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miércoles, 13 de agosto de 2025

La implicación militar de EEUU en Taiwán

 

 Por  Xulio Ríos   
      Asesor emérito del Observatorio de la Política China.



Mientras la isla ejecuta sus maniobras militares anuales, con la mayor movilización de la reserva de la historia, China escruta a Washington y su tradicional política de “ambigüedad estratégica”


El ejército de Taiwán, durante las maniobras militares anuales de Han Kuang.


     En vísperas de la publicación de la nueva Estrategia Nacional de Defensa de Estados Unidos, algunos expertos han propuesto que Washington retire por completo a los 500 instructores militares destacados actualmente en Taiwán, para “evitar una percepción de provocación hacia China continental”. El informe en cuestión, titulado “Aligning Global Military Posture With US Interests, ha sido elaborado por Dan Caldwell, exasesor del secretario de Defensa Pete Hegseth, y por Jennifer Kavanagh, directora de análisis militar del instituto Defense Priorities. El documento, de casi 30 páginas, recomienda la retirada de los aproximadamente 500 soldados estadounidenses desplegados en Taiwán como instructores, afirmando que su presencia, además de tal efecto provocador, contradice promesas pasadas de EE UU de no mantener tropas en la isla.

Caldwell y Kavanagh sostienen que EEUU debería aprender de los errores cometidos en Europa con Rusia, donde a pesar de múltiples promesas –como no expandir la OTAN ni desplegar tropas en sus fronteras–, la situación acabó desembocando en la guerra en Ucrania. También cuestionan la eficacia de los programas estadounidenses de entrenamiento militar en países aliados y sugieren que, de ser necesarios, dichos entrenamientos se realicen en suelo estadounidense. 

Sin embargo, Mark Cancian, experto en defensa del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales con sede en Washington, dijo que el secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, ha priorizado la defensa de Taiwán de una posible invasión china.


Taiwán lanza la 40 edición anual del ejercicio con fuego real Han Kuang.

Mientras el gobierno de Estados Unidos no ha confirmado el número de personal de entrenamiento militar estacionado en Taiwán, el contralmirante retirado de la Marina de Estados Unidos, Mark Montgomery, dijo el mes pasado que la misión de entrenamiento conjunta de Estados Unidos en Taiwán debería ampliarse de 500 a 1.000 efectivos, y abogó por que el presupuesto de defensa de Taiwán alcance el 5 por ciento del PIB en 2028. Estas declaraciones se hicieron en una audiencia del Comité Selecto de la Cámara de Representantes de Estados Unidos sobre Competencia Estratégica entre Estados Unidos y el PCCh.

Por su parte, el Financial Times (FT) apuntó recientemente que el Pentágono está presionando a Japón y Australia para que aclaren qué papel desempeñarían si Estados Unidos y China entraran en conflicto por Taiwán. Al parecer, Elbridge Colby, subsecretario de Defensa, ha estado insistiendo en el tema en reuniones con funcionarios japoneses y australianos en los últimos meses. Lo que el Pentágono pretendería es que otros se comprometan a asumir roles de primera línea, destacados, quizá con la idea de pasar la patata caliente a sus aliados o de sacrificarlos en aras de satisfacer sus intereses estratégicos.




Los ejercicios Han Kuang

Dichas apreciaciones, que revelan cierto debate acerca de las implicaciones militares de EEUU en relación a Taiwán, se producen al tiempo que en la isla se implementa una nueva edición del ejercicio militar Han Kuang, en marcha desde el 9 de julio. Se trata del mayor ejercicio de movilización de la reserva en toda su historia. Parte de los entrenamientos tienen lugar en espacios públicos, como escuelas, templos, puentes y carreteras, incluso el metro de la capital, impregnándolo todo de una cierta psicosis bélica.


Taiwán realiza el ejercicio militar Han Kuang 2022.

Los ejercicios con fuego real, de 10 días de duración, son los más largos hasta el momento y siguen a la entrega de una serie de nuevas armas, desde tanques hasta drones acuáticos no tripulados. En esta edición contarán por primera vez con nuevos sistemas de cohetes de artillería de alta movilidad (HIMARS) fabricados por Lockheed Martin junto con misiles tierra-aire desarrollados en Taiwán.


HIMARS.

El presidente Lai Ching-te pretende demostrar así su inquebrantable compromiso con la soberanía, mantener movilizado a su ejército y electorado (con la campaña de revocatorias de diputados de la oposición en primer plano) y presionar a los aliados occidentales para lograr un mayor compromiso en el apoyo en caso de conflicto. Mientras, la oposición le acusa de militarizar la isla y manipular a la opinión pública. 

Deben destacarse igualmente los esfuerzos de Taipéi por desarrollar una nueva narrativa jurídica que procura argumentos supuestamente basados en el derecho internacional para no solo rechazar de plano la idea de que la isla forme parte de China sino para proveer a los hipotéticos aliados una doctrina de soberanía que facilite su intervención en el contencioso. En la misma línea, se insta a EEUU a reescribir formulaciones conceptuales de larga data adoptando una semántica que pase página de aquellos instrumentos que hasta ahora han servido de guía para orientar las relaciones China-EEUU a propósito de Taiwán, en especial, los llamados Tres Comunicados Conjuntos de los años setenta y ochenta.

Más señales de EEUU

Echando más leña al fuego, cabe destacar las declaraciones del secretario de Defensa, Pete Hegseth, quien advertía que la guerra en el estrecho de Taiwán “podría ser inminente”. Hegseth podría estar buscando aumentar la presión sobre Taipéi para que aumente su gasto en defensa. Desde el presidente Trump hasta la cadena de mando militar, funcionarios estadounidenses han instado constantemente a Taiwán a destinar más recursos a la defensa. Actualmente, Taiwán destina a ello el 2,5% de su PIB, y planea aumentar esa cifra a más del 3%. Trump ha pedido que se eleve hasta el 10%, un nivel muy superior al 5% que Estados Unidos ha pedido a sus aliados.


Taiwán se prepara para sus maniobras de guerra.

Por su parte, una delegación de oficiales militares jubilados de alto rango de Estados Unidos llegó recientemente a Taiwán para observar la fase de fuego real de los ejercicios anuales. El general retirado del Ejército de Estados Unidos en el Pacífico, Charles Flynn, ha estado observando los ejercicios militares en curso Han Kuang, incluida una inspección de los despliegues de defensa a lo largo del río Tamsui, según un informe del periódico en idioma chino Liberty Times. Flynn se desempeñó como comandante del comando del Pacífico del Ejército de EEUU de 2021 a 2024 y recordó que los intercambios militares entre Estados Unidos y Taiwán son actualmente frecuentes y que el alcance de su visita se extendía más allá de los ejercicios.

Asimismo, si el contralmirante retirado de la Marina de Estados Unidos Mark Montgomery pedía la celebración de ejercicios militares bilaterales entre Estados Unidos y Taiwán para mejorar la coordinación entre ambos ejércitos, el Senado votaba la invitación a las fuerzas navales taiwanesas al ejercicio Rim of the Pacific (RIMPAC). Este, dirigido por el ejército estadounidense y celebrado cada dos años, es el evento militar marítimo internacional más grande del mundo.

La OTAN

El secretario general de la OTAN y nauseabundo adulador de Trump, Mark Rutte, emitió por su parte una dura advertencia sobre el poderío militar de China y sus ambiciones hacia Taiwán, calificando el creciente alineamiento entre Beijing y Moscú como una seria amenaza a la estabilidad global. Citando información de inteligencia de la OTAN, Rutte advirtió que China se está preparando cada vez más para hacer realidad su ambición de apoderarse de Taiwán y probablemente lo haría en coordinación con Rusia. También hizo una advertencia similar en una entrevista reciente con el New York Times, diciendo que Beijing podría intentar apoderarse de Taiwán mientras insta a Moscú a lanzar un ataque paralelo en territorio de la OTAN.

Qué dice China

La posición china en esta materia es bien conocida, de clara oposición a la normalización de los vínculos militares entre Estados Unidos y Taiwán. A Lai le acusa de buscar la independencia a través de la fuerza o apoyándose en actores extranjeros, advirtiendo seriamente de las consecuencias.

Pero su mirada principal se dirige a EEUU. Beijing teme una erosión significativa de la política tradicional de “ambigüedad estratégica”, determinada por la exclusión del apoyo abierto a la independencia formal como también disuadiendo a China de llevar a cabo una acción unilateral que altere el statu quo. En ese marco cabría contextualizar su compromiso con la defensa de la isla a través de la venta de armas y otras formas de apoyo (inteligencia, preparativos indirectos, coordinación...), aunque sin garantías de intervención directa en caso de conflicto (Joe Biden es quien ha ido más lejos al afirmar que sí intervendría, aunque con posterioridad dichas afirmaciones fueron matizadas). 

Cabe imaginar que las advertencias le han sido reiteradas al secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, por el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, en su reciente encuentro en la capital malasia, inusual si tenemos en cuenta que China le impuso estrictas sanciones hace cinco años y que se sepa no han sido suspendidas. 

Beijing no se guiará por las palabras de la Administración Trump sino por la tendencia perceptible de ciertos indicadores: la evolución de la presencia naval estadounidense en la zona, el carácter de las nuevas ventas de armas, el nivel de la implicación legislativa, la gestión de las visitas de tránsito de autoridades taiwanesas en sus viajes internacionales, el compromiso con la nueva narrativa que impulsa el gobierno de Lai con énfasis en la argumentación de la soberanía plena, etc. 

Aguas bien revueltas por tanto en el estrecho de Taiwán sin que por el momento se perciba con total claridad el sentido de la corriente de fondo que las agita.


Fuente: Ctxt

martes, 20 de mayo de 2025

Aranceles, fentanilo y geopolítica

 

      Activista, editor y profesor de Ciencia Política en la Universitat de Barcelona.



El frente farmacológico en la guerra comercial entre EE.UU. y China


El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tras una reunión bilateral con el presidente de China, Xi Jinping.


     En su rueda de prensa del pasado 5 de marzo, Lin Jian, portavoz del ministerio chino de Asuntos Exteriores, afirmaba: “La presión, la conversión y las amenazas no son la forma correcta de tratar con China. La parte china ya ha expresado en múltiples ocasiones su oposición a que la parte estadounidense utilice de forma persistente la cuestión del fentanilo como excusa para aumentar aún más los aranceles a las importaciones chinas”. Tal era la respuesta ante la crisis comercial desatada por la subida arancelaria global de Trump.

En su intervención, el Gobierno chino volvía a poner en primer plano la cuestión del fentanilo. O lo que es lo mismo: la cuestión del régimen farmacológico que afecta a la política farmacológica norteamericana y la atraviesa en visiones irreconciliables. Divide et impera. Como es evidente, las declaraciones chinas iban muy medidas y destinadas a devolver el golpe en una línea de tensión que viene apareciendo de forma recurrente en las relaciones entre ambas superpotencias.

Un claro antecedente de esto se había hecho patente en la reacción china a la polémica visita a Taiwán de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, en agosto de 2022. Por aquel entonces, China había decidido suspender la colaboración con Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico; lo que implicaba al fentanilo de forma muy directa. Hasta aquel momento, el Gobierno chino había cooperado con EEUU para limitar el tráfico de los precursores químicos imprescindibles en la síntesis del fentanilo; pues, aunque este entra ilegalmente desde México, introducido sobre todo por el cártel de Sinaloa, su elaboración no sería posible sin los precursores de origen chino.


Reunión en agosto de 2022 entre la entonces presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, Nancy Pelosi y Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwán.

Las implicaciones de la advertencia de Lin Jian, por tanto, iban mucho más allá de la coyuntura actual y buscaban afectar a los dos paradigmas que tensionan el bloque presidencial con orientaciones tan divergentes como podrían ser el viejo punitivismo neoliberal y el emergente “trumpismo ácido” encabezado por el ministerio de Robert F. Kennedy y los oligarcas de Silicon Valley. Si el primero insiste en la vigencia del modelo de la Guerra contra las Drogas, el segundo ha crecido en sus devastadores efectos y apunta más allá hacia un cambio de paradigma basado en un marco desregulador que podría comprometer los intereses farmacéuticos forjados al amparo de décadas de punitivismo. Entre unos y otros debe manejarse la administración Trump.


Donald Trump y Robert F. Kennedy Jr.

Por otra parte, la gravedad de este asunto tampoco puede ser desligada de otro hecho inesperado: el asesinato de Brian Thompson, director de United Healthcare, la mayor aseguradora de EEUU, a manos de Luigi Mangione. No por casualidad, la acción letal del joven tuvo una acogida muy favorable en amplios sectores de la sociedad; harta de los abusos que Mangione denunciaba con la triple D de las tres balas que disparó sobre el CEO y que sintetizaban las prácticas abusivas de las aseguradoras: “Delay” (retrasar la atención), “Deny” (negar la reclamación) y “Defend” (defender lo decidido ante los tribunales).

Todos estos hechos, y muchos otros, se anudan ahora en una crisis extraordinaria que deja en evidencia hasta qué punto Trump ha regresado como elefante en cacharrería. La importancia que reviste cuanto sucede, de hecho, se encuentra estrechamente ligada a cómo se ha articulado durante décadas el régimen farmacológico, dentro y fuera de las fronteras de EEUU. Toda la arrogancia que Trump puede exhibir en el terreno militar presionando a la comunidad internacional contrasta con la fragilidad de su respuesta a la implosión del neoliberalismo cuando se ve obligado a atender la crisis doméstica de un sistema sanitario del todo ineficiente.

El fentanilo pasa al primer plano

La crisis del fentanilo que asola EEUU desde principios de la pasada década es la más devastadora de cuantas hayan tenido origen en el consumo de drogas. Atrás quedan las dos olas que precedieron al fentanilo, pero que advertían ya de un peligro intrínseco al régimen farmacológico norteamericano. Esta siniestra genealogía no es casual, sino política, y tiene origen en el devastador modelo de sanidad privada que ningún presidente se ha atrevido a enmendar por miedo a los intereses de aseguradoras, farmacéuticas y demás beneficiarios del sistema.




La primera de las olas que anunciaban la crisis del fentanilo fue debida al abuso de opioides recetados y tuvo lugar entre finales de los noventa y 2010. En aquel contexto, farmacéuticas como Purdue Pharma promovieron agresivamente analgésicos como OxyContin. Sustancias como la oxicodona, la hidrocodona, la morfina y otros opioides recetados incrementaron la dependencia de muchos pacientes. El número de muertes se disparó. Una segunda ola tuvo entonces lugar protagonizada por la heroína. Al endurecerse la regulación de los opioides recetados, los usuarios se vieron abocados al consumo de heroína con el consiguiente aumento de sobredosis inherente al mercado negro. El resultado fue devastador: entre 2010 y 2015, las muertes por sobredosis de heroína se triplicaron.

A pesar de estas olas previas que ya advertían del peligro, la crisis del fentanilo acabó por estallar. Un régimen farmacológico basado en la comercialización engañosa y el exceso de prescripción de opioides legales abrió la puerta a que miles de personas que nunca habían tenido contacto con drogas ilegales se volvieran dependientes y no tuvieran otra alternativa que acudir a la distribución ilícita. Como no podía ser de otro modo, el mercado respondió a su manera: a partir de 2020, año de la covid, la incautación de pastillas con fentanilo se disparó: de 4.149.037 pasó a 115.562.603. Como era previsible, el problema de salud “pública” solo fue a peor.

Llegamos así al escenario actual. Por situarnos rápido, estamos hablando ya de la principal causa de muerte no natural entre los 18 y 45 años. Hasta 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más que la morfina, el fentanilo ha disparado la cifra total de muertes por sobredosis de opiáceos sintéticos; de los 52.404 casos registrados en 2015 a los 111.029 de 2022. Y aunque la crisis parecía imparable, en 2023 se ralentizó la tendencia por primera vez bajando hasta las 108.318 muertes por sobredosis.




Entre las razones por las que se ha producido este descenso en el ritmo se encuentran algunas que resultan de la gestión doméstica del problema. Por ejemplo, la mayor disponibilidad de la naxolona, un antídoto contra las sobredosis de fentanilo o, por más terrible que sea, la menor población de dependientes debida a la mortalidad previa. Con todo, el problema estructural persiste y viene a entrecruzarse con la crisis arancelaria y el devenir político global.

Geopolítica de un problema: la presión indirecta de China y México

La advertencia china sobre el fentanilo era la respuesta a un asunto que antes había sido lanzado por Trump en su campaña presidencial de 2017. Por entonces había advertido: “Si vendéis fentanilo a EEUU a través de México, impondremos un arancel del 25%. Será así hasta que paréis”. Hasta 2018 el fentanilo se enviaba como un fármaco acabado y legal a Estados Unidos, Canadá y México. A finales de aquel mismo año, tras la reunión entre Trump y Xi Jinping, China modificó el estatus legal del fentanilo y otras sustancias similares prohibiendo las exportaciones.

Las empresas chinas, sin embargo, no renunciaron a exportar los precursores, lo que reforzó las redes del narcotráfico. Entre 2020 y 2024, ante el aumento disparado de las incautaciones, EEUU y China volvieron a negociar, pasando a prohibir la exportación de una treintena de precursores. Como parte de esta estrategia de cooperación, China forzó el cierre de 332 cuentas empresariales que habían estado exportando desde suelo chino, así como 1.016 tiendas que vendían sus productos online. Pero el impacto de estas medidas, por más que estén prohibidas a nivel formal, ha sido y es limitado. La venta de precursores online desde China prosigue hoy a gran escala.

La visita de Pelosi en 2022 fue respondida con un año de interrupción en la cooperación, lo que se complicó por la cuestión de la minoría musulmana uigur en la provincia china de Xinjiang. A fin de ejercer presión sobre China en materia de Derechos Humanos, los EEUU adoptaron una serie de sanciones en materia de exportación tecnológica. China volvió a responder con la “diplomacia del fentanilo” y EEUU tuvo que dar marcha atrás. La cooperación entre ambos países se relanzó, si bien China continuó operando de manera encubierta y violando los Derechos Humanos.

En este orden de cosas también es fundamental tener presente el papel de México, toda vez que el fentanilo nunca llegaría a EEUU sin que los cárteles mexicanos –muy en especial el de Sinaloa, pero también el de Jalisco Nueva Generación (CJNG)– sinteticen e introduzcan ilegalmente el fentanilo a partir de los precursores chinos. Para los cárteles las ventajas del fentanilo frente a otras sustancias son evidentes: más barato de producir, más fácil de esconder y con un margen de beneficio mucho mayor.

Qué régimen farmacológico para qué futuro

El retorno de Trump a la Casa Blanca ha provocado un terremoto político a la altura de la manera en que se fue. La guerra comercial desencadenada por su política arancelaria ha inaugurado un tiempo del que todavía está por ver cuáles son sus resultados. Si por un lado parece evidente que el neoliberalismo inaugurado por la era Reagan ha tocado fondo, por el otro parece repetirse una lógica global. La insurrección de las oligarquías avanza a cuenta de una degradación sin precedentes de la democracia y los Derechos Humanos.

Ante este escenario, la política estadounidense se encuentra fracturada y desarmada. Por más que las movilizaciones en las calles que lidera el tándem formado por Sanders y Ocasio-Cortez ofrece al empoderamiento ciudadano, la cuestión de fondo es cómo se va a articular una respuesta tras el fracaso de las antiguas variantes progresistas del neoliberalismo (Clinton, Biden, Harris). Ya sea la socialdemocracia alemana, el Gobierno español previo al 23J o los demócratas en EEUU, lo cierto es que estos interregnos entre las declinaciones conservadoras no han sabido actualizar alternativas más o menos reformistas desde dentro del paradigma neoliberal.

A estas alturas parece evidente que hace falta algo más; una lectura que entienda qué se juega a nivel político en el régimen farmacológico. Con la crisis del paradigma neoliberal también ha entrado en crisis el punitivismo. EEUU y Alemania, junto a muchos otros países, han avanzado tímidamente en el cambio de paradigma. La regulación del cannabis ha abierto una vía a otras sustancias que sirven de contrapunto a la tragedia del fentanilo: psilocibina, MDMA, ketamina, LSD y otros psiquedélicos ofrecen hoy una arena donde se agudizan las contradicciones en el seno del bloque oligárquico. La cuestión es si los servicios de salud pública se harán cargo o se dejará al mercado negro.

Y así, la cuestión del fentanilo reclama ser enmarcada bajo otra perspectiva. Aún está por ver hasta dónde alcanza la política reaccionaria del trumpismo en articular un régimen farmacológico alternativo al que ha originado y sostenido la crisis del fentanilo. El “trumpismo ácido” (psiquedélicos para las oligarquías, benzodiacepinas para las clases medias, fentanilo para las clases bajas) podría ser la opción emergente que habita ya el bloque reaccionario y disputa el futuro al viejo punitivismo.

Pero, entre tanto, ¿qué tiene que ofrecer el progresismo al respecto? ¿Dónde se encuentra, más allá del “comunismo ácido” del malogrado Mark Fisher, una reflexión que entienda desde donde se puede enunciar hoy una estrategia ganadora en el terreno farmacológico que, al fin y al cabo, no deja de ser el de nuestro propio régimen de consumos y consciencia? Recuperar la iniciativa no solo requiere hoy entender y explotar las contradicciones del bloque oligárquico. Se trata, por encima de todo, de ser capaces de ofrecer una comprensión distinta a la impuesta por cuatro décadas de punitivismo neoliberal.

Fuente: ctxt

domingo, 20 de abril de 2025

Jeffrey Sachs: «El nacimiento del nuevo orden internacional»

 

 Por Jeffrey D. Sachs   
      Economista de renombre mundial, es un líder en el campo del desarrollo sostenible.

El economista sostiene que el mundo multipolar sólo surgirá cuando el peso geopolítico de Asia, África y América Latina refleje su creciente importancia económica.


Detalle de 'Caminante sobre el mar de niebla', pintado por Casper David Friedrich alrededor de 1817.


El ocaso de la hegemonía occidental y el lento ascenso de un sistema multipolar analizado por Jeffrey Sachs. El profesor de la Universidad de Columbia cree que Asia, África y América Latina deben unir fuerzas para reformar las instituciones internacionales y crear un nuevo equilibrio global. Y concluye argumentando que, por su peso económico y diplomático, India es el candidato ideal para un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.



     Escribiendo desde su celda como prisionero político en la Italia fascista después de la Primera Guerra Mundial, el filósofo Antonio Gramsci declaró la famosa frase: "La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer: en este interregno ocurren los más variados fenómenos mórbidos". Un siglo después, nos encontramos en otro interregno y los síntomas mórbidos están en todas partes. El orden liderado por Estados Unidos ha terminado, pero el mundo multipolar aún no ha nacido. La prioridad urgente es crear un nuevo orden multilateral que pueda preservar la paz y el camino hacia el desarrollo sostenible.

Estamos al final de una larga ola de la historia humana, que comenzó con los viajes de Cristóbal Colón y Vasco da Gama hace más de 500 años. Estos viajes marcaron el comienzo de más de cuatro siglos de imperialismo europeo, cuyo pináculo fue el dominio global británico desde el final de las guerras napoleónicas (1815) hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914). Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se estableció como el nuevo hegemón mundial. Durante este largo período, Asia estuvo marginada: según estimaciones macroeconómicas ampliamente aceptadas, en 1500 Asia producía el 65% del PIB mundial, pero en 1950 esa proporción se había desplomado al 19% (a pesar de albergar al 55% de la población mundial).


Mapa de la máxima expansión de Europa, alcanzada en 1914.

En los 80 años transcurridos desde la Segunda Guerra Mundial, Asia ha recuperado su lugar en la economía global. Japón lideró el crecimiento en las décadas de 1950 y 1960, seguido por los cuatro “tigres asiáticos” (Hong Kong, Singapur, Taiwán y Corea) a partir de las décadas de 1960 y 1970, luego China (alrededor de 1980) y la India (alrededor de 1990). Hoy en día, según estimaciones del Fondo Monetario Internacional, Asia representa alrededor del 50% de la economía mundial.

El mundo multipolar nacerá cuando el peso geopolítico de Asia, África y América Latina corresponda a su creciente importancia económica. Este cambio necesario se ha retrasado porque Estados Unidos y Europa se aferran a prerrogativas obsoletas arraigadas en instituciones internacionales y mentalidades anticuadas. Incluso hoy, Estados Unidos intimida a Canadá, Groenlandia, Panamá y otros países del hemisferio occidental, amenazando al resto del mundo con aranceles y sanciones unilaterales que violan abiertamente las normas internacionales.

Asia, África y América Latina deben unirse para alzar sus voces colectivas y utilizar sus votos en la ONU para marcar el comienzo de un sistema internacional nuevo y equitativo. Una institución crucial que necesita reforma es el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, dada su responsabilidad única de mantener la paz según la Carta de las Naciones Unidas. Los cinco miembros permanentes (P5) –el Reino Unido, China, Francia, Rusia y los Estados Unidos– reflejan el mundo de 1945, no el de 2025. No hay escaños permanentes para América Latina o África, y Asia ocupa sólo uno de los cinco escaños, a pesar de albergar a casi el 60% de la población mundial. A lo largo de los años se han propuesto muchos nuevos miembros permanentes potenciales, pero el P5 se ha aferrado firmemente a sus posiciones privilegiadas.

Una reestructuración adecuada del Consejo de Seguridad seguirá frustrada durante años. Sin embargo, hay un cambio crucial en camino que beneficiaría al mundo entero: desde cualquier punto de vista, India, sin lugar a dudas, merece un asiento permanente. Dada su destacada trayectoria en diplomacia global, su admisión también elevaría una voz crucial en favor de la paz y la justicia mundiales.

La India es una gran potencia desde cualquier punto de vista: en 2024 superó a China como el país más poblado del mundo; es la tercera economía mundial más grande en términos de paridad de poder adquisitivo (17 billones de dólares), detrás de China (40 billones de dólares) y Estados Unidos (30 billones de dólares); Es la economía principal con mayor crecimiento, con una tasa anual del 6%; A mediados de siglo, su PIB (PPA) podría superar al de Estados Unidos. Es una potencia nuclear, innovadora en tecnologías digitales y cuenta con un programa espacial de vanguardia. Ningún otro candidato a un puesto permanente tiene credenciales comparables.

Lo mismo ocurre con su peso diplomático. El liderazgo de la India en el G20 en 2023 ha demostrado su capacidad para gestionar con éxito la cumbre, a pesar de las profundas divisiones entre Rusia y los países de la OTAN. India no sólo logró un consenso, sino que hizo historia al incluir a la Unión Africana como miembro permanente del G20.


El primer ministro indio, Narendra Modi, se reúne con el secretario general del Partido Comunista Chino, Xi Jinping, durante la 16ª cumbre BRICS en Kazán, Rusia, el 23 de octubre de 2024.

China se ha mostrado reticente a apoyar a India para un asiento permanente, protegiendo su posición única como única potencia asiática entre el P5. Sin embargo, sus propios intereses nacionales se beneficiarían del ascenso de la India, especialmente dados los esfuerzos desesperados y agresivos de Estados Unidos para bloquear el crecimiento económico y tecnológico de China con aranceles y sanciones.

Al apoyar a la India, China demostraría claramente que la geopolítica está evolucionando hacia un mundo verdaderamente multipolar. Incluso si comparte el puesto con un par asiático, ganaría un socio crucial para superar la resistencia de Estados Unidos y Europa al cambio. Si China apoyara a la India, Rusia estaría de acuerdo inmediatamente, mientras que Estados Unidos, el Reino Unido y Francia votarían a favor.

Los recientes excesos geopolíticos de Estados Unidos –abandonar la lucha contra el cambio climático, atacar los Objetivos de Desarrollo Sostenible e imponer aranceles unilaterales en violación de las normas de la OMC– reflejan los verdaderos “síntomas mórbidos” de un viejo orden moribundo. Es hora de dejar espacio para un orden internacional verdaderamente multipolar y justo.



Fuente: KRISIS

lunes, 31 de marzo de 2025

Silicon Valley y la guerra

 

 Por Bappa Sinha  
      Tecnólogo veterano indio interesado en el impacto de la tecnología en la sociedad y la política.


Trump 2.0: la oligarquía tecnológica como punta de lanza


     Trump 2.0 ha tenido un comienzo tumultuoso. Si bien Trump siempre ha sido errático y casi deliberadamente impredecible, el alcance y la magnitud de los cambios que se están introduciendo en esta administración son cualitativamente diferentes. Se está haciendo un ambicioso intento de reestructurar el Estado y el ejército de los EE.UU., así como sus relaciones con el resto del mundo. Todos los días se anuncian nuevos aranceles, incluso contra sus socios más cercanos como Canadá y México, y luego se retiran, se toman decisiones controvertidas de política exterior y se reestructura radicalmente el Gobierno estadounidense.


Primera reunión del gabinete de Donald Trump, 2025.

Aunque la errática toma de decisiones de Trump se atribuye a menudo a su personalidad, una estrategia más amplia parece sustentar estos movimientos: una parte de la burguesía estadounidense ha llegado a la conclusión de que el dominio total de los Estados Unidos con control sobre las instituciones mundiales, el comercio internacional y las guerras interminables ya no es viable. En su lugar, están presionando para reavivar la fuerza económica, tecnológica y militar en declive de los Estados Unidos mientras se conforman con una guerra fría con China.

La oligarquía tecnológica (los grandes monopolios tecnológicos y sus propietarios multimillonarios) está al frente y en el centro de este ambicioso esfuerzo. Los monopolios tecnológicos han llegado a desempeñar un papel cada vez más importante en la economía estadounidense y ahora están empezando a hacer valer su poder político. El quién es quién de la tecnología, incluidos Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Sundar Pichai, Tim Cook y Elon Musk, ocuparon asientos de primera fila en la toma de posesión de Trump, lo que demuestra su importancia. Multimillonarios de la tecnología como Elon Musk, Peter Thiel, David Sacks y Marc Andreessen son personajes centrales en la administración Trump, asumiendo funciones clave y puestos de asesoría.




Tanto con Trump como con Biden, Washington trató de frenar el auge tecnológico de China mediante sanciones estrictas, en particular en la fabricación de semiconductores. La administración Biden aprobó la Ley CHIPS y Ciencia, que asigna 52.000 millones de dólares en incentivos para que la producción de semiconductores vuelva a los EE.UU. Sin embargo, China ha hecho avances significativos en el diseño y en la fabricación de chips, lo que socava el impacto previsto de estas políticas. Los avances de China en la producción de teléfonos móviles de Huawei con chips avanzados de 7 nm y DeepSeek, un modelo de IA competitivo con los principales modelos estadounidenses, han sido impactantes. Son “momentos Sputnik” para la industria tecnológica estadounidense. Mientras tanto, los esfuerzos para reubicar la producción de chips a nivel nacional han sufrido reveses.


Nuevo teléfono Huawei Mate 60 Pro.

La administración Trump parece ahora favorecer una política económica más agresiva, utilizando aranceles y presión corporativa para forzar a las empresas extranjeras– como TSMC de Taiwán, el fabricante de chips más vanguardista del mundo – a establecer fábricas dentro de las fronteras estadounidenses. La creencia subyacente es que la coerción económica, en lugar de los subsidios, restaurará la fortaleza manufacturera estadounidense. Junto con los aranceles, existe un profundo compromiso con la desregulación, especialmente en lo que respecta a la seguridad de la IA y las preocupaciones medioambientales. Se cree que los espectaculares avances en IA, respaldados por inversiones masivas en hardware para centros de datos, energía barata y la paralización de las capacidades tecnológicas de China mediante sanciones, permitirán a los EE.UU. ampliar su ventaja tecnológica y mantener su posición de liderazgo económico.


Donald Trump escucha a CC Wei, presidente y director ejecutivo de TSMC en Washington, DC, el 3 de marzo de 2025.

La guerra de Ucrania también ha reconfigurado la estrategia militar de los EE.UU. Las expectativas iniciales de que Rusia colapsaría bajo las sanciones occidentales han resultado infundadas, y Moscú ha demostrado ser más resistente tanto económica como militarmente. Además, Rusia y China han demostrado una tecnología militar superior en áreas como misiles hipersónicos, sistemas de defensa aérea altamente sofisticados, aviones de combate de sexta generación y guerra autónoma con drones. La demostración rusa del misil Oreshnik más avanzado, que se estima que es capaz de alcanzar una velocidad de Mach 10 o 12.348 km/h, y la demostración china de sus aviones de combate furtivos J36 de sexta generación actuaron como otro conjunto de “momentos Sputnik” para los EE. UU. en el ámbito militar. Incluso los rebeldes hutíes yemeníes han logrado interrumpir el transporte marítimo en el Mar Rojo a pesar de la presencia de las fuerzas navales estadounidenses.


El nuevo caza chino J-36.

La guerra de Ucrania ha demostrado que la dependencia del ejército estadounidense de costosas “piezas claves”, como portaaviones, submarinos nucleares, bombarderos B-52, tanques Abrams y sistemas de misiles antiaéreos Patriot, ha sido en gran medida ineficaz. La guerra moderna ha evolucionado para utilizar enjambres de drones baratos que pueden abrumar a armas que son, en general, muchísimo más caras. Los sistemas de nueva generación han demostrado ser mucho más eficaces. Los sistemas Starlink de Elon Musk han mantenido en funcionamiento las comunicaciones de mando y control del ejército ucraniano, a pesar de que gran parte del sistema de telecomunicaciones terrestres fue destruido por los rusos. La empresa Palantir, de Peter Thiel, ha desempeñado un papel fundamental en los esfuerzos bélicos de Ucrania. El software de Palantir, que utiliza inteligencia artificial para analizar imágenes de satélite, datos de código abierto, imágenes de drones e informes desde tierra para presentar opciones militares a los comandantes, es responsable de la mayoría de los ataques con armas, incluidos misiles de artillería y antitanques, por parte de Ucrania.

Un elemento clave de la estrategia de Trump consiste en aprovechar la experiencia de Silicon Valley, con destacados multimillonarios tecnológicos como Elon Musk y Peter Thiel y sus empresas, que desempeñan un papel directo en el desarrollo de armas futuristas basadas en la inteligencia artificial y ejércitos de drones. Se prevé que estos serán fundamentales en las futuras guerras estadounidenses.

A nivel nacional, Trump ha lanzado un ataque total contra la burocracia federal. Se está intentando eliminar departamentos clave, incluido el Departamento de Educación. Elon Musk ha recibido el encargo de dirigir el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por su siglas en inglés), que ya ha aplicado recortes profundos en varias agencias. Esto está impulsado por la ideología libertaria de los aliados de Trump en la industria tecnológica, que abogan por una mínima intervención del Gobierno en los asuntos económicos.

Un fondo soberano de criptomonedas de reciente creación subraya aún más la tendencia libertaria de la administración en lo que respecta a las políticas económicas nacionales. Varios multimillonarios del círculo de Trump, como Peter Thiel, Elon Musk, David Sacks y Marc Andreessen, que poseen importantes inversiones en criptomonedas, se beneficiarán de ello.

El objetivo general del segundo mandato de Trump parece ser un intento rápido y radical de reavivar la fuerza de los EE. UU. frente a los crecientes desafíos económicos y militares. El enfoque de la administración sugiere una transición de un orden mundial unipolar a una nueva Guerra Fría, con China como principal rival. Las iniciativas de paz con Rusia también pueden estar motivadas por un esfuerzo para alejar a Rusia de su relación de “amistad sin límites” con el gigante asiático.

Sin embargo, las políticas de Trump están plagadas de contradicciones y puntos ciegos ideológicos. Sin construir primero la capacidad industrial y los conocimientos técnicos necesarios para dirigir una industria moderna, vaciada por décadas de subcontratación, el uso agresivo de aranceles con la esperanza de recuperar la autosuficiencia económica puede ser contraproducente. También puede alejar a sus aliados, debilitando la posición de los Estados Unidos en el escenario mundial. En última instancia, el segundo mandato de Trump representa un experimento radical y altamente impredecible para remodelar el poder de los EE.UU., uno que conlleva riesgos profundos y un futuro incierto para el imperio estadounidense.


Fuente: EL VIEJO TOPO