martes, 1 de julio de 2025

El plan de Trump para restaurar el dominio financiero de EE. UU.

 

 Por Vassilis Fouskas   
      Profesor de historia internacional, política y economía en la Universidad de East London.


Detrás del aparente caos de la política arancelaria de Trump hay un plan coherente para reiniciar lo que Peter Gowan denominó el «régimen del dólar-Wall Street». Su objetivo es fortalecer el poder de EE. UU. en torno a los oligarcas digitales de alta tecnología


     Dejando de lado la política cultural, MAGA (Make America Great Again) es un proyecto conservador-nacionalista coherente en todos los sentidos. Su objetivo principal es restaurar algunas variables interconectadas que se establecieron tras el fin del sistema de Bretton Woods en 1971.




MAGA busca mantener la centralidad del Poder Ejecutivo estadounidense en la política mundial a través de acuerdos de tipo «hub and spoke» (modelo de centro y radios), junto con la primacía indiscutida del dólar y de la Reserva Federal en los mercados de divisas y en el sistema monetario internacional, reciclando los excedentes globales hacia el propio Estados Unidos a través de bonos del Tesoro.

El proyecto también pretende mantener el poder offshore de Wall Street, garantizando operaciones financieras transfronterizas ilimitadas y subordinando a los sectores productivos de los Estados vasallos a los Estados Unidos. Este conjunto integrado es lo que el difunto Peter Gowan, en su premiado libro de 1999 The Global Gamble, denominó el régimen del dólar-Wall Street (DWSR, por sus siglas en inglés).




Sin embargo, las fuerzas históricas estructurales, junto con la incompetencia de los actores liberales y neoconservadores, provocaron la desintegración del DWSR, especialmente desde la crisis financiera mundial de 2007-2008. Al examinar más detenidamente las razones que subyacen a esta desintegración, podemos hacernos una idea más clara del éxito que puede tener el proyecto MAGA.

Pérdida de terreno

La crisis financiera mundial obligó a la Reserva Federal a introducir importantes programas de rescate para salvar del colapso total a los bancos de inversión de Wall Street y a oscuros servicios financieros. Al mismo tiempo, redujo los tipos de interés a cero, lo que debilitó el poder del dólar y encareció las importaciones. En la misma línea, el Tesoro de Estados Unidos inyectó posteriormente billones de dólares en programas de rescate, créditos fiscales y otras ayudas para limitar los daños económicos y sociales causados por la pandemia de COVID-19. Esto supuso una fiesta para las empresas estadounidenses, pero también alimentó la inflación.





La implacable competitividad de China a escala mundial reforzó las tendencias desintegradoras de la primacía estadounidense. China fue ganando terreno desde 2007-2008, con el lanzamiento de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta y el inicio de una oleada de adquisiciones de activos y construcción de infraestructuras en Asia, Europa y África. Al mismo tiempo, se convirtió en un eslabón crucial de las redes de producción híbridas y las cadenas de suministro, y sus empresas se asociaron con las principales corporaciones occidentales, para luego superarlas.

En general, China no es «el sirviente principal de Estados Unidos», como solían argumentar algunos analistas. Si bien las empresas transnacionales estadounidenses (ETN) aún pueden repatriar las ganancias de sus operaciones en la costa este de China, las empresas estatales chinas compiten directamente con esas empresas a escala mundial, especialmente en campos como los semiconductores, la biotecnología, la producción de vehículos eléctricos y la inteligencia artificial.

Desde 2003, las corporaciones chinas, tanto financieras como no financieras, vienen aumentando de manera continua en cantidad como empresas que cotizan en bolsa, mientras que el registro de Estados Unidos muestra un declive prolongado. El Banco Industrial y Comercial de China ocupó el primer lugar en la lista Forbes Global 2000 durante siete años consecutivos, de 2013 a 2019. Datos tomados del índice Shanghai Shenzhen CSI 300 muestran el peso significativo de las corporaciones chinas en la capitalización de los mercados globales.

Si deducimos de los cálculos el régimen fiscal relativamente bajo de Estados Unidos, las empresas chinas están casi a la par con las multinacionales estadounidenses. En lo que respecta a la alta tecnología, los semiconductores, los vehículos eléctricos y las materias primas relacionadas con la energía verde, los miembros del círculo de Donald Trump (especialmente en esta ocasión) creen que el ascenso de China se basa en última instancia en las vastas reservas de elementos y minerales raros (REEM, por sus siglas en inglés) que controla. Estos materiales son abundantes en China, donde se extraen y refinan, así como en África, donde China ya intervino con importantes proyectos de inversión y relaciones comerciales.

La descuidada gestión de los asuntos globales y nacionales por parte de las administraciones Obama y Biden empeoró la situación. El círculo de Trump sostiene que las medidas reguladoras impuestas a Wall Street crearon un entorno empresarial rígido que mermó los beneficios y la cultura emprendedora. Tampoco funcionó la guerra proxy en Ucrania, impulsada con la esperanza de provocar la derrota de Rusia y restaurar la unidad transatlántica mediante el reparto del botín, ya que tanto Ucrania como Rusia son países muy ricos en REEM e hidrocarburos.

En la práctica, la guerra terminó debilitando a Europa y fortaleciendo al bloque chino-ruso, sobre todo por la influencia de este en el Sur Global, tanto dentro como fuera de las Naciones Unidas. El aumento de los costos energéticos tuvo un impacto devastador en la industria alemana tras la ruptura de los vínculos energéticos del país con Rusia, lo que provocó la migración de las empresas a China o a los Estados Unidos. Europa en su conjunto está en recesión, mientras que la economía rusa resistió los estragos de la guerra y las sanciones.

Parece que la expansión de la OTAN hacia el este y los resultados positivos que esto pueda aportar al capitalismo euroatlántico y al DWSR ya llegaron a su límite. La economía y las infraestructuras de Ucrania están destrozadas. La segunda administración Trump está tratando de cambiar el curso catastrófico del neoimperialismo estadounidense antes de que sea demasiado tarde.

MAGA significa reconstruir el poder estadounidense sirviendo, ante todo, a los intereses de la nueva clase dominante estadounidense de Wall Street, y no al resto. En el corazón del proyecto MAGA se encuentra la restauración del dominio del dólar y los negocios de alta tecnología de Wall Street.


Oligarcas tecnofascistas en la toma de posesión de Trump.

Contrataque

La nueva administración se propuso desmantelar el aparato estatal bipartidista construido durante décadas. Esto incluye despidos de personal administrativo, especialmente de aquellos que no están de acuerdo con el proyecto MAGA, y una reorganización del sistema sanitario. Las medidas adoptadas representan una radicalización verdaderamente conservadora de la política estadounidense con el fin de fortalecer al Ejecutivo y reducir los déficits presupuestarios a nivel estatal y federal, al tiempo que se promueve una masiva redistribución de la riqueza hacia arriba.

Los recortes en sanidad y cupones de alimentos superan el billón de dólares. Las contribuciones de Washington a las organizaciones internacionales se están reduciendo o eliminando por completo, al tiempo que EE.UU. se retira de organismos como la Organización Mundial de la Salud. El nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) de Elon Musk muestra la verdadera intención del Gobierno de Trump, que busca fortalecer los lazos entre el poder ejecutivo en Washington, por un lado, y las empresas digitales de alta tecnología estadounidenses con sus redes que dominan Wall Street, por otro.

La orden ejecutiva de Trump por la que se crea el DOGE establece que el objetivo, aunque temporal, es llevar a cabo recortes de gastos y modernizar la tecnología y el software federales, al tiempo que se maximiza la eficiencia y la productividad gubernamentales. Según Trump, esto erradicará las regulaciones innecesarias e improductivas impuestas por Barack Obama y Joe Biden en Wall Street.

Cuando Trump promulgó la emblemática Ley de Recortes Fiscales y Empleo en diciembre de 2017, todo Wall Street se unió a su administración. Durante el primer mandato de Trump, el Dow Jones Industrial Average, el S&P 500 y el Nasdaq Composite se dispararon un 57%, un 70% y un 142%, respectivamente. Hoy en día, todos los inversores de Wall Street esperan que se repita el mismo resultado. No es casualidad que muchos operadores de Wall Street, entre ellos los titanes de las finanzas Bill Ackman, Scott Bessent y Stephen Schwarzman, respaldaran y patrocinaran el regreso al poder de Trump mucho antes de las elecciones de noviembre de 2024.

Desde una perspectiva de economía política, en el centro de esos procesos se encuentra la cuestión del dominio del dólar en los mercados monetarios mundiales y en el comercio y las inversiones internacionales, es decir, la capacidad del Ejecutivo estadounidense y de la Reserva Federal para determinar su precio y sus fluctuaciones tanto a nivel nacional como mundial. Los datos del año pasado del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre la composición monetaria de las reservas oficiales de divisas apuntaban a una disminución gradual y continua de la cuota del dólar en las reservas de divisas asignadas. Las monedas rivales, como el euro, el yen y la libra esterlina, no lograron avances significativos, aunque el yuan chino, el won surcoreano e incluso las criptomonedas ganaron terreno de forma notable.

El Estado chino impulsó políticas que promueven la internacionalización del yuan, incluido el establecimiento de un sistema de pagos transfronterizos, al tiempo que pone a prueba una moneda digital del banco central. Barry Eichengreen y sus colegas advirtieron en un informe patrocinado por el FMI que se publicó el año pasado que las ganancias de cuota de mercado del yuan equivalen a una cuarta parte de la disminución de la cuota del dólar. Esto es significativo, sobre todo si se tiene en cuenta que China sigue manteniendo controles de capital, lo que limita la capacidad de su moneda para despegar en las condiciones del mercado capitalista mundial.

El equipo de Trump tiene una visión despectiva de los proyectos de «transición verde» y de «energía verde», que considera como ejercicios simulados que sacrifican miles de millones, si no billones, de dólares en aras de una ideología «progresista» sin sentido. Para ellos, lo importante es lo tangible: el petróleo, el gas y otros hidrocarburos. No es casualidad que la capital saudí, Riad, fuera elegida como sede de las negociaciones entre los emisarios rusos y estadounidenses sobre Ucrania.

Rusia ya no puede ser excluida de la arquitectura de seguridad europea. Pero Arabia Saudí también es importante. El círculo de Trump ve como una amenaza el abrazo de la oligarquía saudí por parte de Rusia y China, porque existe un grave riesgo subyacente. El país con las mayores reservas de petróleo del mundo y «productor oscilante» de la OPEP podría dejar de invertir el excedente de dólares obtenido del comercio del petróleo en bonos del Tesoro.

El reciclaje de los petrodólares fue un principio fundamental del DWSR desde principios de la década de 1970, tras un acuerdo entre Henry Kissinger y los saudíes. Los aranceles anunciados por Trump, si no se utilizan como amenaza, harán subir el valor del dólar, lo que reforzará el DWSR. La estructura de los rendimientos de las plataformas del mercado de Wall Street puede compensar las posibles tendencias inflacionistas, ya que el precio de los bonos, especialmente los de vencimiento a corto plazo, subirá.

Si hay más incertidumbre y riesgo geopolítico, podemos esperar que el DWSR se beneficie, ya que los inversores se apresurarán a invertir de forma segura en dólares garantizados por el poder del Estado estadounidense. El argumento liberal de que las estructuras de capital de Wall Street se verían perjudicadas no tiene sentido, como demostró la experiencia de los aranceles de Trump en 2018-2019: el impacto negativo fue pasajero y los aranceles no afectaron negativamente al rendimiento de los mercados de capitales.

Los aranceles selectivos también contribuyeron a reducir el déficit comercial de Estados Unidos, al tiempo que impulsaron algunos sectores de la industria manufacturera nacional. Al fin y al cabo, Biden no modificó el régimen arancelario impuesto por su predecesor. Todo lo anterior, por supuesto, es una mala noticia para los trabajadores. Los aranceles no son más que un impuesto a la clase trabajadora, que permite nuevos recortes fiscales a las empresas tecnológicas estadounidenses sin aumentar la deuda nacional.

En definitiva, el principal esfuerzo de Trump es el fortalecimiento de la DWSR bajo los auspicios de los nuevos oligarcas digitales de alta tecnología. La proyección global del poder de Estados Unidos será consecuencia de este esfuerzo.

Enigmas futuros

Obviamente, Trump no es un bolchevique. Es cierto que radicalizó al Estado estadounidense, pero esta radicalización se basa enteramente en principios de oferta que le sirven a la nueva oligarquía. El vínculo económico y de seguridad transatlántico es demasiado fuerte y está profundamente institucionalizado, junto con los acuerdos de tipo radial que no pueden erradicarse tan fácilmente.

El plan de Trump para Ucrania tiene muchos obstáculos que superar, como el régimen de sanciones a Rusia y el futuro de las relaciones entre Ucrania, la OTAN y la Unión Europea. El Gobierno estadounidense no puede ordenarle a los Estados europeos que levanten las sanciones, que son las que más perjudican a Rusia. A medio o largo plazo, podría surgir una nueva versión de Yalta, en la que Rusia participaría como socio en igualdad de condiciones, mientras que China sería reconocida como una potencia tecnológica en expansión que debe ser contenida. Pero esto no puede suceder de inmediato.

El período intermedio estará plagado de conflictos e inestabilidad. Europa podría retener los 220 mil millones de dólares rusos congelados en bancos europeos y mantener las sanciones incluso si Estados Unidos las suaviza. Washington podría dejar de comprometer tropas y material para la defensa de Europa, simplemente porque el teatro indopacífico y China representan los principales retos para la hegemonía geopolítica y militar de Estados Unidos.

Rusia está muy familiarizada con la guerra y los presupuestos de defensa masivos, pero Europa no. En la actualidad, hay fuertes llamamientos para que Europa desmantele sus sistemas de bienestar con el fin de redirigir el dinero hacia los presupuestos de defensa. No será una tarea fácil, pero si suponemos que se lleva a cabo en los próximos años, supondría formas de «equilibrio offshore» para Estados Unidos, una posición que defienden algunos teóricos realistas estadounidenses como John Mearsheimer.

El paso de los acuerdos onshore de tipo «hub and spoke» al «equilibrio offshore» será un proceso arduo y largo, sin garantías de paz. Europa puede incluir a Rusia en su arquitectura de seguridad sin perjudicar los intereses estadounidenses en Eurasia, pero esto llevará tiempo, si es que llega a materializarse, sobre todo debido a las limitaciones burocráticas, ideológicas e institucionales creadas por décadas de neoimperialismo transatlántico. Por el momento, Europa es el bando belicista que demoniza a Rusia de la misma manera que Estados Unidos demonizó a la Unión Soviética durante la Guerra Fría.


Fuente: JACOBIN

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