Sororidad queer:
hermanas en lo torcido (Manifiesto urbi et orbi)
(polipoesía queer)
Pues sí, un paso más y otra vuelta de tuerca. Porque me da la gana y porque la teoría la inventan las teóricas con morro. ¡Pues hala!. Que sepáis que desde ahora declaro obligatoria y prioritaria la “sororidad[1] queer”.
Que sí, que esto va de que consideres como tus hermanas de leche, fluídos e ideas a todas aquellas (con)géneras torcidas, extrañas, desviadas, raras y transgresoras como tú. Se trata de reconocerse como aliada y no como opuesta. Entre las queer (uy, que a ti no te gusta que te trate en femenino, perdona rey) no tiene que haber antagonismos o distancias insalvables, sino colaboración. -O si no puedes con tu vida, pues que al menos no hagas zancadillas a esa zorra que tanto te molesta-.
Todas hemos experimentado la exclusión, el rechazo, la opresión, el dolor, el abandono, la pérdida. Y aunque no te dé la gana, eso nos hermana, mariví. Y nos da herramientas para el cambio y la trans-formación. Vamos, que si la lagarta necesita cualquier aditamento, ánimos, lentejuelas, plumas, lápices, espadas o lengüetazos, vayas corriendo para allá y se los prestes. Que si a la perra de tu (en)(a)miga se le ha perdido un hueso, se lo restituyas. Que le lamas la patita herida si hace falta, coño.
Primero las setenteras proclamaron urgente lo de la solidaridad femenina (a las de los sesenta eso ni se les pasaba por la cabeza, tenían demasiado trabajo en quitarse los bigudís por la noche sin que les viera su marido), por aquello de acabar con lo de “el peor enemigo de una mujer es otra mujer”. Ellas nos animaron a actuar bajo un pacto de no agresión mutuo (qué triste suena), un compromiso entre mujeres que decía que la acción es prioritaria para detener los abusos y percances a los que nos somete a todas el heteropatriarcado. Por eso mismo, las sorellas emitíamos un agudo grito de guerra enteramente sisterhood para protestar contra cualquier injusticia que ahogara a nuestras hermanas chinas, negras, peruanas o vallisoletanas.
No se trata(ba) solo de acudir a manifas, hacer minutos de silencio, pintarse la cara, rezar el rosario, hacer colectas o de tomar un carácter asistencial. ¡Una tenía que creerse igual a su vecina! ¿Que yo, universitaria de pro, leída y viajada que soy, igual que la antillana esa llena de roña, tan maltratada y explotada...? Anda, anda, pásame otro gintonic, que les voy a organizar una concentración delante del ayuntamiento y van que se las pelan. Mira tú qué difícil pero qué hermoso era lo que nos proponían nuestras madres, tías, amigas de los ’70, isn’t it?
Y ahora os pido una nueva sororité. Evolution. Sister, my sister (oh, my!). Pero ahora va, de todos los seres con pluma del planeta. -Ay, ahora no sé si tendría que haber dicho esto de la pluma-. Venga, me arriesgo y digo también aquello de ni mujeres ni hombres ni trans ni cyborgs sino todo lo contrario.
De verdad, reina, es que lo que pasa es que ésta que escribe es que cree que todas las queer, todos los intersex, middlesex, personas autoetiquetadas y paradefinidas tenemos que defendernos a uñas, dientes, camión y laca de la transmarikabollofobia, la represión, la gazmoñería y la repelencia imperantes en esta sociedad del XXI, de la “tolerancia” y la triple moral (te tolero siempre que te comportes debidamente, ¡no escandalices, marika!).
Hay que limar diferencias, queridas, dejar de discutir por esto y por aquello. Que si yo soy gayer y no trago a bolleras y mariliendres. Que si tú te tomas más hormonas que yo, que si yo no quiero tomar, que si me opero, que si nos operamos todas o no vale. Que si soy la más radical porque me meto un frigodedo en el coño mientras suena Mozart, que si esto no es queer porque no sangra ni grita ni tiene orgasmos. Señoras, señores, basta ya. Ya lo dicen los fascistoides y las beatorras de medio pelo, ya. Que divide y vencerás. Que mientras más nos arañemos y peguemos con el bolso (o con el dildo, qué más da) más tiempo les da a ellos para ganar elecciones, lanzar decretos y subirse a las peanas, púlpitos y periódicos para proclamar lo enfermitas y desviadas que somos.
Amémonos, pues, las unas a las otras, vá… Hagamos el esfuerzo de escucharnos y crear nuevas complicidades aunque seamos garrulas, hormonadas, ilustres, históricas, femeninas, modernas, feas, musculosas, camioneras, tontas, gordas, operadas, universitarias, marikas y travelas. Eso sí, no volvamos a caer en un Ejército de Salvación o en una Sección Femenina evolucionadas hacia lo queer; simplemente tomemos el compromiso firme de echarnos una mano, alimentar lo que hace la compañera, animar las iniciativas de la vecina y no sacarnos ningún ojo. Aún podríamos crear el paradigma de la liberté, fraternité, sororité torcidas.
Creedme, la mayor de las revoluciones, subversiones, provocaciones y masturbaciones públicas escandalosamente y rabiosamente modernas y estupendas, es quereros, nenas!
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[1] “amistad entre mujeres diferentes y pares, cómplices que se proponen trabajar, crear y convencer, que se encuentran y reconocen en el feminismo, para vivir la vida con un sentido profundamente libertario". Marcela Lagarde, antropóloga mexicana
"Mi nombre es Txus García y nací en Tarragona un asagitarado día de 1974. Soy educadora social -trabajo en un centro de menores- y queer a tiempo completo. Mi poesía es circunstancial, bollera, obrera, banal y tonta. Huyo pues, de la poesía endomingada y de los cánones por pura ignorancia. Versos incultos pero sinceros, sin rima pero con ganas. Poesía de la basura emocional, de la mentira cotidiana, del sufrimiento pequeño, del sexo mal hecho y de la insatisfacción constante. Puaj, la poesía y su aura divina. Más en: katalitza.blogspot.com"
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