Respingos de la calor (7 de 10)
Queda claro que el empeño sionista por despejar de palestinos la tierra ocupada, según planes elaborados ya en 1938, conlleva una “limpieza étnica” que adquiere un papel principalísimo para quienes tienen como objetivo perpetuar su dominio político en esa tierra invadida y ocupada. Israel se enfrenta, desde su misma concepción preestatal, a esa “carrera demográfica”, en la que el objetivo es eliminar por todos los medios la presencia de población palestina, conteniendo en primer lugar su progresión, y aumentando la presencia y el establecimiento de judíos (o así considerados). De ahí el elevado número de niños, o menores, muertos en las distintas operaciones militares del ejército israelí, con una proporción del orden del 30/40 por 100 de las víctimas civiles totales, y la violencia expresa de los colonos fanáticos cuando atacan, con el respaldo del ejército, a sus vecinos despojados, de entre los que nunca faltan los niños. Las informaciones ya cifraban el pasado 15 de agosto en 40.000 los asesinados en Gaza en los diez meses transcurridos desde el comienzo de la guerra, siendo el 69 por 100 del total menores de edad (16.500) y mujeres (11.100), sectores de población que son claves en el futuro demográfico de Palestina.
Aunque se habla menos de la parte femenina de esta masacre, por el horror que produce el infanticidio, hay que prestarle la atención debida, sobre todo cuando se ha de vincular con el militantismo de la mujer palestina, que hace que en las cárceles israelíes se vaya incrementando también esta presencia. Esto se viene produciendo de modo muy intenso desde que se inició la última guerra en Gaza, que el Gobierno israelí ha tomado como pretexto para impulsar la represión de militantes en Cisjordania, con la habitual detención indiscriminada de civiles, así como un nuevo y masivo impulso a la colonización y la apropiación ilegal de suelo palestino.
Los medios volcados en la causa palestina, a los que nunca sorprenden las “novedades” de la crueldad israelí, vienen difundiendo el caso de la prisionera Jalida Jarrar, militante, universitaria y exparlamentaria del Consejo Nacional Palestino, que actualmente se encuentra sometida a un severo régimen de aislamiento en la prisión para mujeres de Neve Tirtza, en Ramla (donde desde 2019 hay dos centenares de mujeres detenidas). El caso de Jalida resulta especialmente cruel por haber sido recluida en un habitáculo de 2 por 1,5 metros, sin ventilación y con un calor asfixiante, desde que, tras ser detenida en diciembre de 2023 en el marco de las represalias masivas realizadas en Cisjordania por la guerra de Gaza, haya pasado por dos prisiones y la prórroga de su confinamiento, completamente arbitrario al no haberse emitido acusación alguna contra ella.
Jalida Jarrar es investigadora en el Instituto Muwatin por la Democracia y los Derechos Humanos, de la Universidad palestina de Bir Zeit, de donde fue secuestrada durante su actividad académica. Ha sido encarcelada en varias ocasiones desde 1989, haciéndose más frecuentes sus detenciones desde 2015, tanto por ser miembro relevante del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) como, sobre todo, por su incansable lucha por los prisioneros palestinos y los derechos, en particular, de las palestinas detenidas. Unos derechos que ha defendido tenazmente como representante palestina en el Consejo de Europa y con sus actividades acusatorias hacia Israel ante el Tribunal Penal Internacional, tras ser aceptada Palestina en esta institución.
Debido a su popularidad, ya en 2015 su detención generó una vasta campaña de solidaridad en todo el mundo. De nuevo fue arrestada en 2019, y aunque durante su encarcelamiento tuvo lugar la muerte de una hija, se le negó el derecho a ver su cuerpo y de asistir a su funeral; fue liberada en 2021, tras de lo cual contó su experiencia en el libro Our Visión for Liberation. Engaged Palestinian Leaders & Intellectuals Speak Out (2022), cuyos redactores fueron los intelectuales israelíes Ramzy Barud e Ilan Pappé, y que recoge las opiniones de numerosos arqueólogos, historiadores, juristas, periodistas, artistas, escritores, educadores, cineastas, historiadores, líderes comunitarios, políticos y espirituales… sobre la situación y el futuro de la tierra palestina, sus instituciones y sus aspiraciones.
El régimen colonial de ocupación israelí acumula unos 9.500 palestinos en prisión, de los que el 40 por 100 lo son en calidad de detenidos administrativos, sin acusación concreta, pruebas o juicio previsto. Este panorama se ha visto agravado por varios miles de palestinos capturados en Gaza desde que empezó el último enfrentamiento. Las autoridades no dan ninguna explicación -ni los tribunales penales se lo exigen- a este abuso habitualmente ejercido por el ejército israelí, que posee la potestad de emitir, y realizar, detenciones administrativas que sin acusación alguna autorizan la retención por seis meses (que se suelen prolongar por años), siendo prácticas habituales la tortura, la agresión sexual y las humillaciones de todo tipo; así lo revelan tanto los testimonios de los propios prisioneros como los informes de las organizaciones israelíes e internacionales que tienen acceso a las prisiones.
Una nota de especial insania israelí viene dada por la acumulación de víctimas palestinas cuyos cadáveres son retenidos sin entregar a sus familiares, a la espera de futuras negociaciones de intercambio de prisioneros, que son episodios en los que el contingente palestino liberado siempre es notablemente mayor que el israelí. En relación con este hecho, las organizaciones de solidaridad con los presos palestinos contabilizan 552 militantes identificados, de los que -otra particularidad de la inhumanidad inherente a la represión israelí- 256 de ellos se encuentran en los llamados “cementerios de números”, sin que los finados puedan estar nominados correctamente. Los otros 296 cadáveres están almacenados en las morgues y frigoríficos habilitados al efecto desde la legislación de 2015 que se refiere a esta práctica atroz del encarcelamiento de cadáveres.
Estas informaciones aclaran que, de ese total de cuerpos, 55 corresponden a menores de 18 años y 9 a mujeres pertenecientes a las diferentes facciones de la resistencia palestina. De estas mujeres, tres se auto inmolaron en 2002 y 2003, otras tres, las más jóvenes, fueron tiroteadas desde puestos de control israelí, una fue asesinada por un colono armado y dos murieron en operaciones guerrilleras de combate contra las fuerzas israelíes; de estas, se destaca el caso de Dalal el-Mugrabi, toda una referencia en el movimiento de resistencia palestino, que murió tras un ataque en Tel Aviv y el secuestro de un autobús, y cuyo cuerpo no se quiso devolver a sus familiares con el pretexto de que no se le podía identificar en el “cementerio de números”, enviándoles a cambio, las autoridades israelíes, un ataúd lleno de piedras.
La espantosa realidad es que estas detenciones y aprisionamientos, masivos y discrecionales, convierten a los territorios ocupados en “la cárcel más grande de la Tierra”, como reza el título de uno de los libros más documentados de Ilan Pappé, historiador israelí muy crítico con el Estado de Israel y el sionismo que lo sostiene; ya que tanto Cisjordania como Gaza son territorios sin libre comunicación con el exterior, y muy restringida con el propio Estado de Israel, y donde además el ejército israelí se reserva el acceso cuando y como considera pertinente. Pappé se refiere al caso de Gaza como “modelo de prisión de máxima seguridad llevado a sus últimos extremos”, por la exigüidad del espacio vital y la sanguinaria represión periódica a que se somete a sus más de dos millones de habitantes.
Esta práctica del “secuestro de cadáveres” de los combatientes palestinos, hombres y mujeres, tampoco parece conmover a los Estados protectores de Israel, que prefieren mirar hacia otro lado; y, por supuesto, resultan inútiles las condenas de las organizaciones humanitarias. Viene a ser como un “corolario” siniestro en el triple marco de las políticas israelíes de eliminación de la “masa palestina” indeseada, que contemplan -según el tiempo histórico, la coyuntura política y los planes militares- la expulsión de la población originaria desde sus pueblos y tierras hacia los Estados árabes vecinos y los campamentos de refugiados, el confinamiento en los territorios ocupados, habitados por millones de seres humanos sin derechos políticos o civiles, y el asesinato en masa cuando la ocasión se presta a ello, como es el caso actual de Gaza.
Unos y otros dolor y tragedia ¿ a quién conviene ? Animales con armas y siempre niños y mujeres debajo y soportando . No cambia nada . Intereses de comerciantes.
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