Con Rusia e Irán fuera de juego, Israel, Turquía y EEUU quieren utilizar la desunión entre las facciones rebeldes para imponer sus intereses en el incierto tablero de Siria.
La doble guerra lanzada por Israel en Gaza y el Líbano ha desbaratado Oriente Medio para mayor beneficio del estado hebreo, respaldado siempre por Estados Unidos. Siria aparece como el último naipe derribado en una crisis que ya afecta a toda la región, en la que ahora se ve el papel clave que estaba jugando Turquía. Un rol que desafía la estrategia de Washington, su aliado en la OTAN. La Casa Blanca de momento se conforma con que Rusia e Irán se replieguen de Siria con el rabo entre las piernas y a la espera de acontecimientos.
En la caída del régimen del dictador sirio Bachar al Asad ha tenido mucho que ver la debilidad de sus aliados en la región, Irán y Hizbulá, acosados por Israel en el Líbano. También ha contado el desinterés de Rusia, que ha primado su guerra en Ucrania sobre sus veleidades geopolíticas en Oriente Medio como protector del régimen de Bachar al Asad, el ya expresidente acogido en Moscú tras la entrada de los opositores sirios en Damasco.
El Kremlin ya sabía desde días atrás que el tiempo de Al Asad estaba finiquitado y que Siria se había convertido en un desagüe de fondos para el ejército ruso, cuando sus aviones cazabombarderos del aeródromo militar de Khmeimim, en la provincia siria de Lakatia, y sus buques de guerra, en la base naval de Tartús, podrían desempeñar un papel más importante en el frente ucraniano y el mar Negro, respectivamente.
La aviación rusa hizo un poco el paripé con el bombardeo de Alepo cuando esta ciudad siria fue asediada la semana pasada por uno de los grupos insurrectos, pero pronto quedó claro que el empuje opositor era imparable y que no era éste el escenario que en 2015 llevó a los cazas y bombarderos rusos a proteger con éxito al régimen sirio del acoso del Estado Islámico y otros grupos rebeldes.
La guerra civil siria no ha concluido aún
Israel, Turquía y EEUU son los beneficiados en esta crisis, pero solo por el momento. Siria corre el riesgo de convertirse en un estado fallido más en la lista de países donde Washington de una u otra forma ha metido mano, como Irak, Libia o Afganistán.
El avispero sirio se ha avivado en apenas doce días. Han caído Bachar al Asad y el poder dictatorial que inició su padre, Hafed, hace 54 años. Pero la guerra civil que comenzó en 2011, con el fracaso y represión brutal de la Primavera Árabe en Siria, no ha concluido, por muchos mensajes de buena esperanza que se estén dando estos días y pese a los cánticos a favor de la "inminente" llegada de la democracia a Siria que se escuchan en Europa, donde la visión en blanco y negro de la política internacional prevalece hoy más que nunca.
De momento, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austen, advirtió este lunes que el Estado Islámico, los más radicales de los yihadistas que se asentaron en Siria la década pasada al amparo de la guerra civil, podrían aprovechar la incertidumbre actual para intentar volver. Austen justificaba así la reanudación de los ataques estadounidenses contra posibles posiciones del EI en el centro de Siria en las últimas horas.
El espectro del yihadismo de nuevo sobre Siria
El islamismo radical es el fantasma que en estos momentos sobrevuela Siria con más insistencia. Nadie quiere recordar muy alto que el principal grupo opositor que ha triunfado en esta ofensiva lanzada el 27 de noviembre, Hayat Tahrir al Sham (HTS, la Organización para la Liberación del Levante) es de credo salafista y antaño era partidario de la guerra santa contra Occidente.
El antecedente del HTS apareció en 2012 con el nombre de Jabhat al Nusra y era la rama siria de Al Qaeda, responsable de los ataques terroristas del 11S de 2001 en Estados Unidos. En 2017 adquirió su nueva denominación, lo que no fue óbice para que en 2018 Washington lo incluyera en su lista de grupos terroristas.
Entre sus reclamaciones hasta hace muy poco estaban la creación de un estado islámico en Siria y la aplicación de la sharia, la ley islámica. Aunque se ha moderado en sus planes para crear un califato islámico en Siria, sigue siendo un movimiento esencialmente islamista.
Habrá que ver si los entusiastas europeos de la ofensiva contra Damasco piden a la Casa Blanca que retire la recompensa de diez millones de dólares que pesa sobre la cabeza de Abu Mohamed al Julani, el líder del HTS, acusado de cometer crímenes contra los derechos humanos en sus años de yihadismo y que en esta campaña ha dejado su turbante salafista y adoptado un aspecto de militar "laico".
El nombre real de Al Julani (que es su apelativo de guerra) es Ahmed al Sharaa. Quizá solo tenga que recuperarlo para ganar ascendencia entre los poco enterados políticos occidentales que ya lo alaban como nuevo líder de su país, obviando las atrocidades cometidas por los islamistas en la Siria en guerra de la década pasada.
Tampoco sería raro ese cambio de papeles y un eventual acercamiento de Al Sharaa a Estados Unidos, si es que su ofensiva no ha sido ya subvencionada desde Washington. Algunos de los grupos rebeldes islamistas que aparecieron a raíz del comienzo de la guerra civil siria fueron sufragados por la Casa Blanca contra Damasco, pese a sus tendencias yihadistas, que les llevarían después a formar el Estado Islámico.
El factor kurdo
Entre los otros grupos protagonistas de esta ofensiva está el Ejército Nacional Sirio (ENS), respaldado por Turquía en el norte de Siria y cuyo principal objetivo ni siquiera era el régimen de Al Asad, sino las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) integradas en buena parte por combatientes kurdos y que cuentan con el total respaldo de Estados Unidos.
Turquía ve al FDS como una extensión del Partido de los Trabajadores del Kurdistán, el PKK, la horma del zapato del Gobierno de Ankara en el este del país y empeñado desde hace décadas en la independencia de las regiones kurdas del dominio turco. La prioridad turca es crear una zona bajo su control en el norte de Siria para contrarrestar el peso militar kurdo y ni el PKK ni las FDS se lo van a poner fácil a Ankara.
Israel aprovecha e incursiona en Siria
Como muestra de que la guerra no ha terminado, en las últimas horas se han redoblado los ataques lanzados por EEUU y Turquía contra bastiones de grupos sirios contrarios a sus protegidos y al HTS.
Sin embargo, los episodios bélicos más preocupantes de las últimas horas los está protagonizando Israel, con ataques en territorio sirio cercano a los Altos del Golán, la zona de siria ocupada por el ejército israelí en 1967, en el curso de la Guerra de los Seis Días, y anexionada por Tel Aviv unilateralmente en 1981.
El jefe del Estado Mayor del ejército israelí, Herzi Halevi, anunció que Siria es ya "el cuarto frente" en el que combaten las fuerzas terrestres de su país, junto a Gaza, Cisjordania y el Líbano. Halevi confirmó el despliegue de soldados israelíes en territorio sirio, en la que hasta ahora era una zona desmilitarizada cercana a los Altos del Golán, en el monte Hermón.
Y como justificación de estas acciones, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, anunció que "la caída del régimen de Bachar al Asad en Siria podría ayudar a promover un acuerdo para el retorno de los secuestrados" que aún están en manos de las milicias de Hamás en Gaza, desde el ataque de esas fuerzas palestinas contra Israel el 7 de octubre de 2023. Esa incursión causó 1.200 muertos israelíes y desató el genocidio cometido por el ejército de Israel en Gaza, con cerca de 45.000 palestinos muertos ya.
Netanyahu reconoció que "las acciones decididas" de Israel contra Hamás y Hizbulá, formación aliada de Al Asad, ayudaron a derrocar al régimen alauita en Siria.
Irán se retira, pero queda al acecho
Es posible que la salida rápida de rusos e iraníes de Siria y la evacuación a Moscú de Bachar al Asad y su familia hayan sido fruto de un acuerdo entre bambalinas entre los actores principales de esta crisis, con participación de otros países árabes, como Catar o Arabia Saudí.
Sin embargo, no todas las cartas están encima de la mesa. No parece que Rusia vaya a continuar en Siria como hasta ahora, pero el caso de Irán podría ser distinto, pese a su desbandada. Sobre todo si puede recuperar su perdido prestigio ante las acciones ofensivas de Israel.
Si bien es cierto que las milicias proiraníes y chiíes de Hizbulá no pasan por su mejor momento, machacadas por Israel en el Líbano, la palabra de Teherán sigue teniendo fuerza en Siria. No es casualidad que sus militares llevaran semanas retirándose de Siria, al igual que los rusos de Lakatia y Tartús. Era la crónica de una muerte anunciada y posiblemente muy planificada.
Ahora hay una tregua inestable entre Hizbulá e Israel en el Líbano. Ello podría ser aprovechado por la Guardia Revolucionaria Iraní (muy presente en Siria hasta los actuales acontecimientos) para recobrar resuello. Quizá ahora mismo Irán no sea un rival digno para Israel, pero sus fuerzas armadas conocen bien Siria y podrían convertir a este país en un futuro campo de batalla contra Tel Aviv.
¿Una república islámica siria?
Otra posibilidad sería la creación de una República Islámica de Siria, con Hayat Tahrir al Sham al frente y de inspiración salafista y sunní, que serviría de dique de contención al chiísmo iraní con apoyo de Washington e Israel. La alternativa puede ser también la balcanización de Siria, con la absorción de porciones de su territorio por el propio Israel, Turquía e incluso Jordania, siempre con el visto bueno de Estados Unidos.
Y hay otra opción, que quizá sea la que se imponga. Será la que ponga sobre la mesa el presidente electo de EEUU, Donald Trump, en cuya intención estaba acabar con las guerras de Ucrania, Gaza y el Líbano, y a quien los "rebeldes" sirios se lo han puesto difícil.
La guerra civil contra Al Asad terminó, pero son muy altas las probabilidades de que empiece otra aún más incierta, con Turquía, Israel e incluso Irán extendiendo esa zozobra al Líbano, Irak y puede que el resto del mundo árabe. Y esto no le va a gustar nada a Trump.
Fuente: Público
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