¿REPERCUTIRÁN LAS REVUELTAS DE LOS PAÍSES ÁRABES EN LA SOCIEDAD OCCIDENTAL?
Por Víctor J. Maicas
(Originalmente publicado en el periódico bottup)
O dicho de otra forma, ¿cuántos países más tendrán que rebelarse o empezar a mostrar su enorme malestar para que cese la presión de las políticas económicas neoliberales sobre los ciudadanos de todo el mundo?
En un artículo que publiqué hace más de un año, y que hace poco volví a recordar, hablé de que esa política neoliberal en la que casi todo vale nos llevó a esa crisis financiera que, a la postre, desembocó en la gran crisis social que estamos viviendo hoy en día. En aquel artículo indiqué que en un primer momento “el gran capital” se encontró entre las cuerdas al ver el descalabro que había originado un neoliberalismo sin control, y prueba de ello es que algunos gobernantes empezaron a hablar de serias sanciones a los responsables así como también de un cambio de orientación económica empezando a cuestionarse esa indignidad que suponen los paraísos fiscales. Sí, los neoliberales estaban entre las cuerdas hace un par de años, pero probablemente al comprobar que con el paso de los meses no había una respuesta contundente por parte de la ciudadanía, y que incluso muy pocos protestaron airadamente por destinar dinero público para solventar sus desmanes (ese dinero público que tanto desprecian si se dedica para sufragar causas sociales como la sanidad y la educación), de repente se dieron cuenta que, hasta en una situación tan límite provocada por su avaricia, la ciudadanía en general “tragaba” con todo. Así es, posiblemente no sólo no pagaron sus desmanes, sino que comprendieron que su poder era ilimitado, pues casi nadie protestó de forma seria y contundente ante sus desvaríos económicos.
Y como por arte de magia, se acabó entonces de hablar de los paraísos fiscales y de pedir explicaciones para pasar, paradójicamente, a emprender unas medidas que probablemente favorecen aún más ese tipo de economía neoliberal. Según parece, ya no se piden pues demasiadas explicaciones a las grandes corporaciones, pero sí en cambio se empieza a desarrollar esa teoría que muchos neoliberales siempre han tenido en mente acerca de que todo lo público es malo para el buen funcionamiento de la economía, eso sí, siempre y cuando no sea para salvar sus finanzas con el dinero de todos los contribuyentes. Un dinero que por lógica, justicia y equidad sirve en las sociedades avanzadas para dotar de mayor calidad de vida a sus ciudadanos a través de un buen sistema sanitario y educativo, así como para mantener también un digno sistema de pensiones, entre otras muchas cosas. Pero claro, ¿qué sanidad, educación y pensiones públicas necesitan ellos y sus familias si sus cuentas corrientes no hacen más que engordar día a día?
Así pues, y por lo que parece, en lugar de combatir de forma contundente el fraude fiscal y destapar de una vez por todas ese “chollo” que significan los paraísos fiscales para algunos, ahora resulta que la única solución es recortar el gasto social y pedir sacrificios a la ciudadanía, a esos precisamente que no se han enriquecido durante estos años. Y encima, como si todos fuésemos estúpidos, nuestros políticos nos bombardean con frases como “la culpa la tienen los mercados”. Pero vamos a ver, al menos por lo que parece, ¿quién si no son los mercados, más que muchos de esos neoliberales que han originado este caos y encima se siguen enriqueciendo? Y si por una de aquellas ellos no fuesen parte importante de los mercados, que nos digan claramente de dónde proceden todas las multimillonarias transacciones económicas para que podamos comprobar si dicho dinero procede de alguna forma de los mencionados paraísos fiscales o, por el contrario, es un dinero moralmente respetable que paga sus impuestos en las arcas públicas tal y como lo hace cualquier ciudadano de a pie.
Y con todo lo que está cayendo, es curioso que ahora cuando se originan revueltas como las de los países del norte de África se repite una y otra vez que son protestas contra dictadores (por cierto apoyados durante años por países democráticos) y pocas veces se insiste en que son posiblemente las medidas económicas neoliberales imperantes en la actualidad las que están llevando a los ciudadanos a una situación límite. Porque si sólo es por la presencia de un dictador, resulta un poco extraño que la ciudadanía de estos países haya tardado tantas décadas en hacerlo y además con tanta virulencia jugándose hasta su propia vida, ¿no creen?
Pero no sólo son estas revueltas las que hemos podido contemplar durante los últimos meses, pues los ciudadanos de países como Francia, Grecia o Gran Bretaña ya han empezado a salir a las calles. Y cuando uno contempla toda esta agitación se pregunta… ¿sería posible un nuevo mayo del 68 o unas revoluciones como las que se produjeron a finales de los años 80 con la caída del bloque soviético? Bien, pues bajo mi punto de vista, y analizando el curso de los acontecimientos, no, pues ambas tuvieron connotaciones bastante diferentes. La primera, la revolución de mayo del 68, no se originó principalmente por motivos económicos, al menos en un principio, sino más bien en busca de cambios ideológicos y de comportamiento de unas sociedades que todavía vivían ancladas en viejas creencias y tradiciones. Y por su parte, las revoluciones que pusieron fin al “bloque del este” estuvieron motivadas sobre todo por las ansias de libertad de sus ciudadanos y también, pero quizá en menor medida, por ese estrangulamiento económico que sufrían aquellos países, pero a diferencia de la situación de hoy en día, aquellas reivindicaciones triunfaron por el gran respaldo de los gobiernos occidentales puesto que aquello suponía el triunfo definitivo del capitalismo sobre el comunismo, además de abrir unos mercados muy apetecibles.
Pero el caso de ahora es diferente, pues creo que si bien puede haber alguna que otra semejanza a nivel de necesidad económica con los países del entonces llamado bloque soviético, en la actualidad los ciudadanos están indefensos ante sus dirigentes (o mejor dicho ante eso a lo que muchos llaman simplemente “los mercados” y que quizá algún día por fin les podamos poner nombre y apellidos) puesto que no existen otros países en los que apoyarse “indirectamente” (siempre y cuando teniendo en cuenta que muy posiblemente estas revueltas han estado originadas, en el fondo, por la precaria situación económica que sufre la mayor parte de la ciudadanía). Eso sí, si se trata tan sólo de cambiar al dictador para que a nivel económico casi todo siga igual, desde luego con eso no creo que tengan excesivos problemas para recibir ayudas. Supongo que a eso le llamarán “maquillaje político” (pero otra cosa bien diferente es meterle mano al desmedido neoliberalismo económico que impera en casi todo el mundo).
Pero explicaré muy brevemente esa indicación que acabo de hacer respecto a que en la actualidad no hay otros países en los que apoyarse “indirectamente”. Verán, tras la segunda guerra mundial, y aunque esto pueda parecer extraño, según diversos analistas fueron también los partidos conservadores los que, a pesar de su ideología económica liberal, introdujeron mejoras sociales que hoy en día podríamos decir que corresponden a ese “estado del bienestar” que ahora muchos tanto quieren recortar (y digo introdujeron mejoras, porque no fueron ellos los que idearon dicho estado del bienestar, ya que tal doctrina social corresponde a la izquierda en general, la cual luchó durante años para que se pudiera instaurar). Pero sí, fueron los conservadores los que en cierto modo lo llevaron a cabo en esa época en determinados países europeos pero, sin lugar a dudas, al menos por mi parte y por la de muchos otros analistas, este hecho estuvo provocado por ese temor a que la población de aquella época sintiese la tentación de imitar al incipiente y poderoso, por aquel entonces, bloque soviético. Así es, había que mejorar la calidad de vida de los trabajadores para que éstos no se vieran tentados por su miseria a provocar cambios drásticos que comprometieran la forma de vida de los más pudientes, pues sin duda dichos cambios estarían apoyados por los dirigentes del bloque rival. Díganle miedo o sabiduría política lo que en aquella época hicieron los partidos conservadores, pero… ¿a quién tienen miedo en la actualidad los que abogan por las políticas neoliberales si no hay ningún país que les haga sombra y, por lo visto, la ciudadanía incomprensiblemente está tragando con todo?
Pero aún así, esa ambición desmesurada de determinados personajes que ostentan el gran poder económico casi siempre los hace caer en la ceguera, pues es posible que hayan conseguido crear sociedades apáticas e imbuidas por el consumismo sin control, pero lo que también es cierto es que la gente tiene un límite, y ese límite llega cuando uno se siente tan agobiado que no tiene nada que perder, puesto que su situación se ha deteriorado de una forma alarmante. Cada vez son más los sacrificios que se le piden al ciudadano medio y menos, al menos proporcionalmente, a todos aquellos que más tienen, y eso, tarde o temprano, nos pasará factura a todos. Así es, a todos, a unos porque perderán casi toda su calidad de vida, y a los otros, a los que dominan esta situación económica, porque su avaricia sin límites les puede quitar mucho de lo que ahora tienen (y si no que miren al dictador tunecino y a tantos otros).
Por cierto, y al hilo precisamente de esto, según unas últimas informaciones y basándose en la lista que elabora la revista Forbes sobre las fortunas que hay en el mundo, a pesar de la crisis este año hay unos doscientos “milmillonarios” más que el año anterior, aumentándose además en líneas generales la riqueza de este “selecto club”. Es decir, que dinero sigue habiendo el mismo, pero según parece cada vez está en menos manos. Y es aquí cuando muchos nos preguntamos: ¿es así como los economistas neoliberales pretenden que haya más consumo para hacer desaparecer la crisis? ¿Es que, por poner un simple ejemplo que se pueda entender, los “milmilonarios”, o simplemente los millonarios en general, van a comprar diariamente para su consumo propio unas 2.000 camisas, 3.000 pantalones, y kilos y kilos de fruta o verdura para así compensar las ventas que no se van a realizar debido a la pérdida del poder adquisitivo del resto de la sociedad? Porque si uno no puede comprarse otra camisa u otro pantalón debido a que con su salario apenas llega a final de mes, lo más normal es que pase la nueva temporada con las prendas del año anterior. ¿O no, señores economistas neoliberales?
Así pues, muy posiblemente todo dependerá de si por fin moderan su ambición y empiezan a crear un capitalismo más humano, o por decirlo de otra forma, un sistema más basado en las mejoras sociales y menos en acumular grandes riquezas. Sí, pienso que si paran a tiempo todos saldremos ganando, pues vuelvo a repetir que tarde o temprano, según va la cosa, tendrán que ceder de una u otra forma, aunque habrá que ver si lo hacen ahora conformándose con los millones que ya han ganado, o si por el contrario se ven obligados a realizarlo con muchos más de esos millones pero sin embargo acompañados también con un sinfín de víctimas en sus conciencias; eso, por cierto, contando que la tengan.
En definitiva, pienso que los “gurús de la economía neoliberal” ya tuvieron una oportunidad al principio de esta gran crisis económica para rectificar y hacer un capitalismo más humano, pero sin embargo su avaricia hizo que optaran por endurecerlo. Ahora es posible que tengan otra oportunidad, siempre y cuando reconozcan que las revueltas de los países del norte de África no sólo se han producido por derrocar a un dictador, pues en el fondo todos sabemos que cuando el pueblo sale a la calle arriesgando su propia vida es porque sus condiciones de vida cotidianas se han deteriorado hasta límites insospechados. Ellos tienen pues la última palabra, y ahora sólo falta saber si recapacitarán tal y como lo hicieron muchos políticos tras la segunda guerra mundial, o será el pueblo el que ya harto de sus desmanes y avaricia sin control les haga variar su insolidaria e injusta política económica.
Víctor J. Maicas se define a sí mismo como un viajero incansable y, a la vez, como un “contador” de la realidad existente. El haber visitado un número considerable de culturas diferentes a través de varios continentes le ha dado una visión más amplia del mundo en que vivimos y, por ende, de los problemas que diariamente sufren infinidad de personas a lo largo y ancho del planeta.
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