miércoles, 11 de diciembre de 2024

Donald Trump ¿no empezará más guerras? (lo que dicen sus asesores)

 

       Periodista argentino especializado en asuntos internacionales.




      Donald Trump cabalgó durante sus campañas encima de varios mitos potentes para la política estadounidense. En 2016, uno de ellos, por ejemplo, era que iba “a drenar el pantano” de Washington para sacar del juego a los funcionarios, lobistas, políticos y empresarios del “1% más rico del mundo”. No hace falta enumerar la cantidad de nombramientos de su administración que desmintieron aquello.

Esta vez, uno de los mitos fundamentales de su presidencia es que va a poner fin “a las guerras”. Trump, según Trump, no es un presidente belicista, ni desea que haya una Tercera Guerra Mundial por lo que buscará, por ejemplo, un arreglo en Ucrania para congelar el conflicto antes de asumir el mandado. Su promesa se basa en que durante su anterior administración no comenzó ninguna guerra y acordó la retirada de las tropas estadounidense de Afganistán. Pero es una verdad a medias. Para Bernabé Malacalza, doctor en Ciencias Sociales y experto en Relaciones Internacionales: “en el primer año de su mandato relajó restricciones internas para ataques con drones, habilitando su uso sin una revisión rigurosa y aumentando los bombardeos en Afganistán, Kenia, Yemen y Somalia. Además, eliminó el requisito de contacto directo con fuerzas enemigas para ejecutar bombardeos. Su decisión de asesinar al general iraní Qasem Soleimani puso a los países de Medio Oriente al borde de una catástrofe, evitada solo por la moderación iraní. Además, Trump ha sido un activo promotor del rearme mundial sin límites: rompió el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio, se retiró del Tratado de Cielos Abiertos y no renovó el crucial New START con Rusia (que limitaba el total de armas nucleares despegadas por Rusia y Estados Unidos).

Durante su mandato, Trump aumentó el presupuesto militar estadounidense a más de 700 mil millones de dólares por año, la mayor erogación de la historia estadounidense. Por eso, para Malacalza, sus movimientos: “parecen tener menos que ver con pacifismo y más con una estrategia de “primacía recargada” de Estados Unidos orientada a reconfigurar los conflictos a su favor, posiblemente reavivándolos o redefiniendo sus objetivos estratégicos, especialmente en el contexto de las relaciones de poder en regiones y ámbitos claves”.

Lo que dice el American First Policy Institute, uno de sus principales grupos de asesores en política exterior.

El American First Policy Institute, después de la primera Administración de Trump, se convirtió en un refugio de sus antiguos funcionarios. En su consejo ejecutivo están, por ejemplo, Larry Kudlow, exdirector del Consejo Económico Nacional de su presidencia, Brooke Rollins, exdirectora del Consejo de Política Nacional de Estados Unidos, Chad F. Wolf, secretario interino de la Dirección de Seguridad Nacional, y Linda McMahon, directora de la Agencia Federal para las Pequeñas Empresas, donante de la campaña de Trump y esposa de Vince McMahon, CEO de la empresa de lucha libre World Wrestling Entertainment (WWE).


Linda McMahon could be gearing up for presidential run             Linda McMahon durante un discurso de Donald Trump durante su anterior presidencia.


El tanque de pensamiento fue fundado en 2020 gracias al dinero dado por tres grandes donantes de Texas, entre los que se destaca Tim Dunn, un empresario texano que se enriqueció con el auge del fracking en la Cuenca Pérmica de Texas. Dunn es un pastor cristiano evangélico que ha armado una serie de fundaciones y ongs en Texas para llevar las políticas de los republicanos hacia propuestas de extrema derecha a favor de la desregulación económica y la privatización de las escuelas. Este es su primer intento de llevar su propuesta a nivel nacional. Además, cree que se está “en medio de una batalla santa que enfrenta a los cristianos contra aquellos a los que se refiere como marxistas, quienes, según él, quieren controlar toda la propiedad y quitar la libertad”.

El American First Policy Institute no ha levantando tantas críticas como la Fundación Heritage por su “Proyecto 2025”, repleto de iniciativas polémicas como disolución el Departamento de Educación y Comercio y la concentración de poder en el presidente para sortear las barreras burocráticas. Pero entre sus 300 ordenes ejecutivas, listas para ser firmadas eventualmente por Donald Trump, están mayores barreras al aborto, eliminar las restricciones a las explotaciones petroleras en áreas naturales, retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París, imponer requisitos laborales a los beneficiarios de Medicaid, el programa de salud para personas de bajos ingresos, establecer legalmente solo dos géneros, y eliminar las protecciones laborales de los funcionarios estatales para permitir una ola de despidos en las agencias de gobierno de Estados Unidos.


Presentación de la propuesta de política exterior y Defensa de la agenda American First.


En política exterior, la agenda del instituto, denominada “American First Agenda”, ha tomado mayor importancia desde que Linda McMahon fuera nombrada como copresidente del equipo de transición de Donald Trump. Uno de sus pilares se titula “lograr la paz a través de la fuerza y el liderazgo estadounidense” y plantea que “cualquier compromiso de vidas o dólares estadounidenses en el exterior se traduzca en beneficios concretos para el pueblo estadounidense”. También que “Estados Unidos puede defenderse y desempeñar un papel de liderazgo en el mundo evitando nuevas guerras, negociando acuerdos de paz históricos y fomentando una distribución equitativa y justa de la carga con nuestros amigos y socios”. Los capítulos donde se desarrollan esta tesis, muchas veces, contradicen este principio de “evitar guerras” ya que van desde “mantener la fuerza militar más poderosa del mundo” hasta “exigir a China que rinda cuenta por sus prácticas” y volver a la política de “máxima presión” contra Irán.

La OTAN, Israel y Medio Oriente: el regreso a la antigua política exterior seguida por Trump

En el primer capítulo de este pilar titulado Establecer una política exterior que priorice a Estados Unidos, el tanque de pensamiento sostiene que Washington “está en la mejor posición para liderar el mundo y preservar la paz y la estabilidad cuando prioriza la seguridad, la prosperidad y el bienestar general del pueblo estadounidense. Estados Unidos primero no significa Estados Unidos solo, ni tampoco significa un regreso al aislacionismo”. Esto implica “un uso concentrado y juicioso del poder militar no sólo para disuadir a los adversarios, sino, si la disuasión falla, para luchar y ganar las guerras. Utilizar el ejército estadounidense para su propósito previsto garantiza que Estados Unidos no se enrede en esfuerzos prolongados como la construcción de naciones en el extranjero”. Esta referencia vaga podría hacer alusión a los países que Washington apoya, en términos económico y militares, para que se enfrenten a sus rivales geopolíticos.

Entre las propuestas de este capitulo está, por ejemplo: “dar prioridad a las naciones que estén dispuestas a luchar por sí mismas contra amenazas comunes y que hayan demostrado su voluntad de asumir su parte de la carga para realizar esfuerzos de defensa colectiva, restablecer los vínculos de defensa con las naciones que han cumplido o superado sus compromisos de incrementar su PIB en un 2% con la Alianza del Tratado del Atlántico Norte y han demostrado una clara alineación de visión y recursos en términos de contrarrestar a la China comunista y abordar la amenaza de Rusia”. También plantea que Washington no subordine su política de seguridad nacional a las instituciones multilaterales y a otras naciones”. Incluso, para el instituto, el próximo presidente debe reservarse el derecho de retirarse de las instituciones multilaterales que estén en conflicto con los intereses estadounidenses. Lo que profundiza la tendencia estadounidense a ser un sheriff mundial que no respeta las reglas del orden internacional cuando le son inconvenientes.


Merkel vs. Trump : la photo symbole du G7 | France Inter                  Donald Trump con la excancillera alemana Angela Merkel y Shinzo Abe, exprimer ministro de Japón, durante una reunión del G-7.


Esto vuelve a la misma política durante la anterior Administración de Trump donde se sancionó a la fiscal de la Corte Penal Internacional por investigar crímenes de guerra estadounidense en Afganistán y se tensó las relaciones con los integrantes europeos de la OTAN por no invertir lo suficiente en sus presupuestos militares. Mientras que se mantiene el mismo enfoque sobre las amenazas “chinas o rusas” y se habla de presionar a los países aliados para que asuman “su papel” en la confrontación entre Occidente y Oriente.

En el tercer capítulo, titulado Adoptemos un nuevo y audaz camino hacia la paz y la prosperidad en Oriente Medio, se reivindica la vuelta a la política que favoreció el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, al establecer la embajada estadounidense en esa ciudad y los acuerdos de Abraham firmados entre Israel, los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin, Marruecos y Sudán porque abandona el “paradigma de paz, propuesto por el establishment (sic), que da poder de veto a los palestinos sobre las perspectivas de paz para la región”. En ese sentido, el instituto critica a la Administración Biden por reestablecer la “asistencia económica a la Autoridad Nacional Palestina, la instancia gubernamental reconocida por la ONU, y abrir una “Oficina de Asuntos Palestinos” en la embajada de Estados Unidos en Jerusalén. Y pide volver a la estrategia de “máxima presión contra Irán por sus ambiciones nucleares y su patrocinio del terrorismo”.

Entre sus propuestas para la próxima administración están: “la oposición a la prestación de asistencia estadounidense a la Autoridad Nacional Palestina hasta que cese su apoyo al terrorismo, la ampliación y desarrollo de los Acuerdos de Abraham con la profundización de los lazos militares y comerciales, la restauración de la campaña de máxima presión contra Irán, la negativa a cualquier intento de acuerdo nuclear con Irán que sea peor que el anterior Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA), y una mayor integración de Israel en el Comando Central de Estados Unidos (CENTCOM) para incluir la coordinación con los aliados en la región para contrarrestar la influencia y las actividades malignas de Irán” .


Netanyahu dit s'être entretenu avec Trump à trois reprises depuis son  élection - The Times of Israël


El apoyo a Israel, sus políticas anexionistas y sus objetivos bélicos contra Irán, por supuesto, está en línea con los posibles nombramientos de Trump en política exterior, como el de Marco Rubio en el Departamento Estado o Mike Waltz en el Consejo Seguridad Nacional, alineados con lobbyes como El American Israel Public Affairs Committee (AIPAC). De cumplirse las propuestas del plan, Israel podría embarcarse en una campaña de bombardeos, apoyada por Estados Unidos y sus aliados, contra las capacidades armamentísticas y nucleares de Irán dejando Medio Oriente al borde de una gran guerra regional.

La “amenaza china” y el rearme militar estadounidense: la pax trumpiana

Otro de los capítulos se titula Mantener la fuerza militar más poderosa del mundo y plantea que: “un ejército fuerte es fundamental para proteger a los estadounidenses y preservar la posición y la fuerza de nuestra nación. Garantiza la seguridad del pueblo estadounidense y que Estados Unidos pueda mantener a raya a sus adversarios a medida que desarrollan nuevas capacidades”.

Entre sus propuestas se encuentra: “definir lo qué significa “disuasión” y “guerra” en el contexto de la amenaza de la China comunista (sic), realizar una revisión de toda la agenda de Defensa para determinar las capacidades necesarias para prepararse y disuadir a la China comunista (sic), prohibir el acceso de la China comunista (sic) a la infraestructura estadounidense y garantizar que el ejército y las fuerzas del orden estadounidenses no dependan de los drones y otras tecnologías chinas”. Tanto el uso de palabras como guerra y disuasión no parecen muy del vocablo pacifista que vende Donald Trump, sino que se enmarca en el enfoque propuesto por la mayoría de los asesores de Trump de buscar una política de contención efectiva de China, que involucre, incluso, medios militares.

Y eso se refleja mucho más en el último capítulo de la propuesta de la American First Policy Institute titulado “Exigir a China comunista que rinda cuentas por sus prácticas comerciales injustas crónicas, el robo de tecnologías estadounidenses y la contaminación del aire y los océanos de nuestro planeta”. El capitulo argumenta que: “la República Popular China (RPC) y su Partido Comunista Chino (PCCh) en el poder representan la principal amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos. Entre las actividades preocupantes de China se encuentran las prácticas comerciales desleales crónicas, el robo de tecnologías estadounidenses, la agresión contra sus vecinos, el abuso del medio ambiente y un programa de armas nucleares en aceleración. China también es un agresor constante contra la isla libre y democrática de Taiwán. La República Popular China somete a Taiwán, donde se produce el 90% de los chips informáticos más avanzados del mundo, a una guerra política, mediática y psicológica y ha declarado abiertamente que está dispuesta a conquistar Taiwán con la fuerza militar, si es necesario”.


Trump-Xi Take Center Stage as Central Banks Shift: Economy Week - Bloomberg


Por supuesto que todo el capitulo justifica el regreso a una política de guerra comercial contra China, dado que, “ antes de que se aplicaran los nuevos aranceles en 2018, el robo de propiedad intelectual por parte de China costaba a Estados Unidos entre 225.000 y 600.000 millones de dólares al año, y el déficit comercial alcanzaba los 418.000 millones de dólares”. Ambos factores, afirma el documento, “contribuyeron a vaciar la base manufacturera estadounidense, lo que dio como resultado la pérdida de 3,7 millones de empleos estadounidenses entre 2001 y 2018”.

Aunque el instituto hace unas propuestas bastantes peligrosas en términos militares como: “mantener un presupuesto de defensa lo suficientemente grande como para sustentar una disuasión robusta en el Pacífico occidental, apoyar vigorosamente y equipar a los aliados y socios regionales estadounidense con capacidades militares avanzadas para contrarrestar el ascenso de China en el Este de Asia, poner fin al aislamiento político del pueblo taiwanés y brindarle el apoyo militar, diplomático y moral necesario para sostenerlo. Un claro llamado a profundizar la carrera armamentística en Asia Pacífico y apoyar a los países, como Taiwán, en un eventual enfrentamiento con China. Si quedaba alguna duda sobre eso, el documento también propone fortalecer y modernizar las capacidades de disuasión nuclear estadounidense para contener a Beijing.

Por eso, quizás, el lema de Trump no debería ser “no queremos más guerras”, sino que proponemos una “única guerra”: que sea contra China.

Este texto fue publicado hace unas semanas en Diario Red.


Fuente: Bruno Sgarzini

La sombra de Israel se cierne sobre Siria cuando aún no se ha apagado el eco de la caída de Al Asad

 

     Periodista y analista para Público en temas internacionales. Especialista universitario en Servicios de Inteligencia e Historia.

La toma por Israel de una franja del sur de Siria, su bombardeo de bases y arsenales, y la cercanía de sus fuerzas a Damasco disparan la alarma en el país recién liberado del puño de Al Asad.


Cientos de personas celebran el derrocamiento de Bachar al Asad, este pasado domingo en la ciudad de Homs.

     La caída de la dictadura de Bachar al Asad, tras la múltiple ofensiva insurgente lanzada en Siria, ha acelerado la estrategia de Israel sobre el país vecino, hasta ahora uno de sus mayores enemigos en la región, con la toma de la zona desmilitarizada que los separa, el ataque masivo a bases y arsenales del régimen derribado y el peligroso acercamiento de sus tanques a Damasco.


Ciudadanos sirios celebran la huida del presidente Bashar al-Assad tras cinco décadas de dictadura

Ya lo subrayó el alto mando israelí tras producirse la caída de Damasco en manos de las fuerzas islamistas suníes opositoras a Al Asad. El jefe del Estado Mayor israelí, Herzi Halevi, subrayó que Siria es ya “el cuarto frente” en el que combaten las fuerzas terrestres de su país, junto a Gaza, Cisjordania y el Líbano.

Y aunque los amigos europeos y estadounidenses de Israel miran para otro lado y no se fijan en estas acciones bélicas en Siria, el intervencionismo militar israelí en el país vecino es ya una realidad.

Fue el primer ministro Benjamin Netanyahu quien ordenó el despliegue de soldados israelíes en territorio sirio, en la que hasta ahora era una zona desmilitarizada cercana a los Altos del Golán. Según el líder israelí, había "colapsado" el llamado "Acuerdo de Separación" firmado con Siria en 1974, tras la guerra de Yom Kippur en 1973.


Soldados israelíes apostados en la línea de alto el fuego entre Siria y los Altos del Golán ocupados por Israel, a 9 de diciembre de 2024.

La "oportunidad" siria de Israel

Netanyahu adelantó que Israel va a aprovechar "las importantes oportunidades" derivadas de la caída del tablero estratégico de Oriente Medio de la dinastía Al Asad. Y subrayó que los Altos del Golán, ocupados a Siria en 1967, durante la Guerra de los Seis Días, y anexionados ilegalmente en 1981, pertenecen ya a Israel "por la eternidad".

Según Netanyahu, el régimen de Bachar al Asad era un "eslabón central" del "eje del mal" de Oriente Medio y su caída la consecuencia directa de la guerra desatada por Israel contra Hisbulá en el Líbano y de la presión ejercida sobre Irán. "Esto ha creado una reacción en cadena en todo Oriente Próximo", agregó el primer ministro en una visita a los Altos del Golán para supervisar la operación militar.

Según el pretexto de Tel Aviv, la decisión de entrar en Siria fue motivada por el ataque en la madrugada del domingo, sin precisar de quién, a los cascos azules de la Fuerza de Naciones Unidas de Observación de la Separación (UNDOF) desplegados en la zona de "amortiguamiento", como se conoce a esa área desmilitarizada en territorio sirio.

Es decir, los primeros pasos para ocupar ese área se produjeron horas antes de que las fuerzas insurrectas sirias tomaran Damasco y derribaran al régimen de Al Asad, lo que refuerza la idea de que la caída del dictador estuvo pactada con otros actores de este conflicto, posiblemente Turquía, Israel y Estados Unidos.

Israel se adelanta al posible fracaso del nuevo Estado sirio

Es la primera vez que Israel invade esa zona de unos 400 kilómetros cuadrados desde 1974, cuando quedó establecida. Ahora simplemente ha aprovechado la ocasión para supuestamente asegurar un cortafuegos en territorio sirio pero controlado por Israel ante eventuales conflictos.

Conflictos como el que se está fraguando en Siria en opinión de los halcones militaristas israelíes, nada convencidos de que la designación de Mohamed al Bashir para encabezar un Gobierno de transición vaya a evitar una nueva guerra civil en ese país árabe.


Mohammed Bashir, jefe del llamado Gobierno de Salvación del grupo rebelde islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS), a 28 de noviembre de 2024.

Son muchas las facciones que ayudaron a derribar el régimen de Bachar al Asad, desde los islamistas del Hayat Tahrir al Sham (HTS), cuyo líder, Abu Mohamed al Julani, se ha convertido en la cara más conocida de la revuelta, a los proturcos del Ejército Nacional Sirio (ENS) o los kurdos de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) apoyadas por Estados Unidos, entre otros.

En estas circunstancias que no auguran mucha estabilidad al nuevo Gobierno de transición sirio, no es extraño que, más que un cortafuegos o una zona "tampón" para evitar ataques desde el norte en dirección al territorio israelí, en realidad esa franja ahora ocupada por Israel a Siria parezca más bien una cabeza de puente para avanzar desde el sur sobre Damasco, como se denunció este martes.

El propio Ministerio de Defensa israelí tuvo que desmentir la noticia difundida por medios de información libaneses de que sus tanques estaban ya enfilando hacia la capital siria. El canal independiente de televisión libanés Al Mayadeen había indicado a primera hora del martes que carros de combate israelíes habían cruzado ya la zona de los Altos del Golán y se encontraban en las afueras de Damasco.

Más cerca de Damasco

En realidad, el avance israelí sí parece haber excedido la zona desmilitarizada inicialmente ocupada. El ministro de Defensa israelí, Israel Katz, ordenó este lunes la creación de una "zona de seguridad" libre de armas pesadas en el sur de Siria y "más allá" de la zona desmilitarizada entre los dos países.

"Las Fuerzas de Defensa de Israel se han desplegado en la 'zona de amortiguación' y en una serie de áreas que es necesario defender, a fin de garantizar la seguridad de las comunidades de los Altos del Golán y de los ciudadanos de Israel", indicó un comunicado del ejército israelí.

Esta acción israelí ya ha desatado la ira de otra de las potencias regionales muy interesadas en Siria y participante con armas, dinero y apoyo logístico en la ofensiva que llevó a la caída de Al Asad. Así, el Ministerio de Exteriores turco condenó "enérgicamente" el avance militar israelí en la zona desmilitarizada entre Israel y Siria, "que viola el acuerdo de separación de fuerzas de 1974".

"En un momento tan delicado, cuando parece surgir la posibilidad de paz y estabilidad tan esperada por el pueblo sirio, Israel exhibe una vez más su mentalidad de ocupante", indicó el comunicado turco.

También Arabia Saudí denunció la ofensiva israelí. La operación en el Golán Sirio, indicó el Ministerio saudí de Exteriores, "sabotea" las opciones de Siria para recuperar su "seguridad, estabilidad e integridad territorial" y "confirma la continua violación por Israel de las normas del derecho internacional".

El propio secretario general de la ONU, Antonio Guterres, fue claro: la caída de Al Asad "no debe usarse por parte de sus vecinos para invadir el territorio de Siria".

Damasco, ¿próximo objetivo de Israel?

No es el sur de Siria la única zona de este país que está deparando la "atención" de Israel, lo que podría apuntar a unos planes más amplios de intervención militar israelí en el país vecino.

Netanyahu dijo este martes que había ordenado destruir las "armas estratégicas", el armamento químico, los sistemas de misiles, las lanzaderas de cohetes y las baterías antiaéreas que figuraban en las bases y arsenales del ejército sirio. El ministro de Defensa Katz concretó por su parte que navíos israelíes dotados con misiles habían lanzado también una "operación a gran escala" contra la flota siria hasta hundirla.

Según Netanyahu, el objetivo es evitar que esas armas "caigan en manos de los yihadistas". Es decir, Israel quiere tener muy contraladas las armas que en un momento determinado los islamistas en el poder en Damasco podrían apuntar hacia el sur. O, quizá, despejar el camino para un avance israelí hacia Damasco.

El Observatorio Sirio de Derechos Humanos denunció más de 320 ataques israelíes en menos de tres días sobre posiciones sirias e insistió en que las fuerzas israelíes han avanzado 14 kilómetros en territorio sirio, fuera de la llamada zona desmilitarizada y en dirección a Damasco.

Israel ha "destruido las instalaciones militares más importantes de Siria, incluidos aeropuertos y sus almacenes, escuadrones de aviones, radares, estaciones de señales militares y muchos depósitos de armas y municiones" por todo el país, agregó el Observatorio. Los bombardeos se extendieron este martes a las fábricas de armas y arsenales en las afueras de Damasco.

La huida hacia delante de Netanyahu

La caída de Al Asad y la posibilidad de que el aventurerismo de Netanyahu lleve a profundizar más su actual avance sobre Siria traen un balón de oxígeno al líder israelí, acosado estos días por la justicia de su país, una espada de Damocles que no ha podido apartar ni con conquistas ni con masacres ni con crímenes de guerra, de los que también es acusado en cortes de justicia internacionales.

Este martes, Netanyahu compareció ante un tribunal de Tel Aviv para responder a los cargos que pesan sobre él de fraude, soborno y abuso de confianza, por hechos ocurridos entre 2007 y 2019 (cuando fue imputado). Una minucia si se tiene en cuenta que la propia ONU le acusa de genocidio en Gaza, donde el ejército israelí ha asesinado a casi 45.000 palestinos desde el 7 de octubre de 2023.


La llegada del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, al tribunal de distrito de Tel Aviv, a 10 de diciembre de 2024.

En todo caso, su mente ahora está en los réditos que pueda sacar del río revuelto que es ahora la vecina Siria, uno de los enemigos jurados de Israel durante el medio siglo de dictadura de los Al Asad, Bachar y su padre Hafez.

Porque cada día que pasa parece más claro que la hoja de ruta puesta en marcha ese 7 de octubre con su guerra de venganza contra Hamás no solo incluía la erradicación de los palestinos de Gaza y la decapitación de Hizbulá en Líbano. No, el plan es más amplio y pasa por la eliminación de los enemigos de Israel en Damasco y Teherán.

Además, para forjar el "Gran Israel" exigido por los ultranacionalistas y extremistas judíos que integran su Gobierno, Netanyahu debe crear en torno a su país extensas áreas de contención y disuasión ante actuales y futuros enemigos.

Y eso es lo que está haciendo en el Líbano y lo que puede hacer ahora en Siria gracias a las "importantes oportunidades" que le han brindado los insurrectos con el derrocamiento de Bachar Al Asad.


Fuente: Público



martes, 10 de diciembre de 2024

Que la guerra no nos sea indiferente













Siria, en el filo de la navaja entre el yihadismo, la lucha de facciones y la renovada injerencia extranjera

 

     Periodista y analista para Público en temas internacionales. Especialista universitario en Servicios de Inteligencia e Historia.


Con Rusia e Irán fuera de juego, Israel, Turquía y EEUU quieren utilizar la desunión entre las facciones rebeldes para imponer sus intereses en el incierto tablero de Siria.


      La doble guerra lanzada por Israel en Gaza y el Líbano ha desbaratado Oriente Medio para mayor beneficio del estado hebreo, respaldado siempre por Estados Unidos. Siria aparece como el último naipe derribado en una crisis que ya afecta a toda la región, en la que ahora se ve el papel clave que estaba jugando Turquía. Un rol que desafía la estrategia de Washington, su aliado en la OTAN. La Casa Blanca de momento se conforma con que Rusia e Irán se replieguen de Siria con el rabo entre las piernas y a la espera de acontecimientos.


Combatientes de la oposición siria pasan junto a un vehículo blindado gubernamental en llamas al sur de Hama, Siria, el sábado 7 de diciembre de 2024.

En la caída del régimen del dictador sirio Bachar al Asad ha tenido mucho que ver la debilidad de sus aliados en la región, Irán y Hizbulá, acosados por Israel en el Líbano. También ha contado el desinterés de Rusia, que ha primado su guerra en Ucrania sobre sus veleidades geopolíticas en Oriente Medio como protector del régimen de Bachar al Asad, el ya expresidente acogido en Moscú tras la entrada de los opositores sirios en Damasco.


Un manifestante se encuentra junto a una fotografía del presidente Bashar al Asad durante una protesta frente al consulado sirio en Estambul el 8 de diciembre de 2024.

El Kremlin ya sabía desde días atrás que el tiempo de Al Asad estaba finiquitado y que Siria se había convertido en un desagüe de fondos para el ejército ruso, cuando sus aviones cazabombarderos del aeródromo militar de Khmeimim, en la provincia siria de Lakatia, y sus buques de guerra, en la base naval de Tartús, podrían desempeñar un papel más importante en el frente ucraniano y el mar Negro, respectivamente.

La aviación rusa hizo un poco el paripé con el bombardeo de Alepo cuando esta ciudad siria fue asediada la semana pasada por uno de los grupos insurrectos, pero pronto quedó claro que el empuje opositor era imparable y que no era éste el escenario que en 2015 llevó a los cazas y bombarderos rusos a proteger con éxito al régimen sirio del acoso del Estado Islámico y otros grupos rebeldes.


Combatientes de la oposición siria se reúnen en una plaza de Alepo el 30 de noviembre.

La guerra civil siria no ha concluido aún

Israel, Turquía y EEUU son los beneficiados en esta crisis, pero solo por el momento. Siria corre el riesgo de convertirse en un estado fallido más en la lista de países donde Washington de una u otra forma ha metido mano, como Irak, Libia o Afganistán.

El avispero sirio se ha avivado en apenas doce días. Han caído Bachar al Asad y el poder dictatorial que inició su padre, Hafed, hace 54 años. Pero la guerra civil que comenzó en 2011, con el fracaso y represión brutal de la Primavera Árabe en Siria, no ha concluido, por muchos mensajes de buena esperanza que se estén dando estos días y pese a los cánticos a favor de la "inminente" llegada de la democracia a Siria que se escuchan en Europa, donde la visión en blanco y negro de la política internacional prevalece hoy más que nunca.


Combatientes antigubernamentales patrullan una calle en la ciudad predominantemente kurda de Tal Rifaat el 2 de diciembre, después de que facciones pro-Turquía la tomaran.

De momento, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austen, advirtió este lunes que el Estado Islámico, los más radicales de los yihadistas que se asentaron en Siria la década pasada al amparo de la guerra civil, podrían aprovechar la incertidumbre actual para intentar volver. Austen justificaba así la reanudación de los ataques estadounidenses contra posibles posiciones del EI en el centro de Siria en las últimas horas.

El espectro del yihadismo de nuevo sobre Siria

El islamismo radical es el fantasma que en estos momentos sobrevuela Siria con más insistencia. Nadie quiere recordar muy alto que el principal grupo opositor que ha triunfado en esta ofensiva lanzada el 27 de noviembre, Hayat Tahrir al Sham (HTS, la Organización para la Liberación del Levante) es de credo salafista y antaño era partidario de la guerra santa contra Occidente.

El antecedente del HTS apareció en 2012 con el nombre de Jabhat al Nusra y era la rama siria de Al Qaeda, responsable de los ataques terroristas del 11S de 2001 en Estados Unidos. En 2017 adquirió su nueva denominación, lo que no fue óbice para que en 2018 Washington lo incluyera en su lista de grupos terroristas.

Entre sus reclamaciones hasta hace muy poco estaban la creación de un estado islámico en Siria y la aplicación de la sharia, la ley islámica. Aunque se ha moderado en sus planes para crear un califato islámico en Siria, sigue siendo un movimiento esencialmente islamista.

Habrá que ver si los entusiastas europeos de la ofensiva contra Damasco piden a la Casa Blanca que retire la recompensa de diez millones de dólares que pesa sobre la cabeza de Abu Mohamed al Julani, el líder del HTS, acusado de cometer crímenes contra los derechos humanos en sus años de yihadismo y que en esta campaña ha dejado su turbante salafista y adoptado un aspecto de militar "laico".


Combatientes rebeldes sirios desfilan por las calles de Homs después de que las fuerzas rebeldes ingresaran a la tercera ciudad de Siria durante la noche del 8 de diciembre.

El nombre real de Al Julani (que es su apelativo de guerra) es Ahmed al Sharaa. Quizá solo tenga que recuperarlo para ganar ascendencia entre los poco enterados políticos occidentales que ya lo alaban como nuevo líder de su país, obviando las atrocidades cometidas por los islamistas en la Siria en guerra de la década pasada.

Tampoco sería raro ese cambio de papeles y un eventual acercamiento de Al Sharaa a Estados Unidos, si es que su ofensiva no ha sido ya subvencionada desde Washington. Algunos de los grupos rebeldes islamistas que aparecieron a raíz del comienzo de la guerra civil siria fueron sufragados por la Casa Blanca contra Damasco, pese a sus tendencias yihadistas, que les llevarían después a formar el Estado Islámico.

El factor kurdo

Entre los otros grupos protagonistas de esta ofensiva está el Ejército Nacional Sirio (ENS), respaldado por Turquía en el norte de Siria y cuyo principal objetivo ni siquiera era el régimen de Al Asad, sino las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) integradas en buena parte por combatientes kurdos y que cuentan con el total respaldo de Estados Unidos.

Turquía ve al FDS como una extensión del Partido de los Trabajadores del Kurdistán, el PKK, la horma del zapato del Gobierno de Ankara en el este del país y empeñado desde hace décadas en la independencia de las regiones kurdas del dominio turco. La prioridad turca es crear una zona bajo su control en el norte de Siria para contrarrestar el peso militar kurdo y ni el PKK ni las FDS se lo van a poner fácil a Ankara.




Israel aprovecha e incursiona en Siria

Como muestra de que la guerra no ha terminado, en las últimas horas se han redoblado los ataques lanzados por EEUU y Turquía contra bastiones de grupos sirios contrarios a sus protegidos y al HTS.

Sin embargo, los episodios bélicos más preocupantes de las últimas horas los está protagonizando Israel, con ataques en territorio sirio cercano a los Altos del Golán, la zona de siria ocupada por el ejército israelí en 1967, en el curso de la Guerra de los Seis Días, y anexionada por Tel Aviv unilateralmente en 1981.




El jefe del Estado Mayor del ejército israelí, Herzi Halevi, anunció que Siria es ya "el cuarto frente" en el que combaten las fuerzas terrestres de su país, junto a Gaza, Cisjordania y el Líbano. Halevi confirmó el despliegue de soldados israelíes en territorio sirio, en la que hasta ahora era una zona desmilitarizada cercana a los Altos del Golán, en el monte Hermón.

Y como justificación de estas acciones, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, anunció que "la caída del régimen de Bachar al Asad en Siria podría ayudar a promover un acuerdo para el retorno de los secuestrados" que aún están en manos de las milicias de Hamás en Gaza, desde el ataque de esas fuerzas palestinas contra Israel el 7 de octubre de 2023. Esa incursión causó 1.200 muertos israelíes y desató el genocidio cometido por el ejército de Israel en Gaza, con cerca de 45.000 palestinos muertos ya.

Netanyahu reconoció que "las acciones decididas" de Israel contra Hamás y Hizbulá, formación aliada de Al Asad, ayudaron a derrocar al régimen alauita en Siria.

Irán se retira, pero queda al acecho

Es posible que la salida rápida de rusos e iraníes de Siria y la evacuación a Moscú de Bachar al Asad y su familia hayan sido fruto de un acuerdo entre bambalinas entre los actores principales de esta crisis, con participación de otros países árabes, como Catar o Arabia Saudí.

Sin embargo, no todas las cartas están encima de la mesa. No parece que Rusia vaya a continuar en Siria como hasta ahora, pero el caso de Irán podría ser distinto, pese a su desbandada. Sobre todo si puede recuperar su perdido prestigio ante las acciones ofensivas de Israel.

Si bien es cierto que las milicias proiraníes y chiíes de Hizbulá no pasan por su mejor momento, machacadas por Israel en el Líbano, la palabra de Teherán sigue teniendo fuerza en Siria. No es casualidad que sus militares llevaran semanas retirándose de Siria, al igual que los rusos de Lakatia y Tartús. Era la crónica de una muerte anunciada y posiblemente muy planificada.

Ahora hay una tregua inestable entre Hizbulá e Israel en el Líbano. Ello podría ser aprovechado por la Guardia Revolucionaria Iraní (muy presente en Siria hasta los actuales acontecimientos) para recobrar resuello. Quizá ahora mismo Irán no sea un rival digno para Israel, pero sus fuerzas armadas conocen bien Siria y podrían convertir a este país en un futuro campo de batalla contra Tel Aviv.

¿Una república islámica siria?

Otra posibilidad sería la creación de una República Islámica de Siria, con Hayat Tahrir al Sham al frente y de inspiración salafista y sunní, que serviría de dique de contención al chiísmo iraní con apoyo de Washington e Israel. La alternativa puede ser también la balcanización de Siria, con la absorción de porciones de su territorio por el propio Israel, Turquía e incluso Jordania, siempre con el visto bueno de Estados Unidos.


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Y hay otra opción, que quizá sea la que se imponga. Será la que ponga sobre la mesa el presidente electo de EEUU, Donald Trump, en cuya intención estaba acabar con las guerras de Ucrania, Gaza y el Líbano, y a quien los "rebeldes" sirios se lo han puesto difícil.

La guerra civil contra Al Asad terminó, pero son muy altas las probabilidades de que empiece otra aún más incierta, con Turquía, Israel e incluso Irán extendiendo esa zozobra al Líbano, Irak y puede que el resto del mundo árabe. Y esto no le va a gustar nada a Trump.

Fuente: Público