Comentario  cinematográfico de Emilio Pérez  Marín  .
Parece que a  pesar de ciertos fracasos históricos el mundo otorga a nuestro país una  gran capacidad para hacer arte. Hablar de Almodóvar es casi hablar de la  historia de nuestra democracia. Retrata milimetricamente muchos de  nuestros momentos vitales, a pesar de que en gran medida no ataca al  tema de raíz, es divertimento en sustancia, pero con esa capacidad de  divertir de los grandes que cuando quiere la lanza ( la crítica social  en Qué he hecho yo para merecer esto, la degradación de la policía en  casi todas sus películas, la crítica directa a la casta eclesial en La  mala educación, su defensa del lumpen siempre metiendo a un travesti de  por medio, o simplemente sus correciones al mundo de la tele cuando se  ríe de Andrea Caracortada u otras ). Almodóvar es un niño prodigioso  desde el principio, y rezuma un arte genuino, es decir, personal, con  oscars americanos, cardenales franceses y todo tipo de lanzamieto de  estrellas ( recuérdese que hasta Sabina queria ser Una chica Almodóvar,  válgame la transmutación de los valores ).
En cambio,  Amenábar, está ahí rompiendo la baraja, recordando que el sí fue a la  academia de cine. Son dos generaciones muy distintas, como la nuestra y  la de nuestros padres. Para Amenabar una buena tesis asegurará el  resultado del producto. Almodóvar es el mago multicolor, no fue a la  academia pero trabajó en la teléfónica de Madrid, como si este tópico  nos recordara que la intrahistoria unamuniana ( la pequeña historia de  los hombres sin historia ) fuera más imprescindible que Hegel.
Pero así y todo Los Otros es  un peliculón, si bien, volvemos, no es el corazón sino la mente la que  trabaja en Amenabar. Ágora es también un gran esfuerzo. Pero he de  reconocer que a mí me llevó a la más extraña de las coerciones. Me gustó  tanto como no me gustó, como si, bajo el tinte histórico, viera un  director pretendidamente profético que nos avisara del peligro, tanto  como de la fascinación, de un fin de época. Una vuelta de tuerca. Me  quedo con dos imágenes, la del cristiano mixtificado repartiendo y  enseñando a repartir pan entre los pobres, así como la de Hipatia  apedreada. 
No es que lo diga pero lo  digo : como las dos máscaras emblemáticas del teatro. Y eso que  Almodóvar sabe ser trágico ( vid. Hable con ella o Todo sobre mi madre).  Pero la profundidad que trae Amenabar ya es la del niño globalizado, es  decir, con algo de terrible. 
Bienvenido sea, ya no es uno  sino diez, tanto  los directores que cuentan en España de cara al mundo como la nota al  cine español. y era así ya antes. pero es que a mí el manchego me  emborracha como una especie de Shiva que crea el mundo ( nos lleva a mí y  a mi familia al cine unidos como el que va el circo ) y en cambio  Amenabar me habla de lo inquietante, tanto de lo otro como de mi otro,  de la dama y la noche.
EMILIO PÉREZ MARTÍN (  ORESTES DE ZARAGOZA ).
Emilio  Pérez Martín es Licenciado en Filología Hispánica por la  Universidad de Zaragoza. Ha colaborado con el Grupo Súcubo, de  poesía, la Tertulia Mambrino y la revista cultural Eclipsados.  Actualmente está elaborando una novela de la que esperemos dé a luz más  pronto que tarde. En lo artístico ha formado parte de los grupos de  teatro Chandrío y En penumbra. Le interesan también el  cine y la música. En definitiva, todo lo relacionado con la cultura.  Actualmente estudia Historia del Arte.
 

 
 
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