José Enrique Ruiz Saura
Abogado laboralista
El pasado
mes de abril, tuve la oportunidad de conocer en profundidad varias
poblaciones del área occidental y meridional de la isla de Cuba: La
Habana, Matanzas, Cienfuegos, Santa Clara, etc. Al regresar a casa,
vienen siendo muchas las conversaciones con amigos y conocidos en las
que surgen preguntas, no tanto por el clima o los paisajes, sino por
la forma de vida en el país. “Vi una vez en
televisión que…”, y frases de ese tipo.
Es algo
lógico, al fin y al cabo, Cuba lleva 60 años siendo mirada con lupa
por el resto del mundo. Para bien o para mal, no cabe duda de que
tendemos a ponerle un nivel de exigencia más alto al modelo social y
político cubano que al de los demás países de su entorno. No en
vano, a las personas con sesgo conservador, cualquier resquicio
negativo que pueda subyacer del modo de vida en la isla, por pequeño
que sea, les resulta más que suficiente para reafirmarse en sus
ideas neoliberales y/o antiizquierdistas. Por su parte, desde
sectores progresistas, Cuba es vista como ese estudiante al que
siempre se le pide que saque sobresaliente en todas las asignaturas
dadas las esperanzas que hay puestas en su potencial. De tal manera
que, en ocasiones, cabe la posibilidad de que decepcione por el mero
hecho de obtener resultados similares a los del resto de sus
compañeros de clase, incluso aunque estos resultados pudieran ser
razonables dado el contexto en que se producen. Por todo ello,
trataré de proyectar en estas líneas la realidad social, económica
y política que he podido conocer de primera mano durante mi
estancia.
El primer
contacto con el sistema de asistencia social de Cuba,
paradójicamente, tuvo lugar en Madrid. Allí, unos días antes de
emprender el vuelo a La Habana, conocí a Alfredo, miembro del
Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), días más tarde
conocería a sus compañeros Rubén y Joaquín. Este organismo de
carácter gubernamental, entre otras muchas tareas, está trabajando
desde fuera de la isla para atender las necesidades de Pilar, una
niña de Santa Clara que padece una “enfermedad rara” que le
impide metabolizar adecuadamente lípidos, es el único caso en toda
Cuba. El ICAP se está encargando de hacerle llegar periódicamente
desde el Estado español alimentación especial, medicación y
productos higiénicos, para lo cual se dedica a hacer todas las
gestiones necesarias con entidades del tercer sector y con personas
dispuestas a colaborar. De esta forma, Cuba logra salvaguardar a
Pilar de los efectos del bloqueo económico al que está sometido
todo el país por EE.UU. desde 1960, el cual también implica la
prohibición de entrada en la isla de medicamentos estadounidenses.
Es destacable que no sucede a la inversa, y por ejemplo, el gobierno
cubano sí ha puesto a disposición de hospitales norteamericanos el
Civamax, que es un tratamiento avanzado contra el cáncer de pulmón
desarrollado íntegramente por el sistema de salud cubano. En fin,
hablo de esta primera experiencia porque me parece meritorio que las
instituciones cubanas realicen cotidianamente ese despliegue de
medios materiales y humanos para cubrir las necesidades de Pilar, sin
importarles que sea la única destinataria en toda Cuba de esa ayuda.
Para
hacernos una idea de lo que supone el bloqueo económico en Cuba,
basta pensar en los hipotéticos efectos que, sobre una región de
extensión y población comparable a Andalucía y Murcia, tendría el
hecho de que toda la Unión Europea en su conjunto eliminara
cualquier tipo de relación comercial (incluida la de los productos
más básicos para subsistencia de cualquier pueblo) durante 60 años
ininterrumpidos y, además, instara a otros países de su entorno a
hacer lo mismo bajo amenaza de sanción.
Aterrizamos
en el aeropuerto José Martí a principios de abril, a media tarde.
Esa noche di un largo paseo por El Malecón, el paseo marítimo de La
Habana. Después, al igual que hice muchos otros días, me dediqué a
transitar por multitud de calles y avenidas alejadas de la zona
propiamente turística de la ciudad, llegando también a zonas del
extrarradio. Hay que, señalar que ya fuera por la mañana, por la
tarde, por la noche e, incluso, de madrugada, he caminado con mi
pareja por la calle sin temer por nuestra seguridad en ningún
momento. A diferencia de muchos otros lugares del Caribe y
Latinoamérica, en Cuba se camina por cualquier rincón sin el riesgo
de ser asaltado o violentado. Tampoco he sido capaz ni siquiera de
intuir zonas de venta o consumo de droga. La seguridad y el bajo
índice de delincuencia es sin duda un enorme logro del modelo de
sociedad cubano.
Por el
contrario, hemos de señalar como aspecto negativo que, en las zonas
de mayor afluencia turística, la picaresca suele ser relativamente
habitual. Vaya por delante que, el trato que se le dispensa a quien
viene de fuera por parte de la gente de a pie es hospitalario en la
mayoría de los casos. Sin embargo, en determinadas ocasiones, es
habitual que se acerquen al turista personas con ánimo de
embaucarnos. Como ejemplo, a parte de la tarifa que aplican algunos
taxis para los foráneos, diremos que se ha convertido en un clásico
el señor que se te ofrece a llevarte a la cooperativa más cercana
donde, según él, se fabrican puros habanos de altísima calidad, y
supuestamente ese día es el único del mes donde se venden a mitad
de precio. Luego resulta ser todo falso y ese producto suele ser un
fraude. La venta de puros está prohibida en cualquier
establecimiento distinto a los gestionados por el Estado
(precisamente para poder asegurar la calidad del producto), pero esta
prohibición se incumple a menudo. Al hilo de lo señalado, hablando
con la dependienta de una tienda de souvenirs,
nos comentaba que estos pícaros emplean la expresión “viene
fresco” para referirse a los turistas identificados como recién
llegados y susceptibles de morder cualquier anzuelo.
Decía en
líneas anteriores que el tráfico de drogas no existe en Cuba. No
obstante, no puedo decir lo mismo sobre la prostitución. En una de
mis noches en La Habana salí a conocer El Floridita, un local
gestionado por el Estado que tiene una merecida fama por su buen
ambiente y sus sabrosos daiquiris.
En los aledaños, con mucha
cordialidad, un señor se me acercó para comenzar por desearme una
buena estancia en la isla. A continuación, me ofreció la
posibilidad de pasar la noche con alguna chica (llevaba una lista en
el bolsillo), incluso llegó a decirme la profesión de algunas de
ellas. Después de que rechazara su ofrecimiento, se marchó sin
perder un ápice de su simpatía. En ese momento, quizás carecí de
la agilidad mental necesaria para recordarle que la prostitución, y
por ende, el proxenetismo está prohibido en Cuba. En ése y otros
locales de copas, se pueden ver extranjeros de avanzada edad con
jóvenes chicas autóctonas agarradas del brazo o haciéndoles
compañía, es lo que coloquialmente se denomina jineteras. Si bien
hay que decir que este problema no puede compararse con lo que sucede
en otros países caribeños como República Dominicana o México, los
cuales son verdaderos destinos de turismo sexual, esta realidad es
algo que muchos cubanos no asumen con indolencia, sino que en mis
conversaciones con ellos, me hicieron alusión a que la prostitución
llegó a estar erradicada durante mucho tiempo en Cuba y les gustaría
que se lograse que vuelva a ser así.
Esto es algo
que sí sucede, por ejemplo, con el juego, cuya prohibición está
recogida a nivel constitucional. Pues bien, fruto de ello, las casas
de apuestas y los casinos son inexistentes en Cuba, no habiendo
rastro obviamente de casos de ludopatía.
Exactamente
lo contrario sucede con la cultura y el deporte. Me crucé con
bastantes escuelas de danza o interpretación a lo largo de mi
estancia allí, y me encantó presenciar a un grupo de niñas
bailando sevillanas junto a sus maestros en un lugar de Centro
Habana. El cubano medio tiene un nivel de cultura general amplio,
conocen a la perfección cuestiones tan ajenas a su país como, por
ejemplo, el rescate bancario a Bankia o la moción de censura que
acabó por hacer presidente a Pedro Sánchez en detrimento de Rajoy.
Por su parte, tampoco suelen faltar canchas de béisbol, fútbol o
baloncesto en cada barrio…pero no todas igual de bien conservadas,
todo sea dicho.
Con respecto
al sistema sanitario y educativo de la isla, tuve la oportunidad de
conocerlo a partir de la referencia de muchos cubanos que se
prestaron hablar sobre los mismos, como por ejemplo, Daniela (una
guía que nos enseñó La Habana), Oswaldo (un cuentapropista que nos
paseó en un precioso coche descapotable de los años 50), Froilán
(un veterano escritor cubano que conocimos y nos invitó a cenar a su
casa familiar habanera, no pudiendo ser mejor anfitrión) o Iván (su
hijo). Pues bien, en la inmensa mayoría de ocasiones, al foráneo se
le explica con orgullo que, tanto la educación como la sanidad, son
plenamente gratuitas y universales en Cuba. Es un logro que hace a
Cuba destacar entre los países de su entorno, y de ello, la mayoría
de habitantes de la isla son conscientes y no dudan en reivindicarlo.
En el caso
de la educación, el sistema cubano cubre a partir de los 5 años de
edad hasta la educación universitaria. De hecho, a menudo, la gente
con la que hablaba se sorprendía de que en España hubiera que pagar
matrículas universitarias y libros de texto en el resto de niveles
educativos. Para los niños de edades más tempranas, el país se
dota de alrededor de 1.130 “círculos infantiles”, que son
centros que prestan servicios de guardería y enseñanza preescolar
cuyos tarifas están subsidiadas por el Estado. A ello, ha de
añadirse la existencia generalizada de instituciones educativas
específicas para atender a alumnos con discapacidad o problemas de
adaptación. Froilán, una persona de profundas convicciones
castristas, me contó con detalle que, tras el triunfo de la
Revolución cubana en 1959, el Estado llevó a cabo un proceso de
alfabetización generalizada en todo el país. Incluso, se llegó a
llevar maestros a las zonas más rurales y de selva de la isla para
que toda la población, al menos, supiera leer y escribir.
Por su
parte, la sanidad también comprende una cartera de servicios
gratuitos más completa que la nuestra. Cuando hablaba con varios
cubanos y cubanas para explicarles que los servicios de odontología
no están cubiertos en España y les comentaba de las muchas personas
afectadas por la estafa de iDental en nuestro país, no se lo podían
creer. En lo que respecta a la atención a mayores y personas
discapacitadas, en todo el país están implantados de forma general
servicios de ayuda domiciliaria y de cuidado durante el día en
aquellos casos en aquellos casos en que se haga necesario para este
sector de la población. Asimismo, para las personas de avanzada edad
en la isla se crearon los denominados “círculos de abuelos”, que
posibilitan la realización de actividades físicas comunitarias
(suelen realizar ejercicios grupales en parques) y ponen en marcha
programas de desarrollo intelectual y cultural para ellas. Quizás,
todo ello esté estrechamente relacionado con el hecho de que, en
Cuba, la esperanza de vida al nacer es de 80 años (según datos del
Banco Mundial), estando por encima del resto de países de su
entorno, como por ejemplo, EE.UU. (79 años), México (77 años) o
Argentina (77 años).
Hilando con
todo lo anterior, pasaré a hablar de determinados elementos que pude
conocer con respecto el sistema de asistencia social en la isla. En
este sentido, hemos de comenzar hablando de la alimentación. Todas
las familias, reciben del Estado a precios simbólicos lo que se
conoce como la “canasta básica” de alimentos, que incluye
productos como arroz, pollo, huevos, azúcar o aceite. Todo ello, sin
perjuicio de poder comprar en la red estatal de tiendas más cantidad
de éstos u otros productos. Además, todos los niños cubanos tienen
derecho a recibir un litro diario de leche hasta cumplir la edad de 7
años.
Sin embargo,
la percepción que me traje de mi estancia en la isla es que, al
cubano medio, la “canasta básica” no le satisface plenamente
porque le gustaría contuviera una cantidad mayor de alimentos.
Asimismo, en determinadas épocas, el suministro de determinados
productos alimenticios se ve dificultado por los efectos del bloqueo
económico de EE.UU., al cual ya nos hemos referido con anterioridad.
Antonio, un murciano que lleva 8 años trabajando en la dirección de
la empresa municipal de aguas de La Habana, me corroboró esta
cuestión.
Hago una
breve digresión para decir que el bloqueo económico deja ver sus
efectos incluso en el estado de los edificios y las infraestructuras,
pues son muchos los que, a lo largo de La Habana, muestran un cierto
deterioro en su conservación a raíz de la falta de pintura y otros
materiales de construcción. En ocasiones, el estado de algunas
viviendas o edificios puede llegar a ser ruinoso.
Refiriéndome
ahora al trabajo y a la inserción laboral, he de señalar que el
nivel de empleo es muy alto. Ello es debido, a que cada cubano tiene
garantizado el derecho a que el Estado le asigne un empleo adecuado
según su perfil profesional. De hecho, además de ser un derecho, el
trabajo forma parte de las obligaciones de cada ciudadano con
respecto a su país. Como muestra, el ejemplo de Georgina, una de las
guías turísticas con los que tuve la oportunidad de coincidir,
quien nos explicó que, tras estudiar en la escuela de idiomas de su
ciudad, fue a la oficina pública de empleo y, en base a su formación
académica, le ofrecieron su actual puesto de trabajo en la empresa
estatal Cubatur. También nos contaron otros casos de personas que,
teniendo un nivel formativo mucho más básico, se les asignan
empleos comunitarios de limpieza pública viaria y similares.
El resultado
de lo que vengo señalando en párrafos anteriores, es decir, de la
alta inserción laboral y del modelo de asistencia social integral,
conduce a otro de los aspectos sorprendentes de lo que pude ver en
Cuba: la ausencia de indigencia. No puede decirse que se observe un
estado de opulencia generalizado, pero tampoco pude ver vagabundos en
las calles de las ciudades en las que estuve, ni siquiera en el
extrarradio, es decir, nada de sinhogarismo
en los lugares en que estuve. Algo así es impensable a día de hoy
en cualquier otro lugar de El Caribe, y no digamos en los barrios más
marginales de Norteamérica.
Como
contrapunto, existe en general un descontento con el nivel salarial.
Al cubano medio, le gustaría cobrar más. Ésa es sin duda una de
las quejas que más se repiten cuando conversas en profundidad con la
gente. Suele ser motivo de descontento la falta de poder adquisitivo
para acceder a determinados elementos de consumo, como ropa de una
determinada marca, vehículos o artilugios tecnológicos.
En
consonancia con ello, hace unas semanas, el presidente Díaz-Canel ha
anunciado una subida generalizada de salarios en el sector público.
Habremos de estar atentos a la evolución de esta realidad en los
próximos años.
Por otra
parte, sí es llamativo que, en los últimos años han surgido
diferencias de renta significativas entre algunos grupos de
población. Desde que, en 2010, arrancara la extensión de la figura
del “cuentapropista” (equivalente a un trabajador autónomo en
España), han proliferado actividades por cuenta propia de
alojamientos turísticos, taxis, peluquerías, restaurantes (allí
denominados “paladares”), etc. Algunos de estos negocios
particulares están funcionando realmente bien, como es el caso de
paladares de La Habana que ofrecen menús de bastante calidad a un
precio muy asequible para el turista y, consecuentemente, suelen
estar llenos de comensales. Pude observar esta realidad en locales
como El Cañonazo o El Guajirito, quienes también cuentan con un
buen número de empleados, generalmente personas jóvenes. Pues bien,
a pesar de la relativa desigualdad económica que estos negocios
están empezando a generar en Cuba, la decisión tomada en su momento
por el gobierno de abrir determinadas actividades a la iniciativa
privada autóctona, cuenta con bastante aceptación hoy en día.
Oswaldo, ese cuentapropista antes mencionado que se dedica a pasear
turistas por La Habana en un Cadillac descapotable (vehículo cedido
por el Estado previa obtención de licencia), es un buen ejemplo de
ello. Me contaba que su trabajo le permite obtener una renta de
alrededor de 15 o 20 dólares diarios, lo cual es más de lo que
ganaría un médico, cuyo sueldo puede moverse en torno a 70 dólares
mensuales. Oswaldo está contento con los ingresos que obtiene por su
cuenta, me explicó que permiten que su familia viva con cierta
tranquilidad e incluso, salir a comer de vez en cuando a algunos
paladares de renombre en La Habana.
Además de
lo anterior, la industria turística está creciendo y adquiriendo
una importancia cada vez mayor en la isla, es una actividad que le
está permitiendo a la economía cubana obtener una cantidad ingente
de divisas extranjeras. Son muchos los hoteles que ya hay en El
Malecón y, sin embargo, unos cuantos más están en proceso de
construcción. Estar en el centro de toda esa inercia económica
durante un par de semanas me permitió observar los contrastes que se
dan en el país. La Cuba de la filosofía anticapitalista coexiste
con la Cuba más turística que apuesta por fomentar el consumismo
más desmesurado de quienes van a visitarla (“gástenselo todo, han
venido a olvidarse de sus problemas”, decía un guía en una
ocasión camino a Varadero). La elegancia y vistosidad de los hoteles
de Centro Habana o Habana Vieja coexiste con las viviendas más
humildes de otros barrios colindantes.
En cuanto al
ejercicio de derechos civiles y políticos en Cuba, fueron muchas las
conversaciones que mantuve con distintas personas a lo largo de mi
estancia allí. No obstante, destaco todo lo que pude escuchar de
Georgina, una guía de unos 40 años de edad a la que debo agradecer
la objetividad y franqueza con la que se puso a hablar de política
con nosotros. Para ella, en Cuba hay problemas de libertad de
expresión, puso como ejemplo que las protestas de los “chalecos
amarillos” en Francia no podrían haberse producido en la
actualidad en la isla porque habrían sido sofocadas inmediatamente
por la policía. Ella, incluso, vería con buenos ojos que hubiera
unas protestas así en Cuba porque considera que servirían para que
el gobierno haga reformas cuando sea necesario. Por otra parte, se
tiene presente que, desde el triunfo de la Revolución cubana en
1959, se han alcanzado conquistas sociales muy importantes. Por ello,
a pesar de sus críticas, Georgina responde a un turista diciendo que
ella no cree estar viviendo en una dictadura porque siente que el
Estado cubano se preocupa por la gente.
Me llamó la
atención el sistema de elección de cargos públicos a nivel local.
Georgina nos explicó que los representantes se eligen a nivel de
barrio o municipio pequeño, llevándose a cabo la elección por y
entre los vecinos. El Partido Comunista Cubano no interviene ni
presenta candidatos. De hecho, pese a no militar en el partido y
mostrarse crítico con el gobierno en algunos aspectos, Georgina ha
sido animada en muchas ocasiones por sus vecinos para que fuera su
representante por considerarla formada, joven y capacitada para
ejercer esa labor. De tal manera que la elección es completamente
libre, no llegando Georgina aún a ser elegida como representante de
los vecinos de su municipio porque no ha mostrado finalmente interés
en presentarse.
En general,
el nivel de aceptación de su régimen político varía entre los
cubanos dependiendo del grupo generacional en que se encuentren.
Aquellas personas que nacieron antes de 1959, suelen mostrar un alto
compromiso con la Revolución y con la figura de Fidel Castro,
argumentando para ello los enormes progresos sociales que llegaron
tras la caída de Batista. La generación de aquellas personas de
mediana edad, entre los 30 y 50 años, pueden mostrarse partidarios
del régimen pero de manera menos férrea y desde un enfoque más
crítico, como es el caso de Georgina. Son los más jóvenes quienes
son los más abiertamente críticos, quizás por tener más fresco en
su recuerdo los años duros del “periodo especial”.
En cualquier
caso, sí percibí un amplio consenso en la población en la
necesidad de apoyar un régimen que defienda la soberanía nacional
de Cuba ante el riesgo, no solo de injerencia extranjera, sino de
volver a ser una colonia estadounidense. “Los americanos lo quieren
todo para ellos”, me decía Oswaldo mientras dábamos un paseo en
su descapotable. “¿Veis esta estrella blanca que hay en la bandera
de Cuba?, pues se ha derramado mucha sangre en este país para que
esa estrella no acabe en la bandera de los EE.UU.”, decía
Georgina. En esas semanas comprendí que la Revolución cubana no es
sólo de carácter socialista, sino también nacional y soberanista,
y esto segundo tiene mucho peso aún en el pueblo cubano y le da un
carácter transcendental a la misma.
Para
concluir, diré que la visión que me traje de mi viaje a Cuba es la
de un pueblo que se enfrenta diariamente a sus contradicciones
políticas y sociales, que le gustaría mejorar muchos aspectos de su
vida diaria. Decía Galeano que “la Revolución cubana es lo que
pudo ser y no lo que quiso ser”. Pero a la vez, también me traigo
la visión de un pueblo que vive en verdadera comunidad, donde las
calles están ocupadas por vecinos que se reúnen diariamente para
conversar durante largas horas en tono desenfadado mientras los niños
y niñas juegan a su alrededor, o donde se suelen juntar varios
vecinos y amigos para arreglar el coche de uno de ellos en la puerta
de casa. Un lugar donde, por ejemplo, es habitual que los compañeros
de trabajo se ocupen de cuidar por turnos a los familiares
hospitalizados de otro compañero para que éste pueda descansar. En
definitiva, un país donde, a pesar de muchas adversidades, uno de
sus principales logros es que en cada barrio el colectivismo es algo
que se da por supuesto para la mayoría de los que allí habitan.