domingo, 9 de mayo de 2010

USO UTÓPICO: SOBRE CATALUÑA, CATALANES Y SU TV3. Opinión de Cecilio Olivero Muñoz

USO UTÓPICO

SOBRE CATALUÑA, CATALANES Y SU TV3





     “Un pont de mar blava”. Un puente de mar azul se tituló un disco de Lluis Llach basado en textos de Miquel Martí i Pol, y ese puente de mar azul es para mí como un símbolo silencioso de lo que representa Cataluña desde mi infancia. Siempre he visto esa frase como una metáfora de lo que significaba la Tierra donde nací para mí; viéndola como un puente que se levantaba ante mis ojos y llegaba a todos los confines de este mundo, con la mirada plagada de inocencia y ebria de paz, con el sueño azul del hombre que camina; todo un puente destinado al universo más cercano, universo que habita en nuestra memoria colectiva.

Para mí los catalanes son gente bastante culta, a diferencia de la otra raigambre de la que también estoy orgulloso: la andaluza; siento cierta envidia al comprender que si Cataluña es más culta, más rica y más plena que Andalucía, debe ser por que quizá han invertido su tiempo en el sacrificio del trabajo y no en ir a fiestas, ferias y romerías; y quizá sienta cierta frustración al comprender que mientras los andaluces se divierten y están celebrando su liturgia de semana santa con exagerada pompa y con esa incondicional comunión ante la fe católica, -que yo respeto-, los catalanes han estado, unos hincando los codos, otros trabajando en su empresa, u otros trabajando para subsistir, y han hecho sus deberes y no está la casa aún por barrer. Los catalanes son gente interesada en la cultura universal, en esa cultura, quizá en un menor grado, está el flamenco, la España de charanga y pandereta, -de la que hablaba Antonio Machado-, la España de la fiesta Nacional, de Don Quijote y Sancho, que es como decir las dos Españas de las que prefiero no pertenecer en exceso a ninguna de las dos. Los tachan de separatistas, pero la historia nos ha enseñado que han soportado más de lo que se cuenta, y sufrido más de lo que se quejan, y no han tratado jamás de luchar contra eso por mediación de las armas; siempre han tenido la paciencia y la humildad de otorgarle al pueblo la última palabra, la última palabra de un pueblo que muchas veces no ha sido en toda su totalidad catalán.

Decía Josep Plá, que el catalán es un grosero; él era catalán, aunque un catalán un tanto peculiar por otras razones que no vienen ahora al caso. Quizá algunos catalanes sí sean unos groseros, pero la gran mayoría no creo que lo sean; como no me gustan los razonamientos a la ligera, ni los tópicos, ni la otra verdad del ignorante, quiero decir que para nada son todos  los catalanes tacaños, y para nada son todos los catalanes amantes del dinero, (conozco a catalanes que se desprenden demasiado de “la pela”). Una frase hecha y muy repetida es: no es bueno generalizar, y otra de su misma condición es: que las comparaciones son odiosas.

También es necesario decir que todos los tópicos y los términos que se dicen desde la ignorancia son para gente que no se atreve a pensar por sí misma, y tiene que recurrir a la ceguera tradicional, que es otra manera de llevar la cabeza como adorno.

Cuando veo la televisión española y veo a toda esa gente que cree que tiene la exclusividad de la bondad, la razón y la educación; cuando van con una prepotencia desmedida y tratan a los catalanes injustamente; cuando veo esa prensa rosa con tanto chovinismo, chabacanería, falsa modestia y con tanta corruptela; tan serviles como bellacos, tan deshonestos como casposos, tan victimistas como malas personas; cuando veo a ese tipo de personas tan ordinarias siempre pienso en las Pinturas Negras de Goya. Entonces, sólo entonces, me dan unas necesarias ganas de cambiar de canal, ¿y cuál pongo? Pongo siempre un canal catalán. Un canal catalán donde no se habla de la familia real, la prensa rosa, y de nacionalismos que lleven hacia malas interpretaciones; donde no veo el bipartidismo cutre al que estamos todos sometidos; sólo me queda una esperanza, y es que si unos son de una manera y otros de otra, no es por razones como la genética o razones como la territorialidad, tampoco socio-económicas, es por razones de educación, de empezar a ejercer como autodidactas de nuestros propios principios y de nuestros nuevos valores, de nuestro saber estar y nuestra conmiseración para con los demás.

Quizá yo ahora haya caído en una contrariedad, pues no hay mayor miseria que la del espíritu, y no se puede sentir conmiseración con semejantes personajes. Y no hay populacho más infectado de mugre infecciosa que aquel que no es honesto con su única verdad. La verdad de que es mejor que te toque un tópico que caer en la zafiedad, la verdad de que más vale una vez rojo que ciento amarillo.         

 Cecilio Olivero Muñoz es poeta y fotógrafo.

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