domingo, 13 de marzo de 2011

El Mercado y los eurocabritillos. Opinión de Rafael Carcelén

 El Mercado y los eurocabritillos


Por Rafael Carcelén
(Originalmente publicado en el semanario Valle de Elda)

 

Hubo un tiempo en que el señor Mercado sufragó onerosamente a cabritillos, cerditos y otros púberes ingenuos para que levantasen sus casas a buen interés, consiguiendo incluso llenar todo el bosque de hipotecas basura con tal de seguir alimentando una codicia insaciable. Su glotonería especuladora, su avaricia febril, acabó generándole una burbuja en el estómago que ni el bicarbonato mercantil de la moneda única consiguió mitigar. Y su bolsa, atada y bien atada a la cintura, comenzó a regurgitar, a perder valor cayendo y cayendo precipitadamente por el gran agujero del ibex 35. La madre de los eurocabritillos, para tranquilizarlo, le rellenó la bolsa con monedas y le cosió los bonos rasgados. Colmado como el quico, pensaron que una prolongada siesta lo apaciguaría. 

 

 

 

Pero no fue así. El señor Mercado, tras vaciar el euromonedero y dejar escuálidas las arcas caprinas, exigió contención y control del gasto. Que manda huevos. Pero los eurocabritillos, precisamente por los préstamos para rescatar al Mercado feroz de la quiebra, ya no disponían de liquidez. Y éste comenzó a temer por sus dividendos, por esos réditos sabrosos que tan jugosamente debía ir acumulando: deuda, déficit, impagos… mala cosa, pensó; no hay depredador que mantenga el buche lleno con estas menudencias e incertidumbres. ¡Quería garantías! Muestras de sangre que le permitieran mantener la confianza. Con sus ávidas fauces, con sus garras tajantes, se presentó en la casa griega y llamó a la puerta: ni las columnas del Partenón ni el tesoro de Mikonos saciaron su ambición. La que ellos creían de hormigón perdurable, no era sino endeble morada de adobe y hojarasca. Porca miseria, refunfuñó el carnívoro descontrolado.


Decepcionado, aulló y aulló para que todos se amedrentasen y no ofrecieran resistencia a sus ansias lucrativas.  Se encaminó entonces hacia la casa irlandesa, esa que durante años fuera la niña de sus ojos, donde tanta hipoteca burbujeante colocó en otro tiempo, y acosó a sus eurocabritillos hasta que, como obedientes corderitos atrapados por unos bancos sostenidos con palillos neoliberales, pidieron ser rescatados por ese lobo de las finanzas que es el señor Mercado, también neoliberal. ¿Será suficiente con esto?, tartamudeaban, remojándose las barbas, sus eurovecinos. Obtuvieron la respuesta cuando el gigante depredador giró su vista encarnizada hacia la casa ibérica: los eurocabritillos portugueses y españoles sintieron una y otra vez el brutal zarandeo en sus nóminas y en todas sus paredes financieras. Recortes, reajustes, reducción del déficit… ¡qué más da!, nada era bastante para conformar a tan implacable avaro.

El benjamín de los eurocabritillos, refugiado entre gaviotas genovesas, sobrevivió al bestial envite y cuando alguien le preguntó cómo lo había logrado, fue profuso en detalles: ése poderoso caballero que es Don Mercado se alimenta de engordar cerditos y cabritillos hasta que su obesidad los inmoviliza y entonces, zarpazo a zarpazo, mordisco  a mordisco, los deja raquíticos y desahuciados. Sin casa ni pan que echarse a la boca, los pobrecillos no tienen más remedio que acudir a él para que les inyecte liquidez y volver así a tenerse en pie. Y otra vez de nuevo comienza el proceso: engorde, inflación, burbuja, deflación, miseria, rescate… y así hasta que la desesperación o la rapacidad les permita comprender que pueden más todos los eurocabritillos juntos que el lobo, por salvaje que éste sea; que no tienen por qué vivir sometidos a sus aterradoras exigencias. ¿Y cómo es qué tú sobrevives ajeno a esta espiral cíclica de opulencia y escasez?, le preguntó un ingenuo. El hasta entonces ponsderado eurocabritillo se quitó la máscara y todos constataron que se trataba de un fiero lobezno con piel de cordero.

Rafael Carcelén es maestro de escuela en el CEIP Padre Manjón de  Elda. Poeta, lector apasionado y perpetuo observador, opina sobre la realidad que nos rodea, bien en su columna Entre col y col en el semanario Valle de Elda o en otros foros independientes y/ o alternativos.

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