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sábado, 19 de julio de 2025

El fantasma de Epstein persigue a Trump: Cuando las teorías conspirativas devoran a sus creadores

 

 Por Bruno Sgarzini   
      Periodista argentino especializado en asuntos internacionales.


     Tenemos una Administración PERFECTA, DE LA QUE HABLA TODO EL MUNDO, y ‘gente egoísta’ está tratando de perjudicarla, todo por un tipo que nunca acaba de morir, Jeffrey Epstein”, escribió Donald Trump en su red Truth Social como una forma de acallar la cada vez más abiertas críticas a su Administración por el cierre del caso Epstein sin nuevas revelaciones que comprueben las teorías conspirativas alrededor del antiguo amigo de Trump.

El llamado de Trump a cerrar filas se vincula a las críticas del mundo MAGA contra el memorándum del Departamento de Justicia y el FBI que establece que no hay pruebas sobre el asesinato de Epstein, en una cárcel federal, ni tampoco una lista de sus “clientes”, ni pruebas de su liderazgo de una red de “chantaje sexual” a políticos y empresarios. Entre los principales apuntados por los influencers MAGA está Pam Bondi, la jefa del Departamento de Justicia, y Kash Patel, el jefe del FBI conocido por haber sido uno de los principales promotores de las teorías de la conspiración alrededor del caso Epstein y sus vínculos con el establishment del partido demócrata. Bondi, además, es conocida por no haber investigado a Epstein cuando fue fiscal del estado de La Florida, uno de los epicentros de la operación del reconocido pedófilo.

En un escueto memorándum de dos páginas, el FBI y el Departamento de Justicia sostuvieron que no se encontró una "lista de clientes" incriminatoria, evidencia creíble de que Epstein chantajeara a personas prominentes, ni se descubrió evidencia que justificase investigaciones contra terceros. Para sostener esto, ambas instituciones se basan en la revisión, 300 gigabytes de datos y evidencia física, donde se incluye imágenes de Epstein, víctimas menores de edad, y más de 10,000 videos e imágenes de material de abuso sexual infantil. Además, las dos instituciones concluyeron que Epstein se suicidó en una celda de una prisión en Manhattan en base a la autopsia de su cuerpo y las grabaciones de la prisión, publicadas en un metraje de 11 horas por las autoridades. Por todo esto, las autoridades informaron que no publicarán ningún material adicional sobre el caso para “proteger a las víctimas”, dado, además, de que muchos videos, y fotos, representan pornografía infantil. “Una de nuestras mayores prioridades es combatir la explotación infantil y hacer justicia a las víctimas. Perpetuar teorías infundadas sobre Epstein no contribuye a ninguno de esos fines", sentenció el memorándum. El caso empieza y termina, según las autoridades, en el banquero y su esposa, Ghislaine Maxwell, como si fueran solo dos manzanas podridas de un árbol lleno de vida.

El extraño giro en la causa se dio luego de que a principio de año, la oficina de Bondi repartiera archivos del caso a influencers de extrema derecha después de una larga campaña para que se liberaran estos archivos. La narrativa del caso Epstein, sostenida por comunicadores como Tucker Carlston, Steve Bannon o el inefable Alex Jones de Infowars, es que toda la historia detrás del antiguo banquero revela los entresijos entre la inteligencia israelí, el mundo criminal la familia Clinton, y oscuros financistas detrás del famoso Estado Profundo. Algunos teóricos, como los de la secta Qanom, incluso han hablado de que Epstein pertenecía a una red de pederastas satánicos, vinculados al partido demócrata, que bebían sangre y cometían delitos, como abuso infantil y tráfico, sexual en los sótanos de pizzerías y fiestas privadas. Por eso, todos estos teóricos sostienen que fue asesinado, en su celda, para tapar las revelaciones que pudiera dar de su lista de clientes.

Por lo que la reacción del mundo MAGA fue inmediata. “El Departamento de Justicia está encubriendo a la CIA y al Mossad. ¡¡¡NADIE SE LO CREE!!!. Acabarán diciendo en el Departamento de Justicia que en realidad, Jeffrey Epstein ni siquiera existió. Esto es repugnante”, dijo, entre lágrimas, Alex Jones en un video filmado dentro de uno de sus autos. Mientras que Laura Loomer, una influencer responsable del despido de varios funcionarios trumpistas por haber financiado, en el pasado, políticos demócrata, pidió la cabeza de la fiscal Pam Bondi, abogada personal de Trump y exjefa del Departamento de Justicia de La Florida (uno de los estados donde Epstein cometió la mayoría de sus casos de abuso y tráfico sexual). “Cuando la gente votó por el presidente Trump, la divulgación de los archivos de Epstein fue algo que se prometió a la base. Ahora está descontenta y creo que este problema no desaparecerá. El presidente Trump debería despedir a Blondi por crear un lastre para su administración”, declaró después del memorándum.


Alex Jones rompe a llorar por el último informe de Trump sobre Epstein.

Mientras que Tucker Carlson sostuvo que las investigaciones sobre el caso no han llegado al “fondo del asunto” porque, en realidad, es posible que “Epstein fuera una agente de inteligencia israelí”. Para Steve Bannon, el antiguo estratega de Trump que asesoró a Epstein y su socio, el exprimer ministro israelíe Ehud Barak, en la primera parte del escándalo, el “filántropo” es la llave para conocer “tantas cosas, no solo individuos, sino también de instituciones de inteligencia, gobiernos extranjeros y quienes trabajaban con él en nuestro aparato de seguridad y en nuestro gobierno”. Bannon tiene quince horas de entrevistas con Epstein que aún no han salido a la luz de los tiempos cuando lo asesoró para salir en el programa 60 minutos de la cadena de televisión CBC, según el libro Too Famous: The Rich, the Powerful, the Wishful, the Notorious, the Damned de Michael Wolf.


Steve Bannon entrenó a Jeffrey Epstein para que pareciera "amistoso" y "comprensivo" en televisión.


Otro de los máximos funcionarios criticados fue el jefe del FBI, Kash Patel, quien, antes de asumir el cargo, había dicho que si “el FBI protegía al mayor pederasta de la historia era por quién estaba en su lista de clientes". En línea, surgió la acusación de que su cambio de postura respecto al caso tenía que ver con su relación con Alexis Wilkins, una cantante country de 26 años, que forma parte de la empresa de medios conservadora PragerU, liderada por Marissa Streit, exoficial de las Fuerzas de Defensa de Israel



“Wilkins presuntamente es agente del MOSSAD. Es 20 años menor que él y está acusada de ser una seductora. A ella le interesa suprimir los archivos de Epstein para proteger a gente muy poderosa”, escribió la cuenta @Kremlintrolls en un tuit compartido por diversas cuentas MAGA. Patel, de forma irónica, es víctima del mismo método de guerra comunicacional de desprestigio que tanto tiempo practicó desde la oposición.




El caso se ha convertido en una “bomba sucia” a tal nivel que hasta su segundo en el FBI, el subsecretario Dan Bongino, está cerca de renunciar después de enfrentarse con la fiscal Pam Bondi en una reunión cerrada en la Casa Blanca a principio de la semana pasada, según New York Times. Bondi acusó a Bongino, uno de los principales promotores de las teorías alrededor de Epstein, de filtrar información de la investigación sobre el caso a los medios conservadores y de extrema derecha del mundo trumpista. Para contener la crisis, el propio Trump salió a desmentir la renuncia de Bongino y calificó el caso Epstein como una teoría de la conspiración creada por Hillary Clinton y Barack Obama, en una clara reversión de los hechos que sonrojaría hasta las bandas tributos hacedoras de covers musicales.



Dan Bongino, ahora subdirector del FBI, durante una audiencia en Washington en 2020.


Inconsistencias, deliberadas omisiones y agujeros narrativos en un oscuro caso.

Desde el memorándum han surgido otras inconsistencias que también afectan la credibilidad de las conclusiones alcanzadas por las autoridades. La revista The Wired, por ejemplo, reveló que el video publicado sobre los momentos previos al suicidio de Epstein fue editado con el software de edición de Adobe Premier, según los macrodatos del video revisados por expertos forenses consultados por el medio. Sin embargo, “es posible que el video simplemente se haya procesado para su divulgación pública mediante el software disponible, sin modificaciones más allá de la unión de dos clips”. Esto no es lo más llamativo sino que en la filmación, que comprobaría que nadie entró a la celda de magnate antes de su muerte, faltan casi tres minutos de grabación.


Jeffrey Epstein

La fiscal Bondi “atribuyó uno de los minutos faltantes a una falla en el ciclo diario del sistema de vigilancia, afirmando que falta un minuto en la grabación de cada noche”. Por supuesto, la inconsistencia alimenta aún las teorías de la conspiración, dado que en el momento del suicidio de Epstein solo funcionaban la mitad de las 150 cámaras de vigilancia del centro de reclusión de Manhattan debido a un “error técnico”, según un informe del 2023 de la Oficina del Inspector General. “El sistema estaba programado para reparaciones el 9 de agosto, la noche anterior al hallazgo del cadáver de Epstein. Sin embargo, el técnico asignado para repararlo no pudo acceder al equipo necesario porque el funcionario de prisiones encargado de escoltarlo estaba a punto de terminar su turno”, de acuerdo a The Wire.



Pero muchas preguntas han quedado sin respuestas sobre la red de Epstein que abarcó más de mil víctimas, según el Departamento de Justicia y el FBI. Una de ellas son las acusaciones, por ejemplo, de Virginia Giuffre y Jane Doe (seudónimo para una víctima protegida) sobre que el magnate y su esposa, Ghislaine Maxwell, lideraban una red de chantaje sexual. Giuffre, por ejemplo sostuvo que en el verano que cumplió 17 años fue persuadida por la pareja “para dejar su trabajo como asistente de spa en el club Mar-a-Lago de Trump para convertirse en "masajista" de Epstein, un trabajo que implicaba realizar actos sexuales”. En uno de los documentos judiciales, liberados por la jueza Loretta Preska, los abogados de una de las víctimas, Bradley Edwards y Paul G. Cassell, afirmaron que: “Epstein también traficó sexualmente a la entonces menor Jane Doe, poniéndola a disposición para tener relaciones sexuales con personas con conexiones políticas y financieramente poderosas. Los propósitos de Epstein al "prestar" a Jane Doe (junto con otras niñas) a personas tan poderosas eran para congraciarse con ellos para obtener beneficios comerciales, personales, políticos y financieros, así como para obtener información potencial para chantaje".


Ghislaine Maxwell conversa con su hermano, Kevin, durante su juicio.


Después están los interrogantes sobre los sistemas de cámaras de vigilancia en su residencia en Palm Beach, Florida, y su mansión de cuatro pisos de Manhattan, donde se realizaban la mayoría de sus fiestas con celebridades, políticos, empresarios y banqueros junto a menores de edad. Las fallas en la investigación judicial como la desaparición y reaparición del material de la caja de fuerte de Epstein en esta mansión que contenía CD, joyas, discos duros (se presume con los vídeos de las 12 habitaciones de la casa), diamantes sueltos, pasaportes y grandes cantidades de dinero. También había un pasaporte de un país extranjero con una fotografía de Epstein con otro nombre, según los investigadores.

Luego están las turbias conexiones del magnate y su esposa, Ghislaine Maxwell. La mansión de la pareja, originalmente, fue comprada por Leslie Wexner, propietario de Limited y de Victoria's Secret. Epstein manejó su dinero en los 80 y 90 cuando Limited estuvo involucrado, por ejemplo, en la liquidación de la empresa Southern Air Transport, relacionada a los vuelos organizados por la Agencia Central de Inteligencia para armar a la Contra nicaragüense en Honduras. Wexner era uno de de cinco administradores clave de los flujos de efectivo del crimen organizado en los Estados Unidos, según Catherine Austin Fitts, ex banquera de inversiones y funcionaria del gobierno, que ha investigado exhaustivamente la intersección del crimen organizado, los mercados negros, Wall Street y el gobierno en la economía estadounidense. En una investigación federal también se lo nombró como parte de una red de lavado de dinero. “Desde que Leslie Wexner apareció en su vida —Epstein ha dicho que fue en 1986; otros dicen que fue en 1989, como mínimo—, ganó aceptación en el establishment, de una forma que generalmente no ha llegado a los titulares. Fue miembro de diversas comisiones y consejos: forma parte de la Comisión Trilateral, el Consejo de Relaciones Exteriores y el Instituto de Educación Internacional”, según un reportaje de la periodista Victoria Ward en la revista Vanity Fair.

Con estas conexiones, el modus operandi de Epstein para la periodista Whitney Webb, autora del libro Una Nación Bajo Chantaje, era similar a la red de chantaje sexual dirigida por el mafioso italoamericano Lewis Rosenstiel y su empleado Roy Cohn: dedicada a realizar fiestas con menores y figuras importantes que, luego, quedaban inmortalizadas en grabaciones y fotos. La información sensible luego era usada como elementos de extorsión por la mafia y, a veces, por los servicios de inteligencia con los que la mafia tenía buena relación. Entre los años 50 y 80, Roy Cohn era el Jeffrey Epstein de la época con fiestas organizadas en la suite “233” del Hotel Plaza en Manhattan. “El trabajo de Cohn era dirigir a los niños pequeños”, según el ex detective de la policía de Nueva York y ex jefe de la División de Trata de Personas y Delitos Relacionados con Vicio del departamento , James Rothstein.


Demasiado grande para quebrar: la investigación de Epstein.

Cohn había saltado a la fama en los 50 como asesor del congresista Joseph McCarthy, justo en el momento que protagonizaba una “cruzada anticomunista” que llevaría su nombre. “Entre sus amigos se encontraban importantes personalidades de los medios como Barbara Walters , ex directores de la CIA, Ronald Reagan y su esposa Nancy , los magnates de los medios Rupert Murdoch y Mort Zuckerman, numerosas celebridades , abogados destacados como Alan Dershowitz , figuras destacadas de la Iglesia católica y destacadas organizaciones judías como como B. 'nai B'rith y el Congreso Judío Mundial”.




Otra cuestión llamativa la señala Thomas Volscho, profesor de sociología del College of Staten Island e investigador del caso Epstein: “el magnate dirigía organizaciones benéficas para Wexner, su principal cliente, y luego dirigía sus propias organizaciones benéficas, y siempre tenían donaciones de 9 o 10 millones de dólares circulando a su alrededor. Siempre sospeché, pero no me atreví a investigar, que estaba malversando fondos”. Una investigación del medio estadounidense NBC encontró, por ejemplo, que varias donaciones, anunciadas por la fundación Epstein, nunca llegaron a instituciones como el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, Universidad de Duke, la Universidad Estatal de Ohio y la Ópera Metropolitana y la Fundación Elton John contra el SIDA.

Después están, por supuesto, sus supuestos vínculos con los servicios de inteligencia. Cuando, en los inicios de la primera Administración Trump, Alexander Acosta, nombrado secretario de Trabajo, fue interrogado acerca de la razón por la que había hecho un acuerdo judicial con Epstein, como Fiscal de La Florida, que lo había liberado de pasar varios años en la cárcel por haber explotado 36 menores, respondió que “alguien de arriba le dijo que lo hiciera” porque el banquero “trabajaba para los servicios de inteligencia”. El periodista británico Nigel Rosser informó en enero de 2001 en el Evening Standard que Epstein había afirmado que él había trabajado para la CIA durante los años 80 y 90. “Epstein tiene licencia para portar un arma oculta, alguna vez afirmó haber trabajado para la CIA, aunque ahora lo niega, y posee propiedades en todo Estados Unidos. Una vez llegó a la casa londinense de un traficante de armas británico trayendo un regalo: una pistola antidisturbios de acción de bomba de la policía de Nueva York. 'Dios sabe cómo llegó al país', dijo un amigo”, escribió Rosser en un articulo borrado por el periódico británico.

Pero el vínculo más comentado es el del padre de su esposa, Robert Maxwell, propietario de grandes pulpos mediáticos, como el Mirror y Pergamon Press, quien fue enterrado en 1991 en un funeral en el cementerio del Monte de los Olivos de Jerusalén, frente al Muro de las Lamentaciones, con la presencia de los por entonces primer ministro, Yitzhak Shamir, el presidente Chaim Herzog y Ariel Sharon, según un reportaje de The Washington Post titulado Israel le da a Maxwell una despedida digna de un héroe. Maxweell, un antiguo colaborador de los servicios de inteligencia británicos durante la Segunda Guerra Mundial, fue señalado por el periodista Seymour Hersh de colaborar con el Mossad, el servicio de inteligencia israelí, en el secuestro del técnico nuclear Mordecai Vanunu, responsable de revelar el programa nuclear de Tel Aviv. También ha sido acusado de comercializar a el software Promis, sobre el que pesan sospechas de haber sido utilizado por Israel para espiar a los países compradores.




Epígrafe: Robert Maxwell junto a Ariel Sharon, ministro de Defensa y primer ministro de Israel.

Fuente: Bruno Sgarzini

martes, 1 de julio de 2025

El plan de Trump para restaurar el dominio financiero de EE. UU.

 

 Por Vassilis Fouskas   
      Profesor de historia internacional, política y economía en la Universidad de East London.


Detrás del aparente caos de la política arancelaria de Trump hay un plan coherente para reiniciar lo que Peter Gowan denominó el «régimen del dólar-Wall Street». Su objetivo es fortalecer el poder de EE. UU. en torno a los oligarcas digitales de alta tecnología


     Dejando de lado la política cultural, MAGA (Make America Great Again) es un proyecto conservador-nacionalista coherente en todos los sentidos. Su objetivo principal es restaurar algunas variables interconectadas que se establecieron tras el fin del sistema de Bretton Woods en 1971.




MAGA busca mantener la centralidad del Poder Ejecutivo estadounidense en la política mundial a través de acuerdos de tipo «hub and spoke» (modelo de centro y radios), junto con la primacía indiscutida del dólar y de la Reserva Federal en los mercados de divisas y en el sistema monetario internacional, reciclando los excedentes globales hacia el propio Estados Unidos a través de bonos del Tesoro.

El proyecto también pretende mantener el poder offshore de Wall Street, garantizando operaciones financieras transfronterizas ilimitadas y subordinando a los sectores productivos de los Estados vasallos a los Estados Unidos. Este conjunto integrado es lo que el difunto Peter Gowan, en su premiado libro de 1999 The Global Gamble, denominó el régimen del dólar-Wall Street (DWSR, por sus siglas en inglés).




Sin embargo, las fuerzas históricas estructurales, junto con la incompetencia de los actores liberales y neoconservadores, provocaron la desintegración del DWSR, especialmente desde la crisis financiera mundial de 2007-2008. Al examinar más detenidamente las razones que subyacen a esta desintegración, podemos hacernos una idea más clara del éxito que puede tener el proyecto MAGA.

Pérdida de terreno

La crisis financiera mundial obligó a la Reserva Federal a introducir importantes programas de rescate para salvar del colapso total a los bancos de inversión de Wall Street y a oscuros servicios financieros. Al mismo tiempo, redujo los tipos de interés a cero, lo que debilitó el poder del dólar y encareció las importaciones. En la misma línea, el Tesoro de Estados Unidos inyectó posteriormente billones de dólares en programas de rescate, créditos fiscales y otras ayudas para limitar los daños económicos y sociales causados por la pandemia de COVID-19. Esto supuso una fiesta para las empresas estadounidenses, pero también alimentó la inflación.





La implacable competitividad de China a escala mundial reforzó las tendencias desintegradoras de la primacía estadounidense. China fue ganando terreno desde 2007-2008, con el lanzamiento de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta y el inicio de una oleada de adquisiciones de activos y construcción de infraestructuras en Asia, Europa y África. Al mismo tiempo, se convirtió en un eslabón crucial de las redes de producción híbridas y las cadenas de suministro, y sus empresas se asociaron con las principales corporaciones occidentales, para luego superarlas.

En general, China no es «el sirviente principal de Estados Unidos», como solían argumentar algunos analistas. Si bien las empresas transnacionales estadounidenses (ETN) aún pueden repatriar las ganancias de sus operaciones en la costa este de China, las empresas estatales chinas compiten directamente con esas empresas a escala mundial, especialmente en campos como los semiconductores, la biotecnología, la producción de vehículos eléctricos y la inteligencia artificial.

Desde 2003, las corporaciones chinas, tanto financieras como no financieras, vienen aumentando de manera continua en cantidad como empresas que cotizan en bolsa, mientras que el registro de Estados Unidos muestra un declive prolongado. El Banco Industrial y Comercial de China ocupó el primer lugar en la lista Forbes Global 2000 durante siete años consecutivos, de 2013 a 2019. Datos tomados del índice Shanghai Shenzhen CSI 300 muestran el peso significativo de las corporaciones chinas en la capitalización de los mercados globales.

Si deducimos de los cálculos el régimen fiscal relativamente bajo de Estados Unidos, las empresas chinas están casi a la par con las multinacionales estadounidenses. En lo que respecta a la alta tecnología, los semiconductores, los vehículos eléctricos y las materias primas relacionadas con la energía verde, los miembros del círculo de Donald Trump (especialmente en esta ocasión) creen que el ascenso de China se basa en última instancia en las vastas reservas de elementos y minerales raros (REEM, por sus siglas en inglés) que controla. Estos materiales son abundantes en China, donde se extraen y refinan, así como en África, donde China ya intervino con importantes proyectos de inversión y relaciones comerciales.

La descuidada gestión de los asuntos globales y nacionales por parte de las administraciones Obama y Biden empeoró la situación. El círculo de Trump sostiene que las medidas reguladoras impuestas a Wall Street crearon un entorno empresarial rígido que mermó los beneficios y la cultura emprendedora. Tampoco funcionó la guerra proxy en Ucrania, impulsada con la esperanza de provocar la derrota de Rusia y restaurar la unidad transatlántica mediante el reparto del botín, ya que tanto Ucrania como Rusia son países muy ricos en REEM e hidrocarburos.

En la práctica, la guerra terminó debilitando a Europa y fortaleciendo al bloque chino-ruso, sobre todo por la influencia de este en el Sur Global, tanto dentro como fuera de las Naciones Unidas. El aumento de los costos energéticos tuvo un impacto devastador en la industria alemana tras la ruptura de los vínculos energéticos del país con Rusia, lo que provocó la migración de las empresas a China o a los Estados Unidos. Europa en su conjunto está en recesión, mientras que la economía rusa resistió los estragos de la guerra y las sanciones.

Parece que la expansión de la OTAN hacia el este y los resultados positivos que esto pueda aportar al capitalismo euroatlántico y al DWSR ya llegaron a su límite. La economía y las infraestructuras de Ucrania están destrozadas. La segunda administración Trump está tratando de cambiar el curso catastrófico del neoimperialismo estadounidense antes de que sea demasiado tarde.

MAGA significa reconstruir el poder estadounidense sirviendo, ante todo, a los intereses de la nueva clase dominante estadounidense de Wall Street, y no al resto. En el corazón del proyecto MAGA se encuentra la restauración del dominio del dólar y los negocios de alta tecnología de Wall Street.


Oligarcas tecnofascistas en la toma de posesión de Trump.

Contrataque

La nueva administración se propuso desmantelar el aparato estatal bipartidista construido durante décadas. Esto incluye despidos de personal administrativo, especialmente de aquellos que no están de acuerdo con el proyecto MAGA, y una reorganización del sistema sanitario. Las medidas adoptadas representan una radicalización verdaderamente conservadora de la política estadounidense con el fin de fortalecer al Ejecutivo y reducir los déficits presupuestarios a nivel estatal y federal, al tiempo que se promueve una masiva redistribución de la riqueza hacia arriba.

Los recortes en sanidad y cupones de alimentos superan el billón de dólares. Las contribuciones de Washington a las organizaciones internacionales se están reduciendo o eliminando por completo, al tiempo que EE.UU. se retira de organismos como la Organización Mundial de la Salud. El nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) de Elon Musk muestra la verdadera intención del Gobierno de Trump, que busca fortalecer los lazos entre el poder ejecutivo en Washington, por un lado, y las empresas digitales de alta tecnología estadounidenses con sus redes que dominan Wall Street, por otro.

La orden ejecutiva de Trump por la que se crea el DOGE establece que el objetivo, aunque temporal, es llevar a cabo recortes de gastos y modernizar la tecnología y el software federales, al tiempo que se maximiza la eficiencia y la productividad gubernamentales. Según Trump, esto erradicará las regulaciones innecesarias e improductivas impuestas por Barack Obama y Joe Biden en Wall Street.

Cuando Trump promulgó la emblemática Ley de Recortes Fiscales y Empleo en diciembre de 2017, todo Wall Street se unió a su administración. Durante el primer mandato de Trump, el Dow Jones Industrial Average, el S&P 500 y el Nasdaq Composite se dispararon un 57%, un 70% y un 142%, respectivamente. Hoy en día, todos los inversores de Wall Street esperan que se repita el mismo resultado. No es casualidad que muchos operadores de Wall Street, entre ellos los titanes de las finanzas Bill Ackman, Scott Bessent y Stephen Schwarzman, respaldaran y patrocinaran el regreso al poder de Trump mucho antes de las elecciones de noviembre de 2024.

Desde una perspectiva de economía política, en el centro de esos procesos se encuentra la cuestión del dominio del dólar en los mercados monetarios mundiales y en el comercio y las inversiones internacionales, es decir, la capacidad del Ejecutivo estadounidense y de la Reserva Federal para determinar su precio y sus fluctuaciones tanto a nivel nacional como mundial. Los datos del año pasado del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre la composición monetaria de las reservas oficiales de divisas apuntaban a una disminución gradual y continua de la cuota del dólar en las reservas de divisas asignadas. Las monedas rivales, como el euro, el yen y la libra esterlina, no lograron avances significativos, aunque el yuan chino, el won surcoreano e incluso las criptomonedas ganaron terreno de forma notable.

El Estado chino impulsó políticas que promueven la internacionalización del yuan, incluido el establecimiento de un sistema de pagos transfronterizos, al tiempo que pone a prueba una moneda digital del banco central. Barry Eichengreen y sus colegas advirtieron en un informe patrocinado por el FMI que se publicó el año pasado que las ganancias de cuota de mercado del yuan equivalen a una cuarta parte de la disminución de la cuota del dólar. Esto es significativo, sobre todo si se tiene en cuenta que China sigue manteniendo controles de capital, lo que limita la capacidad de su moneda para despegar en las condiciones del mercado capitalista mundial.

El equipo de Trump tiene una visión despectiva de los proyectos de «transición verde» y de «energía verde», que considera como ejercicios simulados que sacrifican miles de millones, si no billones, de dólares en aras de una ideología «progresista» sin sentido. Para ellos, lo importante es lo tangible: el petróleo, el gas y otros hidrocarburos. No es casualidad que la capital saudí, Riad, fuera elegida como sede de las negociaciones entre los emisarios rusos y estadounidenses sobre Ucrania.

Rusia ya no puede ser excluida de la arquitectura de seguridad europea. Pero Arabia Saudí también es importante. El círculo de Trump ve como una amenaza el abrazo de la oligarquía saudí por parte de Rusia y China, porque existe un grave riesgo subyacente. El país con las mayores reservas de petróleo del mundo y «productor oscilante» de la OPEP podría dejar de invertir el excedente de dólares obtenido del comercio del petróleo en bonos del Tesoro.

El reciclaje de los petrodólares fue un principio fundamental del DWSR desde principios de la década de 1970, tras un acuerdo entre Henry Kissinger y los saudíes. Los aranceles anunciados por Trump, si no se utilizan como amenaza, harán subir el valor del dólar, lo que reforzará el DWSR. La estructura de los rendimientos de las plataformas del mercado de Wall Street puede compensar las posibles tendencias inflacionistas, ya que el precio de los bonos, especialmente los de vencimiento a corto plazo, subirá.

Si hay más incertidumbre y riesgo geopolítico, podemos esperar que el DWSR se beneficie, ya que los inversores se apresurarán a invertir de forma segura en dólares garantizados por el poder del Estado estadounidense. El argumento liberal de que las estructuras de capital de Wall Street se verían perjudicadas no tiene sentido, como demostró la experiencia de los aranceles de Trump en 2018-2019: el impacto negativo fue pasajero y los aranceles no afectaron negativamente al rendimiento de los mercados de capitales.

Los aranceles selectivos también contribuyeron a reducir el déficit comercial de Estados Unidos, al tiempo que impulsaron algunos sectores de la industria manufacturera nacional. Al fin y al cabo, Biden no modificó el régimen arancelario impuesto por su predecesor. Todo lo anterior, por supuesto, es una mala noticia para los trabajadores. Los aranceles no son más que un impuesto a la clase trabajadora, que permite nuevos recortes fiscales a las empresas tecnológicas estadounidenses sin aumentar la deuda nacional.

En definitiva, el principal esfuerzo de Trump es el fortalecimiento de la DWSR bajo los auspicios de los nuevos oligarcas digitales de alta tecnología. La proyección global del poder de Estados Unidos será consecuencia de este esfuerzo.

Enigmas futuros

Obviamente, Trump no es un bolchevique. Es cierto que radicalizó al Estado estadounidense, pero esta radicalización se basa enteramente en principios de oferta que le sirven a la nueva oligarquía. El vínculo económico y de seguridad transatlántico es demasiado fuerte y está profundamente institucionalizado, junto con los acuerdos de tipo radial que no pueden erradicarse tan fácilmente.

El plan de Trump para Ucrania tiene muchos obstáculos que superar, como el régimen de sanciones a Rusia y el futuro de las relaciones entre Ucrania, la OTAN y la Unión Europea. El Gobierno estadounidense no puede ordenarle a los Estados europeos que levanten las sanciones, que son las que más perjudican a Rusia. A medio o largo plazo, podría surgir una nueva versión de Yalta, en la que Rusia participaría como socio en igualdad de condiciones, mientras que China sería reconocida como una potencia tecnológica en expansión que debe ser contenida. Pero esto no puede suceder de inmediato.

El período intermedio estará plagado de conflictos e inestabilidad. Europa podría retener los 220 mil millones de dólares rusos congelados en bancos europeos y mantener las sanciones incluso si Estados Unidos las suaviza. Washington podría dejar de comprometer tropas y material para la defensa de Europa, simplemente porque el teatro indopacífico y China representan los principales retos para la hegemonía geopolítica y militar de Estados Unidos.

Rusia está muy familiarizada con la guerra y los presupuestos de defensa masivos, pero Europa no. En la actualidad, hay fuertes llamamientos para que Europa desmantele sus sistemas de bienestar con el fin de redirigir el dinero hacia los presupuestos de defensa. No será una tarea fácil, pero si suponemos que se lleva a cabo en los próximos años, supondría formas de «equilibrio offshore» para Estados Unidos, una posición que defienden algunos teóricos realistas estadounidenses como John Mearsheimer.

El paso de los acuerdos onshore de tipo «hub and spoke» al «equilibrio offshore» será un proceso arduo y largo, sin garantías de paz. Europa puede incluir a Rusia en su arquitectura de seguridad sin perjudicar los intereses estadounidenses en Eurasia, pero esto llevará tiempo, si es que llega a materializarse, sobre todo debido a las limitaciones burocráticas, ideológicas e institucionales creadas por décadas de neoimperialismo transatlántico. Por el momento, Europa es el bando belicista que demoniza a Rusia de la misma manera que Estados Unidos demonizó a la Unión Soviética durante la Guerra Fría.


Fuente: JACOBIN