Por Ester Astudillo
En un breve artículo sobre poesía, leí ayer un
titular que me soliviantó: ‘La poesía como bálsamo’. En él, como se adivina, la
autora, académica docente –apuesto que no poeta-, define la poesía como ‘bálsamo’
para calmar en el lector emociones ‘nocivas’ y hacer resurgir en él otras
agradables, y defiende el rol ‘clásico’ de la poesía como vía para despertar en
el lector emociones ‘compartidas’ con el autor, prescindiendo necesariamente
del ejercicio de la ‘razón’, elemento crítico en cambio –dice- para desentrañar
textos filosóficos.
En efecto, ese es el papel, no sé si clásico pero
seguro que sí tópico, que se le atribuye a la poesía, despojándola de cualquier
otra función ‘reformista’ o, si se prefiere, ‘revolucionaria’ a nivel social y
político. O más radicalmente aun, esa visión de la poesía encaja con la
reducción típicamente burguesa del arte a un mero objeto estético: arte como instrumento
de socialización y/o uniformización y, a lo sumo, divertimento para las clases más cultivadas.
No voy a extenderme sobre si tal reduccionismo
esconde una cierta mala fe, ni a hacer un panfleto revolucionario –llegué tarde.
Pero sí quiero denunciar la naiveté
de dichos postulados. Primero porque quien escribe poesía, y yo lo hago, sabe
que en primer lugar se escribe para uno mismo; la función primaria de la poesía
entonces quizá sea la catarsis, y como es sabido, toda catarsis obedece a un
proceso de ‘desorganización’ o de ‘crisis’; nada más lejos, pues, del concepto
de ‘bálsamo’.
Noblesse
oblige además a hacer hincapié en
el error manifiesto de pretender que la poesía se deba leer sólo con el ‘corazón’
dejando la razón a un lado. Ese fue el error de Descartes, padre de la moderna
concepción dual -y falsa- del ser humano: alma vs. cuerpo, razón vs. emoción.
No es Damasio el único que ha desmontado ese mito, tan ingenuo como
demostradamente nocivo, ni son sólo la medicina o la psicología los ámbitos que
deben reinventarse, pues, al ser humano. Cualquiera que lea poesía, y yo lo hago,
sabe que el conocimiento y la razón no solamente no son un estorbo para el
disfrute poético, sino aliados imprescindibles para desentrañar las
intencionadas imágenes y metáforas que el poeta ha colocado allí
deliberadamente y para captar el mensaje último y deliberado del texto.
Ester Astudillo es filóloga, lingüista, traductora
y poeta (además de lectora voraz de los más variopintos textos).
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