Hoy el movimiento Jabad-Lubavitch defiende el fanatismo religioso de extrema derecha bajo una bandera mesiánica. Pero hace un siglo, pensadores judíos de izquierdas como Walter Benjamin y Franz Kafka entendían la profecía mesiánica como una predicción de la liberación universal.
Reseña de Menachem Mendel Schneerson: Becoming the Messiah de Ezra Glinter (Yale University Press, 2024).
Dentro de Jabad está muy extendida la creencia de que su difunto líder —conocido como el Rebe [palabra hebrea que significa rabino o maestro]— es el salvador y liberador del pueblo judío, el Mesías literal. Aunque en el judaísmo morir se considera tradicionalmente un signo seguro de no ser el Mesías, el fervor mesiánico en torno al Rebe se aceleró bruscamente tras su muerte en 1994, sobre todo para un pequeño pero ruidoso grupo de «meshijistas» [mesiánicos, seguidores del Mashíaj o Mesías]. Quizás el Rebe había expresado en algún momento de sus últimos años sus deseos de ampliar la sede de Jabad de 770 Eastern Parkway, en Crown Heights, y los miembros de esta facción estaban decididos a pasar por alto la autoridad de sus dirigentes para cumplir con los supuestos planes de expansión, tomando el asunto en sus propias manos.
Menachem Mendel Schneerson, o el Rebe, es la figura religiosa judía más famosa del siglo XX. Bajo su liderazgo, una secta judía menor se convirtió en una institución global, con miles de puestos de avanzada a nivel mundial, conocidos como «casas Jabad». Aunque las biografías anteriores fueron en su mayoría hagiográficas, un nuevo libro, Menachem Mendel Schneerson: Becoming the Messiah, del editor de Forward Ezra Glinter, promete «una visión imparcial de su vida, obra e impacto».
Esta visión matizada deja claro que la evolución del mesianismo judío bajo la influencia de Schneerson siguió un arco político particular moldeado por un particular curso de la historia. Si la historia hubiera seguido un curso diferente, el mesianismo judío podría tener un significado totalmente distinto, y tal vez aún pueda.
La prehistoria del Mesías
Schneerson fue el séptimo Rebe, o líder espiritual, de Jabad, una dinastía judía jasídica originaria de Lyozna, en la actual Bielorrusia. El jasidismo, un movimiento de resurgimiento religioso frente al creciente secularismo, proliferó en el siglo XVIII por toda Europa del Este, poniendo en primer plano una teología de la «inmanencia divina» enraizada en la tradición mística medieval de la Cábala, según la cual ningún aspecto del mundo está separado de Dios. Se centraba en la redención espiritual del individuo en el aquí y ahora.
Este programa de observancia religiosa, muy individualista e introvertido, empezó a ceder el paso a una orientación de esperanza mesiánica para colectividad judía con el auge del proyecto nacionalista sionista a finales del siglo XIX y el movimiento de la Ilustración judía conocido como Haskalah, que presentaba una doble amenaza existencial para Jabad y su quinto líder, el Rebe Rashab.
«En una charla de 1900 a los estudiantes de su yeshiva», nos dice Glinter, el Rebe «explicó que las ideologías de la ilustración y el sionismo no eran más que un preludio de la era mesiánica, que él y sus seguidores traerían a través de sus esfuerzos espirituales. Volvió a declarar en 1907 que “esta generación actual es la generación del Mesías, sin ningún género de dudas”». El sionismo en particular fue visto por los líderes jasídicos de toda Europa como una atroz afrenta a Dios, un intento de «forzar el Fin» por medios humanos y políticos. La visión alternativa de la redención que él promovía exigía una pasividad histórica radical en espera del Mesías.
Las declaraciones mesiánicas de Rabi Rashab sentaron las bases teológicas para la aceleración de esta retórica por parte de su sucesor. Para el rabino Joseph Isaac, el Holocausto —del que escapó por muy poco— representaba los «dolores de parto del Mesías». Glinter muestra cómo, una vez que la expectativa mesiánica se estableció profundamente, Schneerson superó constantemente a sus predecesores y, de hecho, a sí mismo, haciendo de la inminente llegada del Mesías el fundamento de su enseñanza y liderazgo.
«El jasidismo primitivo neutralizó el impulso mesiánico haciendo hincapié en la salvación del individuo», afirma Glinter, retomando al historiador del jasidismo Gershom Scholem. «Schneerson lo revivió haciendo lo contrario. Al centrarse en los logros prácticos, la puerta a la redención histórica volvió a abrirse. Traer al Mesías era (…) la tarea de cada jasid, de cada judío, que podía salir a la calle y hacerlo realidad». La visión mesiánica de Schneerson alimentaría el activismo y la divulgación que harían de Jabad una organización mundial.
De la pasividad mesiánica a la política de derechas
Schneerson creció en las ciudades portuarias de Nikolaev (actual Mykolaiv, Ucrania) y Yekotrinoslav (actual Dnipró, Ucrania), en el Mar Negro, y recibió una educación religiosa principalmente de su padre, el rabino Levi Yitzhak. También aprobó los exámenes del bachillerato secular soviético, pero si recibió un diploma real parece que se ha perdido. Le atraían las matemáticas y la ciencia, sobre todo la astronomía; tras ordenarse rabino, se formó en Berlín y París en filosofía, matemáticas, física e ingeniería. Tras su huida de los nazis a Nueva York con su esposa Chaya Mushka, trabajó como ingeniero mecánico en el astillero de Brooklyn antes de asumir a regañadientes el cargo de Rebe de su suegro un año después de su fallecimiento en 1950.
Sería un error deducir de la formación secular de Schneerson en ciudades cosmopolitas, una actitud más laxa hacia la observancia judía; en todo caso, se inclinaba más conservador que el jasid medio. Sus intereses y formación profesional, explica Glinter, «no implicaban un proyecto de síntesis o reconciliación entre la erudición judía y la secular, o entre los mundos jasídico y moderno. Más bien, el compromiso con la ciencia y el aprendizaje secular le demostró a Schneerson el alcance global del judaísmo». Como Rebe, Schneerson participó en numerosos intentos de contradecir los hechos científicos con argumentos bíblicos. Rechazó públicamente las teorías de la evolución y el heliocentrismo. El universo tenía unos seis mil años.
Defendía la oración en la escuela, pero consideraba que poseer un arma demostraba falta de fe en Dios. Aunque mantenía estrechos vínculos con el presidente Ronald Reagan, quería un sistema de bienestar social más fuerte, y no sólo en beneficio de sus seguidores. Consideraba que había que desmantelar el deshumanizante sistema penitenciario. Era antifeminista y veía la homosexualidad como una enfermedad. Adoptó un enfoque más pragmático del sionismo que la mayoría de los demás grupos jasídicos y que su sucesor, el Rebe Rashab. Se reunió y asesoró a numerosos líderes políticos israelíes, entre ellos Benjamin Netanyahu, se convirtió en una especie de estratega militar, promoviendo un programa de línea dura respecto de los asentamientos, oponiéndose vehementemente a cualquier propuesta de concesión de tierras.
«Aunque su teología se alejaba de la de ellos, su política se alineaba estrechamente con las posiciones sionistas religiosas», explica Glinter. «A pesar de que no atribuía ningún significado mesiánico al Estado judío, creía que la promesa bíblica de Dios a Abraham le otorgaba al pueblo judío el derecho a la tierra. Junto con su entusiasmo por las hazañas militares de Israel y su atribución de la providencia divina a sus victorias, esta creencia le acercó más a la posición sionista de lo que nunca había estado Jabad».
El filósofo Aviezer Ravitzky ve una relación entre el halconismo de Schneerson respecto a Israel y su mesianismo, señalando que «este radicalismo político está directamente conectado con su aguda conciencia mesiánica, que es, por su propia naturaleza, de constante avance y conquista, no de retirada y repliegue». Cuando llegue el Mesías, reunirá a los judíos en la Tierra de Israel, reconstruirá el Templo y marcará el comienzo de una era de paz mundial en la que todos conocerán y adorarán a Dios. La teología de Jabad hace hincapié en la condición de elegido del pueblo judío, condición que se mantendrá en la era mesiánica.
Una historia política alternativa del mesianismo judío
En Redención y Utopía. El judaísmo libertario en Europa central, el sociólogo Michael Löwy identifica una red de pensadores judíos alemanes que se materializó más o menos al mismo tiempo que el giro mesiánico de Jabad. Al igual que Jabad, intentaron desarrollar una respuesta contundente al racionalismo de la Ilustración y a las sacudidas de la modernidad, incorporando los aspectos místicos, cabalísticos y mesiánicos de la religión judía, de los que la mayoría estaban bastante alejados, a la nostálgica corriente romántica alemana que dominaba su época, lo que dio lugar a un anarquismo revolucionario con raíces teológicas.
Unos pocos eran judíos practicantes y la mayoría laicos, pero todos habrían rechazado el particularismo judío de Jabad. El filósofo Martin Buber, que hizo accesible la tradición narrativa jasídica a los judíos europeos occidentales asimilados, hizo explícito que la profecía mesiánica del judaísmo iba dirigida «no a la emancipación de un pueblo, sino a la redención del mundo». La esperanza mesiánica de estos pensadores también se alejaba de la pasividad de Jabad (que, con Schneerson, se volvería muy activa). Franz Kafka, algunas de cuyas parábolas e historias influenciadas por la Cábala publicó Buber, entendía la venida del Mesías como el mero epílogo del proceso activo de autoemancipación humana, profetizando célebremente: «El Mesías vendrá sólo cuando ya no se le necesite, vendrá sólo al día siguiente de su llegada, no vendrá el último día, sino el ultimísimo».
En la tradición mesiánica judía, «existe un abismo entre el presente y el futuro, entre la decadencia actual y la redención», afirma Löwy. «Este abismo no puede ser superado por algún “progreso” o “desarrollo”: sólo la catástrofe revolucionaria, con el desarraigo colosal y la destrucción total del orden existente, abre el camino a la redención mesiánica». Su grupo de intelectuales, al igual que Jabad, rechazaba la causa liberal de la reforma gradual y el progreso hacia algún horizonte indeterminado. Además, se sentían atraídos por un mesianismo tradicional que puede entenderse como radicalmente antiautoritario, con pasajes y comentarios bíblicos que celebran el derrocamiento de los poderes mundiales y la eliminación de todas las proscripciones religiosas con la llegada del Mesías.
Los temas de Löwy incluyen también al amigo de Buber, Gustav Landauer, y a sus amigos Ernst Bloch y Georg Lukács, que mantuvieron correspondencia con Buber, y a Gershom Scholem y su alumno Erich Fromm, entre otros. Pero en el nexo de este entramado socio-intelectual se encuentra el teórico literario Walter Benjamin, que desarrolló a través de obras como «Crítica de la violencia» y «Fragmento teológico-político» lo que Löwy denomina una «dialéctica sui generis de anarquía y mesianismo, revolución y teología».
Benjamin entendía que no habría revolución si el resultado no se entendía como una ruptura mesiánica en la historia, una ruptura profunda con las nociones liberales y burguesas de «progreso». Y, como hace explícito en «Tesis sobre la filosofía de la historia», sólo la revolución de la clase obrera podría provocar tal interrupción. Löwy entiende a las simpatías comunistas de Benjamin después de 1925 como relacionadas con «la orientación claramente “apocalíptica” de la Comintern en aquella época… con su doctrina de que la revolución mundial era inminente». Para ilustrar la intensidad de la esperanza mesiánica de Benjamin, incluso su fervor, señala una carta a Scholem en la que suponía que pronto tendría lugar una «revolución bolchevique en Alemania».
Mesías ascendente, revolución aplazada
Para Schneerson, todo acabaría convirtiéndose en un signo de la llegada de la redención. Glinter enumera algunos de anuncios heráldicos incumplidos: «La muerte del ayatolá Jomeini en Irán; las protestas de la Plaza de Tiananmen en China; el colapso del comunismo en Europa del Este y la caída del Muro de Berlín». La Guerra del Golfo y la disolución de la Unión Soviética fueron los mayores.
A menudo había hablado de su difunto suegro Joseph Isaac como del potencial Mesías de su generación, o simplemente como el Mesías mismo, y esta convicción, a medida que la tensión de la expectación se acumulaba durante décadas, acabó siendo transpuesta por sus seguidores a él. Si el Mesías aún no ha llegado, el Rebe debe ser el Mesías. ¿Acaso hay un candidato mejor? Los eruditos de la Torá hicieron contorsiones teológicas para demostrar que la condición del Rebe como Mesías era coherente con la ley judía. La gente clamaba para que se declarara como tal.
Schneerson desalentó las declaraciones abiertas, pero se negó a cerrar el discurso de plano. «Aunque sus protestas bastaron para disuadir a algunos jasidistas de proclamarlo públicamente como, hicieron poco por cuestionar la fe de sus seguidores en su identidad mesiánica». No está claro por qué se negó a pronunciarse claramente en un sentido o en otro. Glinter sugiere que la ferviente observancia y los esfuerzos de divulgación de sus seguidores habían llegado a estar tan estrechamente ligados al entusiasmo mesiánico que ahora se centraba en él, que ponerle fin socavaría el proyecto al que había dedicado su vida. «El culto a la personalidad podía ser desagradable, pero tenía su utilidad», añade.
En la década de 1990, la histeria mesiánica había alcanzado un pico de fiebre, ya que «carteles, pancartas y vallas publicitarias con la imagen de Schneerson y las palabras “Rey Mesías” comenzaron a aparecer en ciudades de todo el mundo. Los jasidim distribuyeron panfletos y anunciaron el estatus de Schneerson en los medios de comunicación» en un esfuerzo por convencer al Rebe de que se revelara como el Mesías. Estos esfuerzos tan ruidosos no cejaron durante sus años de invalidez tras un derrame cerebral, ni, en algunos rincones, después de su muerte. Algunos seguidores fueron vistos cantando y bailando en el funeral del Rebe. Esto era sólo una prueba, y si la superamos, él volverá.
Treinta años después, algunos de estos activistas fueron detenidos. Según un comentarista meshijista anónimo en una noticia online sobre los arrestos en el túnel, el proyecto faccioso de ampliar la sinagoga de 770 Eastern Parkway sin el conocimiento de los funcionarios de Jabad (o del Departamento de Edificios de la Ciudad de Nueva York) era una continuación de sus esfuerzos para traer de vuelta a su Rebe Rey Mesías, para marcar el comienzo del Fin de los Días. «Nuestra decisión de derribar el muro y ampliar la 770 es una audaz declaración de nuestra fe y dedicación», dijo el comentarista. «Es un acto de preparación del mundo, empezando por nuestra propia comunidad, para la redención definitiva. Al tomar esta iniciativa, no estamos simplemente alterando un espacio físico; estamos participando activamente en acelerar la llegada de Moshiach».
El fanatismo religioso de extrema derecha y la política nacionalista de línea dura de Jabad están en auge en todo el mundo, mientras que el círculo de mesianistas revolucionarios de Benjamin sigue siendo «el derrotado de la historia». Pero el reencuentro de la izquierda contemporánea con estos pensadores podría orientarla hacia una esperanza activa, radical y universal, arraigada por necesidad en las tradiciones religiosas y espirituales de la humanidad.
«Contrariamente a lo que se suele pensar», señala Löwy, “una dimensión romántico-nostálgica ha estado presente en todo el pensamiento revolucionario anticapitalista, incluido el marxismo”. Nuestra era de catástrofe capitalista creciente y sostenida necesita mucho más que un progreso incremental. Benjamin utiliza la imagen de una marioneta autómata que juega al ajedrez y que gana todas las partidas, siempre y cuando un pequeño jorobado oculto mueva los hilos. Los movimientos aparentemente automáticos de la marioneta representan el mito de una progresión «automática» hacia la democracia social a través del desarrollo económico. El pequeño jorobado necesario para ganar —por ejemplo, una partida de ajedrez, o el derrocamiento revolucionario de las fuerzas capitalistas y la redención de la humanidad— es la esperanza mesiánica inquebrantable.
Fuente: JACOBIN
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