Han sido publicados los escritos de Bárbara Wall, Cristian Casadey Jarai (poemas y leyenda), y los de siempre. A los publicados les damos la enhorabuena y a los que no han sido publicados en este número los emplazamos para el siguiente. Debido a problemas extraliterarios no hemos podido publicarles.
A los que quieran publicar les invitamos a que nos manden sus creaciones. En breve publicaremos un especial dedicado a Bruno Jordán y la revista Poe +, anteriormente publiquemos un especial a Luna Miguel, a Eloy Fernández Porta, y les anunciamos ya desde aquí que intentaremos publicar un especial cada mes en la web, también en www.ciberneticaesperanza.com/, web como saben de Cecilio. Esperemos este número sea de su agrado, y hasta la próxima publicación. También les invitamos a que vean los vídeos-entrevistas que hemos colgado en la web. Interesantes.
Han sido publicados los escritos de Bárbara Wall, Cristian Casadey Jarai (poemas y leyenda), y los de siempre. A los publicados les damos la enhorabuena y a los que no han sido publicados en este número los emplazamos para el siguiente. Debido a problemas extraliterarios no hemos podido publicarles.
A los que quieran publicar les invitamos a que nos manden sus creaciones. En breve publicaremos un especial dedicado a Bruno Jordán y la revista Poe +, anteriormente publiquemos un especial a Luna Miguel, a Eloy Fernández Porta, y les anunciamos ya desde aquí que intentaremos publicar un especial cada mes en la web, también en www.ciberneticaesperanza.com/, web como saben de Cecilio. Esperemos este número sea de su agrado, y hasta la próxima publicación. También les invitamos a que vean los vídeos-entrevistas que hemos colgado en la web. Interesantes.
Estamos en una época de artificio e impostores, de caducas teorías inspiradas desde un pasado e imposiciones que cansan a los lectores, en una época de chorradas y conceptos lineales, en una época de gracias asequibles y tonterías rentables, en una época de seudo literatura y experimentalismo ya experimentado, en una época de fanfarronadas y dudosas posturas imitativas, en una época de epígonos argumentos y ejemplificadas frases repetidas. La literatura española actual ha dejado de ser innovadora. Lo más innovador que se conoce, a mí parecer, fue la trilogía escrita por Enrique Vila-Matas llamada por el editor de Anagrama (Jorge Herralde) como la “Catedral de la Metaliteratura”, y las obras postreras de Roberto Bolaño. Hemos visto experimentos que como experimentos han resultado rentables, pero que como materia viva e interesante, y como antecedente que aporte algo nuevo a la literatura contemporánea han dejado mucho que desear. Puedo enumerarles a escritores de la llamada Generación Nocilla, que han visto incrementarse en un elevado índice de ventas sus novelas pero que como novedad en el mundo de las letras universales solamente tenían esa gracia improvisada y paralela a la cultura televisiva y a la de las nuevas tecnologías, y a la cultura de masas, pero que como material interesante y novedoso se dormía en los laureles, se iban por la puerta de atrás y de puntillas. Podemos ver a escritores españoles que creen haber encontrado una piedra filosofal y haber descubierto América, y se quedan en la nonada contribución de lo que ya estaba escrito. Digo esto por que ya otros escritores anteriormente experimentaron sobre esa misma tendencia, y ellos vuelven a redundar en lo mismo, vuelven a evidenciar lo ya dicho, lo ya citado, vuelven a la misma frase hecha que ellos ahora ven como suya propia. Hay demasiada mentira en el mundo de las letras españolas. Demasiada tomadura de pelo, demasiado nepotismo cutre, demasiado servilismo, demasiada farfolla. Nos quieren vender la moto unos de que son escritores que pretenden desaparecer, cuando lo que pretenden es permanecer. Y eso no es malo, no; lo malo es que nos intenten engañar. Después están los que a base de escribir tonterías, todas expuestas bajo una trama interesante, nos intentan divertir con gracias improvisadas y con chistes malos. Se está perdiendo el fruto único y necesario de la literatura seria, literatura que hable desde y para las entrañas de la tierra, literatura buena, literatura que interese y haga hincapié en lo que el ser humano es en sí. Debemos aprender más sobre escritores de fuera. Escritores que aunque han hecho su vida aquí y han escrito su obra también aquí, han interesado mucho más en otros países extranjeros, por su condición de escritores originales, por su condición de escritores completos, de escritores que enganchan al lector como es el caso de Roberto Bolaño, Juan Villoro, y otros tantos más. Los descendientes de la generación del Boom, y los mismos integrantes de ella, han desmejorado su actitud, han caído en la petulancia, en la decadencia; han dejado de escribir una obra coherente para entrar en el parnaso de la repetición incesante.
Pero existen excepciones. Escritores de ensayo como Eloy Fernández Porta, y escritores de novela y poesía, como Vicente Luis Mora, están demostrando que no todo está perdido en el mundo de las letras hispanas como hasta ahora parecía. Aunque la literatura está cambiando en la forma en que las nuevas tecnologías lo permiten, la literatura actual, la literatura vista desde la perspectiva de las humanidades, está como nuestra economía: en estado de recesión, en estado de crisis, que es como nos dicen los políticos que estamos, aunque muchos siempre hayamos estado así. Los escritores actuales han entrado en la dinámica de publicar lo que sea, de ganar el máximo dinero posible, de publicar un libro cada año, para ante todo ganarse el pan y el sustento; pero, ¿Estos libros tienen calidad literaria? ¿Estos escritores que lo que dicen que pretenden es desaparecer, lo que pretenden realmente es todo lo contrario? Mi opinión es que así es. Pretenden antes que desaparecer, pretenden permanecer; pero la permanencia de los escritores es más fidedigna cuando el escritor escribe desde la humildad, desde la soledad y la independencia, desde la carencia de influencias externas, desde donde el escritor no tiene miedo de lo que escribe, desde donde el escritor no ejerce un compromiso para con sus lectores, desde donde el único compromiso que existe es ejercer la dignidad del propio autor para así no caer en petulancias y consignas apropiacionistas, que suenan a molde industrial , o a patrón de moda, del cual, parten las ideas que todos conocemos, y las cuales suenan a tópicos y estereotipos demasiado escuchados ya. Demasiado repetidos, demasiado evidentes para negar lo evidenciable.
Ser honesto significa tenerlo todo o casi todo bien claro, y significa dejar de engañarse uno mismo. Digo esto por muchas razones, pero las que veo más detestables las enumeraré en las líneas siguientes.
La razón de que me hiciera escritor/poeta es una razón para algunos vergonzosa, o también, por qué no decirlo, un tanto inconfesable; ya que, las razones por las que uno se hace escritor o poeta son extrañas a mi parecer, aunque tienen una lógica, por que ante todo somos personas y la lógica, a veces, está demasiado despersonalizada. La mía proviene desde mi adolescencia. Al ser un chaval poco dado a los estudios, y un desastre como chico malo, y debido a que he andado siempre entre estas dos aguas, he querido demostrarme a mí mismo que para algo he tenido que valer, y quise, también por frustración en estas dos etapas de mi vida, hacerme valer para algo que cuando empecé era un pobre pardillo y a lo mejor todavía lo sigo siendo. Me hice escritor (aficionado) debido a mi ignorancia, por que si hubiese conocido donde me metía, seguro no hubiera ni empezado. Empecé a escribir debido al flamenco, y cómo no llegué a nada, decidí al menos hacerme poeta y así, además de escribir mis letras, poder cantarlas, pero en ninguna de las dos facetas he tenido suerte. Todo aquel que se dedica a alguna vertiente artística quiere triunfar, quiere el éxito. Con el éxito llega la fama, y con la fama, llega a veces la gloria. Todos los escritores son artistas y por ende quieren el éxito. Todos lo quieren, y el que diga que no, miente. Desde el escritor más culto y deslumbrante al aficionado escritor -como yo- quiere gloria para sus huesos. He visto a muchos escritores que cuando los entrevistan y les preguntan que qué opinan sobre la vanidad han contestado cosas tan infumables como que ellos ven a la vanidad como algo estúpido y reniegan de ella, pero ellos mismos son los que cuando les dan un premio o les hacen un homenaje adoptan posturas arrogantes y endiosadas unos, otros hacen de sus amistades famosas un coto vedado, donde sólo ellos eligen quienes entran y quienes no, o como en el juego de la patata, quienes juegan al juego y quienes no, que me parece lo más infantil del mundo. También los hay que repudian tanto de la vanidad que huyen hasta con oír la palabra en murmullos, y con las mismas, están deseando que les hagan entrevistas, y que les inviten a los saraos extraliterarios. También existen otros que cuando se hacen famosos se les sube a la cabeza el éxito, por eso es valioso darnos cuenta de que el éxito no es nada cuando de verdad se tiene, por que cuando se ignora lo que el éxito es en sí, se suelen hacer castillos en el aire, y tener ensoñaciones con él, como una obsesión incurable que padecen, pero cuando se consigue el triunfo y se logra el éxito te queda ese placer insatisfecho, esa insatisfacción como cuando consigues aquello por lo que llevabas tantas ilusiones puestas, y que cuando lo consigues piensas: ¿y esto era? Acabas comprendiendo que es cosa banal y es puramente superficial, por eso muchos lo ven como algo intrascendente y transitorio, banal e insatisfactorio; no es ni siquiera gas, es vacío entre vacío. Todos los que trabajamos o luchamos por algo queremos el éxito, ascender, que nos quieran. Respecto a esto diré que algunos escritores dicen eso de, yo escribo para que me quieran, pero ¿y si eso no ocurre? Puedes ser un perfecto escritor, y cómo persona no valer un carajo. También suele haber algunos escritores que optan por decir que son de izquierdas por el mero hecho de que si dicen que votan a la derecha los puedan calificar de fascistas, o como si el cielo de la gloria no fuera para los escritores de derechas. Les da como vergüenza decir que votan al PP. Suelen decir que son marxistas cuando realmente son de derechas. Considero que la política ha pasado por muchas derivaciones, y si nos ha enseñado algo la historia es que tanto el comunismo, como el fascismo han fracasado como teorías, y ni qué decir tiene llevadas a la práctica. Están tan caducas las dos, que lo mismo sería decir que eres castrista como decir que te gusta la tauromaquia, o decir que odias a Francisco Franco y odiar también que fumen puros en público, y ser en esto un fundamentalista en salud colectiva, ya que para algunos puedes gustarle, pero otros puede que te escupan en la cara.
Yo me considero demócrata, pero si miramos la política de manera estadounidense, ser demócrata sería la vertiente izquierdista del asunto, y decir que soy republicano sería la vertiente de derechas, aunque considere las posiciones políticas que considere, en las dos soy de derechas; osease, que mires por donde lo mires en Estados Unidos son de derechas la mayoría. Si miramos la política desde la perspectiva española, puedo decir que soy de izquierdas porque compro El País y voto al PSOE, pero si lo analizamos bien, estas políticas no son de izquierdas, salvo por la máscara que suelen ponerse, sino política centro-derechista. Así que yo me considero demócrata. Yo considero a la política como al servicio, o al gusto del consumidor; una legislatura votas a la izquierda y otras, si te viene bien, votas a la derecha; pero siempre desde el respeto a la democracia, y eso no quita que no seas o no puedas ser republicano. Sólo las democracias jóvenes tienen ese complejo, y sufren de esa vergüenza. Debemos olvidarnos de dictadores y de invasores, debemos olvidarnos ya de la guerra (in)civil, por que vamos camino o de otra guerra, o de seguir siempre con nuestros complejos, nuestras miserias espirituales, nuestras acusaciones inquisitoriales, y nuestros prejuicios sobre todo lo que atañe y lo que sembró la guerra de todos los españoles, por que ese es el germen de todo lo que aflige a la voluntad política española. Debemos olvidarnos del mayo del 68. Si queremos vivir cómo hasta ahora lo estamos haciendo, debemos olvidarnos ya de lo que pasó, de lo que pudo haber sido y no fue, de lo que vendrá con esto y con aquello; dejar a los políticos que discutan en las cortes, dejar a los jueces que juzguen lo que es (in)justo, dejar que nos sigan engañando, y nosotros dedicarnos a votarles cada cuatro años, y de acatar las leyes que los jueces dictaminen, y despreciar al bipartidismo cutre como yo hago cada cuatro años. Luego están aquellos que presumen de comunistas, aunque con la tarjeta del Corte Inglés en la cartera. Se ponen camisetas del Ché, se afilian a un sindicato, o en algún otro caso, se afilian a un partido. Los ves en las manifestaciones en primera fila, junto con la camarilla de jefes sindicalistas, o social-demócratas con ganas de foto, y ni qué decir tiene los actos en donde participa el PP. Aunque estos escritores, la mayoría, prefieren no salir en la foto, como si les diera vergüenza. Un ejemplo es Hemingway, iba de comunista, de literato comprometido, pero sin renunciar a su estatus de opulencia y excesos; venía por aquí de año en año, se emborrachaba, comía bien, buenos hoteles, de pesca, de Euskadi a Paris, y de Paris a Cuba, y mientras en España: miedo, hambre, miseria, persecución, ¿y él hacía algo? No. No se comprometía demasiado, ya que podía peligrar su tren de vida. Tenía cierta razón Truman Capote cuando decía que Ernesto no era honesto. También hay otros, como Pablo Neruda, comunista confeso, pero tenía dos o tres casas (no pequeñas), viajes aquí y allá, osease, que no estaba tieso. Es muy fácil decir que se es de izquierdas cuando se vive en un país rico, o se vive en un jardín de rosas opulentas; pregúntales a los disidentes cubanos qué opinan del comunismo. O a los chinos, o a los tibetanos. No pretendo ser demagogo, hablo desde mi perspectiva. Se dicen cosas sin meditarlas, por ejemplo, Borges. Decía que era un anarquista individualista, pero ¿qué es eso? ¿qué quiere decir con esto? O se es anarquista desde la colectividad o no se es. Osease, es anarquista, pero sin mojarse demasiado. Como diciendo:-Soy anarquista, pero ustedes no lo sean-, ¿y por qué? Por que su estatus es bueno, vive bien, y decir que uno es anarquista da cierto atractivo literario, por que el tópico lo exige. Decía Hemingway que el fascismo no podía dar buenos escritores, ¿y Cesare Pavese? ¿y Bertol Brecht? ¿y Nicanor Parra? No es la política lo que suele dar buenos o malos escritores, es las ganas de contar y decir cosas, y el talento y honestidad de la que cada uno disponga. También están los acusadores, el dedo acusador que te fulmina con su rayo redentor. Por ejemplo, Ismael Serrano, tiene una canción que dice: y el fiel votante del PP, Fernando Sánchez Dragó; pero ¿qué más te da a quién vote el hombre? ¿Acaso los de izquierdas son mejores personas? O ¿era que quedaba mejor parcheada la rima? No se debe tomar la palabra honestidad en vano.
También quisiera comentar sobre aquellos que dicen que no creen en Dios, por que en el mundo literario da mal efecto decir que crees en Dios, y es mejor decir, o auto-engañarse, diciendo que no existe Dios o diciendo que uno es ateo, o agnóstico, por lo mismo que lo de las ideas políticas. España tiene el estigma de la guerra (in)civil y hasta que no superemos esos obstáculos no podremos madurar ni cómo democracia, ni cómo país democrático, ni cómo personas libres que somos; sin prejuicios y sin miedos, sin complejos y sin obsesiones, sin tapujos y sin obsturaciones.
España, derrama ante mí esta farsa, que yo te diré la verdad, y si esa verdad es o está contrapuesta a otras ideas, a otros discursos, a otros pensamientos, tanto mejor, por que sólo es verdad lo que difiere de la verdad de los otros, ya que todo sufre de contradicción. No pretendo ser fundamentalista, ni heterodoxo, ni ortodoxo, ni irreverente, ni precursor, ni pretendo ser la única verdad, pretendo ser parte de la realidad, que es muchas realidades. Dicen que la verdad sólo tiene un camino, y también dicen que todos los caminos llevan a Roma; yo, ni quiero ir a Roma, ni quiero ser el único camino. Tengo mi propio Dios doméstico, aunque no domesticado. Tengo una verdad que puede ser distinta a otras verdades. Por que muchos caminos van a parar hacia todas las verdades. Y existen verdades que se encuentran andando por los caminos. Y existen andares que huyen de la verdad. Y existen Romas que no son verdad. Y existen verdades que son mentira.
A un país no sólo se le puede querer cantando, también se le debe querer desde la práctica. Digo esto, por que cuando visito el Perú, no con asiduidad, más cuenta me doy del amor que sienten los peruanos por su patria, en la práctica y en la teoría.
El Perú es un país que se destruye y se reconstruye constantemente. Debido a los huaicos, los terremotos, los maremotos (tsunamis), los desastres que sufre este país, debido a ello, este país se inventa y se reinventa cada cuatro años. Cada mandatario un nuevo gobierno, cada nuevo gobierno una nueva política, cada nueva política un nuevo país, cada nuevo país un Perú, que es mil Perús en uno solo. En este país, que goza de Sierra, Selva y Costa, se vive el día a día, se trabaja desde la hondura, se hace al futuro desde sus ancestrales auroras. Este país, país de César Vallejo, José Watanabe, Ciro Alegría, José María Arguedas, Mario Vargas Llosa, existe un honor, un deber a la patria, una fuerza descomunal, un patriotismo que a veces peca de excesivo chovinismo, aunque es verdadero amor lo que el peruano siente por su patria, rica y altiva patria.
El peruano revive desde sus vísceras, crea un Perú, este se destruye y crea otro nuevo, este se re-destruye e inmediatamente se crea otro país desde las ruinas del anterior, por ello, existen miles de Perús en uno solo. Por que este país, país de combis (que están desapareciendo lentamente), país de buena gastronomía, país del chullo, la hoja de coca y el poder huanco, país que es uno solo, que como un dulce yaraví colorido trasmite una miscelánea sumergida e interior, que florece de entre sus tierras ancestrales y llega al interés que la lógica del misterio descifra o no, como un descifrador de enigmas imposibles y opacidades por hacerse visibles, este país guarda paraísos por encontrarse. País de altitudes imposibles, país del Machupicchu, y el señor de Sipán, país de los huaqueros, y los Mochicas, país de las líneas de Nazca, país de la selva amazónica, país de Churín y Huancahuasi, país de lazos fraternales con España, país nuevo y país viejo, país peruano, tierra perucha, tierra divina, inmortal y enigmática. Las veces que he viajado al Perú, que han sido tres veces, he encontrado siempre un Perú nuevo. Tenemos, o nos llegan aquí noticias muy de vez en cuando. Noticias siempre penosas, sobre desastres o sobre sus políticos embaucadores y mentirosos. Pero es un país, no sólo rico por sus riquezas materiales (materias primas, minerales, energías orgánicas e hidrocarburos), sino rico por sus gentes, por su respeto y grandes lazos con la Madre Patria, rico por su cultura y rico por su diversidad cultural, por su fauna, por su flora, y por sus tierras sumergidas, por sus otras nuevas tierras que emergen, y las nuevas y las viejas costumbres se unen para ser un país con embrujo, misterio y que guarda tantas maravillas para los sentidos como vidas por las que ha sobrevivido de la anterior.
Quizá ustedes no sepan que el Perú es el país con más diversas clases de orquídeas del planeta, quizá ustedes no sepan que el Perú posee una gastronomía que está haciendo furor en el mundo entero, y quizá ustedes no sepan que el Perú disfruta de ser la gente más hospitalaria de este mundo (a mi parecer).
Hace unos días ha salido a la palestra la noticia de que el dictador Fujimori goza de privilegios en la cárcel en que reside, debido a dádivas que el gobierno actual le está otorgando. No es de extrañar que entre gobernantes, unos a otros se tapen la boca, y unos a otros, también, se la destapen. Para que el Perú avance sería necesario que renovara no sólo su clase política, sino su poder judicial. El Perú, siendo un país con muchas más materias primas que todo Europa unida, es de extrañarse conocer que es un país con deuda externa, y un país con un paro y un déficit terrible. El peruano está acostumbrado a que el país se desplome, y con las mismas, levantarlo. Es un país que ha empezado desde cero infinidad de veces. Ya desde tiempos anteriores al de los conquistadores, Perú en su variedad de culturas, era un país que edificaba, y estas edificaciones las enterraba, las abandonaba, por miles de razones, y creaba nuevas edificaciones, nuevos templos, nuevas raíces. Siempre ha sido un país que edificaba encima de lo ya edificado. Como prueba de esto, les presento las siguientes fotografías.
Es la prueba evidente de que la fuerza del sentido de supervivencia del peruano, y las contradicciones a las que están sometidos, unidas estás, al carácter de su gente, esperanzada como indestructible, dúctiles pero con principios de acero, inacabables como temperamentales, es decir, es un pueblo, el peruano, superviviente en todo lo que emprende. El peruano saca fuerzas desde lo imposible, reinventa constantemente, e inventa una nueva alegría en la que ser feliz, y convivir con sus circunstancias. Miren la proeza y visiten el Perú. No se arrepentirán, créanme.
Después de haber leído y haber releído Los Detectives Salvajes de Roberto Bolaño se puso a indagar por Internet. Buscó por Internet todo tipo de textos producidos por Bolaño. Videó todos los videos existentes en YOUTUBE sobre Roberto. Encontró una página donde se decía que la viuda de Bolaño había demandado a un escritor que publicó un texto de Bolaño en una página web sobre literatura en Internet; un texto inédito de Bolaño. Este relato inédito (argumentaba la susodicha página) le fue extraído a un supuesto conocido del escritor aprovechando su ausencia en la habitación donde esa noche se había quedado a dormir el dueño de la web. Este amigo generoso que ofreció cobijo al supuesto ladrón tenía el relato olvidado sin haberle dedicado ningún interés a los textos, ya que no sólo estaba el citado relato, sino que también custodiaba poemas y otros textos, que también fueron sustraídos; al parecer, el amigo confiado de Bolaño nunca notó la ausencia de tales textos (prueba evidente de lo olvidada e infravalorada que está la buena literatura hoy en día). Naturalmente, este texto fue leído por más de mil personas de la red de redes mundial en una sola noche. La página tuvo más de 20.000 visitas en cuestión de una semana. El dueño, ladrón y autor de la página se sintió por poco tiempo triunfador, demasiado poco le duró el éxtasis; porque, aunque temeroso de las consecuencias que pudieran importunar el éxito de la publicación del texto inédito y supuestamente robado, y las posteriores responsabilidades en tema de justicia que pudiera pedirle la esposa del autor fallecido, el esperado éxito fue tan temidamente fugaz como un suspiro. Digo fugaz, por que así fue, ya que el juez dictaminó con premura la retirada inminente del texto.
El que la viuda de Bolaño demandara a un camarada cibernético le produjo cierta rabia como escritor, y cierta repulsión como navegante cibernético ante tal opresión y atropello fundamentalista. Entonces, se le ocurrió que podía emular, o coger prestado el nombre de Roberto Bolaño, ya que a la vista no iba a ser perceptible la autoría entre un escritor u otro; parecía un juego de niños, una travesura sin malicia alguna, un acto tan claramente inofensivo, y al mismo tiempo atrayente para él. Él, el mismo que decía querer realizar este pequeño experimento para escarmentar así a la viuda. Pretendía hacer realidad este experimento para hallar la verdad a cerca del esfuerzo incomprendido, muchas veces infravalorado, muchas veces sin ninguna conmiseración, sin ninguna compasión hacia la soledad que estos sufrían. Quería experimentar sobre la abnegada correspondencia de estas, sobre la solidaridad incondicional que emanaban estas viudas de escritores, que después de la muerte repentina del artista/poeta/literato habían hecho una fortuna manejando, o manipulando, la obra excelsa de sus maridos o familiares laureadamente ya fallecidos. Cayó en la cuenta de que la viuda de Bolaño no era la única vampiresa ávida de dólares en el mundo literario. Estaba María Kodama (viuda de Borges), estaba la hermana de Nietzsche (gran manipuladora de la obra póstuma de éste para beneficio oportunista del nazismo), y en el mundo musical, estaba Yoko Ono (viuda de Jonh Lennon). Por supuesto, había muchas más, pero ahora sólo le venían estas a la memoria.
Se propuso pues, escribir un texto, un texto sublime, apoteósico, un texto hermoso, un relato extremo, atrayente; metafórica paradoja de la gloria póstuma y la riqueza ocasional debido al mínimo esfuerzo. Se propuso escribir un cuento bajo el influjo Bolaño. Se dispuso a usurpar el nombre de Bolaño, que a modo de experimento, pretendía así llamar la atención del gran público lector, y con las mismas, llamar la atención de la viuda póstuma de Roberto Bolaño. Se puso manos a la obra. Escribió el cuento más hermoso que Bolaño y él mismo pudieran haber imaginado, y lo firmó como cuento inédito de Roberto Bolaño, escritor chileno, nacido en 1953 y fallecido en el 2003, aunque antes optó por registrarlo en la oficina de la propiedad intelectual de su ciudad con su nombre real y verdadero, anticipándose así a los acontecimientos que pudieran restarle legitimidad sobre la obra escrita. Le gustaba la idea, no sólo de resucitar a un escritor de entre los muertos, sino de experimentar con la generosidad, con las buenas intenciones, con los intereses creados, con la avaricia, con la ley del mínimo esfuerzo; quería experimentar sobre la prueba evidente de lo que en vida es la realidad y lo que tras la muerte queda en el corazón de las personas.
Tituló el cuento, Brevedad entre el Callejón sin nombre y el silencio de las cosas; un cuento que utilizaba la ficción con escenas de escritos que había imaginado, o había leído sobre el final de Roberto Bolaño. Hablaba de los últimos días del autor, de las cosas que circulaban por Internet, de las habladurías dispuestas en la red, como un juicio relevante, quirúrgico y conciso, como una leyenda urbana que en torno al escritor le envolviera. Como si en una figura de gas tomara forma cierto halo de misterio y misticismo. Como si todas las preguntas fueran a desembocar hacia el mar del autor de Una Novelita Lumpen.
Publicó su cuento con el nombre suplantado de Roberto, y los resultados no tardaron en hacerse presentes. La gente armó un gran revuelo tras el escrito publicado. Las visitas al blog literario se cuantificaron. Ese incremento de visitas hizo correr la voz, el boca a boca traspasaba la red, las redes sociales se hicieron eco del asunto, el mundo literario se rasgaba las vestiduras, suplementos culturales hablaron del tema. Así hasta que llegó a oídos de la viuda de Roberto. La viuda se puso en contacto con sus abogados. Primeramente no identificó atribuible el cuento como parte de la obra póstuma de su marido fallecido, pero tras el éxito que tuvo la posterior publicación quiso sacar tajada del éxito consumado. Sus abogados se pusieron en contacto con el verdadero autor del cuento que suplantaba el nombre de Roberto Bolaño. Este contrató un abogado experto en propiedad intelectual y se concretó una fecha de celebración del juicio, reclamando así, derechos de autor al suplantador del nombre.
El abogado de éste tenía pruebas evidentes de la autoría legítima de su cliente; el abogado contactó con la viuda, advirtiéndole así de la no-autoría del cuento atribuida a su marido. Pero ésta, desconfiada, llena de avaricia, y dispuesta a sacarle el mayor partido a la obra escrita por su pareja en vida, hizo oídos sordos a las explicaciones del abogado, creyendo que era todo parte de una artimaña urdida por el abogado para quitarle hierro al asunto y eludir así las responsabilidades económicas compensatorias. Fueron a juicio y el juez, un ser campechano y muy equilibrado, trató de hacerle ver a la viuda de que la obra estaba publicada con el nombre de su marido pero el autor no era él realmente, y que era todo parte de un experimento, según decía el demandado. El juez dio la causa como desestimada. El escritor del cuento halló así una lección irrefutable que le sirvió de moraleja sobre ese mismo cuento que él había mal intencionado. Y comprendió que el nombre no es más que un nombre, y que la consagración de un escritor no cambia su condición para con el hecho de ser humilde, y que siempre se es más libre partiendo desde un anonimato que alcanzando metas desde la consagración. Comprendió que la gloria, la fama, el éxito, no respira ni tiene alma, que no es sólido, ni líquido, y sí luz de gas. Comprendió éste que la fama es una burbuja y se rompe con facilidad de espanto. La viuda no supo qué conclusión sacar del asunto, pues había sido doblemente engañada, y salió enajenada de la sala debido a la frustración y la rabia ocasionadas por un acto mal intencionado inapreciable para el juez. Esta es la gran verdad de la vida. La verdad de los muertos, los vivos, y los muertos en vida que pretenden vivir de las postrimerías que dejan tras de sí los muertos. Muertos que quieren estar vivos, y vivos que pretenden vivir de los muertos. Vivos que están un poco muertos y muertos realmente muy vivos. Nombres que son sólo nombres, sean consagrados o anónimos, nombres que quieren estar vivos, y nombres que quieren estar muertos; nombres muertos y vivos nombres, que estarán un día muertos y sólo serán nombre. La vida en sí misma. La vida que nombra, y la vida que muere.
Estoy videando el programa de televisión que ofrece el canal CUATRO la noche del domingo. Veo en algunos concursantes una cierta automarginación impositiva que ejerce el hombre blanco como un muro que quiere marcar una diferencia, que si sí existe en la forma en que diferencian las costumbres, no existe en la manera sencilla con la que yo veo al hombre en sí. Suena a tópico decir que todos somos iguales, ya que, estamos de acuerdo en que así es, aunque a veces no lo seamos tanto. Nuestras costumbres llamadas “occidentales” hacen vernos como seres torpes y ridículos ante la naturaleza, quizá como los hombres de estas tribus lo serían si estuviesen en nuestro “mundo moderno”, plagado él, de obstáculos y presiones que tal vez ellos vean inútiles e irrisorias. Es cierto que el hombre moderno se ha complicado la vida a comparación con el hombre ancestral, que por suerte, todavía habita nuestro mundo. Y es cierto también, que la ridiculez que el hombre moderno posee al afrontar la vida rudimentaria, o salvaje si se prefiere, es tal, que debo sentir cierta vergüenza ajena al ver a mis semejantes hacer el memo de esa manera tan descomunal, por que es evidente que todo lo que el hombre ancestral hace rutinario en toda su conducta, el hombre moderno lo hace como si fuera un total inadaptado al medio, y da mucha tristeza comprobar que el hombre del hoy, el hombre moderno ha olvidado herramientas que son vitales para su supervivencia porque no las necesita para vivir. Veo en ese programa fragmentos que son de una emoción y un amor al mundo y a la vida que me hacen vibrar. Veo a esas familias compartiendo con esas personas y me transporto a lo que quizá vivieran los conquistadores al colonizar el nuevo mundo y que por la avaricia y la codicia del hombre blanco no ha podido hacerse posible. Veo al hombre blanco hermanado con estas personas y siento orgullo, siento emoción, siento que es posible que todos podamos amarnos, y que no exista ningún tipo de interés entre seres humanos, veo que es verdad, que el hombre blanco tiene capacidad de amar, siente respeto por sus semejantes, veo que otro mundo es posible, veo que está Nevando en la Guinea.
Está Nevando en la Guinea y siento que puede ser verdad que el hombre blanco vuelva a su inocencia perdida y sea como antaño lo fue, tal cual como ellos ahora lo son. Veo que brota el amor, la comprensión, la humildad, la hermandad, la humanidad, y me enorgullezco de ser persona, me enorgullezco de ser un hombre, y me enorgullezco de haber nacido para comprender que mientras esté Nevando en la Guinea y brote calima en los mares del norte haber nacido valdrá la pena por que el hombre al fin es hombre.
“Un pont de mar blava”. Un puente de mar azul se tituló un disco de Lluis Llach basado en textos de Miquel Martí i Pol, y ese puente de mar azul es para mí como un símbolo silencioso de lo que representa Cataluña desde mi infancia. Siempre he visto esa frase como una metáfora de lo que significaba la Tierra donde nací para mí; viéndola como un puente que se levantaba ante mis ojos y llegaba a todos los confines de este mundo, con la mirada plagada de inocencia y ebria de paz, con el sueño azul del hombre que camina; todo un puente destinado al universo más cercano, universo que habita en nuestra memoria colectiva.
Para mí los catalanes son gente bastante culta, a diferencia de la otra raigambre de la que también estoy orgulloso: la andaluza; siento cierta envidia al comprender que si Cataluña es más culta, más rica y más plena que Andalucía, debe ser por que quizá han invertido su tiempo en el sacrificio del trabajo y no en ir a fiestas, ferias y romerías; y quizá sienta cierta frustración al comprender que mientras los andaluces se divierten y están celebrando su liturgia de semana santa con exagerada pompa y con esa incondicional comunión ante la fe católica, -que yo respeto-, los catalanes han estado, unos hincando los codos, otros trabajando en su empresa, u otros trabajando para subsistir, y han hecho sus deberes y no está la casa aún por barrer. Los catalanes son gente interesada en la cultura universal, en esa cultura, quizá en un menor grado, está el flamenco, la España de charanga y pandereta, -de la que hablaba Antonio Machado-, la España de la fiesta Nacional, de Don Quijote y Sancho, que es como decir las dos Españas de las que prefiero no pertenecer en exceso a ninguna de las dos. Los tachan de separatistas, pero la historia nos ha enseñado que han soportado más de lo que se cuenta, y sufrido más de lo que se quejan, y no han tratado jamás de luchar contra eso por mediación de las armas; siempre han tenido la paciencia y la humildad de otorgarle al pueblo la última palabra, la última palabra de un pueblo que muchas veces no ha sido en toda su totalidad catalán.
Decía Josep Plá, que el catalán es un grosero; él era catalán, aunque un catalán un tanto peculiar por otras razones que no vienen ahora al caso. Quizá algunos catalanes sí sean unos groseros, pero la gran mayoría no creo que lo sean; como no me gustan los razonamientos a la ligera, ni los tópicos, ni la otra verdad del ignorante, quiero decir que para nada son todos los catalanes tacaños, y para nada son todos los catalanes amantes del dinero, (conozco a catalanes que se desprenden demasiado de “la pela”). Una frase hecha y muy repetida es: no es bueno generalizar, y otra de su misma condición es: que las comparaciones son odiosas.
También es necesario decir que todos los tópicos y los términos que se dicen desde la ignorancia son para gente que no se atreve a pensar por sí misma, y tiene que recurrir a la ceguera tradicional, que es otra manera de llevar la cabeza como adorno.
Cuando veo la televisión española y veo a toda esa gente que cree que tiene la exclusividad de la bondad, la razón y la educación; cuando van con una prepotencia desmedida y tratan a los catalanes injustamente; cuando veo esa prensa rosa con tanto chovinismo, chabacanería, falsa modestia y con tanta corruptela; tan serviles como bellacos, tan deshonestos como casposos, tan victimistas como malas personas; cuando veo a ese tipo de personas tan ordinarias siempre pienso en las Pinturas Negras de Goya. Entonces, sólo entonces, me dan unas necesarias ganas de cambiar de canal, ¿y cuál pongo? Pongo siempre un canal catalán. Un canal catalán donde no se habla de la familia real, la prensa rosa, y de nacionalismos que lleven hacia malas interpretaciones; donde no veo el bipartidismo cutre al que estamos todos sometidos; sólo me queda una esperanza, y es que si unos son de una manera y otros de otra, no es por razones como la genética o razones como la territorialidad, tampoco socio-económicas, es por razones de educación, de empezar a ejercer como autodidactas de nuestros propios principios y de nuestros nuevos valores, de nuestro saber estar y nuestra conmiseración para con los demás.
Quizá yo ahora haya caído en una contrariedad, pues no hay mayor miseria que la del espíritu, y no se puede sentir conmiseración con semejantes personajes. Y no hay populacho más infectado de mugre infecciosa que aquel que no es honesto con su única verdad. La verdad de que es mejor que te toque un tópico que caer en la zafiedad, la verdad de que más vale una vez rojo que ciento amarillo.