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domingo, 20 de abril de 2025

China aguanta el pulso arancelario y confía en su gran potencial en tierras raras para batir a Trump

 

      Periodista y analista para Público en temas internacionales. Especialista universitario en Servicios de Inteligencia e Historia Militar.


Pekín descarta claudicar en la guerra arancelaria declarada por Trump y apuesta por doblegar a EEUU en el sector de los minerales, clave para las últimas tecnologías.


     En la guerra comercial global declarada por el presidente de EEUU, Donald Trump, para imponer la hegemonía económica estadounidense, China dispone de un arma que podría poner de rodillas a la principal economía del mundo. De momento, Pekín apuesta por utilizarla para devolver la calma a los mercados e impedir un mayor caos comercial internacional.


La búsqueda de tierras raras se ha convertido en una estrategia fundamental en el mundo.

Se trata de su predominio en el sector de las tierras raras, esos minerales críticos imprescindibles para la manufactura de componentes electrónicos de última generación. China se encuentra en una posición en la que podría obligar a cualquier país a arrodillarse y negociar en este ámbito en los próximos años.

Esos minerales estratégicos son utilizados para elementos tecnológicos militares, del transporte y sobre todo de la comunicación, especialmente en la telefonía móvil. La respuesta china a la guerra comercial declarada por Trump con sus aranceles en ristre, además de elevar sus propias tasas a la importación, ha limitado las exportaciones de esas tierras raras.


Vista aérea del puerto de Shanghái​, epicentro del comercio en China.

China tiene el 61% de la producción mundial de tierras raras extraídas, pero controla el 92% del procesamiento. Es decir, tras décadas de silencioso trabajo en este sector, Pekín domina su cadena de suministro y puede decidir qué empresas son abastecidas de esos elementos químicos.

Estados Unidos y muchos otros países han dependido de China en el suministro de estos minerales procesados y ahora comprueban la distancia abismal que les separa con Pekín. Entre 2020 y 2023, Estados Unidos dependió de China para el 70% de sus importaciones de todos los compuestos y metales de tierras raras.

Por eso, las restricciones chinas a la exportación de estos elementos pueden ser un torpedo bajo la línea de flotación de la tecnología estadounidense, en especial en áreas clave como la industria de la defensa.

La guerra comercial con China no le sale bien a Trump

En estos momentos, EEUU y China mantienen las espadas en alto en su disputa arancelaria, detonada por la decisión de Trump de imponer aranceles comerciales prácticamente al planeta entero. El problema es que con Pekín ha querido dar una lección excepcional, identificando a China como un enemigo a abatir y tratando de someter a los productos chinos al escenario que Trump quiere para la economía estadounidense. Ya lo intentó en su anterior mandato presidencial, entre 2017 y 2021, sin mucho éxito.


El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, después de firmar dos órdenes ejecutivas que dieron lugar a los aranceles recíprocos.

Ahora, totalmente desatado por su control semidespótico de los principales resortes de poder en EEUU, Trump ha creído que podría presionar a los chinos y someterlos a sus caprichos comerciales sin que estos no alzaran ni una ceja. No ha sido así y tras un toma y daca agudizado en las últimas semanas, actualmente los aranceles impuestos por Washington a los productos chinos ascienden a un disparatado 145%, mientras que las tasas chinas a los bienes estadounidenses se han elevado a un 125%.

En tales circunstancias, el daño a las economías mundiales, empezando por la estadounidense y la china, puede ser incalculable. La tensión de la cuerda es muy alta y podría llegar a romperse.

Aunque las instituciones financieras mundiales descartan una recesión generalizada, si las cosas se ponen feas estaríamos ante una crisis económica que recordaría los peores tiempos derivados de la guerra de Ucrania y de la pandemia de covid estos años atrás.

Una crisis mayor

Hace una semana, Trump decidió dar una tregua a la imposición de los aranceles a sus socios comerciales, que sin ser tan desmesurados como en el caso chino, seguían siendo insoportables. Ese respiro no incluía a China, que ha empezado a movilizarse comercial y políticamente para la resistencia.


Trabajadores en una fábrica de Hefei, en China.

Con el tiempo en contra, la Administración Trump pretende tener el control y cerrar las negociaciones con socios y contrincantes en el próximo mes. Respecto a la Unión Europea, la visita de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, a Washington esta semana parece haber desatascado algunas puertas bloqueadas, que podrían abrirse con ciertas cesiones del comercio europeo.

En el caso de China, Trump insiste en que ya hay conversaciones de por medio, pero los avances sustantivos no se ven. Y las amenazas de más inflación y de caída del crecimiento del PIB son reales para Estados Unidos en primer lugar. Pekín se limita a subrayar el error que está cometiendo Trump y a advertir de que tomará las medidas oportunas.

Y ya lo está haciendo, para pánico de los exportadores estadounidenses y de la propia clase política de Washington, que teme una invasión de los mercados por productos chinos muy rebajados en sus precios. Saben que China tiene la fuerza suficiente como para resistir esta oleada y la siguiente.

El doble rasero de EEUU

En un acto de doble rasero y máximo nerviosismo, es la Casa Blanca la que acusa a China de emprender "estrategias agresivas" y dañar a la economía estadounidense. Pero en los propios EEUU ya se empieza a cuestionar la estrategia de Trump y se recuerda que fue éste quien lanzó, al proclamar su "día de la liberación", la primera andanada en una guerra que nadie puede ganar.


Las banderas de Estados Unidos y China en un edificio de una empresa estadounidense de Pekín.

Los últimos aranceles y limitaciones al transporte marítimo chino, con tasas a los buques construidos y operados por China que lleguen a puertos estadounidenses, pueden subir los costes del transporte marítimo global, perturbar la estabilidad de la cadena de suministros y aumentar la inflación sobre todo en EEUU, como argumentó el portavoz de Asuntos Exteriores chino, Lin Jian.

No parece, pues, que vaya a funcionar ese plazo de "tres o cuatro semanas" del que habló Trump este jueves para alcanzar acuerdos arancelarios con todo el mundo, menos aún con China. La tregua parcial de 90 días declarada la semana pasada ya está contando y el reloj avanza sin demora. Todo el mundo sabe, sin embargo, que sobre estos acuerdos pende la espada de Damocles de la confrontación entre EEUU y China.

China se mueve con cautela; en EEUU sube el nerviosismo

La inquietud cunde en la Casa Blanca. "La pelota está en el tejado chino, es China quien ha de dar el primer paso", afirman en Washington los hombres de Trump. Pekín, entretanto aguarda. Aguarda y espera incluso que el presidente estadounidense pida una cumbre con el líder chino, Xi Jinping, para arreglar las cosas al máximo nivel. Ello supondría una victoria china sin paliativos y muy evidente a los ojos de todo el mundo.

La visita que el presidente chino acaba de finalizar por el sudeste asiático no es casual. Es ese movimiento que demandaba Trump, solo que Xi Jinping lo ha dado en una dirección contraria a la que esperaba el mandatario estadounidense. El mensaje es evidente: China ofrece estabilidad allí donde EEUU está promoviendo el caos.

Que la visita haya sido a una de las zonas comerciales de mayor auge en el mundo, además vecina de China, marca la fuerza del mensaje en una región, Asia Pacífico, donde Trump ha declarado una y otra vez que quiere izar la bandera de EEUU sin que ninguna otra le haga sombra.

El jaque mate chino de las tierras raras

Ahora queda ver el impacto que puede tener en esta guerra arancelaria la decisión china de meter al comercio de tierras raras en la trifulca. Los 17 elementos químicos que conforman las llamadas tierras raras no son tan raros ni difíciles de hallar. El problema es que no se encuentran en casi ninguna parte en los volúmenes precisos para su extracción, explotación, manufacturación y comercio de cara a la fabricación de componentes de telefonía móvil inteligente, pantallas, tecnología médica, láseres, coches eléctricos, cuadros de mando de los aviones de combate más avanzados, circuitos para submarinos, mecanismos sofisticados para satélites y muchos otros usos.

Esas tierras raras son el escandio, el itrio, el cerio, el lantano, el neodimio, el praseodimio, el prometio, el europio, el holmio, el erbio, el terbio, el iterbio, el tulio, el lutecio, el samario, el gadolinio y el disprosio.

Y es China, como se ha indicado, la que detenta casi todo el potencial en su producción y procesamiento, para disgusto de Trump, quien parece que es ahora, y de repente, cuando se ha dado cuenta del patinazo que puede haber dado al declararle al gigante asiático su cruzada arancelaria.

China tiene las mayores minas del mundo de al menos siete de esos elementos químicos raros, con una producción anual de 270.000 toneladas métricas frente a las 40.823 toneladas métricas extraídas en EEUU.

Fabricantes destacados en la industria de la defensa y aeroespacial de EEUU, como Lockheed Martin o Boeing, asisten muy preocupados al pulso entre Pekín y Washington, tras estar sufriendo ya las restricciones chinas. Los emporios del automóvil eléctrico, las comunicaciones y la computación tiemblan más, si cabe.

Si a merced de esta guerra de aranceles global, Pekín impone su monopolio en esos minerales estratégicos, China podría lanzar un jaque mate a EEUU y las consecuencias serían no solo económicas.

El riesgo de guerras regionales por los recursos

A la caza de esas tierras raras y otros metales estratégicos, como el cobalto, el coltán o el tántalo, Washington ya está evaluando una presencia militar en África para desplegarse en países ricos en esas reservas, como la República Democrática del Congo, y desplazar allí a las empresas chinas que comercializan esos minerales.

La misma semana que Trump lanzaba su guerra arancelaria global, su asesor especial para África, Massad Boulos, viajaba al Congo para negociar la ayuda militar que puede prestar EEUU a ese Gobierno a fin de librarlo de la guerrilla del M23 y del apoyo a ésta por parte de Ruanda a cambio de la adquisición de sus reservas de minerales estratégicos.

En un corto espacio de tiempo, África podría arder en guerras locales con EEUU, Rusia, China o Francia apoyando a Gobiernos o milicias rebeldes a fin de controlar la producción de esos minerales imprescindibles también para la fabricación de baterías de teléfonos móviles, ordenadores portátiles y tabletas, y el resto de destinos de última tecnología ya mencionados.

Si en el pasado se desataron guerras por el oro, las especias, el opio o el petróleo las próximas contiendas podrían ser por las tierras raras. Y tanto EEUU como China estarán de una u otra forma implicados.


Fuente: Público

jueves, 10 de abril de 2025

Crónicas de La Caída

 

 Por Antonio Turiel  
      Ecologista y licenciado en Físicas y Matemáticas. Doctor en Física Teórica.


     En vista del curso de los acontecimientos que se están sucediendo a escala global, inauguro con este post lo que me temo que acabará siendo una serie de ellos, con capítulos de regularidad seguramente arbitraria y que se irán extendiendo a lo largo de los próximos años. La temática de todos estos posts será ir haciendo un retrato de los procesos que van a llevar a nuestra sociedad al proceso irreversible de descenso energético y material que sabíamos que era inevitable por razones geológicas, pero que probablemente se va a ver acelerado en algunos momentos por las decisiones políticas. Para mi es muy difícil decir si acelerar el proceso de descenso energético y material es algo bueno o malo: por un lado, es positivo por la disminución de los problemas ambientales y porque deja disponibles recursos que pueden hacer más y mejor falta después; pero por el otro, acelerar el descenso va a comportar problemas sociales muy graves que si no son bien gestionados pueden acabar siendo peores aún, incluso causar el colapso de algunas sociedades. A este complejo proceso, en el que nos moveremos entre el colapso y la adaptación, es a lo que he denominado (a falta de mejor ingenio a estas horas del día) La Caída.


Pero vayamos con las cuestiones del momento.


La atención de los medios de comunicación occidentales está centrada en los nuevos aranceles que acaba de aprobar la administración Trump. Aranceles para los que Trump y los suyos han buscado grotescas e inverosímiles explicaciones, pero la realidad de los cuales es mucho más prosaica, como de hecho ha quedado claro en algunas declaraciones de miembros de su gabinete: el objetivo es reducir el déficit comercial de los EE.UU., idealmente hasta que sea cero. Es por eso que los aranceles son diferentes para cada país o región, ya que son proporcionales al déficit comercial que los EE.UU. tienen con cada uno de ellos si éste supera el 10%, y para los que están por debajo les impone un arancel mínimo del 10% (incluso a los países con los que tiene superávit). Hay algunas excepciones curiosas a estos aranceles universales, la más notable la de Rusia, con la excusa de que las sanciones aún en vigor han reducido el comercio estadounidense con los rusos a prácticamente cero - un ejercicio de hipocresía que muestra una vez más cómo Trump ha llegado a un acuerdo de mutua comprensión con Putin. Es también notable que en este cálculo se fijan solo en bienes tangibles, excluyendo los servicios, ya que estos últimos arrojan una balanza positiva para los EE.UU. y diluirían los aranceles calculados.


El horror y los aranceles a su lado.

Los efectos de esta aplicación universal de aranceles no se han hecho esperar. EE.UU. es el mayor importador (y también el segundo mayor exportador) de mercancías del mundo, por un valor de 3,2 billones de dólares el año 2024. Una cifra más que considerable, dado que el comercio mundial representa unos 33 billones de dólares, de los cuales unos 24 billones son importaciones de bienes tangibles. Por tanto, las importaciones de los Estados Unidos representan el 13% de todas las importaciones del mundo, y por eso mismo el impacto de estos aranceles universales por ese país va a tener un efecto devastador sobre la economía mundial. Algunos analistas apuntan a unas pérdidas en el comercio de alrededor de 1,6 billones de dólares, que es aproximadamente el superávit comercial global; pero es demasiado pronto para saber con certeza el efecto final, porque obviamente a los aranceles impuestos por EE.UU. habrá una respuesta de magnitud similar por parte de los países afectados.

De manera inmediata, aparte de hundir las bolsas, los aranceles van a provocar una gran inflación en los EE.UU., por lo menos en los bienes de importación, y por diversos efectos dicha inflación podría contagiarse al resto del mundo. Al tiempo, va a producirse un descenso generalizado de la actividad económica en todo el mundo, y eso va a llevar a una considerable reducción del consumo de materias primas y, por tanto, caídas notables en el precio de las mismas y particularmente en el de la energía (como se está viendo ahora mismo con la caída del precio del petróleo). Sin embargo, la carestía de los bienes de consumo y la más que probable desinversión en nuevos yacimientos (o inclusive en mantenimiento de los actuales) van a originar que la producción de petróleo y otras materias primas que están empezando sus curvas de descenso (uranio, cobre, plata) aceleren su caída productiva. Eso quiere decir que en un plazo de unos meses, un par de años a lo sumo, lo que vamos a ver es lo contrario: que el precio de las materias primas repuntará con fuerza.

El objetivo para nada disimulado de estos aranceles que ha implantado Donald Trump es conseguir la relocalización en tierras estadounidenses de las fábricas que marcharon hacia la China y otros lugares con mano de obra más barata. Lo cual, como han señalado algunos analistas, es un poco absurdo, no solo por el tema de la competitividad económica, sino porque los EE.UU. pretenden ser una potencia exportadora y al mismo tiempo mantener al dólar como divisa de reserva (esto es, como moneda de uso obligatorio en todo el planeta para la adquisición de algunos bienes, como por ejemplo el petróleo). Obviamente, hacer las dos cosas a la vez es claramente contradictorio: si los EE.UU. tuvieran superávit comercial, eso querría decir que sus compradores tendrían que gastar sus dólares para comprar los bienes americanos y por tanto no lo tendrían para la adquisición de materias primas que se denominan en dólares. Para los EE.UU., que el dólar sea moneda de reserva les beneficia porque les permite financiar sus déficits (simplemente imprimiendo más) y exportar la inflación. Pero el coste de esos privilegios es la desindustrialización y un déficit constante en la balanza comercial. A la administración Trump le preocupa sobre todo lo primero, porque hace su país más dependiente del exterior y con menos empleos de media y baja cualificación para mantener empleada a la masa de su clase media.

¿Cómo cuadrar entonces el círculo de querer reindustrializarse y al tiempo conservar el privilegio de contar con la divisa de reserva? La administración Trump ya ha pensado en eso también, pues son conscientes de la contradicción en términos: según dicen, estarían dispuestos a rebajar los aranceles si los beneficios comerciales de los otros países se utilizan en inversiones productivas en los EE.UU. Es una solución perfecta para los EE.UU., pero desgraciadamente desde el punto de vista del resto del mundo rima bastante bien con extorsión.

Obviamente el plan de Trump puede fracasar ya que tiene enormes riesgos, entre otros que la nueva situación fuerce a los BRICS a acelerar su plan de establecer una divisa comercial alternativa, y también que el comercio mundial se reconfigure dejando bastante al margen a los EE.UU. Por lo pronto, eso sí, el Día de la Liberación Económica norteamericano nos envía a una recesión económica de caballo a nivel mundial. En la desorientada Europa, la combinación de la imposición americana con el inmoral y desnortado plan de rearme puede ser económicamente mortal. Europa corre un riesgo existencial y podría acabar disgregándose por culpa de la agitación social que puede emerger en medio de este caos. De esta caída. De La Caída.


Trump muestra la Declaración de Independencia Económica. 2 de abril de 2025.

Muchas otras cosas están teniendo lugar, al margen de las maquinaciones y evoluciones de Trump y los suyos. En este momento hay una profunda crisis de combustibles que está afectando a América Latina y a África. ¿La razón? La dificultad de mantener la producción de diésel, como sabemos. A la espera de la nueva edición del tradiciona post sobre el pico del diésel, he tomado los datos de la Joint Oil Data Initiative y replicado la gráfica de los valores mensuales de diésel y gasoil producido por las refinerías del mundo (a partir de abril de 2023 no hay datos de Rusia, así que uso como valor constante 1,7 millones de barriles diarios para ese país, que está en la franja alta de variación de su producción en los últimos años). La gráfica resultante (hasta diciembre de 2024) es la siguiente:


Producción mundial en refinería de diésel y gasoil desde abril de 2023.

Como pueden comprobar, después del bache de la COVID la gráfica recupera la tendencia decreciente que comenzó ya en 2018, con fuertes variaciones mensuales pero con un comportamiento tendencial fuertemente decreciente, situándose en la actualidad alrededor de un 12% por debajo de los máximo de producción del período meseta que se extendió de 2015 a 2017. Este faltante de diésel no se está distribuyendo homogéneamente entre todos los países del planeta, y así, mientas en la UE no falta diésel, su escasez es particularmente aguda ahora mismo en Bolivia, y en ese país está afectando gravemente al transporte por carretera y a la minería, y en última instancia a la producción y distribución de alimentos: los problemas de desabastecimiento son tan graves en ciertos departamentos que han llevado a muchas personas a emigrar a Perú. No solo es Bolivia: los problemas de carestía e incluso escasez de van repitiendo por toda la región, con mayor o menor intensidad: Colombia, Venezuela, Cuba e incluso en algunos momentos en Argentina. El problema también es bastante grave y generalizado en África: Nigeria, Níger, Sudáfrica, Malawi, Zambia, Mozambique... En muchos casos, la escasez de combustible se ve acompañada con cortes del suministro eléctrico, por el recurso que se hace en algunos países a la electricidad generada consumiendo diésel y fueloil. Por si todo lo anterior fuera poco, la recurrencia de eventos extremos, con intensidades y frecuencias de repetición nunca antes vistas, está asolando medio mundo y exacerbando la penuria de zonas ya afectadas por los otros problemas (por ejemplo, las lluvias torrenciales en Bolivia). Rara es la semana en la que no se produce un gran evento de ámbito regional, desde la cadena de tornados que sacude en este momento los estados centrales de EE.UU. o las inundaciones récord en el centro del país, hasta las olas de calor (en Brasil o en Rusia, por ejemplo), pasando por la formación de borrascas completamente anómalas. Ahora mismo, por ejemplo, el vórtice polar amenaza con desplazarse a Europa Oriental y podría matar a los árboles que están comenzando su floración primaveral. El clima está entrando en una situación caótica, mientras la temperatura media del planeta no baja de los +1,7ºC con respecto a la media preindustrial. Pero nadie habla de este caos, ya que todo la atención está centrada en las decisiones de unos pocos hombres al otro lado del Atlántico. De hecho, muchas de estas otras noticias, que pueden desencadenar procesos de escasez que marcarán los próximos años, están pasando completamente desapercibidos. Y, lo que es peor, no se toman medidas efectivas para adaptarnos a ellos o mitigarlos.


Reunión entre el Consejo de la OTAN y Rusia en Bruselas a finales de enero de 2022, un mes antes de que empezara la guerra en Ucrania.

La gran ironía de la situación actual es que el plan arancelario de Trump, con su efecto devastador sobre el comercio mundial, va a originar sin duda una disminución de la degradación ambiental, comenzando por una reducción del consumo de combustibles fósiles. Ésas son las paradojas de La Caída.

En todo caso, prepárense, porque las próximas semanas y meses prometen ser moviditos. Nos veremos por aquí.


Fuente: The Oil Crush