Águilas: miedo e intimidación en el paraíso
No quiero tocar el asunto del intento de revocación de mi título de Hijo Predilecto de Águilas para no calentarme ni perturbar la serena reflexión de quienes tienen que asumir ese marrón y tratar de salir del atolladero. Así que me voy a centrar en algo que me ha asombrado y cabreado en estos días en que he tenido que frecuentar al Ayuntamiento en sus niveles administrativos, que es cuando he percibido, por transmisión angustiada desde varias personas, un miedo denso y documentado, un cierto terror ante las maniobras que ahí tienen lugar y una silente insurgencia frente a la impunidad con que esto viene desarrollándose.
Tampoco voy a citar nombres -algo relativamente innecesario, dado que vengo señalando a esa Casa Consistorial desde hace algún tiempo, sin que en mis artículos falten nombres y apellidos- sino que voy a transmitir la indignación que me acomete, y que debe de alcanzar a los aguileños de bien (la mayoría, desde luego), el que la Casa de todos, la sede municipal, el centro de la voluntad popular del pueblo, se esté convirtiendo en centro de miedo y desconfianza por las maquinaciones que aumentan, y se espesan, teniendo como origen el aparato administrativo y, por muñidor y consentidor, el poder político.
Qué poca gracia tiene esto, hay que ver a qué estamos llegando: a sentir miedo en una parte sensible del funcionariado y preocupación entre algunos ciudadanos que son objeto de amenazas e intimidaciones, como yo mismo declaro. Así que se nos llena la boca de ensalzar las excelencias de nuestro pueblo, su espectacular Carnaval, su atrayente verano, sus playas paradisíacas, etc., y resulta que en el núcleo duro de la vida municipal ha germinado el miedo: miedo a que te perjudiquen, a que se promocione y premie a quien no lo merece, a la manipulación de las contrataciones de personal, al espectáculo diario de incumplimientos -simultáneos con el abuso en la gestión- por parte de ciertos personajes clave en la administración municipal y, ¡oído cocina!, al envalentonamiento de la ultraderecha, bien situada en la Casa, ante la que la mayoría socialista no muestra intención de hacer frente. Pues sí que vamos a mejorar la imagen de Águilas, sí, y sus pretensiones de paraíso litoral.
Es de ese envalentonamiento de Vox y sus gentes de lo que quiero advertir, ya que ahí está la causa de mis recientes preocupaciones, y para que el pueblo aguileño tenga un conocimiento claro y específico de los temores que anidan y maltratan al funcionariado municipal. Y es por esto por lo que transito desde la agresión silenciosa (más no por ello menos aguda) a ciertos funcionarios municipales, a la sufrida hace unos días por mí mismo (en modo verbal, pero ciertamente preocupante) por la interpelación burda y chillona de la parte de un ciudadano aguileño hacia el que desde ese momento me he propuesto guardarme y del que no me extrañaría una segunda agresión (tan excitado lo vi).
Fue, en efecto, el martes 25 de noviembre pasado a las 13 horas cuando fui hostigado en plena calle Conde de Aranda de Águilas, a un paso de la entrada lateral del Ayuntamiento, por una persona que no conocía y que se identificó como “padre del secretario accidental del Ayuntamiento de Mazarrón” quien, después de echarme en cara el haber citado a su hijo en un artículo mío de pocos días antes, pasó a insultarme y a retarme a una pelea en descampado, a lo que respondí que, siendo yo periodista e informador sobre numerosos temas desde hace medio siglo en Águilas, Murcia y España, si él tenía alguna queja sobre el artículo que lo hiciera expresamente a la dirección editorial de la publicación, aunque veía más oportuno que fuera su hijo, el aparentemente afectado, quien lo hiciera.
Como no le acepté ni los insultos soeces ni su sugerente propuesta de pelea, me prohibió que volviera a poner a su hijo, el funcionario de Mazarrón, “en relación con el secretario municipal de Águilas”, lo que me dejó atónito (y totalmente perplejo cuando, al poco, supe que el bronquista es amigo íntimo del susodicho secretario de Águilas, con el que se reúne prácticamente cada día en su despacho municipal). Añadió el provocador, a voz en grito que “si lo vuelves a hacer te voy a mandar un amigo”, que repitió incluso cuando le pedí que lo hiciese, para que alguno de los presentes pudiera oírlo.
Plasmé mi denuncia en el Cuartel de la Guardia Civil de Águilas (y en Fiscalía de Murcia, y en Delegación del Gobierno), por sus amenazas y enfrentamiento provocador, inaceptables en una sociedad pacífica y civilizada, que fácilmente me evocó el estilo mafioso al anunciarme el “envío de un amigo”. Y pedí a los agentes que se tomaran en serio esta amenaza verbal y la investiguen y aclaren trasladándola a los Juzgados, ya que esa conducta, claro objeto de condena, parece aludir a la existencia de sicarios e incluso a una presunta relación del citado agresor con alguien que se dedique a la violencia por encargo.
Aproveché para recordar a la Guardia Civil el incendio de la puerta de mi domicilio de Águilas, de claro tipo terrorista, la noche del 16 al 17 del pasado junio, denunciado también en este Cuartel y del que no he tenido después información policial ni judicial alguna. Este es otro motivo de preocupación -más allá del mío- para la ciudadanía de Águilas, que debe investigarse por lo que pudiera tener de relación con este otro episodio más reciente, y por si hubiera que acumularlo, dado el carácter claramente intimidatorio de ambos sobre mi persona y mi legítima actividad periodística, a las pesquisas e informaciones oportunas sobre actos de esta índole, inadmisibles en un Estado de Derecho.
Y en esas estamos: ¡oído, paraíso!


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