Por Rafael Poch-de-Feliu
Fue corresponsal de La Vanguardia en Moscú, Pekín y Berlín. Autor de varios libros; sobre el fin de la URSS, sobre la Rusia de Putin, sobre China, y un ensayo colectivo sobre la Alemania de la eurocrisis.
La delegación europea que viajó a Washington quiere “garantías de seguridad para Ucrania” pero la única garantía para el país es su neutralidad. Los europeos todavía no lo han entendido
Las tropas de países de la OTAN en Ucrania son garantía de que el conflicto continúe. Moscú inició la guerra para evitarlas y no las va a bendecir ahora que se ha hecho con el 20% del territorio ucraniano pagando un gran precio en todos los terrenos, pero los europeos no tienen un plan de paz, ni están preparados para ello.
La escenificación que Trump organizó en la cumbre de Alaska con Putin el viernes 15 de agosto, quiso mostrar un encuentro entre iguales. Alfombra roja, cordialidad y respeto. Eso es algo que provoca erecciones a los machos de la elite rusa, que recuerdan con nostalgia los tiempos en los que la URSS era temida y respetada, y sus intereses tomados en serio en Washington, lo que no ocurre desde hace más de treinta años.
La cumbre fue una debacle para los europeos. “No se habló de sanciones contra quienes compren petróleo ruso, desaparecieron los ultimatums y la exigencia de un alto el fuego que Rusia rechaza”, resumía el mismo día 15 The New York Times. “Putin no dio a entender ninguna renuncia respecto de sus posiciones anteriores”, asombrábase el Frankfurter Allgemeine Zeitung. “En las últimas semanas parecía que Trump se había desengañado de Putin y que aumentaba su desagrado, pero el viernes no vimos ninguna señal de todo eso”, constataba, desolado, el Neue Zürcher Zeitung.
Para los europeos, el gran peligro de la cumbre era que “pueda salir algo de ella” , decía uno de los chihuahuas mediáticos de Madrid. Al día siguiente casi todos esos medios respiraban aliviados enfatizando que, afortunadamente, no se había alcanzado acuerdo alguno. Pero sí que hubo algo.
El encuentro de Alaska mostró que Trump cambiaba, desde la exigencia de un alto el fuego, a una perspectiva de acuerdo de paz que tenga en cuenta los “motivos profundos” del conflicto alegados por Rusia: Ucrania sin OTAN y cediendo territorios. Ambos aspectos eran considerados “innegociables” por los europeos, así que el lunes siguiente, primer día hábil, la “delegación europea” (el inglés, el francés, el alemán, el ahijadito holandés de la OTAN, la italiana, el finlandés que juega al golf y la Presidenta de la Comisión Europea) más Zelenski, corrieron a Washington. No hubo alfombra roja. Una funcionaria de tercer orden les recibió en la puerta de la Casa Blanca. No fue un “encuentro entre iguales”, sino una recepción del vanidoso emperador a sus humildes vasallos que le expresaron, uno tras otro, su agradecimiento de forma tan reiterada como exagerada. La delegación intentaba salvar los muebles. “Garantías de seguridad” para Ucrania, se llamaba su alarmado propósito.
Como cualquier persona informada sabe, o debería saber, la única garantía de seguridad de Ucrania es su neutralidad. Esa neutralidad, que Ucrania no participe en bloques, ni pueda albergar tropas ni armas que amenacen a Rusia, es también una garantía de seguridad para Rusia. Por haber roto esa neutralidad, animado por la OTAN y sus socios europeos, y por imponer su etnonacionalismo a la mitad del país que no lo compartía, Ucrania deberá pagar ahora un elevado precio territorial. Pero todo eso es algo que los dirigentes europeos, sus medios de comunicación y sus laboratorios de ideas, todavía no han llegado a comprender, pese a que Moscú lo viene repitiendo desde hace muchos años. El ministro ruso de exteriores, Sergei Lavrov, repetía, una vez más, el mensaje el día 19:
“Para nosotros nunca se trató de hacernos con territorios. Ni Crimea, ni el Donbas, ni Novorrosía fueron nunca nuestro objetivo. Todo el mundo sabe que esos territorios eran parte de la República Socialista Soviética de Ucrania y después pasaron a serlo de la Ucrania independiente. Quedaron en la Ucrania independiente en base a la declaración de soberanía que los dirigentes ucranianos adoptaron ya en 1990 en la que se proclamaba con toda claridad que Ucrania sería para siempre un estado desnuclearizado, neutral y no alineado en bloques. Precisamente esa circunstancia era el fundamento del reconocimiento internacional de Ucrania como estado independiente. Si ahora el régimen de Zelenski renuncia a todos esos principios y ya habla de armas nucleares, ingresar en la OTAN y de renunciar a la neutralidad, entonces ese fundamento del reconocimiento de Ucrania como estado independiente, desaparece”.
Los dirigentes europeos ignoran eso y prefieren apuntarse a las leyendas de la amenaza rusa, la ampliación del imperio ruso hacia el oeste, la recreación de la URSS y la maldad intrínseca de Putin, pero eso cambia poco la realidad del problema: sin entender ni reconocer los “motivos profundos” del conflicto no se saldrá de el. Para los occidentales reconocer eso supone una marcha atrás demoledora, pues tales motivos ya estaban perfectamente expuestos en el documento de diciembre de 2021 que Moscú hizo llegar a la OTAN y a Washington y que ni siquiera fueron considerados. Si ahora se reconocen, Trump puede alegar con todo cinismo, y lo hace, que esa fue la “guerra de Biden”, su predecesor, pero, ¿los europeos? Imposible retroceder sin perder la cara ni responder a la pregunta de los tres años de barbarie y sufrimiento bélico entonces perfectamente evitables. Así que lo que ahora toca son las “garantías de seguridad” para Ucrania, entendidas como tropas de países de la OTAN en suelo ucraniano. Sin ayuda e implicación americana eso es imposible. A los europeos les faltan recursos, sobre todo de defensa antiaérea, aviación e inteligencia, así que la delegación le pidió el lunes a Trump que participe en el asunto.
Las tropas de países de la OTAN en Ucrania son garantía de que el conflicto continúe. Moscú inició la guerra para evitarlas y no las va a bendecir ahora que se ha hecho con el 20% del territorio ucraniano pagando un gran precio en todos los terrenos, pero los europeos no tienen un plan de paz, ni están preparados para ello.
“Ha habido demasiados vítores y fanatismo de cambio de régimen en el ámbito político y mediático europeo, con muchos titulares recientes insistiendo en que la agresión rusa no debe ser premiada, claro que ninguno de esos autores tiene una estrategia militar para la victoria, porque pensamiento estratégico no es precisamente lo que abunda entre los europeos formados”, dice el analista Wolfgang Munchau. Trump ha respondido a la petición de sus chihuahuas con una declaración que les ha aliviado:
“Ucrania no formará parte de la OTAN, pero están los países europeos que ya están implicados en el proceso. Algunos de ellos, Francia, Alemania e Inglaterra, de momento tres de ellos, quieren tener tropas allá. No creo que eso sea un problema. Estamos dispuestos a ayudar en eso, especialmente en lo que respecta a apoyo aéreo, porque nadie dispone dela capacidad que tenemos”, ha dicho.
La declaración borra para Moscú todo lo que se ganó, o se creyó ganar, en Alaska. Pero, ¿hay que tomarse esa declaración en serio?
El analista ruso Dmitri Trenin dice que lo dicho por Trump sobre tropas europeas con apoyo aéreo americano como “garantía de seguridad” es “un caramelo de consuelo para los europeos que no cambiará la posición del Presidente”. Trump sabe que los europeos no disponen de las tropas necesarias para brindar a Ucrania lo que ellos consideran que es seguridad y que en realidad no es más que una promesa de mantener el conflicto. Como tantas otras veces, donde dijo “digo”, dirá “Diego”, sin el menor problema y se concentrará en lo suyo que el sociólogo filipino Walden Bello enuncia así:
“Trump parece imprevisible pero hay una tendencia que se mantiene a través de los zig zags de su acción. Simplemente reconoce lo que sus predecesores no reconocían: que el Imperio está desbordado por sus obligaciones y que ya no tiene recursos para sostener sus múltiples compromisos”.
Si este extraño acuerdo de paz, en el que su propiciador es parte principal del conflicto pero actúa como si fuera mediador, se demuestra imposible, el Presidente quizá se desentienda de Ucrania transfiriéndole el muerto a los europeos que en su estupidez multiplicarán por cien sus compras de armas a Estados Unidos para realizar la quimera militar que les está convirtiendo en irrelevantes en el mundo a marchas forzadas… Estados Unidos gana en cualquier caso y por partida doble.
Todo esto, evidentemente, es de lo más inestable e inseguro y los rusos son conscientes de ello. Como dice el comentarista anglo-italiano Thomass Fazi (En Trump’s Ukraine endgame – UnHerd), “probablemente no se hagan ilusiones sobre los verdaderos objetivos del establishment imperialista estadounidense. Y saben perfectamente que cualquier acuerdo alcanzado con Trump podría ser revocado en cualquier momento. Sin embargo, los objetivos a corto plazo de Putin coinciden con los de Trump. Se podría decir que Rusia y Estados Unidos son adversarios estratégicos cuyos líderes, no obstante, comparten un interés táctico en la cooperación”.
Del blog personal de
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