domingo, 5 de diciembre de 2010

Ascenso al Aconcagua. Crónica de Anahí Flores.


Ascenso al Aconcagua

Introducción

No hace falta presentar al Aconcagua. Uno menciona su nombre y la imagen de la montaña de 6962 metros se dibuja en el aire frente a nuestros ojos. Tampoco es necesario presentar a Oblogo; uno dice Oblogo y la imagen de la pequeña revista de 23 gramos y 16 páginas aparece, también, como si estuviera presente. Entonces, ya tenemos en nuestra mente a los dos protagonistas de esta historia: una revista pequeña, una montaña inmensa.


Si bien, como todos saben, Oblogo dio sus primeros pasos en Buenos Aires, a medida que los números se editaban fue llegando a tierras más lejanas. Al  principio probó desplazarse sólo en el plano horizontal. Fue hasta la ciudad siguiente más cercana, luego a la otra, después a la provincia de al lado, etc. Hasta que se topó con la cordillera, donde descubrió la tercera dimensión: el suelo iba hacia arriba y Oblogo decidió, sin dudarlo siquiera, acompañar el ascenso. Claro, tan fácil no era: a medida que ganaba altura, la falta de oxígeno la mareaba (¿o montañizaba?), algunos posts se le mezclaban y ciertas páginas se confundían entre sí. Ante esos inconvenientes, decidió ponerse a entrenar y, desde hace algunos números, viene ejercitándose para conseguir su ascenso anhelado: el Aconcagua.
 



La lectora va a subir al Aconcagua (no hasta la cima, sino hasta el campamento plaza de mulas). Y, allí, se va a dedicar a repartir revistas oblogo (pesan 23 gramos, livianitas, es algo fundamental en la montaña que lo que sea que uno lleve sea liviano). Y todo esto va a ir siendo relatado desde el site de la revista oblogo (incluso con envíos hechos desde el propio Aconcagua).
 
Texto y foto: Anahí Flores.
En la foto: Miguel y Oblogo tomando mate a cinco mil metros de altura.

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