Docente,
investigador y artista.
O
no sólo desaparecerá la Franja de Gaza sino también toda Europa y
el mundo entero. La ruina de Palestina es la ruina del futuro del
mundo si no torcemos el plan de quienes sólo viven para dominarlo
Jóvenes palestinos esperan a que una organización benéfica distribuya alimentos en Rafah, en diciembre de 2024.
Es
mediados de julio del verano de 2025 y en el minúsculo pedazo de la
Franja de Gaza donde se acumulan dos millones de palestinos, los
soldados del ejército del Estado sionista de Israel están
disparando contra las personas hambrientas que
se agolpan en los cuatro puntos de distribución de comida que se han
autorizado. Un anciano ha caído fulminado de inanición justo cuando
el voluntario le ha servido un cazo de aguaza blanca en un recipiente
abollado. El hambre –que es el arma de guerra más antigua–
matará a miles de personas pronto si Israel no desbloquea los
accesos a la Franja, donde se acumulan víveres que podrían sostener
por varios meses a los gazatíes. El pueblo judío que rechaza el
sionismo se
ha manifestado de nuevo en Tel-Aviv portando
sacos de harina y fotografías de los niños hambrientos. El Estado
sionista trata de esconder la lucha interna en Israel, donde viven
judíos por miles que piden que pare el genocidio en su nombre del
pueblo palestino, desposeído y cercado en un inmenso campo de
concentración no reconocido como tal, pero nunca un pueblo rendido a
la fatalidad. Los palestinos quieren comer, quieren beber, quieren
vivir. Es verano en el Mediterráneo y ellos también estarían en
sus playas, disfrutando del paisaje, la familia y la amistad.

Familias palestinas en la playa de Ciudad de Gaza, 27 de agosto de 2023.
En ese
frágil gesto de arriesgar la vida para conseguir un puñado de
harina, se condensa toda su resistencia y toda la determinación
política de permanecer en su tierra, que los colonos y quienes los
apoyan quieren convertir en un resort vacacional de lujo.
Palestina
libre, desde el río hasta el mar. Está
escrito en cada una de las células de cada cuerpo hambriento, de
cada vida martirizada en Palestina. Un mensaje de despedida del
personal médico del complejo Nasser en Khan Younis de hace una
semana: “Ahora mismo estamos trabajando en el hospital, y los
tanques están a sólo unos metros de nosotros. Estamos más cerca de
la muerte que de la vida. Los soldados no tienen compasión por un
niño, ni por un anciano, ni por un médico, ni por un enfermero. Nos
quedamos aquí porque somos seres humanos, y porque nuestra misión
es profundamente humanitaria. Si estos cuervos nos arrebatan el
alma... no nos olviden, no nos conviertan en cifras. Amamos la vida,
tenemos sueños como ustedes. Tenemos hijos y esposas a quienes
amamos. Pero ser realmente humano significa no abandonar a quien
necesita tu humanidad. Cuéntenle al mundo sobre nosotros... Díganles
que fuimos más humanos que aquellos que sólo lo fingieron. Díganles
que elegimos la muerte antes que renunciar a nuestra noble misión.
No digan que fuimos héroes, sólo digan que entendimos lo que
significa ser verdaderamente humanos”. No hay humanidad alguna sino
a través de la ayuda a quien –despojado de toda humanidad para ser
más fácilmente eliminado– necesita de la nuestra. No somos
humanos sino en virtud de cómo tratamos a los otros. Unos niños
consiguieron salvar sus pececillos de los bombardeos. Los llevan en
un tarro de cristal a falta de una pecera en condiciones. “Y ahora
vamos a salvar a los pájaros”.
Palestina
libre, desde el río hasta el mar. Está
escrito también en cada píxel. No más discusiones sobre la
supuesta anestesia que deviene de las imágenes del horror. Los
médicos del hospital Baptista al-Ahli al-Arab de Gaza hicieron el 18
de octubre de 2023 una
rueda de prensa rodeados
de algunos cadáveres, muchos niños, de los cientos que provocó el
ataque israelí al hospital esa misma noche (“No nos conviertan en
cifras… no somos números”). Esa toma de posición debería
zanjar el falso debate en el que nos encallamos en Occidente para no
mirar nuestra connivencia con la barbarie. Sontag defendió en Ante
el dolor de los demás la
fuerza política de las imágenes que aún no entendía e incluso
rechazaba en Sobre
la fotografía.
Tuvo la honradez de escribir un libro para rebatir otro que ella
misma había escrito. Los palestinos no se pueden permitir el lujo de
relacionarse con su genocidio como si fuera un problema de la
representación y las imágenes. Sólo hace falta escuchar y atender
a lo que hacen las propias víctimas que lo están sufriendo, y
escuchar y atender lo que nos piden hacer. Toman imágenes, las
difunden como pueden y nos piden que las distribuyamos. No
dejéis de hablar de Palestina. Forensic
Architecture ha
reconstruido con infografías el testimonio situado del
Doctor Ghassan Abu-Sittah, quien hizo la rueda de prensa en el
hospital rodeado de cadáveres.

El doctor Abu-Sittah, rodeado de compañeros sanitarios, durante la rueda de prensa posterior al ataque israelí contra el hospital Baptista al-Ahli al-Arabi, en Gaza.
Varias
carpetas con más de 700 GB de Evidence
Task circulan
por internet y los grupos de Telegram y podemos descargarnos en
nuestros ordenadores portátiles las pruebas de la barbarie antes de
que algún tipo de juicio a estos crímenes contra la humanidad sea
una posibilidad real. No terminamos de creernos que vivimos en un
mundo en que podemos conocer, mientras
está sucediendo,
un proceso de colonización y un genocidio. Debemos resistirnos a que
el imperio colonice nuestra percepción y nos desgarre aún más de
la acción. Nadie sabe lo que una imagen puede detonar en un momento
de posibilidad. Quienes afirman que nuestra capacidad de acción está
limitada por la hiper-representación del genocidio, tan sólo están
decretando la impotencia de las imágenes, su incapacidad de ser
afectados por ellas y admitiendo indirectamente su connivencia con
esa violencia que querría escapar de toda representación, volverse
opaca, oscura, sin pruebas, sin testimonios, por eso los
perpetradores se esconden y
no muestran su rostro. Pero está ocurriendo, a los ojos de todos,
como está teniendo lugar un inmenso ecocidio a gran escala. No
sabemos qué hacer, no sabemos cómo hacer, pero tampoco sabemos lo
que pueden las imágenes y voces que nos lo cuentan. Disparadas al
vacío mediático, distribuidas con la esperanza de que encuentren su
momento.
Palestina
libre, desde el río hasta el mar. O
no sólo desaparecerá la Franja de Gaza sino también toda Europa y
el mundo entero. La ruina de Palestina es la ruina del futuro del
mundo si no torcemos el plan de quienes sólo viven para dominarlo,
explotarlo y monetizarlo a cualquier coste ecológico y humano. “Los
valores de Occidente ya no significan nada” dice un joven
palestino. El joven sabe que muchos occidentales se manifiestan en la
calles de sus ciudades, arriesgándose a la represión policial y
judicial, de intensidad dispar según el apoyo de sus gobiernos al
sionismo, pues no es lo mismo manifestarse con una bandera palestina
en Zaragoza que en Berlín. La universidad de Columbia, que vivió un
levantamiento estudiantil hace unos meses para denunciar el genocidio
en el que participan los EU, ha expulsado a 80 estudiantes por su
activismo pro-palestino, ha aceptado las sanciones de Trump por
antisemitismo y pagará 200 millones de multa al Gobierno si quiere
recibir otros 400 millones de fondos estatales. Las prestigiosas
universidades que han marcado el rumbo al resto, a los pies del
sionismo, del colonialismo y del capitalismo que sustenta sus
estructuras institucionales. En España, la Red
Universitaria por Palestina vigila
las relaciones de las universidades del país con el Estado sionista,
en muchos sentidos aún turbias. La
economía de la ocupación y el genocidio,
la maquinaria corporativa al servicio de la colonización, sigue
dando sus réditos y enriqueciendo a los que ya tienen mucho y les da
igual que otros mueran para tener aún más. El capitalismo global
necesita el genocidio. Las
IA que
utilizamos para hacer chorradas han multiplicado la capacidad de
atacar objetivos de los drones. Para entender el genocidio de un
antiguo pueblo del Mediterráneo necesitamos observar el proceso a
escala global. La vida está en peligro y todo en el mundo está en
peligro desde que los hombres decidieron organizarlo todo en torno al
poder del dinero, que es el fascismo de cada día, estando el mundo
lleno de riquezas y fortunas que no son dinero, la tierra cuya
“voluntad es dar frutos para todos”, la amistad, el amor.
Esto no comenzó el 7 de octubre del 2023. El New
York Times del
20 de junio de 1899, recoge la noticia de la conferencia anual de la
Federación de Sionistas Americanos en Baltimore “We
will colonize Palestine”,
decía hace 126 años el siniestro titular. La Agencia Judía de
Colonización se había fundado en 1891, y el primer Congreso Mundial
Sionista en 1897.
Palestina
libre, desde el río hasta el mar. Porque
vivimos, en mayor o menor intensidad bajo el orden de un imperio
colonial capitalista, clasista y racista. El dilema no es sólo cómo
desertamos, cómo nos fugamos, cómo boicoteamos y
resistimos a este orden del mundo y a ese
argumentario que sostiene las falacias del sionismo, que
nos acusa de antisemitas por oponernos a su plan colonial. El dilema
también es cómo percibimos esta amenaza común, cómo desaprendemos
la estructura del mundo que perpetúa el desastre y cómo vivimos el
hecho de que “todos somos palestinos” como en otro tiempo fuimos
“judíos alemanes”. “Cada niño muerto es un hijo nuestro”
puede oírse en las manifestaciones, que antes que un desplazamiento
o apropiación de la singularidad gazatí, podría ser un proceso de
agencia colectiva a través de la solidaridad en el sufrimiento. “El
genocidio palestino es un tipo de vanguardia del fascismo
contemporáneo y la sociedad de control que extiende sus formas de
saqueo, borrado y desertificación de la experiencia por todo el
planeta. En parte porque existen lugares como Gaza en los que poder
llevarlas al extremo”. Son extractos de un correo electrónico
de d-0,
un proceso transcomunitario, iniciado hace unos meses en distintos
lugares del mundo que nos convoca a “salir, destituir, abolir,
desvincularse de las culturas de negación de la Nakba”, que
significa en árabe ‘catástrofe’, ‘desastre,’ y refiere la
destrucción del Estado palestino tras la Segunda Mundial para el
establecimiento del Estado de Israel, que mediante la destrucción de
medio millar de pueblos, se hizo con casi la totalidad del territorio
obligando a éxodo a miles de palestinos. El orden del mundo,
todas las instituciones que forjó Occidente como las Naciones Unidas
y la Corte Internacional de Justicia (1945) o la Declaración
Universal de los Derechos humanos (1948) se basan en la Nakba de 1948
y su negación.
Palestina
libre, desde el río hasta el mar. Las
amigas de d-0 hablan de “la
Nakba como un régimen planetario de ordenación del mundo”,
un desastre global que sucede en diferentes intensidades y
velocidades. Incontables procesos de expulsión, de destrucción, de
colonización, de borrado, pues “cada Estado ha hecho (y sigue
haciendo) las Nakbas que ha podido hacer”, como dijo una compañera
en una de las asambleas. Esta perspectiva nos obliga a preguntarnos
por los procesos de expulsión, destrucción, borrado y asesinato que
han sucedido en nuestro país. Es imposible que no nos venga a la
cabeza el pacto internacional de no intervención en la Guerra de
España, como la llamaban los brigadistas voluntarios que llegaron de
todas partes del mundo en 1936, también de Palestina, judíos y
árabes, a luchar contra el fascismo. Durante tres años, el mundo
conoció por la prensa el horror de lo que estaba sucediendo en
España, las
huidas de
las ciudades, los fusilamientos y masacres, las
fosas,
los bombardeos sobre
la población civil, al servicio del golpe de estado fascista y su
dictadura nacional-católica. Los trabajadores intentaron vencer al
fascismo haciendo la revolución social y los trabajadores de otras
naciones se solidarizaron con ellos boicoteando la fabricación de
bombas destinadas a España, como atestiguan las notas dejadas por
ellos en el interior de las bombas que no llegaban a detonar. “La
causa de España es la causa de la humanidad” dijo Pasionaria en
Barcelona en el recibimiento de los voluntarios brigadistas
internacionales. Pero el relato por ganar la guerra, y no el de la
revolución social que impugnaba el orden del mundo que la había
pergeñado, se impuso. En vista de los resultados en España, el
negocio de la guerra se transformó a escala europea y global a
partir de septiembre del 39, cuando los nazis invadieron Polonia,
tras 8 años en el gobierno. En España el franquismo implantó
entonces su plan colonial interno de disciplinamiento del territorio
y la sociedad. El mundo igualmente se convino con una dictadura, de
la que sacaban provecho económico y militar con el negocio de la
re-construcción, y que seguía condenando y asesinando a miles de
presos políticos a trabajos forzados en los
campos del régimen.
Esta es una de nuestras Nakbas. También hubo hebras
de paz viva en
este país, como las hay en Tel-Aviv, NYC o Medellín. Quienes debían
hacer de delatores, de sancionadores o perpetradores de la violencia,
encontraron formas de no hacerlo, de ayudar a quien se supone había
que atacar o del que había que defenderse. Cortocircuitos al régimen
de la hostilidad que se dan cada día, de forma cotidiana, entre
quienes deciden que se imponga lo humano, la convivencia y la
hospitalidad.
Los
jóvenes brigadistas
judíos de
Palestina, que formaban parte de la Unidad Botwin que luchó en
España, eran casi todos miembros del Partido Comunista de Palestina
que luchaba contra el imperialismo británico y sionista. Unos 200
jóvenes salieron de una Palestina donde se imponía la política de
“un judío sólo da trabajo a un judío”, defendida tanto
por sionistas de derechas como de izquierdas. Una colonización y
expulsión de los árabes de la esfera del trabajo que
no era invisible a los ojos de los jóvenes comunistas palestinos
judíos.
Ellos volvieron a España, un lugar del que habían sido expulsados
los judíos hace siglos. Muchos españoles tenían ideas antisemitas
como recuerda uno de los brigadistas, Shmuel Stamler: “Un soldado
español que servía en mi unidad me dijo que antes de la guerra
pensaba que todos los judíos eran mercaderes y ladrones. Y ahora que
he visto a los voluntarios judíos luchar por la libertad hombro con
hombro con los soldados españoles está orgulloso de ser nuestro
compañero”. El Centro Sefarad-Israel de Madrid (inaugurado en 2011
por los entonces reyes de España junto a Simón Peres, el artífice
de la limpieza étnica en Galilea y de la buen relación entre Israel
y la Sudáfrica del apartheid),
organizó una exposición este año que
trataba de ocultar la filiación comunista y antisionista de estos
brigadistas,
con la intención de recabar apoyos para la supuesta lucha
antiterrorista del Estado de Israel, pero una fuerza de ocupación no
tiene derecho a ninguna defensa.

La intervención de los judíos en la guerra española de 1936 se realizó a partir de su propio batallón, la Unidad Botwin, que estuvo nueve meses en combate activo.
También hubo palestinos
árabes como Nayati
Sidqi y
no sólo Guardia Mora de Franco. Árabes
del norte de África brigadistas
antifascistas, muchos trabajadores emigrados a Francia, enrolados
como voluntarios en las milicias populares y columnas anarquistas,
como Sail Mohamed, que formó parte de la Columna Durruti. “¿Por
qué no te unes a nosotros?”. Le preguntó el jefe de un grupo de
milicianos a Nayati Sidqi en Barcelona: “Soy un voluntario árabe y
he venido para defender a Damasco en Guadalajara, a Jerusalén en
Córdoba, a Bagdad en Toledo, a El Cairo en Cádiz y a Tetuán en
Burgos”. Es el sentimiento Pachequero.
“La independencia y la libertad de España dependen de la libertad y la independencia de los otros pueblos. Hermanos marroquíes: apoyad al gobierno republicano legítimo”. Agrupación Antifascista Hispanomarroquí, fundada en octubre de 1936 en Madrid por el palestino Nayati Sidqi / madridislámico.org.
En Madrid y
Barcelona hubo varios encuentros enmarcados en el proceso de d-0. En
una azotea de la única capital europea de fundación árabe
–,مَايْرِيط
‘Mayrīṭ’–
se juntó un grupo pequeño de personas venidas de Argelia, Italia,
Brasil, Egipto, España, Estados Unidos… Es un grupo variopinto,
pero tenemos en común que venimos de profesiones artísticas,
culturales, académicas. En mayor o menor medida participamos ya de
otros procesos y colectivos. Las formas de protestas y vías de
solidaridad con el pueblo palestino son muchas alrededor, por eso no
nos reunirnos en torno a la afirmación militante sino para abrir
preguntas desde nuestra acción restringida, compartir reflexiones,
estudiar o escribir juntas, comer y beber, también, para celebrar la
vida de quienes resisten al otro lado del Mediterráneo, en África,
en Latinoamérica o cualquier otro lugar del mundo amenazado por la
nakba planetaria, porque no sólo se espejean las catástrofes,
también se conectan las luchas por la liberación. Las amigas de d-0
nos enseñan dos nociones árabes: فزعة
[faza’a]
y عونة
[o’neh].
“فزعة [faza’ai]
implica una acción, se podría decir de solidaridad, que responde a
una emergencia y busca detenerla. عونة
[o’neh]
es una acción de solidaridad que apoya una visión a más largo
plazo, construyendo algo juntxs, como por ejemplo cuando hay una
amiga que necesita construir una casa y la comunidad se une para
prestar todo lo que puede para hacerlo realidad”. Pese a la
dispersión que impone el verano y las distancias, queremos compartir
el camino del d-0 y ver qué podríamos aportar, los próximos meses
y años, a un frente cultural común e intercomunalista para
desvincularnos de las culturas de la perpetración y la negación de
la Nakba. Universidades, escuelas, museos, centros patrimoniales,
bibliotecas, editoriales, galerías, archivos. Todo ha sido destruido
en Gaza. ¿Será que la cultura y el arte importan? El borrado de las
culturas palestinas, del pasado vivo, permite la escritura colonial
del sionismo. La mayoría del contenido de este texto surge del
aprendizaje que surge del reconocimiento de la ignorancia propia, del
no saber lo más concreto, lo más material, las historias de la vida
en Palestina, que fueron, son o serán. Porque Palestina
libre vencerá, desde el río hasta el mar. Y
en esa azotea de Madrid se ha constituido un Comité del Mediodía.

Niños palestinos jugando.
El
mediodía. He
tenido que enfrentarme al reto de hablar de ello en varias ocasiones
desde 2022, cuando leí por primera vez el término en los libros de
Rodolfo Gil-Benumeya, a propósito de un
proyecto que
estaba desarrollando en La Madraza de Granada. El
mediodía –midi,
mezzogiorno– nos
pareció una idea cargada de pasado y de futuro, y por lo tanto útil
para un presente vivido, sentido, pensado e imaginado desde los
sures, por
muchas personas que
cuya mirada no puede apartarse de allí donde en el mundo es la
medianoche,
como lo es en Gaza. Y así, en la Casa de Porras del Albaicín –una
antigua casa de vecinos que fueron expulsados de un barrio que ha
vivido desde hace siglos sucesivos vaciamientos y colonizaciones
internas– ahora vibra una utopía, la Universidad
Popular del Mediodía,
un espacio en crecimiento y transformación desde hace dos años que
quiere resistirse a las inercias de la universidad neoliberal del
capitalismo académico –a convertir el mediodía en un mero juguete
intelectual o artístico– en complicidad con
los saberes y artes que despreciamos por su carácter social,
popular, menor y
conectando con un pasado andalusí que nos haga más libres.
Madraza en árabe significa ‘escuela’. En la Casa de Porras
pensamos que una escuela ha de servir al conocimiento que nos ayude a
vivir más felices, no a acumular saberes, lujos y privilegios, para
situarnos por encima de los otros. Una escuela debe propiciar que se
generen lazos de fraternidad, igualdad y emancipación social. Como
toda utopía, puede ser tomada por cualquiera, como sucede con
el Comité
del Mediodía,
que es una fabulación que permite contenernos a muchas del espectro
meridional y que sólo podemos inventar juntas para contrarrestar los
relatos de (sin)sentido de un mundo basado en la hostilidad.
“Mediodía: un pequeño mundo psicográfico en transición, con una
continuidad humana y cultural propia que no es ni África ni Europa,
ni oriente ni occidente”. Una geografía y una temporalidad
imaginaria, y por eso puede afectar a la realidad y sus vectores de
deseo que buscan rozar lo material. Y así seguimos, Porque
desde el río hasta el mar, Palestina libre, vencerá.

Birzeit - Muro
Fuente:
Ctxt