miércoles, 3 de septiembre de 2025

Aquella brisa de los veranos de antes (4 de 20)

 

Israel, el Papa y un millón más


 Por Pedro Costa Morata

Cuando Europa exhibe sus valores y los funda en sus raíces cristianas, mira a Roma, esa Segunda Jerusalén desde donde se pronuncian (casi) inaudibles palabras de protesta cuando los israelíes masacran a palestinos musulmanes; y tampoco se estremeció mucho el nuevo Papa cuando el ejército israelí asesinó a unos cuantos católicos bombardeando la iglesia de Gaza, e hiriendo al párroco: unas palabras de lamento y la contestación de los asesinos de que investigarían el caso, que ha sido producto de un error. Todo lo cual retrata al nuevo Papa como se sospechaba: tímido y sin carisma, de “transición” (como siempre se dice, es la costumbre) hacia la nada: una inopia calculada en la situación internacional y un silencio cínico ante las asechanzas del fascismo actualizado.


Víctima del bombardeo israelí de la parroquia católica de Gaza. (Demócrata)

Contemplando el millón de jóvenes amontonados en Roma con motivo del Jubileo de la Juventud, no pude dejar de pensar en la ocasión perdida por este Papa que, aunque escasamente arrojado no deja de recibir sobre sus hombros la responsabilidad y la entrega de los santos y mártires de la Iglesia, y lanzara a esos jóvenes, tan inflamados de fe como se les veía, hacia la Tierra Santa , profanada y víctima de tanta violencia, como ya hiciera su lejano antecesor Urbano II en 1095, predicando la cruzada a aquellos miles de fanáticos desharrapados. Nada hubiera sido más indicado, teniendo en cuenta el dramatismo y la sangre que se vierte en Tierra Santa, que redirigir a tantos miles de bien alimentados jóvenes entusiastas hacia la tierra del Islam, ahora en manos de esos primos nuestros cuyas atrocidades dejan en mantilla a las de aquellos adoradores de Alá; unos parientes que ya han acumulado casi 70.000 cadáveres de inocentes, claro que musulmanes en su inmensa mayoría, que debe ser la diferencia, cualitativa, que marque la actitud de este León y aquel Urbano.


Jubileo de la Juventud, Roma.(Vatican News)

Pero no, no ha habido nada de eso: son ciudadanos europeos horrorizados -pocos católicos, muchos ateos- los que pujan una y otra vez por romper el cerco de los desgraciados gazatíes. Con un “conocemos la violencia del terrorismo y respetamos a los muchos que han muerto y a los rehenes, que deben ser liberados. Pero también hay que pensar en los muchos que están muriendo de hambre” nuestro León XIV ha mostrado sus formas prudentes y “equilibradas”: unos y otros son malos, y qué pena que los niños mueran de hambre; y con un patético “la Santa Sede no puede detener los conflictos”, ha dejado bien claro que el papel de la Roma vaticana es “rezar por todos los pueblos que sufren la guerra”. No me extrañaría que estos lamentos, tan suaves y comedidos se los hubieran redactado los sionistas del Sacro Colegio cardenalicio, donde es seguro que están infiltrados.

Sin duda que el nuevo Papa reconoce -en el confortable silencio de su corazón- la masacre de los genocidas en Gaza pero no puede obviar que el Estado de Israel pretende ser el “cumplimiento” de las promesas de Yahvé (que también es el Dios de los cristianos, ¿o no?) a Abrahán, Isaac y Jacob. Unas promesas ferviente y dogmáticamente asumidas por el cristianismo, muy especialmente por la rama católica, apostólica y romana, que comparte esa Biblia veterotestamentaria y su vasta mitología.

      Pero que nadie tome por frívolas estas anotaciones, porque estas masacres cuestionan no solo al sionismo y su base bíblico-religiosa (o sea, Yahvé y sus promesas y concesiones), sino también al cristianismo con su armadura teológica, su estricto vínculo judaico y, sobre todo, sus complacencias ante el Estado de Israel y sus inmensos crímenes (entre los que cabe al menos una mención a su maltrato a los Santos Lugares del cristianismo). Un vínculo y una responsabilidad que son atroces e indigeribles, pero a las que el Papa no puede objetar porque pondría en serio peligro la e integridad, y sobre todo la esencia, del imperio religioso de Roma: su historia, su relato, sus valores y sus pretensiones.

      Cuando Netanyahu -como hace con frecuencia- se dirige a un foro de cristianos (generalmente en sus visitas a Estados Unidos, donde bulle un fanático sionismo cristiano, si bien evangélico), y se atreve a decir que tanto él como el Estado de Israel también defienden al cristianismo cuando combaten a Hamás en Gaza, esas palabras blasfemas, en boca de un tipo sanguinario y que chorrea sangre, no encuentran el menor eco desde las instancias vaticanas, asustadizas e hipócritas, que debieran denunciar al Estado de Israel por falsario y criminal, pero que iría contra la cobertura histórico-ideológica del cristianismo católico, sacudiéndolo hasta sus cimientos.

Y recuérdese, que el momento es el oportuno, cómo los papas Pío XI y Pío XII se hicieron en realidad cómplices de los regímenes de Mussolini y de Hitler, de los que estuvieron muy lejos de plantarles cara conociendo bien su ideología y sus fechorías, nada cristianas; y por ello algunos historiadores no dudaron en calificarlos, a ambos papas, de fascistas.

Es verdad que León XIV, como sus antecesores, lo tiene muy difícil y delicado: ¿cómo salir al paso, condenando y estigmatizando como merecen a los que se dicen nada menos que Pueblo elegido y receptor en cuanto tal de la Tierra prometida? ¿Cómo entrar a saco en esos absurdos bíblicos sin sufrir directamente el impacto de la farsa inasumible y el reconocimiento de que los cristianos estamos atados a esos mitos, incluyendo los más sangrientos? ¿Cómo lanzar contra esos sionistas sanguinarios la acusación de genocidas si, en definitiva, son nuestros genocidas? Así que a callar.

Cómico y desgarrador - Notas sobre el final de Europa

 

    Escritor y filósofo italiano. Activista de la izquierda.


     CNN muestra imágenes del funeral de un joven soldado ucraniano. Su esposa llora frente al ataúd y pone flores.

Banderas rojas y negras, una gran A en un círculo en primer plano.

Recuerdo que, desde los primeros días de esta guerra, Vasyl, un amigo ucraniano que se autodenomina anarco-socialista, me escribió: “Si Putin gana, el fascismo prevalecerá en todo el mundo”.

Tenía razón, y hoy el triunfo del fascismo se ve por todas partes.

El problema es que el fascismo habría prevalecido en todo el mundo incluso si Zelenski hubiera ganado la guerra.

Pero ver imágenes de un joven anarquista que podría haber sido mi alumno si hubiera dado clases en Kiev es desgarrador; ver el llanto de esa chica que fue su pareja es desgarrador.

La cumbre de Washington, por otro lado, con Trump saludando a los perdedores con una sonrisa sardónica, fue cómica.

Zelenski, con un traje oscuro alquilado para la ocasión, resultó ridículo.

Sentado en la misma silla que ocupó en febrero cuando Vance lo insultó y Trump lo humilló frente a mil millones de espectadores, el perdedor agradece, agradece y agradece.

No me queda claro por qué les agradece.

El hombre a quien agradece acaba de regresar de una reunión con Putin, buscado por una sentencia penal internacional. En Alaska acordaron temas relacionados con la división del Ártico y también, marginalmente, sobre la rendición incondicional de Ucrania.

De eso trató la cumbre de Alaska, aunque los comediantes europeos (el tío Macron, la tía Meloni, la abuela Ursula y los demás familiares del perdedor ucraniano) finjan hablar de las garantías que se le brindarán a su nieto. Nadie menciona la palabra “Donbás” o la palabra “Crimea”; sería de mal gusto.


Zelenski y Trump, junto a otros líderes europeos, durante la reunión en Washington, del pasado 19 de agosto.

Lo que pasará a la historia como la guerra de Ucrania (si es que en el futuro existen historiadores, cosa que dudo) comenzó como una genialidad del gobierno de Biden. Causar una masacre en la frontera oriental de Europa pretendía destruir Europa y debilitar a Rusia simultáneamente.

El primer objetivo se logró a la perfección. Si quieren entender la importancia de Europa hoy, basta con ver a Macron sentado junto a Trump, quien recientemente lo trató públicamente como un idiota que habla de cosas que desconoce. Sin embargo, Macron finge que todo está bien con el Padrino y, con una expresión bastante nerviosa, dice algo irrelevante mientras el Padrino sonríe con sorna.

El primer objetivo se ha cumplido a la perfección: se han roto las relaciones económicas entre Rusia y Alemania y se ha interrumpido el gasoducto North Stream 2. Vance ha degradado a la Unión: “Primero eran súbditos, ahora son enemigos”, declaró el número dos en Múnich.

Castigados con aranceles que pronto hundirán la economía europea, los súbditos convertidos en enemigos deben ahora invertir su capital en el país que los humilla y comprar armas a quienes traicionaron a Ucrania para abastecer a una Ucrania mutilada.

La guerra interblanca se encamina hacia una conclusión (temporal) con el siguiente resultado: la civilización blanca está dominada por las potencias nucleares del Ártico (EEUU y Rusia), la Unión Europea es un muerto viviente y Ucrania se ha convertido en un país destruido, empobrecido y despoblado, obligado a entregar sus recursos a quienes primero la empujaron a la guerra, luego la engañaron y finalmente la traicionaron.

En cuanto al segundo objetivo (debilitar a Rusia), se falló por completo, porque los estadounidenses, como sabemos, son volubles. Empiezan guerras en lugares lejanos como Afganistán, luego olvidan por qué lo hicieron y dejan a sus protegidos (especialmente sus protegidas) en manos de asesinos.

Así que, en lugar de Biden, el enemigo de los rusos, llegó el mejor amigo de Vladímir Putin, y medio millón de ucranianos (¿más?, ¿menos?, Nunca lo sabremos) murieron por nada. Es decir, para defender las fronteras sagradas de la patria y, como siempre, para dejarse engañar por el nacionalismo de los payasos.



Fuente: CTXT

martes, 2 de septiembre de 2025

Aquella brisa de los veranos de antes (3 de 20).

 

Águilas: Tocata y fuga de Mari Carmen


 Por Pedro Costa Morata
      Politólogo. Ha sido profesor en la Universidad Politécnica de Madrid. Premio Nacional de Medio Ambiente.


     “Me voy como vine: con mi bolso y sin nada material dentro”, dice Mari Carmen Moreno, la alcaldesa dimisionaria de Águilas. Qué lástima, nene, y qué humilde y generosa; pues no que se calla que hasta ha salido perdiendo cuartos, que incluso ha tenido que desembolsar de ese mismo bolso y junto con otros dos funcionarios descuidados 9.143 euros, más intereses y costas, por sentencia del Tribunal de Cuentas sobre emolumentos del secretario municipal, Jesús López, indebidos pero consentidos. El tal López López -funcionario a quien hay que echarle de comer aparte, como veremos- estuvo ingresando ese dinero durante cinco meses a título de “acumulación de servicios” en Águilas, mientras trabajaba en el Ayuntamiento de Torrevieja contratado como jefe de los Servicios Jurídicos. Cobraba pero no acudía a Águilas, ya que estaba de bien calculada baja: un caso de defraudación de caudales públicos que la alcaldesa conocía y por eso ha de pagar su parte; una parte que, como la de los otros funcionarios que hicieron de interventores accidentales, el propio Tribunal de Cuentas señaló que podían tramitar exigiendo su devolución al listo de don Jesús, verdadero infractor, pero ese expediente de reintegro, la jefa de personal en el Ayuntamiento de Águilas, Rosario Martínez, se niega a tramitarlo sencillamente porque es de la cuerda de López y porque la alcaldesa no ha mostrado ningún empeño en recuperar ese dinero, es decir, en enfrentarse al maniobrero y peligroso secretario.

     Pero esto, lo de los 9.143 euros a repartir entre tres, no deja de ser peccata minuta, siendo lo sustantivo la grotesca situación en la que ha quedado atrapada doña Mari Carmen Moreno en las redes y maldades del secretario López, que ha acabado dominando a la alcaldesa y a la administración municipal; hasta el punto de que en los mentideros aguileños bien informados se plantea que haya sido ésta la principal y verdadera causa, por los peligros que presenta, presentes y futuros, de su espantá. Asunto serio y grave, que en otro artículo habré de desarrollar, aludiendo en detalle al estilo y las malas artes de López López.


La alcaldesa de Águilas con el secretario y el interventor.

     Para resumir el excesivo periodo de Mari Carmen como alcaldesa -que prometió presentarse dos veces y se atrevió a tres, enfangándose a continuación- este cronista ha de referirse a los conflictos personales, nunca directos sino mediáticos, que le suscitó el proceder cada vez más osado y autoritario de la alcaldesa, como aquel Plan Parcial de la Playa de la Cola, que vulneraba cuatro o cinco espacios protegidos; su indiferencia ante la suerte de Cabo Cope, que debía haber comprado al “banco malo” ya que disponía del derecho de tanteo y retracto; su empeño en autorizar un camping-caravaning dentro del Parque Regional Cabo Cope-Calnegre; sus manejos con ADIF para construir una nueva estación ferroviaria en el quinto pino, sin la intención de consultar al pueblo sobre tan sensible asunto y destinando -que nadie lo dude- las actuales instalaciones, más que centenarias, a urbanización y especulación; su guerra declarada a actividades culturales de prestigio; su sentida indiferencia hacia el medio ambiente en general; su alianza con los depredadores de la agricultura intensiva, etcétera, etcétera. (Asuntos, por cierto, sobre los que la izquierda local oficial ha guardado un silencio que ni explica ni se explica, y que pensará que le va a dar votos).


Estación ferroviaria de Águilas (1890).

     La hasta ahora alcaldesa, en su escenificada despedida, declaró que ha llegado el momento de “priorizar la familia y la salud”, cosa natural después de 22 años de más que regular carrera política, y que se dedicará a la enseñanza, como bióloga que es (de sensibilidad ecológica casi nula, ya digo). Y ha dejado asentado que “no me arrepiento de nada”, que es la costumbre en políticos en retirada, y que realmente refleja el sentimiento de quienes así se expresan, sí, pero que también suelen ocultar inquietud de fondo, inseguridad del pasado y desconfianza ante lo que pueda venir.

     Esto es cosa de la tradicional e histórica discrecionalidad de los ediles patrios, sean franquistas, socialistas o populares, que no suelen abandonar el puesto sino por la fuerza, bien de las urnas, bien de sus superiores en el partido, ya que el poder enferma y el poder prolongado enferma prolongadamente. Buena ocasión para recordar cómo saludé, en su día, la victoria electoral de Mari Carmen tras los años de gobierno municipal del PP y la eclosión del escándalo urbanístico a lo grande: “una zagala lista, paciente y apañá” (La Opinión, “Elecciones, revuelo y vuelta a la tarea”, 3 de junio de 2015), decía yo. Porque sin duda la carrera política de Mari Carmen, pese a serlo en un PSOE ya desoladoramente descolorido, era notable y muy esperanzadora. Hasta que, ya en su segundo mandato tuve que ponerme serio y tratar de enderezarla, ya que su andar por la política municipal se hacía cada vez más arrogante y provocador; y no tuve más remedio que echarle en cara, ya en su tercer mandato -perjuro, imprudente, fatal-, lo mal que veía esto y lo urgentemente que debía abandonar el cargo, vistos los charcos en que se metía y los jardines por los que prometía perderse. Ahora, cuando resulta que me he hecho caso (pero tarde, ay, ay, ay), no explica que su abandono sea por los peligros que la rodean y las chapuzas en las que ha incurrido, qué va. Entre llantos de colaboradores, babosadas de la prensa adicta (no os perdáis el columnón de Ángel Montiel en La Opinión, de 24 de agosto, que más que panegírico parece publirreportaje) y el sopor agosteño del aguileño medio, ha querido despedirse con los pretextos a los que recurren de costumbre -en trances como éste- los malos/as políticos/as una vez pillados/as en su mal hacer, es decir, alegando causas escasamente convincentes.

     (Coincidiendo con el anuncio de la dimisión de Mari Carmen se ha producido otro, de muy parecido jaez, protagonizado por el también socialista Antonio Merino, teniente de alcalde de Calasparra, discípulo y delfín del marrullero Vélez, e imputado como éste por el asunto de la Fiesta Taurina del Arroz en los años 2018 y 2019. Como marca el guion, Merino ha declarado que se retira, “tras diez años de dedicación y compromiso”, alegando que la política resulta “difícil de compaginar con las obligaciones laborales y profesionales”, algo tan lógico si atendemos a sus competencias municipales: nada menos que Hacienda, Urbanismo, Seguridad Ciudadana, Festejos, Cultura, Patrimonio y Comunicación… todo un fenómeno este político calasparreño, tan joven y prometedor, vaya que sí.)

      En el bolso de Mari Carmen -supongo que ya descolorido y hasta raído- no le ha podido caber la parcela que ha adquirido a precio ventajoso al empresario Juan Montiel, ese mismo que mantiene con el Ayuntamiento una deuda que ronda el millón de euros y al que la administración municipal trata con excepcional deferencia, compensando esa deuda, poco a poco, al parecer de forma relacionada con su actividad hotelera, no se sabe muy bien cómo, pero saltándose la legalidad vigente, cosa que Mari Carmen conoce perfectamente. El caso es que el infractor logra pasar poco menos que como un benefactor del pueblo, hasta el punto de que la alcadesa ha tenido el dudoso gusto de dedicar la plaza de esa urbanización que tan bien se le ha dado, a los meritorios nombres de don Juan y doña Beatriz, su esposa, dos señalados incumplidores de la legalidad vigente; de doña Beatriz recuerdo su tropelía urbanística en lo que llamó “Castillo del Esfuerzo”, por La Zerrichera, de la que salió de rositas por el apoyo, descarado pero incondicional, del alcalde popular Juan Ramírez y por un juez que me dejó pasmado por su banalidad (cosas, ambas, que afeé en su día a los protagonistas en La Verdad, 2008 y 2014). El caso es que los señores de Montiel se sienten tan cómodos en sus fechorías con el PSOE como con el PP.

     Y para acabar (por ahora), con el acontecimiento de la dimisión de la alcaldesa, que tanto ha sorprendido a la opinión ignara aguileña, necesario es aludir, siquiera esquemáticamente, a su designado sucesor, Cristóbal Casado, que también debe pertenecer a esa hornada de jóvenes políticos socialistas capaces de comerse al mundo, si atendemos a las competencias que hasta ahora mismo le estaban atribuidas: Seguridad Ciudadana, Contratación, Deportes, Comercio, Carnaval, Festejos y Patrimonio (otro fenómeno: qué envidia). Del que solo sé que ha escurrido el bulto cuando se le ha requerido para tratar del feo asunto del atentado del que este cronista fue objeto el pasado 16 de junio, por lo que -qué queréis que os diga- no empieza nada bien. Aunque, claro, más importante resulta que esté considerado, en relación con el maniobrero López, aún más sumiso que Mari Carmen.



domingo, 31 de agosto de 2025

Documentos de EEUU revelan cómo prepara una “acción militar” contra Venezuela

 

 Por Bruno Sgarzini   
      Periodista argentino especializado en asuntos internacionales.


     La designación de carteles del narcotráfico como organizaciones terroristas estuvo precedida por una serie de informes, previos a la asunción de Donald Trump, que iluminan el accionar de Estados Unidos en la actualidad. Sobre todo cuando hay informes que indican preparativos para acciones militares en México y existe un despliegue marítimo estadounidenses fuera de las aguas venezolanas.

Una de las justificaciones de todo este andamiaje por parte de los organismos de seguridad estadounidenses es la consideración de que Washington enfrenta “una invasión” que convierte a la “migración masiva en un arma”, a través del tráfico de personas, de drogas, organizados por carteles (y organizaciones criminales), según el periodista estadounidense Ken Klippenstein. “En otras palabras, la gente no viene a Estados Unidos para escapar de la pobreza o la represión o en busca de oportunidades; son soldados de infantería de un ataque orquestado contra el país”, según Klippenstein.




Para Joseph Humire, subsecretario de Defensa para América Latina: “la migración armada se produce cuando actores estatales y no estatales catalizan, manipulan o inducen la migración masiva para lograr objetivos políticos y geopolíticos. En el contexto actual, estos objetivos van más allá de la coerción y se centran en erosionar las fronteras soberanas y expandir la captura y el control territorial. La migración armada busca desestabilizar las estructuras sociales y gubernamentales de Estados Unidos. Establecer una 'cabeza de puente' de personal subversivo disponible para ataques dirigidos dentro de Estados Unidos y contra infraestructura crítica y objetivos de alto valor para generar miedo y paralización. Las Organizaciones Criminales Transnacionales funcionan como agentes de Estados-nación adversarios que buscan la expansión territorial. La erosión de las fronteras soberanas es un pretexto para expandir las economías ilícitas, conquistar nuevos territorios y desdibujar las fronteras entre el control estatal y no estatal”.

Una de las justificaciones de todo este andamiaje por parte de los organismos de seguridad estadounidenses es la consideración de que Washington enfrenta “una invasión” que convierte a la “migración masiva en un arma”

Humire es un estadounidense, hijo de bolivianos, partidarios de calificar a los movimientos progresistas como partidos corruptos aliados de Irán y Hezbollah. También quien como integrante de la red Atlas, una fundación de extremo derecha, y del Center for a Secure Free Society, promovió la idea de que los líderes del chavismo eran partes del Cartel de los Soles, recién designado como una “entidad terrorista” por el gobierno estadounidense. Bajo este concepto de migración armada, sostenido por Pam Bondi, la secretaría de Estados Unidos, los carteles latinoamericanos, elegidos por la Administración estadounidenses, son agentes de “Estados Nación adversos” para atacar Estados Unidos.


Documento del Centro Nacional de Inteligencia de Estados Unidos sobre las nuevas amenazas a la seguridad estadounidenses.

Los documentos internos de los organismos de seguridad estadounidenses también demuestran cómo la “amenaza narco chavista” ha sido pre fabricada para alinear una narrativa con los objetivos de política exterior de Marco Rubio (y el propio Trump), quien hoy está a cargo de delinear la política de seguridad (y exterior) de Estados Unidos como secretario del Departamento de Estado y jefe del Consejo de Seguridad Nacional (que concentra todas las ramas estatales del poder militar, financiero y diplomático estadounidense). Según un memorándum del Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos, ni Maduro usa la migración como un “arma”, ni existen pruebas de que coopere con organizaciones narcos como el Tren de Aragua, tipificada como “terrorista”. Mientras que del Cartel de los Soles brilla por su ausencia en los informes de la DEA y otros organismos internacionales.


Informe del Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos del 7 de abril de 2025.

Por esos días de 2023, una de las propuestas que le alcanzaron fue un trabajo de Ken Cuccinelli, ex subsecretario del Departamento de Seguridad Nacional en la primera Administración Trump, titulado “Es hora de declarar la guerra a los cárteles transnacionales de la droga”, y publicado en el Center For Renewing de America, un tanque de pensamiento de derecha. Cucinelli, además, fue el responsable de escribir el Capítulo de Seguridad del Proyecto 2025, una hoja de ruta para el gobierno trumpista creado por la Fundación Heritage.

En ese documento, Cuccinelli, por ejemplo, habla de crear una nueva “definición estatutaria para los cárteles sería similar a la definición actual de organizaciones criminales transnacionales (OCT) en el código estadounidense, pero contemplaría un enfoque más preciso con mayores facultades que permiten la acción financiera, diplomática y directa, típicamente reservada para quienes designan como organizaciones terroristas extranjeras”. La actual Administración, con diversas ordenes ejecutivas, ha ido más allá cuando, en vez de crear una nueva definición estatuaria, calificó a los carteles, como el de Sinaloa, Jalisco Nueva Generación, Tren de Aragua, como organizaciones terroristas extranjeras y Terroristas Globales Especialmente Designados.




Esta nueva designación permite aplicar “sanciones severas y el asesinato de los líderes de los carteles, sin depender del sistema judicial penal estadounidense”, según Cuccinelli. En esta misma línea, para el secretario de Estado, Marco Rubio, con esta disposición el gobierno trumpista" puede utilizar otros elementos del poder estadounidense, para atacar a estos grupos". Para algunos escépticos, por supuesto, el planteamiento deja algunas dudas sobre si sería legal asesinar un miembro de un cartel, como si fuera parte de Al Qaeda, u el Estado Islámico, a través de campañas, por ejemplo, de bombardeos con drones como en Irak, Siria o Afganistán. “Si bien el Congreso ha autorizado el uso de la fuerza contra Al Qaeda, no ha permitido librar una guerra contra grupos no relacionados, incluso si el poder ejecutivo también los califica de "terroristas". La ley estadounidense permite al gobierno imponer sanciones , como el bloqueo de activos, contra grupos que califica como tales, pero esto no le autoriza a realizar operaciones de guerra contra ellos”, de acuerdo a los periodistas de New York Times, Charlie SavageHelene Cooper y Eric Schmitt.

Para sortear estas restricciones, por eso, Cuccinelli recomienda sancionar una ley en el congreso que designe a los carteles como organizaciones terroristas y apruebe la acción directa en su contra, similar a un proyecto presentada en 2024 por los congresistas republicanos Mike Waltz (por un tiempo breve jefe del consejo de Seguridad de Trump), Dan Crenshaw. Sin embargo, ese museo del horror que han sido las guerras contra el Terror en Irak y Afganistán demuestra que las administraciones republicanas son bastantes creativas a la hora de adaptar sus objetivos, incluso, si se trata hasta de justificar, de forma legal, distintas formas de tortura como el submarino.

Como una forma de preparar los ataques directos, el antiguo funcionario afirma que Washington debería organizar con México, y otros países, un despliegue de la Marina de Estados Unidos para detener los envíos de drogas en el Pacífico mexicano, como una “forma de reclutar funcionarios”. Esta afirmación bien se podría adaptar a lo que hace Estados Unidos con su despliegue frente a las costas venezolanas y la intención de sumarse otros países, como Francia, Reino Unido, Guyana, Argentina, Trinidad y Tobago, entre otros, a su operación de presión contra el gobierno de Maduro. Un despliegue que permitiría, por ejemplo, atacar la principal base del país en Caracas, el Fuerte Tiuna, donde pernoctan altos funcionarios del chavismo, según James Story, exembajador de Estados Unidos en Colombia entre 2018 y 2023.

Lo que llama la atención si se tiene en cuenta que, dentro de la Administración trumpista, se ha hablado de la posibilidad de lanzar misiles, o bombardeos con drones, desde los buques de guerra estadounidense, “para atacar la infraestructura y el liderazgo de los carteles”, según Washington Post. La gran incógnita, por eso, es si esta operación militar estadounidense en el Caribe fue diseñada para una campaña de ataques permanente en Venezuela para desestabilizar al gobierno chavista, o solo para generar una percepción de “amenaza” que genere un quiebre interno con un par de acciones espectaculares. Fiel al estilo espectacular trumpista de sobreactuación para crear una imagen de éxito prefabricada.


Fuente: Bruno Sgarzini

Aquella brisa de los veranos de antes (2 de 20).

 

 Por Pedro Costa Morata
Politólogo. Ha sido profesor en la Universidad Politécnica de Madrid. Premio Nacional de Medio Ambiente.


El Monte, como el Agua y las Costas, debe ser competencia del Estado



Poco, y breve, es lo que este cronista puede aportar a la marabunta de comentarios, análisis, denuncias, improperios y desvergüenzas que, envolviendo a las llamas implacables, nos escandalizan en este agosto espantoso, en el que las Comunidades autónomas más afectadas -Galicia, Castilla y León, Extremadura- han demostrado su impotencia, incompetencia y mala uva, dedicando sus líderes más, mucha más energía a imprecar al Gobierno central que a organizarse frente a los incendios. Han tenido que recurrir al disimulo de sus inclementes ataques para tratar de ocultar su nefasta política ambiental general y de Montes en particular, reduciendo durante años efectivos, presupuestos y voluntad, pidiendo ahora árnica al Estado (como si ellos fueran administraciones lunares) y exigiendo la puntual y eficiente ayuda de la Unidad Militar de Emergencias (UME), de directo control de Madrid. A destacar, de entre los vociferantes mandos del PP, a ese mamarracho de Bendodo, convencido de que tenía que sustituir con nota al gran Tellado, ausente, que debe estar acumulando bilis para el nuevo curso.


Elías Bendodo, portavoz del PP, calificando de "pirómana" a la directora general de Protección Civil.

Empezaré por el final, no vaya a ser que se me olvide lo principal, que es que entre las medidas consecuentes que haya de adoptar el Gobierno central ante la penosa actuación de las satrapías más arriba citadas, y teniendo en cuenta lo que nos espera por la crisis ecológica general, que ni aflojará ni dará tregua, debiera de figurar una UME reformada para que las catástrofes naturales hayan de ser atendidas (prevenidas, analizadas, atacadas) desde una dirección única, estatal, bien provista y a salvo de los necios deslenguados que produce esta manada del PP. Una UME ampliada, reorganizada y de recursos globales multiplicados, a la orden del Ministerio del Interior o del que sea competente en Medio Ambiente. Y que no tenga nada de militar: ¿a cuento de qué ha de ser militar un cuerpo anti incendios, anti riadas, anti nevadas…? Supongo que cuando Zapatero se planteó este uso del Ejército en tareas tan estrictamente civiles como las señaladas, pensaría al menos dos cosas: que (1) la disciplina militar contribuiría a la eficacia en las misiones que se le encomendara y (2) que siendo militar ese órgano se excluía a la competencia/incompetencia de las Comunidades autónomas, que generalmente no son de fiar en asuntos serios y graves (pero que esto, ni se debe reconocer ni se les debe imputar, por políticamente incorrecto y peligroso).


Incendio en Galicia (iSTOCK).

Pero la cosa nunca había adquirido tanta gravedad como en este verano, y todo indica y anuncia que se repetirá si no se adoptan medidas drásticas, valientes y capaces, lo que debe de ser asumido por el Estado en su Administración central. Soy de los que nunca creyeron positivo, cuando tomaba cuerpo el Estado autonómico, que las competencias ambientales cayeran en manos de la jurisdicción autonómica, y que no solo las Costas, las Aguas y algo más, serían ámbitos que debía retener el Estado “por razones obvias”, principalmente por su amplitud y la imposibilidad de atribuir su presencia e influencia a regiones y límites administrativos, sino y sobre todo porque la importancia y la seriedad de los asuntos ambientales, estructurales en el país y por lo tanto en el Estado, debían a quedar a salvo del esperable (sí, no nos equivocábamos) mal hacer autonómico, con su perspectiva localista y su mínima sensibilidad ambiental.

Así lo percibíamos quienes nos enfrentábamos a la contaminación variopinta, las agresiones ubicuas y el corrosivo veneno del industrialismo, fuera franquista, fuera paleo-democrático. Un combate erosivo y desesperante con los alcaldes, y que también empezaba a revelarse, según avanzaba el tiempo, con las entidades autonómicas. Aquello de que “desde cerca” se podían resolver mejor los problemas ambientales, y que los directamente afectados actuarían con mayor interés y eficacia no era creíble, por falaz e indemostrable. Y sí quedaba mucho más claro que los intereses locales, las redes clientelares, el caciquismo, la ignorancia y la corrupción eran notas locales bien enquistadas que herían e indignaban, sometiendo a los primeros grupos ecologistas a una lucha sin descanso y a enfrentamientos desoladores.

     Por supuesto que esta consideración peyorativa hacia los niveles locales y autonómicos competenciales no implicaba que las instituciones del Estado iban a ser mucho más sensibles, sinceras y eficaces, pero al menos el enemigo quedaba -allá en Madrid y los órganos ministeriales- mucho más localizado y, se suponía, más tratable al disponer de una visión global respecto del problema y más separada respecto de los intereses y maldades territoriales. A este respecto, no hay más que ver ese timo del MITECO, sin idea en sus mandamases sobre cualquier tipo de transición ecológica y de bien probada acción nula en lo del reto demográfico.

Y una vez aprobada la Constitución, solo los ingenuos creyeron que el artículo 45 y su mirífico enunciado (“Todos tienen el derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado… así como el deber de conservarlo… Los poderes públicos velarán por la utilización racional de todos los recursos naturales…. Para quienes violen lo dispuesto… así como la obligación de reparar el daño causado”), serviría como marco estricto y apremiante para que las cosas se hicieran bien. Menos mal que los artículos 148 y 149, los concretamente competenciales, aunque atribuían a las Comunidades autónomas expresamente “Los montes y aprovechamientos forestales” (148.8), y “La gestión en materia de medio ambiente” (148.9), guardaban para el Estado “La legislación básica sobre protección del medio ambiente, sin perjuicio de las facultades de las Comunidades Autónomas de establecer normas adicionales de protección. La legislación básica sobre montes, aprovechamientos forestales y vías pecuarias” (149.23). Lo que, mira por dónde, nos viene al pelo para que el Estado se ponga las pilas y trabaje con diligencia a asumir estos contenidos constitucionales con el apremio de la crisis climática, cosa de la que no se hablaba, en aquellos años fundacionales, en los ambientes políticos y raramente en los ecologistas.

Quiero recordar que aun antes de brotar el ecologismo político los ecologistas conservacionistas tenían que mantener un desigual combate con la “filosofía forestal”: las repoblaciones masivas, el tirón de las papeleras y fábricas de celulosa y, en definitiva, los ingenieros de Montes, enemigos protagonistas que, tristemente, mandaban con exclusividad en aquella ICONA que reflejaba la escasa preocupación ambiental-global de nuestro Estado, ya que apenas sobrepasaba a los montes, y aun esto con un enfoque forestal y evidente confusión entre bosque y plantación, ecosistema y objeto, naturaleza y economía…. (Con la pelea, las urgencias, la confusión y el “expertismo” haciendo eclosión ahora se ha colado con fuerza eso del “paradigma forestal”, es decir, el trato forestal, o sea, productivo, a las masas arboladas desdeñando la realidad y el concepto de bosque como ecosistema y albergue de vida, en el que ese sotobosque al que ahora se ataca sin misericordia es tan importante como los árboles de porte, y donde la ganadería extensiva, que ahora se reivindica como máquina “natural” y barata de limpieza, debe ser excluida.)

Con la consolidación del Estado liberal, socialista o popular, y sobre el principio inamovible y necesario de que el liberalismo como doctrina o política es perfecta y radicalmente incompatible con la conservación de la naturaleza, sus recursos y el medio ambiente en general, que por su propia esencia son bienes públicos y que por ello debieran ser inalienables, al ecologismo le ha correspondido alinearse con las políticas públicas ambientales, la propiedad pública de espacios y bienes de índole natural y la directa intervención pública en su gestión, en las duras y en las maduras. De ahí que haya de ser el Estado el que incremente su papel ambiental global, no que lo reduzca, fortaleciendo su papel según la Constitución y actuando con la legalidad legislativa y normativa que le asiste para actualizarse y asumir la crisis ecológica general, que se agrava por momentos, más allá y con perspectiva más realista (descartando toda histeria y la cínica teatralidad al uso) del problema del clima y sus efectos inmediatos y visibles. O sea, que el Gobierno de Pedro Sánchez no pierda el tiempo viendo cómo esa oposición montaraz le rechaza cualquier pacto ambiental civilizado, sea climático, sea de otro tipo.


sábado, 30 de agosto de 2025

No, el ecologismo no quema los montes.

 

Técnico en seguimiento de fauna. Autor del libro "El Gallipato (Pleurodeles waltl)".



La durísima temporada de incendios forestales que están padeciendo España, Portugal y Francia está movilizando a la opinión pública. Las recientes declaraciones de Carlos Suarez-Quiñones, Consejero de medio ambiente de la comunidad de Castilla y León, no han hecho sino avivar las llamas dialécticas que ya devoraban las redes sociales.



     De sus respuestas a la SER y de la información vertida por los medios de comunicación se extrae que las causas de este empeoramiento se deben a la despoblación, a la política de protección de los espacios naturales y al cese de actividades del primer sector de producción agroganadera, entre otros factores. Toda la crítica parece centrarse en los planteamientos ecologistas y conservacionistas y en la demonización de la mal llamada maleza, que no es sino el monte bajo y, especialmente, el sotobosque. Frente a esta corriente de pensamiento aparentemente única, surgen voces de profesionales del medio ambiente que llaman a la reflexión y al estudio de los datos históricos. En este artículo, Juan Miguel de la Fuente, técnico ambiental, especialista en seguimiento de fauna (Pandion Estudios de Fauna y Medio Ambiente) y autor del libro monográfico El Gallipato (Pleurodeles waltl) tratará de contestar a las numerosas cuestiones que se plantean al respecto, analizando los datos oficiales de los que se dispone.




¿Arde el monte debido a la despoblación rural?

Contrariamente a lo esbozado por los medios de comunicación no especializados, la disminución de habitantes del medio rural no está ligada al aumento de la superficie perdida por el fuego. En una contraposición de datos, podemos ver que en 1985 el pico histórico de superficie incinerada, desde que existen datos fiables, con 484.474 hectáreas quemadas, se dio cuando la población rural aún era el 26% de la población total. A partir de ese momento hay un evidente descenso en el número de hectáreas quemadas (salvo años puntuales), como las menos de 24.000 hectáreas del año 2018, coincidiendo con un censo de la población rural más bajo, situándose por debajo del 20% de los habitantes de España. Si analizamos estos datos, nos damos cuenta de que la superficie arrasada por el fuego disminuye a lo largo de la historia, al mismo tiempo que crece la despoblación rural. No parece, por lo tanto, que tenga alguna relación con el aumento de superficie quemada. Incluso, podría parecer lo contrario. Según datos del MITECO, en la década de los 80 el número de grandes incendios forestales fue más del doble que las dos siguientes décadas.

Por supuesto que los medios contra el fuego han cambiado mucho en estas décadas. Equipos, vehículos y conocimiento han evolucionado mucho. Y el músculo, potencia y profesionalidad, que puntualmente ofrece la Unidad Militar de Emergencia (UME) también ha de ser tenido en cuenta respecto a las estadísticas, desde que este cuerpo se fundó en 2006, durante el primer gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Además, la implementación de sistemas digitales y satelitales, así como otros medios de vigilancia y lucha activa, como drones, han ayudado a que las cifras aterradoras de la devastación de los incendios de los años 80 hayan disminuido drásticamente. Pero aceptar esta idea, desmonta aún más el concepto creado de que el fuego cabalga a lomos de la despoblación.




¿Arde el monte porque no dejan pastorear?

Basta con darse una vuelta por el monte para ver que se puede pastorear. De hecho, no solo no está prohibido, sino que recibe ayudas directas e indirectas de la Unión Europea, el Gobierno Central y las Comunidades Autónomas. Además, estamos viendo incendios forestales de grandes dimensiones en Ávila, provincia que reúne el 85% de la trashumancia de todo el país, o en Málaga, que es el territorio español con el mayor censo de cabras domésticas. De hecho, es en el noroeste ibérico -la zona más afectada por incendios de manera recurrente y de manera histórica- donde se concentra la mayor parte de la ganadería extensiva. Una vez más, los datos y estadísticas confirman esta realidad. Si miramos las causas de los incendios forestales intencionados, vemos que los relacionados directamente con el pastoreo suponen casi un 30%, solo por detrás de la quema agrícola ilegal.

La ganadería tradicional no es, por supuesto, un agente incendiario sistemático. Lo es la gestión que hacen de los recursos naturales un número indeterminado de ganaderos y la costumbre tradicional de dar fuego al monte bajo – e incluso bosques- con el fin de obtener espacios abiertos, facilitando así las labores de pastoreo. Al respecto, ya el Ingeniero de Montes Santiago Pérez Argemí arranca el VIII capítulo de su libro Las Hurdes, escrito en 1921, con esta contundente frase: “No puede ser más deplorable el aspecto que nos ofrece las montañas hurdanas. La codicia e ignorancia de los pastores han destruido la riqueza forestal, quemando los árboles dejando limpias las superficies carbonizadas (…) las llamas que destruyeron las semillas han consumido las raíces que aprisionaban la tierra, han quemado el manjar de las abejas y han abierto paso al pedregal, que avanza como ola de muerte sobre la yerba destrozada”.




¿Arde el monte por las leyes de los ecologistas?

Desde los años 90, coincidiendo con el aumento de la conciencia sobre la conservación del medio ambiente, la profesionalización del sector y la renovación de leyes redactadas, cuando la gestión solo se centraba en el rendimiento económico y no en el conocimiento científico, la superficie forestal ha aumentado casi un 10% en España. Contrariamente a lo dicho frecuentemente en medios de comunicación y redes sociales, las gráficas indican, que, aun habiendo aumentado la masa forestal, el total de la superficie quemada ha disminuido en un 50%. La ampliación de esos espacios forestales y la disminución del impacto de los fuegos está directamente relacionada con las leyes de protección, conservación y gestión de los recursos naturales.

Estas leyes, que generalmente son atribuidas a los ecologistas, como si estos fueran una entidad con capacidad legislativa, han sido escritas e implementadas por los sucesivos gobiernos estatales. Estos gobiernos, de uno u otro signo y en mayor o menor medida, han ido aceptando que la defensa del medio natural es fundamental. La protección de los ecosistemas, la defensa de la biodiversidad y el cambio climático están, sin duda, sobre la mesa de los consejos de ministros desde hace décadas. Pero son los gobiernos autonómicos, en muchos casos, los responsables en ciertas materias medio ambientales que inciden directamente sobre el tema que tratamos. Es el caso de los dispositivos antiincendios, la delimitación de zonas de pastoreo o las autorizaciones para la gestión de los recursos. Y para quitar toda duda sobre el origen ecologista de las mencionadas leyes, basta recordar que son gobiernos autonómicos como el Castilla y León o el de Asturias, que se manifiestan públicamente a favor de cazar especies estrictamente protegidas o en contra de los Parques Nacionales, los que regulan sus espacios naturales y que no se les puede tachar de ecologistas.

Como se aprecia en la gráfica, casi el 70% de los incendios intencionados son provocados por la quema para regeneración de pastos y las quemas ilegales agrícolas. Ambas prácticas prohibidas por leyes creadas para evitar los incendios forestales. ¿Son estas las leyes de los ecologistas?




¿Arden los bosques porque no se limpian?

No: arden porque se les prende fuego. Los incendios naturales por rayos suponen tan solo un 4% de los incendios totales. El resto se podría evitar con más vigilancia, sanciones más duras y leyes que prohíban pastorear, construir, cultivar o cazar durante décadas en zonas quemadas para evitar la especulación posterior al siniestro.

Esto no quiere decir que no haya que limpiarlo. Si hay cartuchos, restos de plástico de la agricultura o cualquier otro tipo de basura hay que limpiarlo y denunciarlo a las administraciones. Pero el matorral y el sotobosque, lo que el desconocimiento hace que se le llame maleza, forman parte del bosque. Son parte de la biodiversidad y de ella dependen un sinfín de especies de animales y vegetales. Eliminarlo sistemáticamente para que no se queme, sería como eliminar los árboles para que no se quemasen. Más bien habría que protegerlo.

¿Los cazadores son los primeros que apagan los fuegos? ¿Antes se gestionaba mejor? ¿Hay suficientes medios?

Preguntas como estas y otras muchas más, lanzadas como afirmación, son las que estos días aparecen continuamente en los medios. En ocasiones, son ideas repetidas, como mantras tradicionales, transmitidos de unos a otros y en los últimos tiempos amplificadas por las redes sociales. Son parte de ese cúmulo de verdades dogmáticas que dominan el conocimiento tradicional de lo rural. No podemos solucionarlas todas, pero algunas se contestan por sí solas. Los que apagan los fuegos son los bomberos. Si hay un incendio y te acercas a ayudar, no te lo van a permitir. Es un trabajo de profesionales. No obstante, se da por hecho que, cualquier ciudadano que vea un fuego hará lo que esté en su mano, independientemente de su hobby. Tampoco se debe llevar agua ni comida a los animales después de un incendio. Los supervivientes buscarán nuevas zonas, pero si se les ceba, no se marcharán y evitarán la regeneración de la superficie calcinada. El buenismo y la visión Disney de algunos colectivos es perjudicial para el medio ambiente en general, por lo que la gestión debe estar en manos de profesionales, con formación y sin intereses económicos.

Antiguamente la gestión se basaba en el rendimiento económico, por lo que se plantaban monocultivos, en muchos casos de especies pirófitas, a lo que llamaban bosque y que son los que se queman sin control en la actualidad. La evolución de los conocimientos sobre el medio ambiente está haciendo que, poco a poco, se camine hacia una gestión forestal sostenible, realizada por profesionales, que sirva para que el número de hectáreas quemadas siga descendiendo, la masa forestal crezca y se vayan reconvirtiendo los monocultivos en bosques de verdad, donde la biodiversidad sea la que esquive los incendios de forma natural, gracias a los cambios en la vegetación, que evitan que se propague el fuego.

En todo lo anterior, lo más importante son los medios de los que disponemos para seguir luchando contra los incendios. Hace falta más vigilancia, más sanciones y más duras, más profesionalización e investigación y, sobre todo, que se empiece a dar a los bomberos forestales el valor que se merecen. No consiste en abrir los telediarios diciendo que son héroes, sino con sueldos y contratos dignos, formación y medios materiales para hacer su trabajo con todas las garantías de seguridad.

Quedan muchas cuestiones y temas en el tintero, como la propiedad privada, que en muchas ocasiones impide la gestión correcta de la zona, el acceso a los dispositivos antiincendios o que los animales escapen del fuego. Se necesitan mayor número de torres de vigilancia antiincendios ocupadas por personal permanente en temporada alta, caminos y pistas practicables y mantenidos durante todo el año, que permitan el acceso adecuado en caso necesario. También acabar con la descoordinación entre comunidades autónomas a la hora de aplicar protocolos o dispositivos. Y, finalmente, que la realidad medioambiental que nos ha tocado vivir esté presente en las mesas de todos los políticos a la hora de tomar decisiones.


Fuente: El vuelo del Grajo