La Generación Nocilla
Por Antonio Guerrero
En junio del 2007 fueron convocados para un encuentro literario una serie de escritores españoles con características muy peculiares. Los organizadores del evento fueron Seix Barral y la fundación José Manuel Lara. Poco tiempo después apareció un artículo en Azancot que dio fe del grupo para el mundo literario. A continuación, varios medios, hicieron eco del nacimiento de una nueva forma de literatura, emparentada con McOndo, que resaltaba frente a la literatura comercial. Para entonces Helena Evia y Nuria Azancot ya habían designado el nombre que los caracterizaba: Generación Nocilla. Para investirlos con ese palabra se habían dejado llevar por la trilogía Nocilla Proyect, del autor Agustín Fernández Mayo, inspirado a su vez en una de las canciones de Siniestro Total. No obstante, aquel alumbramiento tuvo más calificativos alternativos fruto del descontento de sus miembros: Luz nueva (Vicente Luis Mora) o Afterpop (Eloy Fernández Porta). Esta última denominación, según Porta, refería mejor a aquel movimiento literario constituido como una forma nueva de estética basada en la respuesta al exceso de simbolismo proveniente de los medios que dejaba abierta las puertas para emancipación ética a través del arte.
En todo caso, desde el punto de vista actual y más allá de debates identificativos, esta generación de autores nacidos entre 1960 y 1976 tiene muchas características comunes que la separan de otras formas de literatura: recurren con frecuencia a la meta-literatura, a la cultura pop, al collage, a la hibridación de lenguajes. Las obras de estos escritores no tienen una estructura tradicional. Son trabajos abiertos donde no hay principio ni final. La idea de fragmentación se hace eco en ellos con caracteres esenciales. Tal inconformismo con todo lo anterior plantea el merecido diálogo sobre la necesidad huir de los géneros en manos de una nueva generación que desea, sobre todas las cosas, experimentar. Y, realmente, sus trabajos en laboratorium han creado monstruos atractivos nunca ante erigidos.
Si es verdad que los trabajos plantean críticas políticas y sociales; pero en el panorama estético actual, en el que el pensamiento artístico se ha abierto un hueco razonable, este tipo de reflexiones son apropiadas como argumentos de sus nuevas formas. Y es que, podemos decir, que la estética en general se ha ganado el derecho a ejercer el pensamiento filosófico a través del arte. Ya se superaron, afortunadamente, las fronteras Kantianas y Hegelianas sobre lo formal. También se sobrepasaron los límites de Greenberg sobre el arte moderno (el final del arte). Y lo dijo Danto: existe un después del fin del arte. En este momento en el que las intervenciones y acciones artísticas van más allá de lo mero conceptual, plantear que exista una Generación Nocilla en literatura no es algo posible sino necesario.
El autor debe comprometerse con la innovación, además. Y tiene que hacerlo como reacción al mundo en el que vive. El contexto en el que se mueve es hostil: es un mundo post-utópico lleno de la manipulación de los medios y de una crisis completa de identidad (Lacan). El escritor, por tanto, no puede quedarse postergado solo en la decepción de lo real. Debe hacer una crítica contra la alienación y contra las normas comerciales que coartan las emancipaciones. Le incumbe reponer las fundamentaciones y argumentos causados por la era del vacío actual. (Lipovetsky)
Plantear en nuestra situación postmoderna una nueva forma de literatura basada en el inconformismo nos beneficia a todos. También a todos aquellos que están en contra del arte actual como un arte anestésico, que nos dirige hacia una razón cínica patológica. Había necesidad de inventar algo para salir de allí. La Generación Nocilla se escapa de todas esas dormideras. Tiene su espacio propio, minorista, auténtico, original, y sobre todo deja abierta la opción a la ética. Tal como dijo Ranciere: debemos emprender un viaje ético hacia la estética.
Para finalizar -y justificar- la Generación Nocilla, citaré a algunos de los miembros de esta prole: Jorge Carrión, Ely Fernández Porta, Javier Calvo, Vicente Luis Mora, Gabi Martínez, Agustín Fernández Mallo, Mario Cuenca Sandoval, Álvaro Colomer, Germán Sierra, Lolita Bosch, y Manuel Vilas.
Antonio Guerrero es Diplomado en Relaciones Laborales. (U.H.U.)
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