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martes, 10 de junio de 2025

Arden ‘teslas’, arden ‘waymos’: por qué incendiar coches inteligentes es ya el símbolo de una época

 

 Por Javier Salas   
      Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS.


Los vándalos queman robotaxis de Google en lugar de vehículos policiales mientras las grandes tecnológicas se convierten en la nueva encarnación del abuso de poder


Coches ardiendo el domingo pasado en Los Ángeles.


     Un hombre enmascarado, musculoso, desafiante, que ondea una bandera de México sobre un coche destrozado junto a otros en llamas. A Elon Musk no le gusta lo que ve en Los Ángeles. “Esto no está bien”, ha tuiteado al compartir la imagen más icónica de las protestas californianas contra las redadas trumpistas para capturar inmigrantes. La violencia no da la razón, pero da visibilidad: es el mismo debate cada vez que una protesta tiene ramificaciones violentas.




A Musk, probablemente, lo que más le molesta es la enseña mexicana, pero lo más llamativo, lo verdaderamente icónico, es el coche: un robotaxi de Waymo, una filial de Google que cuenta con una flotilla de coches sin conductor que navegan las calles con ayuda de la inteligencia artificial (IA). Los vándalos los invocaron uno a uno por la app, como quien pide una barricada móvil, y los iban alineando detrás del anterior para luego destrozarlos. Cuando quieres liarla parda y generar un buen alboroto, este tipo de vehículo es perfecto: no tiene conductor que se pueda sentir intimidado, se coloca donde se lo pidas y arde de una forma muy salvaje. “Cuando un vehículo eléctrico se quema, la física cambia. Ya no estás luchando contra un charco de gasolina en el asfalto; estás luchando contra una batería de óxido metálico de alta densidad energética”, explican en Scientific American.


Un vehículo Waymo arde en medio de una intersección durante las protestas en Los Ángeles, California, el 8 de junio de 2025.

En las protestas por la muerte de George Floyd, en 2020, se quemaron y destrozaron coches patrulla policiales. Hoy, frente a la deriva autoritaria de Donald Trump, las víctimas son los autos inteligentes. Primero fueron los Tesla de Musk, cuando el hombre más rico del mundo empezó a diezmar los recursos del Estado. Ahora queman los vehículos autónomos de Google, que tuvo que retirarlos del servicio para impedir que siguieran cayendo como fósforos. La gente se ha dado cuenta de que el nuevo símbolo del abuso de poder, del tecnoautoritarismo que Trump está desatando contra la ciudadanía, son las grandes compañías de Silicon Valley, no los policías. Y como las herramientas tecnológicas que se están desplegando para cercenar derechos fundamentales en EE UU se prueban primero y con más fuerza contra los inmigrantes, es lógico que el rechazo al capitalismo de vigilancia y sus aparatos esté muy presente en una protesta contra la política de acoso a los extranjeros.




Waymo insiste en que las protestas no están relacionadas con su servicio, pero parece claro que los robotaxis representan un cambio con el que mucha gente no está contenta”, escriben en el medio especializado The Verge. Esos coches ya han generado muchos problemas desde que se desplegaron por la ciudad hace solo 7 meses, pero hay un factor decisivo aquí: las cámaras. Las necesitan para orientarse sin conductor, pero terminan grabando su entorno circundante y almacenando las imágenes. Y se sabe que la compañía comparte esas imágenes con las autoridades, incluido el Departamento de Policía de Los Ángeles. En esta guerra, los aparatos con cámaras son colaboracionistas. Los periodistas presentes en los disturbios cuentan que se los menciona como “coches espía”. “Cuando ayer pregunté a algunos manifestantes en el terreno por qué pensaban que se incendiaban los Waymos, me dijeron que los autos ‘espían’ a la gente y podrían estar grabando imágenes de las protestas. Todavía no sabemos exactamente quién prendió fuego a los coches o por qué, pero está claro que más gente percibe los Waymos como una extensión de la infraestructura de vigilancia policial”, explica la periodista especializada Taylor Lorenz.


Un miembro del Departamento de Bomberos de Seattle inspecciona un Tesla Cybertruck en marzo de 2025.

No solo se quemaron los Waymo: también se usaron los patinetes eléctricos de Lime como arma arrojadiza contra los policías y como combustible para avivar los fuegos. Otra tecnología que ha inundado las ciudades, que también vampiriza nuestros datos y que ahora ve cómo su aparente ventaja se explota como vulnerabilidad: desplegados por todos lados, sin profesionales que los protejan, fácilmente localizables. “No hay nadie alrededor que les impida solicitar un coche de Waymo y destruirlo, ni que intervenga en la prematura desaparición del patinete de Lime. Han transformado estas tecnologías indiferentes y extractivas en instrumentos de protesta. Están utilizando el sumidero de responsabilidad como arma”, señala Brian Merchant, autor especializado en el rechazo a las grandes tecnológicas. Es como si los luditas, además de cargarse los telares, los hubieran usado para tejer camisetas con el lema “Abajo el capital”.

A comienzos de año, las víctimas fueron Musk y sus Tesla. Esos coches eran el mayor símbolo —y el más accesible— del ansia de devolverle al magnate la destrucción que estaba provocando en forma de despidos y pobreza. La respuesta de Trump —que se convirtió en vendecoches de su entonces admirado benefactor— fue considerar ese vandalismo como “terrorismo doméstico”, la mejor forma de extremar la politización de esos destrozos. Quemar un coche como el más grave acto político. El fenómeno no se quedó solo EE UU: además de hundirse sus ventas, en Italia se quemaron 17 teslas y otros 7 en Alemania. El vandalismo llegó hasta Australia y Nueva Zelanda. En esa rabia contra los coches inteligentes confluye el rechazo al autoritarismo de Trump, la protesta ludita ante una automatización irresponsable y la repulsa ante el poder desatado de los tecnobros. Todos esos magnates que se rascaron los millones del bolsillo para pagarle la fiesta de coronación a Trump están señalados. Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos y Sundar Pichai (CEO de Alphabet, dueña de Waymo) recogen ahora el rechazo creciente de la ciudadanía.


Uno de los vehículos de Waymo que opera Uber, fotografiado este mes en Austin.

Ya había activistas antiWaymo antes del regreso de Trump a la Casa Blanca. El grupo Safe Street Rebel actuaba en San Francisco contra los coches inteligentes, pero de una forma mucho más pacífica: con un cono naranja. Su ingeniosa forma de boicotearlos al colocarle encima uno de estos conos de tráfico, cegándolo de golpe y dejándolo fuera de servicio con un gesto nada violento, me representa mucho más. Pero el fuego es el fuego: el mandato de Trump comenzó con un Tesla en llamas ante una de sus propiedades, en una imagen tan icónica que muchos pensaron que era falsa, generada por inteligencia artificial. Ahora, mientras su mandato se desliza hacia algo más peligroso, la IA transformada en antorcha de litio se convierte en un símbolo del rechazo que genera todo lo que representan sus políticas. Como escribió Susan Sontag: “Las fotografías son un medio para hacer ‘reales’ (o ‘más reales’) cosas que los privilegiados preferirían ignorar”.

Fuente: El PAÍS

lunes, 9 de junio de 2025

Ignora a Elon Musk. Préstale atención a Russell Vought

 

 Por Branko Marcetic  
      Redactor de Jacobin Magazine y autor de Yesterday’s Man: The Case Against Joe Biden.


Elon Musk fue expulsado de la Casa Blanca de Trump. Su comportamiento errático y sus payasadas lo convirtieron en un blanco fácil para los medios de comunicación. Pero Musk siempre estuvo llevando a cabo la agenda del autor del Proyecto 2025, Russell Vought, que sigue teniendo mucho poder.



     Al abandonar oficialmente la Casa Blanca, Elon Musk se quejó repetidamente de que él y su Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) se convirtieron en el «chivo expiatorio» de la administración, absorbiendo la culpa y la indignación por casi todo lo que hicieron el presidente y su equipo que no le gustó a la gente. Lo curioso es que esta es una de las pocas veces que el multimillonario de Tesla tiene razón en algo.




Durante los últimos cinco meses, Musk fue una bolsa de boxeo muy útil para los demócratas, la izquierda en general, la prensa y cualquiera que quisiera dañar políticamente a la segunda administración Trump. ¿Y quién puede culparlos? Su extraño comportamiento, su flagrante corrupción y su antipatía general eran perfectos para generar clics y compartidos, por no hablar de que lo convertían en un blanco fácil para los críticos de Trump que buscaban vincular al presidente a un barco que se hunde, lo que tuvo consecuencias políticas reales para la administración.




Así que no es de extrañar que, incluso mientras los medios de comunicación publican artículos en los que se hace un balance de la etapa de Musk en el Gobierno, la cobertura esté salpicada de sugerencias de que no se va de verdad y que seguirá ejerciendo influencia sobre la Casa Blanca de Trump desde afuera, por lo que será responsable de lo que esta haga a partir de ahora. Sin duda, esto será al menos en parte cierto, y el público parece estar de acuerdo. Pero intentar mantener el foco de atención en un Musk que ya se marchó puede que no sea tan eficaz políticamente como esperan los críticos, y se corre el riesgo de no comprender lo que realmente está sucediendo en la Casa Blanca de Trump.

La realidad es que, aunque Musk era y sigue siendo un conveniente contrapunto político, incluso cuando estaba en el meollo de la acción en la Casa Blanca, solo hacía el trabajo sucio y práctico de otra persona: Russell Vought, el arquitecto del Proyecto 2025 y director de la Oficina de Gestión y Presupuesto (OMB) de Trump.

Cualquiera que desee pedirle cuentas a la administración Trump, por no hablar de intentar comprender lo que quieren hacer quienes la dirigen, debe dejar de centrarse en el multimillonario y fijar su atención en Vought. Si la política estadounidense fuera Kill Bill, Musk y su equipo DOGE serían los secuaces extravagantes y pintorescos con los que la Novia pasa la mayor parte de su tiempo y energía, mientras el anónimo Bill espera, impasible, y dirige los hilos desde salas oscuras alejadas de la acción.

Cambiar el foco de atención a Vought será complicado, porque pasó este primer semestre de máxima indignación por los recortes a DOGE trabajando en silencio y fuera de la vista, porque es mucho menos mediático y menos propenso a generar clics y audiencias que el escandaloso Musk, y en general es una figura menos errática y más entrenada para los medios de comunicación, por lo que no es probable que cree el mismo conjunto de dolores de cabeza políticos para la Casa Blanca. Pero, aparte del propio presidente, él es la fuerza motriz de la agenda de Trump, y ahora va a empezar a actuar como tal.

El Wall Street Journal informó hace ya un mes que, con Musk fuera de juego, Vought se convertirá ahora en el arquitecto oficial del programa de austeridad de Trump, trabajando con el Congreso para realizar más recortes y obtener la aprobación legislativa de algunos de los ya realizados bajo Musk, al tiempo que recorre los medios de comunicación para vendérselos al público. El domingo pasado, Vough estuvo en la CNN defendiendo los recortes y otras partes de la agenda de la Casa Blanca.


Russ Vought llega a una audiencia ante el Comité de Seguridad Nacional del Senado en el Capitolio, el 15 de enero de 2025.

Pero no es que antes estuviera de brazos cruzados. Vought fue, incluso antes de ser nombrado para un cargo en el Gobierno, el responsable de la desastrosa orden ejecutiva de Trump de enero que suspendía todas las subvenciones federales, que la Casa Blanca se vio obligada a revocar rápidamente. Toda la teoría jurídica y el enfoque en que se basa el DOGE —por la que que el presidente de los Estados Unidos puede simplemente negarse a gastar el dinero que el Congreso ya autorizó para diversos organismos y programas, y puede desmantelarlos o eliminarlos por completo a su antojo— proviene de Vought, que ha estado muy estrechamente involucrado en los recortes del DOGE desde su mismo inicio. En su conjunto, el segundo mandato de Trump siguió muy de cerca el Proyecto 2025, el plan político en cuya elaboración Vought desempeñó un papel fundamental. Y él mismo admitió el año pasado a unos periodistas encubiertos que seguiría influyendo en la política de Trump desde fuera del Gobierno, incluso si no se le concedía un cargo en la Casa Blanca.


La línea entre dónde termina el trabajo del Departamento de Eficiencia Gubernamental de Elon Musk y dónde comienza el de la Oficina de Administración y Presupuesto de Russ Vought es difusa.

Si se analizan los presupuestos y las políticas que Vought redactó y defendió mientras trabajaba en el Congreso o como activista, se comprueba rápidamente que los recortes atribuidos a Musk se habrían producido de una forma u otra mientras Vought estuviera en la Casa Blanca. A lo largo de los años, se manifestó a favor de privatizar el Servicio Postal de Estados Unidos y derogar el Obamacare, así como de recortar o eliminar el Departamento de Educación, Medicaid, USAID, la radiodifusión pública, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, la Autoridad Federal de Aviación y muchos más.

También ayuda a ver hacia dónde es probable que se dirija la administración Trump en el futuro. Vought lleva mucho tiempo teniendo en su punto de mira a grandes prestaciones sociales como la Seguridad Social (que quiere privatizar) y Medicare, y hace dos años reconoció abiertamente que su objetivo es utilizar la actual oleada de recortes para acostumbrar al público a la idea, de modo que en algún momento se pueda atacar a estos grandes programas que antes eran «intocables».

Pero esto es precisamente por lo que Vought podría, de hecho, convertirse para Trump en un lastre político tan grande como lo fue Musk: solo se necesitarían críticas sustantivas y bien dirigidas, menos propicias para los titulares sensacionalistas que las que suscitó Musk. Hasta ahora, eso no sucedió.

La prensa liberal tendió a presentar a Vought como un temible «nacionalista cristiano», un término que no significa mucho para el ciudadano medio y que incluso puede resultar atractivo para un público que sigue siendo mayoritariamente cristiano y que, como cualquier población, considera que su propio interés nacional es su máxima prioridad. Mientras tanto, en su entrevista dominical con el director de la OMB, la periodista de la CNN Dana Bash, dedicó mucho tiempo al tema de la teoría de Vought sobre la «incautación» y su constitucionalidad, un tema jurídico importante pero arcano que probablemente no resulte muy interesante para muchos.

Lo que es acertado y constituye una línea de crítica más eficaz es que la ideología de Vought —un fanatismo militante y antigubernamental que le lleva a considerar como completamente ilegítima la inversión pública en infraestructura y a querer eliminar o vender al mejor postor prácticamente todos los programas gubernamentales, desde Medicaid hasta la NASA— es ajena y poco atractiva para la mayoría de los estadounidenses modernos, incluida la propia base obrera de Trump, y que los perjudicará, a ellos y a sus seres queridos. Una mayoría récord de estadounidenses, la más grande en treinta años, ahora quiere que el gobierno haga más para resolver los problemas del país, no que haga menos o que apenas exista, como sueña Vought.

Si se conoce la historia de Vought, se sabe que toda su carrera estuvo definida por el hecho de que sus objetivos políticos resultaron tan tóxicos para los estadounidenses de a pie, incluyendo a los votantes republicanos, que nunca pudieron promulgarse democráticamente. La gran queja de Vought es que cada vez que redactaba un presupuesto que eliminaba la asistencia sanitaria para la gente y disolvía la mitad del Gobierno (excepto el Pentágono, por supuesto), nunca se aprobaba, porque los miembros republicanos del Congreso que apoyaban de palabra su ideología antigubernamental se echaban atrás cuando al darse cuenta de que sus electores los destrozarían si se atrevían a ponerla en práctica.

Esto es lo que finalmente llevó a Vought a Trump. Vought declaró abiertamente que tanto el consenso político estadounidense como la opinión jurídica mayoritaria están tan lejos de su visión antigubernamental y que la única forma de hacerla realidad es tomar medidas radicales y sin precedentes, como confiarle a un presidente todopoderoso la tarea de desmantelar por sí solo el gobierno federal y declararle la guerra a los demás poderes si se interponen en su camino. Esto es asombrosamente antidemocrático, pero también es antidemocrático por necesidad, en tanto está al servicio de una agenda política que resultaría repulsiva para la mayoría de los estadounidenses si estuvieran debidamente informados al respecto.

De hecho, ya lo demostró: basta con ver la furiosa reacción pública a la suspensión de las subvenciones impulsada por Vought, que obligó a los miembros republicanos del Congreso a presionar a la Casa Blanca para que la revocara, o la ira que los republicanos están expresando en los ayuntamientos por el avance de presupuestos que diezman Medicaid, siguiendo el modelo trazado por Vought.

La salida de Musk debería ser una oportunidad para volver a centrar la atención en Vought, que logró pasar bastante desapercibido durante los últimos cinco meses gracias a la búsqueda de atención del multimillonario de Tesla. Puede que Vought no sea un personaje tan pintoresco, pero si el público supiera con precisión lo que cree y planea hacer, quedaría igual de perturbado por su influencia en la Casa Blanca.


Fuente: JACOBIN

miércoles, 21 de mayo de 2025

Europa se está suicidando

 

 Entrevista de Glenn Diesen  
      Escritor y activista político noruego.


      Economista con doble nacionalidad greco-austaliana. Político y activo escritor.


El politólogo noruego Glenn Diesen entrevistó recientemente al conocido economista Yanis Varoufakis, quien hace un cuestionamiento a fondo de la Unión Europea, que considera se está convirtiendo en un apéndice económico de EEUU.


     Glenn Diesen: Hoy me complace contar con la presencia de Yanis Varoufakis, economista, exministro de finanzas Grecia y también un autor sumamente prolífico. Así que bienvenido al programa, Yanis. Bueno, parece que hemos llegado al final del camino en cuanto a cómo ha funcionado el sistema económico internacional durante las últimas décadas. Trump parece reconocer que Estados Unidos está en una situación difícil y ha iniciado un esfuerzo para reorganizar la economía mundial a su favor, lo que incluye una guerra comercial muy disruptiva. tanto contra adversarios como contra sus aliados. Pero, si nos alejamos un poco de los detalles del día a día, ¿qué es lo que realmente estamos presenciando en cuanto a los objetivos de Estados Unidos y cómo intenta alcanzarlos?

Yanis Varoufakis: En realidad el objetivo de Estados Unidos ha sido el mismo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y probablemente ese objetivo sea Alemania.

Estados Unidos salió de la Segunda Guerra Mundial habiendo heredado esencialmente el imperio británico después que este quedara en bancarrota. La doctrina Truman iba de la mano con el sistema de Breton Woods, así que en esencia todo giraba torno a mantener la producción de industria manufacturera estadounidense después de 1945.


Harry S. Truman.

Su gran temor en aquel momento era que con el fin de la guerra desapareciera la necesidad producir a más del 100% , Estados Unidos se enfrentaba a la seria amenaza de volver a 1929, una gran recesión, una gran depresión. Era el mismo modelo, si se quiere, que el de China hoy en día. En esa época los dirigentes estadounidenses eran lo suficientemente inteligentes como para entender que no se pueden mantener exportaciones netas para siempre, a menos que transfieras parte de tus excedentes a las regiones deficitarias de su sistema económico, para mantener la demanda de sus exportaciones netas.

Así que Europa y Japón se dolarizaron, ya fuera a través del plan Marshall, o de créditos o préstamos privados o públicos. Es decir, una gran parte de los excedentes estadounidenses se enviaban a Europa y Asia para que pudieran mantener las importaciones netas de Estados Unidos.

Ese era el sistema de Breton Woods. Ese sistema estaba destinado a morir en el momento que Estados Unidos dejase de tener excedentes. Y fue entonces cuando “el Trump de aquella época”, un caballero que recordaréis, Richard Nixon, hizo estallar el sistema monetario y sistema comercial mundial que los estadounidenses habían creado.


Conferencia de Bretton Woods.

Así que lo está haciendo Trump ya se ha hecho antes. Un presidente estadounidense ya ha hecho saltar por los aires el sistema financiero y comercial global diseñado y construido por Estados Unidos. Y ese es un periodo, desde mediados de los años 70 en adelante, de un mecanismo global de “reciclaje invertido”.

En lugar de que los excedentes estadounidenses se reciclaran al resto del mundo, los déficits estadounidenses proporcionaron una enorme demanda agregada para financiar su déficit. Para eso era necesaria alimentar el milagro económico alemán, el milagro económico japonés y permitir que el milagro económico chino echara raíces y creciera.

Así que para decirlo de forma vulgar, esencialmente, la economía estadounidense generaba demanda agregada para los exportadores alemanes, japoneses y chinos. A estos se les pagaba con pagarés llamados dólares que regresaban a Estados Unidos través de Wall Street para financiar al gobierno estadounidense, a la bolsa estadounidense y al sector inmobiliario estadounidense. Esa era la situación y por supuesto ese tsunami de capital que llegaba a Wall Street requería la desregulación de Wall Street.

Entonces, los banqueros se volvieron locos. empezaron a construir enormes y gigantescas pilas de derivados tóxicos y este sistema colapsó en 2008. Todo ese sistema entró en una crisis muy grave, con un sistema de reciclaje tan extraño… una suerte de “socialismo” para banqueros. Eso es la flexibilización cuantitativa, la impresión de dinero para los banqueros y austeridad para casi todos los demás.


Crisis financiera de 2007-2008. En rojo, el incremento de riesgo de crédito.

Con este sistema se provocó un colapso muy significativo de la inversión en Estados Unidos y en Europa. Los únicos que realmente invirtieron gran parte del dinero que estaban imprimiendo los bancos centrales fueron los grandes propietarios tecnológicos, ya sabes, los Amazon, los Google, los Meta y así sucesivamente.

Por eso tenemos una nueva forma de capital. la llamo capital en la nube. Y en este contexto, mientras Estados Unidos, estaba siendo diezmado con un proceso de desindustrialización, la clase rentista estadounidense lo estaba pasando realmente muy bien. Las personas que vivían de los mercados financieros y del sector inmobiliario prosperaron enormemente con el reciclaje del dinero y con los beneficios producidos por el déficit comercial de Estados Unidos. Pero si eras un trabajador de la construcción o de la manufactura, un obrero en el medio oeste estaba siendo precarizado. Y entonces llega Trump y declara: “Esto no puede continuar. Nos hemos pasado y voy a hacer que América vuelva a ser grande. En otras palabras, voy a reequilibrar la relación entre el mundo del dólar y la capacidad manufacturera estadounidense, que llegó a ser totalmente desproporcionada”. Dicho de otro modo, las finanzas estadounidenses, el mundo dolarizado, se convirtieron en un parásito gigantesco que se alimentaba de un organismo diminuto: la manufactura estadounidense. Ahora bien, esto no significa que Trump vaya a lograr lo que promete. No significa que porque Nixon tuvo éxito con su shock, Trump vaya a tener éxito con el suyo.

No significa que vaya a haber continuidad, porque no es solo cuestión de lo que haga Trump para este proyecto funcione. La próxima administración y la siguiente también tendrán que participar. Nixon no lo hizo solo. Carter, Reagan y luego Bush continuaron esa política. Así que estamos viviendo tiempos muy interesantes, por decir lo menos.

Glenn Diesen: Bueno, parece que Trump intenta hacer que América vuelva a ser grande y está haciendo esfuerzos por reindustrializar el país y reducir su monstruoso déficit de comercio exterior. Me parece que Trump acertó en parte al tomar el pulso, reconociendo que tal como están la cosas esta situación es insostenible para EEUU. Pero, ¿qué significa esto para Europa? Porque desde la Segunda Guerra Mundial tuvimos una especie de acceso preferencial al mercado estadounidense, también por motivos políticos disfrutamos de energía barata de los rusos. ¿Cómo se están reorganizando los europeos o qué están haciendo en esta guerra comercial que en esencia es construir un nuevo modelo económico?

Yanis Varoufakis: La respuesta es que no mucho. Sea lo que sea que estén haciendo, lo están haciendo en un estado de pánico y sin ninguna planificación. El shock de Nixon fue el mundo que engendró el euro, la eurozona. Porque pensándolo bien, lo que hizo Nixon en 1971 fue expulsar a Europa de la zona dólar.

En 1971 teníamos tipos de cambio fijos con el dólar. En otras palabras, éramos parte de la zona dólar, aunque lleváramos nuestras propias monedas nacionales en los bolsillos. Piénsalo, durante 20 años no tuvimos que comprobar los tipos de cambio porque eran los mismos. Los tipos de interés eran, más o menos constantes, entre un 4 y 5%.

Era un mundo magníficamente aburrido. Era el mundo en que la maquinaria manufacturera alemana se volvió sustancialmente exitosa. Pero, lo que hicieron los estadounidenses en 1971 fue echarnos fuera. Nos arrojaron a los lobos. El secretario del tesoro John Conell iba por ahí diciendo: «No me importa cuál sea tu problema, amigo. El dólar es nuestra moneda, pero es tu problema.»

Y en un estado de pánico total en los años 70, los europeos empezaron a intentar crear su propio sistema de Breton Woods, su propio régimen de tipos de cambio fijos. Esta es razón por la que lo necesitaban crear la Unión Europea, que se construyó como un cartel de grandes empresas.

Claro que el primer nombre fue “Comunidad Europea del carbón y del acero”, que funcionaba como lo hace la OPEP con el petróleo. Los europeos lo hicieron con el carbón y acero. Se trataba de limitar la competencia, tener precios estables, precios acordados, precios de cartel y luego, por supuesto, incluyeron a los agricultores con el tratado de Roma, a quienes les ofrecieron una parte de los beneficios de la industria pesada. Eso es la política agrícola común.

Ahora bien, para que un cartel funcione se necesita tener una moneda común o tipos de cambio fijos. Porque si los tipos de cambio fluctúan, realmente es muy difícil mantener la colusión. Los cárteles son inestables, están sujetos a fuerzas centrífugas y si permites que los precios varíen porque los tipos de cambio varían, entonces no puedes mantener el cártel.

Así que Europa necesitaba otra construcción con una moneda común. Entonces entraron en un proceso. Primero fue el llamado sistema monetario europeo. Después el mecanismo de tipos de cambio. Todo esto fracasó. Así que decidimos federar nuestro dinero, crear una moneda común, el euro.

Pero en el proceso olvidamos crear un tesoro común, olvidamos crear las instituciones democráticas que puedan gestionar la política monetaria de una manera mínimamente democrática. Esto, por supuesto, fue la causa de la crisis del euro.

¿Y cómo afrontó la Unión Europea la crisis del euro? Mediante una austeridad dura, increíblemente dura y mucha impresión de dinero, lo que por supuesto significó que Volkswagen no invirtió nada, porque si recibes ese dinero gratis y los clientes no tienen dinero para comprar Volkswagens caros o máquinas tipo Tesla, las automotrices no invierten en nuevas tecnologías, es muy caro.


La economía alemana se ha ido contrayendo en los últimos años.

Lo que ha pasado es que las empresas se quedaron con el dinero que imprime el Banco Central y fueron a la bolsa de Frankfurt y recobraron sus propias acciones. El precio de las acciones subió y los directivos de Volkswagen se forraron porque sus salarios están vinculados al precio de las acciones. Esto significó que durante 15 años no tuvimos inversión.

Mientras tanto, la política se volvió tóxica porque cuando al aplicar la austeridad al pueblo alemán, francés, o griego y así sucesivamente, todos terminaron odiándose entre sí. Si hoy vas a conversar con los europeos, incluso con los europeos progresistas, y les dices, «¿Qué tal si nos federamos ahora?» Te responden, «Largo, simplemente vete, no me hables de esto».

Estas son personas que hace un tiempo querían una federación europea, así que la política se ha vuelto tóxica. No hay coordinación, no tenemos liderazgo. En su momento, como sabes, yo me opuse abiertamente a alguien como Angela Merkel, ¿verdad? Pero al menos ella era una líder, al menos tenía capital político.

Ahora tenemos pollos sin cabeza corriendo por ahí… un tipo como Merz que ni siquiera logra ser elegido directamente como canciller de Alemania. Tenemos a Macron, un pato cojo. Cuando yo estaba en el gobierno griego había un choque muy fuerte entre el norte y el sur. Ahora tenemos un choque aún peor entre el este y oeste.

¿Por qué te cuento todo esto? Perdona mi respuesta tan extensa, pero tu pregunta es, ¿cómo está respondiendo Europa al shock de Trump? Pues no lo está haciendo, porque para responder necesitas tener un centro coherente de toma de decisiones políticas y no lo tenemos.

En cambio tienes a Merz, que quiere un acuerdo de libre comercio con Trump. Eso es caer directamente en la trampa que Donald Trump está tendiendo. Tienes a un Macron que no quiere eso. Y para más remate ni Merz ni Macron tienen poder sobre la Comisión Europea.

De hecho, Ursula van der Leyen ha creado una pequeña camarilla a su alrededor. Y ella no tiene legitimidad ni apoyo democrático, pero está concentrando el poder en sí misma, haciendo cosas realmente absurdas que no tienen absolutamente ninguna relación con el verdadero problema que tiene Europa. Nos faltan nada menos que unos 600.000 millones al año en términos de inversión. Tenemos un déficit de inversión de 600.000 millones al año y nadie habla de ello.

Y que hacen, ¿sabes? No tengo mucho pelo, pero el poco que tengo me lo arranco porque están hablando de rearme. Van a comprar tanques y torpedos y no sé qué otras ideas idiotas tienen sobre lo que van a adquirir. Esto no va a generar crecimiento. Hará subir el precio de las acciones de Rhine Metal y la industria armamentística. Pero no tendrá ningún efecto macroeconómico para Europa.

Así que en resumen, la respuesta a tu pregunta es que Europa se está quedando atrás.

Glenn Diesen: Creo que la falta de cohesión política y capacidad decisión es un problema clave. Y comparto tu pesimismo respecto al keynesianismo militar, pero un componente fundamental a abordar en el actual shock de la economía internacional es el cambio industrial, que ahora muchos denominan la cuarta revolución.

En particular Europa está quedándose atrás en el sector tecnológico, especialmente ahora que todo se está digitalizando. Vemos que las tecnologías digitales se están fusionando cada vez más con las industrias físicas o las están transformando. ¿Cuáles son los principales retos para Europa en este sentido? ¿Hay algo en camino o simplemente se está subordinando a Estados Unidos?

Yanis Varoufakis: Están intentando subordinarse a un líder como Trump que curiosamente no los quiere como subordinados. Están suplicando: «Déjanos ser tus esclavos.» Y él responde, «No, no quiero que seáis mis esclavos.» Así que en realidad es bastante cómico. Mira, nos hemos quedado atrás en las tecnologías del futuro. La razón de que nos hayamos quedado atrás en la energía verde, como paneles solares, energía eólica y fusión, es porque no hemos invertido nada.

Alemania solía ser el principal productor de paneles solares en el año 2000. ¿Y qué pasó? Dejaron de invertir en ello. Los chinos nos han adelantado en dos revoluciones industriales, no solo en una. Están por delante en la fabricación de paneles solares y en los vehículos eléctricos.

Esa idiotez de que los chinos están inundando el mercado con productos baratos por las subvenciones del gobierno chino es una completa tontería. Simplemente nosotros no tenemos la tecnología de los chinos. ¿Por qué? Porque no se ha invertido. Nosotros hemos pasado los últimos 20 años sin invertir y al final todo esto pasa factura.

Cuando te pierdes 20 años de inversión en plena revolución tecnológica te quedfas fuera. Y lo que han hecho en lugar de invertir es una tontería. En su inmensa necedad pensaron que somos una economía de 500 millones personas y debido a nuestro peso, nuestra magnitud, nuestro tamaño, vamos a regular, vamos imponer nuestros propios estándares al resto del mundo.

Bueno, ya sabes, esa política no funciona durante mucho tiempo. Si no tienes ningún capital en la nube, entonces en algún momento el capital va a superar tus propias regulaciones. La última tontería son los comentarios en Bruselas: si Trump impone aranceles terribles a nuestros productos, a nuestros coches, al aluminio, a nuestros bolsos Hermes y Louis Vuitton, entonces vamos a imponer impuestos digitales a las grandes tecnológicas de Silicon Valley.

Bueno, por cierto, estoy totalmente a favor de los impuestos a las grandes tecnológicas. Lo llamo el impuesto a la nube. He defendido esa idea. Pero, ¿sabes qué? Ni siquiera harán eso porque son unos charlatanes y no lo harán porque a diferencia de los chinos que han desarrollado sus propias grandes empresas tecnológicas, por cada gran empresa tecnológica estadounidense hay un equivalente en China que en realidad es mejor que la estadounidense en cuanto a funcionalidad. Baidu, Tencent, Alibaba y otras, si los comparas, técnicamente son mejores.

Las empresas tecnológicas chinas son realmente mejores que las estadounidenses. Nosotros no tenemos nada en Europa. Y lo que hacemos es vender nuestras empresas tecnológicas. Bolt fue vendido al Silicon Valley, así que no tengo ninguna duda de que si Bruselas intenta tomar represalias contra los aranceles estadounidenses con un impuesto a la nube para las grandes tecnológicas estas chantajearán a Europa simplemente diciendo: «Cortaremos todos los servicios para vosotros, los europeos.»

Y entonces, ¿qué dirá Ursula van der Leyen a los europeos? Porque los europeos no tendrán acceso a YouTube, no tendrán acceso a X. ¿Sabes? Los estadounidenses pueden hacer esto fácilmente. Solo haría falta una semana sin acceso a YouTube para que toda la comisión europea se viniera abajo.

Así que todas estas son amenazas no creíbles en nuestro lenguaje económico. Lo que normalmente se haría para superar estos desafíos, es decir, la dependencia excesiva de un solo actor extranjero, sería buscar una mayor autonomía estratégica, también la soberanía tecnológica, además de diversificar las alianzas externas, pero parece que los europeos se están aislando de otros centros clave, siendo China uno de los más importantes.

Glenn Diesen: Me alegro de que menciones a China porque ellos están desarrollando su autonomía estratégica. están diversificando sus alianzas exteriores. Pero en esta guerra económica los dos actores principales parecen ser, obviamente, Estados Unidos y China, ¿quién tiene las cartas ganadoras? ¿Cómo crees que se va a desarrollar esta guerra económica? ¿Por qué los chinos no están respondiendo de forma más contundente? ¿Cómo interpretas la situación?

Yanis Varoufakis: Los chinos son los adultos en la sala. Son los que están respondiendo de una manera muy conservadora, racional y sensata. Y tienen un plan. Los europeos no tienen un plan. El plan que principalmente nos falta es un plan macroeconómico y de inversión. Eso es lo único que no tenemos. Tenemos todo tipo de otros planes y regulaciones, pero lo que realmente necesitamos no lo tenemos y ni siquiera estamos trabajando para conseguirlo.

Así que permítanme decir que hay tres cosas que deberían haberse hecho ayer, pero al menos hagámoslas hoy. No creo que se hagan, pero déjenme decirles cuáles son. En primer lugar, no hagan nada respecto a Trump. No vayan verle. No respondas con represalias ni vayas mendigando un acuerdo comercial, simplemente ignóralo.

En su lugar, abre una línea de comunicación con Pekín. No estoy diciendo que debamos convertirnos en vasallos de Pekín de la misma manera que fuimos vasallos de Estados Unidos. No, pero sí coordinar. En primer lugar, elimina todos los aranceles que la Unión Europea impuso a China instancias de Estados Unidos.

Esos aranceles sobre los paneles solares, por ejemplo, nos los impuso EEUU. Washington llamó a Bruselas y dijo: «Poned aranceles a los paneles solares porque estamos en guerra con los chinos.» Bueno, ya sabes, ahora los estadounidenses están en una guerra económica con nosotros. ¿Por qué deberíamos estar en guerra con los chinos? ¿Solo porque estadounidenses lo están?

Necesitamos paneles solares. Ellos fabrican paneles solares de muy buena calidad y a un precio muy bajo, Así que compremos esos paneles sin hacer que nuestra gente en Europa tenga que pagar precios desorbitados por algo que necesitamos. ¿De acuerdo? Primer punto, eliminar los aranceles que Europa impuso en nombre de Estados Unidos.

En segundo lugar, coordinar entre el Banco Central Europeo y el Banco de China un programa de estímulo común, porque tanto China como la Unión Europea necesitan un estímulo coordinado para hacer frente a las olas recesivas que se avecinan como resultado del impacto de los aranceles de Trump sobre el comercio mundial.

En tercer lugar, buscar formas de colaborar en la producción conjunta. Ya lo hemos hecho antes. Fueron Siemens y Alst quienes fueron a China y les ayudaron a construir ferrocarriles que ahora son mucho mejores que los nuestros. ¿Por qué no hacemos lo mismo? ¿Por qué no hay empresas conjuntas entre Volkswagen y BYD para producir coches eléctricos en Alemania, por ejemplo? Así que eso es lo primero que haría.

Lo segundo que haría sería poner en marcha un programa de inversión que cubra el déficit de inversión que mencioné antes… de unos 600 ó 700.000 millones cada año. Y la forma de hacerlo no es a través de un fondo de recuperación como el que creamos durante la pandemia, eso es absurdo. Fue una idea terrible porque esencialmente lo que hizo fue gravar a los trabajadores alemanes pobres para dar dinero a los oligarcas en Italia y otros países.

Eso fue como decirle al pueblo alemán y al pueblo holandés: «Nunca más ayudemos a los griegos y a los italianos». Lo que realmente necesitamos es un programa de inversión paneuropeo que no financie gobiernos, sino proyectos concretos que sean potencialmente rentables, estén donde estén, en el sur de Europa, o en el norte de Europa.

Y sabemos que necesitamos unos 600 a 700.000 millones para eso. Ahora no hay tiempo para tener esta discusión sobre los eurobonos y un tesoro federal, porque como dije antes, esa discusión se envenenó hace mucho tiempo, pero tenemos el Banco Europeo de Inversiones que emite bonos. Bueno, denles luz verde para emitir bonos por valor de 600.000 millones de euros cada año durante los próximos 5 años y el Banco Central Europeo debería declarar que si es necesario intervendrá en los mercados secundarios para comprarlos.

Esto significa que los bonos que propongo tendrán tipos de interés inferiores al 2%, quizá incluso menos del 1%, porque serán muy seguros si cuentan con el respaldo del BCE. y coges esos 600, ó 700-000 millones y los inviertes en las tecnologías que tanto nos faltan y lo haces a nivel paneuropeo.

Ni siquiera lo haces a través de los gobiernos. Lo haces mediante un programa europeo de inversión como el plan Marshall. que fue un programa estadounidense de inversión. Así que eso es lo segundo que haría.

Y lo tercero sería crear una cartera digital en el BCE para que cada ciudadano europeo pueda descargarlo desde la tienda de Android o Apple, igual que pueden hacerlo los chinos, porque el Banco Central de China ha proporcionado a los ciudadanos chinos una cuenta bancaria digital gratuita.

Lo que obtienes es que cualquier dinero que tengas en esa cartera genera el tipo de interés overnight del Banco Central, lo cual es una forma fantástica de competir con China. Los bancos comerciales son terribles, pagan poco a los ahorradores y cobran de más a los prestatarios y entonces de repente tienes este nuevo y asombroso ámbito digital de pagos gratuitos, transfronterizos como el de los chinos

Así es como compites con el WCAT chino, con la moneda digital china. Así es como obligas a los banqueros. Básicamente les dices que ya no tienen el monopolio del sistema de pagos. Si quieres ofrecer buenos servicios a los clientes, hazlo.

Glenn Diesen: Antes de terminar, solo una última pregunta, muy rápida. Entonces, ¿por qué no hacemos realmente estas cosas? Sé que antes llamaste a Europa el continente estúpido, pero es por falta de conocimiento e ideología. ¿Cómo lo entiendes tú?

Yanis Varoufakis: Es una combinación de ideología y conveniencia. Tomemos, por ejemplo, el sistema de pagos digitales que mencioné. Los bancos de Frankfort y los bancos de París van a decapitar a cualquier político que sugiera esto porque esencialmente les estás quitando su monopolio sobre el sistema de pagos. Cuando lo propuse en 2015, no solo fui demonizado, sino que fui decapitado discursivamente.

Publicaron todo tipo de tonterías patrocinadas por banqueros que quieren anularme como entidad, porque para ellos es mucho dinero. En cuanto a la organización y creación de este programa de inversión mi opinión al respecto es que el establishment financiero e industrial alemán aún no ha aceptado el euro.

Tenemos el euro desde 1992 ¿verdad? Pero realmente los alemanes no lo han aceptado. Lo han aceptado formalmente, pero quieren mantener su derecho y oportunidad de salir del euro. Ese es el establishment alemán. Nos han permitido usar su marco alemán en forma de euro, pero quieren poder desconectarse y salir, lo que significa que no quieren tener deuda común.

Cuando dicen no a la deuda común esto significa que la Unión Europea no puede tener un programa común de inversiones. Esto es el derecho de Alemania a salir de Europa y no es una idea irracional por su parte, porque es la manera de tener la máxima influencia dentro de Europa. Esta estrategia de salida no la tienen los italianos ni los franceses, porque son países deficitarios.

Un ejemplo es California que no puede salir de la unión del dólar, porque si sale de dólar es imposible saber qué parte de la deuda soberana estadounidense corresponde a California. Así que eso es lo que pasa si estas atado a una deuda común.

Este es mi análisis sobre porqué no están haciendo nada, aunque en el fondo saben lo que hay que hacer. Con la actual política Europa se esta suicidando.

Glenn Diesen: Tu análisis ha sido muy interesante, gracias, Yanis Varoufakis.


Fuente: EL VIEJO TOPO