Antes y después de un ataque antigranizo en el norte almeriense
Tras ser publicado el 2 de noviembre en eldiario.es el artículo "La 'avioneta antilluvia' no existe, pero es militar y hace horas extras", este fue "despublicado" unos días más tarde, y también fue rechazado el segundo artículo que el autor, Pedro Costa Morata, había enviado al mismo medio digital, "Meteorólogos en el ojo de la nube que los amenaza", porque "No podemos publicar más artículos que hablen de temas que no estén probados, como era el caso de la avioneta", según justificación del director, Ignacio Escolar.
La “avioneta antilluvia” no existe,
pero es militar y hace horas extras
Leía yo, acongojado, las predicciones que sobre el tiempo que viene hacía el delegado en Murcia de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), Juan Esteban Palenzuela, y prestaba especial atención a lo referente a las precipitaciones, ya que el meteorólogo pronosticaba un otoño seco y, refiriéndose al frente de precipitaciones anunciado para esos días, ya advertía que no serían significativas.
Leía yo esto, pasmado por mis propias reflexiones, ya que la tarde anterior unos amigos de Caravaca me habían dado todo lujo de detalles sobre la “avioneta antinubes”, “antilluvia” y, por supuesto, “fantasma”, especialmente activa en el noroeste murciano, pese a que ningún estamento oficial reconoce su existencia. Y como, entre esas informaciones que me daban, figuraba el hecho de que es la AEMET la que debe aportar el informe minucioso y preciso a los rompenubes para que actúen con eficiencia, me decía: ¿de qué va este Palenzuela?
Ya veremos cómo, quién y cuándo confirma todo esto, pero el resumen de las fechorías -al menos las actuales- de la dichosa avioneta, a tenor de mis informaciones, que van acompañadas de fotos del aparato, trayectorias de vuelo y tal (hay una aplicación disponible que permite todo eso), es que la “avioneta” es un señor avión de la Fuerza Aérea española del tipo C-212, que tiene su base en el aeropuerto militar de San Javier, de donde sale y entra (hay rutas que salen y entran de los aeropuertos militares de Albacete y Zaragoza), que debe fletar el Ministerio de Agricultura (o, podría ser, la Consejería de Agricultura autonómica) y que parece financiado por las firmas aseguradoras del riesgo agrario.
Porque el riesgo, ya se sabe, es el del granizo, cuyos males han justificado algunas tradicionales actuaciones del sector agrario contra la atmósfera, generalmente de forma preventiva, deshaciendo las nubes sospechosas de contener pedrisco.
Mis informadores creen atribuir el aumento de estos vuelos “inexistentes” en el aumento de plantaciones de uva de mesa en todo el Noroeste (y en gran parte de la región), un cultivo, intensivo, posiblemente transgénico, al que le viene muy mal el pedrisco, por supuesto, y de ahí que se proteja con cubierta de plástico; pero al que también le perjudica la humedad del ambiente lluvioso, que le generan ciertas plagas que dañan la cosecha.
Añaden estos dignos ciudadanos, que dedican tiempo a estudiar el asunto en todos sus escalones y facetas, que se trata de cosechas vendidas de antemano a muy buen precio, destacando como clientes los Emiratos Árabes Unidos, y que ni productores ni clientes están dispuestos a que se malogren.
Ya estamos todos, me dije, encontrándome con un panorama espléndido de actores, mediadores, responsables y, seguramente, pardillos, todos ellos coaligados en la muy productiva tarea de impedir la lluvia, atentar contra el cielo y la tierra, perjudicar a la sociedad y manipular a las administraciones. Que el agua nos venga, puntual y bien entubada, y que no nos falte el Trasvase; y no esa aborrecida lluvia, tan insegura y traicionera. Bueno, bueno.
Recordaba yo -según contemplaba las fotos e itinerarios del avionazo militar rompenubes- la bronca de que me hicieran objeto los meteorólogos de la Asociación de Meteorólogos del Sureste, en boca y pluma de un agradable Ginés Mirón, su presidente (La Opinión, 1 de noviembre de 2018), que descreía y negaba todo eso, objeto de mi relato del día antes en el mismo periódico, recomendándome que, mejor que mirar al cielo en busca de fantasmas asustanubes, me cuidara de los enemigos terrestres (o terrenales, más correctamente, ya que aludía a que “el diablo no se encuentra en el cielo, lo tenemos aquí abajo”), advirtiéndome de que “desviar la atención de las causas reales de nuestros problemas ambientales no es la mejor manera de empoderar y concienciar ambientalmente”, quejándose de “esta leyenda que ha saltado de los campos a las redes sociales”, y condenando, en definitiva, “este tipo de teorías, bulos y leyendas”.
Se la guardé, claro: que alguien me mande el wasap de Ginés Mirón, que me interesa curar su incredulidad enviándole la foto de ese diablo de acero (con matrícula) que se pasea a placer sobre el valle del Quípar, rompiendo nubes y protegiendo los intereses de esas empresas de cuya lógica capitalista Mirón duda por el alto coste que supone -dice- en “avionetas, pilotos y sustancias lanzadas a la atmósfera”. ¿De qué va este Mirón que no mira?
Remato reconociendo que esas manipulaciones/intervenciones contra natura parecen ampararse, como soporte supremo, en el artículo 3 de la Ley de Aguas de 1985, que prevé esa posibilidad siempre que se produzca con autorización administrativa.
Lo cual hace más interesante todavía el caso, ya que ninguna ley ni autorización administrativa debe ir contra los intereses generales, en este caso la lluvia, escamoteada para los más por el interés de los menos.
Vuelvo sobre el tema, ese tema que tanto cuesta esclarecer, para mostrar mi admiración por la sensibilidad de esos meteorólogos que se han sentido atacados por mi artículo “La ‘avioneta antigranizo’ no existe, pero es militar y hace horas extras” (2 de noviembre), demostrando su incapacidad para distinguir entre ataque, alusión, advertencia, petición, desafío… asustándose de no sé qué y apretando filas como corporación antigua a salvo de asechanzas y puesta, inesperadamente, en el objetivo de una indagación siempre frustrada.
Sí, empiezo a ver que este es un gremio raro, de funcionarios que quisieran escapar a la obligación que tienen de rendir cuentas.
Yo creo que los aludidos por mí -Palenzuela y Mirón, dignísimos ciudadanos hacia los que no recuerdo haber mostrado ninguna acritud- y muchos más, están en un buen lío, y por eso niegan la mayor, eludiendo argumentar e informar y optando por una vulgar estrategia defensiva, aun sabiendo que todo esto tiene sus límites.
¿Se alarman por mis ataques, que no son tales? ¡Qué poca cintura!
Más les vale ahorrar esfuerzos y acopiar energía. Me refiero a las dialécticas, porque la tormenta que se les viene encima no se va a disolver tan fácilmente como hacen esos ingenios del yoduro de plata.
Que no se enteran de que el ambiente (social, a más del atmosférico, por supuesto) se va cargando un poco por toda España, a tenor de la osadía de los manipuladores del cielo, y mucho me equivoco si no vamos a asistir a una cercano frente de nubes vengadoras, bien cargadas de exigencias y aclaraciones, y ya veremos si las pueden expulsar o disolver, ya que no es granizo lo que contienen.
En verdad, estos señores que tan molestos se sienten, no parecen caer en lo que significa que el imperio de un modelo agrario injusto y patológico ha de tener los días contados. Y quieren que miremos al regadío, los nitratos y los acuíferos como objetos de examen y crítica, dejándoles a ellos tranquilos, como si pudieran ser ajenos a las aventuras químicas y los juegos nubosos (con su ciencia atmosférica dispuesta a echar una mano a los de siempre).
De ahí que insistan en señalar como culpables del desfalco agrario a los de la contaminación en tierra: no se aclaran mucho, no, con ese modelo refractario tan escaso de imaginación, inteligencia y responsabilidad.
Les pasa algo parecido a los de la Fundación Ingenio con los vertidos de nitratos, que pretende ignorarlos aunque son creación suya, para que la indignación por los crímenes del Mar Menor se desvíe hacia los fosfatos y los metales pesados, que ellos necesitan que sean los culpables.
De forma parecida, ya digo, estos meteorólogos quieren que dejemos de mirar el cielo (¡vaya meteorólogos!), que es lo suyo, para no ver al avión son su yoduro de playa, y piden que miremos al suelo, buscando delincuentes lejos de sus aéreos, plácidos y exclusivos dominios. Pues no.
A buena hora vienen estos con sus pamplinas. El agro murciano está tan endurecido que no hay por dónde ablandarlo. Y en esa constelación (los subsistemas que yo llamo) de cooperantes necesarios al dislate ambiental y la agresión política hay que situar a estos meteorólogos negacionistas, que no aceptan que están contribuyendo a una monstruosidad tan sencilla como inaceptable.
Cuando se frena, altera o manipula una nube se está cometiendo un delito contra natura, tanto si se hace con autorización como si no.
Y no me duelen prendas de lanzarles (ahora sí) esta advertencia: cuidado con hacer causa común con el agropoder murciano, desalmado, procaz y… ultra.
Que nuestros meteorólogos del Estado no están para eso.
Porque de la misma manera que el ciclo del agua es único y todas sus partes nos interesan y afectan por igual -la atmosférica, la continental y la subterránea-, el poder agrario está unificado, y lo mismo apunta, con sus insidias, a las nubes que a los acuíferos: ¿Es que no se han enterado todavía?
El caso es que, con la escueta respuesta defensiva -mejor, descalificatoria- con que se han espantado, no aportan razones ni argumentos que la justifiquen, así que seguimos sin saber -¡hay que amolarse!- qué conocen estos meteorólogos de las manipulaciones atmosféricas en nuestros cielos, pese a ser habituales desde, como mínimo, la segunda década de 1970.
Dan un poco de -cómo diría yo- pena y conmiseración estos magos de las nubes: la indignación que traslucen en el breve texto que me ha llegado necesita un poco de gracia, hombre, no sé, unos argumentos ad hoc, un ataque material/objetivo, unas pruebas de limpieza meteórica (¿se dirá así?), en fin, algo. Les aseguro que estoy preparado y que yo sí tengo argumentos.
Así que en lugar de lamentarse de ofensas inexistentes contribuyan de una puñetera vez a este debate, del que se les ve con fervientes ganas de escabullirse. La única prueba aducida, sin relación con lo que yo planteaba, es el gráfico de las precipitaciones medias en la región, pero eso no vale ya que encubre crecientes diferencias: si la renta media anual por hogar en España es de unos 31.000 euros, sabemos que la de Navarra es de 38.000 y la de Murcia 27.000, que es lo que importa. Aquí nos preocupa la intrusión atmosférica que se traduce en una “redistribución” de esa precipitación en territorios distintos, lo que enmascara esos valores medios, así que no me valen. Hagan el favor de pensar un momento y caer en la cuenta de que, con la crisis climática y el poderío de la agroindustria, la lluvia se convierte en recurso escaso y objeto de apropiación por los más avispados y poderosos, perjudicando a la mayoría (una ley básica del capitalismo abusivo que nos domina, por si no lo sabían).
Empiezo a creer que estos, mis asustadizos interlocutores, no saben muy bien lo que creen ni lo que creen creer: yo creo que en lo que mejor creen es en lo que no deben creer, no sé si me explico… Porque si creyeran en lo que realmente deben creer, es decir, lo que aportan los hechos, su papel social, sobre todo en la Región de Murcia, tendría alguna relevancia positiva, y no es el caso. Yo creo que ni metiéndolos dentro de la nube y viendo al avión rozarles las narices se van a convencer de lo que venimos tratando.
Total, que no tengo más remedio que echarles una mano a ver si se explican y conseguimos saber la esencia de su filosofía de la manipulación atmosférica al uso, aunque sea sin ganas y tipo test: sí o no. Venga, que es muy fácil:
1) ¿Niegan que se combata la amenaza de granizo en la Cuenca del Segura/Sureste con la intervención de avionetas o aviones y la dispersión de ioduro de plata u otras sustancias o compuestos?
2) ¿Niegan que el ioduro de plata dispersando como aerosol, y otras sustancias conteniendo metales pesados, sea prejudicial para la salud y los suelos?
3) ¿Niegan que esta manipulación se traduzca en desequilibrio de las precipitaciones, con perjuicio de unas tierras respecto de otras?
4) ¿Niegan tener instrucciones de su Ministerio de proteger ciertas cosechas y ciertas empresas colaborando “meteorológicamente” con las compañías de seguro agrario? (Esta ya es para nota y no es necesario que la contesten).
Esperando su pronta, escueta y, sobre todo, sincera respuesta, les quedo amigo, agradecido y vigilante (por desconfiado), así como esperanzado (y algo ingenuo) de que contribuyan a extender la luz sobre este asunto.
Pedro Costa Morata
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