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martes, 31 de diciembre de 2024

2024 acaba con un peligroso pulso entre Rusia y la OTAN en Ucrania y el Báltico que marcará el nuevo año

 

      Periodista y analista para Público en temas internacionales. Especialista universitario en Servicios de Inteligencia e Historia Militar.


La guerra de Ucrania cierra 2024 con ventaja militar rusa, incertidumbre ante la llegada de Trump y una escalada de tensión sin precedentes entre Moscú y la OTAN.


     La última amenaza de la OTAN sobre Rusia evidencia la zozobra de Occidente ante la evolución de la guerra, adversa para Ucrania en todos los frentes. La Alianza ha anunciado el refuerzo de la seguridad en el mar Báltico tras acusar a Moscú de lanzar ataques híbridos y sabotear cables de comunicación y energía, sin que se hayan presentado evidencias consistentes sobre la culpabilidad rusa. En respuesta, el Kremlin ha puesto de nuevo sobre la mesa la confrontación nuclear y sus derivaciones concretas sobre esa región septentrional.

Esa manifestación de fuerza de la OTAN tiene en realidad poco peso estratégico. Desde la reciente adhesión de Finlandia y Suecia a la Alianza Atlántica derivada del comienzo de la invasión rusa de Ucrania, en febrero de 2022, el Báltico es para Rusia un área de posible confrontación y su presencia militar se ha disparado en toda la ribera rusa de ese mar.


El barco Turva de la Guardia Fronteriza finlandesa (al frente) y el petrolero Eagle S en el mar cerca de Porkkalanniemi, a 26 de diciembre de 2024.Handout - Guardia Fronteriza finlandesa.

Los argumentos que ahora presentan los países nórdicos y bálticos ya no engañan a nadie sobre la creciente fragilidad de la posición de la OTAN en el conflicto indirecto que le enfrenta a Moscú en Ucrania. Además, tampoco son nuevas estas alertas sobre sabotajes a las infraestructuras submarinas en esa región.

Los daños que los servicios secretos ucranianos, con respaldo occidental, causaron a los gasoductos rusos Nord Stream, a pocos meses de comenzar la contienda hace casi tres años, ya convirtieron la cuenca del Báltico en una zona prebélica para los países ribereños. La promesa de la OTAN de multiplicar su presencia en el Báltico llueve así sobre mojado.

La OTAN no ganará en Ucrania y por ello prepara su nueva Guerra Fría

Para el Kremlin supone la constatación de que la OTAN da por fallida su ayuda a Ucrania y que se prepara para establecer un sistema de disuasión tipo Guerra Fría que tendrá como escenario no solo el territorio ucraniano, sino también el Báltico, Moldavia y el Cáucaso, en concreto en Georgia. Este país se ha convertido ya en el nuevo espacio de pugna entre Bruselas y Moscú, y donde pronto podría repetirse un escenario más violento de esa rivalidad, como ya ocurrió en 2008.


El exfutbolista y diputado Mijaíl Kavelashvili durante su investidura como nuevo presidente de Georgia, a 30 de diciembre de 2024.

El fracaso evidente de la OTAN y la Unión Europea en Ucrania podría quedar listo para sentencia con la inminente llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el 20 de enero. Trump insiste en que el conflicto de Ucrania es una espina en la política de seguridad de EEUU y que es preciso acabar con el mismo cuanto antes, dada, además, la situación desfavorable en el campo de batalla para el Ejército ucraniano.


Fotografía del 5 de octubre del presidente electo Donal Trump durante un acto de campaña en Butler, Pensilvania (Estados Unidos).

Las últimas promesas de ayuda firmadas por el todavía presidente Joe Biden llegan tarde y solo servirán para alargar la agonía militar de unas fuerzas armadas ucranianas que a lo máximo que pueden aspirar es a no perder mucho más territorio del anexionado por Rusia y posicionarse para una Europa de posguerra.

Ucrania, piedra angular del futuro "gran juego" entre Rusia y la OTAN

Dado que una de las condiciones innegociables que el presidente ruso, Vladímir Putin, puso en junio para abordar un alto el fuego era la renuncia de Ucrania a entrar en la OTAN, a Kiev no le queda otra que salir del conflicto con la mayor fuerza posible y reduciendo al máximo las pérdidas, que serán cuantiosas.

Pérdidas que para el estado ucraniano se refieren sobre todo al personal militar, diezmado por el conflicto, y no tanto al armamento, suministrado por sus aliados. Por eso, el presidente Volodímir Zelenski lleva tiempo pidiendo inversiones en la industria de Defensa ucraniana. No para esta guerra, sino para la próxima.

Está claro que tales inversiones no podrán cambiar el curso de esta guerra, pero sí servirán para que, en caso de armisticio y aun desempeñando un teórico papel "neutral" en una nueva configuración de seguridad posbélica, Ucrania pueda ser una de las grandes potencias militares de Europa, como ya ha mencionado en diversas ocasiones el propio Zelenski.

Zelenski pide a Trudeau dinero para futuras fábricas de armas

Por eso, este domingo, el presidente ucraniano habló por teléfono con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, cuyo país presidirá desde el 1 de enero el G7, que reúne a los países occidentales, más Japón, con mayor poder económico y militar. Entre otras cuestiones, Zelenski pidió a Canadá más inversiones en la industria ucraniana de Defensa para incrementar exponencialmente la producción de armas.

Es evidente que esas inversiones no se concretarían en la fabricación inmediata de más misiles y cañones ucranianos para sostener la actual contienda. Lo que pretende Zelenski es establecer en Ucrania la producción armamentística de ciertas armas que después puedan ser vendidas en Occidente.

La capacidad de maniobra militar europea en Ucrania se reduce por momentos, pero eso no significa que Bruselas deje de pensar en ese país. Menos aun cuando la guerra está siendo el mejor pretexto para impulsar la propia industria militar de la UE y, llegado el caso, como también pretende Kiev, convertir a Ucrania en el gran arsenal de la OTAN incluso aunque no sea parte del bloque militar. Ucrania sabe que así recibiría ciertas garantías de seguridad por parte de sus amigos de la Alianza.

Aunque se piense en el futuro militar de Europa, la guerra sigue

En cualquier caso, todos estos planes de futuro han de solventar un pequeño problema. La guerra sigue y Rusia está superando a Ucrania en toda la línea del frente, desde Zaporiyia al Donetsk. Y las perspectivas para el resto del invierno y los primeros meses de 2025 no son nada halagüeñas para Kiev y sus aliados occidentales.


Exhibición militar rusa en San Petersburgo.

El Ejército ruso incluso ha recuperado ya la mitad del territorio ocupado en agosto por fuerzas ucranianas en la región rusa de Kursk. Esta gran baza que ostentaba Ucrania como una innegable ventaja ante posibles negociaciones podría quedar en nada si se cumplen los pronósticos de altas fuentes militares estadounidenses citadas por Bloomberg.

Tal información apunta a la necesidad de una retirada de todos esos efectivos ucranianos de territorio ruso antes de primavera si es que no quieren verse rodeados por las fuerzas rusas, ahora reforzadas por miles de soldados norcoreanos.

A la par que Moscú sigue dominando en el frente de batalla, el Kremlin está planteando ya nuevas formas de presionar de cara a unas negociaciones en las que, como va quedando claro, serán Trump y Putin sus principales protagonistas, en detrimento de Zelenski y sus amigos europeos.

Por eso, las últimas declaraciones del ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, tienen en mente la próxima llegada al poder de Trump y han de ser consideradas en el contexto de que se produzca algún tipo de diálogo. El Kremlin no se fía ya de lo que puedan proponer Estados Unidos, la OTAN o la UE, y por eso va poniendo sobre la mesa todas las cartas, algunas de ellas muy altas.

El tema nuclear estará también sobre la mesa

En un mensaje lanzado este domingo, Lavrov confirmó que "Rusia abandonará la moratoria sobre el despliegue de cohetes (con carga nuclear) de mediano y corto alcance". El argumento del Kremlin es que EEUU "ya ha comenzado a desplegar este tipo de misiles en varias regiones del globo".

Esta decisión de Moscú pone punto final a uno de los tratados de control de armas nucleares más importantes firmados durante la Guerra Fría, clave para la disuasión entre las dos grandes superpotencias, Estados Unidos y Rusia. El Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), firmado en 1987, fue el primer gran acuerdo entre la URSS y EEUU para reducir sus arsenales nucleares.

Según Lavrov, la moratoria rusa para el despliegue de misiles de corto y medio alcance "ya no es prácticamente viable y tendrá que ser abandonada". El jefe de la diplomacia rusa dijo que "EEUU ha ignorado arrogantemente las advertencias de Rusia y China y en la práctica ha comenzado a desplegar armas de esta clase en varias regiones del mundo".

En 2019, durante la anterior presidencia de Trump, Estados Unidos ya se retiró del tratado INF tras acusar a Rusia de violarlo. Moscú negó tales acusaciones y afirmó que Washington utilizaba ese pretexto para desplegar ese tipo de armamento. El Kremlin aplicó entonces una moratoria sobre su desarrollo de misiles prohibidos por el tratado INF, en concreto sobre los de tipo balístico y de crucero terrestres con un rango de 500 a 5.500 kilómetros.

La principal preocupación de Trump era entonces el desarrollo misilístico por parte de China mientras Rusia cerraba los ojos ante la carrera de armamento de su socio asiático. La alianza reforzada que Moscú y Pekín han sellado a partir de la guerra de Ucrania da más peso a la decisión rusa de suspender definitivamente esa moratoria del INF.

El temible 'Oreshnik', guardián del Báltico

En todo caso, Lavrov estaba comunicando este domingo unos hechos ya consumados. El pasado 21 de noviembre, en respuesta al uso por Ucrania de misiles de largo alcance autorizados por EEUU contra territorio ruso, Moscú lanzó su nuevo misil hipersónico Oreshnik, con carga convencional, no nuclear, contra una factoría de armamento en el centro de Ucrania.


Una infografía titulada "El nuevo misil ruso, Orehsnik", creada en Ankara, Turquía, el 29 de noviembre de 2024.

Este misil es casi imposible de interceptar por los sistemas antiaéreos occidentales que posee Ucrania. El propio Ejército alemán ha reconocido que tampoco tiene una defensa efectiva contra los Oreshnik. Menos aún este misil es desplegado en territorios cercanos a Alemania, como, por ejemplo, Kaliningrado, una región rusa clave situada entre Lituania y Polonia.

La suspensión de la moratoria da precisamente a Rusia la potestad para emplazar este tipo de armamento en Kaliningrado, lo que convertiría a este enclave en una punta de lanza que apuntaría hacia el corazón de la OTAN y dejaría el supuesto "refuerzo" de la Alianza en el Báltico en algo baladí ante tal escalada de la amenaza rusa.

Fuente: Público

martes, 10 de diciembre de 2024

Ucrania, Turquía, Siria y el mayor legado de Biden: la guerra

 

      Experto en geopolítica, escritor, columnista y editor jefe de geopol.pt

Biden ha demostrado traicioneramente cuál es su verdadero legado: recuperar guerras perpetuas, crear caos mediante sobornos y corrupción, financiar golpes de Estado, descongelar conflictos latentes y enfrentar a unos contra otros.


     A dos semanas de la elección de Donald Trump, el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, dio un paso extremadamente disruptivo en las relaciones internacionales, empujando el conflicto en Ucrania a un nivel mucho más peligroso al autorizar a Kiev a utilizar misiles estadounidenses de largo alcance contra territorio ruso, una medida deshonesta que sin duda tenía la intención de obstaculizar la distensión que había anunciado su sucesor.




Por si fuera poco, una semana después, Turquía (el mayor ejército de la OTAN en Europa) lanzó una ofensiva en la vecina Siria a través de intermediarios dirigidos por HTS, el antiguo Frente Al Nusra, rompiendo de hecho los acuerdos de Astaná con Moscú y Teherán sobre su papel en Siria. Hacia el final de la administración Biden, se produjeron dos grandes escaladas en los dos mayores conflictos militares que tienen lugar hoy en día, en Ucrania y Oriente Medio, ambos separados geográficamente por Turquía, que ahora ha entrado en escena.

¿A instancias de quién?

Sería ingenuo pensar que Erdoğan tomó la iniciativa de llevar a cabo la invasión de Siria sin el apoyo, o al menos la aquiescencia, de los estadounidenses, los británicos, los israelíes y los europeos. Organizar, entrenar y armar a decenas de miles de hombres en territorio sirio bajo su autoridad o en la propia Turquía es una operación que requiere coordinación logística y de inteligencia entre diversas entidades estatales y no estatales.

Anatolia es el eje euroasiático por excelencia, donde se encuentran tres placas tectónicas (la euroasiática, la africana y la árabe). Geográficamente, Turquía siempre ha sido un activo para la OTAN, en particular en el Cáucaso y Asia Central, donde los espacios naturales de proyección e influencia turca chocan con los de Rusia. Durante décadas, la OTAN ha tolerado las ambiciones neoimperiales de Turquía, especialmente durante la era Erdoğan, aunque históricamente hayan sido antioccidentales. Se trata de un activo estratégico que los atlantistas están reservando para el momento oportuno. En realidad, el nacionalismo turco se ha expresado en estas regiones desde principios de los años 1980, y en los años 1990, con el vacío dejado por el caos postsoviético, su influencia se extendió y se resucitó el proyecto Turan, que ahora es muy visible en la forma de la Organización de Estados Turcos. Pero el turanismo no es el único activo de Ankara. Por un lado, la diáspora turca en Europa, por otro, la red de caridad y educación islámica que Turquía maneja en África y, por otro, la expansión militar con varias bases en una docena de países de Europa, África, el Cáucaso y Oriente Medio, configuran las aspiraciones de Turquía de proyectar poder en el mundo.

La encrucijada del Levante

La reactivación de la guerra civil siria, o incluso el desmembramiento del país, está llena de contradicciones, alianzas improbables y objetivos poco claros, pero también de intereses ocultos pero conocidos de una serie de actores externos que intentan tomar el control del país desde 2011.

A Israel le viene bien, después de más de 40 años de ocupación de los Altos del Golán, que legalmente son sirios. Tel Aviv podría ampliar su dominio en la zona ante una Siria que probablemente sea disfuncional y sin ejército. La escalada regional de Netanyahu es también su salida del lío en el que se metió hace más de un año en Gaza y Líbano, mientras espera la llegada de la nueva administración estadounidense, llena de sionistas en puestos de política exterior. Casualidad o no, las hordas de yihadistas tomaron Siria al día siguiente de que se anunciara el alto el fuego entre Israel y Hezbolá. No debe sorprender que detrás de este episodio se esconda un pacto tácito entre Ankara y Tel Aviv para eliminar la influencia iraní de la región.

El papel de Estados Unidos es más nebuloso. Oficialmente, no se pronunció hasta la caída definitiva de Asad, pero tampoco es un papel que necesite claridad, ya que es la única potencia que se ha permitido ocupar Siria desde 2014, especialmente con bases militares clandestinas en el centro-sur y el este del país, justificando esta flagrante ilegalidad internacional con la débil excusa de poder “combatir al EI”. En realidad, Estados Unidos asegura una presencia militar estratégica con la vista puesta en Irán y Rusia, que seguramente se formalizará en la siguiente fase en Siria. Además, Washington cuenta con varios actores importantes sobre el terreno, como los kurdos de las SDF, que controlan el norte, y el Ejército Libre Sirio, que los enfrenta. Por otro lado, el líder del HTS, Abu Muhammad al-Julani, que ahora controla la mayor parte del territorio, pasó cinco años en cárceles estadounidenses en Irak (incluida la tristemente célebre Abu Ghraib). Al-Julani seguramente será el activo más importante y valioso para los intereses estadounidenses en esta guerra por poderes.

Pero ¿qué han dado las potencias occidentales a Erdoğan para que tome la iniciativa de conquistar Siria? ¿Cuál es la moneda de cambio? ¿Está dispuesto el nuevo gobierno sirio a renunciar a la base rusa en Tartus, o su eliminación es una de las condiciones de la OTAN para Erdoğan? ¿Qué pasa con Palestina y el genocidio en Gaza? ¿Seguirá el Líbano la posible fragmentación de Siria? ¿Quién formará el nuevo gobierno y cuál será su visión para el futuro? ¿Habrá un acuerdo energético entre Ankara, Bakú y Bruselas? ¿Qué pasará con las relaciones comerciales, energéticas y de infraestructura entre Turquía y Rusia? ¿Seguirá siendo Turquía candidata a los BRICS? Se han planteado muchas preguntas importantes.




Siria y Ucrania, el mismo conflicto

Lo más preocupante del panorama actual es que los dos conflictos en curso, rodeados de regiones volátiles, se están acercando cada vez más. El HTS, traído a Siria por Ankara, ha estado en Ucrania aprendiendo nuevas tácticas de combate y ataques nocturnos con tropas de Kiev utilizando drones avanzados suministrados por Qatar. A diferencia de los Emiratos y Arabia Saudita, Qatar nunca ha simpatizado con el gobierno de Asad después de que éste tomó el control de Alepo. Entre los miembros de la Liga Árabe, Qatar, aliado de Turquía (que tiene una base naval en Doha), es el único país árabe que ha estado siempre del lado de la oposición salafista siria desde 2011.

Después de la decisión de Erdogan, Rusia no podrá aceptar que se congele la actividad militar en sus fronteras, por temor a que el enemigo se rearme. Por lo tanto, no es posible esperar que en la era Trump haya un "Minsk 3". En cualquier caso, es necesario un entendimiento entre Rusia y Estados Unidos. Después de cuatro años tan oscuros de la administración Biden, que volvieron a provocar guerras en Europa y Oriente Medio, sin duda hay esperanzas de que las relaciones entre las dos mayores potencias militares del mundo mejoren. Una escalada del conflicto en Ucrania es impensable.

Más inmigración para una Europa en recesión

Para Europa, la situación actual en Siria es terrible porque abre nuevas perspectivas para cientos de miles de refugiados más, dependiendo de cómo evolucione la situación en Siria. La Siria de Asad era una dictadura, al igual que la Libia de Gadafi, pero proporcionaba una estabilidad que ya no está garantizada. El "crisol" en que se han convertido las grandes ciudades de Europa después de 20 años de guerras perpetuas de Estados Unidos en Afganistán, Irak y Siria también tiene el potencial de trasladar los problemas intercomunitarios e interétnicos de Oriente Medio a suelo europeo en un momento de recesión, como es el caso de Alemania.

Con esta maniobra, Turquía ha abierto el juego y ha demostrado que quiere competir con Rusia por su esfera de influencia. Erdoğan ha asumido el papel desestabilizador que le habían asignado sus superiores externos. El alineamiento de Erdoğan con los designios occidentales en Siria abre una grieta en las relaciones con Moscú y debe ser visto como una declaración de intenciones.

Guerra contra el multipolarismo

La guerra en Siria, que tiene todos los rasgos de una larga guerra, es también un ataque de gran alcance contra los BRICS, ya que Turquía era uno de los principales candidatos a la adhesión a la organización. El control de esta región estratégica, que cada vez está más en manos de las Rutas de la Seda y de los BRICS, está entrando en un período de previsible inestabilidad. De hecho, el extraño ataque de Hamás en octubre de 2023 se produjo en medio de los nuevos miembros del grupo (Egipto, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita e Irán) y desencadenó una guerra contra la región en la línea de la "destrucción creativa" que propugnan los think tanks neoconservadores.

Justo cuando todo se estaba preparando para una nueva administración estadounidense que parecía al menos mínimamente pragmática y dispuesta a dialogar y poner fin al conflicto ucraniano, y para la alegría de que por primera vez en tres años un estadista occidental pronunciara la palabra "paz", Biden ha mostrado traicioneramente cuál es su verdadero legado: restablecer las guerras eternas, crear el caos mediante el soborno y la corrupción, financiar golpes de Estado, descongelar conflictos latentes y enfrentar a unos contra otros. Una vieja práctica de quienes no pueden competir con la economía, el comercio y la diplomacia y creen que pueden con las guerras.


Fuente: NEO - Nueva perspectiva oriental