entender y puede, pero hay que darles acceso a la información.


    Loren Balhorn:

    Analicemos un poco la metáfora del título del libro: “motín”. ¿A qué se refiere exactamente? ¿Dónde está ocurriendo este motín?


    Peter Mertens:

    Después de la desaparición de la Unión Soviética en 1991, se pensaba que habíamos llegado al fin de la historia: Estados Unidos sería el país dominante para siempre. Después de eso, por supuesto, hubo varios puntos de inflexión, o lo que yo llamo “momentos decisivos”, pero hoy está sucediendo algo más: por primera vez, las economías del Sur Global, de los cinco países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) son más grandes que las del G7. Esto es notable y completamente diferente de los años 50 y 60, cuando había un Movimiento de Países No Alineados que, por supuesto, era políticamente mucho más radical, claramente antiimperialista y anticolonial, pero económicamente todavía muy dependiente del Norte Global.




    El cambio se produce en el plano económico, pero también tiene consecuencias en el plano político. ¿Quién habría pensado, hace quince años, que Irán y Arabia Saudita se reconciliarían gracias a la mediación china? ¿O que las catorce facciones palestinas se unirían y firmarían una declaración conjunta, también mediada por los chinos? ¿O que el presidente namibio reprendería a Alemania en la escena mundial?

Hay un “doble motín”, con el poder desde abajo, pero también un motín que ocurre en las altas esferas de los países del Sur Global

    No me malinterpreten: no me hago ilusiones de que todos estos gobiernos sean progresistas. Es una mezcla de factores. Pero, para ceñirme a la metáfora, hay un motín en marcha en las altas esferas. Hay una nueva confianza en sí mismos y una mayor asertividad en el Sur Global.


    Loren Balhorn:

    ¿Se refiere usted a las élites gobernantes del Sur Global?


    Peter Mertens:

    Sí, exactamente. Dentro del aparato estatal. También hay poder desde abajo, con movimientos de base que intentan impulsar una agenda progresista. Ése es el motín que se desarrolla bajo cubierta. Pero también en la superficie, el Sur Global está en crisis, en busca de una nueva forma de no alineamiento, una realpolitik que sirva a los intereses nacionales. Por eso lo llamo un “doble motín”.

    Por ejemplo, el gobierno de Narendra Modi en la India es evidentemente reaccionario: ataca al campesinado, no hace nada para proteger los derechos de las mujeres y desata pogromos racistas contra los musulmanes. Casi se podría decir que es una especie de fascismo indio. Bajo la cubierta, hay un movimiento de campesinos, un movimiento de mujeres y un movimiento de la clase trabajadora que se oponen a ese gobierno. Pero al mismo tiempo, sobre la cubierta, en el escenario internacional, hay una especie de motín del gobierno indio contra el orden mundial actual, con el ministro de Asuntos Exteriores S. Jaishankar diciendo a Washington en términos inequívocos que la India nunca se unirá a la OTAN, aunque Estados Unidos quisiera que lo hiciera.




    El gobierno de Sudáfrica no es reaccionario, pero también está claro que el Congreso Nacional Africano (ANC) fue responsable de muchas privatizaciones y políticas neoliberales que aumentaron enormemente la brecha entre ricos y pobres. Estuve en Soweto para una presentación de mi libro y hablé con miembros de la NUMSA (Unión Nacional de Trabajadores Metalúrgicos de Sudáfrica), que se separaron de la principal confederación sindical y protestaron contra el gobierno. El nivel de corrupción y desigualdad allí es una locura, es como dos mundos en un solo Estado. Pero al mismo tiempo, Sudáfrica es el único país que se ha enfrentado a Israel en la Corte Internacional de Justicia, y lo está haciendo de una manera muy seria.




    Ése es el enfoque dialéctico que adopto en el libro. Creo que tenemos que apoyar este motín en la cúpula sin hacernos ilusiones de que conducirá necesariamente a una política más progresista. El mundo se está inclinando, pero puede inclinarse en cualquier dirección.

En Europa, en la izquierda, tendemos a tener una visión muy derrotista y pesimista del futuro, basada en la nostalgia del pasado


    Loren Balhorn:

    Usted hizo alusión a la política del Movimiento de Países No Alineados, la última vez que el orden mundial comenzó a “inclinarse”. Otro precedente histórico que podríamos considerar sería la ola revolucionaria posterior a la Primera Guerra Mundial, cuando el orden mundial no sólo se inclinó sino que estuvo a punto de ser derrocado.

    Usted mismo ha dicho que el motín actual es fundamentalmente económico y, en términos de radicalismo político, bastante moderado. Teniendo en cuenta esa realidad, ¿en qué medida representa realmente una oportunidad para la política socialista?


    Peter Mertens:

    Creo que lo primero es recuperar la esperanza y la confianza en uno mismo. En Europa, en la izquierda, tendemos a tener una visión muy derrotista y pesimista del futuro, basada en la nostalgia del pasado, de las revoluciones socialistas del siglo XX. Y sí, los movimientos obreros del siglo XX consiguieron muchas cosas (sistemas de seguridad social, por ejemplo), al menos en parte porque nuestras clases dirigentes tenían miedo de una revolución socialista.

    Pero tenemos que vivir en el presente; el año 2024 no se parece en nada al período posterior a la Primera Guerra Mundial, con movimientos obreros de masas en Italia, Austria, Alemania, Hungría, etc. No estamos en esa situación. Pero las cosas están cambiando —objetivamente, económicamente— y la gente está buscando explicaciones. Como marxistas, deberíamos tener la confianza en nosotros mismos para proporcionar esas explicaciones.

    ¿Por qué los precios son tan altos? ¿Por qué los ministros del gobierno nos dicen que bajemos la calefacción en invierno? ¿Por qué Europa occidental se ve amenazada de repente por la desindustrialización? Nosotros, la izquierda, el movimiento de la clase trabajadora, tenemos respuestas a esas preguntas. No tenemos soluciones para todos los problemas, pero tenemos una visión de un mundo más igualitario, más ecológico y más democrático que el podrido sistema actual.

    Pero lo más importante es que debemos tener la confianza en nosotros mismos para luchar, para ir a las zonas obreras y librar la batalla de las ideas contra la extrema derecha, contra los fanáticos religiosos. Las condiciones están empeorando para los trabajadores en toda Europa, y creo que estamos en el comienzo de una fase más larga -cinco años, diez años, no sé- de lucha por sus ideas, de lucha por la clase obrera. Todavía no hemos llegado a un punto en el que tengamos un mundo que ganar: primero tenemos que ganar a la clase.





    Loren Balhorn:

    Vale, pero si hablamos de ganarse el apoyo de las clases trabajadoras europeas, ¿qué les ofrece el motín global? Si nos fijamos en el espectro de la desindustrialización, por ejemplo, se podría achacarlo a las sanciones contra Rusia, pero también hay tendencias más amplias e irreversibles en juego, como el crecimiento de la industria china de vehículos eléctricos. ¿No es esto una especie de juego de suma cero para muchos trabajadores?


    Peter Mertens:

    No creo que el proteccionismo sea la respuesta, pero lo que ha ocurrido en los últimos cinco años, y especialmente desde la guerra ilegal de Rusia contra Ucrania, es que Europa se ha vuelto cada vez más dependiente económicamente de Estados Unidos. En ese sentido, Estados Unidos ha sido el mayor ganador de la guerra de Rusia hasta ahora.




    Lo que necesitamos, lo que necesita la clase obrera europea, es una visión de una Europa que sea independiente de Rusia, pero también de Estados Unidos y China. Europa necesita un poco de confianza en sí misma como continente, no como un continente imperial, sino como un continente que sigue su propio camino, porque creo que perderemos si nos vemos envueltos en un conflicto entre Estados Unidos y China.

Necesitamos un plan de inversiones sociales y ecológicas a escala masiva como parte de una estrategia industrial europea más amplia

    Necesitamos un plan de inversiones sociales y ecológicas a gran escala como parte de una estrategia industrial europea más amplia. Mencioné la Ley de Reducción de la Inflación de Biden; Europa tiene una respuesta para eso, el Pacto Verde, pero consiste principalmente en incentivos y subsidios para el sector privado. Eso no es lo que necesitamos para abordar los desafíos que enfrentamos.

    Fui a Berlín mientras hacía la investigación para el libro y, como belga, esperaba ingenuamente que los trenes alemanes llegaran a tiempo. ¡Fue una catástrofe! Pero no se trata solo de Alemania ni de Bélgica: en toda Europa, nuestros sistemas de transporte están infrafinanciados, nuestras escuelas están infrafinanciadas, nuestros hospitales están infrafinanciados. Necesitamos inversiones masivas en infraestructura pública en todos los ámbitos, lo que, por cierto, también creará muchos puestos de trabajo.




    No se trata de un enfoque revolucionario ni socialista, sino básicamente de un enfoque neokeynesiano. Pero esa es la fase en la que nos encontramos ahora, una fase de caos, y tenemos que plantear propuestas democráticas, sociales y ecológicas concretas para salir de ese caos.


    Loren Balhorn:

    No estoy en desacuerdo, pero ¿no se podría decir que, en Europa, nuestro motín ya ha llegado y se ha ido? Jeremy Corbyn fue derrotado y expulsado del Partido Laborista; la izquierda en España ha sufrido una serie de palizas electorales; en Alemania, Die Linke está al borde del colapso. Mientras tanto, la extrema derecha está ganando elecciones en un país tras otro. ¿No se ha desplazado el impulso hacia el otro lado?


    Peter Mertens:

    No, no estoy de acuerdo. Puede que hayamos perdido algo de impulso, pero el potencial sigue estando ahí. En el plano social y económico, todos los problemas siguen ahí, y la ira de clase sigue ahí. Se expresa de muchas maneras. Miremos a Francia: primero tuvo el movimiento de los chalecos amarillos, luego tuvo algunas de las mayores oleadas de huelgas desde 1968. En mi libro describo el “invierno del descontento” del año pasado en Gran Bretaña, que fue mucho más grande y duró mucho más que los disturbios racistas organizados por los amigos de Elon Musk en Twitter.




    Incluso en Alemania hay muchas huelgas y acciones industriales. La cuestión es si se traducen en una expresión política y si existe una organización política que libre la batalla de las ideas. En mi ciudad, Amberes, la extrema derecha solía conseguir el 40 por ciento de los votos, pero el Partido de los Trabajadores de Bélgica pasó décadas haciendo campaña en las comunidades de clase trabajadora, yendo de puerta en puerta, hablando con la gente sobre sus problemas y explicando por qué son problemas de clase. ¿No puedes acceder a una vivienda social? El problema no es tu vecino sudanés, sino el hecho de que no tenemos suficientes viviendas sociales. En las últimas elecciones, vencimos a la extrema derecha y ganamos el 23 por ciento de los votos.

Hay trabajadores con ideas racistas y fascistas que realmente están perdidos para nuestra causa, pero muchos más no lo están, y tenemos que luchar por ellos

    Por supuesto, hay trabajadores con ideas racistas y fascistas que realmente están perdidos para nuestra causa, pero muchos más de ellos no lo están, y tenemos que luchar por ellos. La gente está sufriendo, pero la gente está aislada. Tenemos que organizarnos, organizarnos, organizarnos si queremos llegar a ellos y unirlos. Eso no significa que no podamos perder, o al menos enfrentarnos a reveses temporales, pero al final del día, no podemos dejar a la clase trabajadora en manos de la extrema derecha.


    Loren Balhorn:

    Parece que lo que usted está diciendo es que, al menos en Bélgica, el impulso del “motín” de la década de 2010 fue capturado por una organización y, por lo tanto, no se disipó de la misma manera.


    Peter Mertens:

    Sí, absolutamente. Es como la historia de los tres cerditos. El primer cerdito construye una casa de paja, el segundo una de madera y el tercero la construye de ladrillos. Cuando llega el lobo, derriba las casas de paja y de madera, y sólo queda en pie la de ladrillos. En el Partido de los Trabajadores decimos que estamos construyendo una casa de ladrillos, porque vienen los lobos y queremos estar preparados.

Creo que lo que vimos en la década de 2010 fue el último suspiro de un tipo de “movimientismo” arraigado en el colapso de la Unión Soviética y el triunfo del neoliberalismo

    Ahora bien, construir una casa de ladrillos lleva mucho más tiempo y puede resultar muy tentador construir una de paja (que se base en las redes sociales y en portavoces carismáticos), pero, al fin y al cabo, sin estructuras duraderas, estamos perdidos. Necesitamos un partido arraigado en las comunidades y en los lugares de trabajo, que se reúna periódicamente, que intervenga en la comunidad, que eduque a sus miembros y sirva como una especie de universidad para ellos. No deberíamos ser ingenuos: si vamos a enfrentarnos al capitalismo, si vamos a organizar verdaderas rupturas en la forma en que se gobiernan nuestras sociedades (no sólo participar en una coalición, sino liderar un gobierno que realmente mejore la vida de los trabajadores), necesitaremos una organización fuerte que nos respalde.

    En definitiva, creo que lo que vimos en la década de 2010 fue el último suspiro de un tipo de movimientismo arraigado en el colapso de la Unión Soviética y el triunfo del neoliberalismo. Tengo mucho respeto por la gente que construyó movimientos como Podemos, pero nunca pensé que pudieran perdurar.





    Loren Balhorn:

    Suponiendo que logremos poner orden en nuestra casa a tiempo y construir esos partidos de la clase trabajadora que usted describe, ¿qué ocurrirá entonces? Su libro termina diciendo que si los motines en el Norte Global pueden ayudar a los del Sur Global, podemos llevar al mundo en la dirección de una transformación social y ecológica. ¿Cómo sería eso? Los días de los movimientos socialistas verdaderamente internacionales están tan lejos en el tiempo que es difícil imaginar uno hoy.


    Peter Mertens:

    Por ahora, creo que es importante abrir ventanas para ese tipo de debates, porque en última instancia tendremos que recrear esos movimientos nosotros mismos. Eso es lo que el libro intenta hacer.

    Cuando estuve en Sudáfrica para presentarlo, algunas personas se me acercaron y me dijeron: “Pobre muchacho, debe ser muy difícil en Europa con todos esos fascistas”. Pero les respondí: “¿Aquí las cosas son menos difíciles?”. Miren a la India, miren al nuevo gobierno en Argentina. El fascismo no es sólo una cosa europea, es una cosa global, y también lo es la lucha de clases. Los intereses de clase de una enfermera británica y un minero sudafricano, o de un granjero indio y un campesino sin tierra en Brasil, son en última instancia los mismos.

Los BRICS no son socialistas, ni siquiera son antiimperialistas, pero suponen un cambio en la forma en que se estructura la economía global

    Hay una forma muy institucionalizada de hacer sindicalismo, una forma muy verticalista, en la que el único intercambio internacional se produce a nivel ejecutivo. Pero hay otra forma, una forma internacionalista, en la que se establecen vínculos entre las luchas de otros países. Creo que eso es lo que está sucediendo en cierto modo ahora en Gaza. Algunas personas lo llaman el momento Vietnam. No creo que haya llegado a ese nivel, al menos no todavía, pero es sin duda un momento en el que todo tipo de personas -estudiantes, pero también trabajadores- están abriendo los ojos a la dimensión internacional de la política y se están uniendo para oponerse a una grave injusticia. Creo que eso abre la posibilidad de un movimiento más global.




    Los BRICS no son socialistas, ni siquiera son antiimperialistas, pero sí marcan una diferencia en la estructura de la economía global. La izquierda debería apoyarlos de manera crítica en la medida en que desafíen el orden mundial actual, y al mismo tiempo construir nuestros propios foros e instituciones que los trasciendan.


    Loren Balhorn:

    En los dos últimos años se han producido varias guerras terribles, no sólo en Ucrania y Gaza, sino también en Sudán y el Congo, por nombrar sólo algunas. ¿No existe el peligro de que el fin del orden mundial unipolar también sea muy violento?


    Peter Mertens:

    Como dije, ahora estamos en una fase de caos, y el caos siempre levanta mucho polvo. Pero la izquierda no debería tener miedo de ese polvo. Si se observan todos los desastres impuestos a los países de Asia, África y América Latina, no solo durante el colonialismo, sino también en el período neoliberal, es evidente que el orden actual ya es muy violento.




    Este proceso está apenas comenzando y actualmente se encuentra en su fase más difícil. Podría tomar una dirección de extrema derecha, pero nuestro trabajo es asegurarnos de que no sea así. Me doy cuenta de que hay personas en Europa que creen que tienen una vida estable y tienen miedo del caos, pero ese caos es causado por el capitalismo. Tenemos que mostrarle a la gente un camino para avanzar, a través del caos, hacia un nuevo tipo de estabilidad: una estabilidad socialista.


Fuente: Jacobin