Metáfora del diálogo
(UNA MIRADA A LA “ANTOLOGÍA APROPIACIONISTA DE LA POESÍA VISUAL ESPAÑOLA”, DE CÉSAR REGLERO)
Por J. Seafree
La poesía y el arte son “seres” vivos; su evolución, su transformación y también el intervencionismo estético y plástico que supone la actividad apropiacionista -sin malvadas pretensiones, sin prejuicios-, están “al servicio” del hombre, tanto del creador, del intérprete plástico (para el caso del apropiacionismo) y del espectador. La justificación de César Reglero para esta apasionante antología demuestra las anteriores afirmaciones. Todo ello deviene en un enriquecimiento de la obra original: ésta ofrece múltiples satisfacciones, más allá de la tradicional intención del creador unívoco.
Como sabemos, el mail-art supone un empujón definitivo en este tipo de quehaceres, pero su valor es máximo si admitimos, especialmente, que al hacer “horizontal” el arte, las conciencias de los mismos autores se tornan más libres, más tolerantes, menos vanidosas y codiciosas. El fenómeno artístico y poético desemboca, así, en un jardín colectivo, lejano de focos economicistas, un jardín que no persigue la plusvalía, castigo tan extendido en cualquier actividad.
Algunos títulos de los colaboradores que aparecen –por ejemplo, “Sírvase usted mismo” de López de Ael, “Trasvase” de Manuel Calvarro, o incluso “Poco a poco” de Isabel Jover- son elocuentes en este sentido: suponen una genuina muestra descriptiva del propio sentido del volumen.
La poesía visual, de esta forma, es una alternativa artística que rompe el paradigma del patrón de la belleza al uso, es decir, va más allá de transgredir fronteras entre géneros plásticos, puesto que desde la sencillez y la clarividencia propone la reflexión, la duda, la interrelación y la complicidad, en búsqueda de valores simplemente humanos.
El poeta visual apropiacionista, como biólogo, como investigador en el laboratorio de los signos y las imágenes, genera la evolución de los poemas visuales, del mismo modo que evolucionan la ciencia y la historia, puesto que éstas y aquéllos comparten en su desarrollo el hecho experimental. Al preguntarse César Reglero, “¿sería el mundo diferente si todos fuéramos artistas?, está preguntando de otra manera ¿sería el mundo diferente si todos fuéramos buenas personas?
¿Qué pretende César Reglero, qué intenciones tiene cuando realiza las manipulaciones del periódico El País, durante tantos años? La experimentación es el único motivo; es una manera de encauzar otras obsesiones, otras preocupaciones. Esto es, su perseverancia en tales tareas –esa “adicción” que él mismo reconoce- tiene mucho que ver con la aproximación entre lo científico y lo artístico (que hemos citado en el párrafo anterior), que es más acentuada en las últimas décadas. Cálmese definitivamente el antólogo, y que desaparezca cualquier temor por “estar fuera de la ley”. En primer lugar, revisando el propio titular de aquel 13 de marzo de 2005 en el citado diario, reseña de su exposición sobre aquellas arriesgadas manipulaciones de prensa, leemos “La evolución del garabato”: el artículo refiere, al citar “garabato”, a trazos, dibujos, borrones, rasgos, o sea, signos plásticos sin más, y se aclara en la propia reseña, la extensión y la concienzuda labor del artista, sin incidir en asuntos o márgenes lícitos o no. En segundo lugar, piense César Reglero en la indulgencia sincera de quien pudiera conocer sus manipulaciones de prensa o pudiera verse afectado en ellas, y que tal apreciación acaeciera sin molestia alguna.
Hace unos cuantos años, Josep Sou (en una presentación o conferencia en la Fonoteca Nacional de Madrid) decía que él creaba (escribía, componía poemas visuales, etc.), entre otras cosas, para ser mejor persona. Qué afirmación más sencilla, más necesaria y qué cierta. ¿Cuántos de los poetas visuales (apropiacionistas o no) sentimos algo similar o idéntico a las palabras de Josep Sou? Posiblemente casi todos –o todos-. Hermosa casualidad, en este sentido, la que aporta el título de su obra incluida en esta antología: “Tendencias y equilibrios”. ¿Qué, sino sensatez y armonía, nos aportan los avatares y los entresijos de nuestra creatividad?
Compartir información es comunicar; eso, por supuesto, también es la poesía visual, y cómo no, la actividad del poeta visual apropiacionista. Comunicar es una manera de construir (en contraposición, la destrucción es siempre fácil). Si construir, comunicar, crear –independientemente del grado de dificultad- suponen un acto humano bello, generoso, el propio esfuerzo en tal empeño se transforma en un camino abierto, libre, enriquecedor. Es la alternativa auténtica, la que convierte al hombre -aquí, al artista- en virtuoso, en bondadoso.
¿Cómo comenzamos a leer y a escribir? Copiando, repitiendo, una y otra vez, las letras, las palabras, las frases. Y de esta forma, descubrimos en la infancia el umbral de un mundo cargado de posibilidades y de responsabilidades. El apropiacionismo, esa peculiar relectura y reescritura, sirve para poner en tela de juicio la institucionalización del arte. Y en este aspecto, esta antología acierta en las referencias históricas, los personajes y nombres propios que explica el autor, los diversos fenómenos artísticos por los que sobrevuela, así como las reflexiones sobre los museos, los planteamientos legales y algunos hitos artísticos contemporáneos mencionados en sus páginas.
Finalmente, el apropiacionismo, como manifestación artística colectiva, se erige en un reto con un fruto inesperado, siempre múltiple y que no espera recompensa monetaria. Los autores iniciales y el artista apropiacionista apuestan por un diálogo gracias al cual será cada vez más complicado poner límites a la creación, y como provecho del mismo, la imaginación y la necesidad de comunicar, afloran como pilares reales del proceso. Y en esta práctica, en este momento y en este escenario abierto, el poder con minúsculas -ese poder de querer es poder, ese poder de posibilidades, ese poder de capacidad y de hacer- detiene al siempre perverso Poder con mayúsculas, ese que coopera con la apropiación de la cultura y del arte, encarrilándoles al espejismo del consumo, los beneficios y el mercado. En palabras de Manuel Calvarro, presentador de la antología, “hemos de aprender a sepultar ….ese super-ego….y hacer olvidar….esa conversión….que hace igualar la obra de arte al dinero que produce.” En definitiva, porque el quehacer apropiacionista es sin duda un repertorio de emociones, y el valor de éstas es afortunadamente intangible.
(Madrid, marzo de 2010)
J. Seafree, poeta y poeta visual, esclavo de sus pasiones, admira el arte, venera la música; pseudónimo de Javier Ocaña Gallego, pretende ser solamente un hombre libre, en zapatos y en zapatillas.
El artículo de J. Seafree, publicado por César Reglero en la página BOEK861
(Pulsa en las imágenes para verlas ampliadas)
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