Mostrando entradas con la etiqueta Islam. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Islam. Mostrar todas las entradas

viernes, 18 de julio de 2025

Más allá de lo de Torre Pacheco

 

 Por Pedro Costa Morata  
       Ingeniero, periodista y politólogo. Ha sido profesor de la Universidad Politécnica de Madrid. Premio Nacional de Medio Ambiente.


Los graves sucesos de Torre Pacheco en este julio ardiente que tantos cerebros ha alterado, tenían que suceder en la Región de Murcia, donde un agropoder basado en la explotación inclemente del campo, con sus trabajadores en primer lugar y también de su patrimonio natural básico (suelo, aguas, atmósfera) viene acumulando hechos e infamias sobre cuyas consecuencias son pocas las voces que se alzan y las instituciones que responden como hay que hacerlo y en el grado adecuado. Como suelo, recordaré que es el ecologismo político, pese a sus escasos efectivos y leve repercusión, la fuerza social que viene alertando sobre el empeño fatalista en el que se implica esta tierra, que ha de soportar una destrucción sistemática e inmisericorde de sus recursos naturales esenciales a manos de una agricultura y una ganadería intensivas y destructivas, que anuncian y determinan, por sus patologías de diverso tipo, futuros hacia ninguna (buena) parte.

Un camino que está jalonado de asaltos y atentados a manos de los verdaderos e intransigentes beneficiarios de esta deriva codiciosa, que han de agruparse en ese agropoder que impera de forma descarada y agresiva, poniendo de relieve que los poderes institucionales existentes son poco más que aparentes, siendo el entramado productivo y empresarial el que marca la pauta de un enrarecimiento global: sociopolítico y laboral, ecológico y moral. Para opinar sobre lo de Torre Pacheco me remitiré a lo que en otras ocasiones he escrito y pensado, ya que nuestra Región es fácil objeto de análisis político, económico y psicológico: sus vicios, que aumentan en espiral, se revelan cada día haciendo que nos avergoncemos -casi siempre con indignación y no pocas veces con alarma- de pertenecer a esta taifa aislada en la historia que ha devenido en agrocantón manejado por abusadores que no se cortan un pelo por invadir los terrenos de la delincuencia (la social y ecológica en primer lugar).

Así que, tratemos de ordenar el entorno conflictivo de lo de Torre Pacheco que, mostrando un episodio de racismo provocado por el expansivo y desinhibido mundo ultra, se ensaña con la población trabajadora magrebí que -solo estos fanáticos violentos parecen ignorarlo- sostienen y protagonizan una actividad agraria, de cuya toxicidad global, desde luego, no son responsables, sino víctimas laborales y ambientales en primera línea. Es absurdo pensar que una minoría extranjera en ambiente hostil (que es el español, racista profundo, como suele revelarse de cuando en cuando) va a adoptar actitudes provocativas frente a la mayoría, o dejarse envolver por una delincuencia relacionada con las diferencias étnicas o religiosas; por eso el incidente violento que se ha señalado como origen de los sucesos racistas tuvo que deberse a una delincuencia común (mora o cristiana) o, más bien, a una provocación organizada y prevista (evidentemente cristiana, aunque pueda utilizar a musulmanes).



Violentos en Torre Pacheco, “a la caza del moro” (BBC News).


De siempre los racistas, y concretamente los blancos (nosotros) tienen a cualquier inmigración como un peligro, principalmente por anunciarles una mezcla racial intolerable que vulnera la pretendida pureza étnica de los que así se consideran, sin pruebas. Y ni siquiera la consideración de la emigración española de toda la Historia les hace entender que solo se emigra a la fuerza y que nadie abandona su pueblo, su casa y su familia sino por estricta y apremiante necesidad, mereciendo por ello el mayor respeto y el trato generoso.

La presencia masiva de emigrantes en nuestros campos es consecuencia directa de la brutal e inmisericorde transformación en regadío de una región que por siglos se caracterizó por un secano discreto junto a espacios de huerta limitados por el recurso agua, siempre escaso y por ello bien aprovechado y origen de una cultura excepcional, en gran parte generada en el periodo murciano de dominio islámico. Este hecho debiera hacer reflexionar a esos violentos que persiguen emigrantes tanto por el color de su piel (el mismo, por cierto, que sobrevive en millones de murcianos y andaluces, marca de nuestro glorioso Al-Ándalus) como por su religión, tan respetable como la nuestra. Aunque sea verdad que esta observación, pese a constituir obviedad histórica y étnica, carece de valor y referencia para los alborotadores que provocan los tumultos que hemos vivido, tal es su debilidad y deformación mentales.

El trabajo en el regadío masivo e intensivo actual en nuestra Región implica condiciones de trabajo horrorosas que en ocasiones -ahí están las intervenciones de la Guardia Civil- rozan la esclavitud y que, sea por estas condiciones infames, sea por los bajísimos salarios, los ciudadanos españoles rechazan asumir: esto es lo que hace necesario el trabajo extranjero, y por eso le somos deudores. Así que tomemos nota: es la transformación del campo desde el secano austero y redentor (sobre todo por lo que tiene de garantía de futuro) hacia el regadío prometedor de ganancias ilegítimas (tan grande es su coste) y espejismos de desarrollo, lo que origina, como causa eminentemente económica, o socioeconómica, el creciente ambiente de violencias y amenazas en nuestra Lechugalandia. Y el generador de esas causas económicas es, inocultablemente, el Trasvase, técnica y provocadoramente llamado Acueducto Tajo-Segura, creación técnica e hidrológica que siempre ha disfrutado de la categoría de intocable, sea en sus caudales sea en su concepto. Una obra con ese halo de benefactora y modernizadora que conserva desde los más fastuosos tiempos del franquismo, aquel que, no sin sorpresa, decidió beneficiar al Sureste patrio (a costa del Centro ibérico). Y cuando escasas voces se han atrevido a criticarlo, sea por sus caudales sea por su concepto, feroces anatemas han caído sobre esos (poquísimos) atrevidos, siendo objeto de las más severas condenas desde todos los estratos regionales.

Nadie puede dudar que la economía agraria siempre ha basado sus avances -productividad, capacidad exportadora, etc.- en el regadío, aquí y en casi todo el mundo, pero la más sensata observación histórico-política establece y diferencia claramente el aprovechamiento local de los ríos en sus márgenes y áreas de influencia de las reconversiones a la fuerza de secanos alejados y sin tradición ni necesidad. Somos también los ecologistas los que, armados de una economía ecológica fortalecida en no menos de medio siglo de análisis y consolidaciones (más las comprobaciones de desastres ambientales relacionados con la economía estándar, la competitividad salvaje, la osadía ambiental, etc.), los que nos atrevemos a corregir las economías agrarias de tipo brutal, por entrópicas, insanas, generadoras de conflicto, fascistoides sin remedio y portadoras de espejismos que antes o después se deshacen y desencantan, mostrando su atroz cara oculta. Nadie debe ignorar que el capitalismo genera irremediablemente excesos que acaban transformándose en crisis de las que suele obtener ventaja, y este es el panorama del insaciable agro murciano. (Ahí tenemos el silencio habitual de nuestro empresariado, de predominio crematístico agrario, que no suele expresarse sobre la emigración, aunque su opinión sea siempre favorable con especial satisfacción si es ilegal, dado que todo esto influye directamente en la depresión de los salarios y la permisividad en el maltrato a esos trabajadores).


Lechugar en el litoral murciano (La Verdad).


Por supuesto que el racismo, como elemento primero y más visible del fascismo, es históricamente recurrente y trasciende del ambiente económico subyacente, sea este agrario, sea industrial. Por lo que la agricultura intensiva, y el Trasvase que en esta tierra la ha hecho posible, han de ser tomados como causas explicativas propias y específicas, digamos indirectas, pero no tan remotas, de la violencia en nuestros pueblos contra sus trabajadores del campo. No obstante, cabe adelantar que, siendo esta nuestra Región una república bananera de incompetentes y malvados, a un fascismo sucederá otro, igual o más venenoso y letal, igual o más injustificable en política o ética: nunca faltarán pretextos. La explicación del caso murciano no es posible, a más de tener en cuenta el elemento originario agro-económico, sin contemplar a Vox, de poder político creciente, como el catalizador de un ambiente malsano y “efecto llamada” para indeseables de todo el país, dados el integrismo y la xenofobia militantes de esta formación, que agravan los éxitos que cosechan como (legales) chantajistas de un PP que los necesita y no les pone resistencia.

Teniendo en cuenta estas causas y orígenes de la violencia en la Región de Murcia, quedan muy alicortas las esperanzas de que las soluciones frente a ellas vengan de la policía, los jueces o el poder político-administrativo: no, desgraciadamente, ya que estas instancias, a más de carecer de voluntad y hasta de capacidad analítica, son de hecho producto de todo ese entramado, que viene de atrás y que no ha hecho más que degradarse; y solo pueden actuar -la sociología y la política así lo indican- dentro de ese agropoder intocable y sometidas a él, pese a peligroso, en este agrocantón ilusorio, pese a catastrófico. En mi experiencia guardo algunas perlas que las autoridades policiales han proferido en mi presencia, al presentarles ciertos casos de delincuencia agraria: “Es que tienen mucho poder”, o “es que nadie quiere colaborar”. Y sobre las judiciales, basta ver cómo caminan las denuncias, sean ecologistas, vecinales o políticas, sobre los continuos abusos en el manejo del agua pública: lentas, descalabradas y generalmente dirigidas hacia el falaz, cobarde y provocativo archivado (que aquí no pasa nada).

La galería de personajes relacionados con los disturbios ha dejado, aparte de delincuentes y detenidos anónimos de momento, algunas figuras institucionales que no se han ganado el respeto debido, de los que aludiré a tres de ellos. El primero, por orden de dignidad, es el presidente Fernando López Miras, caído el tercer día sobre la escena del crimen para, tras sesuda meditación, comparecer ante las televisiones exhibiendo mendacidad sulfurosa tras sus recientes capitulaciones inmorales, de corte fascista, con los bandidos de Vox; y así, todo lo que tuvo que declarar sobre los incidentes es que el Ministerio de Interior debía poner orden en la ciudad (que él no tiene nada que hacer).


Antelo, justificando los disturbios de Torre Pacheco (El Correo Gallego).


El segundo es el esperpento de José Ángel Antelo, de aspecto mucho más magrebí que galaico, que fuera casi dos años vicepresidente en el Gobierno de don Fernando y que lleva desde su aparición en la escena pública encadenando mamarrachadas, una con otra, especialmente dirigidas hacia nuestra población trabajadora marroquí, dando que pensar si no sería un balonazo mal dado lo que alteró sus neuronas cuando, no hace tanto, jugaba a encestar. La realidad, sin embargo, parece más bien ser otra, y es que estamos ante un racista supremacista que atesora los rasgos más conocidos de esta patología: inculto, irresponsable, manipulador y embustero.

Y al tercero se le podía ver junto a Antelo, calladito y minimizado, con un niki verdoso de aquellos tiempos: era Alberto Garre, que aparecía mirando a la nada de su historial político, que empezó de ilustre desconocido, tuvo luego la chamba de ser designado como sucesor por el invicto presidente Valcárcel y, poniendo en valor su patetismo, fichó por Vox que era lo que el cuerpo le pedía, como destacado vástago del franquismo panocho.

Un muestrario, resumido pero ilustrativo, de lo que da en líderes esta mata espinosa y borde: catetos grisáceos extraídos de la vulgaridad política y llamados, por su radical ausencia de virtudes cívicas, a representar al fascismo murciano.



sábado, 3 de mayo de 2025

India y Pakistán : ¿Al borde del abismo?

 

 Por Tariq Ali  
      Escritor pakistaní, director de cine e historiador.


     India y Pakistán se preparan para la guerra. El casus belli es, una vez más, la Cachemira ocupada. El control de esta región en disputa ha sido desde 1947 el principal obstáculo para la normalización de las relaciones entre ambos estados. El 21 de abril, un grupo de militantes cachemires atacó y mató a 26 turistas que disfrutaban de la belleza de los prados floridos, los arroyos cristalinos y las montañas nevadas de Pahalgam. La responsabilidad del ataque fue reivindicada y rápidamente desautorizada por una organización poco conocida llamada el "Frente de Resistencia". Esto supuso una afrenta particular para Narendra Modi (cuyo historial incluye presidir, como Ministro Principal, la masacre de aproximadamente 2.000 civiles en la masacre de Gujarat de 2002, y un veterano defensor de los pogromos antimusulmanes). Modi, nacionalista hindú de extrema derecha, ahora en su tercer mandato como Primer Ministro de la India, había declarado previamente que ya no existía ningún problema grave en Cachemira. Su solución final –revocar el estatus de autonomía de Cachemira en 2019– había tenido éxito.


India y Pakistán se preparan para la guerra.

Nada justifica la masacre de los turistas de Pahalgam, y muy pocos musulmanes cachemires o indios apoyarían acciones de este tipo. Pero el contexto histórico es necesario para comprender la situación general en la provincia. Incluso Israel tiene un Ha'aretz. No así India. Cachemira sigue siendo un sujeto intocable. A esta provincia de mayoría musulmana nunca se le ha permitido determinar su propio destino, como prometieron los líderes del Congreso en el momento de la Independencia. En cambio, fue dividida entre las nuevas repúblicas de India y Pakistán después de una corta guerra en la que el comandante británico del Ejército de Pakistán se negó a aceptar su uso, dejando una fuerza heterogénea para enfrentarse a las tropas regulares de India. Ese conocido pacifista, Mahatma Gandhi, bendijo la invasión india. Se suponía que los artículos 370 y 35A de la Constitución india garantizarían el estatus especial de Cachemira, en particular prohibiendo a los no cachemires el derecho a comprar propiedades y establecerse allí. Esto se combinó con una brutal represión de cualquier manifestación de descontento, convirtiendo Cachemira en un estado policial con unidades militares siempre presentes. Los asesinatos y las violaciones eran comunes. Se habían descubierto fosas comunes.


Mapa de la región de Cachemira. En verde, el territorio administrado por Pakistán; en naranja, el controlado por la India.

Valientes ciudadanos indios (Arundhati Roy, Pankaj Mishra y otros) denunciaron implacablemente estos crímenes. Angana Chatterji citó numerosos ejemplos descubiertos durante su trabajo de campo entre 2006 y 2011:

Muchos se han visto obligados a presenciar la violación de mujeres y niñas de su familia. Una madre, a quien, según informes, personal del ejército le ordenó presenciar la violación de su hija, suplicó que la liberaran. Se negaron. Entonces, ella alegó que no podía ver y pidió que la sacaran de la habitación o la mataran. El soldado le puso una pistola en el frente, diciéndole que le concedía su deseo, y la mató a tiros antes de proceder a violarla.

Esto no habría sido ilegal. La Ley de Poderes Especiales de las Fuerzas Armadas de 1958 otorga impunidad a los defensores uniformados del Estado Central en «zonas perturbadas», ratificada por el Tribunal Supremo de la India.

La estrategia de Modi en 2019 fue inundar Cachemira con tropas indias, imponiendo confinamientos, arrestando a líderes locales y periodistas e infundiendo suficiente terror en la población para asegurar que no hubiera protestas que pudieran provocar objeciones por parte de las potencias occidentales. El objetivo era convertir el valle en el centro lácteo de todo el país. La represión parecía haber funcionado, hasta ahora.

El Gobierno indio está convencido de que los asesinatos fueron orquestados por el Ejército de Pakistán. Hasta el momento no se han presentado pruebas, pero la acusación es más plausible que la respuesta pakistaní de que se trató de una operación de falsa bandera. Para aumentar la confusión, el 24 de abril, el ministro de Defensa de Pakistán, Khwaja Asif, confirmó en la televisión británica que Pakistán tenía un largo historial de entrenamiento y financiación de este tipo de organizaciones terroristas, declarando: «Llevamos unas tres décadas haciendo este trabajo sucio para Estados Unidos». Unos días después, Asif también pronosticó una «incursión» india en Pakistán, aunque posteriormente se retractó.

Políticos indios de todos los partidos están llamando a la guerra. Shashi Tharoor, miembro del Congreso y ex alto funcionario de la ONU, ha declarado: «Sí, se derramará sangre, pero más de la suya que de la nuestra». El ánimo popular es un favor de una breve y encarnizada guerra de venganza. Se ha hecho referencia con aprobación al genocidio israelí en Gaza, pero es más probable que se trate de otro modelo. Tras el bombardeo israelí de la embajada iraní en Damasco en abril de 2024, la CIA se apresuró a organizar una respuesta cuidadosamente controlada por parte de Irán, con las defensas aéreas estadounidenses, francesas, británicas y jordanas en la región preparadas para derribar los drones y misiles iraníes que se aproximaban.

El Ejército y la Fuerza Aérea de la India están actualmente inmersos en la planificación de un asalto, pero podría ser de tipo iraní. Generales retirados presuntos de las reservas de drones de la India. La medida más extrema que se está discutiendo es ocupar la Cachemira controlada por Pakistán y unirla a su hermana ocupada por la India. Las amenazas de cortar el suministro de agua a Pakistán son pura fanfarronería, y la respuesta de Bilawal Bhutto —«Si el agua no fluye, tu sangre lo hará»— fue inmadura y estúpida, incluso para un exministro de Asuntos Exteriores pakistaní.

La prensa india ha alegado que un discurso público incendiario dirigido a representantes de la diáspora pakistaní el 17 de abril por el jefe del ejército pakistaní, el general Asim Munir, fue la señal para Pahalgam. Otros, incluido un exmayor del ejército pakistaní, Adil Raja, afirman que el ataque fue una iniciativa personal de Munir para fortalecer su posición y allanar el camino para una nueva dictadura militar. El ISI supuestamente se opuso a esto. ¿Control de daños o verdad? Es difícil decirlo, aunque el terrible discurso de Munir ofrece algunas pistas.


En Muzaffarabad, capital de la Cachemira administrada por Pakistán, un empleado del Ministerio de Defensa Civil imparte formación en primeros auxilios a escolares el 30 de abril de 2025.

El discurso fue claramente diseñado para dejar claro a los pakistaníes adinerados en el extranjero que el Ejército gobierna el país. Algunos en el público debieron ser contratados para ovacionar de pie los comentarios, sin precedentes, crudos, groseros e ignorantes, del Jefe del Ejército. No recuerdo que un solo dictador militar del país haya hablado jamás de esa manera. El general Ayub Khan, entrenado en Sandhurst, era anodino y laico. El general Yahya Khan era muy entretenido cuando estaba borracho y evitaba las apariciones públicas. El general Zia-ul-Haq era un sádico religioso, pero ansiaba un acuerdo con la India; denunciar a los hindúes no era su estilo. El general Musharraf era esencialmente laico, relativamente culto y muy interesado en un acercamiento a la India.

El intento del general Munir de hacerse pasar por una versión pakistaní uniformada de Modi fue un rotundo fracaso. Hizo tres afirmaciones, todas repugnantes mentiras nacionalistas. Primero, que los hindúes eran y siempre habían sido el enemigo, y que los musulmanes jamás podrían convivir con ellos. Esto contradice la afirmación de Modi de que todos los musulmanes indios son conversos del hinduismo y deberían volver a la antigua fe. Alguien debería haber educado al general: los musulmanes coexistieron con los hindúes y, posteriormente, con los sijs durante casi doce siglos antes de 1947. El período mogol (odiado tanto por Modi como por los fundamentalistas islámicos) dirigió a ejércitos integrados con generales y soldados hindúes y musulmanes que defendían el Imperio creado por los musulmanes.


Un solado paquistaní hace guardia en un puesto en Wagah, fronterizo con India.

El islam se propagó tan rápidamente que muchas tradiciones y rituales preislámicos de África Occidental, Europa, India, China y el Sudeste Asiático se incorporaron a la nueva religión. La versión exclusivamente wahabí de la historia que se enseña hoy en Pakistán es limitada y falsa. Hubo muchos casos de adoración conjunta de santos entre hindúes y musulmanes en partes de la India prebritánica e incluso después. Esta versión absurda de la historia islámica perjudica enormemente a los pakistaníes, tanto dentro como fuera del país. Es una de las razones de la incapacidad de tantos jóvenes musulmanes para combatir la islamofobia.

Munir se refirió a Cachemira así: «Será nuestra vena yugular, no la olvidaremos, no abandonaremos a nuestros hermanos cachemires en su lucha histórica». En realidad, la mayor parte de los cachemires ha vivido bajo el dominio indio desde agosto de 1947. La Cachemira controlada por Pakistán no encaja con la metáfora anatómica del general. Sería más acertada compararla con un conducto redundante del hígado del general Yahya.

La tercera referencia, ultraemotiva, se refería a la inviolabilidad de la "teoría de las dos naciones", base de la carta ideológica de Pakistán. Sin embargo, esta fue violada por el Ejército pakistaní en 1970, al negarse a reconocer que los bengalíes de Pakistán Oriental habían obtenido una mayoría absoluta en las elecciones de ese año. Fue la negativa del general Yahya a aceptar el resultado lo que condujo a masacres masivos de musulmanes bengalíes a manos de sus supuestos hermanos de Pakistán Occidental, seguidas de una guerra civil y la intervención india. Ese fue el fin de la teoría de las dos naciones. Contrariamente a lo que el general declaró a su audiencia, lejos de salvar a Pakistán, el Alto Mando del Ejército lo ha llevado al borde de la ruina política y económica. Debería haber puesto a disposición de los expatriados reunidos una lista de los jefes del Ejército que se retiraron como multimillonarios.

Aceptamos, por el bien del argumento, que Pahalgam fue una operación pakistaní. ¿Por qué ahora? Las autoridades pakistaníes argumentan que India respalda al Ejército de Liberación de Baluchistán (BLA), una organización guerrillera nacionalista que busca la separación de la provincia suroccidental de Pakistán. La acción más audaz reciente del BLA tuvo lugar el 13 de marzo, cuando descarrilaron un tren en el desierto del Paso de Bolan y tomaron como rehenes a los pasajeros civiles. Unidades del BLA han atacado campamentos militares y estaciones de ferrocarril con bastante regularidad. Esta atrocidad en particular fue muy bien preparada. Pakistán está seguro —y muchos observadores coinciden— de que India está armando y financiando al BLA. Las especulaciones sobre la actividad naval china en el puerto de Gwadar sugieren a muchos que Estados Unidos podría añadirse a la lista de financiadores del BLA. Decenas de trabajadores chinos han sido asesinados por nacionalistas baluchis.

El panorama es complejo y Pakistán está lejos de ser inocente en la creación de esta mezcla letal, pero como descubrieron los nacionalistas kurdos, no existe una verdadera independencia en el mundo actual; los kurdos se han aliado con Israel y Estados Unidos en Irak y Siria. El BLA se enfrenta a decisiones similares; Expulsar a China de Gwadar no puede ser el único objetivo. Los viejos nacionalismos progresistas descolonizadores han muerto hace tiempo. La opción para los baluchis es Pakistán o India, más sus respectivos aliados. Al igual que en las zonas kurdas, los líderes designados se enriquecerán mientras la gente común sufrirá. Es poco probable que Baluchistán sea diferente, y sus minerales y otros recursos subterráneos serán explotados por gigantes multinacionales. Observemos el caso de Irak.

¿Fue Pahalgam una represalia por el ataque al Paso de Bolan ocurrido un mes antes? Es posible. ¿Resolverá algo la guerra, incluso si India logra añadir una pequeña franja a la Cachemira que ocupa? Lo dudo. Entre bastidores, India ha ofrecido a Pakistán un acuerdo similar a este: «Aceptemos el statu quo y la Línea de Control (frontera) como permanente. Luego, un tratado de paz, libre comercio, el levantamiento de todas las restricciones al crítica pakistaní y la exención de visados para viajar». Me han dicho que el Ejército pakistaní se sintió tentado, pero se dividió. La facción que defendía «Cachemira es nuestra yugular» ganó.

Para la mayoría de los cachémires, la mejor solución sería un estado autónomo unificado con sus necesidades de seguridad garantizadas por Pakistán e India, y la reinserción de los Artículos 370 y 35A en la Constitución india. ¿Demasiado bueno para hacerse realidad? Quizás. Pero las alternativas son inalcanzables o incluso peores.

Durante la última ronda de protestas contra el régimen autoritario de Modi en la India (como después de la caída de la dictadura militar de Zia en 1988), estudiantes y otros, hindúes, musulmanes, cristianos y sikhs, se generalizaron en ambos lados de la frontera para recitar un poema de Faiz Ahmad Faiz, denunciado por la gente de Modi como "antihindú":


Veremos
Seguramente lo veremos
El día que se ha prometido
tallado en piedra al principio de los tiempos
Seremos testigos del día
Cuando la poderosa montaña de la opresión y la crueldad
Serán arrastrados como algodón.
Cuando bajo nuestros pies, los oprimidos
La tierra se moverá, palpitará y temblará.
Cuando está por encima de los que gobiernan
Truenos y relámpagos destellarán y rugirán.
Y sólo el nombre de Dios permanecerá
que está a nuestro alrededor y oculto a nosotros
¿Quién es a la vez el espectáculo y el público?
Y se levantará el lema: “Yo soy la verdad”
Y eso me significa a mí, y eso te significa a ti.
Y el propio pueblo de Dios gobernará al final.
Y eso me significa a mí, y eso te significa a ti.
Seguramente lo veremos ese día.

 

Fuente: SIDECAR

miércoles, 12 de marzo de 2025

El secretario de Defensa de Estados Unidos, Hegseth, quiere derrocar al gobierno de China en una "cruzada" contra la izquierda (y el Islam)

 

 Por Ben Norton 
      Periodista y analista independiente, editor de Geopolitical Economy Report.


El secretario de Defensa de Trump, Pete Hegseth, se declara un “cruzado” que cree que Estados Unidos está en una “guerra santa” contra China, la izquierda y el Islam. “La China comunista caerá”, prometió en su libro de 2020





     El secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, es un autoproclamado "cruzado" que cree que Estados Unidos está en una "guerra santa" contra la izquierda, China y el Islam.

En su libro American Crusade: Our Fight to Stay Free (Cruzada estadounidense: nuestra lucha por permanecer libres), de 2020, Hegseth prometió que, si Trump pudiera regresar a la Casa Blanca y los republicanos pudieran tomar el poder, "la China comunista caerá y se lamerá las heridas durante otros doscientos años".

Hegseth declaró que los chinos "son literalmente los villanos de nuestra generación" y advirtió: "Si no nos enfrentamos a la China comunista ahora, algún día tendremos que enfrentarnos al himno chino".

En la visión conspirativa de Hegseth, los comunistas chinos y la izquierda internacional están conspirando con los islamistas contra Estados Unidos e Israel, que son países sagrados bendecidos por Dios.

Hegseth prometió que bajo el liderazgo de Trump "Israel y Estados Unidos formarán un vínculo aún más estrecho, luchando contra el flagelo del islamismo y el izquierdismo internacional que nunca desaparecerá por completo".

"Los islamistas nunca obtendrán un arma nuclear, pero serán bombardeados preventivamente hasta el año 700 cuando lo intenten", añadió.

En el libro, Hegseth elogió a los cruzados medievales y argumentó que los conservadores occidentales del siglo XXI deberían continuar la guerra santa que iniciaron hace un milenio.

Uno de sus capítulos se titula "Hagamos que la Cruzada vuelva a ser grandiosa".

En la primera página del libro, Hegseth afirma con orgullo que su "cruzada estadounidense" es una "guerra santa" e insiste en que los izquierdistas no son "meros oponentes políticos. Somos enemigos. O ganamos nosotros o ganan ellos; no estamos de acuerdo en nada más".

Hegseth también afirmó con certeza que pronto habrá una guerra civil en Estados Unidos, entre la derecha y la izquierda.

"Sí, habrá algún tipo de guerra civil. Es un escenario horrible que nadie desea, pero que sería difícil de evitar", escribió. Afirmó que existen "diferencias irreconciliables entre la izquierda y la derecha en Estados Unidos que conducen a un conflicto perpetuo que no se puede resolver mediante el proceso político", y predijo un "divorcio nacional".



Pete Hegseth dice que Estados Unidos está "preparado" para la guerra con China



Como secretario de Defensa, Pete Hegseth ha impulsado políticas extremadamente agresivas contra Pekín.

En marzo de 2025, Hegseth le dijo a Fox News que Estados Unidos está "preparado" para ir a la guerra con China.

En un discurso que pronunció ante las fuerzas armadas estadounidenses unos días después de asumir su cargo en enero, Hegseth prometió: "Seguiremos siendo la fuerza más fuerte y letal del mundo".

En otro discurso pronunciado en febrero, expresó su compromiso de "convertir de nuevo nuestras fuerzas armadas en la fuerza más letal y brutal del planeta".

Donald Trump descubrió a Hegseth porque trabajó en Fox News durante una década, a partir de 2014. Fue copresentador del programa de entrevistas conservador Fox & Friends.

Aunque se presenta cínicamente como un "populista", Hegseth tiene un currículum extremadamente elitista. Estudió en la Universidad de Princeton y trabajó como analista bursátil para el banco de inversiones de Wall Street Bear Stearns (que colapsó en la crisis financiera de 2008). Más tarde realizó un máster en la prestigiosa Harvard Kennedy School, que ha formado a una de las figuras más destacadas de la clase política mundial.

Antes del primer mandato de Trump, Hegseth era un republicano neoconservador más. De hecho, era un halcón que echaba espuma por la boca y apoyó con tanta fuerza la invasión ilegal de Irak que se ofreció como voluntario para luchar allí en el ejército estadounidense.

Hegseth trabajó durante un año en el campo de concentración estadounidense de Guantánamo, en territorio cubano ocupado. Cuando sirvió allí, la administración de George W. Bush practicaba brutales torturas.

Como secretario de Defensa, Hegseth ha defendido la decisión de Trump de deportar a los inmigrantes indocumentados a la Bahía de Guantánamo. Visitó el campo de concentración y posó para una sesión fotográfica en el Pentágono para apoyar la política.






Las opiniones teocráticas extremistas de Pete Hegseth



Pete Hegseth está estrechamente vinculado a una iglesia nacionalista cristiana extremista que predica que Estados Unidos debe seguir la ley bíblica.

La iglesia de Hegseth es miembro de la Comunión de Iglesias Evangélicas Reformadas, que cree que la comunidad LGBT debería ser criminalizada. Algunos de sus miembros destacados sostienen que las mujeres deberían perder el derecho al voto e incluso han hablado positivamente de la esclavitud.

Hegseth tiene numerosos tatuajes asociados con movimientos extremistas cristianos y nacionalistas blancos, entre ellos uno de la "Cruz de los Cruzados" y otro que dice "Deus vult", o "Dios lo quiere" en latín. Este eslogan se utilizó durante las Cruzadas.




Su libro de 2020, American Crusade: Our Fight to Stay Free, es un llamado del siglo XXI a continuar las Cruzadas originales, aunque esta vez contra la izquierda política.

Más de la mitad del libro, de casi 300 páginas, está dedicado a atacar a la izquierda. De los 14 capítulos, nueve tratan de lo que él llama "izquierdismo".

Hegseth atacó a la izquierda por el socialismo, el secularismo, el multiculturalismo, el ambientalismo y el llamado "generismo" y "globalismo".

También asoció de forma extraña a la izquierda con el islamismo, al que llamó "el 'ismo' más peligroso". Hegseth dedicó un capítulo entero a demonizar el Islam.

En sus delirantes sueños febriles, los izquierdistas y los islamistas son parte de una conspiración global para destruir a Estados Unidos.

"Junto a los comunistas chinos y sus ambiciones globales, el islamismo es la amenaza más peligrosa a la libertad en el mundo", escribió Hegseth.



La cruzada de Pete Hegseth contra China


En American Crusade, Hegseth denunció a "nuestro mayor enemigo geopolítico, la China comunista".

Mencionó a China y a los chinos 110 veces en el libro.

Los chinos "son literalmente los villanos de nuestra generación", escribió Hegseth.

Citó a Trump, quien dijo en 2019: "China es una amenaza para el mundo en cierto sentido, porque está construyendo un ejército más rápido que nadie".

"Hasta Mickey Mouse entendería que el gobierno comunista chino y su motor económico son una amenaza y que debemos obligar a nuestras empresas a que dejen de facilitarles tecnología estadounidense", argumentó Hegseth. "Debemos hacer que las empresas vuelvan a Estados Unidos, por la fuerza si es necesario".

"China tiene un sueño, se llama el sueño chino, y termina con el restablecimiento del antiguo Imperio chino", afirmó.

Hegseth declaró que, a través del llamado "globalismo", China está librando una "guerra tecnológica, una guerra cultural, una guerra comercial y una guerra militar".

"Si no nos enfrentamos a la China comunista ahora, algún día tendremos que enfrentarnos al himno chino", insistió.

El argumento de Hegseth era profundamente contradictorio. Advirtió que China es una amenaza poderosa y creciente, pero al mismo tiempo insistió en que es débil y frágil.

"La economía china es falsa porque no es libre, pero sí poderosa: se construyó mediante el robo, la intimidación y la debilidad de los oponentes de China", escribió Hegseth.

La dependencia comercial de Estados Unidos respecto de China es "un enorme problema de seguridad nacional; una emergencia, en realidad", escribió. Insistió en que Estados Unidos debería dejar de comerciar con China, sosteniendo que "no se puede comerciar de manera justa con un enemigo que miente, engaña y roba".

Esta cita fue profundamente irónica, considerando que el director de la CIA y secretario de estado en el primer mandato de Trump fue el neoconservador Mike Pompeo, quien declaró infamemente: "Yo era el director de la CIA. Mentimos, engañamos, robamos... Tuvimos cursos de capacitación completos".

En su libro, Hegseth afirmó que existe una "influencia china desenfrenada en los medios y las universidades estadounidenses", sembrando miedo sobre Walt Disney y los Institutos Confucio.

"¿Algún estadounidense sensato piensa realmente que la China comunista es nuestra amiga? ¿Alguien? ¡Por supuesto que no!", escribió Hegseth. Y añadió: "A excepción de Bernie Sanders, amante del comunismo, y sus 'amigos', los estadounidenses con sentido común comprenden lo que representa China".

Hegseth predijo que, si los demócratas ganaran las elecciones estadounidenses de 2020, "el izquierdismo nos esclavizará a todos con un gobierno grande hasta que quede esclavizado por el islamismo" y "habrá alguna forma de guerra civil".

Afirmó que, si Trump perdía las elecciones de 2020, "la China comunista se alzaría y gobernaría el mundo. Europa se rendiría formalmente. Los islamistas obtendrían armas nucleares y buscarían borrar a Estados Unidos e Israel del mapa. La libertad se desvanecería y la tiranía surgiría".

Trump terminó perdiendo las elecciones de 2020, y nada de eso sucedió.

Sin embargo, Hegseth predijo que, si Trump y los republicanos regresaban al poder, “nuestra economía de libre mercado florecería, mientras que China no sería capaz de hacer trampas ni competir, tal como lo hizo la Unión Soviética”. Y escribió triunfante: “El socialismo, derrotado”.

Continuó:

La China comunista caerá y se lamerá las heridas durante otros doscientos años. Europa se rendirá, pero quedarán algunos grupos de resistentes amantes de la libertad. Los islamistas nunca tendrán un arma nuclear, pero serán bombardeados preventivamente hasta el siglo VII cuando lo intenten. Israel y Estados Unidos formarán un vínculo aún más estrecho, luchando contra el azote del islamismo y el izquierdismo internacional que nunca desaparecerá del todo.


Pete Hegseth: Estados Unidos e Israel están librando una "cruzada" para salvar a Occidente


Toda la visión del mundo de Pete Hegseth se opone a la izquierda. En American Crusade, afirmó que su ideología es el "americanismo", que definió como "una lealtad sin complejos a los ideales fundadores de los Estados Unidos de América". Subrayó que el americanismo es "lo opuesto al izquierdismo".

"Otra forma de definir el americanismo es el nacionalismo estadounidense", añadió Hegseth, que se identificó orgullosamente a sí mismo y a Trump como nacionalistas estadounidenses y sostuvo que Estados Unidos es "el único bastión verdadero de la libertad en el planeta".

Al mismo tiempo, sin embargo, el concepto de "americanismo" de Hegseth es internacional. Considera a otros movimientos nacionalistas de extrema derecha en Occidente como aliados en una lucha civilizacional global contra China, la izquierda y el Islam.

"El americanismo está vivo en lugares como Polonia, que rechazan las visiones globalistas de los burócratas izquierdistas de la vieja Europa", escribió Hegseth, y agregó: "Lamentablemente, tenemos más en común con esos luchadores por la libertad internacional que con los demócratas estadounidenses modernos".

"El americanismo está vivo en Israel, donde Benjamin Netanyahu se opone valientemente al antisemitismo y al islamismo internacionales", escribió.

"Si amas a Estados Unidos, debes amar a Israel", afirmó. "Israel es el enemigo número uno tanto para los islamistas como para los izquierdistas internacionales, lo cual es motivo suficiente para amarlo".

El secretario de Defensa Hegseth se reunió con el primer ministro israelí, Netanyahu, en febrero de 2025. El informe del Pentágono señaló que "el secretario enfatizó el vínculo inquebrantable que existe entre Estados Unidos e Israel y elogió a Israel como un aliado modelo en Medio Oriente".


El secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, se reúne con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en febrero de 2025.

En American Crusade, Hegseth se jactó de haber visitado Israel varias veces.

Mencionó a Israel y a los israelíes 54 veces en el libro.

Para aprender sobre la historia de Israel, recomendó que sus lectores vean videos del canal de derecha de YouTube PragerU.

"Para nosotros, los cruzados estadounidenses, Israel encarna el alma de nuestra cruzada estadounidense", escribió Hegseth. "La fe, la familia, la libertad y la libre empresa; si amas todo eso, aprende a amar al Estado de Israel".

Según Hegseth, Estados Unidos está liderando una batalla civilizatoria, en alianza con Israel. Imploró a los cristianos de hoy que continuaran las Cruzadas iniciadas en el siglo XI.

Él escribió:

En pocas palabras: si no comprendemos por qué es importante Israel y por qué es tan central para la historia de la civilización occidental (y Estados Unidos es su mayor manifestación), entonces no vivimos en la historia. La historia de Estados Unidos está inextricablemente ligada a la historia judeocristiana y al estado moderno de Israel.

"Nosotros, los cristianos, junto con nuestros amigos judíos y su extraordinario ejército en Israel, debemos tomar la espada del americanismo sin complejos y defendernos. Debemos hacer retroceder al islamismo", añadió.

Al mismo tiempo, Hegseth reconoció que sus opiniones extremistas le habían hecho perder amigos.

"Por esta causa he perdido amigos. Muchos", escribió. "Algunos miembros de mi extensa familia no tienen interés en hablar conmigo, y el sentimiento es mutuo. Personas a las que admiraba me envían cartas y correos electrónicos desagradables diciéndome que soy una persona terrible".



Pete Hegseth: “Debemos luchar contra las fuerzas malignas del secularismo”


Pete Hegseth es un nacionalista cristiano teocrático. Se opone a la separación de la Iglesia y el Estado y cree profundamente que Estados Unidos es una nación cristiana y que sus leyes deben basarse en la Biblia.

"Debemos luchar contra las fuerzas malignas del secularismo", escribió Hegseth en American Crusade. Argumentó que "nuestros fundadores estarían disgustados con la América secularista de hoy".

"Sin Dios, América no es América", declaró, afirmando que el "movimiento secularista es incompatible con el americanismo".

Un capítulo entero de su libro está dedicado a "derrotar a la Iglesia del secularismo".

Si Trump y los republicanos logran permanecer en el poder, predijo Hegseth en 2020, "el aborto será finalmente y para siempre ilegal y nuestras escuelas públicas serán abandonadas o completamente transformadas".

Insistió en que las escuelas deberían promover "la verdadera historia del excepcionalismo estadounidense".

Según Hegseth, Trump es un aliado importante en la lucha por la teocracia.

"El presidente Trump ha frenado la ola de secularismo, al menos por ahora", escribió Hegseth en 2020, durante el primer mandato de Trump. "Apoya abiertamente la fe y lucha contra las corrientes seculares que llevan mucho tiempo presentes en la sociedad estadounidense".

Trump "ha animado a los cristianos, incluidos los pastores, a involucrarse más en la política y en nuestra cultura. ¡Ha inspirado a los cruzados!", afirmó.

(Esta declaración es bastante cómica, dado que es ampliamente conocido que Trump no es religioso. De hecho, cuando se le preguntó en una entrevista cuál era su versículo bíblico favorito, Trump no pudo nombrar un solo versículo. Luego, cuando se le preguntó si prefería el Antiguo o el Nuevo Testamento, Trump dijo ambos.)

En American Crusade, Hegseth también se identificó como un gran fanático del rapero de extrema derecha Kanye West.

"Después de la elección de Donald Trump en 2016, una de las cosas más poderosas que le sucedieron a nuestro país —y a mí— fue la conversión cristiana del rapero Kanye West", dijo Hegseth en 2020.

"Si Kanye está con nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros?", escribió Hegseth, elogiando repetidamente al rapero, también conocido como Ye.

Después de que Hegseth publicara este libro, Kanye West se declaró nazi y elogió a Adolf Hitler.



La cruzada de Pete Hegseth contra el Islam


Aunque Hegseth quiere que Estados Unidos sea una teocracia cristiana, se opone violentamente no sólo al islamismo (como movimiento político teocrático), sino al Islam mismo (como religión).

En American Crusade, Hegseth escribió que "ningún 'ismo' es más peligroso para la libertad que el islamismo".

Aunque reconoció que muchos musulmanes no son islamistas y que consideran al Islam como una religión distinta del islamismo como movimiento político, Hegseth argumentó que esencialmente no hay ninguna diferencia.

Hegseth criticó incluso a los "musulmanes comunes", afirmando que "creen que el destino del Islam es controlar el mundo".

En su libro, puso entre comillas las palabras mezquitas "moderadas" y musulmanes "pacíficos", negando que puedan existir.

"El Islam no es una religión de paz y nunca lo ha sido", declaró Hegseth.

Incluso utilizó, sin ironía, el término "hordas musulmanas" en el libro, escribiendo:

Junto con los comunistas chinos y sus ambiciones globales, el islamismo es la amenaza más peligrosa para la libertad en el mundo. No se puede negociar con él, no se puede coexistir con él ni comprenderlo; hay que denunciarlo, marginarlo y aplastarlo. Al igual que los cruzados cristianos que hicieron retroceder a las hordas musulmanas en el siglo XII, los cruzados estadounidenses tendrán que hacer acopio del mismo coraje contra los islamistas de hoy.

Demostrando su ignorancia del Islam, Hegseth comparó absurdamente a Irán (un país de mayoría chiíta) con sus enemigos mortales ISIS y Al Qaeda, grupos salafistas-yihadistas extremistas que consideran a los musulmanes chiítas como politeístas heréticos y han buscado exterminarlos.

Durante el primer mandato de Trump, Hegseth apareció en Fox News para pedirle a Trump que bombardeara Irán.

En su libro, Hegseth dijo a los estadounidenses: "Si apoyan los derechos de los homosexuales, en lugar de acosar a los conservadores, protestarían frente a la embajada de Irán". Asimismo, dijo que las feministas deberían dejar de criticar el sexismo en Occidente y, en cambio, deberían protestar frente a las embajadas de Irán y Arabia Saudita.

Hegseth fue especialmente crítico con Turquía. Se quejó de que cuando Turquía fue aceptada como miembro de la OTAN en 1951, "los responsables de la política exterior de entonces creían que permitirle entrar en el club acercaría a su gobierno a Occidente y a nuestros valores occidentales".

Señaló que esto "funcionó por un tiempo, pero hoy se ha desmoronado. En cambio, como en el caso de China, ha ocurrido lo contrario".

Hegseth condenó al líder turco Recep Tayyip Erdoğan, porque "decidió rechazar la tradición secular de sus instituciones" y "desmanteló el ejército entrenado por la OTAN que durante mucho tiempo mantuvo las instituciones seculares de Turquía".

En otras palabras, Hegseth se opone al secularismo en Estados Unidos, pero lo apoya en Turquía.

Hegseth también dijo que Erdoğan "sueña abiertamente con restaurar el Imperio Otomano", y escribió: "Es un islamista con visiones islamistas para Oriente Medio. ¿Y sin embargo los miembros de la OTAN se han comprometido a defender su régimen? La última vez que lo comprobé, la OTAN no se proponía defender ese régimen".

Fuente: Geopolitical Economy