Acabo de leer Las ciegas hormigas (Tusquets, 2010), obra con la que Ramiro Pinilla ganó el Nadal hace 50 años. Reconozco mi fascinación por el escritor vasco, por su escritura, por sus mundos literarios y vitales. Si en otras obras la acción se centra en Getxo, aquí es Algorta, pero siempre la playa de La Galea como unos personaje más que participan de la acción. Las ciegas hormigas habla de los Jauregui, una familia más de un caserío de Algorta que lucha por sobrevivir en una época no determinada cronológicamente, pero que se nos insinúa que es el Euzkadi de posguerra, con una guardia civil que controla todas las actividades del pueblo y sus gentes.
Un accidente de un barco inglés que embarranca en la costa de Algorta, genera y provoca toda la acción; su carga, carbón, es deseada por los habitantes como un alivio que les puede calmar las necesidades. Este es el punto de arranque de la trama. A partir de ahí una narración ágil desgrana el drama de los Jauregui, gente que destila una integridad tan absoluta como obsesiva. Para este ejercicio literario Ramiro Pinilla se desprende del narrador, las voces que se escuchan y se leen son las de los personajes, un mosaico en el que cada uno de ellos da su voz y su perspectiva, según se avanza en la lectura, siguiendo el hilo conductor que provoca el joven Ismael Jauregui, que aparece como personaje central que nos lleva a lo largo de toda la obra.
Sirva este comentario para reivindicar la figura de Ramiro Pinilla, escritor fundamental para comprender y entender la narrativa española desde mediados del siglo pasado. Autor de una obra contundente de personajes arraigados en su tierra, en su tradición, en sus conflictos, pero siempre fieles a ellos mismos y a lo que piensan. Así se aprecia en la trilogía Verdes valles, colinas rojas, de la que Las ciegas hormigas puede ser un embrión, donde a través de diferentes personajes podemos comprender la visión que tiene su autor de lo vasco, usando un estilo literario que abarca desde el realismo social que nos recuerde a Ferlosio o Martín Santos, a una narrativa fantástica propia de Borges o García Márquez, si bien Ramiro Pinilla siempre se ha reconocido, entre sus influencias, fiel a Pío Baroja y, sobre todo, a William Faulkner. Como secuela de esta trilogía, o como consecuencia de la misma, aparece La Higuera, tal vez el relato más contundente de cómo puede ser una venganza que se haya escrito. Y así podríamos seguir enumerando sus otras obras: Antonio B. el ruso, un relato que surge tras las conversaciones de nuestro escritor con un leonés que robaba gallinas, amaba el campo, la libertad y fue perseguido por la guardia civil, la pobreza y la ignorancia; y Sólo un muerto más, otra vez el faulkeriano Getxo como fondo y personaje en una trama propia de Raymond Chandler.
En estos momentos de trilogías o tetralogías suecas, vampíricas y demás, puede resultar muy saludable descubrir o redescubrir la obra de Ramiro Pinilla.
Antonio Linares Familiar es profesor de inglés, poeta y traductor, autor de Bajo la sombra de mil vidas, parte de su obra está incluida en las antologías: Quinta del 63, Rivas Cuenta y La Voz y la Escritura. Como traductor tiene publicada La Escalera de Caracol y otros poemas de W.B. Yeats.
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