jueves, 6 de noviembre de 2025

La gran mentira detrás de los ataques de Trump a los barcos

 

 Por Timothy Snyder   
      Historiador estadounidense y profesor de la univesidad de Yale.


     Cuando anuncia una política agresiva, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, suele ofrecer alguna justificación grotesca —una ficción sin sentido que se supone que debe quedar grabada en nuestras mentes como fundamento de la violencia. Cuanto más nos traguemos estas mentiras ahora, más difícil nos resultará cuestionar futuras falsedades, porque eso pondría en tela de juicio nuestra visión de nosotros mismos como seres inteligentes.

Esta es la magia de la Gran Mentira, tal y como explicó Hitler en Mein Kampf : contar una mentira tan descabellada que la gente simplemente no pueda creer que es falsa. La mayor mentira de Hitler fue afirmar que una conspiración judía internacional era la causa de los varones de Alemania, un chivo expiatorio al que podía culpar de cualquier problema y absolver a otros de cualquier responsabilidad. En 1939, Hitler y sus propagandistas difundieron también falsedades desacreditadas sobre Polonia —que no existía realmente como Estado— y, también, que era el agresor que había desencadenado la Segunda Guerra Mundial.

Las grandes mentiras de Trump son casi innumerables. Quizás la más versátil sea que su política se centra en frenar el comercio ilícito de fentanilo . Al principio de su segundo mandato, Trump afirmó que Canadá atacó primero a Estados Unidos al permitir que el fentanilo cruzara libremente la frontera. Y, en realidad, ¿no debería convertirse en el Estado número 51 de Estados Unidos?

Esta denuncia fue un pretexto para imponer aranceles a las exportaciones canadienses. Pero cuando Trump mete en la misma bolsa a Canadá y México y afirma que el fentanilo “entra a raudales” por las fronteras con ambos países, está mintiendo. En 2024, solo alrededor del 0,2% del fentanilo incautado por las autoridades fronterizas estadounidenses procedía de Canadá, lo que ni siquiera se mencionaba en la Evaluación Nacional de Amenazas de Drogas de 2024 de la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos.


Integrantes de la Grupo Operativo Lagarto, brazo armado del Cártel Jalisco Nueva Generación, en noviembre 2023.

Pero en los últimos meses, la Administración Trump ha urdido una fantasía geopolítica aún más siniestra: los ataques militares contra pequeñas embarcaciones en aguas internacionales son necesarios para disuadir el narcotráfico. Estos ataques, que muchos expertos consideran claramente ilegales, se han concentrado frente a las costas de Venezuela y han causado la muerte de al menos 61 personas hasta la fecha. Aunque es ampliamente reconocido que estos ataques no detendrán el flujo de fentanilo hacia Estados Unidos, Trump ha declarado que su Gobierno seguirá “matando a quienes introducen drogas en nuestro país”.

El asesinato extrajudicial de presuntos narcotraficantes tiene menos que ver con el narcotráfico y más con la proyección de poder —y puede que incluso con un cambio de régimen. Si bien los vídeos de los atentados se han viralizado en las redes sociales, no hay pruebas de que las víctimas fueron narcotraficantes. De hecho, el vicepresidente JD Vance bromeó en septiembre sobre el asesinato de pescadores inocentes, diciendo que él “no iría a pescar ahora mismo a esa zona del mundo”.

Asimismo, según informes, la Administración Trump autorizó operaciones encubiertas de la CIA en Venezuela y desplegó sus portaaviones más avanzados en el mar Caribe. Esta demostración de poderío militar pretende ser un espectáculo político. El peligro radica en que podría escalar hasta convertirse en un conflicto imposible de ganar e interminable.


El portaviones Gerald R. Ford.

La tragedia radica en que la crisis de los opioides ha sido un elemento esencial de la experiencia estadounidense durante el último cuarto de siglo. Estados Unidos tiene la tasa de mortalidad más alta del mundo por opioides, debido en gran medida al sistema de “atención médica” con fines de lucro que orienta a las personas hacia los analgésicos, pero no incentiva los cuidados intensivos ya largo plazo necesarios para tratar la adicción.

La crisis se originó por una estrategia lucrativa de Purdue Pharma, la empresa farmacéutica estadounidense que desarrolló y comercializó agresivamente el popular analgésico opioide OxyContin. Si bien OxyContin fue responsable del aumento inicial de muertes por sobredosis, muchos consumidores recurrieron a la heroína y ahora al fentanilo —unas 50 veces más potente que la heroína— al no poder obtener más recetas para el producto más vendido de Purdue Pharma.




Los estadounidenses que viven en los epicentros de la crisis de adicciones tienden a votar a los republicanos; Sin su apoyo, Trump nunca habría resultado electo. Trump y Vance están familiarizados con la epidemia de opioides, en el sentido de que ven la fuente de sufrimiento como un recurso político que puede utilizarse contra el enemigo que elijan —ya sea un aliado como el primer ministro canadiense, Mark Carney, o un adversario como el presidente venezolano, Nicolás Maduro—.

En sus memorias de 2016, Hillbilly Elegy , Vance relata cómo su madre, una enfermera con fácil acceso a medicamentos bajo receta, era adicta a los fármacos. Sin embargo, su discurso político sobre inmigración y seguridad ha creado una narrativa diferente, en la que Vance culpa a otros países —“el veneno que cruza nuestra frontera”— de los problemas de su madre. De ello se deduce que los estadounidenses deben ver sus adicciones como un ataque externo.

Es importante entender la psicología que están explotando a Trump y Vance. Los adictos tienden a culpar a otros de su condición. El auge de la extrema derecha en la política estadounidense ha elevado esta mentalidad a la categoría de plataforma nacional. La creencia de que alguien más debe ser responsable de los problemas del país ha llegado a influir en la política exterior, y la administración Trump ha inventado historias cada vez más absurdas, como por ejemplo que cada ataque a un barco venezolano salva 25.000 vidas estadounidenses.

Las mentiras funcionan porque desvían la culpa. Responsabilizar a otros países de la crisis de los opioides es una forma atractiva de externalización moral para los estadounidenses. Pero una ficción de tal magnitud requiere que se construya toda una realidad alternativa a su alrededor. Trump y su administración están adoctrinando a la prensa y al público estadounidense para que asocien los ataques a los con la detención del flujo de fentanilo y otras drogas, un claro ejemplo de las falsedades que los imperialistas cuentan antes de lanzar guerras condenadas al fracaso.

Las guerras empiezan con palabras, lo que implica que estas deben tomarse en serio antes de que estalle el conflicto. Solo desenmascarando a los grandes mentirosos y diciendo las pequeñas verdades podemos tener alguna esperanza de frenar la presidencia cada vez más agresiva de Trump.


Fuente: EL PAÍS

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