Como cronista aguileño apegado al ferrocarril por sangre, vocación y ecología, celebro que la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia se oponga al desvarío que, al alimón, el Ministerio de Transportes y el Ayuntamiento de Águilas capitaneado por su alcaldesa, Mari Carmen Moreno, han tramado contra la principal herencia sociocultural de tiempos modernos de la que puede, con razón, enorgullecerse el pueblo, que es su ferrocarril. Y ambos han decidido abandonar la actual Estación, núcleo indiscutible del entorno y la historia ferroviarias, por un sucedáneo avieso y especulativo fuera del pueblo y de la gente. Un ferrocarril, activo desde 1890, que es un compendio de muy humanos esfuerzos y servicios, con su historia minera y exportadora, su servicio de viajeros de un siglo, la presencia británica (que para Águilas siempre ha sido mucho más que una herencia industrial) y los miles de aguileños que trabajaron en esas instalaciones y de ellas vivieron: Estación de viajeros, talleres generales, depósito de máquinas, trenes, vías, embarcadero… No voy a ignorar que entre esos miles de obreros y empleados estuvieron mi padre, mi abuelo, mis tíos y algunos primos; ni dejar de recordar que yo mismo soy beneficiario, y deudor por estudios y formación, de la meritoria institución Colegio de Huérfanos de Ferroviarios, creada en 1929.
Puja política por la Estación: ¡pelea, pelea!
Indignado por la escasa respuesta crítica con que el pueblo ha venido respondiendo al envite contra la estación, me congratulo especialmente porque el encontronazo entre Administraciones se plantee en el terreno político, que es donde políticos e instituciones deben enfrentarse y entenderse. Esto es lo que parece implicar que las razones aducidas por el Consistorio de mayoría socialista, que son de tipo técnico-urbanístico, van a ser contrastadas por las socio-histórico-territoriales del Gobierno regional, que todo ello pertenece a lo político, desde luego, pero los matices y peculiaridades son la salsa del conflicto. Las primeras, las que parecen contemplar el “desarrollo del pueblo” como razón primera del argumentario municipal (o sea, de Mari Carmen), nada tienen que ver con la realidad, ya que la expansión urbana no tiende a superar las vías por el norte, y sí se ha de observar, y tener en cuenta, que la actividad urbano-turística se dirige y consolida en dirección levante a partir, precisamente, de la Estación actual y sus instalaciones.
Y encuentro oportuno que hayan de criticarse las pretendidas “exigencias” técnicas del trazado del AVE, que también se exhiben como dificultad “insuperable” para mantener la situación actual. No sin insistir en que cuando un político o política dice someter su acción sociopolítica a los requerimientos técnicos de cualquier tipo, está desertando de sus verdaderas obligaciones, optando por hacer de cobarde, débil mental o cínico/a contemporizador/a. Que los seis servicios diarios ferroviarios existentes antes de que nos cortaran la vía por -diciendo y mintiendo- por cinco años, que en verano llegaban a diez, no pueden generar atasco ni bloqueo alguno en el tráfico local; que por el ramal a construir no se puede alcanzar (ni mucho menos) esa alta velocidad que es propia del AVE y determinante de las características de su infraestructura; y que, dado que en su aproximación a la estación actual el tren discurre semi soterrado, no hay dificultad insuperable alguna para un rediseño parcial que, sin afectar a las viviendas cercanas no hagan necesario ni realista soterrar nada de nada. Esta anotación sobre la tontería del soterramiento la hago dirigiéndola a ambas Administraciones contendientes, la murciana y la aguileño-madrileña: que no nos vengan con los cuentos de los pasos a nivel necesariamente soterrados, que el AVE está siendo cada vez más, por toda España, objeto de “reconsideraciones y replanteamientos” también en su diseño, dado su astronómico coste social, económico y ambiental; y que así debe ser.
El AVE que llega a Águilas, pues, no es ni puede ser (ni falta que hace) ese AVE que, por su alta velocidad, impone criterios técnicos tan novedosos como perniciosos: no alcanzará en sus veinte kilómetros de recorrido, desde el enlace en Pulpí con la verdadera alta velocidad, ni la mitad de su velocidad máxima y acaba en una estación-término, así que la muy exigente velocidad no puede ser el criterio que marque todo lo demás.
Más leña al fuego en el que se cuece la alcaldesa
Esta interesante “crisis de la Estación” pilla de lleno a la alcaldesa en este su tercer mandato, a la sazón perjuro (negó que aspirara a él), y que le va a salir carísimo, dadas las pifias políticas, administrativas y otras en que va incurriendo. Y así, su ética socialista se ha volatilizado ante la mirada de tantos aguileños que creían que ya se las sabían todas. La ética de doña Mari Carmen, me dicen, yace en manos del secretario municipal, Jesús López, un personaje de mucho cuidado, al que hay que vigilar y tener lo más lejos posible, pero que goza de un vergonzoso ascendiente sobre la alcaldesa. Y no duda en atacar a la cultura (liquidando ferozmente ese ejemplar fenómeno musical de Promúsica, tras 14 años de influencia musical sin precedentes y debiendo miles de euros a los tenaces organizadores, todo ello con la saña del tal secretario López); y menospreciar la ecología (permitiendo que compraran Cabo Cope, primero, los pillos de ANSE y, luego, de rebote, la Comunidad Autónoma, y oponiéndose a la protección del Parque Natural Cabo Cope-Calnegre). Vaya socialista y vaya Partido Socialista que la mantiene y respalda.
Es de ver la fulminante e indignada reacción de la alcaldesa al conocer la decisión del Gobierno Regional de oponerse al destrozo y el saqueo de tan entrañable parte de la historia y naturaleza de la villa marinera (que lo ha sido tanto como ferroviaria, siendo estas dos las señas de identidad más íntimas y propiamente urbanas con que todavía exhibe sus peculiaridades, si bien disminuidas, este nuestro pueblo). Y que se haya puesto tan digna frente al “cambio de opinión” -según ella- de la Comunidad Autónoma y, sobre todo, de los dos altos cargos aguileños ahí instalados (responsables de Turismo y Ordenación del Territorio), como si dudáramos de que ella misma, de estar el Ministerio de Transportes en manos del PP y proponer una nueva estación fuera del pueblo, no se pondría al frente de la opción por la actual Estación, apelando a sus valores históricos, a la tradición aguileña, etc. etc. Y se ha subido arriba al señalar que todas las instancias, estamentos y hasta “la gente de la calle” en Águilas se ha manifestado a favor de una nueva estación en el quinto pino en “todos los procesos de participación habidos”, proclamación que yo niego por carecer de fundamento. Todo lo contrario: esta maniobra de desmantelamiento y especulación, ha eludido en lo posible luz y taquígrafos, manteniéndose en un entendimiento semiclandestino con ADIF y el Ministerio. Es ahora cuando se quiere endosar a un deseo “general”.
El pasado exige respeto y hasta devoción, sobre todo, por los políticos
A nuestra alcaldesa no le conmueve en absoluto la sensibilidad ferroviaria local, que incluye el recuerdo activo, ya que no el culto debido, del papel que jugó la “Estación” (nombre genérico con que los aguileños siempre aludieron a todo el conjunto ferroviario) cuando la Guerra Civil. Por eso hay que recordarle que en esos talleres hoy silenciados se construyó día a día un material rodante y blindado vital para la República, lo que le valió incesantes y criminales bombardeos -la Estación, más el puerto y, de paso, el pueblo- por la aviación fascista italiana. Que sepa que era el Sindicato Ferroviario (UGT-PSOE) el que controlaba y dirigía aquel esfuerzo de guerra, y que de ahí proviene en gran medida la “veta socialista” aguileña, esa que a Mari Carmen parece traerle al pairo, más allá de usufructuarla como alcaldesa socialista de mero nombre, sin la conciencia política que le sería propia.
Mi padre y mi abuelo también eran de ese Sindicato. Mi padre fue enviado durante la Guerra al frente de Teruel y mi abuelo trabajó ahí durante toda la contienda, muriendo en 1940, nada más acabar ésta (“por los bombardeos”, decía mi abuela, seguramente aludiendo a los daños psíquicos que le produjo el trabajar aquellos años pendiente de la sirena, la carrerilla y el refugio, lo que quiebra los nervios del más templado). Esto lo cuento porque fue el caso de cientos de obreros ferroviarios aguileños, y porque sus descendientes tenemos la obligación de sacarlo a la luz siempre que haga falta.
Cuando la alcaldesa muestra su decepción frente a los de Murcia y alude, vigorosa, a los avances urbanísticos que suponen el sustituir la vía férrea de entrada en la ciudad -esa “Trinchera” rasgo diferenciador de mi barrio, por cierto, conocido como del “Paso a Nivel”- por un vial que alivie el tráfico, y se calla las negociaciones que, según todos los indicios, ya ha mantenido con los beneficiarios del suculento pelotazo a la vista: en primer lugar, los de la nueva estación, con el cambio de uso de los terrenos agraciados, que siendo ahora agrícolas van a sobrevalorarse significativamente; y en segundo y más importante lugar, el de los amplios y apetecibles (¡ay!) terrenos de la Estación y su entorno, tan próximos a la playa, para los que sospecho que se prevé el mismo destino -el de la especulación- marcado por la anterior operación, creo recordar que de una Corporación de “independientes” (en realidad, mercaderes oportunistas), con la construcción de espantosos bloques de viviendas que permanecen vacíos en su mayor parte, incluso en verano.
Menos aspavientos y más debate: por una consulta sin trampas
En principio, ha de suponerse que cualquier político servidor de los intereses de su pueblo y sus electores debiera estar alerta, y alzarse en cuanto le corresponda hacerlo, contra las pretensiones de “racionalidad ferroviaria” del Ministerio y de ADIF, estupideces que gravan con ignominia a un modernísimo tren que se revela más dañino según se impone el “AVE para todos”, eslogan que califica a un país desnortado, crédulo y manoseado por tecnócratas y burócratas carentes de sensibilidad social.
Las pretensiones de modernidad y -peor todavía- inevitabilidad del poderoso ascendiente del AVE, al que hay que rendirse porque sí, no pueden ocultar el mismo “aire” avieso y destructivo que envuelve a este súper tren (que no es, en realidad, un tren) desde su aparición como rapaz dispuesta a engañar, arrasar y aniquilar cuanto se opone a sus estruendosas exigencias. Pero téngase muy en cuenta que, a cambio de ofrecer una ultra velocidad que nadie pidió entre los españoles, ni se necesita, nos regala con el cierre de estaciones, líneas y servicios, el alejamiento de las nuevas instalaciones de los centros urbanos y -no por ello menos importante- el trazado múltiple y feroz de las heridas en nuestra geografía y ecología. Ahí vemos, mientras tanto, a los líderes políticos de la región, y muy destacadamente los socialistas -que dispusieron de Pedro Saura como secretario de Estado de Transportes para evitarlo- cómo se la envainan con un silencio cobarde tras la eliminación de la línea de viajeros Murcia-Albacete por Cieza y Hellín, sin reconocer que eso, y tantas cosas más, son pérdidas a cargar al culto al AVE.
Nada de esto observo en la postura de los de Murcia, bien es verdad, frente a las “razones” de la de Águilas y los de Madrid, que no es la sensibilidad, en esos campos aludidos, lo que haya de distinguirse, especialmente, en el “espíritu de San Esteban”. Pero siempre es bueno que unos y otros pongan sobre la mesa sus cartas por jugar, que los observadores -costumbre y experiencia obligan- sabremos completar con las trampas y las intenciones ocultas que han de subyacer bajo el tablero.
En lugar de hacer de Juana de Arco del dislate de la nueva estación, nuestra Mari Carmen debiera fomentar una serie de debates técnicos, urbanísticos y políticos en Águilas, y a continuación convocar a los vecinos a expresarse con un sí o un no sobre la nueva estación; atengámonos así, sin trampa ni cartón, a la voluntad del pueblo soberano. Y quítese ese baldón de sus preocupaciones, respetando al pueblo y su historia para atender los feos asuntos con los que ha de lidiar hasta que -y puede que más allá- por fin abandone el solio municipal, empleándose en atender a las diversas, y feas, acusaciones que se vienen dirigiendo contra ese Ayuntamiento (como la del mangoneo y el control ejercidos por el secretario López), que con tantos conflictos ha acabado dirigiendo; y trate de librarse en lo posible de ellas.
Juana
ResponderEliminarA favor de mantener la Estación en su sitio
ResponderEliminarMe gusta leer lo que D.Pedro Costa Morata escribe, porque es fuente de saber histórico, técnico por ser ingeniero entre otras licenciaturas, otra de ellas el periodismo, revela como investiga en cada publicación sea un libro o un artículo...su historia personal y su experiencia vital no son menos importantes, y ya sí habla de su pueblo, y de la Estación de tren de Águilas, su conocimiento es experto, además de su formación como ecologista histórico. El AVE ¿por qué razón tiene que llegar a los pueblos de España? cuántos pelotazos, cambios de trazado, etc. para justificar que los intereses de los que siempre hacen negocio. El tren es el medio de transporte más económico, ecológico, social, sostenible y precisamente el tren como siempre lo hemos conocido es el que ha sido desmantelado en la Región de Murcia, para favorecer el caro, e inasumible desde todos los puntos de vista AVE. Reflexionen los habitantes de cada pueblo y comarca (cómo hemos consentido que eliminen el tren de la comarca del Noroeste, con la estación de Calasparra cerrada definitivamente), fíjense en todo lo que apunta Pedro Costa, y el por qué de cada administración, siendo el Ayuntamiento el más cercano a los problemas de los ciudadanos y el que tiene que mirar por ellos, como primer objetivo. Y no un nuevo pelotazo urbanístico, presuntamente y el otro presunto pelotazo del AVE. Aguileños y aguileñas, defender vuestra historia, y vuestros intereses, sea cual sea el partido político, la política debe beneficiar a los habitantes presentes y futuros. Después de este artículo, nadie puede decir que ignoraba, así que pelear, que una vez tomadas las decisiones, seréis prisioneros o libres por muchas décadas. Gracias Alfonso autor, por aportar tanta luz a este tema.
ResponderEliminarUn dislate tras otro de una persona a la que se le subió a la cabeza su Premio Nacional de Ecología y se cree con la razón en cualquier otro tema, especialmente cuando contrapone razones sentimentales aludiendo a sus antepasados ferroviarios, poniéndolos por delante de los criterios técnicos y de convivencia.
ResponderEliminarDe haber vivido en la época de expansión ferroviaria de Águilas, seguro que se habría opuesto al tendido del ferrocarril porque sus antepasados bien podían haber sido carreteros o muleros y eso iba a hacer que se perdiera esa tradición tan aguileña.
No se que resentimiento tendrá contra la alcaldesa de Águilas y, de paso, contra ANSE, pero su alineamiento con los escocidas del gobierno de Lopez Miras y sus representantes en Direcciones Generales da mucho que pensar, y nada bueno.
Madre mía cuánta rabia. Este señor se quedó anclado en la nuclear y ha evolucionado y envejecido muy mal. Egocéntrico, soberbio, prepotente y no sé cuántos adjetivos más. El típico comunista que lleva a sus hijos a colegios privados de Madrid y tiene contratado un seguro privado de sanidad. Lo echaron de ANSE, lo critican sus propios compañeros de partido y se ha convertido en el Ramón Tamames aguileño. Hace mucho tiempo que perdiste el norte y toda la credibilidad. No mereces ser hijo adoptivo de Águilas. Se nota a la legua que no tienes ni pajotera idea del tema del ferrocarril. Eso sí, insultar y mentir sabes un rato...
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