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sábado, 21 de junio de 2025

Israel dinamita la política internacional con su ampliación de la guerra a Irán

 

      Periodista freelance.


Los ataques de Israel y la presión a Estados Unidos para que se involucre en la guerra descalabran los complejos equilibrios en la región. Netanyahu aprovecha la ofensiva para que el mundo deje de hablar de Gaza.





     La retórica belicista, las amenazas cruzadas y los ultimátum han sido los protagonistas de las últimas horas entre tres países que, ahora mismo, tienen a la región de Oriente Próximo pendiente de un hilo: Estados Unidos, Israel e Irán.


Varios misiles de largo alcance instalados en el Jardín del Museo de la Santa Defensa de Hamadán, en Teherán.

Desde que se iniciaran las hostilidades entre estos dos últimos, la madrugada del 12 de junio, la tensión no ha hecho más que aumentar. Solo ha faltado la implicación del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para que la región se acerque al abismo. El régimen de Tel Aviv busca un Irán contenido, debilitado y militarmente desmoronado; una situación en la que Israel siempre tenga el derecho a atacar y a responder, similar a lo que hace en Líbano o en Siria.


Ataque Israelí al edificio de la compañía de radiodifusión de la República Islámica de Irán que ha dejado 18 muertos.

En las últimas horas, Trump ha desplegado decenas de aviones en la región, ha asegurado “tener localizado” al líder supremo iraní, el ayatolá Ali Jameneí, y ha pedido la rendición de Irán. Ha dejado claro en su red social Truth que no quiere un acuerdo entre las dos partes, sino una rendición. Sin embargo, la volatilidad del presidente estadounidense y sus cambios de opinión de un día para otro hacen que su palabra esté exenta de credibilidad. De hecho, las últimas informaciones publicadas apuntan a que el presidente estadounidense tiene un plan para atacar a Irán, pero que aún no ha tomado una decisión final al respecto.


Misiles iranies cayendo en Tel Aviv el 14 de junio.

Degradar la capacidad militar de Teherán y… ¿acelerar su programa nuclear?

Las hostilidades bélicas ya han causado casi 250 muertos en Irán y una cincuentena en Israel. Además, este último ha conseguido destruir algunas de las infraestructuras militares clave del régimen de los ayatolás. Esta es la crisis más seria que vive Irán desde la guerra con Iraq, en la década de los 80. Y, a pesar de que el régimen ha conseguido alcanzar algunos puntos estratégicos de Israel, concretamente en Tel Aviv y el puerto de Haifa, también el hospital Soroka (Beersheba, en el sur del territorio), en las últimas horas, lo cierto es que Israel ha conseguido interceptar el 90% de los ataques con misiles.

En un seminario impartido el martes 17 de junio por Chatham House, Sanam Vakil, directora del Programa para Oriente Medio de esta organización, aseguraba que los acontecimientos recientes han dejado expuestas las vulnerabilidades de Irán y que los ataques israelíes están afectando a su confianza en términos armamentísticos. Sin embargo, y a pesar de que Israel ha asesinado a altos cargos de la Guardia Revolucionaria y la inteligencia del país, la estructura más importante, el complejo nuclear de Fordo, fuertemente fortificado y a 80 metros bajo tierra bajo tierra, continúa operativo. Israel no tiene la capacidad para alcanzar estas instalaciones, pero Estados Unidos, sí.

Paradójicamente, en un intento de degradar las capacidades militares de Irán, esta nueva ronda de hostilidades, lo que puede comportar es precisamente lo contrario, la aceleración de su programa nuclear. Y, si bien Israel es la potencia militar más importante de la región, continúa necesitando de la ayuda de Estados Unidos, concretamente de sus aviones de combate, para alcanzar sus objetivos.

Vakil recuerda la “asimetría” de las capacidades militares de Irán y la necesidad del régimen de mantener su legitimidad: “El ataque a Teherán, en particular, ha creado una presión real sobre el sistema y el Estado, lo que ha alarmado a la población”. Considera la analista, que ahora mismo, el principal objetivo de los ayatolás es demostrar su capacidad de “resistencia”. “Como la parte más débil, Irán solo puede resistir por un tiempo, por lo tanto ahora para el país es primordial demostrar que su estructura de mando está preparada para un ataque y que el Gobierno del país sigue operativo. Quieren evitar la capitulación. Sabiendo, además, que esto terminará en una mesa de negociaciones, el régimen quiere llegar en las mejores condiciones posibles [...] En última instancia, Irán también persigue desgastar la política israelí y ver cómo crece la presión internacional para detener esta guerra y alcanzar un alto el fuego”.

Paralelamente, los ayatolás se están centrando, estas últimas horas, en la reconstrucción y reestructuración de los puestos de mando tanto de la Guardia Revolucionaria como de la inteligencia iraní, en estos momentos, decapitados tras perder a sus principales dirigentes.

Ksenia Svetlova, investigadora asociada del Programa para Oriente Medio y el Norte de África de la misma organización, también es de la opinión de que en esta última ronda de hostilidades Irán se está debilitando. “A pesar de las promesas de los líderes de la República Islámica de asestar un golpe mortal a Israel, lo cierto es que la cantidad de cohetes que utilizan en cada lanzamiento ha ido disminuyendo. Comenzaron con unos 100 misiles, luego 50, y en las últimas 24 horas, entre 20 y 30. Esto significa que el el régimen iraní está intentando ahorrar. Sin embargo, sus infraestructuras nucleares clave no han sufrido daños tan graves como para que podamos hablar de un cambio radical”. Para ella, esto abre la puerta a que, en términos de capacidad balística Irán vea reducida su fuerza pero que apriete el acelerador en materia de capacidad nuclear.

Estados Unidos, el tercero en discordia y actor clave en la reconfiguración de la región

Si algo parece evidente de todo lo que ha sucedido en los últimos días es que una participación directa y plena de Estados Unidos empeoraría claramente la situación, y no solo tendría efectos en Irán, sino en toda la región.

Israel no ha escondido nunca sus intenciones de que Estados Unidos se involucrase en esta guerra, ya que sin la implicación de los estadounidenses, hoy por hoy, resulta complicado que Tel Aviv pueda acabar por sí mismo con el programa nuclear iraní. Pero con un presidente impredecible como Trump, resulta complejo hacer predicciones. “Esta guerra fue diseñada por Israel con la esperanza de que Estados Unidos se uniera, pero si no lo hace, habrá sido un gran error de cálculo que puede costarle muy caro”, explica Svetlova y añade: “En Israel existe la expectativa de que Trump no les presione para el alto el fuego antes de que hayan cumplido sus objetivos”, apuntó Svetlova durante el seminario.

Renad Mansour, investigador principal del Programa para Oriente Medio y el Norte de África e integrante de Iniciativa para Iraq, explicó cómo la invasión de Gaza por parte de Israel, iniciada el 7 de octubre de 2023 y también este nuevo ataque por parte de los israelíes están cambiando considerablemente la configuración de la región, que se dirige a un futuro incierto. “Todos los grupos y todos los países están en modo de supervivencia”.


Restos de un bombardeo en un campo de refugiados.

El analista hizo referencia al debilitamiento de grupos tradicionalmente aliados de Irán, como Hezbolá en Líbano o el régimen de Assad, derrocado a finales del año pasado, o los hutíes en Yemen. “La cuestión es que cada uno de estos grupos no es solo un ‘representante’ de Irán, sino que responde principalmente a sus propios intereses locales, y eso es precisamente lo que está intentando salvaguardar. De hecho, para muchos de ellos, el conflicto actual perjudica sus negocios, que necesitan estabilidad”.

Para Mansour, y esto es algo en lo que coincidieron los otros ponentes, las áreas de influencia tradicionales, o ideológicas, se están transformando, y se ven “desafiadas por mecanismos de supervivencia primarios, económicos y políticos”. Esto se observa, según él, en la posición de Iraq, que desde la invasión del 7 de octubre, se ha mantenido al margen. “Iraq ha estado en el centro del conflicto durante los últimos años, pero ahora se mantiene al margen. Mientras que en lugares como Líbano, Yemen, Palestina o Siria se ha organizado un eje de resistencia, en Iraq no ha habido ese movimiento; ya que la entrada en el conflicto perjudicaría seriamente sus intereses locales [...] Por otra parte, los diferentes grupos que conforman la movilización popular y que operan en Iraq no están unidos, como sucede en Líbano con Hezbolá. Algunos de estos grupos están en el Gobierno, y les va muy bien. Luego hay otros grupos que, en algún momento, se desarrollaron con el apoyo de Irán, pero durante muchos años han tenido su propia independencia económica y política, por lo que siguen su camino propio”.

Quienes sí están muy atentos por las implicaciones que puede tener para ellos una escalada del conflicto regional son los países del Golfo. A pesar de que, hoy por hoy, no se estén viendo directamente afectados por las tensiones entre Irán e Israel, esto podría cambiar en un futuro.

Como apunta Mohammed Baharoon, director general del Dubai Public Policy and Research Center existe una seria preocupación por la radiación en el Golfo si se producen ataques directos a reactores activos en Irán, lo que podría afectar la seguridad nacional, el suministro de alimentos y agua, y a la capacidad de exportar petróleo. “Este conflicto afecta a la seguridad nacional de toda la región, donde se esperaba que Israel fuera un socio de paz. Hoy, sin embargo, se ha convertido en un foco de inestabilidad. No es un aliado ni para la paz ni para la seguridad”.

Baharoon considera que una implicación total de Estados Unidos en este conflicto, solo empeorará la situación, y recuerda que para los países del Golfo, más allá de lo regional o lo global, pueden sufrir un impacto en su seguridad nacional.

El papel del Golfo Pérsico y los esfuerzos diplomáticos

Ahora no lo vemos, aún pero en el futuro nos daremos cuenta del fracaso de los gobiernos internacionales. Ninguna entidad puede hoy detener a Israel. Ni la ONU, ni la UE, ni el Consejo de Cooperación del Golfo, ni la Liga Árabe, ni la Organización de Cooperación Islámica. Nadie. Estados Unidos le apoya. La pregunta que debemos hacernos aquí es: ¿qué tipo de respaldo surge cuando estallan las guerras? A estas preguntas ya se enfrentó el mundo entero durante la Primera y Segunda Guerra Mundial”, reflexiona Baharoon.

Preguntado acerca del futuro en la región y las implicaciones de los acontecimientos actuales, el analista no tiene ninguna certeza: “Cuando los Estados y las organizaciones internacionales no cumplen con su labor, se crea un vacío, y son los individuos quienes lo llenan. Este conflicto podría provocar un resurgimiento de grupos como Al Qaeda y el Daesh. Lo único que parece evidente es que el programa nuclear no puede ser completamente desmantelado sin que haya consecuencias importantes tanto para el pueblo iraní, como para toda la región”, advierte; y asegura que esta escalada supondrá una reevaluación de las perspectivas sobre la región y el papel de Israel. “Emiratos Árabes ha sido uno de los primeros en intentar encontrar una manera para que Israel coexista en la región; y no solo exista, sino para que pueda tener más alcance económico. Se intentaba convencer a Israel de que había una manera de coexistir en la región; por eso lo de ahora supone un gran revés”.

La pregunta que cabe hacerse es si los países del Golfo, en un intento de defender sus propios intereses y su papel como mediadores presionarán a las partes implicadas para llegar a una solución diplomática del conflicto. Y quizás ahí podría estar una de las claves. A pesar de que no ha trascendido, Mohammed Baharoon explica que los líderes de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Omán y Qatar están en conversaciones con ambas partes para intentar estabilizar la situación. “Están intentando convencer a Irán de que acepte cierto compromiso para llegar a un acuerdo”. El tiempo, sin embargo, “apremia”, reconoce el experto.

Por otra parte está el tema del precio y el flujo del petróleo. Y no solo el flujo continuará disminuyendo y el precio continuará subiendo, también lo hará el precio de los seguros, y esto no son buenas noticias para países como India, Japón, Corea o China, que son los mayores compradores de petróleo de Irán. Tampoco para Estados Unidos y en especial para Donald Trump que sostiene buena parte de su narrativa “social” en los bajos precios del petróleo para el consumidor final.

¿Podría colapsar el régimen iraní?

La gran pregunta que se hacen todos los analistas, pero también aquellos y aquellas que siguen esta nueva ronda de hostilidades entre Israel e Irán, la más grave de los últimos años, es si la ofensiva de Israel podría acabar con el sistema iraní. En un principio ese no era el objetivo de Israel, si bien en los últimos días —y en una huida hacia adelante— las voces del Gobierno de Benjamin Netanyahu, apuntan a que el objetivo es la caída del régimen en Teherán.

Todos los expertos del panel lo ven improbable sin la implicación directa de Estados Unidos. Vakil considera que, llegado a este punto, hay poco que Irán pueda hacer sin arriesgar mucho y sin exponerse a una nueva etapa de aislamiento pero que, si bien el país se encuentra “acorralado”, no es tan fácil que Israel lo aniquile.

Irán no busca una guerra regional y aún posee cierta influencia para presionar en la mesa de negociaciones”, explica. La analista vaticina que, si bien se podría avecinar un cambio de régimen en los próximos años, parece poco probable que sea efecto de esta ofensiva. “No creo que el colapso sea el resultado inmediato. Creo que lo que podemos ver es un desmoronamiento con el tiempo. Y es más, considero que Israel no quiere ser el responsable del cambio de régimen, sino atribuirse el mérito cuando llegue la ocasión. Irán ya está en proceso de transición, e Israel lo único que hace es acelerar ese proceso. Este cambio, sin embargo, no será fruto de la gestión de actores externos, sino que será una cuestión de alineaciones internas”.

Por otra parte y, si bien Netanyahu ha declarado, desde el principio que su objetivo es la degradación del programa nuclear y balístico de Irán, tampoco se cree que el objetivo de Israel sea aniquilar el régimen de los ayatolás, considera Svetlova. “Su objetivo es debilitar significativamente al régimen iraní para reducir sus capacidades, y, eventualmente, llevarlo a la mesa de negociaciones”.

De hecho, y a pesar de que en las últimas horas el Jefe del Estado Mayor del Ejército iraní ha expresado su intención de continuar bombardeando “cualquier objetivo del agresor sionista”, Irán ya ha mencionado su disposición a un alto el fuego si Israel también lo acepta, y ha expresado su confianza en mantener las conversaciones con Estados Unidos. A tal efecto, existe la posibilidad de una “salida temporal” o un “alto el fuego temporal” para evaluar la voluntad de Irán de negociar un acuerdo; y en esta línea, una reunión entre Washington y Teherán, con el apoyo de los países del Golfo, podría ayudar a definir los contornos de un posible acuerdo entre ambas potencias.

El analista Baharoon, sin embargo, considera lo contrario y cree que Netanyahu sí busca un cambio de régimen, y no solo la decapitación o su degradación. “Israel quiere acabar con el programa de misiles y el programa nuclear de Irán; y también quiere acabar con su liderazgo. En las últimas horas se ha hablado seriamente sobre la posibilidad de asesinar a Alí Jamenei, lo que prácticamente significaría un cambio de régimen. Estos objetivos, si se cumplen, tendrán grandes repercusiones en la región”, añade.

La legitimación de Netanyahu

Otra realidad evidente a lo largo de esta semana de intercambio bélico entre Irán e Israel es que Gaza ha desaparecido prácticamente de los titulares de las principales cabeceras mediáticas. En cuestión de una semana, Gaza ha dejado de ser la prioridad para Netanyahu (y para el resto del mundo), que se ha centrado en los iraníes. “También ha sido percibido así tanto por los familiares de las personas aún retenidas por Hamás como por los familiares de los soldados que se oponen a la guerra en Gaza”, apunta Svetlova.


Desplazados esperan el reparto de comida.

Con esta ofensiva contra Irán, Netanyahu ha conseguido otro de los fines que perseguía: una tregua en el debate público sobre la guerra en Gaza. El ataque sobre Irán ha hecho que se legitimase no solo ante su población, sino también ante los diferentes agentes internacionales. Netanyahu, persona non grata para muchos líderes mundiales, con una orden de arresto por parte de la Corte Penal Internacional (CPI) por crímenes de lesa humanidad y con una serie de ministros sancionados por Reino Unido, ahora vuelve a recibir toda la atención. Y no lo hace por ser un genocida.

Ksenia Sevetlova afirma: “A él le gusta estar en el centro, recibir la atención del mundo entero. En este nuevo contexto, se puede presentar como ganador, algo que no puede hacer en el contexto de Gaza”. Y prosigue: “Durante años se creyó que los líderes israelíes preferían no ir a la guerra, y eso fue algo que Netanyahu también repitió en varias ocasiones: ‘No queremos ver los ataúdes de nuestros soldados. No queremos ver los ataúdes de nuestros ciudadanos’; pero ahora esto ha cambiado; porque la percepción pública de cómo se deben tratar los ‘asuntos pendientes’ se ha transformado [...] A diferencia de la guerra en Gaza, o los ataques en Líbano, existe un consenso increíble sobre esta guerra. A pesar de las divisiones sociales, la población israelí apoya esta operación, a pesar del precio que está pagando Israel. La gente [en Israel] parece estar dispuesta a llegar hasta el final, si eso implica derrocar al régimen iraní”, concluye.

¿Dónde está Rusia? ¿Y China ¿O la India?

Para hablar de la postura de países como China o la India, pero también Brasil o Sudáfrica, hay que pensar ya no solo en términos económicos, sino de estabilidad. “La riqueza de algunos países llamados ‘el sur global’ no es como la de los países del G7, pero se trata de países con un gran número de población. La postura de estos países ante esta situación es bastante clara: Israel es un peligro potencial porque es un agente desestabilizador, algo que anteriormente se le había atribuido a Irán”, dice tajantemente Barahoon.

Por eso los y las expertas coinciden en que se está produciendo un cambio importante en la percepción global. El baile de nuevas dinámicas trae consigo una reconfiguración de no solo en la región, sino en la consideración que hay hacia ciertos regímenes.

Para Renad Mansour, esta nueva situación es más peligrosa que nunca. “El mundo es un lugar mucho más peligroso. En 2024 se produjeron el mayor número de conflictos armados desde la Segunda Guerra Mundial. El número de guerras aumenta cada año; y se está produciendo una transformación global en la que los derechos humanos y el derecho internacional ya no son relevantes. Mucha gente ya no ve la existencia de una arquitectura de seguridad global, ni siquiera de un orden basado en reglas que supuestamente gobernaba el mundo. Todo esto ha terminado. Israel, tanto en términos militares como en términos de derecho internacional, está mostrando al mundo cómo será la guerra”.

Para el analista, las dicotomías regionales, fruto de la Segunda Guerra Mundial, están desapareciendo o ya no funcionan. “Los acuerdos de paz ya no conducen a una paz sostenible. Por eso, la relación con China, India y otros países se vuelve cada vez más importante en la región, porque estamos hablando de la configuración de un nuevo orden global”.

Termina la sesión y Barahoon se muestra contundente en su diagnóstico, que funciona también a modo de conclusión: la situación actual es un “fracaso de la gobernanza global”, puesto que no hay nadie que aparentemente esté dispuesto o pueda “pararle los pies al Gobierno de Netanyahu”.


Fuente: EL SALTO

martes, 10 de diciembre de 2024

Ucrania, Turquía, Siria y el mayor legado de Biden: la guerra

 

      Experto en geopolítica, escritor, columnista y editor jefe de geopol.pt

Biden ha demostrado traicioneramente cuál es su verdadero legado: recuperar guerras perpetuas, crear caos mediante sobornos y corrupción, financiar golpes de Estado, descongelar conflictos latentes y enfrentar a unos contra otros.


     A dos semanas de la elección de Donald Trump, el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, dio un paso extremadamente disruptivo en las relaciones internacionales, empujando el conflicto en Ucrania a un nivel mucho más peligroso al autorizar a Kiev a utilizar misiles estadounidenses de largo alcance contra territorio ruso, una medida deshonesta que sin duda tenía la intención de obstaculizar la distensión que había anunciado su sucesor.




Por si fuera poco, una semana después, Turquía (el mayor ejército de la OTAN en Europa) lanzó una ofensiva en la vecina Siria a través de intermediarios dirigidos por HTS, el antiguo Frente Al Nusra, rompiendo de hecho los acuerdos de Astaná con Moscú y Teherán sobre su papel en Siria. Hacia el final de la administración Biden, se produjeron dos grandes escaladas en los dos mayores conflictos militares que tienen lugar hoy en día, en Ucrania y Oriente Medio, ambos separados geográficamente por Turquía, que ahora ha entrado en escena.

¿A instancias de quién?

Sería ingenuo pensar que Erdoğan tomó la iniciativa de llevar a cabo la invasión de Siria sin el apoyo, o al menos la aquiescencia, de los estadounidenses, los británicos, los israelíes y los europeos. Organizar, entrenar y armar a decenas de miles de hombres en territorio sirio bajo su autoridad o en la propia Turquía es una operación que requiere coordinación logística y de inteligencia entre diversas entidades estatales y no estatales.

Anatolia es el eje euroasiático por excelencia, donde se encuentran tres placas tectónicas (la euroasiática, la africana y la árabe). Geográficamente, Turquía siempre ha sido un activo para la OTAN, en particular en el Cáucaso y Asia Central, donde los espacios naturales de proyección e influencia turca chocan con los de Rusia. Durante décadas, la OTAN ha tolerado las ambiciones neoimperiales de Turquía, especialmente durante la era Erdoğan, aunque históricamente hayan sido antioccidentales. Se trata de un activo estratégico que los atlantistas están reservando para el momento oportuno. En realidad, el nacionalismo turco se ha expresado en estas regiones desde principios de los años 1980, y en los años 1990, con el vacío dejado por el caos postsoviético, su influencia se extendió y se resucitó el proyecto Turan, que ahora es muy visible en la forma de la Organización de Estados Turcos. Pero el turanismo no es el único activo de Ankara. Por un lado, la diáspora turca en Europa, por otro, la red de caridad y educación islámica que Turquía maneja en África y, por otro, la expansión militar con varias bases en una docena de países de Europa, África, el Cáucaso y Oriente Medio, configuran las aspiraciones de Turquía de proyectar poder en el mundo.

La encrucijada del Levante

La reactivación de la guerra civil siria, o incluso el desmembramiento del país, está llena de contradicciones, alianzas improbables y objetivos poco claros, pero también de intereses ocultos pero conocidos de una serie de actores externos que intentan tomar el control del país desde 2011.

A Israel le viene bien, después de más de 40 años de ocupación de los Altos del Golán, que legalmente son sirios. Tel Aviv podría ampliar su dominio en la zona ante una Siria que probablemente sea disfuncional y sin ejército. La escalada regional de Netanyahu es también su salida del lío en el que se metió hace más de un año en Gaza y Líbano, mientras espera la llegada de la nueva administración estadounidense, llena de sionistas en puestos de política exterior. Casualidad o no, las hordas de yihadistas tomaron Siria al día siguiente de que se anunciara el alto el fuego entre Israel y Hezbolá. No debe sorprender que detrás de este episodio se esconda un pacto tácito entre Ankara y Tel Aviv para eliminar la influencia iraní de la región.

El papel de Estados Unidos es más nebuloso. Oficialmente, no se pronunció hasta la caída definitiva de Asad, pero tampoco es un papel que necesite claridad, ya que es la única potencia que se ha permitido ocupar Siria desde 2014, especialmente con bases militares clandestinas en el centro-sur y el este del país, justificando esta flagrante ilegalidad internacional con la débil excusa de poder “combatir al EI”. En realidad, Estados Unidos asegura una presencia militar estratégica con la vista puesta en Irán y Rusia, que seguramente se formalizará en la siguiente fase en Siria. Además, Washington cuenta con varios actores importantes sobre el terreno, como los kurdos de las SDF, que controlan el norte, y el Ejército Libre Sirio, que los enfrenta. Por otro lado, el líder del HTS, Abu Muhammad al-Julani, que ahora controla la mayor parte del territorio, pasó cinco años en cárceles estadounidenses en Irak (incluida la tristemente célebre Abu Ghraib). Al-Julani seguramente será el activo más importante y valioso para los intereses estadounidenses en esta guerra por poderes.

Pero ¿qué han dado las potencias occidentales a Erdoğan para que tome la iniciativa de conquistar Siria? ¿Cuál es la moneda de cambio? ¿Está dispuesto el nuevo gobierno sirio a renunciar a la base rusa en Tartus, o su eliminación es una de las condiciones de la OTAN para Erdoğan? ¿Qué pasa con Palestina y el genocidio en Gaza? ¿Seguirá el Líbano la posible fragmentación de Siria? ¿Quién formará el nuevo gobierno y cuál será su visión para el futuro? ¿Habrá un acuerdo energético entre Ankara, Bakú y Bruselas? ¿Qué pasará con las relaciones comerciales, energéticas y de infraestructura entre Turquía y Rusia? ¿Seguirá siendo Turquía candidata a los BRICS? Se han planteado muchas preguntas importantes.




Siria y Ucrania, el mismo conflicto

Lo más preocupante del panorama actual es que los dos conflictos en curso, rodeados de regiones volátiles, se están acercando cada vez más. El HTS, traído a Siria por Ankara, ha estado en Ucrania aprendiendo nuevas tácticas de combate y ataques nocturnos con tropas de Kiev utilizando drones avanzados suministrados por Qatar. A diferencia de los Emiratos y Arabia Saudita, Qatar nunca ha simpatizado con el gobierno de Asad después de que éste tomó el control de Alepo. Entre los miembros de la Liga Árabe, Qatar, aliado de Turquía (que tiene una base naval en Doha), es el único país árabe que ha estado siempre del lado de la oposición salafista siria desde 2011.

Después de la decisión de Erdogan, Rusia no podrá aceptar que se congele la actividad militar en sus fronteras, por temor a que el enemigo se rearme. Por lo tanto, no es posible esperar que en la era Trump haya un "Minsk 3". En cualquier caso, es necesario un entendimiento entre Rusia y Estados Unidos. Después de cuatro años tan oscuros de la administración Biden, que volvieron a provocar guerras en Europa y Oriente Medio, sin duda hay esperanzas de que las relaciones entre las dos mayores potencias militares del mundo mejoren. Una escalada del conflicto en Ucrania es impensable.

Más inmigración para una Europa en recesión

Para Europa, la situación actual en Siria es terrible porque abre nuevas perspectivas para cientos de miles de refugiados más, dependiendo de cómo evolucione la situación en Siria. La Siria de Asad era una dictadura, al igual que la Libia de Gadafi, pero proporcionaba una estabilidad que ya no está garantizada. El "crisol" en que se han convertido las grandes ciudades de Europa después de 20 años de guerras perpetuas de Estados Unidos en Afganistán, Irak y Siria también tiene el potencial de trasladar los problemas intercomunitarios e interétnicos de Oriente Medio a suelo europeo en un momento de recesión, como es el caso de Alemania.

Con esta maniobra, Turquía ha abierto el juego y ha demostrado que quiere competir con Rusia por su esfera de influencia. Erdoğan ha asumido el papel desestabilizador que le habían asignado sus superiores externos. El alineamiento de Erdoğan con los designios occidentales en Siria abre una grieta en las relaciones con Moscú y debe ser visto como una declaración de intenciones.

Guerra contra el multipolarismo

La guerra en Siria, que tiene todos los rasgos de una larga guerra, es también un ataque de gran alcance contra los BRICS, ya que Turquía era uno de los principales candidatos a la adhesión a la organización. El control de esta región estratégica, que cada vez está más en manos de las Rutas de la Seda y de los BRICS, está entrando en un período de previsible inestabilidad. De hecho, el extraño ataque de Hamás en octubre de 2023 se produjo en medio de los nuevos miembros del grupo (Egipto, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita e Irán) y desencadenó una guerra contra la región en la línea de la "destrucción creativa" que propugnan los think tanks neoconservadores.

Justo cuando todo se estaba preparando para una nueva administración estadounidense que parecía al menos mínimamente pragmática y dispuesta a dialogar y poner fin al conflicto ucraniano, y para la alegría de que por primera vez en tres años un estadista occidental pronunciara la palabra "paz", Biden ha mostrado traicioneramente cuál es su verdadero legado: restablecer las guerras eternas, crear el caos mediante el soborno y la corrupción, financiar golpes de Estado, descongelar conflictos latentes y enfrentar a unos contra otros. Una vieja práctica de quienes no pueden competir con la economía, el comercio y la diplomacia y creen que pueden con las guerras.


Fuente: NEO - Nueva perspectiva oriental