Mostrando entradas con la etiqueta Internacionalismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Internacionalismo. Mostrar todas las entradas

sábado, 15 de marzo de 2025

Apuntes urgentes frente a la estrategia de disuasión y el rearme en Europa

 

 Por Juan Ibarrondo  
      Activista social, antimilitarista, escritor, guionista y director de cine vasco.


Debemos apostar por una Europa unida en la que su fuerza mayor sea la del apoyo a la paz y los derechos humanos en el mundo. La subordinación a EEUU nos ha conducido a un callejón sin más salida aparente que un rearme al que tenemos que oponernos con firmeza


     La cosa está hecha y no tiene vuelta de hoja. Este es el discurso mainstream sobre el rearme europeo, que nos venden como una especie de revuelta contra Trump. En realidad no es más que plegarse a sus exigencias, para nada nuevas ni exclusivas tampoco de su administración, asumiendo los aliados europeos la necesidad de colaborar en mayor medida en la “defensa” del continente.


Movilización en Iruñea por la insumisión a las guerras.

La fuerza de la propuesta de rearme se basa en el miedo al enemigo ruso, que ha sido “fabricado” con esmero por los medios europeos con la inestimable colaboración del propio gobierno ruso, y también en la disuasión armada como única forma de mantener la paz, idea fuerza tanto de Rusia como de “Occidente”. No en vano, la estrategia de la disuasión armada, sobre todo la nuclear, ha sido la que ha marcado las políticas internacionales de las grandes potencias tras la segunda guerra mundial.

Superar la estrategia de la disuasión y el rearme para lograr la paz es clave para evitar o atenuar las guerras actuales y prevenir las que pueden acontecer en un futuro

Esta estrategia ha conseguido evitar una conflagración directa entre las potencias nucleares, por lo menos de momento. Sin embargo, no ha evitado las guerras, sino que las ha transformado en el modelo de guerra cronificado y funcional a la acumulación capitalista que vivimos actualmente, cuando tienen lugar a día de hoy 53 guerras en distintas partes del mundo, algunas más mediáticas que otras.


Aviación del ejército del aire español realizando maniobras días antes del 12 de octubre pasado

Superar la estrategia de la disuasión y el rearme como elementos indiscutibles y únicos para lograr la paz es por tanto clave para evitar o atenuar las guerras actuales y prevenir las que pueden acontecer en un futuro próximo, incluida una guerra nuclear. Para conseguirlo, lo primero es aclarar que existen alternativas a la disuasión armada y políticas diferentes al rearme para garantizar la paz.


Sesión de trabajo de los encuentros internacionales de Arte y Paz organizados por Gernika Gogoratuz en el centro autogestionado Astra.

La más evidente, el desarme y la conversión de la industria militar en producción de interés social y ambiental, debería ir acompañada del avance del multilateralismo hacia la búsqueda de acuerdos y consensos globales. Como ya se hizo durante la guerra fría, las políticas de distensión pueden también jugar un papel para frenar la escaldada armamentista y sus consecuencias nefastas para la población, sobre todo para los sectores más desfavorecidos, promoviendo estrategias de desarme concertado entre potencias.


La fuerza de fronteras Frontex es uno de los ejemplos de la militarización de la UE previa a la confrontación con Rusia.

La diplomacia para la paz puede ponerse en práctica frente al matonismo en las relaciones internacionales, junto con el reforzamiento del Derecho Internacional de Derechos Humanos y el apoyo a Naciones Unidas como espacio de encuentro para la paz, junto con su necesaria adecuación a las nuevas realidades globales.

Es imprescindible avanzar en la agenda social, ecológica, feminista y decolonial, para construir una mejor correlación de fuerzas frente al poder oligárquico y el avance neofascista

Desde la sociedad civil, será imprescindible avanzar en la agenda social, ecológica, feminista y decolonial, para construir una mejor correlación de fuerzas frente al poder oligárquico y el avance de las ideologías neofascistas. Sin olvidar, en ese sentido, la necesidad de la “lucha cultural” para extender un sentido común progresista por la paz frente al sentido común militarista.


Protesta frente a la Escuela de Guerra del Ejército en junio de 2022.

Aun así, todo ello no servirá de mucho si no somos capaces de crear redes y alianzas internacionalistas frente al nacionalismo excluyente, redes que defiendan la democracia y la soberanía popular frente al poder oligárquico y militarista, a ambos lados de las trincheras que algunos se empeñan en construir.

Estas deberían ser, en mi opinión, las prioridades del bando por la paz en el mundo frente a los halcones militaristas. En resumen, la máxima si vis pacem para pacem debe sustituir paulatinamente al de la disuasión armada, si vis pacem para bellum.

Poner en marcha estas actuaciones es urgente, porque la estrategia de la disuasión armada no evita por completo la posibilidad de una conflagración abierta entre grandes potencias -incluso a nivel nuclear- si la situación geopolítica se degrada de manera importante, como desgraciadamente está sucediendo.


Submarino del programa nuclear del Reino Unido Trident.

El riesgo es demasiado grande para seguir confiando en la disuasión armada como única opción para el mantenimiento de una paz que no lo es, pues las guerras continúan, se extienden y se normalizan, mientras el espíritu de la guerra se adueña de las relaciones internacionales.

La crisis ecológica es un riesgo añadido que favorece como efecto colateral la deriva militarista, con la guerra por recursos cada vez más escasos; mientras que, a su vez, es acentuada por la militarización de las relaciones internacionales, que nos aleja de los imprescindibles consensos ecológicos globales.

En este ambiente de tormenta perfecta, las ideologías autoritarias de distinto signo son el ecosistema perfecto para la guerra, y nos acercan a la posibilidad de un armageddon nuclear mientras extienden el régimen de guerra a nuevos territorios.

Por tanto, la defensa de la democracia y los derechos humanos, incluidos los derechos sociales, debe ponerse en primer plano frente a la internacional reaccionaria y la ilustración oscura. Además -desde parámetros democráticos- es necesario poner freno al creciente poder de las oligarquías, impulsando la soberanía popular y la democracia frente a la plutocracia. Si las élites económicas consideran que necesitan del régimen de guerra para continuar enriqueciéndose, las mayorías populares debemos exigir la paz para vivir con dignidad.

Europa, en vez de apostar por el rearme global, debe dar ejemplo de políticas de paz, apoyar las propuestas de multilateralismo del sur global, abandonar su poder colonial y apostar con fuerza por Naciones Unidas

Aterrizando en la situación actual de raerme sí o sí que se plantea en Europa, hay que tener claro que la apuesta europea por el aumento del gasto militar redunda en un camino sin salida que conduce a la guerra y perjudica a las poblaciones europeas, mientras enriquece a ciertas élites europeas y estadounidenses. Debemos por tanto oponernos al rearme con firmeza, apostando por una Europa unida en la que su fuerza mayor sea la del apoyo a la paz y los derechos humanos en el mundo. Las políticas de subordinación a EEUU nos han conducido a un callejón sin más salida aparente que el rearme.


El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibido en París por el presidente de Francia, Emmanuel Macron para la Reunión de Alto Nivel sobre la situación en Ucrania.

Sin embargo, la historia nos muestra que el rearme nos aleja de la paz y nos acerca a la guerra. Europa, en vez de apostar por sumarse al carro del rearme global, debe dar ejemplo de políticas de paz, apoyar las propuestas de multilateralismo que vienen del sur global, abandonar los restos de poder colonial que posee y apostar con fuerza por Naciones Unidas, al tiempo que promueve su reforma para que sirva como herramienta útil en la búsqueda de consensos globales imprescindibles.

Sólo así podremos afrontar, desde la cordura y la búsqueda de consensos, los grandes retos actuales ligados a la crisis ecológica, la crisis de cuidados, el deterioro de la democracia y el crecimiento de las desigualdades, en tiempos de gritos de guerra y desmesura.


Fuente: El Salto

viernes, 23 de agosto de 2024

La necesidad de un nuevo vocabulario político

 

Ex-analista financiero de Wall Street y ahora asesor, entre otros, del gobierno chino.

   La aplastante derrota del 4 de julio de los conservadores británicos, neoliberales y pro-guerra, a manos del Partido Laborista, también neoliberal y pro-guerra, plantea la pregunta de qué quieren decir exactamente los medios cuando describen las elecciones y las alineaciones políticas en toda Europa en términos de partidos tradicionales de centroderecha y centroizquierda desafiados por neofascistas nacionalistas.




Las diferencias políticas entre los partidos centristas de Europa son marginales: todos apoyan los recortes neoliberales del gasto social en favor del rearme, la austeridad fiscal y la desindustrialización que conlleva el apoyo a la política de Estados Unidos y la OTAN. La palabra “centrista” significa que no aboga por ningún cambio en el neoliberalismo de la economía. Los partidos centristas con guiones están comprometidos a mantener el statu quo pro-EE.UU. después de 2022.

Eso significa permitir que los líderes estadounidenses controlen la política europea a través de la OTAN y la Comisión Europea, la contraparte europea del Estado profundo de Estados Unidos. Esta pasividad está poniendo a sus economías en pie de guerra, con inflación, dependencia comercial de Estados Unidos y déficits europeos resultantes de las sanciones comerciales y financieras patrocinadas por Estados Unidos contra Rusia y China. Este nuevo statu quo ha desplazado el comercio y la inversión europeos de Eurasia a Estados Unidos.




En Francia, Alemania e Italia, los votantes están abandonando este callejón sin salida. Todos los partidos centristas en el poder han perdido recientemente, y sus líderes derrotados tenían políticas neoliberales pro-EE.UU. similares. Como describe Steve Keen el juego político centrista: “El partido en el poder aplica políticas neoliberales; pierde la siguiente elección ante rivales que, cuando llegan al poder, también aplican políticas neoliberales. Luego pierden, y el ciclo se repite”. Las elecciones europeas, como la de noviembre en Estados Unidos, son en gran medida un voto de protesta, en el que los votantes no tienen otro lugar al que acudir que votar por los partidos nacionalistas populistas que prometen acabar con este statu quo. Este es el equivalente en Europa continental del voto por el Brexit en Gran Bretaña.

Se describe a la AfD en Alemania, a la Agrupación Nacional de Marine Le Pen en Francia y a los Hermanos de Italia de Georgia Meloni como grupos que están destruyendo la economía, al ser nacionalistas en lugar de conformarse a la Comisión de la OTAN y la UE, y específicamente al oponerse a la guerra en Ucrania y al aislamiento europeo de Rusia. Esa postura es la razón por la que los votantes los apoyan. Estamos viendo un rechazo popular al status quo. Los partidos centristas califican de neofascistas a toda la oposición nacionalista, al igual que en Inglaterra los medios describen a los conservadores y al laborismo como centristas, pero a Nigel Farage como un populista de extrema derecha.

No existen partidos de “izquierda” en el sentido tradicional de la izquierda política




Los antiguos partidos de izquierda se han unido a los centristas y se han convertido en neoliberales pro-estadounidenses. No hay ningún equivalente en la antigua izquierda de los nuevos partidos nacionalistas, salvo el partido de Sara Wagenknecht en Alemania del Este. La “izquierda” ya no existe como existía cuando yo era niño, en los años cincuenta.

Los partidos socialdemócratas y laboristas de hoy no son ni socialistas ni pro-laborales, sino pro-austeridad. El Partido Laborista británico y los socialdemócratas alemanes ya ni siquiera están en contra de la guerra, sino que apoyan las guerras contra Rusia y los palestinos, y han depositado su fe en la neoliberal reaganomics thatcherista/blairista y en una ruptura económica con Rusia y China.

Los partidos socialdemócratas, que hace un siglo eran de izquierda, están imponiendo medidas de austeridad y recortes del gasto social. Las normas de la eurozona, que limitan los déficit presupuestarios nacionales al 3%, significan en la práctica que su menguante crecimiento económico se destinará al rearme militar (entre el 2% y el 3% del PIB, principalmente para armas estadounidenses), lo que implica una caída de los tipos de cambio para los países de la eurozona.




En realidad, no se trata de una política conservadora o centrista, sino de una política de austeridad de extrema derecha que restringe el gasto público y laboral, una política que los partidos de izquierdas apoyaron hace mucho tiempo. La idea de que el centrismo significa estabilidad y preserva el statu quo resulta, por lo tanto, contradictoria en sí misma. El statu quo político actual está reduciendo los salarios y los niveles de vida y polarizando las economías. Está convirtiendo a la OTAN en una alianza agresiva contra Rusia y China que está obligando a los presupuestos nacionales a caer en déficit, lo que hace que los programas de bienestar social se recorten aún más.

Los llamados partidos de extrema derecha son ahora partidos populistas contra la guerra

La llamada “extrema derecha” está apoyando (al menos en la retórica de campaña) políticas que antes se llamaban “de izquierda”, oponiéndose a la guerra y mejorando las condiciones económicas de los trabajadores domésticos y los agricultores, pero no las de los inmigrantes. Y, como ocurría con la vieja izquierda, los principales partidarios de la derecha son los votantes más jóvenes. Después de todo, ellos son los que sufren el peso de la caída de los salarios reales en toda Europa. Ven que su camino hacia la movilidad ascendente ya no es el mismo que el de sus padres (o abuelos) en los años 50, después de terminada la Segunda Guerra Mundial, cuando había mucho menos deuda inmobiliaria del sector privado, deuda de tarjetas de crédito u otras deudas, especialmente deuda estudiantil.

En aquella época, todo el mundo podía permitirse comprar una casa con una hipoteca que sólo absorbía el 25% de sus ingresos salariales y se amortizaba en 30 años. Pero hoy las familias, las empresas y los gobiernos se ven obligados a pedir préstamos cada vez mayores para mantener su statu quo.

La vieja división entre partidos de derecha e izquierda ha perdido su sentido. El reciente aumento de los partidos calificados de “extrema derecha” refleja la oposición popular generalizada al apoyo de Estados Unidos y la OTAN a Ucrania contra Rusia, y especialmente a las consecuencias de ese apoyo para las economías europeas. Tradicionalmente, las políticas contra la guerra han sido de izquierda, pero los partidos de “centroizquierda” europeos están siguiendo el “liderazgo desde atrás” (y a menudo por debajo de la mesa) de Estados Unidos, que es partidario de la guerra. Esto se presenta como una postura internacionalista, pero se ha vuelto unipolar y centrada en Estados Unidos. Los países europeos no tienen voz independiente.




Lo que resulta ser una ruptura radical con las normas del pasado es que Europa sigue la transformación de la OTAN de una alianza defensiva a una alianza ofensiva en consonancia con los intentos de Estados Unidos de mantener su dominio unipolar de los asuntos mundiales. Sumar las sanciones de Estados Unidos a Rusia y China y vaciar sus propios arsenales para enviar armas a Ucrania con el fin de tratar de desangrar la economía rusa no ha perjudicado a Rusia, sino que la ha fortalecido. Las sanciones han actuado como un muro protector para su propia agricultura e industria, lo que ha provocado inversiones que desplazan las importaciones, pero han perjudicado a Europa, especialmente a Alemania.

El fracaso global de la actual versión occidental del internacionalismo

Los países BRICS+ están expresando las mismas demandas políticas de ruptura con el status quo que buscan las poblaciones nacionales de Occidente. Rusia, China y otros países BRICS líderes están trabajando para deshacer el legado de polarización económica plagada de deuda que se ha extendido por Occidente, el Sur Global y Eurasia como resultado de la diplomacia de Estados Unidos, la OTAN y el FMI.




Después de la Segunda Guerra Mundial, el internacionalismo prometía un mundo pacífico. Se atribuyó la culpa de las dos guerras mundiales a rivalidades nacionalistas. Se suponía que estas debían terminar, pero en lugar de que el internacionalismo pusiera fin a las rivalidades nacionales, la versión occidental que prevaleció con el fin de la Guerra Fría ha visto a un Estados Unidos cada vez más nacionalista encerrando a Europa y otros países satélites contra Rusia y el resto de Asia. Lo que se presenta como un “orden internacional basado en reglas” es un orden en el que los diplomáticos estadounidenses establecen y cambian las reglas para reflejar los intereses de Estados Unidos, mientras ignoran el derecho internacional y exigen que los aliados estadounidenses sigan el liderazgo de Estados Unidos en la Guerra Fría.

No se trata de un internacionalismo pacífico. Se trata de una alianza militar unipolar estadounidense que conduce a una agresión militar y a sanciones económicas para aislar a Rusia y a China. O, más concretamente, para aislar a los aliados europeos y de otros países de su anterior comercio e inversión con Rusia y China, haciéndolos más dependientes de Estados Unidos.

Lo que en los años 50, bajo el liderazgo de Estados Unidos, a los europeos occidentales les pareció un orden internacional pacífico e incluso próspero, se ha convertido en un orden estadounidense cada vez más egoísta que está empobreciendo a Europa. Donald Trump ha anunciado que apoyará una política arancelaria proteccionista no sólo contra Rusia y China, sino también contra Europa. Ha prometido que retirará la financiación a la OTAN y obligará a los miembros europeos a asumir todos los costos de restablecer su menguado suministro de armamentos, principalmente mediante la compra de armas estadounidenses, aunque estas no han funcionado muy bien en Ucrania.

Europa se quedará más y más aislada. Si los partidos políticos no centristas no intervienen para revertir esta tendencia, las economías de Europa (y también las de Estados Unidos) se verán arrastradas por la actual polarización económica y militar, tanto interna como internacional. De modo que lo que resulta radicalmente perturbador es la dirección que está tomando el statu quo actual bajo el liderazgo de los partidos centristas.

Apoyar la campaña de Estados Unidos para desmembrar a Rusia y luego hacer lo mismo con China implica sumarse a la campaña neoconservadora de Estados Unidos para tratarlos como enemigos. Eso significa imponer sanciones comerciales y de inversión que están empobreciendo a Alemania y a otros países europeos al destruir sus vínculos económicos con Rusia, China y otros rivales designados (y, por lo tanto, enemigos) de Estados Unidos.




Desde 2022, el apoyo de Europa a la lucha de Estados Unidos contra Rusia (y ahora también contra China) ha acabado con lo que había sido la base de la prosperidad europea. El antiguo liderazgo industrial de Alemania en Europa –y su apoyo al tipo de cambio del euro– está llegando a su fin. ¿Es esto realmente “centrista”? ¿Es una política de izquierda o de derecha? Como sea que la llamemos, esta fractura global radical es responsable de la desindustrialización de Alemania al aislarla del comercio y la inversión en Rusia.

Se está ejerciendo una presión similar para separar a Europa del comercio con China, lo que ha dado como resultado un creciente déficit comercial y de pagos con ese país. Junto con la creciente dependencia de Europa de las importaciones de Estados Unidos para lo que antes compraba a menor costo en Oriente, el debilitamiento de la posición del euro (y la apropiación por parte de Europa de las reservas extranjeras rusas) ha llevado a otros países e inversores extranjeros a deshacerse de sus reservas de euros y libras esterlinas, lo que ha debilitado aún más las monedas, lo que amenaza con elevar el costo de vida y de hacer negocios en Europa. Los partidos “centristas” no están generando estabilidad, sino contracción económica, pues Europa se está convirtiendo en un satélite de la política estadounidense y de su antagonismo con las economías BRICS.




El presidente ruso, Putin, dijo recientemente que la ruptura de las relaciones normales con Europa parece irreversible durante los próximos treinta años aproximadamente. ¿Quedará toda una generación de europeos aislada de las economías de más rápido crecimiento del mundo, las de Eurasia? Esta fractura global del orden mundial unipolar de Estados Unidos está permitiendo a los partidos antieuro presentarse no como extremistas radicales, sino como quienes buscan restaurar la prosperidad perdida de Europa y su autonomía diplomática –de una manera antiinmigrante de derecha, por cierto. Esa se ha convertido en la única alternativa a los partidos pro-EE.UU., ahora que ya no hay una izquierda real.



Fuente: https://michael-hudson.com/