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martes, 8 de abril de 2025

Por qué, tarde o temprano, el capitalismo necesita la guerra

 

 Por Andrea Zhok  
      Filósofo, escritor y profesor de Filosofía Moral en la Universidad de Milán. Colabora con numerosos periódicos y revistas.


     El profesor de Filosofía Moral de la Universidad de Milán entra en el debate sobre la guerra y el rearme con una lectura muy crítica del capitalismo. Según el análisis de Andrea Zhok, el libre mercado, para sobrevivir, requiere un crecimiento continuo. Cuando el crecimiento se detiene, el sistema entra en crisis. Y las soluciones tradicionales –innovación tecnológica, explotación de la fuerza de trabajo, expansión de los mercados– ya no son suficientes. Desde esta perspectiva, argumenta Zhok, la guerra se convierte en el último recurso, ofreciendo al sistema económico un mecanismo de destrucción, reconstrucción y control social.


“Carga de los lanceros”, obra de Umberto Boccioni pintada en 1915 para celebrar una acción durante la Primera Guerra Mundial.


1. La esencia del capitalismo

     La conexión entre capitalismo y guerra no es accidental sino estructural y estrecha. Aunque la literatura autopromocional del liberalismo siempre ha intentado explicar que el capitalismo, traducido como “comercio dulce”, era una vía preferencial hacia la pacificación internacional, en realidad esto siempre ha sido una flagrante falsedad. Y esto no es porque el comercio no pueda ser un medio de paz –puede serlo–, sino porque la esencia del capitalismo NO es el comercio, que es sólo uno de sus posibles aspectos.

La esencia del capitalismo consiste en un solo punto. Se trata de un sistema social idealmente acéfalo, es decir, idealmente sin liderazgo político, pero guiado por un único imperativo categórico: el aumento del capital en cada ciclo de producción. El corazón ideal del capitalismo es la necesidad de que el capital rinda, es decir, de aumentar el capital mismo. La dirección de este proceso no está en manos de la política –y mucho menos de la política democrática–, sino de los poseedores del capital, de los sujetos que encarnan las necesidades de las finanzas.

Es importante entender que el punto crucial para el sistema no es que “siempre haya más capital” en el sentido objetivo, es decir, que la cantidad de dinero aumente cada vez más; Incluso puede contraerse temporalmente. Lo que importa es que siempre debe existir la perspectiva general de un aumento del capital disponible. En ausencia de esta perspectiva –por ejemplo, en una condición persistente de “estado estacionario” de la economía–, el capitalismo deja de existir como sistema social, porque falta el “piloto automático” representado por la búsqueda de salidas para la inversión.

El punto debe entenderse puramente en términos de PODER. En el capitalismo, una determinada clase detenta el poder y lo ostenta como la persona encargada de la gestión del capital hacia el crecimiento. Si se pierde la perspectiva de crecimiento, el resultado es técnicamente REVOLUCIONARIO, en el sentido específico de que la clase que detenta el poder debe cederlo a otros –por ejemplo a un liderazgo político impulsado por principios o ideas rectoras, como ha sido más o menos siempre el caso a lo largo de la historia (perspectivas religiosas, perspectivas nacionales, visiones históricas). El capitalismo es el primer y único sistema de vida en la historia de la humanidad que no busca encarnar ningún ideal ni tiende a ir en ninguna dirección específica. Aquí se podría abrir una discusión interesante sobre la conexión entre capitalismo y nihilismo, pero queremos centrarnos en otro punto.


El mensaje “Capitalismo = guerra” en una pared en Bergen, Noruega.

2. La "tendencia a la caída de la tasa de ganancia"

En la naturaleza del sistema está implícita una tendencia que Karl Marx examinó por primera vez con el nombre de "tendencia de la tasa de ganancia a caer". Es un proceso intuitivo. Por un lado, como hemos visto, el sistema nos exige buscar constantemente el crecimiento, transformando el capital en inversión que genere más capital. Por otra parte, la competencia interna al sistema tiende a saturar todas las opciones de incrementar el capital, realizándolas. Cuanto más eficiente sea la competencia, más rápida será la saturación de lugares donde obtener ganancias. Esto significa que con el tiempo el sistema capitalista genera estructuralmente un problema de supervivencia para el propio sistema.

El capital disponible crece constantemente y busca usos “productivos”, es decir, capaces de generar intereses. El crecimiento del capital está vinculado al crecimiento de las perspectivas de crecimiento futuro del capital, en un mecanismo de autorreforzamiento. Es sobre la base de este mecanismo que nos encontramos en situaciones como la anterior a la crisis de las hipotecas subprime, cuando la capitalización en los mercados financieros globales era 14 veces el PIB mundial. Este mecanismo produce la tendencia constante hacia las “burbujas especulativas”. Y este mismo mecanismo produce la tendencia a las llamadas "crisis de sobreproducción", expresión común pero impropia, pues da la impresión de que hay un exceso de producto disponible, cuando el problema es que hay demasiado producto sólo en relación con la capacidad media de comprarlo.

Constantemente, inevitablemente, el sistema capitalista se encuentra enfrentando crisis generadas por esta tendencia: masas crecientes de capital presionan para ser utilizadas, en un proceso exponencial, mientras que la capacidad de crecimiento es siempre limitada. Para que una crisis se sienta, no es necesario que el crecimiento se detenga, basta con que no esté a la altura de la creciente demanda de márgenes. Cuando esto sucede, el capital –es decir, los poseedores del capital o sus administradores– comienza a agitarse cada vez más, porque su propia supervivencia como poseedores del poder está en riesgo.

3. La búsqueda frenética de soluciones

A medida que se acerca la compresión de márgenes, comienza una búsqueda frenética de soluciones. En la versión autopromocional del capitalismo, la solución principal sería la "revolución tecnológica", es decir, la creación de una nueva perspectiva prometedora de generar ganancias a través de una innovación tecnológica. La tecnología es realmente un factor que aumenta la producción y la productividad. Si también aumenta los márgenes de beneficio es una cuestión más compleja, porque no basta con que haya más producto para que el capital aumente, sino que es necesario que haya más producto COMPRADO.

Esto significa que los márgenes pueden realmente crecer en presencia de una revolución tecnológica sólo si el aumento de la productividad se refleja también en un aumento general del poder adquisitivo (salarios), lo que no es tan obvio. Pero incluso donde esto sucede, las “revoluciones tecnológicas” capaces de aumentar la productividad y los márgenes no son tan comunes. A menudo lo que se presenta como una “revolución tecnológica” se sobreestima enormemente en su capacidad de producir riqueza y termina siendo sólo una reorientación de las inversiones que genera una burbuja especulativa.

A la espera de que se produzcan revoluciones tecnológicas que reabran la esfera de los márgenes, la segunda dirección en la que se busca una solución para recuperar márgenes de beneficio es la presión sobre la fuerza de trabajo. Esta presión puede manifestarse en la compresión salarial y de muchas otras formas que aumentan el área de explotación del trabajo. La reducción directa de los salarios nominales es una forma que se adopta sólo en casos excepcionales; Más frecuentes y fáciles de gestionar son la falta de recuperación de la inflación, la “flexibilización” del trabajo para reducir los “tiempos muertos”, la “rigorización” de las condiciones de trabajo, los despidos de personal, etc.


“El mecánico y la bomba de vapor”, fotografía de Lewis Hine.

Este horizonte de presión presenta dos problemas. Por una parte, difunde el descontento, con la posibilidad de que éste derive en protestas, disturbios, etc. Por otra parte, la presión sobre la fuerza de trabajo, especialmente en la dimensión salarial, reduce el poder adquisitivo medio, y con ello se corre el riesgo de iniciar una espiral recesiva (menores ventas, menores beneficios, mayor presión sobre la masa salarial para recuperar márgenes, consecuente reducción de las ventas de productos, etc.).

Una forma colateral de ganar márgenes se da con las “racionalizaciones” del sistema de producción, que conceptualmente está a medio camino entre la innovación tecnológica y la explotación de la fuerza de trabajo. Las «racionalizaciones» son reorganizaciones que, por así decirlo, liman las «ineficiencias» relativas del sistema. Esta dimensión reorganizativa de hecho casi siempre repercute en un empeoramiento de las condiciones de trabajo, que se vuelven cada vez más dependientes de las necesidades impersonales de los mecanismos del capital.

Un horizonte final de soluciones se presenta cuando la esfera del comercio exterior entra en la ecuación. Aunque en principio los puntos anteriores agotan los lugares donde los márgenes de ganancia pueden crecer, en realidad tomando en consideración el ámbito exterior, las mismas oportunidades de ganancias se multiplican debido a las diferencias entre países. En lugar de un aumento tecnológico interno, se puede acceder a un aumento tecnológico externo a través del comercio. En lugar de comprimir la fuerza laboral nacional, se podría lograr acceso a mano de obra extranjera barata, etc.

4. La disminución de las ganancias

La fase actual de la corta y sangrienta historia del capitalismo que estamos viviendo se caracteriza por el desvanecimiento progresivo de todas las perspectivas importantes de ganancias. Siempre habrá lugar para “revoluciones tecnológicas”, pero no con una frecuencia que pueda seguir el ritmo de las masas de capital infinitamente crecientes que presionan para convertirse en ganancias. Siempre habrá espacio para una mayor compresión de la fuerza laboral, pero el riesgo de crear condiciones para la revuelta o reducir el poder adquisitivo generalizado plantea límites claros. En cuanto al proceso de globalización, ha llegado a sus límites y ha iniciado un proceso de regresión relativa; la posibilidad de encontrar oportunidades externas diferentes y mejores que las nacionales se ha reducido drásticamente (hay que considerar que cuanto más se extienden las cadenas productivas, más frágiles son y más costos de transacción adicionales pueden aparecer).

La crisis de las hipotecas subprime (2007-2008) marcó el primer punto de inflexión, llevando a todo el sistema financiero mundial al borde del colapso. Para salir de esa crisis se utilizaron dos palancas. Por un lado, existe una fuerte presión sobre el ámbito laboral, con pérdida de poder adquisitivo y empeoramiento de las condiciones laborales a nivel mundial. Por otra parte, se produce un aumento de las deudas públicas, que a su vez constituyen una restricción indirecta impuesta a los ciudadanos y a los trabajadores y se presentan como una carga que debe compensarse.


La manifestación de Occupy Wall Street el 8 de octubre de 2011 en Washington Square Park, ciudad de Nueva York.

La crisis del Covid (2020-2021) marcó un segundo punto de inflexión, con características no muy diferentes a las de la crisis subprime. También en este caso, los resultados de la crisis han sido una pérdida media de poder económico de las clases trabajadoras y un aumento de la deuda pública.

Tanto en la crisis de las hipotecas subprime como en la del Covid, el sistema aceptó una reducción general temporal de las capitalizaciones globales, con el fin de reabrir nuevas áreas de beneficios. En general, el sistema financiero emergió de ambas crisis en una posición comparativamente más fuerte en relación con la población que vive de su propio trabajo. El aumento de la deuda pública es en realidad una transferencia de dinero desde la disponibilidad del ciudadano medio a los cupones de los tenedores de capital.

Cabe señalar que, para desactivar los espacios de disputa y oposición entre trabajo y capital, el capitalismo contemporáneo ha presionado con todas sus fuerzas para crear un corresponsalismo en algunos estratos de la población, ricos pero lejos de contar para nada en términos de poder capitalista. Al obligar a la gente a adquirir pensiones privadas, pólizas de seguros con intereses y empujarlos a utilizar sus ahorros en alguna forma de bonos gubernamentales, intentan (y logran) crear una capa de la población que se siente "involucrada" en el destino del gran capital. Estos estratos de población actúan como “zonas de amortiguación”, reduciendo la disposición promedio a rebelarse contra los mecanismos del capital.

La situación actual, sobre todo en el mundo occidental, es pues la actual. El gran capital necesita acceder a áreas de ganancias más amplias y continuas para sobrevivir. Las poblaciones de los países occidentales han visto erosionadas sus condiciones de vida, tanto en términos estrictamente de poder adquisitivo como en términos de capacidad de autodeterminación, viéndose cada vez más atadas a una multiplicidad de limitaciones financieras, laborales y legislativas, todas ellas motivadas por la necesidad de "racionalizar" el sistema.

Las posibilidades de encontrar nuevas áreas de ganancias en el extranjero se han reducido drásticamente a medida que el proceso de globalización ha llegado a sus límites. Esta es la situación a la que se enfrentan hoy los grandes accionistas. En su opinión, es urgente encontrar una solución. ¿Pero cuál?

5. «Una palabra aterradora y fascinante: ¡guerra!»

Cuando en el canon occidental aparecen las guerras mundiales, es decir, los dos mayores acontecimientos de destrucción bélica de la historia de la humanidad, suelen aparecer bajo la bandera de unos culpables bien definidos: los «nacionalismos» (sobre todo el alemán) para la Primera Guerra Mundial, las «dictaduras» para la Segunda Guerra Mundial. Rara vez se reflexiona que estos acontecimientos tienen como epicentro el punto más avanzado de desarrollo del capitalismo mundial y que la Primera Guerra Mundial ocurrió en el auge del primer proceso de "globalización capitalista" de la historia.

Sin entrar aquí en una exégesis de los orígenes de la Primera Guerra Mundial, es sin embargo útil recordar cómo la fase que la precedió y la preparó puede situarse perfectamente en un marco que podemos reconocer. A partir de 1872 aproximadamente se inició una fase de estancamiento en la economía europea. Esta fase da un impulso decisivo a la búsqueda de recursos y mano de obra en el extranjero, principalmente bajo las formas de imperialismo y colonialismo.

Todos los grandes momentos de crisis internacionales que prepararon la Primera Guerra Mundial, como el incidente de Fashoda (1898), son tensiones en la confrontación internacional por el acaparamiento de áreas de explotación. El primer gran impulso para el rearme en la Alemania guillermina fue crear una flota capaz de desafiar el dominio inglés de los mares (que es un dominio comercial).


“Calle de Praga”, pintura de 1920 de Otto Dix que representa a soldados mutilados durante la Primera Guerra Mundial.

Pero ¿por qué la guerra debería representar un horizonte para la solución de las crisis generadas por el capital? La respuesta, en este punto, es bastante sencilla. La guerra representa una solución ideal a las crisis de “caída de la tasa de ganancia” en cuatro aspectos principales.

En primer lugar, la guerra se presenta como un impulso no negociable para obtener inversiones masivas que puedan revivir una industria sin vida. Los grandes contratos públicos en nombre del “deber sagrado de defensa” pueden lograr extraer los últimos recursos públicamente disponibles para volcarlos en contratos privados.

En segundo lugar, la guerra representa una gran destrucción de recursos materiales, de infraestructura y de seres humanos. Todo esto, que desde el punto de vista del intelecto humano común es una desgracia, desde el punto de vista del horizonte de inversión es una perspectiva magnífica. De hecho, se trata de un acontecimiento que “hace retroceder el reloj de la historia económica”, eliminando esa saturación de perspectivas de inversión que amenaza la existencia misma del capitalismo. Después de una gran destrucción, se abren espacios para inversiones fáciles, que no requieren ninguna innovación tecnológica: carreteras, ferrocarriles, acueductos, casas y todos los servicios relacionados. No es casualidad que desde hace algún tiempo, mientras hay una guerra en curso, desde Irak hasta Ucrania, estemos asistiendo a una carrera preliminar para conseguir contratos para la reconstrucción futura. La mayor destrucción de recursos de todos los tiempos –la Segunda Guerra Mundial– fue seguida por el mayor auge económico desde la Revolución Industrial.

En tercer lugar, los grandes poseedores de capital, es decir, capital financiero, consolidan comparativamente su poder sobre el resto de la sociedad. El dinero, al ser virtual por naturaleza, permanece intacto ante cualquier destrucción material importante (siempre que no se trate de una aniquilación planetaria).

En cuarto y último lugar, la guerra congela y detiene todos los procesos de revuelta potencial, todas las manifestaciones de descontento desde abajo. La guerra es el mecanismo definitivo, el más poderoso de todos, para “disciplinar a las masas”, colocándolas en una condición de subordinación de la que no pueden escapar, so pena de ser identificadas como cómplices del “enemigo”.

Por todas estas razones, el horizonte bélico, aunque por el momento esté lejos del ánimo predominante entre las poblaciones europeas, es una perspectiva que debe tomarse extremadamente en serio. Cuando hoy algunos dicen –con razón– que no existen premisas culturales y antropológicas para que la sociedad europea se prepare seriamente para la guerra, me gusta recordar cuando –olfateando los ánimos de las masas– Benito Mussolini pasó en pocos años del pacifismo socialista a la famosa conclusión de su artículo en el Popolo d'Italia, del 15 de noviembre de 1914: «El grito es una palabra que nunca habría pronunciado en tiempos normales y que en cambio elevo en voz alta, a todo pulmón, sin fingimiento, con fe segura, hoy: una palabra temible y fascinante: ¡guerra!».



Fuente: KRISIS

domingo, 30 de marzo de 2025

Los dirigentes europeos están jugando con fuego

 

     Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga (España).


El anuncio de que debe haber un kit de supervivencia en los hogares europeos es la última desvergüenza de los burócratas que gobiernan Europa. Por ahora, y no la única.




     Al mismo tiempo, financian informaciones en los medios para que hablen de reclutamiento y sobre cómo hacer frente individualmente a una guerra, o difunden informes de servicios de inteligencia, como el alemán, asegurando que pronto se va a producir un ataque ruso a la OTAN.




No explican, sin embargo, para qué querría atacar Putin a algún país europeo, qué ganaría con eso, o cuándo ha dicho que pudiera o deseara hacerlo. Deliran y les vale todo, con tal de hacer creer a la población que la guerra es inminente e inevitable y que la única solución es aumentar el gasto militar, su negocio.

Hay que dejar ya de disimular y es imprescindible que, por cualquier vía en la que sea posible, digamos a los dirigentes de la Comisión Europea, a los parlamentarios y a los líderes de los partidos que el objetivo de prepararse para la guerra contra Rusia es una auténtica locura. La mejor forma de provocarla.


Banderas de la UE ondean frente a la sede de la Comisión Europea en Bruselas.

Hay que decirles que si Europa se ha quedado ahora desnuda, cuando los Estados Unidos de Trump ha girado en su posición estratégica, es porque los dirigentes europeos no han promovido nunca una auténtica política de defensa, sino que se han limitado a propiciar que el gasto militar sea lo mismo que para ellos es Europa, un negocio para las grandes empresas y bancos. Exactamente lo mismo que se proponen hacer ahora. No buscan defendernos. Se inventan un enemigo para justificar el gasto multimillonario del que sólo se aprovecharán, ganando aún más dinero con recursos públicos, los mismos de siempre.

Hay que decírselo: son los dirigentes de la Unión Europea los que está creando las condiciones para que la guerra se produzca si siguen por este camino. Exactamente lo mismo que sucedió cuando, siguiendo a Estados Unidos, apoyaron la estrategia de acorralamiento a Rusia que terminó con lo que todo el mundo sensato vaticinaba que iba a suceder.

Ya he explicado en otros dos artículos (aquí y aquí) que es imposible que, con el programa de rearme que se proponen llevar a cabo, se defienda realmente a Europa o se consiga más seguridad frente a cualquier tipo de amenaza. De hecho, en lugar de disipar las que pudieran existir, hará que aumenten y aparezcan otras nuevas.

No se puede creer que los dirigentes europeos busquen de verdad lo que dicen: crear un auténtico ejército europeo. No pueden buscar eso de veras, como aseguran, porque -para formar un ejército europeo- lo que principalmente se necesitaría no es más dinero sino, sobre todo, que exista un único «mando», una única autoridad, una verdadera unión política, una Europa federal. Y esta es una aspiración a la que hace tiempo renunciaron para dejar a Europa reducida a ser un mercado único que ni siquiera ha sido capaz de generalizar el uso de su propia moneda. No van por ese camino: bastó ver a Macron ofreciendo a los demás países la bomba nuclear de Francia pero reservándose para sí la decisión de cuándo y cómo usarla. O a los líderes europeos dejándose convocar y liderar para fijar estrategias por el único país que se ha salido de la Unión.

Y tampoco se puede creer que sea aumentando aún más el gasto militar como se disiparía la amenaza que pueda suponer Rusia. Los países de la Unión Europea en su conjunto ya realizamos el segundo mayor gasto militar del planeta -350.000 millones de dólares- tras Estados Unidos -968.000 millones- y por delante de China -235.000 millones. Aumentando sin cesar las armas no se ha conseguido la paz. El peligro de guerra con Rusia se eliminaría si se le da el lugar que debería corresponderle en las instituciones y los acuerdos internacionales y si se negocia y se respeta, si no se provoca ni acosa, y si se cumplen los acuerdos que se firman, lo cual -hay que decirlo- no es lo que ha hecho la Unión Europea, ni sus diferentes países, por su cuenta, como miembros de la OTAN.


El ex secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ofreciendo una conferencia de prensa el día de una reunión de los ministros de defensa de la Alianza, en Bruselas, Bélgica, el 14 de junio de 2023.

No exculpo a Rusia bajo el liderazgo de Putin de todo lo que ha sucedido y sucede. Ni mucho menos. Sólo escribo esto porque las cosas son como son, porque me importan y les hablo a quienes me representan y gobiernan y porque creo que tengo la obligación moral de decirles que vienen actuando desde años como auténticos pirómanos y con una doble moral que avergüenza e indigna.

Para defender a Europa, empecemos por construirla como algo más que un mercado, como un bastión de democracia y derechos humanos y con las herramientas y políticas comunes que generan cohesión, bienestar e identidades, valores y sueños compartidos.




Fuente: Rebelión

viernes, 28 de marzo de 2025

Los científicos se unen en contra del rearme de la Unión Europea

 

 Por Carlo Rovelli  
      Físico teórico especialista en gravedad cuántica así como escritor y divulgador científico.

      Físico cuántico y profesor de las universidades de Viena y Ginebra.


Los científicos se unen para expresar su oposición a la reciente propuesta de rearme de la Unión Europea. Han publicado un «Manifiesto de científicos contra el rearme» y hacen un llamamiento a científicos, ingenieros, profesionales de la medicina, matemáticos, personal académico y comunidad científica en general a que apoyen su postura.


Otto Dix, The War, 1929-1932, tríptico.

     Como científicos –implicados muchos de nosotros en campos en los que se desarrolla tecnología militar-, como intelectuales, como ciudadanos conscientes de los riesgos globales actuales, creemos que es hoy obligación moral y cívica de cualquier persona de buena voluntad alzar su voz contra el llamamiento a una militarización europea, e instar al diálogo, la tolerancia y la diplomacia. Una brusca militarización no preserva la paz; conduce a la guerra.

Nuestros dirigentes políticos dicen estar dispuestos a luchar por defender aquellos supuestos valores occidentales que consideran están en riesgo; ¿están dispuestos a defender el valor universal de la vida humana? Los conflictos en el mundo van en aumento. Según las Naciones Unidas (2023), una cuarta parte de la humanidad vive en zonas afectadas por conflictos armados. La guerra entre Rusia y Ucrania, subsidiada por los países de la OTAN con la justificación de «defender los principios», está dejando tras de sí un saldo estimado de un millón de víctimas. El riesgo de genocidio de los palestinos por parte del ejército israelí respaldado por el Occidente global lo ha reconocido el Tribunal Internacional de Justicia. En África se están desarrollando guerras brutales, como en Sudán, o en la República Democrática del Congo, alimentadas por los intereses que codician los recursos minerales de África. El Reloj del Juicio Final [Doomsday Clock] del Bulletin of the Atomic Scientists, que cuantifica los riesgos de una catástrofe nuclear mundial, nunca ha registrado un riesgo tan alto como el de hoy.


El "reloj del Juicio Final" actualmente marca 89 segundos para la medianoche.

Amedrentada por el ataque ruso a Ucrania y por el reciente reacomodo de los Estados Unidos, Europa se siente marginada y teme que corran peligro su paz y su prosperidad. Los políticos reaccionan de forma miope con un llamamiento a movilizar, a escala continental, una colosal cantidad de recursos para producir más herramientas de muerte y destrucción. El 4 de marzo de 2025, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dio a conocer el «Plan Rearmar Europa», declarando que «Europa está preparada y es capaz de actuar con la rapidez y la ambición necesarias. (…) Estamos en una era de rearme. Y Europa está preparada para aumentar masivamente su gasto en defensa». La industria militar, que cuenta con ingentes recursos y una poderosa influencia sobre los políticos y los medios de comunicación, echa leña al fuego de un relato abiertamente beligerante. El «miedo a Rusia» se agita como un coco, ignorando convenientemente que Rusia tiene un PIB inferior al de Italia. Los políticos afirman, de forma totalmente injustificada, que Rusia tiene objetivos expansionistas en lo que toca a Europa, que suponen una amenaza para Berlín, París y Varsovia, cuando acaba de demostrar que ni siquiera es capaz de tomar su antiguo satélite, Kiev. La propaganda de guerra se alimenta siempre instigando un miedo exagerado. Con diplomacia, Europa puede volver a su coexistencia pacífica y a la colaboración con Rusia que el maldito asunto ucraniano ha trastornado.


La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, habla en la Academia de Oficiales del Ejército en el Castillo de Frederiksberg, Dinamarca.

La idea de que la paz depende de dominar a los demás bandos sólo conduce a la escalada, y la escalada conduce a la guerra. La Guerra Fría no se convirtió en guerra «caliente» y los políticos juiciosos de ambos bandos fueron capaces de superar sus fuertes divergencias ideológicas y sus respectivas «cuestiones de principio» y acordar una drástica reducción equilibrada de sus respectivos armamentos nucleares. Los tratados nucleares START entre Estados Unidos y la Unión Soviética condujeron a la destrucción del 80% del arsenal nuclear del planeta. Científicos e intelectuales de ambos bandos desempeñaron un reconocido papel a la hora de empujar a los políticos a una desescalada racional. En 1955, Bertrand Russell, Premio Nobel de Literatura y uno de los filósofos y matemáticos y más destacados del siglo XX, y Albert Einstein, Premio Nobel de Física, firmaron un influyente manifiesto, y la Conferencia de Pugwash, inspirada en el mismo, reunió a científicos de ambos bandos, que presionaron en favor de una desescalada. Cuando en 1959 se le pidió a Russell que dejara un mensaje para la posteridad, respondió: «En este mundo, cada vez más interconectado, tenemos que aprender a tolerarnos unos a otros, tenemos que aprender a soportar que algunas personas digan cosas que no nos gustan. Sólo así podremos vivir juntos. Pero si queremos vivir juntos, y no morir juntos, debemos aprender un tipo de caridad y un tipo de tolerancia, que resulta absolutamente vital para la continuación de la vida humana en este planeta». Debemos aferrarnos a esta sabia herencia intelectual.


Firma del primer tratado START entre George Bush (padre) y Mijaíl Gorbachov en 1991.

Los grandes conflictos se han visto siempre precedidos de inversiones militares masivas. Desde 2009, el gasto militar mundial ha alcanzado cada año niveles récord sin precedentes, y en 2024 el gasto alcanzará un máximo histórico de 2443.000 millones de dólares. El «Plan Rearm Europe» compromete a Europa a invertir 800.000 millones de euros en gastos militares. Tanto el actual Presidente de los Estados Unidos como el de Rusia han declarado recientemente que están dispuestos a iniciar conversaciones para normalizar relaciones y lograr una reducción militar equilibrada. El presidente de China ha hecho repetidos llamamientos a la desescalada y a pasar de una mentalidad de enfrentamiento a una mentalidad de colaboración en la que salgan todos ganando. Esta es la dirección a seguir. Y ahora Europa se prepara para la guerra, con una nueva planificación de gastos militares nunca vista desde la Segunda Guerra Mundial. ¿Está dispuesta Europa a hacer sonar las espadas porque se siente excluida?


Plan "Rearm Europe".

La humanidad se enfrenta a tremendos desafíos globales: el cambio climático, la hambruna en el Sur global, la mayor desigualdad económica de la historia, los riesgos crecientes de pandemias, la guerra nuclear. Lo último que necesitamos hoy es que el Viejo Continente pase de ser un faro de estabilidad y paz a convertirse en un nuevo señor de la guerra.


Participantes en la protesta realizada en las escalinatas del Congreso de los Diputados de España.

Si vis pacem para pacem: Si quieres la paz, construye la paz, no la guerra.


Pinchar aquí para sumarse al Manifiesto


Firmantes: (pinchar aquí)



Fuente: Sin Permiso

miércoles, 26 de marzo de 2025

Manifiesto: 'No nos resignamos al rearme y a la guerra en Europa'

 



     ¿Hay alguien, en Europa o en cualquier otra parte del mundo, que no quiera defender a sus seres queridos de una posible amenaza? ¿Que no desee alejar la sombra terrible de la violencia de su vida y la de los suyos? ¿Que no sueñe con un futuro en el que sus hijos e hijas, los de sus amigos y vecinas puedan vivir en paz, desarrollarse como personas, tener trabajos dignos, habitar un planeta habitable, tener un techo sobre sus cabezas, disfrutar de la cultura o de las relaciones sociales enriquecedoras y constructivas y vivir vidas libres de todo tipo de violencias? La sociedad necesita la seguridad que da una sanidad y educación públicas de calidad para todas las personas, la juventud necesita una casa donde vivir, nuestros mayores no quieren ver peligrar su pensión y, sobre todo, no queremos que nuestros hijos y nietos vivan el horror de la guerra.


Juan Diego Botto y Carolina Yuste, durante la lectura del manifiesto contra el rearme de la UE frente al Congreso de los Diputados

¿En qué medida exactamente contribuye a ese futuro en paz el aumento desenfrenado del gasto militar que se proponen aprobar los gobiernos europeos sin debate ciudadano, sin transparencia ni detalle y con urgencia? ¿Qué parte de esos miles de millones va destinada a mejorar la educación, la sanidad, la terrible situación de la vivienda, la precariedad en la cultura, la armonía medioambiental o la solidaridad internacional? ¿No sería necesario invertir en mayores esfuerzos políticos y diplomáticos que ante las amenazas de agresión busquen caminos de diálogo todavía no explorados?

¿Es estúpido, simplista o naif desear esto, defender la paz y la justicia social? ¿Es quizá más inteligente, elaborado y maduro creer que los vientos de guerra, el lenguaje belicista y la apuesta por las armas traerán un futuro mejor?


Artistas y colectivos rechazan el rearme europeo por la paz.


No, no nos resignamos a la guerra. El rearme de Europa no traerá la paz, no contribuirá a la distensión, sino que nos acercará aún más a la guerra. Los contextos militaristas suelen ir acompañados, además, de retrocesos en derechos, libertades y políticas sociales, originan miedo y alarma social, escenario idóneo para normalizar mecanismos de represión y de autoritarismo, como ya se está empezando a ver.


Algunos de los firmantes del manifiesto contra el aumento del gasto en defensa frente a la Cámara baja.

Nos preocupa que esta estrategia lleve a una larga guerra con Rusia, que sabemos que no es para defender el Derecho Internacional Humanitario, la libertad, los derechos humanos o para proteger a los más débiles. De ser así, la actitud frente a Netanyahu sería la misma que frente a Putin. Esta Europa que calla o, peor aún, apoya a Israel en su genocidio en Gaza y Cisjordarnia e incluso persigue a quienes lo denuncian, necesita redefinir claramente cuáles son esos valores comunes cuya defensa se plantea como justificación para el rearme.

La ciudadanía de nuestro país ha demostrado sobradamente en el pasado su compromiso con la paz y con las políticas antibelicistas. Forman parte de nuestra memoria colectiva reciente las multitudinarias manifestaciones en contra de la guerra de Irak impulsada de manera ilegal por el Gobierno de José María Aznar, el movimiento de rechazo a la permanencia de nuestro país en la OTAN que llegó a movilizar más del 43% del voto emitido en aquel lejano referéndum, o el movimiento de lucha contra el servicio militar obligatorio hasta su eliminación en el año 2001.

El aumento del gasto militar europeo -hasta 800.000 millones de euros en cuatro años- anunciado por la presidenta de la Comisión Ursula von der Leyen, se va a realizar a través de un mecanismo de excepcionalidad que evitará el debate en los parlamentos y, en general, la información clara y detallada a la ciudadanía europea.

No podemos ni queremos aceptar que el dinero de nuestros hospitales públicos, nuestras escuelas y nuestras Universidades públicas, nuestro sistema de atención a la dependencia, nuestras políticas de protección y de cobertura social para los momentos de dificultad, de lucha contra el cambio climático, la violencia machista, el racismo o de protección frente a emergencias, de cooperación, vaya a ser destinado a comprar tanques, fusiles, cazas y misiles para la guerra, porque así lo hayan decidido las élites belicistas que gobiernan actualmente Europa y los EEUU.

La verdadera seguridad que necesitamos es la seguridad vital que nos aportan con su sola existencia nuestras pensiones públicas, nuestros médicos y médicas de atención primaria, nuestros tratamientos gratuitos en hospitales públicos contra cualquier dolencia o enfermedad que nos afecte, nuestra formación garantizada en escuelas y Universidades públicas que nos dotan de igualdad, nuestro sistema de becas, nuestras prestaciones por desempleo en caso de necesidad, el Ingreso Mínimo Vital, nuestros bomberos y bomberas apagando incendios en nuestros montes o rescatando gente en nuestros pueblos y ciudades cuando se desata una emergencia, o el desarrollo y puesta en práctica de políticas públicas feministas que avancen en la defensa y protección de los derechos de las mujeres y en la lucha por la erradicación de las violencias machistas.

Los climas bélicos se diseñan en cómodos despachos, pero son los pueblos quienes pagan las consecuencias. Por ello, este momento es de extrema importancia para disipar la tensión creciente y defender un modelo de paz, de bienestar social y de ampliación de derechos para todos. El momento presente requiere de responsabilidad, políticas audaces, altura de miras y cultura de paz.

No nos resignamos a la guerra, porque no queremos la paz de los cementerios, porque la historia nos demuestra que el único camino realista para conseguir la paz no es militar, sino político. Pónganse manos a la obra y trabajen por la paz, se lo exigimos.



Léelo en Euskera, Galego, Asturianu y Català en este enlace.



Primeras personas firmantes de la cultura, la academia y el activismo:


Aitana Sánchez-Gijón, Aitor Merino, Alberto San Juan, Almudena Carracedo, Amparo Sánchez -Amparanoia-, Ana Rosetti, Ana Turpin, Àurea Márquez Alonso, Carlos Bardem, Carlos Olalla, Carolina Yuste, Edurne Portela, Enrique Gracia, Fele Martínez, Fernando Berlín, Gabriela Wiener, Gerardo Tecé, Gervasio Sánchez, Gorka Otxoa, Guillermo Toledo, Isaac Rosa, Javier Bardem, Javier Corcuera, Javier Gallego, Joan Roura, Jonathan Martínez, Jose Ovejero, Juan Diego Botto, Lola Bañón, Luis Pastor, Luis Tosar, Luz Olier, Manuel Rivas, María Botto, Marta Belenguer, Marta Sanz, Marwan, Montserrat Cano, Montxo Armendáriz, Muerdo, Nathalie Poza, Nüll Garcia, Nur Levi, Olga Rodríguez, Pedro Pastor, Puy Oria, Raúl Tejón, Roberto Montoya, Rosa Maria Artal, Rosana Pastor, Rozalen, Sergio Peris-Mencheta, Teresa Aranguren, Victor Claudin. Albert Caramés, Alejandro Pozo, Amaia Pérez Orozko, Ana Barrero, Carlos Taibo, Carmen Magallón, Cecile Barbeito, David Bondia, Elena Grau, Enric Tello, Enrique Quintanilla, Eva Aladro, Fernando Luengo, Fernando Valladares, Ferrán Izquierdo, Gabriela Serra, Helena Maleno, Irene Comins, Itziar Ruíz Gimenez, Jaime Pastor, Javier Raboso, Jokin Alberdi, Jordi Calvo, Jordi Mir, Jordi Muñoz, Jorge Riechmann, José Angel Ruiz, Josep M. Royo, Juan Hernández, Koldobi Velasco, Luca Gervasioni, Luis Rico, Manuela Mesa, Marco Aparicio, Maria Oianguren, María Isasi, Mario López, Martí Olivella, Maria Villellas, Marina Caireta, Miquel Carrillo, Montserrat Cervera, Pedro Ramiro, Pepe Beunza, Pere Brunet, Pere Ortega, Salvador López Arnal, Sani Ladan, Sonia París, Tica Font, Tom Kucharz, Vicenç Fisas, Víctor Alonso Rocafort, Yayo Herrero...



Primeras organizaciones firmantes:



AIPAZ, Centre Delàs d’Estudis per la Pau, Instituto Novact de Noviolencia, WILPF España (Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad), Greenpeace España, Dones per dones, Gernika Gogoratuz, Justícia i Pau, Escola Cultura de Pau, CEIPAZ, Cátedra UNESCO de Filosofía para la Paz de la Universitat Jaume I de Castelló, Comisión General Justicia y Paz España, EIRENE cultura para la Paz, Associació Catalana per la Pau, UNIPAU (Universitat Internacional de la Pau), Mujeres de Negro contra la Guerra-Madrid, Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada (IPAZ), Entrepueblos/Entrepobles/Entrepobos/Herriarte, Fundación Mundubat, Setem, Comissió Catalana d' Acció pel Refugi (CCAR), Lafede. cat - Organitzacions per a la Justícia global, Ecologistas en Acción, Rebel·lió o Extinció Barcelona, Fundación Finanzas Éticas, Caminando Fronteras, Observatori del Deute en la Globalització (ODG), Hegoa, Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía-APDHA, Fundación Alboan, USTEC·STEs (IAC), Coordinadora Valenciana de ONGD, Carne Cruda, Asociación Paz con Dignidad, Paz y Desarrollo, Centre Internacional Escarré per les Minories Ètniques i les Nacions (CIEMEN), Solidaridad Internacional, Grupo Estudios Africanos e Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid, Comité Oscar Romero, Ongi Etorri Errefuxiatuak, Coordinadora Galega de ONG para o Desenvolvemento, FETS, Finançament Ètic i Solidari, Fundación Seminario de Investigación para la Paz, La Coordinadora de Organizaciones para el Desarrollo-España, Coordinadora Andaluza de ONGD, Mujeres de Negro contra la guerra, Futuro en Común, EduAlter, Economistas sin Fronteras, ATTAC España, Càtedra UNESCO de Desenvolupament Humà Sostenible Universitat de Girona, Coordinadora Extremeña de ONGD, International Peace Bureau Barcelona, Instituto de Desarrollo Social y Paz-Universitat Jaume I, Coordinadora de ONG de Desarrollo de Canarias, Institut de Drets Humans de Catalunya, Ca Revolta, CGT-Confederación General del Trabajo, Plataforma en Defensa del Sistema Sanitario Público, Spanish Revolution, Confederación de STES-Intersindical, Xarxa Consum Solidari, GHECO (Grupo de Investigación en Humanidades Ecológicas), Fundació Pere Casaldàliga, Acció Catòlica Obrera (ACO), Comunidades Cristianas Populares Valencia, Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Leon, Proyecto Hombre Murcia, Obrim fronteres València, Desarma Madrid,...



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sábado, 22 de marzo de 2025

Rearmar Europa

 

 Por Fabrizio Verde  
      Director de l'AntiDiplomatico.


¿Se siente usted amenazada/o por Rusia? ¿De verdad? Lo que sí nos amenaza es el recorte de gasto social que el rearme implica. O la subida de impuestos, que recaerá básicamente en los de siempre.



     Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, impulsa un plan que no sólo es irresponsable sino potencialmente catastrófico para el futuro de Europa: el llamado RearmEurope, un proyecto de 800.000 millones de euros para rearmar el continente en nombre de una supuesta amenaza rusa. Sin embargo, este plan no sólo se basa en premisas cuestionables, sino que corre el riesgo de arrastrar a Europa a una espiral de tensiones y conflictos que nadie desea, desviando recursos preciosos de prioridades urgentes dada la crisis económica en la que languidece el viejo continente.


La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en un discurso en Copenhague.

Una amenaza inexistente

La idea de que Rusia representa una amenaza inminente para Europa es una narrativa que necesita ser desacreditada. Rusia no tiene intención de atacar a los países europeos. No habría ninguna razón lógica, estratégica o geopolítica para ello. Por el contrario, Moscú ha expresado reiteradamente su deseo de entablar un diálogo y normalizar las relaciones con Occidente. La retórica belicosa alimentada por algunos líderes europeos, incluida Von der Leyen, no sólo es infundada, sino que corre el riesgo de crear una profecía autocumplida, impulsando una nueva guerra que perjudicaría a todos, especialmente a los ciudadanos europeos. Un conflicto que podría tener consecuencias catastróficas.




En lugar de invertir 800.000 millones de euros en armas y sistemas militares, Europa debería centrarse en reconectarse con Rusia, promover el diálogo, la diplomacia y la cooperación económica. La historia enseña que el aislamiento y la militarización no conducen a la paz, sino sólo a mayor división y conflicto. La historia enseña pero no tiene alumnos, advirtió Antonio Gramsci.

Un plan loco y contraproducente

El plan RearmEurope no sólo es inútil, sino también profundamente perjudicial. Gastar una cantidad astronómica de dinero para rearmar Europa significa quitar recursos vitales a sectores clave como la educación, la salud, las pensiones y la innovación tecnológica. En un momento en que Europa se enfrenta a desafíos sin precedentes agobiada por un peso llamado euro, invertir una cantidad tan grande de fondos en armas es un lujo que no puede permitirse.

Además, este plan corre el riesgo de alimentar una carrera armamentista que desestabilizará aún más el continente. Rusia, percibiendo una amenaza creciente, podría responder fortaleciendo su propio arsenal militar, creando un círculo vicioso de miedo y hostilidad. Europa, en lugar de ser un actor de paz y mediación, corre el riesgo de convertirse en un foco de tensiones, con consecuencias impredecibles para la seguridad global.

Sin embargo, más allá de las premisas cuestionables de este proyecto, es necesario arrojar luz sobre la figura de la propia von der Leyen, cuyo pasado está plagado de escándalos e ineficiencias que la hacen completamente inadecuada para liderar una iniciativa de esta magnitud.

El escándalo de los consultores: un precedente inquietante

Durante su mandato como ministra de Defensa alemana (2013-2019), Ursula von der Leyen estuvo en el centro de uno de los mayores escándalos de la política alemana reciente: el Berateraffäre, el escándalo de los consultores. Una comisión de investigación del Parlamento alemán descubrió que el Ministerio de Defensa, bajo su liderazgo, otorgó contratos multimillonarios a consultores externos sin una supervisión adecuada, violando así las normas de contratación pública. Entre 2015 y 2016, el Ministerio gastó hasta 150 millones de euros en consultores externos, pero oficialmente solo declaró una fracción: alrededor de 2,9 millones. Esta discrepancia ha planteado serias dudas sobre la transparencia y la integridad de la gestión de von der Leyen.

En muchos casos, los contratos se adjudicaron a través de una red de conexiones personales, favoreciendo a empresas como Accenture y KPMG. Por ejemplo, Timo Noetzel, un ejecutivo de Accenture, tenía vínculos personales con Katrin Suder, entonces subsecretaria de Estado del Ministerio de Defensa. Ambos se conocían desde sus días en McKinsey, y esta relación levantaba sospechas de favoritismo. Si bien no hay evidencia directa de la participación personal de von der Leyen en estas irregularidades, ha trascendido que su ministerio llevó a cabo una investigación interna superficial y defectuosa, que muchos parlamentarios han calificado como un intento de encubrir el caso.


Ursula von der Leyen y la entonces subsecretaria de Estado de Armamento, Katrin Suder, salpicadas por el escándalo.

Von der Leyen admitió haber cometido “errores” en la gestión de los consultores, atribuyendo los mismos a la negligencia y la sobrecarga de personal. Sin embargo, esta justificación no ha convencido a los críticos, quienes han señalado que la falta de disciplina y transparencia ha permitido que florezca una red de favoritismo. Matthias Höhn, miembro del partido Die Linke, calificó el manejo del asunto por parte de von der Leyen como "una flagrante falta de liderazgo" y señaló que la falta de medidas disciplinarias había enviado un mensaje equivocado al ministerio: que las reglas se pueden ignorar sin consecuencias.

Ineficiencias y desperdicios: un pesado legado

Además del escándalo de los consultores, el mandato de von der Leyen como ministra de Defensa estuvo marcado por una serie de ineficiencias y despilfarro que dañaron aún más su reputación. Durante su mandato, las fuerzas armadas alemanas enfrentaron numerosos problemas, incluida escasez de equipos, retrasos en los proyectos de modernización y una burocracia ineficiente. Por ejemplo, el proyecto de compra de nuevos helicópteros y vehículos blindados se ha retrasado repetidamente y sus costes se han disparado.

Von der Leyen intentó justificar estos fracasos argumentando que el Ministerio de Defensa era una organización obsoleta que necesitaba una reestructuración radical. Sin embargo, su enfoque, basado en el uso masivo de consultores externos, no produjo los resultados prometidos. Más bien, creó un sistema en el que los consultores adquirieron una influencia excesiva sobre las decisiones estratégicas del ministerio, a menudo a expensas de la eficiencia y la transparencia.

En resumen, ha demostrado que no tiene capacidad para gestionar los recursos públicos de manera transparente y eficiente. Su defensa del uso de consultores externos, a pesar de claras irregularidades, y su fracaso a la hora de garantizar una supervisión adecuada de las contrataciones públicas son señales preocupantes. Confiarle la dirección de un proyecto como RearmEurope es como darle las llaves de un deportivo a un piloto que ya ha demostrado que no sabe conducir.

El plan RearmEurope es un error colosal y Ursula von der Leyen no es la persona adecuada para liderar a Europa en esta dirección.



Fuente: EL VIEJO TOPO