Pintores del Siglo XIX en el Patio de Luces
Por Antonia Bocero
En el Patio de Luces de la Diputación de Almería se desarrolla actualmente la muestra “Pintores pensionados por las diputaciones andaluzas”, que recoge una colección de pintura formada con las obras de una serie de artistas que fueron becados en S. XIX y parte del XX para realizar estudios fuera del país. Estos viajes tenían como destino principal las ciudades europeas de Roma, París o Florencia, en las que nuestros artistas buscaban lección de las corrientes reinantes, y era un periplo que maestros anteriores ya habían hecho. Conviene anotar que los pintores españoles estaban bien valorados fuera del país, pues la personalidad artística de España queda confirmada en Europa en el S. XVII (Velázquez, Zurbarán, Ribera), se impone en los S. XVIII y XIX con Goya, Zuloaga, y en el XX con su destacada aportación a las vanguardias, a través de Picasso, María Blanchard, Dalí y tantos otros.
En nuestro entorno, la pintura costumbrista y de historia predomina en el S. XIX, y como apreciamos en la exposición, es de corte académico, un estilo obligado para el artista que se acogía a una beca oficial o entraba como alumno en alguna Academia. En la exposición no hay grandes cuadros del XIX (para eso hay que ir al Prado donde están Federico Madrazo, Pradilla, Rosales…, con unas obras en las que la emoción, si gusta la pintura, está asegurada); ahora bien, en ella hay cuadros muy interesantes y algunos destacan por su calidad pictórica, como “Niño con cisne” y “El paje”, lienzos de gran equilibrio entre los elementos que los integran, con un trabajo de color elegante, sin confusión en los tonos y acabado de buena factura. Dentro de los buenos lienzos, un estudio de figura a destacar es el cuadro “José en la cisterna”, de Antonio Reina Manescau -considerado un buen paisajista de temas andaluces-, en el que el autor nos acerca más al ser humano que al personaje histórico.
Dos son las piezas que aporta la Diputación de Almería: “Rendición de Almería” de Juan Fernández Corredor y Cruz, y el tema religioso “San jerónimo”, de José Díaz Molina, una estampa del santo políglota, que según la tradición fue el hombre que en la antigüedad más profundizó en el estudio de la Biblia. Este último cuadro habla del trabajo y la penitencia (la lectura, la calavera), y le valió al autor almeriense un aumento en la pensión que ya disfrutaba, y que su obra fuera expuesta en el escaparate del comercio “Las filipinas”, un lugar por entonces muy transitado.
Otro lienzo a señalar es “La escudilla de Diógenes”, de José Moreno Carboneo, que retrata la escena en que el filósofo se deshace de su escudilla al ver a un niño beber en el cuenco de sus manos; un mensaje que va directo a esta sociedad del derroche, y que resume el pensamiento de este hombre genial. Por otro lado, “La muerte de Lucrecia”, de Federico Buendía, es una réplica del majestuoso cuadro de Eduardo Rosales que con todo su vigor se exhibe en el Prado; habiendo sido tratado el tema de “Lucrecia” por todos los grandes de la pintura (Tiziano, Rafael, Dudero, Rembrandt…), por la escultura, la literatura (Shakespeare), la música (Händel, Britten). También “Isabel la Católica firmando su testamento”, de Tomás Muñoz Lucena, y réplica del impresionante cuadro de Eduardo Rosales. Y terminamos con “Últimos días de Numancia”, de Rafael Hidalgo de Caviedes, réplica también del pintado por Alejo Vera, y que en su día obtuvo la máxima calificación por parte de la Academia de San Fernando.
En resumen, un viaje al pasado a través de la pintura, lleno de guiños al arte, la literatura, la historia…
Antonia Bocero nace en Córdoba. Es escritora y ejerce la Crítica de arte en La Voz de Almería. Sus dos últimos libros llevan por título “Creación y Trayectoria del grupo Indaliano” -un estudio sobre este grupo de pintores creado por Jesús de Perceval en los años 40-, y el poemario “Ángel de Guerra”, publicado por Ediciones Vitruvio.
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