Durante
la crisis de 2008 y el auge del 15M, los desahucios y el derecho a la
vivienda se convirtieron en temas centrales del debate público. En
aquel entonces, los bancos eran señalados como los principales
culpables, mientras que la ciudadanía, especialmente la clase
trabajadora, era percibida como la principal víctima. Esta narrativa
conectaba con un aspecto fundamental de la naturaleza humana:
tendemos a solidarizarnos con los más vulnerables y a rechazar el
abuso de poder.
El
caso de los bancos lo ejemplifica claramente. Su inmenso poder
económico les otorga también influencia política, lo que los
posiciona en un lugar privilegiado frente a una ciudadanía que, en
su mayoría, lidia con dificultades económicas y lucha por llegar a
fin de mes.
Un
cambio en las formas de comunicación
Hoy
en día, con la masificación de las redes sociales y la aparición
de nuevas formas de comunicación política, el enfoque del debate ha
cambiado radicalmente.
Las
dinámicas actuales permiten moldear narrativas de manera más rápida
y efectiva, lo que influye directamente en cómo se perciben
problemas como los desahucios y quiénes son presentados como los
responsables.
Cómo
se construye una campaña de señalamiento
El
bombardeo constante
Una
estrategia común en la actualidad es el
bombardeo constante de noticias rápidas que
apelan a las emociones.
Estas tienen una vida útil muy corta, pero para cuando pierden
relevancia, ya hay otra lista para ocupar su lugar.
Cada
noticia caduca rápidamente: en poco tiempo aparece una nueva, y días
después, otra más. Por eso los bulos resultan tan efectivos.
Incluso si se desmiente uno, pronto surge otra noticia igual de
alarmante o indignante que capta la atención y desvía el foco.
La
forma de difusión
Lo
relevante para mejorar el alcance no es tanto la noticia en sí, sino
los métodos empleados para difundirla, que suelen ser siempre los
mismos.
El
lector debe captar el mensaje en cuestión de segundos; la
información debe caber en un tuit. Los detalles o análisis
profundos del caso son innecesarios. Que vaya acompañado de videos
generalmente cortos ayuda en gran medida a ampliar el alcance.
La
clave está en transmitir de forma breve y directa, sin rodeos ni
extensiones innecesarias.
Generar
emociones
Esta
noticia breve y directa está diseñada para provocar emociones, ya
que nuestra parte emocional actúa mucho más rápido que la
racional.
El
objetivo suele ser generar
indignación y rabia.
Por ejemplo, cualquiera sentiría enfado si alguien roba a una
abuelita, y compartiríamos esta emoción con otros sin pensarlo dos
veces.
Sentimientos
como el odio, la rabia y la indignación son tan intensos que suelen
dominar nuestra mente, eclipsando cualquier otra emoción.
Cuando estamos enfadados, ese estado nos impide reflexionar o
intentar comprender la perspectiva de los demás. Por eso, a menudo
es útil tomarse un tiempo antes de reaccionar, dejando espacio para
el razonamiento. Lo que lleva a los usuarios a comentar o difundir
estas noticias de forma constante.
Sin
embargo, si somos bombardeados continuamente con noticias diseñadas
para indignarnos,
terminamos
compartiendo esa emoción sin analizar si la información está
sesgada o manipulada.
Siempre
hay un culpable y un nosotros
Siempre
observaremos que se genera una dicotomía entre un nosotros
y
un ellos.
En este marco, solo hay dos opciones: no estar con nosotros
implica
automáticamente ser parte de ellos,
quienes son presentados como el enemigo.
Los
relatos se construyen asignando toda
la culpa de lo negativo a ellos,
quienes, por alguna razón, son percibidos como una amenaza para
nosotros.
No hay espacio para analizar los detalles; ellos
actúan
desde la maldad, mientras que nosotros
representamos
el bien.
Este
bombardeo constante de noticias sigue siempre el mismo patrón: uno
de ellos
comete
algo malo contra uno de nosotros.
Por
lo general, estas noticias giran en torno a un crimen que cualquiera
condenaría, pero se utiliza para responsabilizar a un colectivo
entero. Por ejemplo, si un inmigrante comete un delito, el discurso
señalará a todos los inmigrantes como culpables, retratándolos
como un grupo homogéneo y peligrosamente distinto a nosotros.
Se argumentará que su acción refleja su cultura, su naturaleza, o
incluso su raza, mientras que los sectores más extremistas
amplifican estas generalizaciones.
En
cambio, si el mismo acto es cometido por alguien de origen europeo
(uno de nosotros),
el relato cambia. Esa persona será etiquetada como un caso aislado:
un loco, un psicópata, o alguien influenciado por factores externos
como los videojuegos. La narrativa protege al nosotros
colectivo,
ya que nosotros,
al ser los buenos, no podemos ser responsables. Se trata de una
«manzana podrida» entrenos nuestros, no de un problema inherente a
nuestro grupo. Sin
embargo, cuando es uno de ellos,
la responsabilidad se extiende a todo su colectivo, perpetuando la
división y el discurso de odio.
La
falacia del hombre de paja
El
discurso político se construye con frecuencia estableciendo un
nosotros
enfrentado
a un ellos.
En este proceso, no
se aborda al supuesto enemigo en toda su complejidad y matices,
sino que se selecciona el caso más extremo, se exagera y se presenta
como representativo de la todo.
Por
ejemplo, al criticar el feminismo, rara vez se analiza el movimiento
político en toda su riqueza y diversidad, con sus diferentes
corrientes, que muchas veces incluso están enfrentadas entre sí. En
lugar de ello, se recurre a un estereotipo simplista: una mujer con
el pelo teñido, visiblemente enfadada, gritando, y que no sigue los
cánones de belleza convencionales. Este estereotipo se presenta como
una caricatura de cómo son todas
las
feministas.
Más
allá de cuestionar y debatir los argumentos del feminismo con
razonamientos sólidos, la
estrategia predominante es ridiculizarlo mediante parodias, memes y
clichés. Esto
no solo desvirtúa el debate, sino que busca invalidar el movimiento
a través de una representación distorsionada y ridícula, en lugar
de enfrentar sus ideas con análisis crítico.
Los
sesgos como principal motor
A
todo lo que hemos analizado, debemos sumar un factor crucial: los
sesgos.
Cuando
ya tenemos una idea previa sobre un tema, tendemos a aceptar como
verdadero únicamente aquello que refuerza nuestra posición,
mientras que desechamos como propaganda o mentira cualquier
información que la contradiga. Este sesgo de confirmación es una
tendencia que tiene el ser humano; nuestro cerebro, por naturaleza,
evita procesar información que implique reconocer que estamos
equivocados.
Ante
esta situación, solemos reaccionar de dos formas. Por un lado,
podemos dejarnos llevar por las emociones: enfadarnos,
atacar automáticamente a quienes nos contradicen, ya sea
ridiculizándolos, insultándolos, o buscando
el más mínimo error para desacreditar por completo su postura.
Por otro lado, está la opción más compleja: detenernos
a analizar la información, identificar los posibles errores en
nuestras propias ideas y
evaluar críticamente aquello que cuestiona nuestras creencias.

Sin
embargo, el problema radica en que muchas personas optan únicamente
por creer en aquello que les da la razón. Todo lo que no confirma su
punto de vista es descartado de inmediato como falso o manipulado.
Esto
suele ir acompañado con un gran ego, siendo incapaces de reconocer
errores o no saber sobre algo. Todos
hemos visto personas que dan lecciones sobre cualquier tema, aunque
sean unos auténticos ignorantes. Irónicamente, al ser ignorante
sobre algún tema es cuando más confianza tienes, ya que no eres
consciente de todo lo que no sabes.
Este
comportamiento es incentivado por los portavoces de la nueva derecha,
quienes han perfeccionado la narrativa de que cualquier
opinión o información que contradiga su discurso es automáticamente
etiquetada como propaganda, adoctrinamiento o «ideología woke».
Esto
no solo refuerza los sesgos existentes, sino que también dificulta
cualquier debate abierto y constructivo.
Provocando
que sus seguidores solo se informen mediante fuentes que vienen a
confirmar su punto, no haya un proceso de ver distintos puntos de
vista. Casualmente, estas únicas fuentes confiables son ellos
mismos, el Alvise o Vito Quiles de turno.
Siempre
al borde de la catástrofe
Todos
estos discursos comparten un patrón: presentan
la situación actual como catastrófica, con
el colapso, el final, el gran despertar o un punto de inflexión
inminente. La narrativa insiste en que la realidad actual es
insostenible.
Se
crea un ecosistema donde las personas solo se informan a través de
canales que refuerzan sus opiniones previas.
Estas vías se alimentan de un discurso diseñado para despertar
emociones intensas,
respaldado por un bombardeo constante de contenidos similares. Cada
día, al revisar Telegram o cualquier otra plataforma, te encuentras
con una nueva noticia que «confirma» que el colapso está a la
vuelta de la esquina o que demuestra lo mal que está la situación.
El
efecto es que la acumulación de rabia y odio hacia ellos —quienes
representan la causa de todos los males según este relato— te
consume por completo. Este ellos
está
supuestamente respaldado por un poder aliado, enfrentándose a
nosotros,
quienes nos encontramos en una posición de inferioridad.
El
resultado final es un gran sector de la población completamente
dispuesto a canalizar su indignación y frustración contra ese
enemigo imaginario, perpetuando el ciclo de polarización y
confrontación. Y que rechazan cualquier información que les
contradiga.
Discurso
contra la ocupación
El
discurso construido contra la okupación se ha desarrollado con una
estratégia clara. Durante mucho tiempo, los medios de comunicación
han seleccionado cuidadosamente y bien medido los casos más extremos
e indignantes de okupación para darles una gran difusión. O
manipulados o directamente falsos. Estos relatos suelen ir
acompañados de un enfoque emocional, dramatizado y catastrófico,
diseñado para generar una fuerte reacción en el público.
Esta
táctica es habitual: siempre es posible encontrar casos que
despiertan indignación y un sentido de injusticia. Sin embargo,
muchas veces se presentan datos descontextualizados o seleccionados
intencionadamente para reforzar esa narrativa emocional.
Un
ejemplo claro es la comparación con los desahucios, un problema
mucho más frecuente. Entre 2013 y 2023, por cada adulto condenado
por usurpación (ocupación), se produjeron 12,7
desahucios.
Pero para los medios de comunicación el problema de la vivienda está
en la ocupación.
Es
evidente que, en los grandes medios de comunicación,
no
sólo importa qué temas deciden mostrar, sino también qué asuntos
deciden ignorar. Mientras
que la okupación ha recibido una atención constante y destacada,
los desahucios, a pesar de su impacto masivo, han ocupado un lugar
mucho menos relevante en el debate público.
No
diferenciar casos y crear un enemigo
En
lugar de analizar la okupación en toda su complejidad, considerando
los diversos motivos, formas, situaciones y distintos casos que
llevan a alguien a okupar, se reduce todo a un discurso simplista. Se
ignoran las diferencias entre quienes recurren a la okupación desde
una conciencia política y quienes lo hacen por razones completamente
distintas. En
su lugar, se construye una narrativa que presenta a “los okupas”
como un colectivo homogéneo, donde todos actúan con malas
intenciones y son directamente criminales.
De
esta manera, se crea un enemigo claro: un «ellos» frente a un
«nosotros». Se
habla de los okupas como si todos compartieran las mismas
motivaciones, valores y formas de actuar, cuando la realidad es
completamente diferente. Este
enfoque simplifica la cuestión, eliminando cualquier escala de
grises y dejando de lado que cada caso es único. O vemos mucho
hablar sobre las mafias de okupación pero nadie muestra pruebas
sobre estas mafias.
A
todo esto tenemos que sumarle que al haber creado ya un enemigo y
convencido a la gente del mal que representa,
todo
pasa a ser okupas.
Ahora podemos ver como se le llama okupación al impago de alquiler,
robos en viviendas o cosas que nada tienen que ver con este tema.
Además,
se alimenta el discurso de que la okupación está promovida por las
élites, y en este caso, por el gobierno, en contra de los oprimidos,
representados por los propietarios.
Luchar
contra la deshumanización
Todo
el análisis anterior nos lleva a entender cómo se construye este
tipo de discurso. En
este caso, se establece un enemigo claro: «los okupas», que
supuestamente nos atacan a «nosotros». Se
pone un énfasis desproporcionado en los casos más extremos y
condenables, como cuando hay grupos criminales involucrados o cuando
una amable pareja de abuelos pierde su hogar, generando una fuerte
indignación.
Miembros de APD Security Iberia
Sin
embargo, este enfoque omite deliberadamente el factor humano. Si
bien los grupos criminales existen, también hay personas que
recurren a la okupación porque no tienen otra opción para acceder a
una vivienda digna y necesitan un techo bajo el cual vivir.
Lo
que siempre hemos defendido es la okupación con conciencia política.
Esto significa rechazar cualquier vínculo con grupos criminales y
actuar con un criterio ético. Estas okupaciones se llevan a cabo
tras analizar la situación de las viviendas, evitando afectar a
propietarios particulares y centrándose en inmuebles pertenecientes
a bancos y grandes tenedores.
Es
un ataque contra el derecho a la vivienda
Como
ya hemos señalado anteriormente,
la
mayoría de los casos que atienden las empresas dedicadas a los
desalojos no están relacionados con la okupación, sino con el
impago de alquiler.
Esto pone de manifiesto que, en realidad, estas empresas forman parte
del mercado especulativo de la vivienda, lejos de ser agentes que
luchan contra una supuesta injusticia social.
Desde
hace años, somos testigos del constante aumento en el precio del
alquiler y de la vivienda, haciendo cada vez más difícil
independizarse, especialmente para los jóvenes, o destinar una parte
razonable del sueldo al pago de la vivienda, en lugar de verlo
desaparecer en manos del casero.
Por
esta razón, en varios artículos se ha optado por emplear el término
empresas
de desalojos
en
lugar de empresas
de desocupación,
dado que su actividad incluye desalojos por impago de alquiler,
okupación, y hasta servicios para locales comerciales, embargos de
Hacienda al casero, o situaciones relacionadas con juntas de
compensación donde viviendas serán demolidas para nuevas
promociones inmobiliarias.
Estas
empresas, lejos de cuestionar por qué las personas dejan de pagar el
alquiler en un contexto donde los precios suben sin que los salarios
crezcan al mismo ritmo, optan
por un análisis simplista, criminalizando a quienes no pueden pagar
el alquiler.
Tenemos
que sumarle a todo esto, como en la actual cultura de internet
prácticamente todas las
entrevistas que se realizan a empresas de desalojos son más bien
masajes en vez de entrevistas. Donde no hay ni la más mínima
crítica,
dando por válida cualquier cosa que cuenten, aunque en muchos casos
simplemente no es cierto o tremendas exageraciones. La
mayoría de podcast actuales dan credibilidad a cualquier cosa,
presentando como expertos a personas que para nada lo son o debates
que no son más que una charla en el bar.
En
el debate sobre la okupación o impago del alquiler no se busca en
ningún momento preguntarse sobre las causas que lo originan. En
lugar de denunciar que España
se encuentra entre los países con menos vivienda pública de Europa,
prefieren alimentar un discurso basado en casos individuales y videos
alarmistas. Países como Países Bajos cuentan con un 30% de vivienda
pública, Austria con un 24%, y Dinamarca con un 20,9%. En España,
esta cifra apenas alcanza el 2,5%.
Desde Desokupa prefieren hablarnos de casos individuales o mostrar un
bombardeo de videos puntuales, sin mostrar estadísticas, para hablar
de lo malos que son los okupas.
Integrantes destacados de Desokupa
Fuente:
SISTEMA
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