jueves, 20 de noviembre de 2025

La paradoja de la COP30: el Sur Global pagará 238.000 millones de deuda en 2025 mientras espera financiación

 

 Por Jaume Portell Caño     
      Periodista especializado en economía y relaciones internacionales.


Los representantes de la sociedad civil de países africanos resaltan la necesidad de conseguir financiación para hacer frente a las necesidades de sus países. La crisis climática ha lastrado el acceso de poblaciones muy empobrecidas del Sur Global a la salud y a la nutrición. Estos mismos países pagarán en total, desde 2015 y hasta 2031, 3,5 billones de dólares a sus acreedores. El 38% del dinero va a pagar a inversores del sector privado


Activistas presionando a los gobiernos del Norte durante la recta final de las negociaciones.


     LCOP30 de Brasil acaba mañana con un reto pendiente que sigue sin resolverse: la financiación. En el encuentro de Bakú, el año pasado, la distancia entre los países ricos y los países pobres se plasmó en dos números: los pobres pedían 1 billón de dólares de inversión anual para adaptarse al cambio climático y transformar sus sistemas energéticos; los ricos acabaron ofreciendo el compromiso de llegar a los 300.000 millones de dólares anuales antes de 2035. Esta edición llegaba con la voluntad de abrirse a la sociedad civil y marcar un punto de inflexión, pero se deshinchó antes de empezar por la lista de bajas.


Un camión en la carretera principal que conecta las principales ciudades de Somalilandia, al norte de Somalia.

La ausencia de los líderes de Estados Unidos, India, Rusia o China han dejado un mayor protagonismo al anfitrión, Brasil, y a la Unión Europea. Con todo, el guión ha sido parecido al de ediciones anteriores: la premisa previa —‘hay que parar el cambio climático’— es aceptada por la mayoría de asistentes, pero las diferencias empiezan a aparecer en cuanto se discuten las soluciones. El clima, sin embargo, no espera a los acuerdos de la COP. La de Brasil ha sido la primera tras la superación de los 1.5 grados centígrados de calentamiento respecto a la era preindustrial. Se trata del límite que los Acuerdos de París de 2015 estipularon para evitar las consecuencias de un cambio climático que, para muchos países africanos, se conjuga en presente.


Santiuste de San Juan Bautista, municipio de Segovia, durante uno de los episodios de canícula el pasado verano.

Zambia: el doble golpe de la sequía

África apenas ha producido el 4% de las emisiones, pero sufre las peores consecuencias del cambio climático”, critica el activista de Action Aid Michael Mwansa. Esta organización enfocada en la lucha contra la pobreza ha enviado a miembros de varios países africanos a esta reunión, y Mwansa ha venido desde Zambia. Este país, rico en cobre, hizo impago de su deuda en 2020 y desde entonces negocia los términos de pago con sus acreedores. Mwansa no comparte las propuestas de los países del Norte Global: “El Reino Unido, Canadá, Japón o Noruega nos proponen la financiación privada como solución, pero no ponen dinero de facto encima de la mesa”, dice. Considera que los préstamos agravarían todavía más la crisis económica de países como el suyo.




En Zambia el cambio climático ha aumentado las sequías y las inundaciones, un doble golpe que ha dañado tanto a la agricultura como a la producción de electricidad, pues el 88% del mix eléctrico es de origen hidroeléctrico. Mwansa recuerda la urgencia para lograr soluciones para países como el suyo: “Mientras hablo contigo, en Zambia están sufriendo cortes de electricidad de dos horas al día. No hay economía que funcione en estas condiciones. Nuestras comunidades acaban viviendo a oscuras. La crisis energética acaba en niños muriendo en las unidades de curas intensivas: cuando dejan de funcionar las máquinas, la mortalidad aumenta”, cuenta.

u país posee con minerales críticos para la transición energética, pero Mwansa ironiza preguntándose para quién serán estos minerales: “Una transición justa debería ser también la oportunidad de utilizar nuestros recursos para mejorar el nivel de vida de nuestra gente”, propone.

Una crisis con rostro de mujer

Muchos activistas y asistentes del Sur Global han estado presentesen varias COP, ya sea de forma virtual o en persona, y han visto como los compromisos de ediciones anteriores ni siquiera llegaron a cumplirse. Sin embargo, eso no les resta su empeño. Norwu Kalu Harris es una feminista de Liberia curtida en mil batallas en su país, donde ha luchado para obtener leyes para resolver problemas que van desde la lucha contra la violencia sexual hasta el acceso a la tierra para las mujeres. Kalu Harris cuenta que en este país de África occidental la mayoría de las personas que trabajan la tierra son mujeres, pero que raramente acceden a la propiedad de ésta. Esto las deja en una situación especialmente vulnerable al cambio climático: trabajar una tierra alquilada y perder la cosecha implica la ruina. “En este encuentro queremos poner encima de la mesa la importancia de la agroecología, y el rol que debe tener en contraste con la agricultura industrial. Liberia está en la primera línea del cambio climático”, declara Kalu Harris.

Liberia, país productor de caucho y madera, entre otras materias, apenas se beneficia de los ingresos por estas ventas, motivo por el cual la sociedad civil liberiana propone aumentar los impuestos de estas exportaciones para asegurar una compensación justa para las comunidades locales. Con todo, Kalu Harris alega que la movilización local de recursos en su país no puede ser un sustitutivo de la financiación global que han venido a buscar a Brasil. Al igual que en Zambia y en muchos otros países del sur global, el cambio climático está directamente ligado al acceso a lo más básico: “Tenemos muchos problemas que van desde la sanidad al acceso al agua, pasando por la inseguridad alimentaria”, dice Kalu Harris. En Liberia, el 75% del arroz que se consume es importado, y viene sobre todo de la India. Cualquier shock climático o político en el sur de Asia se traduce en precios más altos del alimento más básico en Liberia.

Los pagos de deuda desde París: 200.000 millones de dólares al año

Pese a que los países del Norte concentran la mayor parte del PIB mundial, cada vez representan a menos población a nivel global, algo que Mwansa esgrime como un argumento de peso: “El grupo de 77 más China somos 134 países. Si tenemos financiación para adaptarnos climáticamente, los riesgos de daños y pérdidas se reducirán muy considerablemente; pero si no somos capaces de pasar de la teoría a la práctica, esta conversación seguirá en marcha año a año”, insiste en recordar. Sin embargo, hasta ahora estos no han sido capaces de doblegar la falta de voluntad política de los países más ricos.

Más allá del debate climático, la cuestión de la deuda es otro de los telones de fondo importantes para los países de África, América Latina o el sur de Asia: mientras piden más fondos para la adaptación climática, sus pagos de deuda no han parado de aumentar durante la última década. Entre 2015 —el año de los acuerdos de París— y 2031, el Banco Mundial cuantifica en 3,5 billones de dólares la cantidad de pagos de deuda a acreedores desde las regiones del sur de Asia, América Latina y el Caribe, y África subsahariana. De esta cifra, el 38% acabará en los bolsillos de tenedores de bonos, cuyo tipo de interés en los préstamos osciló entre el 3% y el 8% anual.

Dicho de otra manera: de media, este grupo de países pagó —y pagará— más de 200 000 millones de dólares anuales a sus acreedores, concentrados especialmente en los países que se niegan a financiar la agenda climática. Por ese motivo, Michael Mwansa marca una hoja de ruta para el continente africano que considera que debe pasar por la unidad: “Ningún país se salvará solo, el cambio climático nos afecta a todos. No conseguirás ayudar a tu país consiguiendo un par de préstamos a cambio de perjudicar a millones de personas. No podemos hacer esto, sería como una traición. Y ya no podemos permitirnos traicionarnos a nosotros mismos”, zanja.


Fuente: EL SALTO

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