El genocidio perseguido con determinación ha transformado al pueblo de Israel en el peor enemigo de la humanidad. Pero ¿qué es la humanidad y qué derecho tenemos a hablar en su nombre?
La denuncia: nunca antes habían sido asesinados tantos periodistas para castigarlos por el delito de testificar la verdad.
En
un año y medio han muerto más periodistas en Gaza que en todas las
guerras del mundo, Vietnam, los Balcanes y Afganistán juntas.
Todos eran palestinos. No es un efecto secundario. Es una masacre premeditada. Se trata de un ataque selectivo al derecho a informar. Hacia la libertad. A la civilización.
Doscientos diecisiete compañeros asesinados –quizás más– mientras llevaban una chaqueta con la palabra PRENSA escrita en ella.
Desintegración
Un genocidio continúa sin cesar ante los ojos de todos. Este crimen marca el destino de Israel y de todo Occidente, instigador, cómplice y suministrador de armas para el genocidio que es ahora la política oficial del colonialismo occidental en su fase moribunda.
Estados Unidos y Europa, como Israel, se están desmoronando internamente por razones éticas, incluso antes que políticas y demográficas.
Estamos asistiendo al comienzo de la desintegración del mundo blanco, que ahora camina como un cadáver ambulante en un corredor de horror que nosotros mismos hemos creado y mantenido. La raza blanca reacciona a la desintegración con un acto que es al mismo tiempo suicida y genocida.
La disforia blanca –la incomodidad del cuerpo que envejece– se está convirtiendo en autohorror.
¿Dónde estaba la humanidad?
¿Por qué Israel (y el pueblo israelí en su gran mayoría) se ha convertido en el peor enemigo de la humanidad?
¿Dónde estaba la humanidad cuando polacos, alemanes, italianos, franceses y otros europeos empujaron a los judíos a vagones de ganado, luego cerraron las puertas con cadenas, tablones y clavos, y luego, bajo el sol de julio y las nieves del invierno, enviaron a esa multitud moribunda en trenes traqueteantes a sus campos de exterminio? ¿Dónde estaba la humanidad cuando los alemanes y otros europeos arrojaron los cadáveres de su tía, su hermano, su amante a una fosa? ¿Dónde estaba la humanidad? Estaba tan ocupada como siempre, huyendo, evitando bombas, llegando a fin de mes, llevando a sus hijos a la escuela. La humanidad no quiso saber, no tuvo tiempo para saber, los verdugos ejecutaron, los exterminadores exterminaron, los sepultureros enterraron.
Por eso, desde su nacimiento, el Estado de Israel ha ignorado la existencia del derecho internacional, ha ignorado el derecho a la vida de otro pueblo, ha ignorado la existencia misma de la humanidad.
Así pues hoy somos testigos (nosotros, la humanidad, que por supuesto no existe, aunque desgraciadamente existimos) de la atrocidad que vuelve, del torturador que se vuelve orgulloso, del holocausto que se reproduce.
Por lo tanto, los ocupantes de aquella tierra prometida por el dios malvado que hirió al manso Job con la plaga son enemigos de la humanidad. ¿Pero cómo podrían no serlo?
El suicidio
La venganza de Israel contra la humanidad ya ha costado cientos de miles de vidas arruinadas, y muchas más están por venir. Vidas de palestinos, torturados, hambrientos, asesinados para que los pueblos enemigos de la humanidad pudieran seguir dominando a costa de una guerra inútil, prolongada sin otra motivación que la supervivencia del tirano ladrón antisemita llamado Bibi Netanyahu. Pero esta historia no está destinada a terminar con el genocidio de los palestinos. Los israelíes, enemigos de la humanidad, ya han entrado en una sangrienta guerra civil y se suicidarán por miles, como ya lo están haciendo.
Y este suicidio genocida es ahora la estrategia inconsciente de todo Occidente.
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