martes, 20 de junio de 2023

AVIONES ROMPENUBES: negacionismo oficial y conspiración de silencio

 

Por Pedro Costa Morata


Una espesa, coordinada y pérfida estrategia de silencio y ocultación se ha apoderado de ciertas y cada vez más numerosas actividades en nuestros cielos y, más concretamente, de nuestro clima, con el objetivo de controlarlo e instrumentalizarlo con diversos fines, siendo su principal consecuencia el perjuicio a la naturaleza y al ciudadano: esto es lo que deparan, por ejemplo, las manipulaciones atmosféricas que atacan las nubes y sus frentes cuando se considera que pueden entrañar granizo, para beneficiar a determinados cultivos y a ciertas, y poderosas, empresas agrarias.

Arde el clima, y no solo por las temperaturas, siempre “superiores a las normales en esta época del año”. Y ocurre que, mientras el clima se ha ido calentando, debido a la industria y el transporte, dos sectores productivos altamente contaminantes y exigentes, nuestros campos han sido dedicados a una agricultura canalla, que alimenta a un sector obsesionado por la exportación y que se ha convertido en un agropoder que se impone y somete al poder político y el mediático. Un sector que -aunque se pasa la vida gimoteando por la sequía, las inundaciones y los costes de producción- prospera mimado por los gobiernos, con un Ministerio de Agricultura que siempre (siempre) se configura como un núcleo de burócratas entregados a proteger esa agricultura y a promocionar sus agresiones; y un Ministerio de Transición Ecológica que, siendo el gestor del agua y su leyes, consiente todo tipo de tropelías, en las que históricamente se han especializado las Confederaciones Hidrográficas, tan ineptas al agua como permeables a la codicia (y echa toda la culpa de Doñana a la Junta de Andalucía, como si la situación actual no fuera consecuencia de un largo proceso de concesiones e ilegalidades de responsabilidad estatal).

Pero es el momento de ir desentrañando la barrera de silencio con que el Estado cubre las agresiones contra el medio ambiente atmosférico, y como me parece impropio de un Estado moderno que suceda lo que sucede, me dispuse a aplicar el manual del perfecto periodista “acudiendo a las fuentes”, para que me sacaran de dudas y me transmitieran la información correcta. Por eso, y como como ejemplo de periplo ingrato y de Administraciones bufas, traigo aquí el viejo tema de las “avionetas antigranizo”, que en regiones como la murciana han mutado a corpulentos aviones Casa, del Ejército del Aire. Un asunto que colea desde los años 1970, que es cuando se iniciaron, hasta hoy (o sea, y sin ir más lejos, durante las tormentas “veraniegas” producidas en este pasado abril), bien desde cañones en tierra, bien desde aparatos que vuelan y se introducen en las nubes sospechosas, esparciendo como un aerosol el yoduro de plata. Esta lucha, que es contra natura como primer señalamiento, se traduce además en que (1) el granizo, convertido en lluvia, caiga allá donde es atacado, privando a las áreas a sotavento de la tormenta del previsto beneficio de las precipitaciones (¡Que llueva, aunque sea con granizo!, gritan nuestros maltratados agricultores del secano), que resultan así “privatizadas” por unos pocos en detrimento de muchos; y (2), que el yoduro de plata contamine los suelos allá donde cae.



Me inicié indagando ante los responsables de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), y como me mamonearan en territorio comanche (o sea, Murcia), insistiendo en la doxa de este organismo, es decir, que no hay evidencia científica de que el yoduro de plata con el granizo sea eficaz (oigan: qué me quieren contar ustedes), y echaran mano de las estadísticas para “demostrar” que llueve igual que siempre, acudí a la central madrileña, donde una atenta jefa de prensa, que se ofrece en los medios para “resolver dudas sobre el particular y a deshacer leyendas urbanas” me contestó, no sin tener que insistirle, que esa Agencia Estatal “no tiene conocimiento de la existencia de dichos vuelos”. Que es la doctrina oficial, a juzgar por lo que puede leerse en el boletín oficial de la Aemet en relación con este asunto: “La Aemet no es competente en la investigación sobre si se realizan vuelos con el cometido de siembra de nubes para impedir las precipitaciones y hacer que dichas nubes desaparezcan, por tanto, no estamos al corriente de si se llevan a cabo dichas actividades” (30 de septiembre de 2018). O sea que, como no son competentes, no saben: curiosa lógica, intensamente mendaz. Y como (añado yo) dominan los cielos con sus radares y múltiples centros meteorológicos, pues, lógicamente, no saben nada sobre quienes los vuelan ni para qué.

Siendo aviones militares los que -según mis informadores- vuelan para romper nubes, me dije, voy a preguntar a quien me saque directa y fehacientemente de dudas sobre todo si, como me han dicho, realizan sus salidas sin registro de vuelo, es decir, en clandestinidad, así que pedí entrevistarme con los coroneles jefes de las bases militares de San Javier y Albacete, de donde salen estos ingenios volantes para frenar los frentes nubosos en las Béticas, concretamente en los municipios de Moratalla y Caravaca, murcianos, y otros albacetenses. Pero cual no sería mi decepción cuando me dieron largas, tuve que insistir repitiendo las preguntas (breves, fáciles) y cuando no pudieron quitarme de encima me comunicaron, sobre la entrevista solicitada, que “por motivos de agenda no será posible atenderla” (San Javier) y que “no es posible atender a su solicitud, ya que por motivos operativos de la Unidad nos es imposible” (Albacete). Insatisfecho, decidí acudir a lo más alto, al Ministerio de Defensa, en son de protesta y con las mismas preguntas, quejándome de que funcionarios generalmente poco ocupados, como suelen ser los coroneles, me ningunearan tan impunemente. Pero los chicos y chicas del Gabinete de Prensa, me repitieron el mamoneo olvidándose de lo mío y haciéndome repetir una y otra vez qué era lo que quería... (uno de estos pobres, que hay que ver lo lamentable que es trabajar como periodista para la Administración, me advirtió, sottro voce que, sobre ese asunto mío tendría que acabar “recurriendo a la Ley de Transparencia”, lo que me hizo sentirme, de lleno, en la dinámica de la conspiración de silencio, y sin la menor intención de dejarme mamonear adicionalmente, por supuesto). Lo de los coroneles me dolió, ya lo creo, porque recordé mis felices tiempos de oficial de Complemento y mi directo conocimiento de la Milicia, y porque considerándolos dignos herederos de los fastos militares españoles el valor se les supone, incluso en grado heroico; pero sin embargo me pareció que se arrugaban y escondían ante el asalto, nada cruento, de un inofensivo periodista armado de tres preguntas.

           En esas me llegó la noticia de que la Comisión Europea pedía explicaciones al Gobierno de España por las “subvenciones a la lucha antigranizo” así que, inasequible al desaliento, hice lo mismo que con Defensa, y pedí información al Gabinete de Prensa del Ministerio de Agricultura, a quien apuntaba Bruselas, obteniendo, para mi dolor de español y mis ínfulas de periodista curtido por el tiempo y las insidias, el mismo mamoneo que en Defensa.

A todo esto, la Ley de Aguas, en su artículo 3 señala que la alteración del ciclo atmosférico solo puede realizarse con las debidas autorizaciones, que -deduje sabiamente- han de proceder de las Confederaciones Hidrográficas, así que me eché la manta a la cabeza y pregunté, que a quién se le ocurre, en la del Segura (CHS), nido de prevaricadores que bien conozco, desde la que me aseguraron que, si bien antes se daban “autorizaciones para los cañones antigranizo”, esto pasó a la historia y, desde luego, no saben nada de lo de los aviones. Ya me habían dicho en la Aemet de Murcia que desde la CHS nunca se les había solicitado informe experto, si bien no preceptivo, previo a las autorizaciones de manipulación atmosférica, que es lo que señala el artículo 3 del correspondiente Reglamento derivado de esa Ley; con lo que mi magín avanzaba en la construcción, cada vez menos osada, de que esos vuelos, a más de secretos o clandestinos (pero que detecta una aplicación informática), carecen de autorización legal, sin saber muy bien cómo calificar a Defensa, Agricultura o Transición Ecológica en este despliegue de desvaríos.

Lo más bueno, con todo, vino cuando, armado de mis informaciones, suposiciones y deducciones, funciones cerebrales y sociales perfectamente amparadas en el artículo 20 de la Constitución de 1978, armé mi artículo para elDiario.es, donde he aportado mis textos durante varios años, encontrándome con que el máximo responsable de ese medio, el conocido periodista Ignacio Escolar, había cursado orden de que mi artículo (“La ‘avioneta antigranizo’ no existe, pero es militar y hace horas extras”, aparecido el 2 de noviembre de 2022) se despublicara, es decir, perdiera su derecho a existir mediante la mera desaparición merced a las maravillas de la informática. La razón esgrimida fue que no podían publicar artículos que hablen de “temas que no estén probados”, como para él era el caso de esos aviones. Mi cabreo fue regular (ya me había censurado la filial murciana de elDiario.es en un par de ocasiones, más que durante mi etapa de periodista antifranquista), y simplemente le recordé a Escolar que lo que había hecho con mi artículo era parecido a lo que hacía Stalin con Trotsky y otros enemigos políticos: borrarlos de las fotos para conseguir su “no existencia” para la historia (o lo que hacía el pobre Winston, de 1984, en su empleo de manipulador de la realidad en el falsificador Ministerio de la Verdad). Bueno, le dije otras cosas a este Nacho que se jacta de hacer un periodismo de investigación (¡guau!), pero no tuvo a bien contestarme.

También quise saber qué tenían que decirme otros importantes beneficiarios de estas manipulaciones, los de Agroseguros, cuyos beneficios están en relación directa con la eliminación in nuce del granizo, pero me dijeron, con prisas y con frases hechas, que ellos no saben nada de aviones rompenubes y que cuando se producen daños se limitan a indemnizar a quienes han contratado sus pólizas, y ya está.

Reconozco, no obstante, que mi investigación no ha sido completa, y alguien me dirá que por qué no he acudido, por ejemplo, a los de Aviación Civil, que también tienen que saber qué pasa en nuestros cielos, pero, bueno, si alguno de mis lectores cree de verdad que es interesante lo que tiene que decir ese organismo sobre el caso que nos ocupa, yo mismo puedo darle la respuesta que, con la experiencia adquirida, ya soy muy capaz de darle sin mayor riesgo de equivocarme.

Total, que el pueblo soberano, con amplios grupos dispersos por el país que vienen acumulando un cabreo de decenios que afortunadamente parece estar alcanzando el clímax no recibe, acerca de este molesto asunto de las manipulaciones atmosféricas, más que desplantes, es decir, un negacionismo cerrado y un silencio con toda la pinta de una conspiración contra la gente y la naturaleza, con el Estado y sus tentáculos formando bloque.

Nuestros gobiernos han considerado como lo más normal del mundo que cunda y prospere una agricultura que se apropia del 80 por 100, o más, del total de agua consumida en el país, lo que hace que nuestras exportaciones desde el campo contengan un agua que ya no tenemos; y que poco tiene de “agrícola”, ya que es claramente “industrial”: químicamente intensiva, sanitariamente tóxica, ambientalmente contaminante y socialmente depredadora. Que lleva años (decenios) envenenando las aguas, envileciendo los suelos y agrediendo la atmósfera, hasta atreverse con la alteración de los mecanismos meteorológicos con el desarrollo y la aplicación de técnicas y actividades orientadas -contra la ley, la naturaleza y la humanidad- siempre en el mismo sentido: proteger ciertos cultivos y ciertos grupos empresariales que forman un núcleo potente y desconsiderado, que va a lo suyo porque puede y que no tolera límites ni reconvenciones (muy al contrario: no para de quejarse, exigir y amenazar). Un sector que no paga lo que debe, ya que sus costes son amparados por leyes y reglamentos falsificatorios y organismos entregados, con lo que se le garantizan los beneficios perjudicando al común.

A grandes rasgos, pero sin exagerar, así es la agricultura exitosa, la rentable, la de valor añadido, la que impone su ley hasta el punto, ya digo, de atreverse con los cielos, la atmósfera y el clima, que es lo que viene haciendo desde hace medio siglo con la activa protección de todas las Administraciones.





6 comentarios:

  1. Pues que me pregunten a mi si es verdad o mentira,

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Puedes contarnos tu experiencia con este asunto, por favor?

      Eliminar
  2. Estamos rodeados de gigantes que pueden hacer lo que quieran con la naturaleza, nadie les obliga a dar explicaciones. Si cometen un desastre, solo nos enteraremos cuando ya no lo puedan ocultar.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Puedes contarnos tu experiencia con este asunto, por favor?

      Eliminar
  3. O sea que no hay respuestas claras de quién ejecuta y porque esto.

    ResponderEliminar
  4. Interesante artículo!!!

    ResponderEliminar