Mostrando entradas con la etiqueta Aranceles. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Aranceles. Mostrar todas las entradas

martes, 20 de mayo de 2025

Aranceles, fentanilo y geopolítica

 

      Activista, editor y profesor de Ciencia Política en la Universitat de Barcelona.



El frente farmacológico en la guerra comercial entre EE.UU. y China


El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tras una reunión bilateral con el presidente de China, Xi Jinping.


     En su rueda de prensa del pasado 5 de marzo, Lin Jian, portavoz del ministerio chino de Asuntos Exteriores, afirmaba: “La presión, la conversión y las amenazas no son la forma correcta de tratar con China. La parte china ya ha expresado en múltiples ocasiones su oposición a que la parte estadounidense utilice de forma persistente la cuestión del fentanilo como excusa para aumentar aún más los aranceles a las importaciones chinas”. Tal era la respuesta ante la crisis comercial desatada por la subida arancelaria global de Trump.

En su intervención, el Gobierno chino volvía a poner en primer plano la cuestión del fentanilo. O lo que es lo mismo: la cuestión del régimen farmacológico que afecta a la política farmacológica norteamericana y la atraviesa en visiones irreconciliables. Divide et impera. Como es evidente, las declaraciones chinas iban muy medidas y destinadas a devolver el golpe en una línea de tensión que viene apareciendo de forma recurrente en las relaciones entre ambas superpotencias.

Un claro antecedente de esto se había hecho patente en la reacción china a la polémica visita a Taiwán de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, en agosto de 2022. Por aquel entonces, China había decidido suspender la colaboración con Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico; lo que implicaba al fentanilo de forma muy directa. Hasta aquel momento, el Gobierno chino había cooperado con EEUU para limitar el tráfico de los precursores químicos imprescindibles en la síntesis del fentanilo; pues, aunque este entra ilegalmente desde México, introducido sobre todo por el cártel de Sinaloa, su elaboración no sería posible sin los precursores de origen chino.


Reunión en agosto de 2022 entre la entonces presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, Nancy Pelosi y Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwán.

Las implicaciones de la advertencia de Lin Jian, por tanto, iban mucho más allá de la coyuntura actual y buscaban afectar a los dos paradigmas que tensionan el bloque presidencial con orientaciones tan divergentes como podrían ser el viejo punitivismo neoliberal y el emergente “trumpismo ácido” encabezado por el ministerio de Robert F. Kennedy y los oligarcas de Silicon Valley. Si el primero insiste en la vigencia del modelo de la Guerra contra las Drogas, el segundo ha crecido en sus devastadores efectos y apunta más allá hacia un cambio de paradigma basado en un marco desregulador que podría comprometer los intereses farmacéuticos forjados al amparo de décadas de punitivismo. Entre unos y otros debe manejarse la administración Trump.


Donald Trump y Robert F. Kennedy Jr.

Por otra parte, la gravedad de este asunto tampoco puede ser desligada de otro hecho inesperado: el asesinato de Brian Thompson, director de United Healthcare, la mayor aseguradora de EEUU, a manos de Luigi Mangione. No por casualidad, la acción letal del joven tuvo una acogida muy favorable en amplios sectores de la sociedad; harta de los abusos que Mangione denunciaba con la triple D de las tres balas que disparó sobre el CEO y que sintetizaban las prácticas abusivas de las aseguradoras: “Delay” (retrasar la atención), “Deny” (negar la reclamación) y “Defend” (defender lo decidido ante los tribunales).

Todos estos hechos, y muchos otros, se anudan ahora en una crisis extraordinaria que deja en evidencia hasta qué punto Trump ha regresado como elefante en cacharrería. La importancia que reviste cuanto sucede, de hecho, se encuentra estrechamente ligada a cómo se ha articulado durante décadas el régimen farmacológico, dentro y fuera de las fronteras de EEUU. Toda la arrogancia que Trump puede exhibir en el terreno militar presionando a la comunidad internacional contrasta con la fragilidad de su respuesta a la implosión del neoliberalismo cuando se ve obligado a atender la crisis doméstica de un sistema sanitario del todo ineficiente.

El fentanilo pasa al primer plano

La crisis del fentanilo que asola EEUU desde principios de la pasada década es la más devastadora de cuantas hayan tenido origen en el consumo de drogas. Atrás quedan las dos olas que precedieron al fentanilo, pero que advertían ya de un peligro intrínseco al régimen farmacológico norteamericano. Esta siniestra genealogía no es casual, sino política, y tiene origen en el devastador modelo de sanidad privada que ningún presidente se ha atrevido a enmendar por miedo a los intereses de aseguradoras, farmacéuticas y demás beneficiarios del sistema.




La primera de las olas que anunciaban la crisis del fentanilo fue debida al abuso de opioides recetados y tuvo lugar entre finales de los noventa y 2010. En aquel contexto, farmacéuticas como Purdue Pharma promovieron agresivamente analgésicos como OxyContin. Sustancias como la oxicodona, la hidrocodona, la morfina y otros opioides recetados incrementaron la dependencia de muchos pacientes. El número de muertes se disparó. Una segunda ola tuvo entonces lugar protagonizada por la heroína. Al endurecerse la regulación de los opioides recetados, los usuarios se vieron abocados al consumo de heroína con el consiguiente aumento de sobredosis inherente al mercado negro. El resultado fue devastador: entre 2010 y 2015, las muertes por sobredosis de heroína se triplicaron.

A pesar de estas olas previas que ya advertían del peligro, la crisis del fentanilo acabó por estallar. Un régimen farmacológico basado en la comercialización engañosa y el exceso de prescripción de opioides legales abrió la puerta a que miles de personas que nunca habían tenido contacto con drogas ilegales se volvieran dependientes y no tuvieran otra alternativa que acudir a la distribución ilícita. Como no podía ser de otro modo, el mercado respondió a su manera: a partir de 2020, año de la covid, la incautación de pastillas con fentanilo se disparó: de 4.149.037 pasó a 115.562.603. Como era previsible, el problema de salud “pública” solo fue a peor.

Llegamos así al escenario actual. Por situarnos rápido, estamos hablando ya de la principal causa de muerte no natural entre los 18 y 45 años. Hasta 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más que la morfina, el fentanilo ha disparado la cifra total de muertes por sobredosis de opiáceos sintéticos; de los 52.404 casos registrados en 2015 a los 111.029 de 2022. Y aunque la crisis parecía imparable, en 2023 se ralentizó la tendencia por primera vez bajando hasta las 108.318 muertes por sobredosis.




Entre las razones por las que se ha producido este descenso en el ritmo se encuentran algunas que resultan de la gestión doméstica del problema. Por ejemplo, la mayor disponibilidad de la naxolona, un antídoto contra las sobredosis de fentanilo o, por más terrible que sea, la menor población de dependientes debida a la mortalidad previa. Con todo, el problema estructural persiste y viene a entrecruzarse con la crisis arancelaria y el devenir político global.

Geopolítica de un problema: la presión indirecta de China y México

La advertencia china sobre el fentanilo era la respuesta a un asunto que antes había sido lanzado por Trump en su campaña presidencial de 2017. Por entonces había advertido: “Si vendéis fentanilo a EEUU a través de México, impondremos un arancel del 25%. Será así hasta que paréis”. Hasta 2018 el fentanilo se enviaba como un fármaco acabado y legal a Estados Unidos, Canadá y México. A finales de aquel mismo año, tras la reunión entre Trump y Xi Jinping, China modificó el estatus legal del fentanilo y otras sustancias similares prohibiendo las exportaciones.

Las empresas chinas, sin embargo, no renunciaron a exportar los precursores, lo que reforzó las redes del narcotráfico. Entre 2020 y 2024, ante el aumento disparado de las incautaciones, EEUU y China volvieron a negociar, pasando a prohibir la exportación de una treintena de precursores. Como parte de esta estrategia de cooperación, China forzó el cierre de 332 cuentas empresariales que habían estado exportando desde suelo chino, así como 1.016 tiendas que vendían sus productos online. Pero el impacto de estas medidas, por más que estén prohibidas a nivel formal, ha sido y es limitado. La venta de precursores online desde China prosigue hoy a gran escala.

La visita de Pelosi en 2022 fue respondida con un año de interrupción en la cooperación, lo que se complicó por la cuestión de la minoría musulmana uigur en la provincia china de Xinjiang. A fin de ejercer presión sobre China en materia de Derechos Humanos, los EEUU adoptaron una serie de sanciones en materia de exportación tecnológica. China volvió a responder con la “diplomacia del fentanilo” y EEUU tuvo que dar marcha atrás. La cooperación entre ambos países se relanzó, si bien China continuó operando de manera encubierta y violando los Derechos Humanos.

En este orden de cosas también es fundamental tener presente el papel de México, toda vez que el fentanilo nunca llegaría a EEUU sin que los cárteles mexicanos –muy en especial el de Sinaloa, pero también el de Jalisco Nueva Generación (CJNG)– sinteticen e introduzcan ilegalmente el fentanilo a partir de los precursores chinos. Para los cárteles las ventajas del fentanilo frente a otras sustancias son evidentes: más barato de producir, más fácil de esconder y con un margen de beneficio mucho mayor.

Qué régimen farmacológico para qué futuro

El retorno de Trump a la Casa Blanca ha provocado un terremoto político a la altura de la manera en que se fue. La guerra comercial desencadenada por su política arancelaria ha inaugurado un tiempo del que todavía está por ver cuáles son sus resultados. Si por un lado parece evidente que el neoliberalismo inaugurado por la era Reagan ha tocado fondo, por el otro parece repetirse una lógica global. La insurrección de las oligarquías avanza a cuenta de una degradación sin precedentes de la democracia y los Derechos Humanos.

Ante este escenario, la política estadounidense se encuentra fracturada y desarmada. Por más que las movilizaciones en las calles que lidera el tándem formado por Sanders y Ocasio-Cortez ofrece al empoderamiento ciudadano, la cuestión de fondo es cómo se va a articular una respuesta tras el fracaso de las antiguas variantes progresistas del neoliberalismo (Clinton, Biden, Harris). Ya sea la socialdemocracia alemana, el Gobierno español previo al 23J o los demócratas en EEUU, lo cierto es que estos interregnos entre las declinaciones conservadoras no han sabido actualizar alternativas más o menos reformistas desde dentro del paradigma neoliberal.

A estas alturas parece evidente que hace falta algo más; una lectura que entienda qué se juega a nivel político en el régimen farmacológico. Con la crisis del paradigma neoliberal también ha entrado en crisis el punitivismo. EEUU y Alemania, junto a muchos otros países, han avanzado tímidamente en el cambio de paradigma. La regulación del cannabis ha abierto una vía a otras sustancias que sirven de contrapunto a la tragedia del fentanilo: psilocibina, MDMA, ketamina, LSD y otros psiquedélicos ofrecen hoy una arena donde se agudizan las contradicciones en el seno del bloque oligárquico. La cuestión es si los servicios de salud pública se harán cargo o se dejará al mercado negro.

Y así, la cuestión del fentanilo reclama ser enmarcada bajo otra perspectiva. Aún está por ver hasta dónde alcanza la política reaccionaria del trumpismo en articular un régimen farmacológico alternativo al que ha originado y sostenido la crisis del fentanilo. El “trumpismo ácido” (psiquedélicos para las oligarquías, benzodiacepinas para las clases medias, fentanilo para las clases bajas) podría ser la opción emergente que habita ya el bloque reaccionario y disputa el futuro al viejo punitivismo.

Pero, entre tanto, ¿qué tiene que ofrecer el progresismo al respecto? ¿Dónde se encuentra, más allá del “comunismo ácido” del malogrado Mark Fisher, una reflexión que entienda desde donde se puede enunciar hoy una estrategia ganadora en el terreno farmacológico que, al fin y al cabo, no deja de ser el de nuestro propio régimen de consumos y consciencia? Recuperar la iniciativa no solo requiere hoy entender y explotar las contradicciones del bloque oligárquico. Se trata, por encima de todo, de ser capaces de ofrecer una comprensión distinta a la impuesta por cuatro décadas de punitivismo neoliberal.

Fuente: ctxt

sábado, 10 de mayo de 2025

Aranceles y librecambio. El canario en la mina

 

 Por Raúl Radovich  
      Economista agrario.


     La gran complejidad de la vida en esta etapa del capitalismo en declive se combina con una tendencia a la simplificación por parte de los medios a la hora de abordar los problemas. Todo se reduce a un esquema binario dónde se establecen relatos que fijan quiénes son los buenos y quiénes son los malos, y donde hay una exigencia no explícita de que cada uno debe dar una respuesta unívoca colocándose a un lado u otro de una grieta que siempre tiende a convertirse en un precipicio infranqueable.



De esta forma, a pesar de que contamos con más medios que nunca, los debates, en lugar de hacerse más ricos y densos, se reducen a formatear la realidad de manera que el mensaje que se quiere transmitir aparezca como sentido común, mientras que cualquier opinión crítica queda como algo fuera de sitio. Es una copia de la prensa deportiva que tiene éxito al lograr convertir los argumentos propios en verdades indiscutibles. Una vez adoptada una posición, todo lo demás viene solo.

Aunque los hechos se suceden a una velocidad de vértigo, este esquematismo tiene una ventaja adicional que es la de amortiguar sus efectos de manera que los argumentos se acumulen para defender el relato oficial. Ese es el gran secreto de los medios de difusión, que apabullan para favorecer las tesis de los poderes dominantes¹. Al mismo tiempo que con la multiplicación de imágenes y sonidos nos contagian un ritmo similar a la veloz sucesión de los hechos, en cuanto al contenido nos aseguran la estabilidad que tranquiliza los espíritus con un mensaje que puede sintetizarse como “no te preocupes, no pasa nada, pase lo que pase nosotros estamos aquí para que tú puedas seguir con tu vida y no tengas necesidad de pensar”.

Eso explica que cuando realmente sucede algo importante como una pandemia, en lugar de generarse un gran debate sobre por qué sucede algo así, todo se reduce a un parte diario de víctimas y un calendario con las fechas para que aparezcan las soluciones.

En situaciones como la actual esta tendencia se potencia al máximo. Todo se reduce a fomentar el rearme o a elegir entre librecambismo y proteccionismo, como si el enfrentamiento entre las dos superpotencias por la hegemonía mundial, que de eso se trata, solo se redujese a la política arancelaria. En el conflicto actual, a pesar de la imagen agresiva de Trump, lo que está en juego no es tanto la recuperación del status anterior de la potencia declinante, sino aumentar la capacidad de EEUU para atenuar el ritmo de la caída de su participación en el mercado mundial. Para lograr ese objetivo los aranceles son solo herramientas, cuya magnitudes son totalmente flexibles, como lo ha demostrado hasta el cansancio Trump, en función de cada uno de los acuerdos posibles.

Dentro de esos acuerdos mucho más importante que los aranceles es tratar de salvar al dólar como referencia de las transacciones internacionales. Lo que interesa es disminuir el peligro de default de una deuda que ya alcanza los 35 billones (europeos) de dólares, con un déficit comercial y otro presupuestario en valores récord. Desde que Nixon abandonó el patron oro en los setenta para hacer frente a esas obligaciones EEUU contaba con la capacidad de imprimir dólares, y emitir deuda con el solo respaldo de la flota naval y las bases desparramadas por todo el mundo. Pero cuando China, secundada por Rusia y las principales economías no europeas a través de los BRICS, intenta crear una forma alternativa al dólar como medio de pago internacional y al mismo tiempo se convierte en el principal fabricante de buques de carga y Rusia en la primera potencia nuclear, las fuerzas se igualan y ante la imposibilidad del enfrentamiento nuclear es necesario potenciar el poder blando con un cambio de discurso, que a pesar de su aparente agresividad está buscando desesperadamente acuerdos. Teniendo en cuenta el escenario en su conjunto se ve algo muy distinto a lo que Trump quiere aparentar con su guerra de los aranceles.

En cuanto a Europa, hay que recordar que en el proyecto de lo que terminó siendo la Unión Europea, primaron dos principios relacionados entre sí. Primero: evitar nuevas guerras, básicamente entre Francia y Alemania, como las dos que terminaron convirtiéndose en conflagraciones mundiales. Y segundo: ir desmantelando todas las barreras comerciales en las que los estados europeos se habían apoyado para luchar entre sí antes de enfrentarse militarmente. A partir de un primer acuerdo sobre el carbón y el acero entre Alemania y Francia se fueron sucediendo una serie de acuerdos que terminaron en la actual supresión de aranceles y en la libre circulación de capitales entre los países miembros.

Al mismo tiempo, los países europeos como conjunto negociaron en las sucesivas rondas del GATT, organismo precursor de la Organización Mundial del Comercio, disminuciones de los aranceles para diferentes tipos de productos, llegando a acuerdos en distintas áreas con Tratados de Libre Comercio. Así se fueron consiguiendo rebajas en productos industriales y servicios.

Sin embargo, en la agricultura, contrariamente a la posición inglesa, cuyos pilares siempre se sustentaron en grandes propiedades y librecambio, se impusieron las tesis francesas generando un mercado común europeo basado en la defensa de las pequeñas propiedades y un fuerte proteccionismo, que a través de la Política Agraria Comunitaria ponía obstáculos a los productos agrarios de toda América.

Con la llegada de Trump el discurso oficial sobre el comercio internacional de la Administración estadounidense ha experimentado un giro de 180º al renunciar aparentemente a la política de libre mercado. No cabe duda que tal posición fue una excelente baza electoral ya que consiguió el apoyo de todos aquellos sectores afectados por la relocalización de las empresas industriales estadounidenses en el sudeste asiático. Pero ¿en qué medida las posiciones proteccionistas pueden considerarse parte del ADN de la actual política republicana?

Cuando Trump empezó a ejecutar su nueva política utilizó como principal arma la aplicación de aranceles con tasas variables en función, no de los productos, sino en relación a los países, lo cual es atípico ya que nunca es el total de la economía de un país lo que hay que proteger.

En un artículo anterior² explicamos cómo ese cambio estratégico de EEUU no era un capricho ni una imbecilidad del nuevamente elegido presidente. El cambio responde a la necesidad, ante el continuo retroceso de EEUU en la arena mundial y el crecimiento del papel de China, de tratar de buscar un acercamiento a través de negociaciones con Rusia para intentar alejarla de la alianza con China, al mismo tiempo que hace frente a un aumento de las inversiones en armamentos, sin que necesariamente se traduzca en nuevas guerras, y a una renovación de su industria y sus infraestructuras, que han quedado relegadas.

Para tratar de lograr ese objetivo Trump utiliza el arma de penalizar las importaciones, pero en función de sus resultados puede cambiar una y otra vez, dependiendo de la oposición que vaya encontrando. Hay que tener en cuenta que además de contentar a sus votantes, debe satisfacer las necesidades de los grandes grupos empresariales que no pertenecen como antaño a la industria manufacturera. Hoy las empresas que representan mejor el poder de EEUU son las tecnológicas dueñas de la nube que junto con el estado chino son los que controlan la información de los consumidores expresada en las redes sociales. Ahí está lo que Varoufakis denominó como tecnofeudalismo³: Amazon, Facebook, Google, Apple, los fondos de inversión, más Tesla y X, estas propiedad de Elon Musk, el segundo puesto en el gobierno de Trump encargado de la reforma del estado. Y Musk acaba de declarar que estaría de acuerdo con una situación en la que los aranceles tendieran a cero entre EEUU y Europa.

Si nos dejamos llevar por esa forma primitiva de presentar la película, sólo en un blanco y negro que tiende a simplificar todo, ¿cómo pueden convivir en las máximas esferas del gobierno un Presidente aplicando más del 100 % de aranceles a China y un gran recortador de los gastos estatales, que aboga por aranceles cero?

Ninguno de los dos está loco. Forma parte de su estrategia para mantener la parte del mercado mundial que todavía controlan.

Si analizamos cuáles son los sectores que dominan las grandes tecnológicas, vemos que todos han crecido y logrado su influencia gracias a financiación barata, la falta de control del estado y la disminución de impuestos y aranceles.

Veamos solo un ejemplo. Amazon facturó a escala mundial en 2024 más de 600 mil millones de euros, de los cuales la mitad fue ganancia bruta.⁴ Con tal nivel de ingresos y ganancias brutas “La filial europea de Amazon declaró unas pérdidas de 1.160 millones de euros en 2021, algo que no solo le ha permitido no pagar ni un euro en impuestos —en Luxemburgo, aunque sí en otros países—, sino que además ha recibido 1.000 millones en créditos fiscales”⁵ Es decir que una empresa de tal magnitud no paga impuestos en la Unión Europea gracias a la ingeniería financiera y la vista gorda por parte de Bruselas.

Que el proteccionismo de Trump no es un objetivo en sí mismo, sino más bien una herramienta, se refleja en que él dice que sus medidas son una respuesta a los obstáculos que pone el resto del mundo al libre comercio. Eso es cierto en parte, pero, cuando Von der Leyen, aceptando el reto, le ofrece erradicar todos los aranceles en los productos manufacturados entre Europa y EEUU, Trump contesta que no lo acepta. ¿Cuál es el argumento? Que es insuficiente porque debería extenderse a más productos. Y ahí apunta al lado débil del librecambismo europeo: los productos agrícolas, que como señalamos ha sido siempre la actividad más protegida. Pero Trump juega con las cartas marcadas. Cuando dice que EEUU tiene déficit comercial con casi todos los países, se olvida incluir los servicios, donde EEUU es tan potente.

Y ahí llegamos al punto de unión entre el “proteccionista” Trump y el tecnofeudalismo librecambista. Ante el escándalo de Amazon y el resto de empresas que con su ingeniería financiera no pagan impuestos, la Unión Europea amenaza buscando formas de poner orden estableciendo multas importantes para regular esas actividades.

Y, oh, qué casualidad, este elemento central en el conflicto, casi no aparece en la esfera pública. Mientras discutimos si son galgos o podencos, las negociaciones se harán a puerta cerrada en términos que nada tienen que ver con lo que los medios masivos de desinformación, difunden.

Así los grandes titulares se centran en los vaivenes diarios de las órdenes presidenciales sin atender a todo lo que está en juego. Para Europa el papel asignado por los poderes de EEUU es el de financiador del aumento de gastos militares, y el de comprador de la energía que se le dejó de adquirir a Rusia, objetivos ambos que se empezaron a cumplir con Biden. Pero existen otros objetivos tan importantes como estos.

Para recuperar algo de su capacidad industrial, la economía estadounidense necesita que empresas europeas exportadoras trasladen parte de su fabricación a territorio de EEUU para cubrir la demanda de los consumidores norteamericanos. Ya que es muy difícil que lo hagan empresas de otros países, bien porque sus salarios son muy bajos como en Vietnam o México, o porque tienen un know-how o logística más avanzada como en China. En ambos casos no hay incentivos suficientes para dejar los nichos ocupados, como bien lo demuestra el hecho de que a Musk ni se le ocurre abandonar China.

En las actuales negociaciones a puertas cerradas, igual que en el caso de Ucrania, las empresas tecnológicas de EEUU necesitan seguir contando con la complicidad de Bruselas. A pesar de su discurso contra la política trumpista, la Unión Europea coincide en el fondo con el objetivo de la nueva derecha de destruir los límites que ha conseguido la clase trabajadora europea a través de siglos de lucha.

No hay que tomarlo a broma cuando Elon Musk dice sin ruborizarse que los trabajadores deben trabajar 120 horas semanales. Que su empeño no es una bravuconada lo podemos ver cuándo Tesla⁶ no quiere aceptar la negociación salarial por convenio en Suecia, donde por cierto, ha encontrado la horma de su zapato. A pesar del silencio de la prensa europea, los obreros de Tesla llevan más de un año y medio de huelga para evitar que Musk logre su objetivo. Mientras éste ha recurrido a esquiroles extracomunitarios, los trabajadores que mantienen el conflicto, con tanta duración por primera vez en un siglo, han logrado el apoyo de compañeros relacionados con la fabricación y logística de Tesla.

Así como en las minas los canarios eran la señal del peligro que los gases significaban para los trabajadores, el no pago de impuestos y el no respeto de las leyes laborales por parte de los gigantes del tecnofeudalismo nos indican el futuro que nos espera si seguimos debatiendo la racionalidad de las medidas de Trump en lugar de estar atentos a cuando los canarios mueren en las minas. Todo nuestro futuro depende de la capacidad de organización de los trabajadores, movimientos sociales y ecologistas, para dar respuesta a escala europea a esta ofensiva profundamente reaccionaria que quiere retrotraernos a fines del siglo diecinueve.



Notas:

1 https://www.instagram.com/reel/DDP9kXYy_4A/?igsh=MTVnamE0bmplY3Rydw==

2 https://rebelion.org/la-racionalidad-del-imbecil/

3 https://www.ecologistasenaccion.org/335008/tecnofeudalismo-que-los-arboles-no-nos-impidan-ver-el-bosque/

4 https://m.macrotrends.net/stocks/charts/AMZN/amazon/gross-profit#:~:text=Amazon%20annual%20gross%20profit%20for,a%2014.01%25%20increase%20from%202021.

5 https://www.xataka.com/empresas-y-economia/amazon-ingreso-51-000-millones-euros-europa-2021-no-pago-euro-impuestos

6 https://www.eldiario.es/tecnologia/suecos-sabian-huelga-ano-medio-tesla-elon-musk-canario-mina_1_12205233.html



Fuente: Rebelión

domingo, 20 de abril de 2025

China aguanta el pulso arancelario y confía en su gran potencial en tierras raras para batir a Trump

 

      Periodista y analista para Público en temas internacionales. Especialista universitario en Servicios de Inteligencia e Historia Militar.


Pekín descarta claudicar en la guerra arancelaria declarada por Trump y apuesta por doblegar a EEUU en el sector de los minerales, clave para las últimas tecnologías.


     En la guerra comercial global declarada por el presidente de EEUU, Donald Trump, para imponer la hegemonía económica estadounidense, China dispone de un arma que podría poner de rodillas a la principal economía del mundo. De momento, Pekín apuesta por utilizarla para devolver la calma a los mercados e impedir un mayor caos comercial internacional.


La búsqueda de tierras raras se ha convertido en una estrategia fundamental en el mundo.

Se trata de su predominio en el sector de las tierras raras, esos minerales críticos imprescindibles para la manufactura de componentes electrónicos de última generación. China se encuentra en una posición en la que podría obligar a cualquier país a arrodillarse y negociar en este ámbito en los próximos años.

Esos minerales estratégicos son utilizados para elementos tecnológicos militares, del transporte y sobre todo de la comunicación, especialmente en la telefonía móvil. La respuesta china a la guerra comercial declarada por Trump con sus aranceles en ristre, además de elevar sus propias tasas a la importación, ha limitado las exportaciones de esas tierras raras.


Vista aérea del puerto de Shanghái​, epicentro del comercio en China.

China tiene el 61% de la producción mundial de tierras raras extraídas, pero controla el 92% del procesamiento. Es decir, tras décadas de silencioso trabajo en este sector, Pekín domina su cadena de suministro y puede decidir qué empresas son abastecidas de esos elementos químicos.

Estados Unidos y muchos otros países han dependido de China en el suministro de estos minerales procesados y ahora comprueban la distancia abismal que les separa con Pekín. Entre 2020 y 2023, Estados Unidos dependió de China para el 70% de sus importaciones de todos los compuestos y metales de tierras raras.

Por eso, las restricciones chinas a la exportación de estos elementos pueden ser un torpedo bajo la línea de flotación de la tecnología estadounidense, en especial en áreas clave como la industria de la defensa.

La guerra comercial con China no le sale bien a Trump

En estos momentos, EEUU y China mantienen las espadas en alto en su disputa arancelaria, detonada por la decisión de Trump de imponer aranceles comerciales prácticamente al planeta entero. El problema es que con Pekín ha querido dar una lección excepcional, identificando a China como un enemigo a abatir y tratando de someter a los productos chinos al escenario que Trump quiere para la economía estadounidense. Ya lo intentó en su anterior mandato presidencial, entre 2017 y 2021, sin mucho éxito.


El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, después de firmar dos órdenes ejecutivas que dieron lugar a los aranceles recíprocos.

Ahora, totalmente desatado por su control semidespótico de los principales resortes de poder en EEUU, Trump ha creído que podría presionar a los chinos y someterlos a sus caprichos comerciales sin que estos no alzaran ni una ceja. No ha sido así y tras un toma y daca agudizado en las últimas semanas, actualmente los aranceles impuestos por Washington a los productos chinos ascienden a un disparatado 145%, mientras que las tasas chinas a los bienes estadounidenses se han elevado a un 125%.

En tales circunstancias, el daño a las economías mundiales, empezando por la estadounidense y la china, puede ser incalculable. La tensión de la cuerda es muy alta y podría llegar a romperse.

Aunque las instituciones financieras mundiales descartan una recesión generalizada, si las cosas se ponen feas estaríamos ante una crisis económica que recordaría los peores tiempos derivados de la guerra de Ucrania y de la pandemia de covid estos años atrás.

Una crisis mayor

Hace una semana, Trump decidió dar una tregua a la imposición de los aranceles a sus socios comerciales, que sin ser tan desmesurados como en el caso chino, seguían siendo insoportables. Ese respiro no incluía a China, que ha empezado a movilizarse comercial y políticamente para la resistencia.


Trabajadores en una fábrica de Hefei, en China.

Con el tiempo en contra, la Administración Trump pretende tener el control y cerrar las negociaciones con socios y contrincantes en el próximo mes. Respecto a la Unión Europea, la visita de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, a Washington esta semana parece haber desatascado algunas puertas bloqueadas, que podrían abrirse con ciertas cesiones del comercio europeo.

En el caso de China, Trump insiste en que ya hay conversaciones de por medio, pero los avances sustantivos no se ven. Y las amenazas de más inflación y de caída del crecimiento del PIB son reales para Estados Unidos en primer lugar. Pekín se limita a subrayar el error que está cometiendo Trump y a advertir de que tomará las medidas oportunas.

Y ya lo está haciendo, para pánico de los exportadores estadounidenses y de la propia clase política de Washington, que teme una invasión de los mercados por productos chinos muy rebajados en sus precios. Saben que China tiene la fuerza suficiente como para resistir esta oleada y la siguiente.

El doble rasero de EEUU

En un acto de doble rasero y máximo nerviosismo, es la Casa Blanca la que acusa a China de emprender "estrategias agresivas" y dañar a la economía estadounidense. Pero en los propios EEUU ya se empieza a cuestionar la estrategia de Trump y se recuerda que fue éste quien lanzó, al proclamar su "día de la liberación", la primera andanada en una guerra que nadie puede ganar.


Las banderas de Estados Unidos y China en un edificio de una empresa estadounidense de Pekín.

Los últimos aranceles y limitaciones al transporte marítimo chino, con tasas a los buques construidos y operados por China que lleguen a puertos estadounidenses, pueden subir los costes del transporte marítimo global, perturbar la estabilidad de la cadena de suministros y aumentar la inflación sobre todo en EEUU, como argumentó el portavoz de Asuntos Exteriores chino, Lin Jian.

No parece, pues, que vaya a funcionar ese plazo de "tres o cuatro semanas" del que habló Trump este jueves para alcanzar acuerdos arancelarios con todo el mundo, menos aún con China. La tregua parcial de 90 días declarada la semana pasada ya está contando y el reloj avanza sin demora. Todo el mundo sabe, sin embargo, que sobre estos acuerdos pende la espada de Damocles de la confrontación entre EEUU y China.

China se mueve con cautela; en EEUU sube el nerviosismo

La inquietud cunde en la Casa Blanca. "La pelota está en el tejado chino, es China quien ha de dar el primer paso", afirman en Washington los hombres de Trump. Pekín, entretanto aguarda. Aguarda y espera incluso que el presidente estadounidense pida una cumbre con el líder chino, Xi Jinping, para arreglar las cosas al máximo nivel. Ello supondría una victoria china sin paliativos y muy evidente a los ojos de todo el mundo.

La visita que el presidente chino acaba de finalizar por el sudeste asiático no es casual. Es ese movimiento que demandaba Trump, solo que Xi Jinping lo ha dado en una dirección contraria a la que esperaba el mandatario estadounidense. El mensaje es evidente: China ofrece estabilidad allí donde EEUU está promoviendo el caos.

Que la visita haya sido a una de las zonas comerciales de mayor auge en el mundo, además vecina de China, marca la fuerza del mensaje en una región, Asia Pacífico, donde Trump ha declarado una y otra vez que quiere izar la bandera de EEUU sin que ninguna otra le haga sombra.

El jaque mate chino de las tierras raras

Ahora queda ver el impacto que puede tener en esta guerra arancelaria la decisión china de meter al comercio de tierras raras en la trifulca. Los 17 elementos químicos que conforman las llamadas tierras raras no son tan raros ni difíciles de hallar. El problema es que no se encuentran en casi ninguna parte en los volúmenes precisos para su extracción, explotación, manufacturación y comercio de cara a la fabricación de componentes de telefonía móvil inteligente, pantallas, tecnología médica, láseres, coches eléctricos, cuadros de mando de los aviones de combate más avanzados, circuitos para submarinos, mecanismos sofisticados para satélites y muchos otros usos.

Esas tierras raras son el escandio, el itrio, el cerio, el lantano, el neodimio, el praseodimio, el prometio, el europio, el holmio, el erbio, el terbio, el iterbio, el tulio, el lutecio, el samario, el gadolinio y el disprosio.

Y es China, como se ha indicado, la que detenta casi todo el potencial en su producción y procesamiento, para disgusto de Trump, quien parece que es ahora, y de repente, cuando se ha dado cuenta del patinazo que puede haber dado al declararle al gigante asiático su cruzada arancelaria.

China tiene las mayores minas del mundo de al menos siete de esos elementos químicos raros, con una producción anual de 270.000 toneladas métricas frente a las 40.823 toneladas métricas extraídas en EEUU.

Fabricantes destacados en la industria de la defensa y aeroespacial de EEUU, como Lockheed Martin o Boeing, asisten muy preocupados al pulso entre Pekín y Washington, tras estar sufriendo ya las restricciones chinas. Los emporios del automóvil eléctrico, las comunicaciones y la computación tiemblan más, si cabe.

Si a merced de esta guerra de aranceles global, Pekín impone su monopolio en esos minerales estratégicos, China podría lanzar un jaque mate a EEUU y las consecuencias serían no solo económicas.

El riesgo de guerras regionales por los recursos

A la caza de esas tierras raras y otros metales estratégicos, como el cobalto, el coltán o el tántalo, Washington ya está evaluando una presencia militar en África para desplegarse en países ricos en esas reservas, como la República Democrática del Congo, y desplazar allí a las empresas chinas que comercializan esos minerales.

La misma semana que Trump lanzaba su guerra arancelaria global, su asesor especial para África, Massad Boulos, viajaba al Congo para negociar la ayuda militar que puede prestar EEUU a ese Gobierno a fin de librarlo de la guerrilla del M23 y del apoyo a ésta por parte de Ruanda a cambio de la adquisición de sus reservas de minerales estratégicos.

En un corto espacio de tiempo, África podría arder en guerras locales con EEUU, Rusia, China o Francia apoyando a Gobiernos o milicias rebeldes a fin de controlar la producción de esos minerales imprescindibles también para la fabricación de baterías de teléfonos móviles, ordenadores portátiles y tabletas, y el resto de destinos de última tecnología ya mencionados.

Si en el pasado se desataron guerras por el oro, las especias, el opio o el petróleo las próximas contiendas podrían ser por las tierras raras. Y tanto EEUU como China estarán de una u otra forma implicados.


Fuente: Público

jueves, 17 de abril de 2025

Europa reacciona ante la inacción de Trump en Ucrania: más sanciones, supermisiles y envío de tropas

 

      Periodista y analista para Público en temas internacionales. Especialista universitario en Servicios de Inteligencia e Historia Militar.


El plan danés de enviar tropas a Ucrania para “aprender” de la guerra, los misiles alemanes y las nuevas sanciones a Moscú disparan la presión europea a la entente de EEUU y Rusia.


     Europa no se lo está poniendo fácil al presidente estadounidense, Donald Trump, y a su estrategia para finiquitar la guerra de Ucrania cuanto antes. Pese a las noticias que llegan del campo de batalla, donde Rusia mantiene la iniciativa y el ejército ucraniano es incapaz de recobrar un solo kilómetro del territorio anexionado por Moscú desde hace tres años, los aliados europeos de Kiev siguen convencidos de que se puede torcer el brazo militarmente al Kremlin.

Por eso desconfían de las negociaciones que está llevando a cabo EEUU con Rusia, pues ratificarían las anexiones rusas, y apuestan por gastar miles de millones de euros en el envío de armas al frente aunque de momento hayan dado pocos frutos. Es en este contexto en el que Europa ha decidido pasar nuevas líneas rojas en su confrontación con Rusia.


El presidente de EEUU, Donald Trump, habla con la prensa durante un vuelo en el Air Force One, el 6 de abril de 2025.

Además, este apoyo a Ucrania está sirviendo a Bruselas para lanzar un pulso a Washington y llevar al terreno geopolítico la pugna que mantienen europeos y estadounidenses por la cruzada arancelaria de Trump. Los países de la UE tienen mucho que perder con esta ofensiva de tasas de EEUU, pero al menos pueden poner muy nerviosa a la Casa Blanca con su furibunda política exterior antirrusa cuando lo que quiere Trump es concentrar sus esfuerzos en China e Irán.


Soldados ucranianos en Donetsk el 16/04/2025.


Asfixiar a Rusia con nuevas sanciones


Esta semana, la UE confirmó que multiplicará sus esfuerzos para sancionar a Moscú. Uno de los más implacables enemigos que tiene Rusia en Europa, el ministro de Exteriores francés, Jean-Noël Barrot, reclamó este lunes "las sanciones más duras contra Rusia, para asfixiar su economía e impedirle alimentar su esfuerzo de guerra".

Con una similar posición se manifestó la alta representante para la Política Exterior de la UE, Kaja Kallas, quien, tras participar en un Consejo de Ministros de Exteriores de la Unión, afirmó que es necesario "ejercer la presión, la máxima presión, sobre Rusia, para que realmente ponga fin a esta guerra, porque hacen falta dos para querer la paz".

El problema en este conflicto es que nadie parece querer la paz, salvo Trump, aunque en este caso sus razones son tan oportunistas como las del resto, con su plan para apoderarse de la mitad de los recursos energéticos y minerales estratégicos de Ucrania en cuanto se firme la paz o con su interés en la reconstrucción de la arquitectura de seguridad europea al concluir la guerra, con más compras al complejo armamentístico estadounidense.

Este rearme de una Europa deseosa de participar en los pingües beneficios de las industrias armamentísticas necesita de un enemigo exterior "permanente" y ninguno mejor que Rusia. El miedo a los rusos es uno de los argumentos enarbolados por los 27 para "animar" a los ciudadanos europeos a acatar ese multimillonario esfuerzo en defensa y seguridad, a costa de los beneficios sociales, la sanidad, las pensiones y otras partidas del sistema de bienestar construido durante décadas en el viejo continente.


La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, habla en la Academia de Oficiales del Ejército en el Castillo de Frederiksberg , Dinamarca.


Nadie quiere una tregua


Si los europeos no están por la negociación de un armisticio del que además han sido excluidos por Trump, menos lo está el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. El líder ucraniano se encuentra entre la espada y la pared: mientras trata de impedir que su país sea derrotado por Rusia, intenta a la vez conseguir más armas para resistir, aconsejado por los lobbies belicistas de Bruselas, y, a la par, almacenar el mayor volumen posible de armamento para que, cuando se firme la paz, Ucrania tenga mucho que decir en la nueva Europa de postguerra.

Tampoco tiene prisas en alcanzar un acuerdo de paz Rusia, al menos hasta que consolide todas sus conquistas y termine de ocupar esas partes de las cuatro regiones ucranianas ya anexionadas y que considera imprescindibles para su propia seguridad.

Mientras refuerzan sus posiciones bélicas, tanto Rusia como Ucrania hacen el paripé sobre su cumplimiento supuesto de la tregua de un mes bajo la égida de EEUU que prohibió el ataque a las infraestructuras energéticas del enemigo y cuyo plazo terminaba este miércoles. En realidad, ninguno de los contendientes respetó mínimamente este alto fuego.

Los ucranianos afirman que los rusos violaron tal tregua al menos en treinta ocasiones. Moscú señala que quienes han violado reiteradamente el acuerdo, que entró en vigor el 18 de marzo, han sido los ucranianos. Este mismo miércoles, el Ministerio de Defensa ruso acusó al ejército de Ucrania de dejar a más de 20.000 personas sin electricidad en la región de Bélgorod. También denunció sendos ataques con drones a instalaciones energéticas rusas en las regiones fronterizas de Briansk y Kursk.


Los deseados Patriots que nadie da ya a Kiev


En esta situación peliaguda, en las que los rusos han aumentado sus ataques a objetivos militares ucranianos localizados en núcleos de población, sin que muestren ya pudor alguno en causar víctimas civiles con sus misiles balísticos, Zelenski ha pedido a EEUU la venta de sistemas antimisiles Patriot, que antes le suministraban el propio Pentágono y sus aliados europeos, pero que ahora ni unos ni otros parecen tener deseos de entregar gratis.

Tal intención de adquirir esos eficaces sistemas antiaéreos, los únicos capaces de derribar los misiles Iskander rusos, fue formulada el pasado fin de semana en una entrevista que dio Zelenski a la cadena de televisión CBS y reiterada el martes al secretario general de la OTAN, Mark Rutte. La idea de Zelenski es comprar por 15.000 millones de dólares una decena de sistemas Patriot, con los que se habrían evitado ataques como los realizados en los últimos días contra las localidades ucranianas de Krivói Rog y Sumi, y que se saldaron con más de medio centenar de civiles asesinados por los misiles balísticos rusos.

Trump, quien no simpatiza con Zelenski, arremetió contra el presidente ucraniano el lunes y le pintó como un pedigüeño que "siempre está buscando misiles". El mandatario estadounidense dejó entrever que su país no está ya dispuesto a entregar ese tipo de armamento. "No se empieza una guerra contra alguien veinte veces más grande y luego se espera a que la gente te dé misiles", le indicó, acusando incluso a Zelenski de haber comenzado la guerra contra Rusia.

Este tipo de sistemas antimisiles es una de las armas más eficaces empleadas por Ucrania para frenar los ataques contra ciudades e infraestructuras. Sin embargo, su elevado coste y la escasez de unidades lo convierten en la joya de la corona de los suministros de armas occidentales.


El supermisil Taurus


Como lo es también el misil de largo alcance alemán Taurus, que hasta ahora Berlín se había negado a entregar a Ucrania, pero que puede convertirse en un contrapeso suficientemente poderoso como para alargar más la guerra y ocasionar daños sustanciales en Rusia, sobre todo contra objetivos militares y civiles muy alejados de la frontera ucraniana.


Misil de largo alcance alemán Taurus.

El que será con probabilidad nuevo canciller alemán, el democristiano Friedrich Merz, reiteró este semana su intención de enviar estos misiles Taurus de largo radio a Ucrania en cuanto jure su cargo a principios de mayo.

Merz también sugirió que estos misiles podrían ser empleados por Kiev para "destruir la principal comunicación terrestre entre Rusia y Crimea", la península ucraniana anexionada por Moscú en 2014. Ello permitiría, agregó el político germano, cortar el suministro a las tropas rusas desplegadas en el sur ocupado de Ucrania.

Se refería Merz a la destrucción del puente de Kerch, que sufrió ya dos ataques en el curso de la guerra. "Ucrania tiene que estar en condiciones de destruir la comunicación más importante entre Rusia y Crimea porque en Crimea tiene el ejército ruso buena parte de sus reservas", dijo el político alemán. Ello llevaría a Ucrania a retomar la iniciativa bélica, añadió.

Los Taurus, con alcance de 500 kilómetros, son superiores en radio de acción a los ATACMS estadounidenses, los Storm Shadow británicos y los Scalp franceses, de los que ya dispone Ucrania, además del permiso de utilizarlos contra territorio ruso.

En plena campaña electoral, Merz amenazó con enviar los Taurus a Ucrania en caso de que Moscú no accediera a detener sus ataques en cuanto asumiera el poder, en principio el 6 de mayo. El aún canciller alemán, Olaf Scholz, había rechazado el suministro de este tipo de misiles a Ucrania para evitar una confrontación directa con Rusia.

Pero tras la llegada de Trump al poder y su acercamiento a Rusia, los aliados europeos de Ucrania parecen ya desbocados. La andanada comercial lanzada por Trump y la obligación de aceptar alzas hasta ahora impensables en los aranceles a los productos europeos, mientras se negocian muchas otras, han terminado de quebrar los nervios en Europa. Los antaño influyentes países europeos ven menguar su influencia a nivel mundial ante estadounidenses, rusos y chinos, y han hecho de Ucrania su último bastión de resistencia ante el nuevo sistema geopolítico mundial propugnado por Trump.

La respuesta rusa a la amenaza de Merz fue contundente. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, vaticinó "una mayor escalada de la situación sobre Ucrania" que alargará la guerra.


Tropas danesas a Ucrania para aprender de la guerra


Dentro de estas apuestas europeas a favor de una mayor implicación en la guerra de Ucrania destaca la ahora formulada por Dinamarca, uno de los países que se ha significado más en el apoyo a Kiev. Este miércoles, el comandante en jefe del ejército de tierra danés, general Peter Boysen, anunció que Copenhague planea despachar a partir del verano un contingente militar a Ucrania para que aprendan técnicas de combate en un país en guerra.

El militar indicó que los soldados daneses, cuyo número no precisó, "no van a participar activamente en la guerra", sino que "van a aprender de las experiencias" de las tropas ucranianas.

Boysen no dio importancia a la certeza de que los soldados daneses se conviertan en objetivo de los rusos, como ya ha advertido Moscú ante los tanteos realizados por británicos y franceses para enviar tropas a Ucrania como asesores o como fuerzas de disuasión en caso de alto el fuego. No sería este el caso, pues el despacho de las tropas danesas sería en medio de la guerra actual.

"Si se produjera un ataque con misiles, los ucranianos disponen de buenos sistemas de alarma y buenos refugios. Yo mismo he pasado tiempo en algunos en Kiev", argumentó, ufano, el general danés.


Fuente: Público