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martes, 10 de junio de 2025

Arden ‘teslas’, arden ‘waymos’: por qué incendiar coches inteligentes es ya el símbolo de una época

 

 Por Javier Salas   
      Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS.


Los vándalos queman robotaxis de Google en lugar de vehículos policiales mientras las grandes tecnológicas se convierten en la nueva encarnación del abuso de poder


Coches ardiendo el domingo pasado en Los Ángeles.


     Un hombre enmascarado, musculoso, desafiante, que ondea una bandera de México sobre un coche destrozado junto a otros en llamas. A Elon Musk no le gusta lo que ve en Los Ángeles. “Esto no está bien”, ha tuiteado al compartir la imagen más icónica de las protestas californianas contra las redadas trumpistas para capturar inmigrantes. La violencia no da la razón, pero da visibilidad: es el mismo debate cada vez que una protesta tiene ramificaciones violentas.




A Musk, probablemente, lo que más le molesta es la enseña mexicana, pero lo más llamativo, lo verdaderamente icónico, es el coche: un robotaxi de Waymo, una filial de Google que cuenta con una flotilla de coches sin conductor que navegan las calles con ayuda de la inteligencia artificial (IA). Los vándalos los invocaron uno a uno por la app, como quien pide una barricada móvil, y los iban alineando detrás del anterior para luego destrozarlos. Cuando quieres liarla parda y generar un buen alboroto, este tipo de vehículo es perfecto: no tiene conductor que se pueda sentir intimidado, se coloca donde se lo pidas y arde de una forma muy salvaje. “Cuando un vehículo eléctrico se quema, la física cambia. Ya no estás luchando contra un charco de gasolina en el asfalto; estás luchando contra una batería de óxido metálico de alta densidad energética”, explican en Scientific American.


Un vehículo Waymo arde en medio de una intersección durante las protestas en Los Ángeles, California, el 8 de junio de 2025.

En las protestas por la muerte de George Floyd, en 2020, se quemaron y destrozaron coches patrulla policiales. Hoy, frente a la deriva autoritaria de Donald Trump, las víctimas son los autos inteligentes. Primero fueron los Tesla de Musk, cuando el hombre más rico del mundo empezó a diezmar los recursos del Estado. Ahora queman los vehículos autónomos de Google, que tuvo que retirarlos del servicio para impedir que siguieran cayendo como fósforos. La gente se ha dado cuenta de que el nuevo símbolo del abuso de poder, del tecnoautoritarismo que Trump está desatando contra la ciudadanía, son las grandes compañías de Silicon Valley, no los policías. Y como las herramientas tecnológicas que se están desplegando para cercenar derechos fundamentales en EE UU se prueban primero y con más fuerza contra los inmigrantes, es lógico que el rechazo al capitalismo de vigilancia y sus aparatos esté muy presente en una protesta contra la política de acoso a los extranjeros.




Waymo insiste en que las protestas no están relacionadas con su servicio, pero parece claro que los robotaxis representan un cambio con el que mucha gente no está contenta”, escriben en el medio especializado The Verge. Esos coches ya han generado muchos problemas desde que se desplegaron por la ciudad hace solo 7 meses, pero hay un factor decisivo aquí: las cámaras. Las necesitan para orientarse sin conductor, pero terminan grabando su entorno circundante y almacenando las imágenes. Y se sabe que la compañía comparte esas imágenes con las autoridades, incluido el Departamento de Policía de Los Ángeles. En esta guerra, los aparatos con cámaras son colaboracionistas. Los periodistas presentes en los disturbios cuentan que se los menciona como “coches espía”. “Cuando ayer pregunté a algunos manifestantes en el terreno por qué pensaban que se incendiaban los Waymos, me dijeron que los autos ‘espían’ a la gente y podrían estar grabando imágenes de las protestas. Todavía no sabemos exactamente quién prendió fuego a los coches o por qué, pero está claro que más gente percibe los Waymos como una extensión de la infraestructura de vigilancia policial”, explica la periodista especializada Taylor Lorenz.


Un miembro del Departamento de Bomberos de Seattle inspecciona un Tesla Cybertruck en marzo de 2025.

No solo se quemaron los Waymo: también se usaron los patinetes eléctricos de Lime como arma arrojadiza contra los policías y como combustible para avivar los fuegos. Otra tecnología que ha inundado las ciudades, que también vampiriza nuestros datos y que ahora ve cómo su aparente ventaja se explota como vulnerabilidad: desplegados por todos lados, sin profesionales que los protejan, fácilmente localizables. “No hay nadie alrededor que les impida solicitar un coche de Waymo y destruirlo, ni que intervenga en la prematura desaparición del patinete de Lime. Han transformado estas tecnologías indiferentes y extractivas en instrumentos de protesta. Están utilizando el sumidero de responsabilidad como arma”, señala Brian Merchant, autor especializado en el rechazo a las grandes tecnológicas. Es como si los luditas, además de cargarse los telares, los hubieran usado para tejer camisetas con el lema “Abajo el capital”.

A comienzos de año, las víctimas fueron Musk y sus Tesla. Esos coches eran el mayor símbolo —y el más accesible— del ansia de devolverle al magnate la destrucción que estaba provocando en forma de despidos y pobreza. La respuesta de Trump —que se convirtió en vendecoches de su entonces admirado benefactor— fue considerar ese vandalismo como “terrorismo doméstico”, la mejor forma de extremar la politización de esos destrozos. Quemar un coche como el más grave acto político. El fenómeno no se quedó solo EE UU: además de hundirse sus ventas, en Italia se quemaron 17 teslas y otros 7 en Alemania. El vandalismo llegó hasta Australia y Nueva Zelanda. En esa rabia contra los coches inteligentes confluye el rechazo al autoritarismo de Trump, la protesta ludita ante una automatización irresponsable y la repulsa ante el poder desatado de los tecnobros. Todos esos magnates que se rascaron los millones del bolsillo para pagarle la fiesta de coronación a Trump están señalados. Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos y Sundar Pichai (CEO de Alphabet, dueña de Waymo) recogen ahora el rechazo creciente de la ciudadanía.


Uno de los vehículos de Waymo que opera Uber, fotografiado este mes en Austin.

Ya había activistas antiWaymo antes del regreso de Trump a la Casa Blanca. El grupo Safe Street Rebel actuaba en San Francisco contra los coches inteligentes, pero de una forma mucho más pacífica: con un cono naranja. Su ingeniosa forma de boicotearlos al colocarle encima uno de estos conos de tráfico, cegándolo de golpe y dejándolo fuera de servicio con un gesto nada violento, me representa mucho más. Pero el fuego es el fuego: el mandato de Trump comenzó con un Tesla en llamas ante una de sus propiedades, en una imagen tan icónica que muchos pensaron que era falsa, generada por inteligencia artificial. Ahora, mientras su mandato se desliza hacia algo más peligroso, la IA transformada en antorcha de litio se convierte en un símbolo del rechazo que genera todo lo que representan sus políticas. Como escribió Susan Sontag: “Las fotografías son un medio para hacer ‘reales’ (o ‘más reales’) cosas que los privilegiados preferirían ignorar”.

Fuente: El PAÍS

jueves, 29 de mayo de 2025

El sistema cambia, pero no hacia el «neofeudalismo»

 

Por D. Addison y M. Eisenberg





Algunos pensadores de izquierda argumentan que, a medida que los magnates de la tecnología se vuelven locos, el capitalismo está mutando hacia una forma de «neofeudalismo». Pero lo que realmente estamos presenciando es un gran cambio dentro del capitalismo y no una transición desde él.


     Los magnates tecnológicos estratégicamente situados alrededor de Donald Trump en su toma de posesión el 20 de enero de este año representaron una suerte de «quién es quién» de la clase oligárquica. Desde Jeff Bezos hasta Mark Zuckerberg, pasando por todos los demás, los líderes de la industria tecnológica estadounidense acudieron a rendirle homenaje a su nuevo gobernante.




Las intrigas palaciegas eran palpables. Los periodistas especularon sobre la coreografía de la ceremonia, examinando cómo la ubicación de los magnates ofrecía pistas sobre su estatus y su influencia en la conformación del nuevo régimen. La estructura piramidal de la sociedad estadounidense nunca había sido tan evidente. La toma de posesión de Trump fue, sin dudas, la manifestación más vívida de la creciente centralidad política de los multimillonarios líderes tecnológicos.

En los últimos años, distintos comentaristas y pensadores de izquierda recurrieron a ideas como «tecnofeudalismo» o «neofeudalismo» para explicar lo que está sucediendo. Sin embargo, esos conceptos acaban aportando más confusión que claridad al debate sobre hacia dónde se dirige el capitalismo.




Miradas retrospectivas

El libro de Yanis Varoufakis de 2023, Tecnofeudalismo. El sigiloso sucesor del capitalismo, fue quizás la incursió más ampliamente discutida en este campo. Pero este año se le unió Capital’s Grave: Neofeudalism and the New Class Struggle (La tumba del capital: neofeudalismo y la nueva lucha de clases), de Jodi Dean. Ambas obras sugieren que el mundo dejó atrás al capitalismo para entrar en un orden feudal emergente.




Estas teorizaciones sobre supuestos nuevos feudalismos miran al pasado para imaginar el futuro. Sin embargo, lo hacen de manera contradictoria, basándose en pasados medievales divergentes. Para algunos defensores de la idea del «neofeudalismo», como Katherine V. W. Stone y Robert Kuttner, la transformación central es de carácter jurídico. Stone y Kuttner se remontan al momento en que las estructuras de justicia pública del Imperio Romano dieron paso a órdenes jurídicos más fragmentados y privatizados.

En la sociedad contemporánea, sostienen, estamos asistiendo a una corrupción de la justicia pública por los intereses del capital privado, ejemplificada en el arbitraje legal privado forzoso y en la captura corporativa de los organismos reguladores. Según esta perspectiva, deberíamos ver a la privatización actual como la perversión de un modelo legítimo y beneficioso de capitalismo, que debería estar reforzado por una esfera pública fuerte. Su argumento se centra en los cambios en la esfera jurídica y en el control de la justicia.

Por el contrario, la concepción de Dean del «neofeudalismo» es fundamentalmente económica. Defiende un cambio en el modo de producción de la sociedad contemporánea. Al igual que Varoufakis, describe un alejamiento de la competencia y la búsqueda de maximización de los beneficios por parte de líderes empresariales como Zuckerberg y Bezos, y sostiene que ahora están más preocupados por establecer monopolios y extraer rentas.

Esto, según la analogía, refleja el destino de los campesinos rurales medievales, obligados a pagar rentas a los señores monopolistas que los dominaban. Aunque Dean cita con aprobación a Stone y Kuttner, en realidad ambos difieren tanto en su concepción del feudalismo histórico como en su diagnóstico del presente.

Definiciones de feudalismo

Como dejan claro estos ejemplos, el significado y el uso del término «feudalismo» son ambiguos en este tipo de discursos. Hay tres formas principales en que los historiadores definieron al feudalismo, que son incompatibles entre sí a efectos del análisis. Los escritores contemporáneos suelen mezclar estas definiciones.

El primer feudalismo existe especialmente en el imaginario histórico popular. Es el mundo de las jerarquías rígidas encapsulado en la imagen de la «pirámide feudal». Esta idea es un elemento básico en las aulas escolares, en una búsqueda rápida en Google o en la basura que se hace pasar por información a través de la inteligencia artificial.

La visión piramidal del feudalismo describe un sistema social coherente en el que los reyes le concedían tierras a la nobleza a cambio de lealtad y de un servicio militar. Y los campesinos, en la base de la pirámide, cultivaban alimentos y recibían «protección» a cambio. Esta definición tiene una cierta atemporalidad, ya que supuestamente existió durante más de mil años, y una sensación de rigidez, ya que casi nadie podía escapar de este orden piramidal fijo. Es el sistema social que la mayoría de los no medievalistas parecen tener en mente cuando contrastan el presente y el pasado.

Los estudiosos de la Edad Media suelen detestar esta versión del feudalismo. Durante los últimos cincuenta años, los historiadores académicos criticaron esta idea por considerarla demasiado amplia y poco reflexiva en relación con un período dinámico de la historia de la humanidad. Independientemente de lo que puedan sugerir Juego de tronos y su precuela La casa del dragón, la sociedad no permanece inmutable durante siglos y con pocos cambios en la estructura de clases, a menos que contemos a los dragones como una clase.

Además, el término «feudalismo» no se acuñó hasta después del final de la Edad Media. De hecho, desde la década de 1970, los historiadores del mundo anglosajón tendieron a dejar de utilizar esa palabra o a hablar de un «sistema feudal». A veces se refieren a él en broma como «la palabra que empieza por F».

Esto nos lleva al segundo concepto de feudalismo, mucho más específico. Se trata de una idea jurídica que expresa los vínculos mutuos entre un gobernante y sus élites subordinadas (a veces llamadas vasallos). Un gobernante proporcionaba tierras de las que un subordinado podía obtener ingresos y, a cambio, recibía un compromiso legal del subordinado, que debía renovarse con cada nueva generación.

Este compromiso solía implicar el servicio militar, el pago de tributos o diversos derechos para el gobernante. Era el pegamento que mantenía unida a la sociedad elitista. No tenía nada que ver con los campesinos. Esta versión se puede vislumbrar en las imágenes medievales de gobernantes sentados con caballeros arrodillados ante ellos prometiendo tal intercambio.


Ceremonia de homenaje en la Edad Media.

Este feudalismo se limitó a un determinado periodo (aproximadamente entre 1100 y 1400 d.C.), a un lugar concreto (principalmente Francia e Inglaterra) y a unos individuos específicos (sólo las élites). Los historiadores medievales siguen utilizando este concepto jurídico, pero no es el feudalismo que se debate hoy en día. Es demasiado restrictivo, preciso y, bueno, medieval. Aunque su poder simbólico permanece en metáforas como «estados vasallos» o «rendir homenaje», estas expresiones son figurativas, no literales.

El modo de producción feudal

Una tercera interpretación del feudalismo es el modo de producción feudal que, en su formulación marxista clásica, caracteriza el marco económico de una sociedad. Karl Marx estableció varios modos de producción, y otros teóricos contemporáneos ampliaron sus ideas de manera útil.

Los estudiosos marxistas sostenían que el modo feudal de producción se había desarrollado a partir del antiguo modo esclavista. En lugar de requerir mano de obra esclava, una propiedad directamente dominada por un señor, los señores feudales dominaban a una gran masa de campesinos en diversos estados de semilibertad y falta de libertad. Estos campesinos producían alimentos en tierras que le arrendaban a las élites, quienes se apropiaban de una parte del excedente y, en algunos casos, exigían servicios laborales.

Bajo este régimen, el poder de la élite se basaba en la propiedad de la tierra y en el uso de la fuerza coercitiva para confiscar bienes y hacer cumplir las condiciones de tenencia. Las formas concretas de apropiación de los bienes podían variar, derivándose de impuestos o rentas, al igual que las formas legales de confiscación. Para diferenciar el modo de producción feudal de las dos formas no marxistas de feudalismo, historiadores como John Haldon rebautizaron al último tipo como modo de producción tributario.

El problema aquí es evidente: aunque existen similitudes entre las tres variedades de feudalismo, a menos que realicemos una delimitación cuidadosa, es fácil seleccionar una característica de cualquiera de las tres o de todas ellas para formar un feudalismo genérico de un pasado medieval idealizado.

Dean, por ejemplo, cita análisis de los tres grupos para definir su idea: Marc Bloch y Joseph Strayer parecen hablar de una sociedad feudal (forma 1), Susan Reynolds aparece para señalar que los medievalistas debatieron si conviene usar el término (forma 2), mientras que Perry Anderson (entre otros) es citado para hablar del modo de producción feudal (forma 3).

Si combinamos las tres interpretaciones del feudalismo original para crear una imagen del neofeudalismo, la idea se desvincula de tales definiciones conceptuales. Acaba convirtiéndose en una idea transhistórica (y, de hecho, ahistórica), adecuada a un nuevo propósito actual.

El feudalismo en los debates actuales

Este concepto genérico de feudalismo sugiere una falta de progreso y un retorno a una sociedad menos avanzada, con más desigualdad, menos libertades, menos propiedad para las clases no elitistas y menos movilidad hacia la clase elitista. Estas transformaciones aparecen tanto en las ideologías marxistas (como un retroceso del capitalismo al feudalismo) como en las críticas liberales (como el fracaso de una narrativa progresista que se estancó y dió marcha atrás). Nuestro futuro ideal, ya sea el socialismo o una forma más flexible de progreso, se alejó de nuestro horizonte.

Sin embargo, pocos de estos cambios están necesariamente vinculados al feudalismo. Los magnates de la tecnología pueden ofrecerle su lealtad al presidente Trump u otros gobernantes para promover sus objetivos eminentemente capitalistas, que bien pueden incluir la privatización (pero de forma capitalista). Su objetivo es introducirse a sí mismos y a sus empresas en los ámbitos estatales para controlar a las clases más bajas y someterlas a su voluntad.

En ningún caso es esto más evidente que en el de Elon Musk y el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), defensores del control estatal a través de una ideología capitalista: la eficiencia, el poder de mercado y la privatización son su mantra, independientemente de los resultados que produzcan. Ni las justificaciones ideológicas de Musk ni sus objetivos materiales se asemejan al feudalismo de la imaginación moderna, con sus rígidas estructuras de clase, sus expresiones ceremoniales del orden y su sentido ambiguo de la propiedad privada.

El propio Trump está evidentemente menos apegado a las fuerzas del mercado, como demuestra su obsesiva búsqueda de aranceles. Sin embargo, en esto difiere notablemente de gran parte de la clase donante cuyos miembros lo llevaron al poder.

Las figuras de la élite, como Musk, llevan mucho tiempo dominando el poder político mediante la creación de sus propias jurisdicciones privadas. Podríamos hablar del conde Robert de Artois, que aterrorizaba a los campesinos con un lobo domesticado a finales del siglo XIII en Francia, de un barón ladrón de la década de 1890 o de la actual Corporación Disney. Sin embargo, el marco jurídico y económico del conde Robert era totalmente diferente al de los otros dos casos.

El funcionamiento de las jurisdicciones privadas en el siglo XXI es específico de nuestro sistema capitalista actual, que optó por anteponer la eficiencia económica y los beneficios al desarrollo humano y al disfrute de la vida. Tales elecciones y estructuras parecerían totalmente fuera de lugar en la mayoría de las regiones de la Europa medieval, incluida la del conde Robert.

Parte del problema radica también en la aplicación de una noción singular del feudalismo histórico, ya sea que lo equiparemos con una justicia privada desordenada o con un mundo en el que el saqueo o el poder monopolístico son la única vía para la extracción de la riqueza. Ni siquiera podemos hablar de un único «feudalismo» en la Edad Media. Aunque el modo de producción capitalista no estructuraba a la Europa medieval y a Oriente Medio antes de la modernidad, el capital, el trabajo asalariado y los mercados podían, no obstante, dominar en lugares y momentos específicos.

Como argumentó recientemente Chris Wickham, las relaciones de producción capitalistas desempeñaron un papel importante en algunas partes del Mediterráneo oriental entre los años 950 y 1150 d.C., incluso cuando el sistema económico general seguía siendo feudal. Las perspectivas orientalistas sobre el mundo islámico llevaron a minimizar sus elementos capitalistas. La Edad Media sirvió como lienzo en blanco para muchas ideas posibles sobre el feudalismo, con aspectos supuestamente «bien conocidos», como la justicia privada y la depredación, combinados según convenga para satisfacer necesidades actuales.

Capitalismo 2020

Para comprender la versión actual del capitalismo no es necesario recurrir a una caricatura del feudalismo medieval, aunque algunos elementos parezcan similares. Sin duda, el poder jurisdiccional privado se disparó en las últimas décadas, a medida que las grandes empresas ampliaron su alcance a nuevas esferas de la vida. Al mismo tiempo, debemos recordar que incluso el Estado más neoliberal sigue siendo mucho más poderoso y tiene una influencia mucho mayor que sus antecesores premodernos.

Los países actuales pueden parecer débiles en comparación con los Estados y los ámbitos públicos más fuertes de mediados del siglo XX. Sin embargo, aquellos casos representaban un punto álgido del poder público, la movilización sindical y las políticas redistributivas, y no la norma con la que debemos medir al capitalismo actual.

Nos enfrentamos a una transformación dentro del capitalismo, más que a una transición desde el capitalismo. A medida que las plataformas tecnológicas fueron creando datos cada vez más precisos, necesitaron de inyecciones de capital cada vez mayores para ser viables y, en última instancia, obtener beneficios. Algunas se convirtieron en rentistas, como Google, mientras que otras compraron grandes extensiones de bienes inmuebles. En lugar de crear nuevos productos, destruyen a sus competidores y a los mercados existentes para obtener rendimientos cada vez mayores, animando a los inversores a apoyar a empresas deficitarias con la promesa de unos ingresos futuros supuestamente seguros. Aunque Dean tiene razón sobre estos cambios en su obra, ninguno de ellos constituye un nuevo modo de producción. Se trata más bien de un cambio en el funcionamiento del capital.

Si hace medio siglo era habitual que la gente acudiera en persona a un centro comunitario donde podían comprar y vender ropa usada una vez al mes, el Marketplace de Facebook cumple una función similar cada día al capturar el mercado de la ropa usada gracias a su eficiencia. Pero Facebook utiliza simultáneamente los datos recopilados para vender nuevos productos, convirtiendo al consumidor y a su atención en un producto secundario que se le vende a los anunciantes y a los productores de contenidos.

Esta práctica le debe mucho a los modelos psicológicos modernos, desarrollados por los anunciantes y las empresas tecnológicas, y no tiene nada que ver con las relaciones feudales. Shoshana Zuboff, en su libro La era del capitalismo de la vigilancia, conceptualizó este modelo de negocio extractivo y basado en los datos como una colonización cada vez mayor del capitalismo sobre el ámbito de la vida privada y el yo privado. Se trata de una idea mucho más estimulante que la del tecnofeudalismo o neofeudalismo.

No necesitamos el concepto de feudalismo, en ninguna de sus variantes o formas, para explicar los problemas actuales de nuestros respectivos Estados y sistemas. El recurso a modelos arcaicos para explicar los cambios contemporáneos es un síntoma morboso de una época en la que las visiones de un futuro mejor fueron sustituidas por temores opresivos de retroceso y regresión. Las cosas empeoran y mejoran, pero le daríamos demasiado crédito al capitalismo, en sus diversas formas, si lo imaginamos como la antítesis del poder monopolístico, la corrupción privada de la justicia y el dominio político de las élites corporativas.

A menudo los capitalistas definieron a la forma ideal del capitalismo en contraposición con la imagen del feudalismo del «viejo mundo», sobre todo en los Estados Unidos posteriores a la independencia. No debemos tomar estas perspectivas profundamente ideológicas al pie de la letra. No estamos retrocediendo hacia el sistema del que surgió el capitalismo: estamos siendo testigos de una nueva y peligrosa transformación interna del propio capitalismo.

Fuente: JACOBIN

miércoles, 21 de mayo de 2025

Europa se está suicidando

 

 Entrevista de Glenn Diesen  
      Escritor y activista político noruego.


      Economista con doble nacionalidad greco-austaliana. Político y activo escritor.


El politólogo noruego Glenn Diesen entrevistó recientemente al conocido economista Yanis Varoufakis, quien hace un cuestionamiento a fondo de la Unión Europea, que considera se está convirtiendo en un apéndice económico de EEUU.


     Glenn Diesen: Hoy me complace contar con la presencia de Yanis Varoufakis, economista, exministro de finanzas Grecia y también un autor sumamente prolífico. Así que bienvenido al programa, Yanis. Bueno, parece que hemos llegado al final del camino en cuanto a cómo ha funcionado el sistema económico internacional durante las últimas décadas. Trump parece reconocer que Estados Unidos está en una situación difícil y ha iniciado un esfuerzo para reorganizar la economía mundial a su favor, lo que incluye una guerra comercial muy disruptiva. tanto contra adversarios como contra sus aliados. Pero, si nos alejamos un poco de los detalles del día a día, ¿qué es lo que realmente estamos presenciando en cuanto a los objetivos de Estados Unidos y cómo intenta alcanzarlos?

Yanis Varoufakis: En realidad el objetivo de Estados Unidos ha sido el mismo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y probablemente ese objetivo sea Alemania.

Estados Unidos salió de la Segunda Guerra Mundial habiendo heredado esencialmente el imperio británico después que este quedara en bancarrota. La doctrina Truman iba de la mano con el sistema de Breton Woods, así que en esencia todo giraba torno a mantener la producción de industria manufacturera estadounidense después de 1945.


Harry S. Truman.

Su gran temor en aquel momento era que con el fin de la guerra desapareciera la necesidad producir a más del 100% , Estados Unidos se enfrentaba a la seria amenaza de volver a 1929, una gran recesión, una gran depresión. Era el mismo modelo, si se quiere, que el de China hoy en día. En esa época los dirigentes estadounidenses eran lo suficientemente inteligentes como para entender que no se pueden mantener exportaciones netas para siempre, a menos que transfieras parte de tus excedentes a las regiones deficitarias de su sistema económico, para mantener la demanda de sus exportaciones netas.

Así que Europa y Japón se dolarizaron, ya fuera a través del plan Marshall, o de créditos o préstamos privados o públicos. Es decir, una gran parte de los excedentes estadounidenses se enviaban a Europa y Asia para que pudieran mantener las importaciones netas de Estados Unidos.

Ese era el sistema de Breton Woods. Ese sistema estaba destinado a morir en el momento que Estados Unidos dejase de tener excedentes. Y fue entonces cuando “el Trump de aquella época”, un caballero que recordaréis, Richard Nixon, hizo estallar el sistema monetario y sistema comercial mundial que los estadounidenses habían creado.


Conferencia de Bretton Woods.

Así que lo está haciendo Trump ya se ha hecho antes. Un presidente estadounidense ya ha hecho saltar por los aires el sistema financiero y comercial global diseñado y construido por Estados Unidos. Y ese es un periodo, desde mediados de los años 70 en adelante, de un mecanismo global de “reciclaje invertido”.

En lugar de que los excedentes estadounidenses se reciclaran al resto del mundo, los déficits estadounidenses proporcionaron una enorme demanda agregada para financiar su déficit. Para eso era necesaria alimentar el milagro económico alemán, el milagro económico japonés y permitir que el milagro económico chino echara raíces y creciera.

Así que para decirlo de forma vulgar, esencialmente, la economía estadounidense generaba demanda agregada para los exportadores alemanes, japoneses y chinos. A estos se les pagaba con pagarés llamados dólares que regresaban a Estados Unidos través de Wall Street para financiar al gobierno estadounidense, a la bolsa estadounidense y al sector inmobiliario estadounidense. Esa era la situación y por supuesto ese tsunami de capital que llegaba a Wall Street requería la desregulación de Wall Street.

Entonces, los banqueros se volvieron locos. empezaron a construir enormes y gigantescas pilas de derivados tóxicos y este sistema colapsó en 2008. Todo ese sistema entró en una crisis muy grave, con un sistema de reciclaje tan extraño… una suerte de “socialismo” para banqueros. Eso es la flexibilización cuantitativa, la impresión de dinero para los banqueros y austeridad para casi todos los demás.


Crisis financiera de 2007-2008. En rojo, el incremento de riesgo de crédito.

Con este sistema se provocó un colapso muy significativo de la inversión en Estados Unidos y en Europa. Los únicos que realmente invirtieron gran parte del dinero que estaban imprimiendo los bancos centrales fueron los grandes propietarios tecnológicos, ya sabes, los Amazon, los Google, los Meta y así sucesivamente.

Por eso tenemos una nueva forma de capital. la llamo capital en la nube. Y en este contexto, mientras Estados Unidos, estaba siendo diezmado con un proceso de desindustrialización, la clase rentista estadounidense lo estaba pasando realmente muy bien. Las personas que vivían de los mercados financieros y del sector inmobiliario prosperaron enormemente con el reciclaje del dinero y con los beneficios producidos por el déficit comercial de Estados Unidos. Pero si eras un trabajador de la construcción o de la manufactura, un obrero en el medio oeste estaba siendo precarizado. Y entonces llega Trump y declara: “Esto no puede continuar. Nos hemos pasado y voy a hacer que América vuelva a ser grande. En otras palabras, voy a reequilibrar la relación entre el mundo del dólar y la capacidad manufacturera estadounidense, que llegó a ser totalmente desproporcionada”. Dicho de otro modo, las finanzas estadounidenses, el mundo dolarizado, se convirtieron en un parásito gigantesco que se alimentaba de un organismo diminuto: la manufactura estadounidense. Ahora bien, esto no significa que Trump vaya a lograr lo que promete. No significa que porque Nixon tuvo éxito con su shock, Trump vaya a tener éxito con el suyo.

No significa que vaya a haber continuidad, porque no es solo cuestión de lo que haga Trump para este proyecto funcione. La próxima administración y la siguiente también tendrán que participar. Nixon no lo hizo solo. Carter, Reagan y luego Bush continuaron esa política. Así que estamos viviendo tiempos muy interesantes, por decir lo menos.

Glenn Diesen: Bueno, parece que Trump intenta hacer que América vuelva a ser grande y está haciendo esfuerzos por reindustrializar el país y reducir su monstruoso déficit de comercio exterior. Me parece que Trump acertó en parte al tomar el pulso, reconociendo que tal como están la cosas esta situación es insostenible para EEUU. Pero, ¿qué significa esto para Europa? Porque desde la Segunda Guerra Mundial tuvimos una especie de acceso preferencial al mercado estadounidense, también por motivos políticos disfrutamos de energía barata de los rusos. ¿Cómo se están reorganizando los europeos o qué están haciendo en esta guerra comercial que en esencia es construir un nuevo modelo económico?

Yanis Varoufakis: La respuesta es que no mucho. Sea lo que sea que estén haciendo, lo están haciendo en un estado de pánico y sin ninguna planificación. El shock de Nixon fue el mundo que engendró el euro, la eurozona. Porque pensándolo bien, lo que hizo Nixon en 1971 fue expulsar a Europa de la zona dólar.

En 1971 teníamos tipos de cambio fijos con el dólar. En otras palabras, éramos parte de la zona dólar, aunque lleváramos nuestras propias monedas nacionales en los bolsillos. Piénsalo, durante 20 años no tuvimos que comprobar los tipos de cambio porque eran los mismos. Los tipos de interés eran, más o menos constantes, entre un 4 y 5%.

Era un mundo magníficamente aburrido. Era el mundo en que la maquinaria manufacturera alemana se volvió sustancialmente exitosa. Pero, lo que hicieron los estadounidenses en 1971 fue echarnos fuera. Nos arrojaron a los lobos. El secretario del tesoro John Conell iba por ahí diciendo: «No me importa cuál sea tu problema, amigo. El dólar es nuestra moneda, pero es tu problema.»

Y en un estado de pánico total en los años 70, los europeos empezaron a intentar crear su propio sistema de Breton Woods, su propio régimen de tipos de cambio fijos. Esta es razón por la que lo necesitaban crear la Unión Europea, que se construyó como un cartel de grandes empresas.

Claro que el primer nombre fue “Comunidad Europea del carbón y del acero”, que funcionaba como lo hace la OPEP con el petróleo. Los europeos lo hicieron con el carbón y acero. Se trataba de limitar la competencia, tener precios estables, precios acordados, precios de cartel y luego, por supuesto, incluyeron a los agricultores con el tratado de Roma, a quienes les ofrecieron una parte de los beneficios de la industria pesada. Eso es la política agrícola común.

Ahora bien, para que un cartel funcione se necesita tener una moneda común o tipos de cambio fijos. Porque si los tipos de cambio fluctúan, realmente es muy difícil mantener la colusión. Los cárteles son inestables, están sujetos a fuerzas centrífugas y si permites que los precios varíen porque los tipos de cambio varían, entonces no puedes mantener el cártel.

Así que Europa necesitaba otra construcción con una moneda común. Entonces entraron en un proceso. Primero fue el llamado sistema monetario europeo. Después el mecanismo de tipos de cambio. Todo esto fracasó. Así que decidimos federar nuestro dinero, crear una moneda común, el euro.

Pero en el proceso olvidamos crear un tesoro común, olvidamos crear las instituciones democráticas que puedan gestionar la política monetaria de una manera mínimamente democrática. Esto, por supuesto, fue la causa de la crisis del euro.

¿Y cómo afrontó la Unión Europea la crisis del euro? Mediante una austeridad dura, increíblemente dura y mucha impresión de dinero, lo que por supuesto significó que Volkswagen no invirtió nada, porque si recibes ese dinero gratis y los clientes no tienen dinero para comprar Volkswagens caros o máquinas tipo Tesla, las automotrices no invierten en nuevas tecnologías, es muy caro.


La economía alemana se ha ido contrayendo en los últimos años.

Lo que ha pasado es que las empresas se quedaron con el dinero que imprime el Banco Central y fueron a la bolsa de Frankfurt y recobraron sus propias acciones. El precio de las acciones subió y los directivos de Volkswagen se forraron porque sus salarios están vinculados al precio de las acciones. Esto significó que durante 15 años no tuvimos inversión.

Mientras tanto, la política se volvió tóxica porque cuando al aplicar la austeridad al pueblo alemán, francés, o griego y así sucesivamente, todos terminaron odiándose entre sí. Si hoy vas a conversar con los europeos, incluso con los europeos progresistas, y les dices, «¿Qué tal si nos federamos ahora?» Te responden, «Largo, simplemente vete, no me hables de esto».

Estas son personas que hace un tiempo querían una federación europea, así que la política se ha vuelto tóxica. No hay coordinación, no tenemos liderazgo. En su momento, como sabes, yo me opuse abiertamente a alguien como Angela Merkel, ¿verdad? Pero al menos ella era una líder, al menos tenía capital político.

Ahora tenemos pollos sin cabeza corriendo por ahí… un tipo como Merz que ni siquiera logra ser elegido directamente como canciller de Alemania. Tenemos a Macron, un pato cojo. Cuando yo estaba en el gobierno griego había un choque muy fuerte entre el norte y el sur. Ahora tenemos un choque aún peor entre el este y oeste.

¿Por qué te cuento todo esto? Perdona mi respuesta tan extensa, pero tu pregunta es, ¿cómo está respondiendo Europa al shock de Trump? Pues no lo está haciendo, porque para responder necesitas tener un centro coherente de toma de decisiones políticas y no lo tenemos.

En cambio tienes a Merz, que quiere un acuerdo de libre comercio con Trump. Eso es caer directamente en la trampa que Donald Trump está tendiendo. Tienes a un Macron que no quiere eso. Y para más remate ni Merz ni Macron tienen poder sobre la Comisión Europea.

De hecho, Ursula van der Leyen ha creado una pequeña camarilla a su alrededor. Y ella no tiene legitimidad ni apoyo democrático, pero está concentrando el poder en sí misma, haciendo cosas realmente absurdas que no tienen absolutamente ninguna relación con el verdadero problema que tiene Europa. Nos faltan nada menos que unos 600.000 millones al año en términos de inversión. Tenemos un déficit de inversión de 600.000 millones al año y nadie habla de ello.

Y que hacen, ¿sabes? No tengo mucho pelo, pero el poco que tengo me lo arranco porque están hablando de rearme. Van a comprar tanques y torpedos y no sé qué otras ideas idiotas tienen sobre lo que van a adquirir. Esto no va a generar crecimiento. Hará subir el precio de las acciones de Rhine Metal y la industria armamentística. Pero no tendrá ningún efecto macroeconómico para Europa.

Así que en resumen, la respuesta a tu pregunta es que Europa se está quedando atrás.

Glenn Diesen: Creo que la falta de cohesión política y capacidad decisión es un problema clave. Y comparto tu pesimismo respecto al keynesianismo militar, pero un componente fundamental a abordar en el actual shock de la economía internacional es el cambio industrial, que ahora muchos denominan la cuarta revolución.

En particular Europa está quedándose atrás en el sector tecnológico, especialmente ahora que todo se está digitalizando. Vemos que las tecnologías digitales se están fusionando cada vez más con las industrias físicas o las están transformando. ¿Cuáles son los principales retos para Europa en este sentido? ¿Hay algo en camino o simplemente se está subordinando a Estados Unidos?

Yanis Varoufakis: Están intentando subordinarse a un líder como Trump que curiosamente no los quiere como subordinados. Están suplicando: «Déjanos ser tus esclavos.» Y él responde, «No, no quiero que seáis mis esclavos.» Así que en realidad es bastante cómico. Mira, nos hemos quedado atrás en las tecnologías del futuro. La razón de que nos hayamos quedado atrás en la energía verde, como paneles solares, energía eólica y fusión, es porque no hemos invertido nada.

Alemania solía ser el principal productor de paneles solares en el año 2000. ¿Y qué pasó? Dejaron de invertir en ello. Los chinos nos han adelantado en dos revoluciones industriales, no solo en una. Están por delante en la fabricación de paneles solares y en los vehículos eléctricos.

Esa idiotez de que los chinos están inundando el mercado con productos baratos por las subvenciones del gobierno chino es una completa tontería. Simplemente nosotros no tenemos la tecnología de los chinos. ¿Por qué? Porque no se ha invertido. Nosotros hemos pasado los últimos 20 años sin invertir y al final todo esto pasa factura.

Cuando te pierdes 20 años de inversión en plena revolución tecnológica te quedfas fuera. Y lo que han hecho en lugar de invertir es una tontería. En su inmensa necedad pensaron que somos una economía de 500 millones personas y debido a nuestro peso, nuestra magnitud, nuestro tamaño, vamos a regular, vamos imponer nuestros propios estándares al resto del mundo.

Bueno, ya sabes, esa política no funciona durante mucho tiempo. Si no tienes ningún capital en la nube, entonces en algún momento el capital va a superar tus propias regulaciones. La última tontería son los comentarios en Bruselas: si Trump impone aranceles terribles a nuestros productos, a nuestros coches, al aluminio, a nuestros bolsos Hermes y Louis Vuitton, entonces vamos a imponer impuestos digitales a las grandes tecnológicas de Silicon Valley.

Bueno, por cierto, estoy totalmente a favor de los impuestos a las grandes tecnológicas. Lo llamo el impuesto a la nube. He defendido esa idea. Pero, ¿sabes qué? Ni siquiera harán eso porque son unos charlatanes y no lo harán porque a diferencia de los chinos que han desarrollado sus propias grandes empresas tecnológicas, por cada gran empresa tecnológica estadounidense hay un equivalente en China que en realidad es mejor que la estadounidense en cuanto a funcionalidad. Baidu, Tencent, Alibaba y otras, si los comparas, técnicamente son mejores.

Las empresas tecnológicas chinas son realmente mejores que las estadounidenses. Nosotros no tenemos nada en Europa. Y lo que hacemos es vender nuestras empresas tecnológicas. Bolt fue vendido al Silicon Valley, así que no tengo ninguna duda de que si Bruselas intenta tomar represalias contra los aranceles estadounidenses con un impuesto a la nube para las grandes tecnológicas estas chantajearán a Europa simplemente diciendo: «Cortaremos todos los servicios para vosotros, los europeos.»

Y entonces, ¿qué dirá Ursula van der Leyen a los europeos? Porque los europeos no tendrán acceso a YouTube, no tendrán acceso a X. ¿Sabes? Los estadounidenses pueden hacer esto fácilmente. Solo haría falta una semana sin acceso a YouTube para que toda la comisión europea se viniera abajo.

Así que todas estas son amenazas no creíbles en nuestro lenguaje económico. Lo que normalmente se haría para superar estos desafíos, es decir, la dependencia excesiva de un solo actor extranjero, sería buscar una mayor autonomía estratégica, también la soberanía tecnológica, además de diversificar las alianzas externas, pero parece que los europeos se están aislando de otros centros clave, siendo China uno de los más importantes.

Glenn Diesen: Me alegro de que menciones a China porque ellos están desarrollando su autonomía estratégica. están diversificando sus alianzas exteriores. Pero en esta guerra económica los dos actores principales parecen ser, obviamente, Estados Unidos y China, ¿quién tiene las cartas ganadoras? ¿Cómo crees que se va a desarrollar esta guerra económica? ¿Por qué los chinos no están respondiendo de forma más contundente? ¿Cómo interpretas la situación?

Yanis Varoufakis: Los chinos son los adultos en la sala. Son los que están respondiendo de una manera muy conservadora, racional y sensata. Y tienen un plan. Los europeos no tienen un plan. El plan que principalmente nos falta es un plan macroeconómico y de inversión. Eso es lo único que no tenemos. Tenemos todo tipo de otros planes y regulaciones, pero lo que realmente necesitamos no lo tenemos y ni siquiera estamos trabajando para conseguirlo.

Así que permítanme decir que hay tres cosas que deberían haberse hecho ayer, pero al menos hagámoslas hoy. No creo que se hagan, pero déjenme decirles cuáles son. En primer lugar, no hagan nada respecto a Trump. No vayan verle. No respondas con represalias ni vayas mendigando un acuerdo comercial, simplemente ignóralo.

En su lugar, abre una línea de comunicación con Pekín. No estoy diciendo que debamos convertirnos en vasallos de Pekín de la misma manera que fuimos vasallos de Estados Unidos. No, pero sí coordinar. En primer lugar, elimina todos los aranceles que la Unión Europea impuso a China instancias de Estados Unidos.

Esos aranceles sobre los paneles solares, por ejemplo, nos los impuso EEUU. Washington llamó a Bruselas y dijo: «Poned aranceles a los paneles solares porque estamos en guerra con los chinos.» Bueno, ya sabes, ahora los estadounidenses están en una guerra económica con nosotros. ¿Por qué deberíamos estar en guerra con los chinos? ¿Solo porque estadounidenses lo están?

Necesitamos paneles solares. Ellos fabrican paneles solares de muy buena calidad y a un precio muy bajo, Así que compremos esos paneles sin hacer que nuestra gente en Europa tenga que pagar precios desorbitados por algo que necesitamos. ¿De acuerdo? Primer punto, eliminar los aranceles que Europa impuso en nombre de Estados Unidos.

En segundo lugar, coordinar entre el Banco Central Europeo y el Banco de China un programa de estímulo común, porque tanto China como la Unión Europea necesitan un estímulo coordinado para hacer frente a las olas recesivas que se avecinan como resultado del impacto de los aranceles de Trump sobre el comercio mundial.

En tercer lugar, buscar formas de colaborar en la producción conjunta. Ya lo hemos hecho antes. Fueron Siemens y Alst quienes fueron a China y les ayudaron a construir ferrocarriles que ahora son mucho mejores que los nuestros. ¿Por qué no hacemos lo mismo? ¿Por qué no hay empresas conjuntas entre Volkswagen y BYD para producir coches eléctricos en Alemania, por ejemplo? Así que eso es lo primero que haría.

Lo segundo que haría sería poner en marcha un programa de inversión que cubra el déficit de inversión que mencioné antes… de unos 600 ó 700.000 millones cada año. Y la forma de hacerlo no es a través de un fondo de recuperación como el que creamos durante la pandemia, eso es absurdo. Fue una idea terrible porque esencialmente lo que hizo fue gravar a los trabajadores alemanes pobres para dar dinero a los oligarcas en Italia y otros países.

Eso fue como decirle al pueblo alemán y al pueblo holandés: «Nunca más ayudemos a los griegos y a los italianos». Lo que realmente necesitamos es un programa de inversión paneuropeo que no financie gobiernos, sino proyectos concretos que sean potencialmente rentables, estén donde estén, en el sur de Europa, o en el norte de Europa.

Y sabemos que necesitamos unos 600 a 700.000 millones para eso. Ahora no hay tiempo para tener esta discusión sobre los eurobonos y un tesoro federal, porque como dije antes, esa discusión se envenenó hace mucho tiempo, pero tenemos el Banco Europeo de Inversiones que emite bonos. Bueno, denles luz verde para emitir bonos por valor de 600.000 millones de euros cada año durante los próximos 5 años y el Banco Central Europeo debería declarar que si es necesario intervendrá en los mercados secundarios para comprarlos.

Esto significa que los bonos que propongo tendrán tipos de interés inferiores al 2%, quizá incluso menos del 1%, porque serán muy seguros si cuentan con el respaldo del BCE. y coges esos 600, ó 700-000 millones y los inviertes en las tecnologías que tanto nos faltan y lo haces a nivel paneuropeo.

Ni siquiera lo haces a través de los gobiernos. Lo haces mediante un programa europeo de inversión como el plan Marshall. que fue un programa estadounidense de inversión. Así que eso es lo segundo que haría.

Y lo tercero sería crear una cartera digital en el BCE para que cada ciudadano europeo pueda descargarlo desde la tienda de Android o Apple, igual que pueden hacerlo los chinos, porque el Banco Central de China ha proporcionado a los ciudadanos chinos una cuenta bancaria digital gratuita.

Lo que obtienes es que cualquier dinero que tengas en esa cartera genera el tipo de interés overnight del Banco Central, lo cual es una forma fantástica de competir con China. Los bancos comerciales son terribles, pagan poco a los ahorradores y cobran de más a los prestatarios y entonces de repente tienes este nuevo y asombroso ámbito digital de pagos gratuitos, transfronterizos como el de los chinos

Así es como compites con el WCAT chino, con la moneda digital china. Así es como obligas a los banqueros. Básicamente les dices que ya no tienen el monopolio del sistema de pagos. Si quieres ofrecer buenos servicios a los clientes, hazlo.

Glenn Diesen: Antes de terminar, solo una última pregunta, muy rápida. Entonces, ¿por qué no hacemos realmente estas cosas? Sé que antes llamaste a Europa el continente estúpido, pero es por falta de conocimiento e ideología. ¿Cómo lo entiendes tú?

Yanis Varoufakis: Es una combinación de ideología y conveniencia. Tomemos, por ejemplo, el sistema de pagos digitales que mencioné. Los bancos de Frankfort y los bancos de París van a decapitar a cualquier político que sugiera esto porque esencialmente les estás quitando su monopolio sobre el sistema de pagos. Cuando lo propuse en 2015, no solo fui demonizado, sino que fui decapitado discursivamente.

Publicaron todo tipo de tonterías patrocinadas por banqueros que quieren anularme como entidad, porque para ellos es mucho dinero. En cuanto a la organización y creación de este programa de inversión mi opinión al respecto es que el establishment financiero e industrial alemán aún no ha aceptado el euro.

Tenemos el euro desde 1992 ¿verdad? Pero realmente los alemanes no lo han aceptado. Lo han aceptado formalmente, pero quieren mantener su derecho y oportunidad de salir del euro. Ese es el establishment alemán. Nos han permitido usar su marco alemán en forma de euro, pero quieren poder desconectarse y salir, lo que significa que no quieren tener deuda común.

Cuando dicen no a la deuda común esto significa que la Unión Europea no puede tener un programa común de inversiones. Esto es el derecho de Alemania a salir de Europa y no es una idea irracional por su parte, porque es la manera de tener la máxima influencia dentro de Europa. Esta estrategia de salida no la tienen los italianos ni los franceses, porque son países deficitarios.

Un ejemplo es California que no puede salir de la unión del dólar, porque si sale de dólar es imposible saber qué parte de la deuda soberana estadounidense corresponde a California. Así que eso es lo que pasa si estas atado a una deuda común.

Este es mi análisis sobre porqué no están haciendo nada, aunque en el fondo saben lo que hay que hacer. Con la actual política Europa se esta suicidando.

Glenn Diesen: Tu análisis ha sido muy interesante, gracias, Yanis Varoufakis.


Fuente: EL VIEJO TOPO