Antonio Guerrero
La era de Gutenberg está a punto de acabarse. Esas son las palabras que Enrique Vila -Matas refleja en su libro “Dublinesca”. Su interés es alertarnos de que la era digital ha llegado a su máximo apogeo y que la literatura impresa tienes los días contados. En su libro, un homenaje al Ulises de Joyce, refleja la nostalgia y la empatía de un editor apocado y meditabundo que busca o que encuentra el hedor de sus propios fantasmas.
Tras la lectura de este libro, debo decir, las palabras parecen verter un rumor terrible y maravilloso a incertidumbre. En realidad, todo lo que puede encontrarse entre las páginas es una reflexión magistral sobre lo posible, lo probable y lo deseable dentro de la literatura. Como diría un profesor muy querido por mi, Manuel Vaz, todo lo que ha terminado ocurriendo es porque años fue imaginado.
¿De verdad se acabarán los libros impresos? ... planteo. ¿Qué va a ocurrirles a esos personajes maravillosos de nuestra imaginación cuando descubran que ya no tienen páginas por las que deambular? ¿Qué será de los escritores cuando ya no tengan el olor a libro nuevo entre sus manos? ¿Y qué va a ser de los lectores cuando no puedan llevarse a la cama los susurros de los libros? ¿Tuvo estos pensamientos Frank Darabont, cuando escribió el guión de “Fahrenheit 451” al adaptar la novela de Ray Bradbury? ¿Todo fue una pesadilla?
El trabajo de este excelente crítico y narrador, entre metaliteraturas, expone una situación real. Su narración es un debate, ciertamente, profundo y comprometido. Pero, propongo, ¿qué sería lo justo y lo correcto en este caso? ¿Qué podríamos hacer el común de los seguidores de estos engendros maravillosos de la literatura? La aportación que me gustaría resaltar ante este final anunciado, y antes de que ocurra, es que es posible la salvación del libro impreso. Para ello los seguidores de las realidades hipostasiadas debemos plantear una resistencia, tal como expreso una resistencia humanística. Supongo que si el libro se mantiene vivo entre una minoría selecta que le perpetúa puede sobrevivir. Esa es nuestra responsabilidad, la de nuestra minoría. Al mismo tiempo es nuestro derecho a la disidencia. Por otro lado la salvación puede venir lejos de la lucha armada con otro planteamiento, algo más cuestionable: la síntesis con otros formas artísticas, es decir, la idea de otro género.
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