sábado, 13 de julio de 2019

NOTAS SOBRE MI ESTANCIA EN CUBA



José Enrique Ruiz Saura
Abogado laboralista

     El pasado mes de abril, tuve la oportunidad de conocer en profundidad varias poblaciones del área occidental y meridional de la isla de Cuba: La Habana, Matanzas, Cienfuegos, Santa Clara, etc. Al regresar a casa, vienen siendo muchas las conversaciones con amigos y conocidos en las que surgen preguntas, no tanto por el clima o los paisajes, sino por la forma de vida en el país. “Vi una vez en televisión que…”, y frases de ese tipo.

Es algo lógico, al fin y al cabo, Cuba lleva 60 años siendo mirada con lupa por el resto del mundo. Para bien o para mal, no cabe duda de que tendemos a ponerle un nivel de exigencia más alto al modelo social y político cubano que al de los demás países de su entorno. No en vano, a las personas con sesgo conservador, cualquier resquicio negativo que pueda subyacer del modo de vida en la isla, por pequeño que sea, les resulta más que suficiente para reafirmarse en sus ideas neoliberales y/o antiizquierdistas. Por su parte, desde sectores progresistas, Cuba es vista como ese estudiante al que siempre se le pide que saque sobresaliente en todas las asignaturas dadas las esperanzas que hay puestas en su potencial. De tal manera que, en ocasiones, cabe la posibilidad de que decepcione por el mero hecho de obtener resultados similares a los del resto de sus compañeros de clase, incluso aunque estos resultados pudieran ser razonables dado el contexto en que se producen. Por todo ello, trataré de proyectar en estas líneas la realidad social, económica y política que he podido conocer de primera mano durante mi estancia.

El primer contacto con el sistema de asistencia social de Cuba, paradójicamente, tuvo lugar en Madrid. Allí, unos días antes de emprender el vuelo a La Habana, conocí a Alfredo, miembro del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), días más tarde conocería a sus compañeros Rubén y Joaquín. Este organismo de carácter gubernamental, entre otras muchas tareas, está trabajando desde fuera de la isla para atender las necesidades de Pilar, una niña de Santa Clara que padece una “enfermedad rara” que le impide metabolizar adecuadamente lípidos, es el único caso en toda Cuba. El ICAP se está encargando de hacerle llegar periódicamente desde el Estado español alimentación especial, medicación y productos higiénicos, para lo cual se dedica a hacer todas las gestiones necesarias con entidades del tercer sector y con personas dispuestas a colaborar. De esta forma, Cuba logra salvaguardar a Pilar de los efectos del bloqueo económico al que está sometido todo el país por EE.UU. desde 1960, el cual también implica la prohibición de entrada en la isla de medicamentos estadounidenses. Es destacable que no sucede a la inversa, y por ejemplo, el gobierno cubano sí ha puesto a disposición de hospitales norteamericanos el Civamax, que es un tratamiento avanzado contra el cáncer de pulmón desarrollado íntegramente por el sistema de salud cubano. En fin, hablo de esta primera experiencia porque me parece meritorio que las instituciones cubanas realicen cotidianamente ese despliegue de medios materiales y humanos para cubrir las necesidades de Pilar, sin importarles que sea la única destinataria en toda Cuba de esa ayuda.

Para hacernos una idea de lo que supone el bloqueo económico en Cuba, basta pensar en los hipotéticos efectos que, sobre una región de extensión y población comparable a Andalucía y Murcia, tendría el hecho de que toda la Unión Europea en su conjunto eliminara cualquier tipo de relación comercial (incluida la de los productos más básicos para subsistencia de cualquier pueblo) durante 60 años ininterrumpidos y, además, instara a otros países de su entorno a hacer lo mismo bajo amenaza de sanción.



Aterrizamos en el aeropuerto José Martí a principios de abril, a media tarde. Esa noche di un largo paseo por El Malecón, el paseo marítimo de La Habana. Después, al igual que hice muchos otros días, me dediqué a transitar por multitud de calles y avenidas alejadas de la zona propiamente turística de la ciudad, llegando también a zonas del extrarradio. Hay que, señalar que ya fuera por la mañana, por la tarde, por la noche e, incluso, de madrugada, he caminado con mi pareja por la calle sin temer por nuestra seguridad en ningún momento. A diferencia de muchos otros lugares del Caribe y Latinoamérica, en Cuba se camina por cualquier rincón sin el riesgo de ser asaltado o violentado. Tampoco he sido capaz ni siquiera de intuir zonas de venta o consumo de droga. La seguridad y el bajo índice de delincuencia es sin duda un enorme logro del modelo de sociedad cubano.

Por el contrario, hemos de señalar como aspecto negativo que, en las zonas de mayor afluencia turística, la picaresca suele ser relativamente habitual. Vaya por delante que, el trato que se le dispensa a quien viene de fuera por parte de la gente de a pie es hospitalario en la mayoría de los casos. Sin embargo, en determinadas ocasiones, es habitual que se acerquen al turista personas con ánimo de embaucarnos. Como ejemplo, a parte de la tarifa que aplican algunos taxis para los foráneos, diremos que se ha convertido en un clásico el señor que se te ofrece a llevarte a la cooperativa más cercana donde, según él, se fabrican puros habanos de altísima calidad, y supuestamente ese día es el único del mes donde se venden a mitad de precio. Luego resulta ser todo falso y ese producto suele ser un fraude. La venta de puros está prohibida en cualquier establecimiento distinto a los gestionados por el Estado (precisamente para poder asegurar la calidad del producto), pero esta prohibición se incumple a menudo. Al hilo de lo señalado, hablando con la dependienta de una tienda de souvenirs, nos comentaba que estos pícaros emplean la expresión “viene fresco” para referirse a los turistas identificados como recién llegados y susceptibles de morder cualquier anzuelo.

Decía en líneas anteriores que el tráfico de drogas no existe en Cuba. No obstante, no puedo decir lo mismo sobre la prostitución. En una de mis noches en La Habana salí a conocer El Floridita, un local gestionado por el Estado que tiene una merecida fama por su buen ambiente y sus sabrosos daiquiris. 

En los aledaños, con mucha cordialidad, un señor se me acercó para comenzar por desearme una buena estancia en la isla. A continuación, me ofreció la posibilidad de pasar la noche con alguna chica (llevaba una lista en el bolsillo), incluso llegó a decirme la profesión de algunas de ellas. Después de que rechazara su ofrecimiento, se marchó sin perder un ápice de su simpatía. En ese momento, quizás carecí de la agilidad mental necesaria para recordarle que la prostitución, y por ende, el proxenetismo está prohibido en Cuba. En ése y otros locales de copas, se pueden ver extranjeros de avanzada edad con jóvenes chicas autóctonas agarradas del brazo o haciéndoles compañía, es lo que coloquialmente se denomina jineteras. Si bien hay que decir que este problema no puede compararse con lo que sucede en otros países caribeños como República Dominicana o México, los cuales son verdaderos destinos de turismo sexual, esta realidad es algo que muchos cubanos no asumen con indolencia, sino que en mis conversaciones con ellos, me hicieron alusión a que la prostitución llegó a estar erradicada durante mucho tiempo en Cuba y les gustaría que se lograse que vuelva a ser así.

Esto es algo que sí sucede, por ejemplo, con el juego, cuya prohibición está recogida a nivel constitucional. Pues bien, fruto de ello, las casas de apuestas y los casinos son inexistentes en Cuba, no habiendo rastro obviamente de casos de ludopatía.

Exactamente lo contrario sucede con la cultura y el deporte. Me crucé con bastantes escuelas de danza o interpretación a lo largo de mi estancia allí, y me encantó presenciar a un grupo de niñas bailando sevillanas junto a sus maestros en un lugar de Centro Habana. El cubano medio tiene un nivel de cultura general amplio, conocen a la perfección cuestiones tan ajenas a su país como, por ejemplo, el rescate bancario a Bankia o la moción de censura que acabó por hacer presidente a Pedro Sánchez en detrimento de Rajoy. Por su parte, tampoco suelen faltar canchas de béisbol, fútbol o baloncesto en cada barrio…pero no todas igual de bien conservadas, todo sea dicho.



Con respecto al sistema sanitario y educativo de la isla, tuve la oportunidad de conocerlo a partir de la referencia de muchos cubanos que se prestaron hablar sobre los mismos, como por ejemplo, Daniela (una guía que nos enseñó La Habana), Oswaldo (un cuentapropista que nos paseó en un precioso coche descapotable de los años 50), Froilán (un veterano escritor cubano que conocimos y nos invitó a cenar a su casa familiar habanera, no pudiendo ser mejor anfitrión) o Iván (su hijo). Pues bien, en la inmensa mayoría de ocasiones, al foráneo se le explica con orgullo que, tanto la educación como la sanidad, son plenamente gratuitas y universales en Cuba. Es un logro que hace a Cuba destacar entre los países de su entorno, y de ello, la mayoría de habitantes de la isla son conscientes y no dudan en reivindicarlo.

En el caso de la educación, el sistema cubano cubre a partir de los 5 años de edad hasta la educación universitaria. De hecho, a menudo, la gente con la que hablaba se sorprendía de que en España hubiera que pagar matrículas universitarias y libros de texto en el resto de niveles educativos. Para los niños de edades más tempranas, el país se dota de alrededor de 1.130 “círculos infantiles”, que son centros que prestan servicios de guardería y enseñanza preescolar cuyos tarifas están subsidiadas por el Estado. A ello, ha de añadirse la existencia generalizada de instituciones educativas específicas para atender a alumnos con discapacidad o problemas de adaptación. Froilán, una persona de profundas convicciones castristas, me contó con detalle que, tras el triunfo de la Revolución cubana en 1959, el Estado llevó a cabo un proceso de alfabetización generalizada en todo el país. Incluso, se llegó a llevar maestros a las zonas más rurales y de selva de la isla para que toda la población, al menos, supiera leer y escribir.

Por su parte, la sanidad también comprende una cartera de servicios gratuitos más completa que la nuestra. Cuando hablaba con varios cubanos y cubanas para explicarles que los servicios de odontología no están cubiertos en España y les comentaba de las muchas personas afectadas por la estafa de iDental en nuestro país, no se lo podían creer. En lo que respecta a la atención a mayores y personas discapacitadas, en todo el país están implantados de forma general servicios de ayuda domiciliaria y de cuidado durante el día en aquellos casos en aquellos casos en que se haga necesario para este sector de la población. Asimismo, para las personas de avanzada edad en la isla se crearon los denominados “círculos de abuelos”, que posibilitan la realización de actividades físicas comunitarias (suelen realizar ejercicios grupales en parques) y ponen en marcha programas de desarrollo intelectual y cultural para ellas. Quizás, todo ello esté estrechamente relacionado con el hecho de que, en Cuba, la esperanza de vida al nacer es de 80 años (según datos del Banco Mundial), estando por encima del resto de países de su entorno, como por ejemplo, EE.UU. (79 años), México (77 años) o Argentina (77 años).

Hilando con todo lo anterior, pasaré a hablar de determinados elementos que pude conocer con respecto el sistema de asistencia social en la isla. En este sentido, hemos de comenzar hablando de la alimentación. Todas las familias, reciben del Estado a precios simbólicos lo que se conoce como la “canasta básica” de alimentos, que incluye productos como arroz, pollo, huevos, azúcar o aceite. Todo ello, sin perjuicio de poder comprar en la red estatal de tiendas más cantidad de éstos u otros productos. Además, todos los niños cubanos tienen derecho a recibir un litro diario de leche hasta cumplir la edad de 7 años.

Sin embargo, la percepción que me traje de mi estancia en la isla es que, al cubano medio, la “canasta básica” no le satisface plenamente porque le gustaría contuviera una cantidad mayor de alimentos. Asimismo, en determinadas épocas, el suministro de determinados productos alimenticios se ve dificultado por los efectos del bloqueo económico de EE.UU., al cual ya nos hemos referido con anterioridad. Antonio, un murciano que lleva 8 años trabajando en la dirección de la empresa municipal de aguas de La Habana, me corroboró esta cuestión.

Hago una breve digresión para decir que el bloqueo económico deja ver sus efectos incluso en el estado de los edificios y las infraestructuras, pues son muchos los que, a lo largo de La Habana, muestran un cierto deterioro en su conservación a raíz de la falta de pintura y otros materiales de construcción. En ocasiones, el estado de algunas viviendas o edificios puede llegar a ser ruinoso.

Refiriéndome ahora al trabajo y a la inserción laboral, he de señalar que el nivel de empleo es muy alto. Ello es debido, a que cada cubano tiene garantizado el derecho a que el Estado le asigne un empleo adecuado según su perfil profesional. De hecho, además de ser un derecho, el trabajo forma parte de las obligaciones de cada ciudadano con respecto a su país. Como muestra, el ejemplo de Georgina, una de las guías turísticas con los que tuve la oportunidad de coincidir, quien nos explicó que, tras estudiar en la escuela de idiomas de su ciudad, fue a la oficina pública de empleo y, en base a su formación académica, le ofrecieron su actual puesto de trabajo en la empresa estatal Cubatur. También nos contaron otros casos de personas que, teniendo un nivel formativo mucho más básico, se les asignan empleos comunitarios de limpieza pública viaria y similares.

El resultado de lo que vengo señalando en párrafos anteriores, es decir, de la alta inserción laboral y del modelo de asistencia social integral, conduce a otro de los aspectos sorprendentes de lo que pude ver en Cuba: la ausencia de indigencia. No puede decirse que se observe un estado de opulencia generalizado, pero tampoco pude ver vagabundos en las calles de las ciudades en las que estuve, ni siquiera en el extrarradio, es decir, nada de sinhogarismo en los lugares en que estuve. Algo así es impensable a día de hoy en cualquier otro lugar de El Caribe, y no digamos en los barrios más marginales de Norteamérica.

Como contrapunto, existe en general un descontento con el nivel salarial. Al cubano medio, le gustaría cobrar más. Ésa es sin duda una de las quejas que más se repiten cuando conversas en profundidad con la gente. Suele ser motivo de descontento la falta de poder adquisitivo para acceder a determinados elementos de consumo, como ropa de una determinada marca, vehículos o artilugios tecnológicos.

En consonancia con ello, hace unas semanas, el presidente Díaz-Canel ha anunciado una subida generalizada de salarios en el sector público. Habremos de estar atentos a la evolución de esta realidad en los próximos años.

Por otra parte, sí es llamativo que, en los últimos años han surgido diferencias de renta significativas entre algunos grupos de población. Desde que, en 2010, arrancara la extensión de la figura del “cuentapropista” (equivalente a un trabajador autónomo en España), han proliferado actividades por cuenta propia de alojamientos turísticos, taxis, peluquerías, restaurantes (allí denominados “paladares”), etc. Algunos de estos negocios particulares están funcionando realmente bien, como es el caso de paladares de La Habana que ofrecen menús de bastante calidad a un precio muy asequible para el turista y, consecuentemente, suelen estar llenos de comensales. Pude observar esta realidad en locales como El Cañonazo o El Guajirito, quienes también cuentan con un buen número de empleados, generalmente personas jóvenes. Pues bien, a pesar de la relativa desigualdad económica que estos negocios están empezando a generar en Cuba, la decisión tomada en su momento por el gobierno de abrir determinadas actividades a la iniciativa privada autóctona, cuenta con bastante aceptación hoy en día. Oswaldo, ese cuentapropista antes mencionado que se dedica a pasear turistas por La Habana en un Cadillac descapotable (vehículo cedido por el Estado previa obtención de licencia), es un buen ejemplo de ello. Me contaba que su trabajo le permite obtener una renta de alrededor de 15 o 20 dólares diarios, lo cual es más de lo que ganaría un médico, cuyo sueldo puede moverse en torno a 70 dólares mensuales. Oswaldo está contento con los ingresos que obtiene por su cuenta, me explicó que permiten que su familia viva con cierta tranquilidad e incluso, salir a comer de vez en cuando a algunos paladares de renombre en La Habana.

Además de lo anterior, la industria turística está creciendo y adquiriendo una importancia cada vez mayor en la isla, es una actividad que le está permitiendo a la economía cubana obtener una cantidad ingente de divisas extranjeras. Son muchos los hoteles que ya hay en El Malecón y, sin embargo, unos cuantos más están en proceso de construcción. Estar en el centro de toda esa inercia económica durante un par de semanas me permitió observar los contrastes que se dan en el país. La Cuba de la filosofía anticapitalista coexiste con la Cuba más turística que apuesta por fomentar el consumismo más desmesurado de quienes van a visitarla (“gástenselo todo, han venido a olvidarse de sus problemas”, decía un guía en una ocasión camino a Varadero). La elegancia y vistosidad de los hoteles de Centro Habana o Habana Vieja coexiste con las viviendas más humildes de otros barrios colindantes.

En cuanto al ejercicio de derechos civiles y políticos en Cuba, fueron muchas las conversaciones que mantuve con distintas personas a lo largo de mi estancia allí. No obstante, destaco todo lo que pude escuchar de Georgina, una guía de unos 40 años de edad a la que debo agradecer la objetividad y franqueza con la que se puso a hablar de política con nosotros. Para ella, en Cuba hay problemas de libertad de expresión, puso como ejemplo que las protestas de los “chalecos amarillos” en Francia no podrían haberse producido en la actualidad en la isla porque habrían sido sofocadas inmediatamente por la policía. Ella, incluso, vería con buenos ojos que hubiera unas protestas así en Cuba porque considera que servirían para que el gobierno haga reformas cuando sea necesario. Por otra parte, se tiene presente que, desde el triunfo de la Revolución cubana en 1959, se han alcanzado conquistas sociales muy importantes. Por ello, a pesar de sus críticas, Georgina responde a un turista diciendo que ella no cree estar viviendo en una dictadura porque siente que el Estado cubano se preocupa por la gente.

Me llamó la atención el sistema de elección de cargos públicos a nivel local. Georgina nos explicó que los representantes se eligen a nivel de barrio o municipio pequeño, llevándose a cabo la elección por y entre los vecinos. El Partido Comunista Cubano no interviene ni presenta candidatos. De hecho, pese a no militar en el partido y mostrarse crítico con el gobierno en algunos aspectos, Georgina ha sido animada en muchas ocasiones por sus vecinos para que fuera su representante por considerarla formada, joven y capacitada para ejercer esa labor. De tal manera que la elección es completamente libre, no llegando Georgina aún a ser elegida como representante de los vecinos de su municipio porque no ha mostrado finalmente interés en presentarse.

En general, el nivel de aceptación de su régimen político varía entre los cubanos dependiendo del grupo generacional en que se encuentren. Aquellas personas que nacieron antes de 1959, suelen mostrar un alto compromiso con la Revolución y con la figura de Fidel Castro, argumentando para ello los enormes progresos sociales que llegaron tras la caída de Batista. La generación de aquellas personas de mediana edad, entre los 30 y 50 años, pueden mostrarse partidarios del régimen pero de manera menos férrea y desde un enfoque más crítico, como es el caso de Georgina. Son los más jóvenes quienes son los más abiertamente críticos, quizás por tener más fresco en su recuerdo los años duros del “periodo especial”.


En cualquier caso, sí percibí un amplio consenso en la población en la necesidad de apoyar un régimen que defienda la soberanía nacional de Cuba ante el riesgo, no solo de injerencia extranjera, sino de volver a ser una colonia estadounidense. “Los americanos lo quieren todo para ellos”, me decía Oswaldo mientras dábamos un paseo en su descapotable. “¿Veis esta estrella blanca que hay en la bandera de Cuba?, pues se ha derramado mucha sangre en este país para que esa estrella no acabe en la bandera de los EE.UU.”, decía Georgina. En esas semanas comprendí que la Revolución cubana no es sólo de carácter socialista, sino también nacional y soberanista, y esto segundo tiene mucho peso aún en el pueblo cubano y le da un carácter transcendental a la misma.

Para concluir, diré que la visión que me traje de mi viaje a Cuba es la de un pueblo que se enfrenta diariamente a sus contradicciones políticas y sociales, que le gustaría mejorar muchos aspectos de su vida diaria. Decía Galeano que “la Revolución cubana es lo que pudo ser y no lo que quiso ser”. Pero a la vez, también me traigo la visión de un pueblo que vive en verdadera comunidad, donde las calles están ocupadas por vecinos que se reúnen diariamente para conversar durante largas horas en tono desenfadado mientras los niños y niñas juegan a su alrededor, o donde se suelen juntar varios vecinos y amigos para arreglar el coche de uno de ellos en la puerta de casa. Un lugar donde, por ejemplo, es habitual que los compañeros de trabajo se ocupen de cuidar por turnos a los familiares hospitalizados de otro compañero para que éste pueda descansar. En definitiva, un país donde, a pesar de muchas adversidades, uno de sus principales logros es que en cada barrio el colectivismo es algo que se da por supuesto para la mayoría de los que allí habitan.


No hay comentarios:

Publicar un comentario