domingo, 5 de octubre de 2025

Aquella brisa de los veranos de antes (17 de 20)

 

 Por  Pedro Costa Morata
       Ingeniero, periodista y politólogo. Ha sido profesor en la Universidad Politécnica de Madrid. Premio Nacional de Medio Ambiente.


Israel y los ilustres ignorantes


Los mitos de Israel, es decir, sus falsedades y falseamientos, impregnan la historia mundial y la conciencia de muchos millones de ciudadanos del mundo, no solo los que pertenecen al tronco religioso o cultural judeocristiano. A esto contribuyen líderes políticos, periodistas, escritores o intelectuales, tanto si se trata de ignorancia o desgana por conocer la realidad como si es cosa de mentes retorcidas que, captadas por la propaganda israelí o sencillamente debido a su mala voluntad, se expresan alineándose con los crímenes de Israel, aun con disimulo. y de alguna manera los justifican.

Quiero tomar en consideración cuatro casos de personalidades -dos políticos, un escritor y un intelectual- que se han expresado acerca del actual genocidio israelí en Gaza, tratándolos de la forma diferenciada propia de cada uno. En primer lugar, es José María Aznar, expresidente del Gobierno y notable conservador, fracción pro ultra, quien en sus dominios de la Fundación FAES, evitando calificar de genocidio los sucesos de Gaza, insistió en atribuir al ataque de Hamás del 7 de octubre y al secuestro de rehenes poco menos que la responsabilidad de las masacres (aunque él aludió a los 65.000 asesinados como “lo que está haciendo Israel”, sin más precisión), dando a entender que si esos rehenes fueran liberados la paz volvería a la Franja. Una indecencia de quien en su momento y siendo jefe del Gobierno de España, se mostró partidario de los derechos palestinos y ahora niega el Estado palestino. Sin embargo, lo que a este cronista le pareció más destacable fue este aserto: “Si Israel pierde, Occidente se pondrá al borde de una derrota total”.


José María Aznar (Europa Press).

Lo que me recordó que durante el franquismo España era el “centinela de Occidente”, a más de histórica y denodada defensora de la fe y el cristianismo, y ahora este papel lo ha cedido nuestro prohombre, a modo de traición imperdonable, al Estado sionista, a fin de cuentas una creación de ayer, como quien dice, escuchimizado y lleno de ruidosos criminales y fanáticos de una fe que ni es la verdadera ni puede compararse con la nuestra, la cristiana surgida en su momento para superar a la judía y a toda su tradición. Así que, para Aznar, Israel es el muro de contención de Occidente, este mundo político y religioso que a base de una superioridad neta e incontestable ha asombrado a la Historia con su civilización, sus masacres, su arte, sus esclavos, su fe, sus colonias, su filosofía, sus guerras de exterminio, etcétera. Con todo lo que perdería el mundo en caso de que Israel fuera destruido por unos cuantos miles de milicianos malamente armados y asediado por varios millones de seres hambrientos y descuartizados. Pero recalquemos, por si fuera necesario, que en términos no excesivamente relativos Israel resulta el Estado más sanguinario de la Historia (a más de artificial e ilegítimo), lo que incluye esa parte del relato bíblico auto atribuido por más que resulte fantasioso, pero casi siempre violento y perturbador; y teniendo esto en cuenta, ni Israel ni ese Occidente que lo acoge tienen en conjunto demasiado de qué enorgullecerse.

Al poco, Felipe González -que podría haber sido al alimón con Aznar, tanta es su coincidencia y tantas las veces que se juntan-, otro expresidente empeñado en iluminar la mala marcha de los asuntos de España (desde que fuera desalojado del poder), se dirigía a su auditorio con amenazante gesto de dinosaurio iracundo y mirada flamígera y cuellicorta, con la delicada frase de que “si queremos que Israel deje de matar a niños y mujeres, que Hamás suelte a los rehenes”. Interpretaba, así, lo que es generosa política israelí desde 1948, tratando a los palestinos, como todo el mundo sabe y él mismo, con ecuanimidad y equilibrio, y así lo dicen las cifras: si Hamás retiene medio centenar de rehenes en condiciones penosas, las cárceles israelíes retienen, sin juicios ni delitos, a unos diez mil presos palestinos, por supuesto que lustrosos y bien atendidos. González sabe muy bien que este ataque a Gaza, con ser el más terrorífico, es el quinto o sexto en veinte o treinta años, sin que esas otras veces se esgrimieran como pretexto para masacrar a cientos o miles de palestinos civiles, nada más que los modestos ataques defensivos gazatíes.


Felipe González (Europa Press).

 Este socialista, que lo ha traicionado todo en esta vida, fue el artífice de que su Gobierno reconociera en 1986 al Estado de Israel, frente a la evidente hostilidad de la opinión pública española, a la que se no se le consultó. Lo que en aquel momento fue calificado por Felipe Gonzáles como un “reto histórico”, cediendo a la presión de la UE y de la Internacional Socialista, fue una concesión indecente a un Estado que ya era un baldón para la Humanidad. El verborréico Felipe mejor debiera esconderse y cortarse las venas por tan fatídica aportación al mundo. (Me importa recordar la condena que varios amigos periodistas hicimos de aquel reconocimiento diplomático, sabiendo lo que acarrearía: España-Israel: un reencuentro en falso, de 1987.)



España-Israel. Un reencuentro en falso (1987).

Destaco a una tercera figura opinante, la del escritor Arturo Pérez Reverte quien, en una entrevista en “El Hormiguero”, tras reconocer que ante el conflicto de Gaza siente la contradicción de “detestar y simpatizar, a la vez, a palestinos e israelíes”, enjuicia a Hamás calificándolo de “movimiento criminal, terrorista y fanático religioso” pero se olvida de añadir, aunque solo sea por prolongar esa situación de contradicción en la que se ve inmerso, que Hamás también es “un movimiento de la resistencia palestina de siempre, anticolonial y de liberación”; y no creo que esté dispuesto a defender que haya diferencias sustanciales de Hamás con los movimientos primeros de la resistencia palestina, como Al Fatah, FLP, FPLP… de los que hace años que no se habla como tales, y que llevan vegetando a la sombra -desprestigiada, incluso traidora- de la Autoridad Nacional Palestina; Hamás es la continuación, con sus circunstancias, de la misma lucha originaria.


Pérez Reverte en 'El Hormiguero'.

Porque la violencia y las atrocidades son inevitables en cualquier movimiento anticolonial, y así lo muestra la historia de las luchas habidas de ese tipo en África y Asia que aun así ni llegan ni pueden llegar a la violencia y las atrocidades del poder colonial, que nunca capitula si no se lo desafía con la fuerza de las armas (estoy seguro que Pérez Reverte conoce muy bien los casos del FLN argelino y del FNL vietnamita). Violencia y política merecen un análisis medido y matizado, no vaya a ser que se deslegitime el derecho de autodeterminación e independencia de tantos pueblos en el mundo y la historia (que es lo que exigen los palestinos con toda la razón desde 1922, si no antes) por la violencia utilizada como medio, generalmente necesario, para lograrlas.

De todas formas, lo que más me ha interesado de esa entrevista es la frase “quien diga -y hay mucho estúpido diciéndolo- que tiene claro quién es el bueno y el malo en ese conflicto, una de dos, o es tonto perdido o se lo han contado mal”. Todo ello en el estilo sobrado y desafiante del personaje, que no por ello deja de mostrar evidente debilidad si no es capaz de resolver esa doble contradicción personal, lo que debiera urgirle. Lo del bueno y el malo no viene a cuento en un caso como éste, en el que tan claro está, o debiera estarlo, quién es el invasor y asaltante, el colonizador y el criminal en la historia de Palestina desde las últimas décadas del siglo XIX, todo agravado bajo el protectorado británico, que consintió la inmigración masiva de europeos que no tenían nada que ver -étnica, histórica o geográficamente- con Palestina. Lo que dio lugar a la autoproclamación del Estado de Israel sobre una base ilegítima (religiosa y mítica), por medios ilegales (la Declaración Balfour, la previsión del Mandato, la decisión de partición del territorio por la Asamblea General de las Naciones Unidas) y un desarrollo atroz, violento y expansionista, es decir, netamente antidemocrático desde su nacimiento. Quien ignore todo esto -y señalo al lenguaraz Pérez Reverte- “o es tonto perdido o se lo han contado mal”. Hay sin embargo otras dos posibilidades: que se trate de un ignorante de la Historia del siglo XX (por más que demuestre en sus novelas conocer bien nuestro siglo XVII), o de un prosionista camuflado.

La cuarta referencia me la proporciona el prestigioso profesor del CSIC, Reyes Mate, que muestra en su artículo “Sin autoridad para condenar y con el deber de estar” (El País, 16 de septiembre de 2025) una inesperada mezcla de ignorancia, tendenciosidad y exculpación en definitiva de los crímenes de Israel en Gaza. Porque si bien declara que Israel está protagonizando “una guerra injusta por lo desproporcionada”, elude la esencial cuestión de que Israel es un Estado colonial e invasor, por lo que las únicas guerras justas son las defensivas y de resistencia de los palestinos, de tal manera que incurre en el disparate de calificar de “torpeza” la negativa de los palestinos a aceptar la partición de su país en 1947-48, que les impedía la autodeterminación y daba paso a un Estado racista y expansionista. Y cuando alude, al “terrorismo de Hamás”, ignora que es un movimiento de liberación; y, como este “tiene a Alá por objetivo”, lo califica de “fundamentalismo totalitario”, como si Israel no estuviera determinado por el fanatismo sionista, religioso y político, e insistiera en que sus “derechos” se fundan en la Biblia…


Manuel-Reyes Mate Rupérez.

Es sorprendente que Reyes Mate asevere que “los españoles somos parte de la historia antisemita que propició en el siglo XIX la creación del movimiento sionista y en el XX la existencia de los campos de exterminio” (al igual que le corresponde a los alemanes, dice). Se supone que se remonta a los Reyes Católicos porque en la historia de España posterior no consta más aversión a los judíos (puntual, localizada) que la existente en toda Europa, y por los mismos motivos: causas y orígenes que son los judíos los que debieran aclarar, ante sí mismos y de una vez, y dejar de quejarse de la maldad y la envidia hacia ellos del mundo entero (los “gentiles”, considerados humanos inferiores). El particularismo judío, “fundado” en una base bíblica disparatada y grotesca, siempre ha sentado mal a todo el mundo y con razón. Mate, como tantos otros, debiera afrontar la tragedia inevitable de los judíos que se creen distinguidos por un Dios propio y obsequiados con una tierra ajena.

Y aunque quiere -yo creo que innecesariamente, pero, bueno- que se distinga entre judaísmo y sionismo, no duda en dar por sentado que Israel es un Estado judío, que representa o acoge al judaísmo perseguido, lo que no tiene nada que ver con la realidad. Los sionistas que pusieron en marcha la “segunda conquista de Canaán” (igual de injusta y pirata que la primera, la de Josué, por más que no haya referencia histórica alguna sobre esto, pero así lo quieren las fantasías de la Biblia), eran un grupo de asaltantes que organizaron la apropiación de un territorio que no les pertenecía y al que no tenían ningún derecho, ya que carecían -no me canso de repetirlo- de relación étnica o geográfica con la Judea histórica o la Palestina posterior. Es el vínculo judaico religioso-cultural lo que “une” (que es mucho decir) al judaísmo actual, habiendo servido como mero pretexto de colonización y apropiación de Palestina por los sionistas, es decir, de saqueo y robo. Los sionistas del tiempo de Herzl y los de ahora son gente europea sin el menor gen judío, y en gran mayoría ateos o laicos.

Y sobre la agresiva afirmación de que “Hamás provocó la guerra”, parece mentira que haya que recordarle que la permanente opresión, las exacciones y los asesinatos contra palestinos constituyen un estado “natural” de guerra en la realidad -necesaria y fatal- de Israel, por lo que nunca hallará la paz.

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